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Psicologia para América Latina

versión On-line ISSN 1870-350X

Psicol. Am. Lat.  no.33 México jul. 2020

 

Actualidad y pertinencia de la psicología de la liberación en la enseñanza y la investigación psicosociológicas

 

News and relevance the Social Psychology of Liberation in psychosociological teaching and research

 

Notícias e relevância do Psicologia Social da Libertação no ensino e na pesquisa psicossociológicos

 

 

Margarita RobertazziI

IInstituto de Investigaciones, Facultad de Psicología, Universidad de Buenos Aires

Contato com a autora

 

 


RESUMEN

Este artículo refiere a la actualidad y pertinencia de la obra de Ignacio Martín-Baró en la enseñanza, investigación y extensión universitaria de la Psicología Social. Recorre la experiencia de la autora de esta comunicación como docente-investigadora de la disciplina a partir del encuentro con el pensamiento del psicólogo social salvadoreño. La descripción de la propia práctica profesional y académica permite contextualizar dicha experiencia en un particular momento histórico y en una unidad académica con sus propias características para la formación de psicólogos y psicólogas (sociales). La perspectiva psicosocial y psicopolítica de Martín-Baró propone enfocar los problemas urgentes que se presentan en las sociedades latinoamericanas, atendiendo a las víctimas del sistema económico. En función de las profundas transformaciones que sacudieron a Argentina durante las cuatro últimas décadas, reflejadas en los altos índices de pobreza, indigencia y marginalización social, resulta necesario que los futuros profesionales puedan conocer, comprender y contribuir a cambiarlas.

Palabras clave: Psicología de la Liberación, Psicoanálisis, Docencia


ABSTRACT

This article refers to the topicality and relevance of Ignacio Martín-Baró's work in the teaching, research and university extension of Social Psychology. It covers the experience of the author of this communication as a teacher-researcher of the discipline from the encounter with the thought of the salvadoran social psychologist. The description of the professional and academic practice itself allows contextualizing this experience in a particular historical moment and in an academic unit with its own characteristics for the training of psychologists and psychologists (social). The psychosocial and psycho-political perspective of Martín-Baró proposes to focus the urgent problems that arise in Latin American societies, attending to the victims of the economic system. Based on the profound transformations that shook Argentina during the last four decades, reflected in the high rates of poverty, indigence and social marginalization, it is necessary that future professionals can know, understand and contribute to change them.

Keywords: Liberation theory, Psychoanalysis, Teaching


RESUMO

Este artigo refere-se à atualidade e relevância do trabalho de Ignacio Martín-Baró no ensino, pesquisa e extensão universitária da Psicologia Social. Abrange a experiência da autora desta comunicação como professora-pesquisadora da disciplina, a partir do encontro com o pensamento do psicólogo social salvadorenho. A descrição da própria prática profissional e acadêmica permite contextualizar essa experiência em um momento histórico particular e em uma unidade acadêmica com características próprias para a formação de psicólogos e psicólogas (sociais). A perspectiva psicossocial e psicopolítica de Martín-Baró propõe focalizar os problemas urgentes que surgem nas sociedades latinoamericanas, atendendo às vítimas do sistema econômico. Com base nas profundas transformações que abalaram a Argentina nas últimas quatro décadas, refletidas nos altos índices de pobreza, indigência e marginalização social, torna-se necessário que futuros profissionais possam conhecer, entender e contribuir para uma mudá-las.

Palavras-chave: Psicología da Libertação, Psicanálise, Docência


 

 

Introducción

Este artículo puede considerarse un homenaje a la obra y a la vida de Ignacio Martín-Baró, a la vez que pretende conmemorar los 30 años que se cumplen desde su brutal asesinato. Está escrito desde mi propia perspectiva, pues refiere a los primeros contactos con su obra, así como a la influencia que ejerció sobre mi práctica académica, en el campo de la docencia, investigación y extensión universitarias. Esta auto referencialidad obedece a considerar que el recorrido singular que describo también puede corresponderse con situaciones semejantes que modelaron la formación y la praxis de algunos psicólogos y psicólogas de mi generación, de acuerdo a las vicisitudes vividas en el contexto de una casa de estudios, en el marco más amplio de la historia de mi país, Argentina.

Acercamiento a la obra de Ignacio Martín-Baró

Conocí la Psicología Social y Política de Ignacio Martín-Baró de modo indirecto, gracias a quienes considero mis maestros más relevantes: Ricardo Malfé, psicoanalista argentino y Maritza Montero, psicóloga social venezolana.

La Psicología de la Liberación presentada por un psicoanalista argentino

Cuando era alumna de la Licenciatura en Psicología en la Universidad de Buenos Aires (UBA), al principio de la década de los '1970, Ricardo Malfé era profesor titular de Psicología Institucional. Las vicisitudes políticas de Argentina y, concomitantemente, de la vida universitaria, no me permitieron cursar en su cátedra. Sin embargo, las enseñanzas de Malfé circulaban igualmente en sus materiales de cátedra y se lo conocía por su activa presencia en la vida académica. Posteriormente, lo encontré en la vida social, lo que me permitió participar de actividades de formación, especialmente en un grupo de lectura y debate muy singular para la época y la disciplina, para finalmente formar parte de su cátedra de Psicología Social, en la carrera de Sociología de la Facultad de Ciencias Sociales, UBA. Desde allí, este maestro promovía una Psicología Social Histórica de linaje psicoanalítico, es decir, interesada en revelar lo que persiste en aquello que se ha transformado, atendiendo a las formas de subjetividad en movimiento. Al estudiar el trayecto subjetivo e intersubjetivo, su propuesta era prestar especial atención a los modelamientos y padecimientos propios de las distintas épocas (Malfé, 1994).

Cabe señalar que este profesor, como otros – pocospsicoanalistas argentinos (Robertazzi, 2005), enfocaba su enseñanza en fenómenos de la vida colectiva y en contextos de distinta amplitud. Asimismo, proponía para la práctica profesional de la psicología contextos novedosos –al menos, en nuestro medio-, tales como el hábitat, el trabajo, las instituciones; por lo que no solo elaboraba conocimientos en la disciplina, sino que propiciaba modos diferentes de trabajar en la profesión (Robertazzi y Pertierra, 2013).

En ese marco, en la década de los '1990, bajo la Presidencia de Carlos Saúl Menem, Argentina (especialmente, la Ciudad de Buenos Aires) fantaseaba con formar parte del Primer Mundo, al que siempre había mirado con admiración. Sin embargo, a partir de la Ley de Convertibilidad (una ficción que sostenía un cambio fijo en el que un peso argentino era igual a un dólar estadounidense), el sentimiento de "estar para más", o sea, de ser más europeos que latinoamericanos, se había intensificado. En una historia de las ideas y/o de las mentalidades, podría rastrearse en nuestra cultura esta concepción de ser los más europeos de América Latina, la que, con sus más y sus menos, siempre estuvo de manifiesto, junto con cierta incertidumbre respecto del ser social. Sobre este particular, resulta paradójica la coincidencia con la afirmación de Montero (1987), al describir cierta fluctuación de la identidad latinoamericana, perfectamente adecuada para los y las argentinas, quienes parecen debatirse entre la exaltación ("somos los mejores del mundo") y el desprecio ("no servimos para nada"), en la medida en que se entrecruzan atribuciones externas desde la perspectiva del grupo dominante y/o colonizador.

Por entonces, Malfé propuso en su cátedra la lectura de "El latino indolente" de Ignacio Martín-Baró, justamente porque expone el concepto de fatalismo latinoamericano y describe el modo en que se va formando una subjetividad dependiente, como respuesta inteligente o adaptativa, que indica que los resortes del poder están en otro lugar. Dice Martín-Baró (1987) que se trata de "[...] una actitud continuamente causada y reforzada por el funcionamiento opresivo de las estructuras macrosociales" (p. 148), por lo que concluye: "El fatalismo detecta acertadamente el síntoma, pero yerra en su diagnóstico"; puesto que "[...] la situación que se produce internacionalmente entre países ricos y países pobres se refleja al interior de cada país entre las minorías ricas o establecidas y las mayorías depauperadas y marginales". Más claramente, argumenta que "[...] el orden y funcionamiento de cada régimen social propicia unas actitudes mientras dificulta otras, premia ciertas formas de comportamiento mientras prohíbe y castiga otras" (pp. 148-151). De ahí que plantee el modelamiento diferencial entre los miembros de las clases dominantes y dominadas, no como un producto de un simple proceso mecánico, sino como un complejo proceso histórico.

Al proponerse derribar el mito del "latino indolente" o del "nativo perezoso", el autor salvadoreño expone con claridad que la colonización social está establecida cuando se articula ideológicamente en la mentalidad de las personas y los grupos, como una realidad que ya no es histórica sino natural. Afirma Martín-Baró (1987):

La propiedad privada como uno de los principios máximos de la convivencia consagra el despojo permanente de las mayorías, que no encuentran posibilidad real de controlar su propio destino. El lugar de nacimiento se convierte así en lugar de destino. El fatalismo es, por ello, una realidad social, externa y objetiva antes de convertirse en una actitud personal, interna y subjetiva. (p. 153).

En este aspecto, es interesante destacar la homología –parecido en la diferencia entre el pensamiento del autor que se cita y el de Malfé (1994), lo que puede apreciarse especialmente en el texto de este último sobre estructuras subjetivas e historia.

La lectura del artículo de Martín-Baró generaba un fuerte debate en el alumnado de Psicología Social de la carrera de Sociología, bastante desinteresado, por cierto, puesto que era la única materia psicológica que cursaban y, generalmente, la dejaban hacia el final de la carrera, al carecer de correlatividades. No parecía un material muy difundido en la carrera, ni para los estudiantes ni para los y las colegas; sin embargo, su clara exhortación a mirar de frente los problemas de las sociedades latinoamericanas y contribuir a sus soluciones no parecía producir indiferencia.

La Psicología de la Liberación presentada por una psicóloga social venezolana

Paralelamente, cuando hacía unos tres años de mi graduación, conocí a Maritza Montero en un Congreso de la Sociedad Interamericana de Psicología que se realizó en Santiago de Chile, en 1983. Para aquel entonces, no tenía ninguna noticia acerca de la Psicología Social Latinoamericana. La encontré casualmente y me detuve a escucharla cuando estaba narrando los entretelones de un trabajo comunitario llevado a cabo en un barrio venezolano. Su discurso era claro y ameno, irradiaba simpatía, sin perder el rigor científico; a la vez que exponía su experiencia, mostraba fotos que ilustraban las tareas realizadas en el barrio San José de la Urbina, Venezuela. Al comparar su actitud de apertura con el público asistente respecto de la solemnidad que suele caracterizar discurso de algunos colegas argentinos, aquello comenzó a interesarme sobremanera, pero no sabía cómo vincularlo con mi propia práctica profesional, aunque la expositora estaba presentando un modelo de práctica profesional que yo no conocía. Hasta ese momento, solo me dedicaba a la clínica privada y a la docencia universitaria.

Para la época de mi graduación como Licenciada en Psicología en la UBA, fines de 1980, principios de los '1980, la formación que habíamos recibido era bastante cuestionable, especialmente en mi caso, pues había tomado más tiempo del necesario para recibirme. De hecho, comencé la carrera al inicio del breve gobierno constitucional del Presidente Héctor José Cámpora y la concluí bajo un gobierno militar de facto, durante  el denominado Proceso de Reorganización Nacional, la dictadura más sangrienta que se vivió en Argentina.

En 1974, se cerró la Facultad de Filosofía y Letras, donde, por entonces, se cursaba la carrera; ese cierre funcionó como una fuerte divisoria entre los dos períodos. El entusiasmo de la primera etapa, que nos llevaba a pensar que el cambio social no solo era posible, sino que se encontraba "a la vuelta de la esquina"; una vez abierta nuevamente nuestra casa de estudios, dio paso a un clima institucional de desesperanza, paranoia (justificada, por cierto) y escasa motivación. Muchos de nosotros sentíamos que esos años oscuros atrasaban respecto de nuestra formación, aunque, desde luego, era lo menos grave que nos podía ocurrir.

Ese período provocó el éxodo de tantísimos prestigiosos profesores y profesoras, proliferaron así los grupos de formación privados, por fuera del ámbito universitario, en los que básicamente se estudiaba psicoanálisis freudiano y/o lacaniano. Sin embargo, otros docentes decidieron permanecer pese a todo, entre ellos estaba el Prof. Malfé. Si bien el tema es sumamente controversial en la sociedad argentina, pues, en definitiva, se hacía lo que se podía, entiendo que había que tener coraje para permanecer en nuestro país.

En verdad, la década de fines de los '70 y principios de los '80 fue un negro paréntesis. En esta, una buena parte del alumnado había idealizado el breve período democrático, o la transmisión del psicoanálisis de escuela francesa, con libros que circulaban en ediciones "piratas" y de boca en boca. A tal punto que, como se mencionó anteriormente, uno de los chistes propios de la época que circulaba en la Facultad decía: "se habla tanto de (Jacques) Lacan porque no se puede hablar de la cana" (término lunfardo que refiere a la policía y a la cárcel) (Robertazzi, 1999).

Ya entrada la década de los ochentas, en el 25 Aniversario de la creación de la carrera de Psicología en  la UBA, Malfé (1982) describía dos características centrales de nuestra práctica disciplinaria: la masividad y la preponderancia psicoanalítica. En esa comunicación, cuestionaba la soberbia psicoanalítica y el supuesto –muy instalado– de que la Psicología sería un vestigio del cual el Psicoanálisis tendría que depurarse.

Más adelante en el tiempo, mi Tesis de Maestría, defendida en 1999, bajo la dirección del Prof. Malfé, se ocupaba de explorar y describir las representaciones sociales (RS) de los psicólogos sobre su propia práctica profesional, en el ámbito de la Capital Federal de la República Argentina. La metodología era cualitativa y cuantitativa; pero, para la organización de grupos focales, se segmentaba el universo, según los años que habían transcurrido luego de la graduación.

Uno de los resultados de esa tesis fue la reconstrucción del relato (Greimas, 1971) de cierta "novela laboral" de psicólogos y psicólogas, en la que se identificaba un recorrido ficcionalizado, a lo largo del cual los y las colegas buscaron y buscan el mismo objeto de deseo: seguir viviendo o vivir de la atención clínica de pacientes en consultorio. Ese estereotipo del psicólogo/a clínico/a, asimilado a la práctica médica como profesión liberal, se pudo encontrar incluso en los grupos focales formados por "psicólogos/as que no ejercen la profesión" (como se definían a sí mismos). Las diferencias discursivas intergrupales estaban referidas a otros aspectos más periféricos del relato: ya sea a sus destinadores, destinatarios, adyuvantes u oponentes. Se observaron estas diferencias argumentativas en función de la cantidad de años transcurridos desde el egreso y del posicionamiento logrado en el mercado laboral profesional. De ahí que se concluyera que la representacion social de la práctica profesional asimilada al campo clínico pareciesen corresponderse con un núcleo central, mientras que las distinciones podrían muy bien estar referidas a los aspectos más móviles y periféricos del objeto de estudio.

Claro está, esos resultados no podrían aplicarse sin más al momento actual, puesto que los resultados de investigaciones sobre representaciones sociales deben situarse en el momento y la cultura en los que se elaboran los datos. Sin embargo, mi trabajo en la docencia universitaria y un intenso recorrido en el campo profesional de la psicología, me permiten sostener que ese tipo de aspiración no ha cambiado demasiado hasta hoy.

La llegada de la democracia fue una enorme alegría y generó esperanza en la vida colectiva, al igual que modificó bastante la formación de psicólogos y psicólogas. Sin embargo, a pesar de que en Argentina – como en el resto de Latinoamérica– seguimos eligiendo la democracia y no la dictadura, la decepción no se hizo esperar. Galli y Malfé (1998) conceptualizan esta decepción, junto con otras catástrofes colectivas, como sufrimientos excesivos. Es que, como dice Perdía (2018, p. 56): "El capitalismo hizo que la democracia sea poco democrática", dado que el simple hecho de votar no asegura que el pueblo participe o decida, por lo que habla de una "democracia de formalidades", que deja pendiente una gran tarea por delante.

Recién graduada, en los comienzos de la década de los '80, comencé a viajar con cierta frecuencia a distintos países latinoamericanos para concurrir a congresos y/o jornadas. Siempre traía algunos libros que no se conseguían en Buenos Aires. Algunos de estos libros eran de obsequio para Ricardo Malfé, quien solía preguntarme a mi regreso: "¿Qué dijo Maritza (Montero)?". El resto no le interesaba demasiado o podía incluso llegar a preguntarme por algún/a colega en tono irónico, sin un genuino interés, a pesar de que me consta que era un lector empedernido de todo lo que llegaba a sus manos.

La relación con esa psicóloga social venezolana continuó tanto en Argentina como en Venezuela. Por eso, tuve la oportunidad de solicitarle que dirigiera mi Tesis de Doctorado, con el propósito firme de que Malfé fuera mi tutor local. Esa fantasía que los reunía en mi imaginación no pudo concretarse por la inesperada muerte de Malfé, poco tiempo después de que hubiera supervisado mi plan de trabajo. En verdad, desde mi punto de vista, la perspectiva fuertemente psicoanalítica de Malfé no era un obstáculo para dialogar con la Psicología Social Latinoamericana; es más, encontraba entre uno y otro enfoque más aspectos comunes que divergentes.

Sin poder sostener una vinculación asidua, pero en función de los años de relación con Montero pude conocer muchos textos de Ignacio  Martín-Baró, así como escuchar interesantes y graciosas anécdotas que tenían como protagonista al sacerdote y psicólogo social salvadoreño, las que me posibilitaron ir construyendo una imagen de su compromiso, coraje, capacidad, creatividad y alegría. Del mismo modo, conocí las circunstancias de su salvaje asesinato. Así fue que la obra de Ignacio Martín-Baró tuvo una fuerte influencia en mi propia formación y en mis trabajos de docencia, investigación y extensión, los tres pilares que caracterizan la actividad de todo profesor o profesora universitaria en nuestro país.

Actualidad y pertinencia de la obra Ignacio Martín-Baró en la enseñanza universitaria

Si bien mi trabajo docente comenzó a partir de mi graduación, recién en 2005, estuve a cargo del dictado de Psicología Social en la Licenciatura en Psicología de la UBA, luego de haber ganado un concurso de Profesora Adjunta Regular en el Área Psicología Social Comunitaria. Por entonces, las autoridades me designaron profesora a cargo de la asignatura, una plaza que estaba vacante. Previo a dicha designación, participaba de la misma cátedra ocupando un cargo regular de menor jerarquía y dictaba el programa de la Profesora Titular anterior, la Licenciada María Galtieri. Era un programa muy interesante y muy bien planteado, en el que el alumnado estudiaba en profundidad tres paradigmas clásicos: el Interaccionismo Simbólico, la Cognición Social y la Fenomenología.

Cuando tuve que imaginar una nueva propuesta, decidí conservar parte del programa, pero introduje dos modificaciones: por un lado, reduje la cantidad de clases asignadas a los paradigmas clásicos, dejando un espacio relevante para la etapa de crisis de la Psicología Social y de las ciencias en general (de la Corte Ibáñez, 2000; Ibáñez, 1992; Iñiguez-Rueda, 2003), para introducir, a posteriori, la respuesta neo paradigmática producida en América Latina, el Paradigma de la Construcción y la Transformación Crítica (Montero, 2004), muy afín  a una Psicología Social Psicoanalítica desarrollada en Argentina (Robertazzi, 2005). La segunda modificación fue proponer un trabajo de campo como parte de la evaluación, dado que, hasta ese momento, la asignatura era totalmente teórica y me interesaba introducir una perspectiva vinculada con la praxis (reflexión-acción-reflexión), que permitiera a los cursantes tomar contacto con algunas herramientas propias de la disciplina y que estuviera al servicio de analizar los problemas que aquejan a nuestra sociedad y nuestra particular cultura.

Para estudiantes de Psicología, que se encontraban en un ciclo inicial de la carrera, parecía relevante mostrar una praxis distinta para la disciplina que contribuyera a abrir una brecha en las propuestas dominantes. A la vez, cumplía con varios objetivos pedagógicos: trabajar en pequeños grupos, promover el diálogo, aprender "haciendo", fomentar la práctica de la investigación y la producción de informes académicos.

La Psicología Social Latinoamericana, con sus tres versiones de una psicología socialmente sensible (Montero, 2004b): Psicología Social Comunitaria, Psicología Crítica y Psicología Social y Política de la Liberación, junto con otras producciones afines realizadas en Argentina, como la Psicología Social Histórica de linaje psicoanalítico, era un modo de enfatizar que debíamos ocuparnos sobre las realidades que nos toca vivir. En la práctica, esas tres perspectivas no se encuentran en estado puro, pueden mezclarse y dar como resultado una psicología social comunitaria crítica y liberadora. No obstante, solo una de ellas tiene nombre y apellido: la Psicología Social y Política de Ignacio Martín-Baró.

A lo largo de los cuatrimestres, presentamos distintos textos del psicólogo social salvadoreño, sin embargo, me gustaría detenerme en uno de ellos. Justamente, en el que Martín Baró reformula el concepto de trauma, tal y como está definido en nuestra disciplina, según el modelo médico coma trauma individual e imprevisible –una situación que afecta bruscamente al sujeto y que resignifica, según la situación que viven los niños durante la guerra en El Salvador, produciendo el nuevo concepto de trauma psicosocial. A diferencia de concepto clásico instituido y repetido, la génesis de ese trauma psicosocial es totalmente previsible y afecta a los niños porque son un grupo altamente vulnerable. Al pensarlo dialécticamente, como un producto de determinadas relaciones sociales dadas en una estructura social, habría que contextualizarlo según esas relaciones sociales, políticas y económicas, inhumanas y opresivas, que son capaces de generar la situación traumática. De ahí la importancia de la acción, pero no precisamente para mantener esas relaciones sociales, sino para transformarlas (Martín-Baró, 1994).

Era de mucha relevancia trabajar ese texto para mostrar que Martín Baró no descartaba las teorías tradicionales simplemente por venir del Norte, sino que las estudiaba y las reformulaba, para que tuvieran sentido en la realidad del Sur. La principal crítica a la Psicologia del Norte era al ahistoricismo y lo asocial de sus propuestas, ignorando la dimensión geográfica-cultural. Es decir, una psicología enfocada únicamente en el psicologismo que hace recaer sobre el sujeto toda la responsabilidad en la búsqueda de soluciones a problemas que son colectivos. Malfé (1992) denominaba a este tipo de teorizaciones como "la privatización del conflicto social". Por su parte, Ignacio Martín Baró cuestionaba la formación en Psicología de las universidades latinoamericanas y postulaba reformas indispensables para una universidad del mañana. Esto nos recuerda las propuestas recientes de Rigotti (2019) sobre la necesidad de formar profesionales que atiendan los problemas urgentes de las personas, grupos y/o comunidades.

Actualidad y pertinencia del pensamiento de Ignacio Martín-Baró en la investigación científica

Desde 1991, comencé a transitar el campo de la investigación científica en el Instituto de Investigaciones de mi casa de estudios. De acuerdo con mi práctica profesional, participaba de investigaciones clínicas, más puntualmente referidas a los grupos psicoterapéuticos. En mis primeros años de formación como estudiante, se cuestionaba fuertemente el psicoanálisis individual por considerarlo "pequeño burgués", a la vez que se esperaba demasiado de los grupos, algo así como la creación del "hombre nuevo", capaz de producir transformaciones profundas y estructurales en una sociedad brutalmente injusta e inequitativa. En verdad, suena exagerado imaginar que la participación en grupos por sí misma fuera capaz de producir un tipo de persona rebelde o revolucionaria, es decir, "intransigente ante los defectos del sistema y ansiosa por modificarlo a fondo" (Varsasky, 1973, p. 6). De todos modos, desde entonces, conservo una fuerte tendencia al trabajo con grupos, siempre que sea posible.

En esa misma década, tuve oportunidad de participar en algunos equipos de trabajo en los que se aplicó la Investigación-Acción Participativa (I-AP), una metodología propia de la Psicología Social Latinoamericana. Sin embargo, recién a partir del 2002, cuando estaba planificando simultáneamente mi plan de Tesis Doctoral y un proyecto de investigación del que sería directora, pude involucrarme y apropiarme de las cinco dimensiones del Paradigma de la Construcción y la Transformación Científicas (Montero, 2001). Hasta entonces, solo había aplicado una metodología, la I-AP, pues, a pesar de haber completado un posgrado en Metodología de la Investigación, la conocí de la mano de los psicólogos sociales latinoamericanos. Al tomar en cuenta el resto de las dimensiones paradigmáticas, epistemológicas, ontológicas, éticas y políticas, las propuestas de investigación se enriquecen en coherencia y consistencia interna.

Si bien la inestabilidad económica en nuestro país no es un rasgo novedoso, en aquel momento, se experimentaba una de las crisis más profundas y, como síntoma más visible, se daba la aparición de nuevos grupos sociales como efecto de tal situación: grupos piqueteros, cartoneros, desocupados, de distintas protestas, así como de trabajadores y trabajadoras que habían logrado recuperar sus empresas y las habían reinstalado en el circuito productivo. Estos distintos grupos fueron uno de los efectos del proceso creciente de exclusión social que se vivió en Argentina durante la etapa, tal vez más destructiva del capitalismo, conocida también como globalización. Muy sintéticamente, entre sus consecuencias más obvias, puede citarse que –junto con el creciente endeudamiento del paísse aumentó la desigualdad social y pasamos a tener los más altos índices de pobreza, indigencia y desocupación conocidos.

Las empresas recuperadas por sus propios trabajadores fueron el fenómeno emergente que más interés me provocó, de ahí que, desde entonces, mis investigaciones refieran a ellas. Hacia 2002, el proceso de apropiación de la fuente de trabajo estaba siendo debatido, con intensidad, en algunos medios de comunicación de masas y en la comunidad académica nacional e internacional, desde distintas disciplinas científicas. Su surgimiento, en Argentina, presenta una clara relación con la precarización de las relaciones de trabajo y el riesgo de la desocupación. Las profundas transformaciones económicas, sociales, culturales y políticas que ocurrieron en el mundo mantienen una estrecha relación con el escenario del desempleo en nuestro país, además de la incidencia de otras variables locales.

La Psicología de la Liberación de Martín-Baró (1986) propone, en primer lugar, una liberación de la Psicología: un nuevo horizonte, una nueva epistemología y una nueva praxis. A esto se añaden las tres tareas urgentes: la recuperación de la memoria histórica; la desideologización del sentido común y de la experiencia cotidiana; y la potenciación de las virtudes populares. Asimismo, entre sus muchas preguntas, se interroga  si pensamos en cómo se ven los procesos psicosociales desde la vertiente del dominado en lugar de verlos desde la vertiente del dominador. Del mismo modo, se cuestiona cómo sería una Psicología del Trabajo vista desde la perspectiva de la persona desocupada, aclarando con firmeza que no se trata de que pensemos por ellos o sobre ellos, aportando nuestras propias soluciones, sino que lo hagamos junto con y desde ellos, es decir, "desde abajo".

En una breve descripción de los y las trabajadoras de empresas recuperadas, puede decirse que, en la mayoría de los casos, se trata de personas que conocieron una época de pleno empleo y que, posteriormente, vieron precarizarse sus condiciones de trabajo, hasta estar a punto de convertirse en desocupadas. Así, iniciaron un proceso de ocupación de sus propias empresas en la que tuvieron que resistir, hasta que, finalmente, pudieron llegar a retomar la producción, autogestionando las fuentes laborales en las que anteriormente se encontraban empleadas. Todo este trayecto, abreviado bajo la consigna "Ocupar, Resistir, Producir", ocurrió en un momento histórico en el que no tener trabajo era uno de los destinos más nefastos en los que pudiera pensarse. Estas empresas exhibieron un modo concreto de no someterse a los padecimientos de la época y propusieron una ruptura con lo esperado, de modo que constituyeron una modalidad de resistencia colectiva y novedosa que consolidó su objetivo de lucha por conservar la fuente de trabajo.

¿Cómo no hacer una investigación con y desde ellos, y no sobre ellos, máxime si fue algo que se logró gracias a los propios recursos y su propia creatividad? Nosotros, los y las académicas, llegamos cuando lo principal ya estaba hecho. De ahí la importancia de realizar un intercambio dialógico horizontal entre saberes populares y saberes académicos, tal como lo plantea la I-AP, dado que en la investigación científica no se trata de una relación sujeto-objeto sino de sujeto-sujeto.

Ese interés por lo dialógico está presente en la obra de Martín-Baró (2019) muy tempranamente. Hacia 1970, se refería a la caricia como una de las expresiones más propias del ser humano, a la que no consideraba un mero movimiento, sino una producción de sentido. En su perspectiva, la caricia es lenguaje, es palabra: "palabra hecha carne". El autor hace una diferenciación entre la caricia-monólogo, siendo esta algo que empobrece, pues no llega al ser del otro, sino que lo objetiviza; mientras que la caricia-diálogo enriquece, es vehículo de comunicación entre dos seres, genera un nosotros y se encuentra con el otro en su alteridad. El diálogo y el respecto por la alteridad son enseñanzas cruciales en el campo de la investigación científica en Psicología Social, tal como lo plantea Dussel (1973) en su Filosofía de la Liberación.

En mis primeras materias de la Licenciatura en Psicología estudiábamos a Varsvsky (1973) que afirmaba: "[...] conviene plantear el estudio de cada problema social y de otros de análoga complejidad en su marco de referencia local [...] sin despreciar la experiencia universal, pero sin aceptarla a priori. Hacer eso en Argentina es hacer ciencia argentina" (p.50). Al mismo tiempo y mostrando otra afinidad con el pensamiento de Martín-Baró, Varsvky a su vez sostenía: "[...] hay científicos cuya sensibilidad política los lleva a rechazar el sistema social reinante en nuestro país y en toda Latinoamérica", por considerarlo "irracional, suicida e injusto de forma y fondo". De ahí que las meras reformas solo podrían aliviar sus síntomas más visibles, pero nunca curar sus males.

Del mismo modo, Kusch (1986), otro olvidado, proponía: "[...] no hay labor más eficaz, para dar más solidez a esta búsqueda de lo americano, que la del viaje y la investigación en el mismo terreno [...] no se trataba de hurgarlo todo en el gabinete..." (p.8).

En su propuesta, una tarea central es la de no levantar el mito entre la pulcritud (europea) y el hedor (americano). Sin embargo, para encontrar ese Otro que no es un mero complemento del Uno, habría que abandonar la primera solución que aparece para los problemas de América "remediar la suciedad e implantar la pulcritud" (p. 13).

Un diálogo posible entre dos enfoques diferentes, a modo de palabras finales

A lo largo de este artículo fui presentando en diálogo dos enfoques supuestamente antagónicos, como son el Psicoanálisis y la Psicología Social Latinoamericana. Obviamente, no me he referido al Psicoanálisis que circunscribe su práctica a la atención clínica de pacientes individuales en consultorio y/o hospitales, más bien el asimilado al modelo médico. Me refiero, entonces, al Psicoanálisis que, en diálogo con el resto de las ciencias sociales, se interesa por lo que cotidianamente se nos revela en la vida social.

En Argentina, la sola mención a la Psicología Social encuentra un nombre: Enrique Pichon-Rivière. Su importancia aparece reconocida por Martín-Baró (1986) cuando lo destaca como un aporte significativo de la Psicología en y para América Latina. Sin embargo, entiende que una limitación es que su obra solo se conozca en Argentina. A mi juicio, es justamente al revés, pues su obra es mucho más reconocida fuera de nuestro país, donde ha tenido un recorrido más bien periférico y extrauniversitario; sin embargo, podría decirse que una dificultad es que su producción escrita fue mucho más fragmentaria que la transmisión oral de su pensamiento.

Los intereses de Pichon-Rivière trascendieron lo científico y técnico ya que se ocupó del arte, la plástica y la literatura; así como también del deporte y la vida cotidiana. También conformó las bases para el psicoanálisis de grupo y el trabajo en instituciones y comunidades. Sus tempranas teorías anticipaban posturas que, con bastante posterioridad, cobrarían mayor vigor, precisamente cuando venían de la mano de teóricos extranjeros (Robertazzi, 2005).

Su pensamiento, desarrollado a partir de la década de los '50, dio lugar a una línea de trabajo que luego continuaron otros psicoanalistas, como Bleger (1966), Ulloa (1995), Bauleo (1997) y Malfé (1994), entre otros. La cualidad esencial de esta perspectiva psicoanalítica consistía en atender la vertiente pulsional de los procesos colectivos, tal como inicialmente lo planteara Freud (1921/1973).

Estos intelectuales posibilitaron superar la falsa dicotomía entre la formación psicoanalítica, apta para el trabajo clínico, con una vocación por investigar los fenómenos psicosociales y políticos. La hegemonía del modelo psicoanalítico, que proporciona a las teorizaciones y a la práctica profesional de la Psicología en Argentina características singulares, ha sido muchas veces considerada una de las causas que provocaron desarrollos fragmentarios o escasos en ámbitos colectivos abordados por la disciplina. Sin embargo, como ya he señalado más arriba, es posible establecer relaciones entre las distintas épocas sociopolíticas en Argentina y el despliegue o la retracción de esta perspectiva psicoanalítica en Psicología Social.

En la Tesis de Maestría anteriormente mencionada, los y las psicólogas sostienen que sólo han sido formados, exclusivamente, con herramientas teóricas, para dedicarse a la clínica, especialmente psicoanalítica, aunque experimentan cierta motivación por los ámbitos comunitarios. El punto es que no saben ni cómo hacerlo ni quién lo paga. No puede atribuirse esta dificultad sólo a los programas universitarios del grado y el posgrado, puesto que cada vez más se amplían en variedad las ofertas teórico-técnicas y las propuestas para la investigación y la práctica en los distintos ámbitos de inserción. Un aspecto faltante, muy relevante, pareciera ser la construcción colectiva de nuevos argumentos o guiones que permitan imaginarse otros trayectos posibles para los recorridos profesionales. La reconsideración de los autores que en nuestro medio han abordado, a partir del psicoanálisis, los procesos y productos psicosociales, puede contribuir para el logro de este propósito (Robertazzi, 1999).

Este diálogo entre la Psicología Social Latinoamericana y el Psicoanálisis también fue sostenido por Prada (2017), para la intervención con grupos vulnerables. Tuve el gusto de presentar su libro que sintetiza sus clases de Psicología Social Comunitaria en relación con el Psicoanálisis de escuela francesa y el materialismo dialéctico. El momento que actualmente atraviesa nuestro país, sumergido en una crisis económica y social grave, otra vez al borde del default, fue produciendo una reivindicación del derecho a la protesta y a la presión para cambiar el orden de las cosas, lo que da como resultado nuevas formas de organización y participación que quiebran el viejo modo de delegar en los y las representantes. En tal estado de situación, las perspectivas de Martín-Baró (1986) y Dusell (1973) exponen, con toda claridad, lo que hay que hacer: ocuparse de las víctimas del actual sistema económico, desde una posición ética en la que se trata de conservar la vida y su reproducción.

 

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Contato com a autora:
Teniente General Perón 3760, 8 A, CABA
Argentina
C.P.: 1198
Teléfono fijo: +54 11 48634745
Teléfono móvil: +54 9 11 49790006

Recebido em: 10/01/2020
Reformulado em: 31/01/2020
Aceito em: 05/03/2020

 

 

Sobre a autora:
Margarita Robertazzi
Es Licenciada en Psicología; Magister Scientiae en Metodología de la Investigación y Doctora en Psicología. Dirige proyectos de investigación en el marco de UBACyT; es integrante y fundadora del Programa Interdisciplinario de la Universidad de Buenos Aires sobre Marginaciones Sociales (PIUBAMAS); directora del Museo IMPA, en la empresa recuperada por sus trabajadores y sus trabajadoras del mismo nombre. Pertenencia Institucional: Instituto de Investigaciones, Facultad de Psicología, Universidad de Buenos Aires, Argentina.
E-mail: marga.robertazzi@gmail.com

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