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Print version ISSN 2359-0769On-line version ISSN 2359-0777
Rev. Subj. vol.22 no.1 Fortaleza Jan./Apr. 2022
https://doi.org/10.5020/23590777.rs.v22i1.e11303
ESTUDOS TEÓRICOS
EL otro ya estaba ahí. Acontecimiento, cuerpo y ominosidad en tiempos de pandemia
O outro já estava lá. Evento, corpo e sinistro em tempos de pandemia
The other was already there. Event, body and the ominous in pandemia times
L´autre était déjà là. Événement, corps et sinistre en temps de pandémie
Abraham Martínez González
Maestro en psicología educativa con perspectiva psicoanalítica y Especialidad en psicoanálisis lacaniano. Psicoanalista miembro de Espacio Analítico Mexicano (EAM). Docente en el Instituto Michoacano de Ciencias de la Educación (IMCED)
Dirección para correspondência
RESUMEN
La presencia del coronavirus covid-19 (SARS CoV-2) en el mundo ha representado un hecho sin precedentes, la pandemia como acontecimiento produce discursos que representan expresiones de un malestar inmanente en el sujeto. Dentro de esos discursos emergentes aparece el tema del cuerpo que se eleva a la categoría de objeto de análisis en tanto se vuelve significante que es hablado: miedo a que el cuerpo enferme y muera, miedo al cuerpo del otro que no se sabe si porta el virus. Se pasa del sentido comunitario de la vigilancia al sinsentido del encuentro con el otro en la discriminación y la desigualdad; se transita del tipo de relación con el otro a quien se teme hacia el lugar desde donde se odia y agrede. En este trabajo de análisis desde una perspectiva psicoanalítica y enfocándonos en los efectos de repetición del significante, nos encontramos en una línea que va desde el tema de la biovigilancia hasta la experiencia de lo ominoso, donde el sujeto actual, este sujeto del encierro, sujetado a la ley de la ciencia de pronto se ve colocado frente al retorno de algo reprimido, y que no por tener ese carácter deja de serle familiar.
Palabras clave: acontecimiento; biovigilancia; cuerpo; el otro; lo ominoso.
RESUMO
A presença do coronavirus Covid-19 SARS CoV-2) no mundo representou um evento sem precedentes, pois a pandemia, como evento, produz discursos que representam expressões de desconforto imanente no sujeito. Dentro desses discursos emergentes aparece o do corpo que se eleva à categoria de objeto de análise, á medida que se torna significativo o que é falado: ao medo do corpo adoecer, ao morrer, e ao medo do corpo do outro que não sabe se carrega o vírus. Assim, passa do senso de vigilância da comunidade até ao absurdo de encontrar o outro n discriminação e da desigualdade do outro; ou seja, é uma relação que transita entre o medo da relação com o outro para a agressão e ódio desse outro. Nesta análise, sob uma perspectiva psicanalítica e enfocando os efeitos de repetição do significante, nos encontramos em uma linha que vai do tópico da biovigilancia á experiência do sinistro; onde o sujeito de confinamento é ciência repentinamente é colocada do retorno de algo reprimido é mais familiar.
Palavras-chave: evento; biovigilancia; corpo; o outro; o sinistro.
ABSTRACT
The presence of the coronavirus covid-19 (SARS CoV-2) in the world it's a significant fact without precedents, the pandemic converge in an event that produces discourses about the body, expressions from a discomfort in the subject. In this discourses the body reach an object analysis category: fear to sick, to die, and fear to the other which can be a virus carrier. Its transit from a community sense to an encounter with the other, the other into the discrimination and inequality, but it's a transit from the fear to other to the aggression and hate, too. In this analysis work from a psychoanalysis perspective focus the significant effects in the repetition, a line that initiate in the biosurveillance topic that ends in to the ominous experience, in this context the subject of the science and confinement its moved to an encounter with the other, to a ominous return that remains familiar.
Keywods: event; biosurveillance; body; the other; the ominous.
RÉSUMÉ
La présence du coronavirus Covid-19 (SARS CoV-2) dans le monde a représenté un événement sans présentent, la pandémie en tant qu'éventement produit des discours qui repesent des expressions d'inconfort immanent chez le sujet. Ces discoures émergences le sujet du corps comme catégorie du objet d´analyse a mesure qu'ils deviennent significatif : peur du corps malade et mourant peur du corps de l'autre que ne sait pas s´il porte de virus. Cela va du sensé de la vigilance communautaire au no-sensé de rencontrer l´autre dans la discrimination et l´inégalité ; l´un passe du type de relation avec l´autre qui est craint a l´endroit d´où se déteste et se fait agresser. Dans se travail d´analyse d´un point de vue psychanalytique et centré sur les effets de répétition du signifiant, on se retrouve dans une ligne qui va du sujet de la biovigilance a l´expérience du sinistre, ou l´sujet actuel confrontée au retour de quelque chose de refoulé, et ce n'est pas parce qu´elle a ce caractère qu´elle n´est plus familière.
Mots-clés : événement ; biovigilance ; corps ; l´autre ; l´sinistre.
Éramos demasiado distintos y demasiado parecidos. No podíamos engañarnos, lo cual hace difícil el diálogo. Cada uno de los dos era el remedo caricaturesco del otro. La situación era harto anormal para durar mucho más tiempo. Aconsejar o discutir era inútil, porque su inevitable destino era ser el que soy.
Jorge Luis Borges, El otro.
El Virus, Biovigilancia y Acontecimiento
La presencia del coronavirus Covid-19 ha constituido un parte aguas en el mundo. En las diferentes esferas de la vida humana, economía, política, educación, tecnología, etc., ha representado un antes y un después. Chul Han (2020, pp. 102-110) asegura que con la pandemia se presenta una suerte para el capital en el contexto que se vive, pues da apertura hacia la capitalización de un nuevo sistema de biovigilancia, "una biopolitica digital que acompaña a la psicopolítica digital", lo cual ya se experimenta en países como China, donde de acuerdo a Chul Han, no tienen problema con la obediencia y la disciplina hacia las medidas sanitarias y de seguridad.
China podrá vender ahora su Estado policial digital como un modelo de éxito contra la pandemia. China exhibirá la superioridad de su sistema aún con más orgullo. Y tras la pandemia, el capitalismo continuará aún con más pujanza. Y los turistas seguirán pisoteando el planeta. El virus no puede reemplazar a la razón. (Agamben et al., 2020, p. 110)
Es en este contexto, debatible como puede apreciarse, donde aparece el surgimiento de un estado de excepción único favorecido por la pandemia, estado que habrá de verse si puede replicarse en todo el orbe como supone Chul Han, pero que en definitiva, se alza como un esquema posible de seguridad a la vida humana en la medida de que se implemente la biovigilancia. Es decir, que más allá del debate político y económico se configura a su vez algo subjetivo representado en el tema de la biovigilancia.
La biovigilancia por otra parte, hace alusión al poder que se ejerce sobre la población, el poder de vigilar el estado de los cuerpos que se mueven, su estado de salud, incluso se habla sobre el estado que guardan respecto a la enfermedad. Nuevamente China es el ejemplo de ello de acuerdo a Chul Han (2020), donde las personas son monitoreadas gracias a una red de vigilancia con la cual las autoridades pueden identificar si alguna persona está enferma o se siente mal, incluso se puede apreciar a partir de ciertas apps donde se puede averiguar si alguien está enfermo en el lugar al que me dirigió. Entonces tenemos, la creación y posiblemente en breve, la expansión de la biovigilancia, y con eso, un estado de excepción único del cual cada vez resulta más difícil abstraerse. Pero vale preguntarse en este momento, ¿qué justifica dicho contexto? ¿Cómo es posible la aceptación de un estado social de este tipo? La respuesta parece estar en el aire: el virus. Pero veamos, ¿qué representa entonces el virus, qué es lo que reproduce? De acuerdo a la presencia del coronavirus (Covid-19) se da un detenimiento en muchas esferas de la actividad humana como decíamos anteriormente, estaríamos en posición de afirmar que este hecho sin precedentes se enmarca en la acepción de acontecimiento, entendido como aquello que excede a nuestra capacidad de interpretación y donde además, el mismo acontecimiento cambia el mundo y a los sujetos que lo habitan. Hablamos de que un acontecimiento obliga al sujeto a pasar de una posición subjetiva a otra diferente, donde de a acuerdo a Kierkegaard (1843/1976),
...en tales casos, cuando todas las cosas se paralizan, y el pensamiento se estanca, y la lengua enmudece y todas las explicaciones resultan inútiles...no puede ser otra cosa que una gran tormenta, con sus estallidos horrísonos y sus estragos incalculables. (p. 262)
Como se dice en la cita, "las explicaciones resultan inútiles" en un acontecimiento, y tiene esa magnitud como en el símil de la tormenta, en tanto es poco o nada lo que puede hacerse una vez dentro o una vez sujetado al mismo. Por otro lado, para Badiou (2003) "el lenguaje del acontecimiento es la poesía. La poesía es la intensificación de la lengua adecuada para la nominación de lo imposible" (p. 215). El acontecimiento es en ese sentido impredecible, incalculable, además de que está a merced de la suerte, tal vez como en la poesía dice Badiou, de ahí que nuestra indagación realice vínculos, puentes con la literatura para apoyarse en ese vacío del sentido, en la ausencia de las significaciones establecidas. Pero no sólo eso, puesto que el acontecimiento que ahora nos convoca a analizar e interpretar no es asimilable del todo, no hay todo aquí, o lo que es igual, no todo puede ser dicho. En el marco de este acontecimiento el conocimiento establecido antes de su aparición hace distancia, diferencia con lo dicho anteriormente, de tal manera que es el mismo acontecimiento el que genera y produce su estatuto de verdad, diferente a lo ya existente. El acontecimiento se presenta sin antecedentes, como un aparecido, como algo totalmente extraño que se implanta en el mundo gritando: a partir de aquí ya nada es igual.
Desde la perspectiva del psicoanálisis en el acontecimiento se da un encuentro con lo real, encuentro impactante con aquello que se ubica más allá de las significaciones tranquilizadoras, o explicaciones decía Kierkegaard en la cita anterior. Encuentro que se ubica más allá de lo simbólico, lejano a las palabras y por tanto de difícil acceso al entendimiento. En el acontecimiento se produce un encuentro con la falta del Otro, de ahí que en ese encuentro el sujeto en tanto sujeto del mismo acontecimiento, queda atrapado a la tormenta, a la fuerza real, y a partir de ahí se constituye como otro diferente del que era hasta antes de ese momento. O como dice Badiou (1985), respecto de la relación entre acontecimiento y sujeto, éste "es lo que un acontecimiento representa para otro acontecimiento" (p. 68), con lo cual puede entenderse que el sujeto es el resultado de la fidelidad a determinado acontecimiento, está sujetado a él. Formula emparentada claramente a la de Lacan (1961/2006) acerca de la relación entre sujeto y significante, donde se dice que un significante es lo que representa a un sujeto en relación con otro significante.
En suma, el acontecimiento se transforma y nos transforma; por ejemplo, los procesos de subjetivación parecen ir siempre detrás de las pautas que va marcando el acontecimiento en sí mismo, las representaciones, las fantasías, el deseo inconsciente, el tipo de vínculos, etc., que en conjunto conforman la realidad psíquica del sujeto quedan supeditados a las condiciones que marca el acontecimiento, experiencia de desencuentro simbólico, de apertura hacia lo real que irrumpe y persiste como falla en la simbolización; de manera más precisa se hablaría de una falla en la estructura, experiencia que se vive en la actual pandemia. Lo que sigue es el rastreo de la palabra cuerpo en tanto significante1, en tanto repetición dentro del acontecimiento, y que hace posible un análisis de discurso partiendo de considerar este tipo de análisis o trabajo teórico-metodológico, como una práctica enunciativa en función de sus condiciones sociales y subjetivas de producción. En este sentido, el análisis de discurso a partir de la perspectiva psicoanalítica conduce a un trabajo de interpretación, y es hacia ese lugar hacia donde nos dirigimos, partiendo como decíamos de la contemplación del acontecimiento y los rastros que éste deja en lo simbólico, pensando en lo social y lo subjetivo como esas posibilidades de sentido. Además diremos acerca del sentido propio de esta investigación, que nos basamos en la propuesta freudiana al entender al psicoanálisis como método de investigación, donde a decir de Cancina (2008) "El psicoanálisis antes de ser una teoría es un método y para Freud es no sólo un método en el sentido de la cura, sino también método de investigación" (p. 10). Y ese es en esencia el método de investigación que desarrollamos, el psicoanalítico, donde como Freud enseñara en El Moisés de Miguel Ángel (1914/2010d), se alude al método indiciario en donde, "este suele colegir lo secreto y escondido desde unos rasgos menospreciados o no advertidos, desde la escoria de la observación" (p. 227). En nuestro caso, eso no advertido, lo menospreciado lo rastrearemos a partir del significante cuerpo, que de manera indicial nos sugiere algo más allá de lo dicho.
Así mismo, enfocamos nuestro análisis de discurso en tanto metodología de investigación primeramente hacia la repetición del significante cuerpo, decíamos, pues como anticipara Freud (1914/2010c), la repetición implica el recuerdo de algo reprimido: "No lo reproduce como recuerdo, sino como acción; lo repite sin saber, desde luego, que lo hace" (p. 152). Y es hacía ahí donde nos dirigimos, lo que se repite en el discurso sin saber de dónde viene, primero con la palabra cuerpo y después con otros significantes que se anudan al primero para permitirnos elaborar nuestra interpretación de los efectos de este acontecimiento en el sujeto, es decir, hablamos de los efectos subjetivos en el marco de este acontecimiento.
Teniendo en cuenta que este tipo de trabajo es complejo, inacabable atravesaremos por algunos parajes literarios con la finalidad de tomar aire, pero también para buscar otras perspectivas desde otras miradas que nos permitan orientar nuestro andar tras los rastros de lo que deja, o lo que no se dice sobre este acontecimiento, indicios de lo que se ubica más allá del discurso de la ciencia, más allá del debate sobre lo político y económico después de la pandemia.
El Miedo al Cuerpo
Es en el cuerpo, en el corpus (latín) donde se aloja el virus, es ahí donde se presentan una serie de síntomas ya casi aprendidos por todos de acuerdo a la información incesante que nos llega por diferentes medios, y es el cuerpo quien en última instancia puede sufrir hasta la muerte debido a la enfermedad por el coronavirus covid-19. Entonces lo que está en juego es la vida del cuerpo, no del sujeto, de ese no se habla, en el sentido de sujeto histórico, ni social, mucho menos del sujeto del inconsciente al cual vamos a arribar al final de este análisis en el abordaje sobre lo subjetivo. Y es en este orden de ideas donde el cuerpo es lo que está en juego, el miedo surge como reacción a lo que pueda sucederle al cuerpo, que es contraer el virus, enfermar y morir, incluso la idea de tener los cuerpos en el hospital, o como pasó en Mur (2020) lugares, tener los cuerpos tristemente tirados y sin vida por las calles. Por lo tanto, diríamos, el miedo es hacía el cuerpo y lo que éste representa: huésped-hogar del virus, enfermedad y muerte, de ahí nuestra propuesta de colocarlo como objeto de análisis. El cuerpo en tanto significante se coloca como indicio de un discurso marcado por el inconsciente, donde a decir de Lacan (1953/2009),
El inconsciente es ese capítulo de mi historia que está marcado por un blanco u ocupado por un embuste: es el capítulo censurado. Pero la verdad puede volverse a encontrar; lo más a menudo ya está escrita en otra parte. (p. 251)
Por lo tanto, diríamos que en ese sentido es posible arribar a una interpretación de lo que no se dice ahí; se trata del "capítulo censurado" que intentaremos desentrañar en todo eso que no se dice pero que está "en otra parte", que ya está ahí en algún lugar, a propósito del miedo al cuerpo, y que a partir de la repetición del significante cuerpo podremos seguir en tanto indicio de algo más allá de lo dicho por las autoridades y por los mismos pensadores que manifiestan sus ideas acerca del acontecimiento en el que nos encontramos. En otras palabras, que nuestro trabajo será buscar en los indicios que deja la palabra cuerpo los rastros que nos conduzcan hacia lo no dicho.
Así entonces, pasamos del estado de excepción del que habla Agamben et al. (2020, pp. 19-33), al estado de desigualdad que denuncia Butler (Agamben et al., 2020, pp. 60-64). Un estado de emergencia sanitaria que conviene a la desigualdad, porque como dice la misma Butler,
[el contexto de pandemia] da testimonio de la rapidez con la que la desigualdad radical, que incluye el nacionalismo, la supremacía blanca, la violencia contra las mujeres, las personas queer y trans, y la explotación capitalista encuentran formas de reproducir y fortalecer sus poderes dentro de las zonas pandémicas. (Agamben et al., 2020, p. 60)
Y más allá del carácter desigual y de explotación del capitalismo que se hace eco ahora en las palabras de Butler, surge la reproducción y fortalecimiento de aspectos sociales que ya han estado ahí, nos referimos con esto al ejercicio del poder sobre el cuerpo, o la vida del cuerpo. Tal vez como nunca, los planteamientos de Foucault (V.a. 1975/2002, 1977/2017) acerca de la vigilancia sobre los cuerpos, resulta indispensable. En otro sentido, brincamos ahora de la desigualdad al estado de excepción permanente y voluntaria justificado en el miedo al cuerpo, ¿pero a cuál cuerpo? En efecto, se trata en primera instancia del reconocimiento del miedo al cuerpo del otro.
Dentro del acontecimiento o "la gran tormenta" surgen el distanciamiento y alejamiento que nos coloca en una situación de igualdad por un lado, al menos eso sucede en el discurso. "Si todos nos cuidamos", "si todos nos quedamos en casa", no es difícil ver que hay un ofrecimiento hacía transitar a la igualdad por parte de las autoridades. Pero de nuevo nos surge la pregunta: ¿dónde radica la obediencia a la recomendación o medida sanitaria? Diríamos primero que en el miedo al contagio. ¿Y cómo se produce el contagio? En el contacto con una persona contagiada, portadora del virus. Sí, pero ¿quién es esa otra persona? ¡Todos! Todos menos uno, el uno que soy yo. O al menos eso es lo que parece. Como dice Paul Preciado (en Agamben et al., 2020, pp. 165-168), es ahí donde se sustenta la biovigilancia de los cuerpos, que no es otra cosa más que la normalización de un estado excepcional permanente donde lo urgente e inaplazable es cuidar el cuerpo, pero ya dijimos no sólo el de uno, más importante aún, cuidar el cuerpo del otro. Y no está demás decir que del ejercicio de cuidar a la práctica de vigilar, no hay ni un paso. Vemos como otra vez se hace presente Foucault (1975/2002), con su interés puesto en los "métodos punitivos a partir de una tecnología política del cuerpo donde pudiera leerse una historia común de las relaciones de poder y de las relaciones de objeto" (p. 24). A propósito del biopoder desarrollado en la biovigilancia referida anteriormente, y lo cual nos conduce a referirnos a una política sobre los cuerpos.
Con la normalización de la biovigilancia se abren nuevas posibilidades de control sobre el cuerpo, control que por antonomasia se refiere al cuerpo del otro, del semejante pero que a la vez también resulta extraño, ajeno, en tanto no sabes nada del otro, desconocimiento que nos hace dudar sobre su salud, sobre los cuidados que toma, en general, entramos al extraño mundo de lo desconocido representado en el cuerpo del otro. Pero como señala Agamben et al. (2020), el estado de excepción pasaría a ser la situación normal donde "el virus habría logrado lo que ni siquiera el terrorismo islámico consiguió del todo" (p. 110). Que en este caso se trata de un estado de excepción favorecido por la contingencia sanitaria, donde de manera voluntaria se decide quedarse en casa. Más adelante el mismo Agamben et al. (2020) nos comparte su pensamiento en estas palabras al respecto de algo que sucede al mismo tiempo en dicho estado:
La hipótesis que me gustaría sugerir es que de alguna manera, aunque inconscientemente, la plaga ya estaba allí, que, aparentemente, las condiciones de vida de las personas se habían vuelto tales que una señal repentina fue suficiente para que aparecieran como lo que ya eran; es decir, intolerables, como una plaga. (p. 135)
Esa plaga que en este caso hace referencia al propio virus por un lado, remite también a otra lectura, a una plaga desconocida, inconsciente dice Agamben et al. (2020) y se trata en nuestra interpretación del terror al otro, el miedo al semejante que es diferente, y en el contexto actual, dentro del acontecimiento como remitido al enfermo, al que no es igual a mi porque no se cuida como yo, porque no sigue las medidas sanitarias, porque no se queda en casa haciendo el sacrificio como yo. Es más, seguro ese ya está infectado y no lo sabe, ¿será de esos que son asintomáticos? El imaginario se hace presente, ¿y no es acaso de ese material del que está hecho el miedo? Pero reiteramos, es el miedo en un primer momento dirigido al otro, puesto en el otro, con todas las maquinaciones imaginarias que eso conlleva, tema que seguiremos explorando más adelante al respecto de esa "plaga que ya estaba ahí", y siguiendo el trabajo de análisis de discurso, nos conducirá a otros significantes. En un segundo momento, ese miedo al otro produce efectos psíquicos como pueden ser fobias, ideas paranoicas, terrores nocturnos, etc., todo eso que ya se empieza a estudiar en algunos círculos de investigación en salud mental (DW, 2020).
Pero regresemos a la biovigilancia ya como una apuesta por el capital, y señalábamos, de manera importante y posiblemente cada vez en mayor medida, una adaptación por parte del sujeto al mundo que se avecina. Rodriguez Alzueta (2020) nos ofrece un interesante y no muy optimista panorama. En su texto Vigilar y delatar, presenta el fenómeno que sin ser actual logra un repunte que trasciende las fronteras: "la vecinocracia". Concepto con el cual logra referir una práctica de vigilar, delatar y castigar a todo aquel vecino que sale de los márgenes dispuestos por las normas, por la moral, pero en este contexto en especifico, alrededor de la pandemia. No se puede abstraer el análisis de las nociones de Foucault (1977/2017), donde al referirse al cuerpo en este contexto que planteamos, y vinculado con el concepto de vecinocracia, donde lo trascendental ahora es el control y la vigilancia del cuerpo, dice lo siguiente (al respecto de los dispositivos y disposiciones de control):
Es el nombre que se puede dar a un dispositivo histórico: no una realidad por debajo en la que se ejercerían difíciles apresamientos, sino una gran red de superficie en la que la estimulación de los cuerpos, la intensificación de los placeres, la incitación al discurso, la formación de conocimientos, el refuerzo de los controles y las resistencias se encadenan unos con otros según grandes estrategias de saber y de poder. (p. 100)
¿No resulta interesante descubrir esa tendencia histórica por conseguir estrategias de saber y de poder sobre el cuerpo y lo que éste representa? Pero además, nos encontramos con la creación de dispositivos que como ahora, gracias a los avances de la tecnología hace posible el control del cuerpo, hasta el punto de pensar en China con su biovigilancia como el mundo posible, es más, se hace posible pensar en China como el mundo seguro frente a lo real ahora representado por el virus, es decir, frente al acontecimiento. "China podrá vender ahora su Estado policial digital como un modelo de éxito contra la pandemia. China exhibirá la superioridad de su sistema aún con más orgullo" (Chul Han en Agamben et al., 2020, p. 110). Y es en este acontecimiento donde se ubica la presencia de la vigilancia y control del cuerpo, pero como decíamos, o al menos eso se cree, se vigila y controla el cuerpo del otro. En redes sociales no es para nada difícil encontrar innumerables menciones sobre este fenómeno que a su vez tiene una repercusión importante en lo subjetivo, nos referimos a la vigilancia cada vez con mayor presencia hacia el otro, y que conlleva un carácter de hostilidad en tanto se percibe en el otro que no se está cuidando al no seguir las reglamentaciones sanitarias que se hacen.
En palabras de Butler (en Agamben et al., 2020, pp. 59-62), dicha vigilancia evidencia como nunca la desigualdad y la discriminación, ella se enfoca sobre manera en los servicios de salud que se ofertan, en la carrera científica por encontrar la cura, la vacuna que coloque a la nación que la descubra en la cumbre de lo humano, pero a su vez pone sus ojos con horror, "en la distinción espuria entre vidas dolorosas e ingratas, es decir, aquellos quienes a toda costa serán protegidos de la muerte y esas vidas que se considera que no vale la pena que sean protegidas de la enfermedad y la muerte" (Ibídem, 2020, p. 62). Y son esas vidas que no valen la pena, los otros que son diferentes, que son extraños los que marcan la pequeña pero sustancial diferencia que adecuaría al mundo en otra forma de vida después de la pandemia. Para la misma Butler se trata,
En otras palabras, tendríamos que aceptar un mundo social y económico en el que es radicalmente inaceptable que algunos tengan acceso a una vacuna que pueda salvarles la vida cuando a otros se les debe negar el acceso porque no pueden pagar o no pueden contar con un seguro médico que lo haga. (Agamben et al., 2020, p. 64)
Discriminación, desigualdad, pero también esa plaga con la que Agamben et al. (2020, p. 135) hace alusión a la intolerancia hacia el otro. Intolerancia que se convierte en odio racial, en violencia social y que vemos históricamente en el cuerpo social en distintas épocas y distintos lugares, solo con una condición que es mayormente igualitaria: el otro que se vuelve amenazante.
Para recapitular nos preguntamos entonces ahora, ¿qué se repite en la pandemia más allá de la palabra cuerpo en tanto significante? ¿La desigualdad, la discriminación hacia el otro? El miedo y el odio al otro es lo que se repite. Retomando el tema de la muerte representado ahora en el cuerpo del otro desconocido diremos que se trata de un miedo a la muerte con forma de cuerpo extraño. Pero además, encontramos al respecto de ese paso del miedo al odio expresiones de violencia que resultan en el ámbito de lo familiar. Por ejemplo en México, de acuerdo a cifras estadísticas (Poy Solano, 2020), solamente en los primeros dos meses de transcurrida la contingencia sanitaria la violencia domestica se elevó drásticamente hasta en un 80%, violencia dirigida ostensiblemente hacia menores de edad y mujeres. Las denuncias se elevaron de forma alarmante, fenómeno social que deja ver que el acontecimiento en sí, tiene alcances también en la esfera de lo privado, de lo familiar.
El problema que alertamos resulta "familiar" para el psicoanálisis, hablamos de cierta ambivalencia hacia el objeto de amor, representada en las relaciones afectivas entre mismos familiares, pero antes de eso, remitamos el problema hacia el tema de la alteridad lo que va a permitirnos tener mayor claridad al respecto.
La alteridad remite al otro que en esencia supone la presencia de otro que viene a alterar y lograr condicionar el estado del yo a través de su palabra, de su imagen pero también de su deseo. La teoría freudiana está plagada de diversas representaciones de la alteridad, desde aquel cuerpo extraño que poseía a las histéricas hasta llegar a ese otro que se desdobla en sueños para representar actos irrepresentables para la conciencia. En el Edipo (V.a. Tres ensayos de una teoría sexual, 1905/2010a) por ejemplo, tiempo mítico para el neurótico, aparece la figura amenazante del otro que al mismo tiempo que produce miedo, consigue el odio, el repudio del infante, enclave que estará ahí a manera de germen para crecer y reproducirse en el momento oportuno. En Psicología de las masas y análisis del yo (1921/2010f), Freud retoma la idea anterior para llevarla a un plano más amplío para hablar de cierta aversión entre los pueblos, "casi toda relación afectiva íntima y prolongada entre dos personas contiene un sedimento de sentimientos de desautorización y de hostilidad que sólo en virtud de la represión no es percibido" (p. 96).
Acerca de tales sentimientos, la literatura también tiene algo qué decir, y aquí hacemos una primer parada para tomar aire y mantener otra mirada al problema que analizamos. Sobre la otra cara en la relación afectiva, Albert Camus en su novela titulada El extranjero (1942/2012) dice, "Todos los seres normales habían, más o menos, deseado la muerte de los que amaban" (p. 25). Un deseo que no es ajeno al saber del psicoanálisis, ya lo decíamos. Será más delante, que Freud (El malestar en la cultura, 1930/2010g), retomando la noción del narcisismo de las pequeñas diferencias dirá lo siguiente:
No es fácil para los seres humanos, evidentemente, renunciar a satisfacer esta su inclinación agresiva; no se siente bien en esa renuncia. No debe menospreciarse la ventaja que brinda un círculo cultural más pequeño: ofrecer un escape a la pulsión en la hostilización a los extraños. (p. 111)
En el mismo texto, líneas más adelante, Freud pone como ejemplo el hostigamiento al pueblo judío, que por excelencia se convierte en la máxima representación de inclinación violenta dentro del contexto del holocausto. Expone "una satisfacción relativamente cómoda e inofensiva", donde en dicha inclinación agresiva y por cuyo medio se facilita al mismo tiempo la cohesión de los miembros de una comunidad. Fenómeno que puede verse simplemente entre el odio que se tienen diferentes equipo de futbol.
Hasta aquí nos parece que estamos hablando de un fenómeno psíquico que tiene dos caras: por un lado la identificación de los miembros de una comunidad a raíz de ciertos rasgos identitarios, pero donde además se incluyen esos sentimientos de hostilidad entre los mismos miembros que la componen, y de ahí, ese sentimiento hostil se transfiere hacia el otro extraño. La otra cara la compone la diferenciación, con la cual el psicoanálisis remite al asunto de la alteridad y conformación del yo, es decir, que debe aparecer ese otro extraño para amenazar la supuesta estabilidad del pequeño en formación para que éste integre la diferencia y con ello su propia diferenciación respecto de otros cuerpos, una cuestión de alienación imaginaria que constituye al sujeto en tanto un reconocimiento de la otredad y la transmisión de lo social, donde además, de nuevo, se presenta la carga hostil hacia el otro extraño.
Pero retornemos al argumento, vinculando lo anterior con ese otro amenazante que se vuelve no ya extraño, además adversario. Su carácter de intransigencia resulta elemental para la conformación del sujeto. Su presencia es indispensable en tanto función separadora, o mejor dicho, función castradora de por ley. Y es a la ley a la que se sujeta, por eso es sujeto, sujeto a la ley, a la prohibición del incesto, la cual separa a la criatura humana de un supuesto estado de placer permanente. Pero es al mismo tiempo de ese adversario de quien han de incorporarse aspectos simbólicos e imaginarios a manera de rasgos identificatorios para el advenimiento del sujeto. En otras palabras, al infante no le queda más remedio que hacerse de esas pequeñas sutilezas (rasgos identitarios) para poder hacerle frente al adversario. Como en otro momento señalara Freud (1913/2010b), en los albores de la civilización el primitivo (ahora el infante, como símiles), tragará la carne del dios-padre para apropiarse de sus cualidades sin saber que al mismo lugar dentro de la psique acudirá lo que rechaza: la imagen del adversario que ahora queda incorporada a la red imaginaria.
El violento padre primordial era por cierto el arquetipo envidiado y temido...Y ahora, en el acto de la devoración, consumaban la identificación con él, cada uno se apropiaba de una parte de su fuerza. El banquete totémico, acaso la primera fiesta de la humanidad, sería la repetición y celebración recordatoria de aquella amenaza memorable y criminal con la cual tuvieron comienzo tantas cosas: las organizaciones sociales, las limitaciones éticas y la religión. (pp. 143-144)
En esta perspectiva, la identificación se produce entonces a partir del "banquete totémico", que como dice la cita, es una repetición de algo anterior y de mayor ominosidad, dicho ritual que luego sería transferido (recordado en cuanto que es repetido) en el ritual cristiano de la comunión. Tema que ha sido abordado desde la literatura de manera importante por Dostoievski en Crimen y Castigo (1865/2007), y después en Los hermanos Karamazov, (1879/2006) acerca del parricidio y la culpa.
Pero lo que ahora nos interesa sobre manera está puesto en la repetición del significante como decíamos al principio, y que dentro del acontecimiento que nos convoca encontramos indicios de algo relacionado con lo ominoso. Para recapitular antes de avanzar al siguiente apartado diremos que, el acontecimiento de la pandemia produce un discurso donde el significante cuerpo toma un papel central, de ahí encontramos un vínculo con el otro como semejante que se vuelve extraño y en cierto punto se vuelve adversario; el otro, también como significante, por supuesto. Entonces ubicamos un odio hacia el otro, sustentado además en las nociones freudianas acerca de la conformación de lo social, donde además entre Freud y Agamben notamos cierta familiaridad en sus palabras, cierta resonancia entre uno y otro que parecen dar cuenta de que en el vínculo humano hay algo más allá de la comunicación y las relaciones afectivas, y que hemos rescatado en los enunciados: "la plaga ya estaba ahí", por parte de Agamben, y luego a manera de indicios, descubriendo ecos retroactivamente en las ideas de Freud sobre la otredad y esa pulsión hostil hacia el extraño, de lo cual se desprende la siguiente interpretación: "el otro ya estaba ahí". Y es "ahí" hacia donde vamos en nuestro recorrido. ¿Dónde es ahí? Estamos por saberlo, pero ya sugiere que ese ahí también es un significante que podemos aislar y buscar indicios de su sentido. El ahí como lugar indicado al cual nos ha sugerido el empalme de los significantes cuerpo y otro. Ahí como lugar de encuentro en el que hayamos una reverberación de la experiencia ominosa.
Lo Ominoso que Retorna en el Otro
Agamben et al. (2020), el virus, "la plaga, ya estaba ahí", y con ello metaforizamos de la siguiente manera: el otro extraño, enfermo, el otro rechazado, odiado que es el adversario, ya estaba ahí. Como si se tratase de un germen mortal, y el cual se prende en el momento propicio en éste tiempo de pandemia, acontecimiento que produce las condiciones favorables para que el germen del odio al otro diferente que viene a perturbar la "vida normal", se haga presente, o mejor dicho, se re-presente, no olvidando que eso ya estuvo presente alguna vez en la época primitiva-infancia. Se re-presenta, en el sentido de que fue algo que ya existió y dejó su huella, en el miedo primeramente, y que ahora emerge en el miedo al otro que no se cuida, al otro que no se queda en casa, y que por lo tanto, lógica imaginaria mediante, supone que camina por la calle enfermo. Es más, en este contexto hasta podría esperarse que ese miedo-odio al otro, se vuelva aún con mayor violencia, cuando ante la frustración de seguir encerrados para seguir las recomendaciones o indicaciones, vemos que el otro no lo hace.
A propósito de lo anterior, se habla en las últimos semanas sobre cómo la movilidad ha crecido considerablemente (Roldán, 2020) en México, propagando el virus y haciendo crecer las estadísticas de contagio y muerte, ante ese panorama de frustración, es lícito pensar en un acrecentamiento de la hostilidad hacia el otro, no ya la intolerancia, inclusive la agresión física.
En suma, que el otro, es de quien hay que alejarse, defenderse si es necesario. O incluso aunque no sea necesario, es preciso, es un deber atacarlo. Atacar al cuerpo que representa el miedo, que como dijimos anteriormente, es el miedo a la muerte con forma de cuerpo extraño. ¿Y quién es ese cuerpo extraño que tanto miedo provoca? Cualquiera ya decíamos, pero agreguemos ahora un elemento todavía de mayor implicancia en el imaginario del acontecimiento: el cuerpo médico.
Hasta finales de abril, sólo en México, se contabilizaban oficialmente casi 50 atentados a personal médico (Infobae, 2020) que atiende la emergencia sanitaria por la presencia del covid-19. La Secretaria de Gobernación detalla que,
El patrón común es rociar a la persona con algún líquido de limpieza (frecuentemente cloro), así como negar acceso a unidades de transporte público o comercios. Las más graves, aunque puntuales, incluyen amenazas de muerte, una de ellas con arma de fuego. (Infobae, 2020)
El problema no ha quedado resuelto ni mucho menos, desde finales de abril el tema empezó a tener relevancia, los ataques a personal de la salud se intensificaron sobre manera, como "una reacción del miedo a lo desconocido", decían en la nota (Poy Solano, 2020), donde se delineaba otra forma de epidemia en el contexto: "la pandemia del miedo". Los eventos relacionados no quedaron ahí, siguieron produciéndose en diferentes sentidos. Los llamados a concientizarse, a detener la violencia contra el personal de la salud por parte de las autoridades tuvieron un lugar importante en los medios de comunicación y en las redes sociales, pero extrañamente tornaron hacía otro tipo de manifestaciones violentas. En la tercera semana de mayo se informó en diferentes medios de comunicación (Chio & Yolanda en Poy Solano, 2020), y en redes sociales sobre un caso increíble para efectos del contexto en el que nos encontramos. Un grupo de personas, trabajadores de la salud, enfermeros y enfermeras fueron secuestrados en un hotel. Y aunque se quiso precisar de se trataba de un secuestro virtual, los testimonios de las personas secuestradas indican lo contrario, hubo robo, extorsión y violencia, un enfermero dijo, "nos violentaron físicamente", lo cual resulta significativo en el momento en el que nos encontramos, donde el personal médico resulta esencial para los trabajos de salud que se presentan y donde por otro lado es violentado. Podemos pensar al personal de salud imaginado como el cuerpo médico, como ese cuerpo extraño del cual hacemos referencia, donde las expresiones de odio y de violencia no han cesado, es más, parecen ir a la alza en medio de la emergencia sanitaria.
La pregunta parece ya innecesaria, ¿por qué se les ataca, qué representa el cuerpo médico con sus ropas blancas? El otro extraño, cuerpo enfermo, del que es necesario alejarse, y si es posible defenderse, pero mejor aún, atacar al enemigo antes de que éste nos ataque, ¿no es acaso el ataque la mejor defensa, dicen? Regresamos a un estado de excepción singular, donde tiene lugar la normalización de la biovigilancia, pero avancemos en la profundidad del problema. Más allá de la normalización de la biovigilancia y con ello, la vigilancia, el cuidado del cuerpo del otro, y de ahí un paso solamente para alejarse del otro, discriminarlo, atacarlo si es posible, más allá de eso, en algo tan profundo como humano que nos es ajeno y a la vez resulta familiar se encuentra la presencia de lo ominoso.
Sí hay deseo de salir, de abrazarse pero es más fuerte el miedo a la muerte en el contexto de la pandemia. La obediencia y la supremacía de la ciencia como nueva teología del devenir cultural, lo demuestra. Hacemos caso a lo que se pide con tal de salvar la vida. Se hace el sacrificio de quedarse en casa, también se dice, con tal de no morir infectado, morir atacado por los virus que en el imaginario convierten al sujeto en un cuerpo sin vida. Pero hay algo que no termina de convencer, si el sujeto que se cuida está a salvo en su casa, ¿por qué prevalece el miedo? ¿En el estado de excepción voluntaria que nos encontramos no sería viable pensar que quienes están en casa, quienes se han aislado han logrado contener el virus y con ello contener el miedo? Es más, ¿no podría afirmarse que en su sacrificio o tributo se consigue la inmunidad? Eso que aterroriza no es tan ajeno a nosotros como podemos pensar, recordemos: "eso ya estaba ahí". Y si eso ya estaba ahí, tal vez podamos encontrarlo en forma de llave, una llave que nos permita acercarnos a entender el problema del miedo al cuerpo, del miedo al otro, del miedo que no se acaba, que no se supera porque ha estado ahí todo el tiempo. La llave o la clave podrá decirse está en la misma repetición.
Monterroso (1959/2011) nos recuerda en su clásica minificción algo que puede ayudarnos a entender el miedo al otro o como lo pensamos ahora, la repetición: "Cuando despertó, el dinosaurio todavía estaba ahí" (p. 46). Pensemos en esa persona que se cuida y atiende las indicaciones, pero que también no deja de vigilar y despreciar al otro, pensémoslo por un momento como ese supuesto sujeto en la historia del relato de Monterroso que despierta una mañana en medio de la pandemia sabiendo que lo peor sigue ahí, el terror, es decir; el dinosaurio sigue ahí. Entonces se despierta una mañana después de haber creído que con su aislamiento logró salvar su vida, y tal vez la de muchos cientos, pero abre los ojos sólo para darse cuenta que el miedo y el odio siguen ahí en su corazón. Que el monstruo, es decir, el otro adversario, sigue tocando su puerta, la amenaza no tiene fin como en ese otro cuento de Horacio Quiroga (1982/2018) donde el hombre de la historia cae dormido después de una larga persecución a un dinosaurio, para despertar al otro día encontrándose con que la bestia seguía ahí.
El dinosaurio, la bestia, sigue ahí, es más, lo ve en el espejo con forma humana, con forma de cuerpo, en el reflejo que observa en su computadora o en su teléfono, y lo descubre tan parecido a él, porque siempre se ha tratado de él. Como en la historia que describe Carrére (2000), en El adversario, donde un supuesto médico es descubierto cuando asesina a su esposa y sus dos hijos, a sus padres y a su perro.
Lo que usted ha hecho no es, a mi entender, la obra de un criminal ordinario, ni tampoco la de un loco, sino la de un hombre empujado hasta el fondo por fuerzas que le superan, y son esas fuerzas terribles las que yo desearía mostrar en acción. (p. 29)
Escribió Carrére una carta dirigida al asesino no esperando mucho como respuesta, sin embargo obtiene la respuesta que buscaba: la historia de un hombre que termina por desconocerse a sí mismo, hasta el punto que se ve forzado a cometer un múltiple asesinato. Como en esa reconstrucción de un acontecimiento real, el sujeto de este acontecimiento de la pandemia que nos referíamos antes llega al punto en el que se desconoce a sí mismo, pero no en el sentido de desconocer su identidad, sino des-conocerse en el sentido de re-encontrase con algo suyo que empuja desde el fondo, desde espacios tan profundos como su propia historia: lo ominoso.
Hablamos de ese otro que sigue ahí como ese eterno retorno de lo igual pero al mismo tiempo resulta ajeno sin dejar de ser familiar. Para Freud (1919/2010e), "lo ominoso no es efectivamente algo nuevo o ajeno, sino algo familiar de antiguo a la vida anímica, sólo enajenado de ella por el proceso de la represión" (p. 241). Y resulta familiar precisamente porque es el retorno de lo reprimido en representaciones del propio sujeto. Eso es lo ominoso, la repetición de lo reprimido, en este caso la representación del otro, que como en el cuento de Borges (El otro/, el protagonista es la misma persona enfrentada contra sí misma. En ese relato hay un pasaje donde discuten dos Borges,
-Si usted ha sido yo, ¿cómo explicar que haya olvidado su encuentro con un señor de edad que en 1918 le dijo que él también era Borges?
No había pensado en esa dificultad. Le respondí sin convicción:
-Tal vez el hecho fue tan extraño que traté de olvidarlo2. (p. 18)
El extraño, el adversario es un tema recurrente en la literatura, abordado por el mismo Freud en Lo ominoso (1919/2010e), a propósito de la noción del "doble", tema que también podemos encontrar en la novela corta de Dostoievski titulada El doble/, así como en los cuentos de , en particular El hombre de arena /, referido y analizado por el mismo Freud en su ensayo sobre lo ominoso. También en el terreno de la literatura encontramos el tema del doble con en su novela , quien nos regala la siguiente cita con la que se engloba lo analizado hasta ahora:
Se dice que sólo odia al otro quien a sí mismo se odia, pero el peor de todos los odios debe de ser el que incita a no soportar la igualdad del otro, y probablemente será todavía peor si esa igualdad llega alguna vez a ser absoluta. (p. 357)
Leemos precisamente lo que venimos analizando y rastreando en el significante que se repite: del miedo al cuerpo pasamos al odio al otro, donde a decir de Saramago el peor de todos los odios se ubica en todo aquello que nos incita a "soportar la igualdad del otro". Pero el significante sigue desplazándose en ese carácter suyo y nos conduce ahora al encuentro que hemos temido y anticipado.
Acerca del encuentro con el otro en el sentido de la experiencia ominosa descubrimos que el tema también es abordado por Albert Camus en El extranjero (1942/2012), "En su rostro un poco asimétrico no veía más que los dos ojos, muy claros que me examinaban atentamente, sin expresar nada definible. Y tuve la singular impresión de ser mirado por mí mismo" (p. 34). Mejor no puede relatarse la experiencia de encontrase con lo ominoso, o mejor dicho, esa es una manera de expresar la experiencia de lo ominoso: ser mirado por sí mismo, ser observado a tal grado que se hace presente la vigilancia sobre sí, no ya sobre el cuerpo del otro; en el fondo, en lo profundo del problema la vigilancia y la búsqueda de dispositivos de control recaen o están dirigidas hacia sí mismo; el sujeto que se auto vigila, que se regula, que intenta controlarse. Por eso tanto en Freud, como en Monterroso y luego con Agamben, ubicamos la presencia de algo que ha estado "ahí" todo el tiempo en la historia del sujeto, en la historia de la humanidad. Se trata de ese encuentro con lo otro, otro que resulta ser el sí mismo en cuanto a que la constitución de un yo depende del vínculo con el otro, aspecto imaginario (a-a´), relación imaginaria por excelencia, pero que ahora en medio de la contingencia sanitaria, dentro de la gran tormenta o acontecimiento parece alzarse en el sentido de un posible mecanismo psíquico defensivo donde habrá que ver en su momento si es posible ubicar como una estructura psicótica, o mejor dicho, el sujeto pensado como una desestructuración.
En conclusión, tenemos un sujeto que se vigila a sí mismo en tanto cuerpo no controlado, en tanto un virus capaz de pasar desapercibido (es invisible), un sujeto que se tiene miedo a si mismo porque algo desconoce de sí en tanto cuerpo. Por lo tanto, lo que ya estaba ahí (significante al que nos condujeron los otros significantes cuerpo y otro), como señalaba Freud, Agamben y Monterroso (psicoanálisis, filosofía y literatura) no es otra cosa más que al encuentro con el otro de sí, el extraño en sí; lo ominoso de eso se trata, del encuentro con lo ominoso. El miedo al otro, el odio a otro, es el extraño sentimiento de verse a sí mismo, y eso ha estado ahí todo el tiempo, no es de ahora, no es actual, como en el relato de Quiroga (1982/2018), se trata de "aquel mismo hombre" que ha vivido desde hace miles de años, y ahora se representa en un sueño, en el que al despertar sigue estando presente el extraño, el adversario, el otro, el dinosaurio. Se trata del sí mismo mirado en el espejo, y que en el acontecimiento que nos enmarca la pandemia diríamos, se presenta una especie de actualización de la experiencia con lo ominoso, y tal cosa resulta en nuestra interpretación el otro acontecimiento, uno de carácter subjetivo. Entonces tenemos dos acontecimientos y no sólo uno como suponíamos. Por un lado, el de la aparición de un virus real que ha detenido al mundo y lo está transformando. Pero en otro sentido y que nos parece muy importante marcar, un acontecimiento de índole más subjetivo y silencioso que va desde la vigilancia y el odio al otro hasta llegar a la representación de la experiencia ominosa en el encuentro con algo de lo reprimido que resulta ser familiar.
Reflexiones Finales
Lo ominoso que es la repetición de lo reprimido familiar también se hace presente en el funcionamiento del virus: replicarse, materializarse, extenderse y dominar. Dominio del cuerpo hasta la muerte, hasta que la muerte nos alcance, diría el virus si fuera capaz de hablar. Ante la voluntaria dominación del cuerpo en la pandemia, el sujeto de este acontecimiento mediado, atravesado por la ciencia y la emergencia de lo sanitario, sujetado a un estado único de excepción, no le queda más remedio que normalizar la biovigilancia. Abrazarla en el sentido amplio del término, porque es lo único que puede abrazar ahora. El miedo, el rechazo y el odio al otro, se hacen presentes en el propio sujeto, no como algo externo o ajeno, sino como algo ominoso en el sentido freudiano de algo reprimido que retorna en una representación, la cual en el contexto que estamos analizando, se ubica efectivamente, en el otro como semejante, de ahí el odio y los ataques al cuerpo médico por ejemplo, pero todavía más importante resulta en nuestra perspectiva, el miedo y por lo tanto, la búsqueda de control y vigilancia sobre sí mismo, otro, que como en el cuento de Borges (1972/2003), resulta imposible escapársele, hay una reunión y tiene que darse. Un encuentro del cual algo ha de producirse, pero que no deja de ser angustiante.
¿Qué nos queda en todo esto? ¿Cuál es el resto de tales operaciones a nivel social y subjetivo? Seguramente estamos lejos de saberlo, como todo lo real representado en el acontecimiento que ahora vivimos, hace falta tiempo, siempre se trata del tiempo, como el mejor aconsejador de lo que está y seguirá significando. ¿Cuáles serán los efectos de la biovigilancia, de la repetición de la plaga que siempre ha estado ahí en germen y que ahora tiene el momento propicio para crecer y multiplicarse como el mismo virus lo enseña? Todavía no lo sabemos.
Lo que por ahora nos resulta más o menos claro después de este análisis, y remitiéndonos a Freud de nuevo, son aquellas palabras que dejó al final en El malestar en la cultura (1930/2010g), y que en este momento parecen adquirir un nuevo sentido, "la cuestión decisiva para el destino de la especie humana...dominar la perturbación de la convivencia que proviene de la humana pulsión de agresión y autoaniquilamento" (p. 140). Una interpretación posible sobre la idea de dominio es a razón de aceptar que dicha pulsión existe, que es algo que experimentamos en la convivencia con los demás, y que por otro lado, en este acontecimiento producido por la pandemia, no sólo se hace presente sino que parece exacerbarse debido a las condiciones de encierro y vigilancia. Tal vez en la aceptación de ese sentimiento hostil hacia el otro y hacia uno mismo, su reconocimiento como tal, algo pueda hacerse con ello en medio de todo lo que ahora no se puede hacer.
Referencias
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Dirección para correspondência:
Abraham Martínez González
E-mail: amstoa77@gmail.com
Recebido em: 11/07/2020
Revisado em: 14/06/2021
Aceito em: 29/06/2021
Publicado online: 29/04/2022
1 El significante entendido como elemento del discurso que tiene registro en lo consciente y lo inconsciente y que esencialmente, representa al sujeto y al mismo tiempo lo determina. Para el psicoanálisis la importancia del significante radica en su autonomía, es decir, está separado del referente, lo cual lo hace definible fuera de toda articulación. En ese sentido, si el significante es autónomo respecto a la significación, puede por lo tanto, tomar otra función: representante y determinante del sujeto. Lacan (1961/2006) dirá: el significante no es lo que representa algo para alguien, es precisamente lo que representa al sujeto para otro significante (p. 43). De ahí la importancia del significante en el trabajo de análisis de discurso desde la perspectiva psicoanalítica, pues nos permite tomar al significante como elemento de análisis buscando relaciones significantes con otros significantes como es el caso de esta indagación.
2 Las cursivas son nuestras.