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Diversitas
Print version ISSN 1794-9998
Diversitas vol.1 no.2 Bogotá Dec. 2005
ARTÍCULOS
Reflexiones sobre el socioconstruccionismo1 en psicología
Óscar Enrique Cañón Ortiz*; Martha Patricia Peláez Romero; Néstor Mario Noreña Noreña
Facultad de Psicología, Universidad Santo Tomás, Bogotá-Colombia
RESUMEN
La presente reflexión pretende socializar y discutir algunos temas vitales tratados en el construccionismo. Este movimiento intelectual es psicología, pero sus planteamientos van más allá, constituyéndose como una epistemología que explora con una lente distinta la variedad del conocimiento psico y metapsicológico. La relacionalidad, la duda frente a todo conocimiento, la relatividad, el cuestionamiento de lo aparentemente incuestionable son principios que, de alguna forma, están presentes a lo largo de estas líneas. El construccionismo visto como mirada cotidiana en la academia es una intención particular de este trabajo para reivindicar los discursos como compromisos de los sujetos en su diario vivir, que implican coordinación de acciones yendo más allá de simples elucubraciones.
Palabras clave: Construccionismo, Metateoría, Relación, Cognitivismo, Significado.
ABSTRACT
The present reflection seeks to socialize and discuss some vital topics used in the constructionism. This intellectual movement is a kind of psychology but its position goes beyond, constituting an epistemology which explores with a different lens the variety of psycho and metapsychological knowledge. The principles that in some way are present along these lines are: our capability of relating, the doubt concerning all knowledge, relativity, and the questioning of what’s supposedly unquestionable. A peculiar intention of this assay is to comprehend constructionism as a daily look into academy, in order to claim discourses as commitments of social beings in their daily life, implying the coordination of actions going beyond simple speculations.
Keywords: Constructionism, Meta-theory, Relation, Cognitivism, Meaning.
Algunos de los temas teóricos tratados aquí son: una aproximación al socioconstruccionismo como metateoría, como mirada cotidiana y necesaria del sujeto en la academia, como opción discursiva opuesta a la visión cognitiva y, por último, como concepción que estudia la relación entre realidad y sujeto que conoce.
Se discuten entonces algunos temas sensibles para esta orientación, excepto su mirada a la academia, tema que emerge desde la lógica e intención de este artículo, en tanto que en la academia se inspira y se hace indispensable como ruta que atraviesa la cotidianidad y la orientación de quienes reconocemos en esta mirada una posibilidad de comprender, a través de una mirada distinta, la realidad social. La intención permanente en el tratamiento de cada tema es reconocer una concepción del sujeto relacional, es decir, un sujeto que sólo encuentra su sentido u orientación con y desde el otro.
Una breve ubicación histórica del construccionismo permite establecer que proviene de los cambios que se produjeron en el contexto de la filosofía y la sociología de la ciencia durante los años 70 y 80 del siglo pasado. Según Álvaro (2003):
Es una de las concepciones pos-modernas de la psicología social. Comparte, con otros enfoques, la crítica a las prácticas y métodos de la concepción neopositivista de la ciencia y el rechazo de ésta como saber privilegiado. Es una crítica a la concepción representacionista del conocimiento que señala la existencia de una correspondencia entre nuestras ideas y los hechos externos a los que éstas supuestamente se refieren. Rechaza igualmente una noción explicativa y causalista del conocimiento, junto con la noción de acumulatividad y progreso científico dando paso a una perspectiva relativista que propicia la comprensión de las narrativas, las relaciones y el análisis del discurso (p. 420).
Esta concepción es también derivada de la crisis de las ciencias sociales. Al respecto, Bruner (1991) establece que las ciencias sociales se alejan de su postura positivista, acercándose a una postura más interpretativa. El significado pasó a ser el elemento central, surgiendo algunos cuestionamientos: ¿cómo se interpretaba la palabra?, ¿qué códigos regulaban el significado?, ¿en qué sentido la cultura misma podría tratarse como un “texto” que los participantes leen para su propia orientación?
Construccionismo como metateoría
Las nociones clásicas de teoría hacen énfasis en que ésta es un sistema conceptual que pretende explicar un sector de la realidad y además establecer regularidades propias de la naturaleza e incluso de los fenómenos sociales. Una noción así pretende ser una fiel réplica de la realidad, aspecto que escamotea la importancia del intérprete en su permanente construcción. El construccionismo, más que una teoría, es una metateoría. Ésta, según Zúñiga, en Morales (2002): “… no es un pensamiento más teórico que la teoría misma, sino una apertura que busca la dinámica de una sociedad” (p. 42). Es, continúa el autor, “…una reflexión vital que retrocede hacia los fundamentos de la comprensión para volver hacia las orientaciones de la acción. Una especie de reflexión acción, un pensar la realidad y actuar sobre ella” (p. 42). Y añade que “…la metateoría no contiene sólo conceptos e ideas, también significaciones existenciales y proyectos prácticos. Implica la revisión crítica, teórica, no sólo de ideas, sino también de acciones, de compromisos sociales, de opciones epistemológicas, sociales y políticas. La metateoría puede recuperar una historia vivida, encontrar su sentido, sus líneas de fuerzas y orientarlas hacia la acción futura (p. 42)”.
La metateoría así concebida reivindica un compromiso social, siendo un dispositivo ligado a la cotidianidad y a la práctica que está en permanente vigilancia de sus construcciones para superarlas y deconstruirlas, es decir, establecer miradas distintas respecto a objetos o acontecimientos, romper imágenes petrificadas sobre éstos, dejar al descubierto factores ideológicos y de poder e, incluso, reinventar la realidad. La sociedad occidental parece impregnar al sujeto de miradas simples. Es tradicional, por ejemplo, que los escarceos del estudiante de bachillerato con los dilemas sociales hayan sido entendidos de forma dual, o una respuesta u otra, desalentando otras posibilidades, o recurrencias para dar cuenta de la realidad. Así, la realidad parecería estar configurada en blanco y negro sin matices que den cuenta de su extraordinaria diversidad.
El socioconstruccionismo es una metateoría, un enfoque disciplinar y epistemológico que dice cómo construimos teoría; además, como dispositivo de conocimiento, hace énfasis en la mirada del investigador; pone el acento menos en la realidad que en quien la estudia, puesto que en el ejercicio de conocer está la transformación de aquélla.
Así, para Álvaro (2003), los significados influyen en las acciones y decisiones de los seres humanos, el conocimiento científico que se caracteriza por dar nuevos sentidos afectaría a la forma en que entendemos nuestro entorno y, por lo tanto, influiría de modo impredecible en nuestro comportamiento. A su vez, Gergen (1996) afirma que la teoría construccionista es una manera de generar nuevas formas de conocimiento que nos ayuden a repensar la sociedad y los individuos que la constituyen.
A diferencia de lo planteado por una teoría empírico positivista, Ibáñez (1996), citado por Álvaro (2003), afirma que la verdad como correspondencia, y el conocimiento como representación de una realidad que está ahí afuera, ha dejado de constituir una postura mínimamente aceptable. Lo anterior señala que lo social no es algo simplemente exterior al sujeto, sino que está diseminado en las relaciones que los seres humanos creamos a diario. Estas relaciones son situadas, complejas y generan la construcción de nueva realidad. El conocimiento es más que una copia fiel de ésta, pues quien conoce, al generar interpretaciones, genera acuerdos y coordina acciones para transformarla.
La realidad social tiene una dimensión simbólica; para Ibáñez (1994):
La distintividad de lo social no puede definirse en términos de una tipología de los objetos, como lo han pretendido ciertos psicosociólogos. No es la naturaleza del objeto, sino el tipo de relación en el que este objeto está prendido que le confiere su dimensión social, y esta relación es de naturaleza eminentemente simbólica. En efecto, lo social no aparece hasta el momento en que se constituye un mundo de significados compartidos entre varias personas. Este fondo común de significaciones permite a los individuos investir a los objetos con una serie de propiedades que no poseen de por sí, sino que son construidas conjuntamente a través de la comunicación y que se sitúan, por lo tanto, en la esfera de los signos (p.227).
El sujeto académico atravesado por el construccionismo
El socioconstruccionismo se constituye en teoría de la teoría, en tanto que es una concepción que sospecha de los supuestos de la teoría y estudia el tono personal de quien conoce, es decir, ontologiza la mirada de la realidad. Para el construccionismo el objeto no existe por fuera de la teoría, además reconoce que hay miradas diversas de la realidad, según el contexto en donde se la estudie.
Una forma de hacer cotidiano el construccionismo es verlo desde la ontología del conocimiento; así Ibáñez (1994) caracteriza lo ontológico como:
…la reflexividad que es la capacidad del ser humano de romper la disyunción objeto/sujeto…el sujeto es capaz de tomarse a sí mismo como objeto de análisis…Verse con los ojos de los demás, verse en los ojos de los demás,…entender lo que hacen o lo que pretenden los demás… hacer que seamos inteligibles para los otros y, recíprocamente, todo ello sería imposible sin la conciencia de sí mismo que permite la reflexividad (p. 231).
Se trata, entonces, de hacer vida cotidiana el pensamiento construccionista, convirtiéndolo en una especie de estilo de vida que facilite entenderlo no sólo como discurso, sino que conlleve acciones transformadoras desde las dudas que suscita su reflexión. En este sentido, los enfoques asimilados en la academia pueden aparecer como modas que dan estatus intelectual, pero que no tienen propósito autorreferencial, es decir, de reflexión, de sensibilización y de comprensión. Esta tendencia a la cotidianidad, al conocimiento comprometido con la comprensión de los dilemas humanos se puede relacionar con lo expresado por Echeverría (1996) al afirmar que “Una dimensión ontológica básica de la existencia humana es una inquietud permanente por lo que acontece en el mundo y por aquello que lo modifica (p. 152)”.
Ahora bien, el estudiante generalmente asume la teoría como un ejercicio distante de su vida diaria, en cierto modo ajeno a sus vivencias sustanciales, un conocimiento frío que genera poder por sus comprensiones “científicas”, pero algo ajeno a la relación con la realidad inmediata. Además, si se trata de la formación en psicología, los diagnósticos son un ejercicio de poder a través de los cuales instauramos como “verdad” un suceso “psicopatológico”. Para el construccionismo, la patología es una forma de concebir la realidad; patologizar es una forma de desconocimiento de la diversidad, es ignorar, como lo plantea Rapapport (1978), formas distintas de abordar la norma social. La concepción que defiende la visión psicopatológica excluye a quien se separa de la norma social. Esa realidad psicopatologizante se naturaliza y, de esta forma, se tiende a estigmatizar a quien genera actos distintos y, por supuesto, se le hace daño, finalmente. El diagnóstico “social” termina por excluirlo de los círculos afectivos, laborales y de otro orden, como lo sostenían en su momento los antipsiquiatras. De esta forma, no se trata de negar el dolor de alguien, por su particular forma de encarar el mundo, sino de evitarle el dolor de la discriminación.
El construccionismo contradice al cognitivismo
Por otra parte, el socioconstruccionismo concibe los sujetos como esencialmente narrativos y no cognitivos o racionales. De acuerdo con Bruner (1991), la revolución cognitiva procuró recuperar la mente en las ciencias humanas; sin embargo, añade que esa revolución se ha desviado hacia problemas marginales, sin desconocer que la ciencia cognitiva se encuentra muy cotizada en la bolsa académica.
De acuerdo con Gergen (1996), citando a Lewin (p. 153) el cognitivismo niega una realidad externa, puesto que para esta concepción “No es el mundo en sí lo que determina la acción humana, sino el modo como se percibe el mundo”. Corroborando lo anterior y en términos del mismo Gergen (1996): “… el principal dogma del cognitivista es que no es el mundo tal como es lo que determina la acción, sino la cognición del mundo que uno tiene. Las consecuencias de este postulado, añade, serían que si continuamos reduciendo el mundo como es al mundo como mentalmente se representa, el <mundo> en el que el individuo actúa deja de existir” (pp. 156 -157)”.
En otro sentido, según Bruner (1991), para el cognitivismo la computación se convirtió en el modelo de la mente y en el lugar que ocupaba el concepto de significado se instaló el concepto de computabilidad. Los procesos cognitivos se equipararon con los programas que podían ejecutarse en un dispositivo computacional, y nuestros esfuerzos por comprender, ya fuesen la memoria o la formación de conceptos, eran fructíferos en la medida en que éramos capaces de simular de forma realista la memorización o la conceptualización humanas con un programa de ordenador.
También es pertinente aclarar que lo cognitivo no es lo único en el proceso de conocimiento. Según Bruner (1991), para que los seres humanos desarrollen la habilidad de hacer realidad su poder narrativo requieren no sólo el aspecto mental, sino el social. Esta afirmación es fundamental, pues se dirige a sujetos relacionales construidos con y desde el otro. Además, muestra la importancia de estudiar al sujeto en contextos específicos, culturalmente situados y con concepciones del mundo diversas. Sería inútil, por ejemplo, comparar las ejecutorias intelectuales de autores que han vivido en épocas diferentes.
A esta visión cognitiva se antepone la de un mundo narrativo a través del cual el ser humano es un entramado de historias, en que el sujeto narra a otros y es, a su vez, narrado por otros. Así, las narraciones que escuchamos de los adultos cuando eran niños viabilizan nuestra forma de ser en el mundo, nos conectan con la orientación o sentido de un mundo, y nos confiere sentido de pertenencia. Al morir alguien sigue vinculado, de alguna manera, a quienes le conocieron a través de la forma como es narrado por ellos. Tejen diversidad de historias en torno al muerto, de tal suerte que éste se instala en su cotidianidad siguiendo ligado a un contexto. De esta forma, se puede decir con Teilhard de Chardin (1984) que “… ser más es unirse más y más” (p. 41). Las historias cotidianas tienden a vincular a los seres humanos; así, el conocimiento del mundo nos hace uno con él, constituyéndose una especie de unidad en la diversidad.
Contamos extensos y variados relatos sobre nuestras infancias, nuestras relaciones con los miembros de nuestra familia, nuestros años en el colegio, nuestros proyectos, nuestro primer lío amoroso. Posiblemente por su cotidianidad, los relatos sirven también como medios críticos a través de los cuales nos hacemos inteligibles en el seno del mundo social. Ospina (1999) narra en su obra sobre la Conquista de América cómo el conquistador español es a su vez conquistado por la naturaleza exótica ante la cual no encuentra palabras para describirla, y comienza a denominar lo que observa en un proceso arduo, dándose allí un proceso narrativo, através del cual se integran dos mundos bien distintos. Este proceso se da a través del lenguaje, puesto que el conquistador resulta siendo seducido por un mundo que desconoce y que lo reta a narrarlo y a interactuar con él.
La visión construccionista trabaja más en función del lenguaje que de la realidad estudiada; se instala en lo cotidiano donde hay lenguajes, relaciones, interacciones, emociones y cuerpos.
Esa intrincada relación entre el relato y la realidad social es documentada por Íñiguez (1997), así:
El discurso es el lenguaje como práctica social determinado por las estructuras sociales (reglas o conjuntos de relaciones transformativas organizadas como propiedades de los sistemas sociales). Así, la estructura social determina las condiciones de producción del discurso… El lenguaje es parte de la sociedad, no es algo que se encuentre fuera de ésta; segundo, el lenguaje es un proceso social; y, finalmente, el lenguaje es un proceso que está social e históricamente condicionado de la misma manera que otras partes de la sociedad o de procesos no lingüísticos (pp. 153-154).
Los relatos tienen niveles interactivos distintos, de allí que Giddens (1992), citado por Ibáñez (1994), concede importancia a los relatos formulados por los actores sociales. Habla de una conciencia discursiva y una conciencia práctica; entiende la primera como aquellas cosas que el actor puede decir, puede traducir en palabras sobre las condiciones de su acción. La segunda se refiere a lo que los autores conocen, aunque no sepan expresarlo verbalmente y sobre cómo desenvolverse en los múltiples contextos de la vida social. Esta declaración es de mucho interés, en tanto que, como lo establece Echeverría (1996), complementa la mirada del construccionismo haciendo claridad sobre la unidad y complementariedad entre palabra y acción, entre discurso y coordinación de acciones. Así queda más claro que la palabra va más allá de las declaraciones y se convierte en acción irremediablemente.
El sujeto que conoce y la realidad
En cuanto a la relación realidad-sujeto que conoce, el construccionismo afirma que hacemos acuerdos de significación para evitar, entre otras cosas, que todo valga. Los seres humanos nos inventamos discursos justificados por estos acuerdos de significación que, a su vez, dependen de la situación en la cual nos encontremos y tienen sentido en microespacios. Si sacamos una cosa de su contexto, ésta pierde su sentido inicial, en otro.
El abordaje situado de la realidad es una mirada “comprensiva” de la misma. En palabras de Gadamer (1996), este abordaje inspirador epistemológico del construccionismo permite observar al fenómeno en su concreción histórica y única y, añade el autor, que la comprensión no es nunca un comportamiento subjetivo respecto a un objeto, sino que pertenece a la historia efectual, es decir, al ser de lo que se comprende. Estas afirmaciones dan cuenta de una realidad que existe con total independencia de lo que podamos pensar. No obstante, en palabras de Ibáñez (1994), la realidad existe porque la hemos construido como tal, de manera colectiva, a través de un largo proceso histórico e íntimamente relacionado con nuestras características humanas. Lo ejemplifica señalando que los colores no existen en la naturaleza, que nosotros los construimos en razón a nuestra peculiar conformación sensorial.
Retomando los acuerdos de significación mencionados atrás, éstos implican dar cuenta de los sujetos en relación; Bruner (1991) advierte que estar expuesto al flujo del lenguaje no es tan importante como utilizarlo mientras se hace algo. Así, el lenguaje es un dispositivo de relación, pues no sólo describe la realidad, sino que ayuda a comprenderla y transformarla.
El sujeto, según el construccionismo, debe, y éste es un aspecto a destacar, leer de manera distinta la realidad para generar transformaciones. Esta concepción resulta útil en la vida cotidiana, pero también en ámbitos de intervención profesional en los que podemos observar lecturas desempoderadas de la realidad por parte de los usuarios. Así, cuando se habla de la situación actual de Colombia, una declaración común sería: “Esta situación no la cambia nadie” o cuando se le pregunta a alguien cómo está, la respuesta puede ser: “La misma barca atravesando el río”. Comprender los dilemas humanos desde una perspectiva repetitiva es una realidad ideológica que atraviesa nuestro contexto social. Las narrativas en la prensa hablada, escrita y televisiva dan cuenta, a diario, de acontecimientos que se repiten de forma dramática. Los relatos sobre las masacres, sobre la lluvia de cada año, parecen generar en el grueso de la población lecturas rutinarias que enajenan las posibilidades de narraciones distintas. De allí la importancia de propiciar resignificaciones, mediante comprensiones alternativas de la realidad. Esto es posible cuando quien conoce se involucra decididamente con la realidad, lo que implica disolver la dualidad sujeto-objeto. Teilhard de Chardin (1984) lo expresa así: “El objeto y el sujeto se mezclan y se transforman mutuamente en el acto de conocimiento. Quiéranlo o no, desde ese momento el hombre vuelve a encontrarse a sí mismo y se contempla en todo lo que observa” (p. 42).
Lo anterior se complementa con una magnífica reflexión de Shotter (2001) -ubicado en la reflexión sociológica- al señalar que:
…las nuevas formas de hablar son para nosotros de fundamental importancia. De tal modo, al poner en práctica el proyecto de restituir a la conciencia una comprensión de sus condiciones de posibilidad, me propongo sostener que en el fondo conversacional de nuestra vida están presentes muchas otras formas de hablar con las propiedades que les son peculiares y que carecen hoy de voz en las discusiones dentro de esa esfera, pero que si llegaran a tenerla, podrían cambiar nuestra vida (p. 37).
El autor alude a la discusión de Foucault (1972) sobre la institucionalización del lenguaje. Un ejemplo presentado por Shotter es la Ilustración, pues este movimiento intelectual hablaba de nuestras vidas, no tanto en términos religiosos, cuanto en términos seculares; no tanto en términos de almas y de espíritu humano cuanto en términos de cerebros y de mentes; no tanto en términos de la voluntad de Dios cuanto en términos de mecanismos naturales.
Es como si cada época tuviese un lenguaje que propicie la construcción de mundos institucionalizados que exigen su resignificación, es decir, la asunción de nuevas formas de comprensión de la realidad.
La realidad no es algo por fuera de la construcción del sujeto -se ha insistido en este documento-, es algo que éste crea y recrea, es una producción humana, los objetos literalmente son realizados en las conversaciones que a su vez encarnan significados que son, en últimas, los productores de realidad. Así, ésta es más un evento comunicacional que objetivo, como lo sostiene la mirada positivista. Decir que la realidad no es algo por fuera de la construcción del sujeto no desconoce una realidad que lo circunda. Gergen (1996) afirma que el construccionismo no conduce a la conclusión de que no hay ningún mundo fuera de su representación.
Complementando lo anterior y retomando a Watzlawick (1994)”…el desvencijado andamiaje de nuestras cotidianas percepciones de la realidad es, propiamente hablando, ilusorio y no hacemos sino repararlo y apuntalarlo de continuo, incluso al alto precio de tener que distorsionar los hechos para que no contradigan a nuestro concepto de la realidad y añade:
…la más peligrosa manera de engañarse a sí mismo es creer que sólo existe una realidad… se dan, de hecho, innumerables versiones de la realidad que pueden ser muy opuestas entre sí y que todas ellas son el resultado de la comunicación y no el reflejo de verdades eternas y objetivas (p. 7).
Las anteriores reflexiones indican sólo algunos aspectos teóricos que tienen relevancia en el contexto de la academia. El construccionismo ofrece una mirada novedosa haciéndose necesario pensar y repensar sus postulados.
En Colombia su irrupción es todavía escasa y los académicos que simpatizamos con él no hemos generado opciones teórico-prácticas suficientemente significativas. Existen sí unos esfuerzos interesantes por parte de grupos socioconstruccionistas en el país, reflejados en escenarios de práctica profesional en pregrados y posgrados de psicología que deben difundirse e integrarse mediante la discusión teórica y la puesta en común de experiencias. Por lo tanto, lo expresado aquí debe discutirse de manera amplia por sus simpatizantes y, desde ellos, con colegas que sostienen otras posiciones, para fortalecerlo.
Teniendo la academia la gran responsabilidad de proyectarse socialmente; a los seguidores del construccionismo y a las otras tendencias afines utilizadas por aquélla corresponde el reto de producir transformaciones de envergadura para convertirse en alternativa respecto a la comprensión y solución de los dilemas humanos. Es menester establecer un diálogo permanente entre teoría y práctica, en tanto que los discursos como el construccionismo pueden quedarse enclaustrados en los escenarios académicos sin nutrir la realidad de los actores sociales a quienes debe ir dirigido cualquier esfuerzo académico. En este sentido, urge realizar narrativas en las que se integren la psicología popular y los discursos de orden disciplinar.
Referencias
Álvaro, J. L.(2003). Psicología social. Madrid: McGraw-Hill. [ Links ]
Alvaro, J. L. (1996). Psicología social aplicada. Madrid: McGraw-Hill. [ Links ]
Bruner, J. (1991). Actos de significado. Madrid: Alianza Editorial. [ Links ]
Echeverría, R. (1996). Ontología del lenguaje. Santiago: Dolmen Ediciones. [ Links ]
Gadamer, H. (1996). Verdad y método. Salamanca: Ediciones Sígueme. [ Links ]
Gergen, K. (1996). Realidades y relaciones. Buenos Aires: Editorial Paidós, S.A. [ Links ]
Ibáñez, T. (1994). Psicología social construccionista. México: Universidad de Guadalajara. [ Links ]
Iñiguez, L. (1997). Análisis de la conversación y/o análisis del discurso. En Álvaro, J. Psicología social. Madrid: McGraw-Hill. [ Links ]
Morales, F. y otros (2002). Psicología social. Sao Paulo: Prentice Hall. [ Links ]
Ospina, W. (1999). Auroras de sangre. Bogotá: Editorial Norma. [ Links ]
Rappaport, J. (1978). Community psychology. Nueva York:Holt, Rinehart and Winston. [ Links ]
Shotter, J. (2001). Realidades conversacionales. Buenos Aires: Amorrortu Editores. [ Links ]
Teihard de Chardin, P. (1984). El fenómeno humano. Barcelona: Ediciones Orbis. [ Links ]
Watzlawick, P. (1994). ¿Es real la realidad? Barcelona: Editorial Herder. [ Links ]
Recibido: Marzo 14 de 2005
Revisado: Abril 28 de 2005
Aceptado: Mayo 10 de 2005
1 Los conceptos socioconstruccionismo y construccionismo se entienden en este documento como sinónimos.
* Correspondencia: oscarcanon@correo.usta.edu.co, Facultad de Psicología, Universidad Santo Tomás, Bogotá-Colombia.