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Psicologia em Revista

Print version ISSN 1677-1168

Psicol. rev. (Belo Horizonte) vol.14 no.1 Belo Horizonte June 2008

 

SEÇÃO ABERTA

 

De un pasado que condena a una historia que habilita (Conferencia internacional)**

 

From a past that condemns to a history that enables (International conference)

 

De um passado que condena a uma história que habilita (Conferência internacional)

 

 

Alberto C.Cabral*

Instituto de Psicanálise Angel Garma

 

 

Ex – manencia del trauma

Borges nos ha entregado una aproximación sorprendente al concepto freudiano de nachtraglich en el texto “Kafka y sus precursores”. En él evoca un conjunto de autores en los que ha creído reconocer el acento del escritor checo. Construye así una serie con nombres tan heterogéneos como Zenón, el prosista chino Hang Yu, Kierkegaard y Browning. Después de recordar brevemente aquellos pasajes que sostienen su juicio, dispara su conclusión: “En cada uno de estos textos está la idiosincrasia de Kafka, pero si Kafka no hubiera escrito, no la percibiríamos; vale decir / mejor dicho, no existiría”.

Superado un primer efecto de obviedad, es posible captar el alcance de la tesis, así como sus resonancias freudianas. Es un segundo tiempo (determinado en el sujeto Borges por la irrupción del acontecimiento Kafka), el que permite la paradoja de hacer existir a Kafka... ¡ en autores que lo precedieron! Reconocemos, nachtragligh, la lógica rigurosa que sostiene el texto: ya en el enunciado del mismo título, Kafka se adelanta a sus... ¿ precursores?

Borges tropieza con una temporalidad semejante a la que sorprende a Freud ya en el caso Emma. Aquí también es un segundo tiempo (la escena post puberal en la tienda) el que eleva a la dignidad de trauma el recuerdo de la primera escena (en sí misma no traumática) de la pastelería. Así como la idiosincrasia kafkiana no existiría en Zenón si Kafka no hubiera escrito... “es notabilísimo” que en la histeria los recuerdos reprimidos “sólo nachtraglich han devenido traumas” [ Freud, 1895a]. Esto es, no lo eran en el momento de su inscripción (al igual que Zenón no preanunciaba a Kafka en el momento de escribir sobre la tortuga).

Podemos apreciar ahora toda la distancia que separa las traducciones de Strachey y Etcheverry para el nachtraglich freudiano. La noción de “efecto diferido” (defered effect) del primero postula implícitamente una causa preexistente en el psiquismo, que simplemente pospone su efecto. Se inscribe entonces en la perspectiva convencional de un antes que contiene la explicación de un después.

Por el contrario, la noción de posterioridad (al igual que el après-coup que propusiera Lacan) preserva una dimensión escandalosa tanto para el sentido común como (ya lo veremos) para la razón positivista. Aquella por la cual es el futuro ... el que puede constituir al pasado como causa, al conferirle una cualidad de eficacia psíquica que no le era consustancial en el momento de su inscripción, sino que adviene en el tiempo ulterior de su asociación a una segunda escena.

El interjuego entre las escenas responsables de la significación traumática está determinado para Freud por lazos entre representaciones. (En estos lazos creemos reconocer el soporte material de esas “pasarelas temporales de memoria” de las que nuestro colega J. Kafka [ 2000] (no Franz) hace depender “la existencia misma de la significación”). Son, pues, estos lazos entre significantes los que condicionan la emergencia eventual de “otra comprensión para lo recordado” [Freud, 1895b], precipitando el advenimiento del trauma. Las peripecias biográficas de todo ser humano, entonces, no cotizan en la economía psíquica como “hechos en bruto”: lo hacen como un efecto de significación (la nueva “comprensión” a la que se refiere Freud) que se desprende de los juegos asociativos siempre abiertos en los que sus respectivas inscripciones quedan atrapadas.

Es lo que determina la condición a la vez contingente, imprevisible y singular del concepto de trauma en nuestra práctica. Es, también, lo que puede desdibujarse en los intentos apresurados de equiparación con las resonancias propias que adquiere la misma noción (en realidad, el mismo significante) en las disciplinas que operan en términos de prevención (puericultura, salud mental, sociología). Es que así como la cura analítica permite salir al encuentro de la particularidad de los cruces significantes que han definido la significación traumática en cada analizante, las políticas de prevención se sostienen en una lectura unívoca de “lo ambiental”, que eleva universal y previsiblemente a la condición de trauma aquellos factores que aísla como patógenos. Y es claro que el prestigio social de estas prácticas puede contribuir (en términos de Bion [ 1965]) a generar torsiones en el vértice analítico...

No hay, entonces (desde una perspectiva psicoanalítica) una inmanencia del trauma. Existe, por el contrario (si se me permite el neologismo) una exmanencia del mismo: es solo desde la exterioridad de una segunda escena que la primera adquiere su significación traumática. Cuanto más convencido esté el analista de la condición traumática inmanente de un acontecimiento...tanto menor será su disposición a resignificarla, para permitir una reescritura de la novela familiar de su analizante.

 

Nachtraglich: poder de la palabra y realización de la historia

Podemos decir, ahora, que las elaboraciones freudianas de 1895 (al igual que las reflexiones de Borges de 1951)... se han constituido, nachtraglich, en una respuesta para el provocativo interrogante con que en 1954 un destacado lógico contemporáneo, M. Dummett, encabeza uno de sus trabajos: “¿Puede un efecto preceder a su causa?” Es claro que no lo eran en el momento de ser formuladas... ¡ en tanto Dummett no había planteado aún su pregunta!

Me interesa subrayar que las respuestas de Freud y de Borges van a contrapelo de las tesis positivistas de Dummet, quien sostiene enfáticamente “la asociación de la causalidad con una particular dirección temporal: de lo previo a lo posterior. [...] No se puede, por eso, cambiar el pasado; de ahí la posición de los teólogos judíos ortodoxos frente al rezo retrospectivo, al que consideran blasfemo: si bien no hay límites al poder de Dios, Él no puede hacer lo que es lógicamente imposible”.

En la afirmación de Dummett podemos reconocer los ecos de un interrogante frecuente en los comienzos de la cura: “¿Qué sentido tiene hablar de todo esto si son cosas del pasado, y no pueden modificarse?” La conclusión a la que llega Borges en su texto nos permite articular una respuesta no blasfema: “De hecho cada escritor crea a sus precursores. Su labor modifica nuestra concepción del pasado, como ha de modificar el futuro”. Observemos que Borges no habla de modificar el pasado, sino de modificar nuestra concepción del pasado... de igual manera que para Freud la segunda escena no modifica la primera, sino su significación.

Los analistas, entonces, no reivindicamos para nuestro acto un más allá de los límites a la omnipotencia divina... Pero fundamos nuestra práctica en la convicción de que “[...] al tocar, por poco que sea, la relación del hombre con el significante, se cambia el curso de la historia modificando las amarras de su ser” [Lacan, 1957]. Estas amarras del ser son para Lacan otra forma de designar las identificaciones que, edificadas en torno a significantes privilegiados, otorgan fijeza y estabilidad al ser del neurótico... al precio de condenarlo a la repetición del mismo libreto edípico.

Es por ello que en la talking cure (haciendo nuestros los versos de P. Éluard [ 1942]) “por el poder de una palabra” el sujeto puede “recomenzar su vida”. Si la palabra adquiere en la cura este “poder” particular, es por su estatuto de interpretación: esto es, por su aptitud para desanudar las amarras identificatorias que restringen la libertad1 de elección del sujeto neurótico [Cabral, 2003]. Es por ello que en el mismo movimiento en que la palabra interpretativa modifica, nachtraglich, la significación de la historia acontecida... puede cambiar también el curso de la historia por venir. Y ampliar así la desviación del clinamen que separa al sujeto de los que fueran sus clichés edípicos.

La eficacia terapéutica que adquieren en la cura los procesos de historización no se funda entonces en un aumento del conocimiento de sí. Esta perspectiva apuntala las racionalizaciones yoicas que sostienen al sujeto en sus padecimientos, aportando justificaciones historizantes que constituyen una caricatura de la eficacia analítica. Es lo que Kettner [ 1999] llamaría el sentido hermenéutico del nachtraglich: el que designa los cambios operados en la mera interpretación de los recuerdos. El efecto nachtraglich que interesa al analista es en cambio el que Kettner denomina causal: por estar fundado en la recuperación de significantes reprimidos y en la caída de identificaciones, permite engendrar nuevas versiones del pasado, e inducir a la vez cursos no repetitivos en la historia por venir.

Podemos entender ahora las razones que llevan a Lacan [ 1953a] a preferir la formulación de realización de la historia (que toma de Hegel) por sobre la noción freudiana de reconstrucción. Es que ésta última implica la referencia a un objeto como preexistente: como un “ya consumado” en un “antes” ilusorio del psiquismo. La noción de realización2 permite en cambio circunscribir mejor el estatuto particular que la cura sugiere para los procesos inconscientes: esa condición de “procesos psíquicos no consumados” que sorprende a Freud [ 1893] tempranamente, y sobre la que retorna en sus escritos metapsicológicos [ 1915]. En la distancia entre reconstrucción y realización reencontramos entonces una brecha análoga a la que ya señalamos entre el defered effect y el a posteriori.

Lacan [ 1955] retoma las referencias freudianas a lo no consumado al evocar en términos de demanda de ser la insistencia propia de los procesos inconscientes, a los que asigna el estatuto de “lo no realizado” [ Lacan, 1964]. Podemos entonces formular la orientación que anima el movimiento de realización de la historia en la cura: que lo no-realizado (aquello que demanda ser) advenga al ser. Con esta formulación hacemos resonar el acento presocrático que Lacan [ 1958] reconoció en el imperativo ético freudiano: “dónde eso era, el yo [el sujeto, para Lacan] debe advenir”.

Este movimiento de advenimiento que supone la realización de la historia en la cura resulta entonces inescindible de la realización del propio inconsciente...y, en esta perspectiva, confirma la coextensión de ambos conceptos (inconsciente e historia) sobre la que Lacan [ 1953b] había insistido tempranamente en su enseñanza.

 

Blowback y nachtraglich: tiempos lógicos de la significación

Freud tropieza con los efectos del nachtraglich no sólo en su abordaje del trauma, sino también en el análisis de otros fenómenos en los que el surgimiento de la significación responde a la misma lógica: un segundo tiempo que determina retroactivamente la significación del primero. Así, en su abordaje del witz recurre a Shakespeare para señalar: “[...] que un chiste prospere depende del oído que lo escucha, nunca de los labios que lo pronuncian” [Freud, 1908]. W.Benjamín [ 1940], en sus reflexiones sobre la historia, ilustró la misma escansión temporal con una sugerente metáfora fotográfica: “sólo el futuro posee reveladores suficientemente potentes para hacer aparecer las imágenes del pasado en todos sus detalles”.

El lingüista R. Jakobson [ 1961] extendió a todos los hechos del lenguaje esta lógica en dos tiempos, al subrayar el rol del receptor en el acto de significación del mensaje del emisor. Es por eso que podemos reconocer la misma lógica en algunos de los usos del concepto de blowback (retroexplosión), cada vez más extendido entre los cientistas sociales desde los trabajos de Ch. Jonson [ 2000]. En su empleo reencontramos una tensión semejante a la que ya destacamos en las dos traducciones del nachtraglich.

Así, son varios los comentaristas (como O. Cardoso3 [ 2004] en el diario Clarín) que lo han utilizado para analizar los atentados del 11M en Atocha, con un sentido próximo al de efecto diferido. En general coinciden en registrar en el 11M un efecto blowback, determinado por el apoyo previo del gobierno español a la política de Bush en Irak.

Abro aquí un paréntesis. Mi impresión es que los sucesos del 11M permiten desdoblar con nitidez la habitual superposición de los dos tiempos que nos ocupan: el tiempo del acontecimiento, y el de su significación. Recordemos que una vez producidos los atentados, se instaló durante unos días el interrogante sobre su autoría: podía tratarse de E.T.A. (versión que eximía de responsabilidad a la política exterior del gobierno) o de Al-Qaeda, como corroboraron las pericias, precipitando el traspié electoral que sufrió el partido de gobierno pocos días después.

Desde nuestra óptica, diremos que la incógnita transitoria respecto a la autoría de los atentados determinó un retraso en el momento de significación, que rompió el enlace supuestamente “natural” entre el acontecimiento y su significado. Produjo un quiebre en la ilusión (montada sobre el efecto del nachtraglich) por la cual la significación sería inmanente al acontecimiento, y le estaría adosada desde siempre: desnudó, por el contrario, la convocatoria a la significación que comporta (por su exmanencia) todo acontecimiento, en sí mismo huérfano de sentido.

Pero volvamos al blowback: otros comentaristas, en cambio, lo utilizan con un sentido más afín al a posteriori. Es el caso de R. Menon [ 2003], que en un documentado trabajo muestra cómo el incremento del desarrollo económico en Corea del Sur ha cambiado el contexto en el que la población percibe ahora la presencia militar de EE.UU. en su país. Si antes era vista como ligada a la propia necesidad de supervivencia, ahora (segundo tiempo, en el que precipita el efecto blowback) pasa a ser vivida como un tutelaje irritante que suscita cada vez más rechazo. Como vemos, no ha cambiado la presencia militar: ha cambiado el contexto de significación en que ésta es percibida. El blowback evoca aquí muy bien el estallido (blow) de una nueva significación, que proyecta retroactivamente (back) sus esquirlas (efectos) de sentido hacia el pasado.

Al igual que en la cura, también en otros campos la apertura del acontecimiento a nuevas significaciones puede “encender en el pasado la chispa de la esperanza” [Benjamin, 1940]. Una esperanza ligada ahora a la ampliación de los márgenes de libertad de los sujetos colectivos, ahí donde nuevas significaciones rompen determinismos que parecían inmanentes a su constitución histórica. El poder de resignificación de la palabra puede, también aquí, alentar la transformación (jugando con el título de un film de A. Pakula [1971]) de un pasado que condena en una historia que habilita.

 

Referencias

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*Médico, psicanalista, miembro de la Asociación Psicanalítica Argentina y profesor del Instituto de Psicanálise “Angel Garma”. E-mail: accabral@intramed.net.ar
**Presentada en el Congreso International Psychoanalitic Association (IPA), en Rio de Janeiro, en julio de 2005.
1“Libertad” es, justamente, el título del poema de Éluard.
2En castellano está presente en la traducción del Wunscherfüllung freudiano por realización de deseos.

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