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Psicologia para América Latina
versión On-line ISSN 1870-350X
Psicol. Am. Lat. no.29 México dic. 2017
El saber psicológico sanador
Conhecimento psicológico que sana
Healing psychological knowledge
Angie Moncada PrietoI; Liliana Parra ValenciaII; Melissa León ParraIII
IEstudiante auxiliar de investigación. Psicología e iniciativas sociales de paz en Colombia. Programa de Psicología (PsicoPaz), Universidad Cooperativa de Colombia. Bogotá. Correo-e: angie.moncadap@campusucc.edu.co
IIPsicóloga, docente e investigadora. Con Maestría en Psicología social y violencia política (Universidad de San Carlos de Guatemala); Maestría en Humanidades y sociedades del siglo XXI (Universidad de Barcelona). Candidata al Doctorado en Ciencias Sociales y Humanas (Universidad Javeriana). Coordinadora de la investigación Psicología e iniciativas sociales de paz en Colombia. Programa de Psicología (PsicoPaz), Universidad Cooperativa de Colombia. Bogotá. Correo-e: Liliana.parrav@campusucc.edu.co
IIIEstudiante auxiliar de investigación. Psicología e iniciativas sociales de paz en Colombia. Programa de Psicología (PsicoPaz), Universidad Cooperativa de Colombia. Bogotá. Correo-e: melissa.leonp@campusucc.edu.co
RESUMEN
La documentación sobre el saber psicológico para sanar, nos acercó a diferentes perspectivas y acepciones más allá de la disciplina psi. Investigamos lo que sana para la ciencia psicológica, desde una perspectiva emancipadora, en el contexto de las iniciativas de reconstrucción de las relaciones sociales, por violencia socio-política. Esto permitió construir y reflexionar en torno a tres núcleos temáticos, sobre aquello que sana, desde el saber psi: 1) La comunidad como fuente de sanación. 2) La reconstrucción de la memoria comunitaria. 3) El arte en la cura.
La clínica psicosocial que propone la investigación, implica el reconocimiento de otros saberes y otras lógicas. Se advierte que el saber disciplinar tiene un papel en los procesos de acompañamiento y reconstrucción; sin embargo, no es el único eje orientador de la práctica psicológica.
Palabras clave: Sanar, curar, Psicología, clínica psicosocial, perspectiva emancipadora, violencia política
RESUMO
A documentação sobre o conhecimento psicológico para curar, nos aproximou a diferentes perspectivas e significados além da disciplina psi. Investigamos o que é saudável para a ciência psicológica, desde uma perspectiva emancipatória, no contexto de iniciativas para reconstruir as relações sociais, pela violência sociopolítica. Isso nos permitiu construir e refletir em torno de três núcleos temáticos, sobre o que cura, do conhecimento psi: 1) A comunidade como fonte de cura. 2) A reconstrução da memória comunitária. 3) Arte na cura.
A clínica psicossocial proposta pela pesquisa envolve o reconhecimento de outros conhecimentos e outras lógicas. Observamos que o conhecimento disciplinar desempenha um papel nos processos de acompanhamento e reconstrução; no entanto, não é o único eixo orientador da prática psicológica.
Palavras chave: Cura, Psicologia, perspectiva emancipatória, clínica psicossocial, violência política
ABSTRACT
The documentation on psychological knowledge to heal, brought us to different perspectives and meanings beyond psi discipline. We investigate what is healthy for psychological science, from an emancipatory perspective, in the context of initiatives to rebuild social relations, by socio-political violence. This allowed us to build and reflect around three thematic nuclei, about what heals, from psi knowledge: 1) The community as a source of healing. 2) The reconstruction of community memory. 3) Art in healing.
The psychosocial clinic proposed by the research involves the recognition of other knowledge and other logics. We note that disciplinary knowledge plays a role in the processes of accompaniment and reconstruction; however, it is not the only guiding axis of psychological practice.
Keywords: Healing, Psychology, psychosocial clinic, emancipatory perspective, political violence
Diferentes significados de la sanación
Desde tiempos inmemoriales se encuentra presente en el ser humano, la idea de la sanación. En el caso de las comunidades aborígenes la tarea del curador se encomendó al chaman o al sabio de la tribu.
No en vano, las creencias espirituales en el ámbito de la sanación, ha sido abordada a lo largo de la historia de la humanidad; aquellas que depositan la confianza en una fuerza divina con un carácter curativo, que se manifiesta a través de deidades o dioses.
La labor de la cura también ha sido encargada a sacerdotes a lo largo de los siglos; así como a médicos y psicólogos.
Según el Diccionario Etimológico de la lengua castellana de Joan Corominas (1987) la palabra latina cura significa cuidado, solicitud, inquietud y ocupación.
"Cura (1220-50) asistencia que se presta a un enfermo y antiguamente "cuidado" (latin) cüra "cuidado, solicitud". Al párroco (1300), se aplicó esta denominación por tener a cargo la cura de almas o cuidado espiritual de sus feligreses. Deriv. Curar (s. XIV) lat. Cürare cuidar" (Corominas, 1987; 186)
Al parecer, el concepto cura que se vinculó al cuidado de un enfermo, se usó desde principios el siglo XIII en Europa. A la vez, hace alusión a quien trabaja con el alma y lo espiritual, los que cuida y cura el párroco o el cura, de donde viene su nombre. Por su parte, desde la perspectiva religiosa, la definición de sanación toma otro rumbo, en cuanto que vincula lo que acontece "gracias a la fe" (Guijarro, 2002; 266). Son abundantes las experiencias de sanación en la biblia y demás textos sagrados de las grandes religiones del mundo, vinculadas a los asuntos de la fe.
Ahora bien, la cura está en manos de quienes poseen una cualidad específica para aliviar las enfermedades, considerada un don. Más aun, se considera que la sanación implica incluso una "habilidad sobrenatural" (Ávila, 2013 51).
Por su parte, la palabra latina curation, que en castellano corresponde a curación se refiere al acto y el resultado de curar; allí, el propósito consiste en lograr que una persona que estaba lesionada o enferma, recupere su salud, por tanto, la cura se concibe como un proceso de restablecimiento de la salud. Esta es, quizás la acepción más difundida del concepto, que por siglos ha sido reconocido como aquella capacidad de prevenir, ayudar y controlar algún malestar físico.
Sin embargo, se ha encontrado que la curación también se ha concebido desde una perspectiva que incluye no sólo el cuerpo sino también el alma y la mente. Según Parvathi Kumar (2008) la curación es "un proceso que permite el libre flujo de la energía del alma por todos los niveles del cuerpo" (p. 16); allí, la persona que permite liberar esa energía del alma, se reconoce como curadora. Para el autor, el alma posibilita la cura del cuerpo, a lo que se dirige la cura.
"La curación es para el cuerpo y no para el Alma, el ser o yo individual, el ser o Alma no necesita curación, pues, al contrario, es el curador; mientras que el cuerpo es el objeto de la Curación". (...) "Va (la cura) hasta la transformación de la actitud mental y emocional de los que están afectados, la curación abarca de este modo un área de operación más amplia, que el mero ocuparse de las enfermedades físicas. Las enfermedades físicas crónicas son los efectos cuyas causas están en los pensamientos y las emociones que pueda tener una persona" (Kumar, 2008; 16).
Desde esta visión que transciende el cuerpo, la cura también implica el pensamiento, los sentidos y las emociones, donde el autor argumenta que está el ámbito de la cura. Cuando alguno de estos se altera, se manifiesta en el sistema fisiológicos y orgánico del cuerpo.
No en vano, en la actualidad la sanación se entiende, como una forma de cura de las enfermedades corporales, de trasfondo físico o mental (Ávila, 2013; Guijarro, 2002; Ress, 2010).
Ahora bien, a la hora de pensar la sanación espiritualidad, Parvathi Kumar (2008), argumenta que la curación se concibe también desde su posibilidad transformadora, en este caso de quien padece la enfermedad.
Por su parte, la perspectiva de la medicina tradicional, con un poder ancestral para curar las enfermedades, aporta la mirada espiritual. En su caso, la etnia Kamsá del Valle de Sibundoy en Colombia, utiliza la ayahuasca o yagé para diagnosticar y curar enfermedades; la preparación de la bebida y el uso de otras plantas curativas se acompañan de rituales como el rezo, el canto, la música, el uso de collares, cascabeles, entre otros. Según el Taita Juan (Anderson, B.; Caiuby, B. y De León, 2013; 13), curandero tradicional Kamsá, este ritual del yagé se utiliza para la curación de orden corporal y para enfermedades energéticas.
Asimismo, desde la mirada de los Kitu Kara, un pueblo indígena ecuatoriano, el espacio de sanación se centra en "aliviar el dolor del alma que llevan las personas". Esta postura también hace referencia a la sanación colectiva, pues para el pueblo indígena la sanación tiene que ver con la "atención al agua estancada de las personas, expresadas en las enfermedades del espíritu, los temores, miedos, los resentimientos, el odio, el deseo de tener, de controlar" (Ushiña, 2014; 29).
Según Emoto (citado en Ushiña), la curación para los Kitu Kara implica un método sinérgico de comunicación intercultural y meditación activa. Este nos involucra a la humanidad en la responsabilidad de limpiar y restaurar aquello que contamina el corazón y nos enferma.
"Todos nosotros tenemos una misión importante: hacer que el agua vuelva a ser limpia y crear un mundo tranquilo y sano. Para cumplirla primero debemos asegurarnos de que nuestro corazón esté limpio y libre de contaminación. (...) ¿De quién es la responsabilidad de purificar esta agua que ha llegado a la Tierra? La responsabilidad es nuestra, de la humanidad. Y esto se debe a que nosotros mismos somos agua. Puesto que nacimos aquí, todos tenemos la responsabilidad de purificar el agua de la Tierra" (Emoto, citado en, 2014; 29).
Este fragmento es un llamado a la responsabilidad de todos, en la tarea de sanar los dolores del alma y de la tierra. Una tarea planetaria en primera persona para los seres humanos.
Por su parte, para la cultura Mapuche, pueblos indígenas que habitan en el sur de Chile y Argentina, la sanación se percibe como la restauración del equilibrio y la armonía. Teniendo en cuenta que para el pueblo indígena el "cuerpo está interconectado con la espiritualidad, las emociones y los pensamientos" (Díaz; Pérez; González y Simon, 2004; 11). Para el pueblo Mapuche, como para muchos otros pueblos aborígenes, es esencial tener en cuenta que todos somos hijos de la tierra y, por ende, todos debemos respetarla, por ser la que nos provee de bienes y generar un equilibrio vital.
Ahora bien, en la actualidad uno de los debates académicos alrededor de la enfermedad y la sanación, está en relación con la necesidad de situarlas en una cultura concreta. En este sentido, Guijarro, inspirado en el antropólogo y psiquiatra norteamericano Arthur Kleinman, afirmó que la sanación "tiene en cuenta los factores personales, y sociales que determinan la percepción y la interpretación de la enfermedad en la mayoría de culturas" (Kleinman, 1941. Citado por Guijarro, 2002; 249).
Por último, también se identifican tendencias que conciben la sanación como aquel proceso que parte de la preocupación por la sanación del yo interior, y desde allí por los otros. Como es el caso del ecofeminismo que propone la teóloga Mary Ress (2010; 116). Este favorece el conocimiento del cuerpo, contribuyendo así a un estado de tranquilidad, libertad y sanación.
Ahora bien, este recorrido por algunas acepciones sobre lo que sana y lo que cura, nos permite entender lo polisémico que tienden a ser estos conceptos, que en la mayoría de los casos, son utilizados casi como sinónimos. Asimismo, la sanación es un concepto que involucra distintas dimensiones que van desde el alma, el cuerpo, la emoción, lo energético, lo espiritual, lo planetario, la relación con la tierra y con los otros. A continuación, nos centramos en la perspectiva psicológica del asunto que nos convoca.
La mirada psicológica (psi) de lo sanador. Perspectiva emancipadora
Antes de presentar los hallazgos del recorrido bibliográfico de la investigación, se advierte: primero, que se ha sido fieles a la perspectiva de la "cura del alma", producto de un momento en que recién inició la psicología de la mano del Psicoanálisis en Europa, como campo de estudio a finales del siglo XIX. Es de recordar que en aquel entonces, el objeto de estudio de la ciencia psicológica, como saber disciplinario (Foucault, 2000), era el alma, o la psique21. Este pensamiento, como el de Jung, es heredero de la tradición más filosófica de los estudios sobre el ser humano y lo social, en las disciplinas psi.
Segundo, centrarnos en los procesos de reconstrucción de sí en contextos de guerra, entendida desde una perspectiva emancipatoria; esto, en cuanto que la reconstrucción de la que se habla, se gesta en las propias poblaciones y comunidades que resisten, a la vez, que logran hacer parte de propuestas liberadoras.
Ahora bien, no se desconoce que el Psicoanálisis desde sus inicios, se interesó por los asuntos de la cura; vinculada a la clínica que busca ser terapéutica. Aquí, sólo retomamos una de las perspectivas de la cura desde el Psicoanálisis, por considerarla de interés para la investigación.Esta vez, se trata de los aportes del suizo Car Gustav Jung (1875-1961) al hablar de sus estudios sobre psicoanálisis y la "cura del alma". Para Jung, la curación está relacionada con la recuperación de la vida anímica. Allí, la salida al sufrimiento del enfermo está en lo anímico, lugar común donde se origina la destrucción y la salvación del mismo.
Además, con Jung se comprende que la vida anímica, en relación con otro, implica que, quien cura se compromete a acompañar a quien sufre. La cura para el alma implica a otro que acompaña al doliente.
"Los médicos del alma tenemos que ocuparnos de problemas que, en rigor, tendrían su sitio en las facultades de teología. Pero nosotros no podemos dejar esta problemática en manos de los teólogos, porque las necesidades anímicas de los enfermos no dejan ni un solo día de solicitarnos ayuda acudiendo directamente a nuestra puerta... Los médicos tenemos que empezar por andar con el enfermo los caminos de su enfermedad, las extraviadas senadas que agudizan todavía más sus conflictos y le sumen en una soledad casi insoportable, confiando en que en esas mismas profundidades anímicas en las que nace su destrucción crezca también lo que les salve" (Jung, 2008; 361).
En otro sentido, interesa la relación entre la psique y la cultura que propuso la tradición de la psicología jungiana y su conceptualización, en particular, sobre el inconsciente colectivo. En este ámbito comprendemos que el sustrato ideológico y de creencias de las comunidades es vital. En nuestro caso, compartimos el llamado a que la Psicología afirme lo que implica la dimensión socio-cultural y espiritual, necesaria a la hora de resolver situaciones de enfermedad, crisis o malestar social. Puesto que la sanación pasa por la relación entre la psique y la cultura.
No es desconocido que entre las perspectivas psicológicas sobre aquello que sana, la psicología de la Gestalt, la psicología transpersonal y en general la psicología alternativa han reflexionado sobre el asunto. Sus concepciones se basan, principalmente, en el principio holístico, que incluye diferentes dimensiones.
Entonces, la investigación en particular se dirigió hacia las reflexiones de lo que sana, desde una mirada emancipadora, la cual identificamos en ciertas iniciativas de reconstrucción. Al pensar en dicho énfasis, es inevitable no remitirse al teólogo, filósofo y psicólogo Ignacio Martín Baró (1990), cuando sostuvo que las relaciones sociales son lo que se sana, en el caso del contexto de la guerra salvadoreña de la década del 80, del siglo XX. Para él, las formas de tratamiento del trauma psicosocial se dirigen hacia la "reconstrucción de sí mismo" y el saneamiento de las relaciones sociales.
"En El Salvador es necesario iniciar un intenso trabajo de despolarizaci6n, desideologizaci6n y desmilitarizaci6n que sanee las relaciones sociales y permita a las personas elaborar su historia en un contexto interpersonal diferente al actual. Dicho en términos positivos, es necesario trabajar por establecer un nuevo marco para la convivencia, un nuevo "contrato social" en el mejor de los sentidos que permita la interacci6n colectiva sin que la discrepancia se convierta en negaci6n mutua; hay que trabajar por un sinceramiento social, que lleve a conocer las realidades antes de definirlas, a aceptar los hechos antes de interpretarlos; hay, finalmente, que esforzar-se por educar en la razón y no en la fuerza, de manera que la convivencia se funde en la complementariedad mutua para resolver los problemas y no en la violencia para imponer la propia alternativa" (Baró, 1988; 141).
Ahora bien, desde una perspectiva emancipadora sobre lo que sana y su relación con la reconstrucción de las relaciones sociales, proponemos una lectura de la revisión documental que nos ocupó. A continuación, reflexionamos en torno a tres núcleos temáticos, sobre aquello que, desde el saber psi sana.
La comunidad como fuente de sanación.
Afrontamiento y resistencia desde los recursos y potencialidades comunitarios
Las consecuencias que el conflicto deja a su paso, generalmente alteran y dificultan el ritmo de vida de las personas y comunidades por donde la violencia pasa. Recordemos, que para Martín-Baró (1990) el contexto de la violencia, como otros, lleva a que las personas responda con angustia u otro tipo de "reacciones normales", ante lo que él denominó "circunstancias anormales" como las ejecuciones masivas o los bombardeos de una guerra. Resaltó que quizás esta reacción normal sea "el último camino" que queda, "para aferrarse a la vida y soportar un nudo de relaciones sociales tan asfixiante" (p. 34).
Más aún, inspirado en el crítico afro del colonialismo y del racismo Frantz Fanon (2009), quien resaltó como aún en los casos de marginación, los oprimidos advierten alguna oportunidad para la liberación; Martín-Baró (1990; 35) concluyó que, en situaciones de crisis sociales salen a relucir recursos, muchas veces no conscientes para las personas.
El pensamiento liberador que nos trasmite la Psicología de la Liberación desde sus inicios, sostuvo la importancia de "la movilización de los recursos positivos" en la labor psicosocial, a la hora de abordar situaciones "traumáticas" en la comunidad. Para este enfoque psi, es imprescindible comprender el afrontamiento y la resistencia de la comunidad. No en vano, sus metodologías incluyen dinámicas participativas para el reconocimiento de la capacidad que tiene la comunidad, para hacer frente a situaciones de violencia.
Diferentes autores han reconocido la importancia que tiene la movilización de los recursos de las comunidades, en el acompañamiento psicosocial en el contexto de reconstrucción. En este sentido, Pau Pérez (2004) en su experiencia de trabajo psicosocial en latinoamérica, propone que para enfrentar las situaciones diversas que trae consigo el conflicto armado, se requiere de la potenciación de los recursos que poseen las personas y las comunidades, para fortalecer las estrategias de afrontamiento.
Además, como plantea Carlos Martín Beristain (2011; 13), lo psicosocial como una dimensión, implica al individuo, la familia y la reconstrucción de redes sociales de apoyo. Redes que muchas veces destruyó la violencia. Sin embargo, se reconstruyen a través de las organizaciones de apoyo mutuo y los procesos comunitarios.
En este sentido, la socialización y el encuentro con el otro ayuda a disminuir el impacto emocional; esencial, para los procesos de reconstrucción familiar y social de las comunidades.
Siguiendo esta idea de la reconstrucción, encontramos posturas teóricas que se orientan al "sentido a la experiencia vivida", en particular en escenarios de "socialización con otras personas que también hayan vivido el hecho" (Gómez, 2005; 10). Es por esto, que con frecuencia el acompañamiento psicosocial se desarrolle a través de grupos de autoayuda y encuentros intercomunitarios.
Para estos autores, como para Cecilia Santiago Vera (2007; 17), la capacidad que tiene la comunidad para tratar de cambiar la realidad, se potencia si se acompaña de una "reinterpretación positiva de lo ocurrido que empuja a seguir adelante". Esto, dota de significado a la experiencia.
Otras experiencias (Duque, 2005; Santiago, 2007) de trabajo psicosocial en contextos de guerra, concluyen que los grupos de apoyo mutuo y la organización de las personas permiten la sanación de las secuelas que deja el conflicto, mostrando que estar juntos alivia el dolor.
En esta perspectiva psicosocial, que tiene en cuenta la reconstrucción de las redes sociales de apoyo, identificamos a Amparo Camilo (2000), quien afirma que es importante "aminorar el impacto en la salud mental" (p. 28), para la recuperación de las redes de relaciones personales y sociales; puesto que estar en grupo o en comunidad produce un bienestar emocional que contrarresta los efectos negativos que deja la guerra.
Ahora bien, se reconocen en esta dirección iniciativas valiosas, entre muchas, por ejemplo, la del proceso de formación de mujeres del Oriente antioqueño (Colombia), como promotoras psicosociales, en el marco del proyecto Promotoras de Vida y Salud Mental (Provisame, 2007; 7). El grupo de mujeres organizadas y comprometidas con su realidad, participan en los temas relacionados con la salud mental de las personas de diferentes municipios de la región, victimizadas por el conflicto armado. La labor de las promotoras psicosociales, aporta al afrontamiento y el fortalecimiento de sus comunidades.
Por su parte autores como Castaño y Erazo (2008) y Theidon (2004), afirman que las acciones colectivas, los grupos de reflexión y autoayuda, la organización social, el estar y trabajar juntos, cuenta con el potencial que tiene reunirse y estar juntos en el proceso de reconstrucción de las personas y las comunidades. Todos ellos se basan en la fuente de sanación que es la propia comunidad.
Se concluye que los procesos sociales y comunitarios que buscan la reconstrucción del tejido social y que se gestan en las comunidades, ayudan a aliviar los dolores; esto desde el encuentro, la organización y el trabajo conjunto de la comunidad, fuente de sanación y resistencia.
La reconstrucción de la memoria comunitaria, la identidad y la dignidad.
De la mano de autores como Martín-Baró (1990), Martín Beristain y Riera (1993) o Koselleck (1993), identificamos que la perspectiva de la memoria individual y colectiva de las comunidades, es necesaria en los proceso de reconstrucción. Allí, el reconocimiento del pasado alberga un potencial para el perdón y la transformación. Estos procesos implican la dignidad de aquellos que fueron victimizados, dimensión ligada a la reconstrucción.
Algunas organizaciones, como el Equipo de Estudios Comunitarios y Acción Psicosocial (ECAP) de Guatemala, consideran que, la reconstrucción de la memoria desde las comunidades es la base fundamental para reparar el daño (Duque, 2005; 8).
Asimismo, desde este país de Centroamérica, Carlos Paredes (2006; 15) en su estudio con comunidades indígenas del pueblo Q'eqchi, victimizadas por el conflicto en Guatemala, nos enfatiza la importancia de la recuperación de la memoria comunitaria en el trabajo psicosocial. Esta perspectiva, contribuye a no olvidar a aquellos que han sido desalojados de su condición humana y según Paredes (p. 31), resignificar la situación actual ayuda a construir un futuro distinto.
En este sentido, autores como Beristain y Riera (1993), comprometidos con las personas y las comunidades que han sido vulneradas, afirman que la apertura de espacios y la solidaridad ayuda a las personas a afrontar situaciones adversas y darle un significado a la experiencia de represión violenta.
Desde Colombia, Liz Arévalo (2010; 106) hace énfasis en la importancia de la red social en la "superación de los efectos sociales y emocionales", y en la "resignificación" de la identidad, en los procesos de acompañamiento psicosocial.
Así pues, se reconocen los procesos de reconstrucción implican la memoria comunitaria, la identidad y la dignidad, tarea de las perspectivas psi de carácter emancipador.
El arte en la cura
El arte se configura en un excelente recurso para abordar las consecuencias del conflicto y la represión, como en el caso de Guatemala, Chile o Colombia, entre otros.
M. Brinton Lykes (2001) en el texto Artes Creativas y Fotografía en Investigación-Acción-Participativa en Guatemala, en colaboración con La Asociación de Mujeres Maya-Ixíles, considera que lo que sana está en relación con "estar al lado de los participantes, en solidaridad con sus experiencias" (p. 22). Una manera de facilitar este proceso en el trabajo psicosocial con la comunidad silenciada, según la autora, es con la inclusión de la creatividad y las artes, así como también de los recursos tradicionales con que se dispone y que están alrededor de contar historias, el juego, la dramatización, los dibujos y las máscaras.
La acción psicosocial que se vehiculiza con el arte, ayuda a canalizar y mitigar los dolores de la guerra, a la vez que empodera a las comunidades como agentes de cambio.
Continuando con los aportes del arte a la acción psicosocial, nos encontramos con la perspectiva del arte-terapia. En el caso de Chile, Ciornai y Reyes (2008; 15) abordaron la actividad plástica, la música y la actuación simbólica como procesos creadores y facilitadores de la memoria compartida.
Al igual que los autores nombrados, el arte toma un papel importante frente a los procesos de sanación, así como Córdoba y Vallejo (2013) lo propusieron en su texto Violencia sexual y empatía: la danza en contextos terapéuticos. Dan cuenta de qué manera en el trabajo con mujeres es esencial "reparar el vínculo para restaurar el bienestar personal", a través de la danza corporal. En cuanto que "es el vínculo el que se daña, el que se repara, y a través del cual se dan los procesos de cura" (p. 188).
El interés por la música, las artes plásticas, el teatro, entre muchas más expresiones, y su relación con lo que se sanación en contextos de violencia política, nos llevó a Alba Sanfeliu Bardia (2008; 1). Afirmó, que estas herramientas contribuyen a la recuperación personal y a la reconciliación en particular en aquellas sociedades divididas. Las artes ayudan a reconstruir la red social en las comunidades. Allí, las expresiones artísticas ayudan a canalizar aquellas energías que generan malestar, dando paso a la construcción creativa.
En este punto, seguimos al psicoanalista Donald Winnicott (citado por Rolnik, 2001), para quien la creación está del lado de la vida.
Saber psi y acompañamiento
Las situaciones de violencia sociopolítica han dejado a su paso devastadoras consecuencias psicológicas, psicosociales, ambientales, socio-políticas y económicas en las comunidades colombianas y latinoamericanas; entre ellas, el debilitamiento de las relaciones comunitarias.
Para abordar esta problemática social en las comunidades, diferentes miradas se movilizan en torno al acompañamiento psicosocial en estos contextos. Por su parte, para Sacipa, Tovar y Galindo (Sacipa, Tovar, & Galindo, 2005; 4) su objetivo "está encaminado a aportar a la recuperación de las personas en el marco de su entorno social, familiar y comunitario"; fortaleciendo así el proceso relacional de la comunidad en una nueva realidad social.
A pesar de la labor que tienen por delante las disciplinas psi, como una deuda histórica (Parra, 2016) con los hijos de la violencia, identificamos de manera crítica el afán de reconocimiento, venido de ciertos profesionales bajo teorías y metodologías que se preocupan por estudiar, por ejemplo, el lenguaje de los delfines rosados en el Amazonas (Ardila, 2007). Razones como estas, nos generan preocupación, a la hora de pensar el acompañamiento psicosocial.
Se reconocen a las comunidades como parte fundamental del acompañamiento psicosocial, como afirma Carlos Martín-Beristain (1999) "las poblaciones afectadas por la violencia y las culturas tradicionales incluyen también una enorme sabiduría sobre la forma de enfrentar los problemas" (p. 123). Reconocemos a las compañeras y los compañeros comprometidos con la transformación de la realidad de nuestros pueblos.
La presente investigación advierte que el saber disciplinar tiene un papel en los procesos de acompañamiento y reconstrucción; sin embargo, no es el único eje orientador de la práctica psicológica.
Se comprende que el conocer y reconocer el potencial que poseen los saberes locales de las comunidades en regiones como los Montes de María, contribuyen de manera fundamental a la labor de las psicólogas y psicólogos. Reconociendo que el saber académico puede tomar de la mano el saber de las comunidades, a favor del bienestar en los contextos de reconstrucción por violencia política.
La postura reivindica las diversas maneras en las que las comunidades estructuran sus procesos de cambio. De allí, que nuestros análisis y reflexiones se apoyan en diferentes argumentos desde la perspectiva de Ignacio Martín Baró (1990; 2008; 1988 y Barrero, 2015), las contribuciones de la Psicología de la Liberación y de la Psicología Comunitaria, en particular. Además, nos resulta no sólo pertinente sino necesaria una mirada integral en relación con los saberes que sanan, en contextos de conflicto armado.
Interesa la epistemología capaz de incluir diversas perspectivas al mismo tiempo, donde coexistan las apuestas éticas y políticas, las creencias, lo espiritual, la dimensión trascendental y planetaria, así como el cuerpo y el psiquismo a la hora de pensar lo que sana.
Conclusiones
La movilización y la potencia de recursos personales y sociales dentro de una comunidad, se configura en uno de los desafíos que debe asumir el psicólogo o psicóloga que trabaja en el acompañamiento psicosocial, en situaciones de violencia. Estos recursos representan las herramientas que poseen las personas para sanar las heridas y dolores que causan estas vivencias, reconociendo que las comunidades tienen la capacidad de sanarse a sí mismas a través del potencial que las caracteriza en su accionar colectivo.
Se considera importante advertir los posicionamientos que han asumido ciertos colegas ante el contexto de "reconstrucción" que vivimos, en particular después de la firma de los Acuerdos de Paz en Colombia, en 2016. Muchos como oportunidad y fuente de empleo, otros como el momento para una reflexión crítica a la disciplina, a favor de los procesos de transformación de las comunidades, desde sus propios saberes.
La clínica psicosocial que se propone implica el reconocimiento de otros saberes y otras lógicas. Esto, nos permite comprender que el saber de las comunidades es importante en el acompañamiento psicosocial y que el potencial de las propias comunidades es la principal fuente de sanación de las heridas y secuelas que han dejado las situaciones de violencia sociopolítica.
Se concluye que, al visibilizar los recursos, las fortalezas y las potencialidades de las comunidades para hacer frente a situaciones adversas, es posible advertir el potencial de las comunidades en los procesos de cura.
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21 Pocos años después, desde la hegemonía del enfoque funcionalista hegemónico, el objeto de estudio de la Psicología, pasó a ser el comportamiento humano.