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Revista Latinoamericana de Psicología
versión impresa ISSN 0120-0534
Rev. Latinoam. Psicol. v.40 n.2 Bogotá ago. 2008
ARTÍCULOS
Valoración objetiva del estilo de crianza y las expectativas de parejas con niños pequeños
Objective assessment of parenting styles and expectations of couples with young children
Pedro SolÃs-Cámara1; Marysela DÃaz R.; Yolanda Medina-Cuevas; Lorena Barranco-Jiménez
Universidad de Guadalajara, México
ABSTRACT
The purposes of the present study were to determine the frequency of parenting styles in couples with same style versus different style, to analyze differences between these groups, and to explore their parental expectations. A demandingness-responsiveness model was chosen, and it was operationalized by means of an objective measure of discipline and nurturing practices. In the study participated 485 couples with young children. Results revealed more indulgent parents in couples with the same style. Among parents who didn't share parenting style, there were more authoritarian mothers and more authoritative fathers. Authoritative couples, with the exception of indulgent couples, had more nurturing practices and the highest developmental expectations among styles and groups. This study highlights the need of more Latin-American research.
Keywords: Styles, Expectations, Couples, Young children.
RESUMEN
Los propósitos de este estudio consistieron en conocer la frecuencia de estilos de crianza en parejas con estilo común versus con estilo diferente, analizar sus diferencias, y conocer sus expectativas. Se eligió un modelo de exigencias-responsividad que se operacionalizó con una medida objetiva de prácticas disciplinarias y de crianza. Se evaluaron 485 parejas con niños pequeños. Los resultados indicaron que en parejas con estilo común el estilo predominante fue el indulgente, pero en parejas con estilo diferente, predominó el estilo autoritario en las madres y el autorizativo en los padres. Las parejas autorizativas, con excepción de las parejas indulgentes, tuvieron más prácticas de crianza y las más altas expectativas. Se resalta la necesidad de más investigación con muestras latinoamericanas.
Palabras clave: Estilos, Expectativas, Parejas, Niños pequeños.
INTRODUCCIÓN
El estilo de crianza se puede definir como un constructo psicológico multidimensional que representa características o estrategias de crianza de los padres. Los estilos más reconocidos fueron derivados de las descripciones prototípicas de la crianza propuestas por el modelo de socialización de Baumrind (1966); sin embargo, en la práctica los estudios han operacionalizado al modelo implicando una o más dimensiones, como son las de comunicación, afecto, etc. (Ato, Galián & Huéscar, 2007; Darling & Steinberg, 1993). Por ejemplo, la combinación de las dimensiones de control (o coerción) y de afecto (o apoyo) ha permitido determinar los estilos autorizativo o democrático (alto control y alto afecto), autoritario (alto control y bajo afecto), y permisivo (bajo control y alto afecto).
A pesar del interés generalizado en el estudio de la crianza, en España se reconoce la escasez de estudios de crianza con padres de niños pequeños (Alonso García & Román Sánchez, 2005). Y en nuestra revisión encontramos casi una total ausencia de estudios específicamente sobre estilos de crianza con niños pequeños, particularmente con muestras latinoamericanas. Por ejemplo, en un reciente artículo de revisión sobre estilos de crianza (Ato et al., 2007), sólo se mencionan dos estudios experimentales con muestras infantiles de España. Este estado de cosas puede deberse en parte a que, como varios estudiosos señalan, hay un buen número de problemas con las medidas de los estilos de crianza, tales como el uso de diferentes instrumentos en cada estudio y la falta de especificidad de las medidas en cuanto a la edad de los niños a la cual se dirigen (Ato et al., 2007; Bersabé, Fuentes & Motrico, 2001). De acuerdo con Bersabé y colegas (2001), los problemas identificados con las medidas de estilos de crianza en la literatura internacional, incluyen: "a) la mayoría evalúan intenciones u opiniones de los padres en lugar de prácticas concretas; b) los ítems se formulan de forma genérica o en tercera persona (por ejemplo, "un castigo a tiempo vale más que tres explicaciones"), lo que favorece la deseabilidad social, y los hace poco claros o ambiguos. Todo ello, provoca que los padres respondan los ítems opinando sobre la educación de los hijos en general, pero sin expresar cuál es su comportamiento real con los suyos". Y también señalan problemas metodológicos con las medidas: "â¦muchos cuestionarios no especifican las edades de los hijos (preescolares, edad escolar, adolescencia) a las que van dirigidos; otros no dan información de sus propiedades psicométricas, ni de la escala de respuesta utilizada. Además, el número de ítems presenta una gran variabilidad, siendo en algunos casos excesivo (más de 300 ítems en algunas pruebas)." (p. 678-679). Y, al proponer, Bersabé y colegas (2001), unos instrumentos para valorar estilos en población adolescente, ellas destacan que la ausencia de cuestionarios ha favorecido traducciones y adaptaciones de instrumentos que han demostrado validez, pero en culturas no hispanas.
Esto es un problema importante porque de acuerdo a una revisión de los estudios publicados sobre familias con niños pequeños durante la década de los 90's del siglo pasado (Demo & Cox, 2000), la mayoría de los estudios con el modelo de socialización de Baumrind, o posteriores, fueron realizados en países industrializados, particularmente en los EUA, y con familias blancas y de clase media; hecho que hasta en la actualidad se señala como problemático para establecer generalizaciones, tanto del predominio benéfico en la socialización infantil por parte del estilo autorizativo en muestras diferentes a las más estudiadas (Winsler, Madigan & Aquilino, 2005), como del supuesto de que el estilo más común a encontrar a través de las poblaciones es también el autorizativo (e.g., Assadi & et al., 2007). Pero, por lo menos en los estudios de estilos de crianza con niños pequeños, no hay aún un acuerdo sobre estos puntos a través de culturas y grupos étnicos o minoritarios (Gamble, Ramakumar & Díaz, 2007; Roopnarine, Krishnakumar, Metindogan & Evans, 2006; Runions & Keating, 2005).
En nuestra revisión de estudios de crianza con niños pequeños buscamos instrumentos de valoración en Iberoamérica que cumplieran con los señalamientos de Bersabé y colegas (2001). Encontramos algunas propuestas de medición recientes, que revisaremos brevemente a continuación (Alonso García & Román-Sánchez, 2005; Roa Capilla & Del Barrio, 2001; Solís-Cámara y cols. 2002). El instrumento utilizado por Alonso-García y Román-Sánchez (2005), evalúa la interacción recíproca padres-preescolares, pero en cuanto a los estilos de ambos padres no soluciona los problemas señalados, particularmente porque va dirigido a evaluar "situaciones hipotéticas cotidianas" (Alonso-García & Román-Sánchez, 2005, p. 78). En cuanto a la segunda propuesta, el inventario de crianza parental o Parent-Child Relationship Inventory, fue adaptado al castellano por Roa Capilla y Del Barrio (2001) para valorar dimensiones relevantes a las actitudes de los padres hacia la crianza, como son las relaciones padres-hijos y la calidad de las mismas. Sin embargo, el inventario no cumple con varias de las observaciones señaladas antes. Por ejemplo, va dirigido a evaluar a ambos padres pero con niños en un amplísimo rango de edad (de los 3 a los 15 años), y además incluye reactivos muy generales o poco objetivos: "la paternidad es una cosa natural en mí" o "me pregunto si hice bien en tener hijos", etc.
En referencia a la tercer propuesta (Solís-Cámara et al., 2002), se trata de la Escala de Comportamientos para Madres y Padres con Niños Pequeños (ECMP), que: a) valora prácticas disciplinarias y de crianza; aunque también incluye las expectativas sobre el desarrollo actual de los niños; b) los ítems se formulan de forma clara y precisa, en prácticas de crianza: "yo paso al menos una hora al día jugando con mi niño(a), o leyéndole", o en prácticas disciplinarias: "yo le grito a mi niño(a) cuando tira la comida". Y en expectativas del desarrollo: "mi niño(a) ya tiene suficiente edad para tomar líquidos en una taza, sin mi ayuda"; c) va dirigido a edades específicas de 1 a 5 años, y presenta reactivos con calificación inversa para controlar los rápidos cambios evolutivos del período de infancia (1 a 3 años) al preescolar (3 a 5); d) un buen número de estudios apoyan las propiedades psicométricas y la escala de respuesta utilizada (en: Solís-Cámara, 2007). Y e) el número de ítems no es muy pequeño por subescalas (20 a 48 ítems) ni en su total, como en otros instrumentos, y tampoco es excesivo (99 ítems).
Debido a que estas características solucionan en gran parte los problemas señalados por Bersabé y colegas (2001), elegimos la ECMP para valorar estilos de crianza con el modelo propuesto por Maccoby y Martín (1983); a su vez este modelo se eligió por varias razones. En primer lugar, porque está basado en los prototipos de Baumrind que, además, inicialmente se desarrollaron con padres de niños pequeños (Baumrind & Black, 1967; Baumrind, 1971), ya que en estudios posteriores ella se concentró en adolescentes (e.g., Baumrind, 1991a y b). Y, de acuerdo con una revisión ampliamente reconocida (Darling & Steinberg, 1993), el modelo de Maccoby y Martín (1983) facilita la investigación con poblaciones diferentes de las caucásicas de clase media. Además, el modelo propone dos dimensiones de exigencias y responsividad cuyas conceptualizaciones parecen más adecuadas para igualarlas con las prácticas disciplinarias y con las de crianza que valora la ECMP. Por ejemplo, responsividad se refiere ampliamente al afecto o apoyo, abarcando no solo prácticas contingentes sobre el comportamiento del niño, sino aquellas que realizan los padres sin referencia al propio comportamiento del niño, o, en otras palabras, a la simple sensibilidad de los padres ante las necesidades de sus niños; oportunamente, la subescala de prácticas de crianza de la ECMP incluye ambos tipos de responsividad, por ejemplo: "Si mi niño(a) es demasiado activo(a) yo hago que participe en actividades tranquilas"(crianza contingente); y "Yo planeo sorpresas para mi niño(a) (fiestas de cumpleaños, regalos)", respectivamente (sensibilidad).
Y, en cuanto a la dimensión de exigencias, Darling y Steinberg (1993) mencionan que su importancia favoreció ajustes de los propios conceptos de Baumrind donde se refiere a esta dimensión de exigencias en términos de demandas y manejo de los conflictos disciplinarios padres-hijos y de la disposición de los padres para enfrentar la desobediencia de los hijos, lo que implica las prácticas disciplinarias de los padres. Nuevamente, las prácticas disciplinarias de este instrumento parecen cubrir satisfactoriamente estas condiciones; por ejemplo, "Me enojo tanto con mi niño(a) que le pego en las nalgas" o "Cuando mi niño(a) no hace lo que le digo le doy nalgadas". Además, el modelo de Maccoby y Martín (1983) favorece la inclusión de otros patrones de crianza al incluir al estilo negligente, que corresponde a baja exigencia y baja responsividad, y al estilo indulgente que equivale al permisivo, y corresponde a baja exigencia y alta responsividad (Darling & Steinberg, 1993, pp: 491-492); es decir, se obtienen cuatro estilos: autorizativo, autoritario, negligente, e indulgente, por lo que se le conoce como modelo cuatripartita.
En suma, el propósito general de este estudio es el de evaluar con una medida objetiva los estilos de crianza de parejas con niños de uno a cinco años de edad; en nuestra revisión de la literatura, encontramos que ninguno de los estudios publicados con la ECMP ha considerado esta aplicación del instrumento (en: Solís-Cámara, 2007). Aunque este estudio es muy modesto ya que no incluimos efectos de socialización en los niños, creemos que es importante ante la ausencia de estudios sobre estilos de parejas con niños pequeños. Sobretodo de estudios con medidas con validez adecuada, por lo menos en alguna cultura latinoamericana, y que permitiesen estudios y comparaciones con mayor grado de confianza en esas culturas. Específicamente nos interesamos en conocer la distribución de ambos padres por estilos identificados con el modelo cuatripartita y también en conocer si los padres serán predominantemente autoritarios y las madres autorizativas, como lo señala la literatura angloamericana (Winsler et al., 2005). Además, no encontramos estudios que ofrecieran evidencias acerca de cuál es el estilo que probablemente predomine en poblaciones latinoamericanas, aunque sí los hay con muestras de padres y adolescentes españoles. Por ejemplo, Musitu y García (2004) indican que, controlando edad y sexo, las frecuencias de estilos de ambos padres según el auto-reporte, fueron: autorizativo y negligente (casi con la misma frecuencia), y después autoritario e indulgente (casi con igual frecuencia). Entonces, nos parece que debiese tenerse un conocimiento semejante con padres de niños pequeños, como ocurre en otras culturas (Assadi et al., 2007; Winsler et al., 2005). En este estudio consideramos que para obtener evidencia razonable sobre este punto, se requería de una muestra relativamente grande y en lo posible representativa de alguna población latinoamericana. Por lo tanto, el primer objetivo de este estudio es el de conocer la distribución de los estilos de crianza de los padres por género.
En este estudio también nos interesa conocer si habrá semejanza de estilos en las parejas, qué tan común será ésta en la población seleccionada, y en qué proporción para cada estilo. Evidencias internacionales recientes indican que estos temas son de interés pues parece que los padres con estilo autorizativo tienden a tener parejas con el mismo estilo, y la perspectiva de sistemas conceptualiza esta interdependencia como más benéfica que la de un solo padre (Winsler et al, 2005). Además, planeamos comparar las prácticas de las parejas con estilo común entre los diferentes estilos; aunque se puede argumentar que se encontrarían las diferencias obvias al comparar las mismas calificaciones con las cuales fueron formados los estilos, se puede esperar otras que, conceptualmente, creemos que tienen sentido. Esperamos encontrar calificaciones más altas de prácticas disciplinarias en el estilo autoritario que en el autorizativo, porque calificaciones muy altas en la ECMP indican castigos físicos y verbales severos y estos no nos parecen estrategias adecuadas del estilo autorizativo, pero sí del autoritario. A un nivel más especulativo esperamos más prácticas de crianza en indulgentes que en autorizativos, porque las estrategias de los indulgentes suponemos que se concentran más en permitir o facilitar actividades promotoras del desarrollo de los hijos que en el control (i.e., disciplina). Por lo tanto, el segundo objetivo es el de conocer la frecuencia de estilos comunes entre madres y padres de los mismos niños, y describir las semejanzas o diferencias entre grupos igualados o no en sus estilos.
Por otra parte, al referirse a los orígenes de las diferencias individuales en la crianza, Baumrind (1971) concluyó que las madres y los padres autoritarios, al igual que los permisivos, tenían expectativas poco realistas sobre el desarrollo actual de sus niños. Darling y Steinberg (1993), al revisar los trabajos iniciales de Baumrind, explican el por qué de esas conclusiones. Señalan que al configurar las prácticas de crianza del prototipo autorizativo, Baumrind fue más allá del tema de la autoridad, al incluir otros como son las demandas de madurez, la comunicación, etc. Y agregan que los hallazgos, en cuanto a las demandas de madurez indicaron que los padres autoritarios y los permisivos demandaban menos de sus niños que los autorizativos; y que estas diferencias se reflejarían en el ejercicio de la disciplina y el afecto o responsividad. Esto significa que ambos padres, autoritarios y permisivos, pueden tener expectativas pobres sobre el desarrollo actual de sus niños, mientras que los autorizativos tendrían altas expectativas sobre ellos. Aprovechando que la ECMP incluye una subescala de expectativas del desarrollo, y de acuerdo a los hallazgos originales, se esperaría que los padres autorizativos tuviesen expectativas más altas que los autoritarios, los indulgentes y los negligentes de este estudio. Sin embargo, dada la ausencia de literatura a este respecto no está claro que deberíamos esperar de la comparación entre los cuatro estilos. Por lo tanto, el tercer objetivo es el de identificar y comparar las expectativas del desarrollo entre estilos de crianza de los padres.
MÉTODO
Se trata de un estudio de tipo descriptivo con diseño transversal.
Participantes
La muestra de padres se eligió de una muestra al azar y representativa de 1600 niños en una ciudad de un millón de habitantes de México, restringida a cinco estratos de edad (1,1 a 1,11 años, 2 a 2,11, 3 a 3,11, 4 a 4,11, y 5 a 5,11), y con aproximadamente 50% de cada sexo. Los niños fueron elegidos en centros infantiles y preescolares, de cada una de las zonas geográficas de la ciudad. Se seleccionaron todas las parejas casadas, quedando un total de 485.
Instrumentos
Cuestionario sociodemográfico requiriendo edad, años de escolaridad, estado civil, y ocupación de los padres; y la edad y sexo de los niños.
La Escala de comportamientos para madres y padres con niños pequeños (ECMP; Solís-Cámara, 2007), fue desarrollada con una muestra representativa de más de mil madres y padres con niños de 1 a 5 años 11 meses de edad de México. Los padres evalúan sus respuestas de acuerdo a una escala Likert de cuatro puntos: Siempre/casi siempre, frecuentemente, algunas veces, y nunca/casi nunca. La ECMP consta de 99 ítems, algunos (93) se califican de cuatro puntos a uno, los restantes se califican en forma inversa. La ECMP valora: 1. Las expectativas del desarrollo (EXP), que se refieren a la edad en la que los padres esperan que sus niños deben adquirir o han adquirido habilidades propias de su edad. Esta subescala correlaciona positivamente con la edad de los niños (Solís-Cámara, 2007); las puntuaciones muy altas de EXP indican que los padres esperan que su niño muestre un desarrollo mayor que el esperado a su edad; y las bajas indican que esperan menos de lo que su niño es capaz de hacer. 2. Prácticas de Crianza (PC), actividades para promover el desarrollo psicosocial del niño, como respuesta a comportamientos de él/ella, o como experiencias que ellos facilitan a sus hijos; altas puntuaciones de PC indican uso frecuente de actividades promotoras del desarrollo infantil, y bajas la ausencia de las mismas. 3. Prácticas Disciplinarias (PD), incluye los comportamientos de los padres como respuesta a conductas específicas del niño, o con el propósito de controlar su comportamiento infantil; altas puntuaciones de PD indican uso frecuente de castigos corporales y verbales, tales como golpear o gritar al niño, y bajas indican el uso de estrategias alternativas al castigo. Las tres subescalas muestran confiabilidad alfa muy adecuada (EXP: 0,96, PD: 0,89, y PC: 0,80); en este estudio las confiabilidades fueron: 0,96, 0,89, 0,79, respectivamente. Se ha reportado (Solís-Cámara, 2007) que la ECMP no muestra validez convergente con un instrumento actitudinal de crianza (r's 0,00 a 0,29), muestra muy buena confiabilidad de medidas repetidas (r's 0,75 a 0,93), y no se relaciona (r's 0,04 a 0,09) con respuestas socialmente deseables.
Procedimientos
Ambos padres fueron entrevistados en la institución donde asistía su niño. Se informó que el propósito del estudio era conocer los retos y problemas a los que se enfrentan los padres para educar a sus hijos. Las instrucciones fueron: "en cada cuestionario están las instrucciones a seguir, léanlas cuidadosamente y no dejen ninguna oración o enunciado sin contestar; si tienen dudas, pregunten con confianza".
RESULTADOS
Las madres tenían una edad promedio de 31,0 años (DE = 5,1), y los padres de 33,2 (DE = 5,6). En cuanto a los niños, 260 eran varones con una edad promedio de 39,3 meses (DE = 16,6), y 225 niñas con una edad de 39,0 meses (DE = 17,2). Las variables socioculturales para madres y padres, respectivamente, se distribuyeron en: 10% y 8% escolaridad elemental, 57% y 59% media (secundaria y preparatoria), 33% y 33% licenciatura (incluye pocos casos con posgrado); para ocupación: 32% hogar (sólo mujeres), 8% y 35% obreros/técnicos, 20% y 22% ejercen su profesión, 40% y 43% empleados.
MANOVA de las calificaciones de EXP, PD, y PC por género de los padres indicó efectos principales (F(3, 966) = 8,42, p < 0,001). Únicamente se encontraron diferencias por género en PC (F(1, 968) = 14,9, p < 0,001); las madres mostraron calificaciones más altas (M = 53,9, DE = 8,7) que los padres (M = 51,7; DE = 8,5)
MANOVA de las calificaciones de EXP, PD y PC por sexo y grupo de edad de los niños indicó que había efectos por grupo (F(12, 2534) = 117,90, p < 0,001), pero no por sexo (F(3, 958) = 0,92, NS), ni interacción (F(12, 2534) = 1,31, NS). En la Tabla 1 se muestran las medias y las diferencias de las tres variables por grupos. ANOVAS indicaron diferencias en EXP (F(4, 960) = 405,6, p < 0,001), en PD (F(4, 960) = 80,58, p < 0,001), y en PC (F(4, 960) = 8,90, p < 0,001). Los análisis post-hoc (Scheffe, p < 0,05) indicaron incrementos en EXP y PD con la edad de los niños; hubo diferencias en EXP y PD entre todos los grupos, con excepción de los de 4 y 5 años, y 3 y 4 años, respectivamente. Las diferencias por género en PC se analizaron por separado; en la Tabla 1 se observa que se encontraron pocas diferencias, pero se observó una tendencia a menos PC al aumentar la edad de los niños de ambos padres.
Modelo de clasificación cuatripartita
Debido a las diferencias en las PC por género, la clasificación por estilos se realizó por separado para madres y padres, y las comparaciones entre estilos se realizaron con control de la edad de los niños. Las muestras fueron clasificadas utilizando las medianas de las calificaciones en PD y PC, obteniendo cuatro tipos; padres autorizativos: con PD por arriba de la mediana, indicativas del uso de disciplina verbal y corporal, y con calificaciones por arriba de la mediana de PC, indicativas de actividades formativas y positivas con los niños; padres autoritarios: con PD por arriba de la mediana y con PC por debajo de la mediana; padres indulgentes: con PD por abajo de la mediana y con PC por arriba de la mediana; y padres negligentes con PD y PC por debajo de sus medianas. Debido a efectos por edad de los niños en las medianas globales, se presentan los resultados con las medianas para cada grupo de edad (1 a 5 años). Las medianas para PD de las madres, fueron: 39, 45, 48, 53 y 57, y para PC: 55, 58, 56, 52 y 50; y para PD de los padres, fueron: 37, 44, 47, 48 y 53, y para PC: 50, 53, 52, 52 y 50.
En cuanto al primer objetivo para conocer las distribuciones de estilos por género, en la Tabla 2 se muestran las frecuencias de la división cuatripartita, los promedios de edad de los niños en meses, y su distribución por sexo. Los resultados en la Tabla 2 indican que para las madres los porcentajes más altos de clasificación corresponden a los estilos indulgente y autoritario, les siguen el autorizativo y el negligente. En contraste, para los padres el porcentaje más alto corresponde al estilo autorizativo, le siguen el indulgente, el negligente y el autoritario. En la Tabla se observa también que las edades de los niños son semejantes entre estilos de crianza, como sería de esperar. En el grupo de madres, la distribución por sexo del niño en cada estilo conservó bien la proporción original de 53,6% varones y 46,4% niñas. Sin embargo, se observa un porcentaje mayor de madres autorizativas con varones que con niñas, y un porcentaje semejante de autoritarias con varones y con niñas. Las frecuencias de los padres conservaron la proporción en los estilos negligente y autoritario, pero el porcentaje de indulgentes es mucho mayor con varones que con niñas (ver Tabla), y, además, la proporción de los autorizativos es inversa entre varones (45,4%) y niñas (54,6%).
Semejanza de estilo de crianza en las parejas
En cuanto al segundo objetivo, se identificaron a las parejas que compartían el mismo estilo de crianza. El 51,3% (249 parejas) formó el grupo con estilo común (GEC), y el estilo con el mayor número de padres fue el indulgente con 74 parejas. El 48,7% (236 parejas) formó el grupo de parejas con estilo diferente (GED), y hubo más madres autoritarias (n = 73), y más padres autorizativos (n = 77). En la Tabla 3 se presentan las medias de las calificaciones de PD y PC de los grupos por estilos.
Comparamos primero las calificaciones de las parejas GEC por estilos; no encontramos diferencias en las PD entre madres y padres autorizativos (F(1, 126) = 0,10, NS), ni entre autoritarios (F(1, 122) = 0,28, NS), indulgentes (F(1, 146) = 0,39, NS), o negligentes (F(1, 96) = 0,15, NS). Las diferencias en PC, que encontramos al inicio del estudio a favor de las madres, se conservaron para todos los estilos, menos para el negligente (F(1, 96) = 3,15, NS).
En cuanto a comparaciones entre estilos de madres GEC, encontramos diferencias en las PD (F(3, 245) = 78,1, p < 0,001) y en las PC (F(3, 245) = 173,2, p < 0,001). Realizamos análisis post-hoc para diferencias relevantes por estilos con la prueba Duncan. Las madres autoritarias calificaron más alto (Tabla 3) que las autorizativas en PD (p < 0,05); y no hubo diferencias (p = 0,46) entre las indulgentes y las autorizativas en PC. Análisis semejantes con los padres del GEC confirmaron también diferencias entre estilos en las PD (F(3, 245) = 68,3, p < 0,001) y en las PC (F(3, 245) = 147,2, p < 0,001); sin embargo, la diferencia entre estilos autorizativo y autoritario no fue tan clara (p = 0,08), como con sus parejas. Y en PC no hubo la diferencia entre autorizativos e indulgentes (p = 0,55), que se esperaba.
Comparamos también a las madres GEC y las GED con la intención de conocer si habría beneficios al pertenecer o no a una pareja con estilo común. No encontramos diferencias en PD entre madres autorizativas, pero las madres del GEC tenían más PC (F(1, 112) = 4,56, p < 0,05), que las del GED (Tabla 3). No encontramos ninguna otra diferencia entre estilos. Análisis semejantes para padres indicaron que no había diferencias en PD entre autorizativos, pero los padres GEC tenían más PC (F(1, 139) = 6,59, p < 0,05), que los GED (Tabla 3). Entre padres autoritarios hubo tendencia de los padres GEC a tener más PD (F(1, 109) = 3,70, p = 0,057), y menos PC (F(1, 109) = 3,49, p = 0,064), que el GED. Para padres indulgentes no hubo diferencias en PD, pero el GEC tenía más PC (F(1, 119) = 8,79, p < 0,01), que el GED. No encontramos diferencias entre padres negligentes.
En cuanto a comparaciones de las calificaciones de parejas GED por estilo, éstas no tendrían sentido ya que los estilos en las parejas no coincidían; sólo realizamos comparaciones entre estilos como las realizadas para las madres y para los padres del GEC. Encontramos diferencias en las PD (F(3, 232) = 42,3, p < 0,001) y en las PC (F(3, 232) = 128,1, p < 0,001) de las madres GED. Los análisis post-hoc no confirmaron la diferencia entre las madres autoritarias y las autorizativas en PD (p = 0,89); tampoco hubo diferencia significativa (p = 0,09) entre las indulgentes y las autorizativas en PC (Tabla 3). Análisis semejantes con los padres del GED confirmaron también diferencias entre estilos en las PD (F(3, 232) = 46,5, p < 0,001) y en las PC (F(3, 232) = 122,2, p < 0,001); sin embargo, no encontramos diferencia entre estilos autorizativo y autoritario (p = 0,36). Y en PC no hubo diferencia entre autorizativos e indulgentes (p = 0,98).
Comparaciones entre Estilos y Expectativas del Desarrollo
El último objetivo de este estudio consistió en identificar y comparar las expectativas del desarrollo infantil entre estilos de crianza. Debido al efecto de la edad de los niños sobre las EXP se realizaron análisis con la edad covariada. El primer ANCOVA de EXP se realizó con las madres del GEC, indicando diferencias por estilo (F(3, 244) = 10,70, p < 0,001); en la Tabla 4 se observan las medias ajustadas de covarianza. Análisis post-hoc (Scheffe) indicaron que las madres autorizativas tenían más altas expectativas que las negligentes (p < 0,001) y que las autoritarias (p < 0,05); y las indulgentes también tenían EXP más altas que las negligentes (p < 0,01). Los padres autorizativos del GEC (F(3, 244) = 12,69; p < 0,001) tenían EXP más altas que los negligentes (p < 0,001) y los autoritarios (p < 0,01), y los indulgentes tenían EXP más altas que los negligentes (p < 0,01). En contraste con estos resultados, los análisis con el GED, indicaron que las calificaciones de EXP de las madres no eran significativamente diferentes (F(3, 231) = 1,99, NS), entre estilos (Tabla 4); sin embargo, los análisis post-hoc indicaron que las madres autorizativas tenían expectativas más altas que las negligentes (p < 0,05). Para los padres GED se encontraron varias diferencias significativas (F(3, 231) = 6,33, p < 0,001); los autorizativos tenían expectativas más altas que los negligentes (p < 0,001), y se observó tendencia de los autoritarios (p = 0,06), y de los indulgentes (p = 0,07), a tener expectativas más altas que los negligentes.
DISCUSIÓN
El propósito de este estudio fue el de evaluar con una medida objetiva los estilos de crianza de parejas con niños de uno a cinco años de edad. Como comentamos antes, en la literatura especializada se ha señalado la necesidad de superar una serie de problemas con las medidas para valorar estilos de crianza (Bersabé y cols. 2001). A pesar de tales señalamientos, éste es un problema vigente a nivel mundial. Por ejemplo, Gamble y colegas (2007) realizaron un estudio sobre estilos de crianza de parejas mexicano-americanas con niños preescolares, con la intención de replicar un estudio con parejas caucásicas (Winslar et al., 2005); en general, los resultados no se confirmaron, por lo que los autores señalaron que eso se pudo deber a que eligieron un instrumento de estilos de crianza diseñado para padres con niños mayores, aunque se debe notar que fue el mismo utilizado en el estudio anterior. Pero señalan también que, a pesar de una buena traducción del instrumento al español, esto no garantiza equivalencia en culturas o contexto diferente del original, y que eso puede explicar los bajos coeficientes alfa (0,60-0,65) obtenidos con la subescala para valorar el estilo permisivo. Sin embargo, otros autores (Roopnarine et al., 2006), utilizando un cuestionario de estilos diferente y con parejas caribeñas con niños preescolares, también obtuvieron bajos coeficientes alfa, particularmente con la subescala de estilo permisivo (0,65-0,66), lo cual puede deberse nuevamente a la adaptación del cuestionario a otra cultura, como lo indican los autores.
Un tema relacionado al anterior, es el del método utilizado para obtener la clasificación de estilos y el efecto que éste tiene en la distribución de padres por estilos. Para determinar los estilos con el modelo cuatripartita de estilos de crianza (Maccoby & Martin, 1983), nosotros utilizamos las medianas de las prácticas disciplinarias y las de crianza tomando en cuenta los efectos de la edad de los niños. Este método nos pareció adecuado, pero no es usual; por ejemplo, en otros estudios se utilizan tercentiles para clasificar los casos según su ubicación en los extremos superior e inferior de las dimensiones incluidas. Sin embargo, este método descarta a un número importante de padres; por ejemplo, en un estudio de padres de adolescentes utilizando este método y el modelo de exigencias y responsividad, calculamos que 52% de los padres fueron descartados de los análisis (Musitu & García, 2004). Otro método que tiene la ventaja de no descartar a padres, y que se ha utilizado con padres de adolescentes o de preescolares, consiste en determinar estilos por la calificación en varias subescalas, que representan factores de cada estilo, pero las subescalas usualmente se forman con un pequeño número de reactivos (3 a 10), si se califica alto en las que miden estilo autoritario, se acepta que ese es su estilo dominante (e.g., Dwairy, 2004; Roopnarine et al., 2006; Winslar et al., 2005). Nuestro argumento es que las subescalas con tan pocos reactivos suelen mostrar poca confiabilidad, aunque esto no siempre es correcto (Moore, Halle, Vandivere & Mariner, 2002), y además de lo señalado antes por Gamble y colegas (2007), esto puede sumarse a las razones que expliquen la falta de replicabilidad en los estudios (Gamble y cols., 2007; Winslar et al., 2005).
En cualquier caso debemos considerar que, en el esfuerzo presente, la escala elegida no había sido utilizada antes para propósitos semejantes a los de este estudio, que por esta razón mostramos que los coeficientes alfa de las subescalas son muy adecuados (0,79-0,96), que debido a las características de la medida seleccionada utilizamos las medianas de las calificaciones y que, como señalan los estudios, enmarcar los resultados es de particular dificultad ante la escasez de evidencias empíricas en esta área, no sólo con muestras latinoamericanas (Alonso-García & Román-Sánchez, 2005), sino con caucásicas también (Gamble y cols., 2007; Winslar et al., 2005).
Teniendo presentes tales condiciones, presentamos un análisis de las distribuciones encontradas por estilos en toda la muestra. En este estudio encontramos que las madres se concentraron en indulgentes y en autoritarias, con menor número de autorizativas y mucho menor de negligentes. En cambio, los padres se agruparon en autorizativos, con menor número de indulgentes, y los otros estilos mostraron porcentajes aún menores y semejantes. Estos resultados difieren de la escasa evidencia con una muestra española, una mexicana-americana, y una caucásica, con padres de niños preescolares de varios niveles socioeconómicos (Alonso García & Román-Sánchez, 2005; Gamble y cols, 2007; Winsler et al., 2005), donde las calificaciones de auto-reporte indican que ambos padres son predominantemente autorizativos. Además, encontramos más madres autorizativas con hijos varones que con sus niñas y la proporción inversa con los padres; también encontramos igual número de madres autoritarias con varones y niñas, y más padres indulgentes con varones que con niñas. Sin embargo, estas diferencias no se analizaron en los estudios señalados y requieren de otras evidencias que las confirmen.
Al agrupar a nuestros padres en parejas con estilo común, el acuerdo de estilos ocurrió más con los padres indulgentes; hubo un número menor y semejante que compartían el estilo autorizativo y el autoritario, y hubo pocos en el negligente. Dos estudios multicitados aquí (Gamble et al., 2007; Winsler et al., 2005) son los más cercanos al nuestro; Winslar y colegas (2005) encontraron mayor acuerdo de estilos en padres permisivos, equivalente a nuestras parejas indulgentes, en mucho menor grado con autoritarios, y casi nulo con autorizativos; pero encontraron que solo en el estilo autorizativo las madres calificaban más alto que sus esposos. Gamble y cols. (2007) también encontraron este último resultado, pero mayor acuerdo en el estilo autorizativo. Winslar y colegas (2005) señalan que aunque esta área es importante, poco se sabe al respecto, y concluyen que es importante la semejanza de estilos, pero su argumento apoya más la existencia de desacuerdos que de acuerdos entre parejas. Sin embargo, hemos mencionado varios problemas con estos estudios y además queremos hacer notar que ambos fueron correlacionales y con pequeñas muestras de parejas (n's = 28-57), por lo creemos que es prematuro establecer conclusiones.
En las parejas que no coincidían en su estilo, las madres se concentraron en autoritarias, seguidas de indulgentes, y los padres en autorizativos, seguidos de negligentes. Es interesante notar que en estudios con padres de niños pequeños donde no se dividió a la muestra en parejas con estilo común o diferente, los autores (Alonso-García & Román-Sánchez, 2005) reportan una pequeña tendencia a un número mayor de madres autoritarias y menor de autorizativas, comparadas con los padres; también Roopnarine et al. (2006), al estudiar a parejas caribeñas, encontraron que las madres tendieron a calificaciones más altas en estilo autoritario y más bajas en el autorizativo que los padres. Es decir, los resultados de estos estudios se asemejan a los nuestros con padres que no comparten estilo común, a pesar de que utilizamos un modelo y un método de clasificación diferentes.
Por otra parte, en este estudio no encontramos diferencias en ningún estilo al comparar las prácticas disciplinarias entre madres y padres con estilo común, como sería ideal esperar; y se conservaron mayores prácticas de crianza de madres que de padres en todos los estilos, con excepción de los negligentes. En las comparaciones entre estilos supusimos que las madres y los padres de cualquier grupo pero con estilo autoritario mostrarían más prácticas disciplinarias severas que las madres y los padres autorizativos. En el grupo con estilo diferente no encontramos ninguna evidencia a favor de estos supuestos; en las parejas que compartían estilo, las autoritarias sí tenían más prácticas disciplinarias que las autorizativas, aunque esta diferencia no fue muy clara en los esposos. Supusimos también que las parejas indulgentes tendrían más prácticas de crianza que las autorizativas, pero esto no se confirmó en ningún caso; sin embargo, las calificaciones de crianza de las primeras tendieron a ser mayores que las de las segundas.
En cuanto a la identificación y comparación de las expectativas por estilos, encontramos que las expectativas no sólo fueron diferentes entre estilos, sino que el patrón fue consistente por género, en las parejas con estilo común y en las que no compartían estilo. En el caso de las parejas con estilo común autorizativo, ellas mostraron expectativas significativamente más altas que las de padres autoritarios y las de negligentes. Es interesante notar que las parejas indulgentes tuvieron expectativas intermedias entre las de parejas autorizativas y autoritarias, pero fueron más altas que las de negligentes. En madres y padres con estilo diferente encontramos un patrón de diferencias menos claro, pero semejante al anterior; las únicas diferencias significativas fueron entre ambos padres autorizativos comparados con los negligentes. Estos resultados están de acuerdo con los hallazgos de Baumrind (1971) acerca de que los padres autoritarios tienen expectativas irreales. Pero los resultados coinciden parcialmente, ya que en la población estudiada, y tal vez en la población iberoamericana, los padres con "preocupación", o que demandan más del desarrollo de sus niños corresponden a los autorizativos y a los indulgentes. En contraste, los autoritarios tal vez ejercen mayor control porque "esperan" poco de sus niños, siendo el caso extremo el de los negligentes que esperan aún menos de ellos y hacen esfuerzos mínimos para favorecer la auto-regulación en sus niños. Estos resultados son importantes porque evidencias acumuladas por décadas indican que las expectativas irreales sobre las capacidades de los niños están fuertemente relacionadas con el maltrato infantil (Rickel & Becker, 1997), y sorprende que esta dimensión no sea incluida en los estudios específicos sobre estilos de crianza.
Los hallazgos más interesantes de este estudio los podemos apreciar mejor al resumir con el hecho de que las parejas con estilo común y autorizativas tuvieron gran número de prácticas de crianza y las expectativas más altas comparadas con las madres y los padres de parejas que no compartían estilo. El caso de las parejas indulgentes llama la atención por sus expectativas intermedias, mientras que sus prácticas de crianza fueron las más altas, pero sus prácticas disciplinarias fueron muy bajas, incluso un poco menores que las de negligentes de su propio grupo. Pero los padres varones con estilos autorizativo o indulgente se beneficiaron con más prácticas de crianza cuando los primeros compartían el mismo estilo con su pareja; además, estos padres, con estilo autorizativo, tuvieron expectativas más altas que cualquier grupo. Pero este fenómeno parece funcionar también en sentido inverso, dado que los varones autoritarios que compartían estilo tendieron a mostrar más prácticas disciplinarias severas y menos prácticas de crianza que sus semejantes del grupo que no coincidía en estilo. Con estos hallazgos solo podemos especular sobre la fuerte influencia que pueden ejercer las mujeres en los esposos cuando comparten estilo, al potenciar en ellos sus prácticas positivas o negativas, y sus expectativas también. Además, este argumento parece razonable porque en las comparaciones realizadas existe mayor acuerdo entre madres que entre padres con estilo común o no. Por ejemplo, encontramos más prácticas de crianza adecuadas en las madres que en los padres, aún después de aplicar el modelo de estilos, lo que confirma evidencias donde las madres de niños pequeños muestran consistentemente más prácticas de crianza que los padres (Solís-Cámara y cols., 2002). Creemos que estos resultados con los estilos autorizativo e indulgente apoyan la importancia del estilo común en las parejas, y probablemente, sean significativos en sus efectos de socialización. Evidencia de un estudio con varios cientos de familias indica que las competencias del niño pequeño se desarrollan más adecuadamente en parejas que comparten la creencia en que su relación es de apoyo mutuo (National Institute of Child Health, 2004), lo que suponemos implica un estilo común.
Finalmente, varias limitaciones del estudio deben comentarse aquí por su importancia para futuros estudios. En primer lugar, en este estudio no se controló el nivel socioeconómico (NSE), y los estudios muestran que las variables de NSE están fuertemente relacionadas con la crianza (Lila & Gracía, 2005; Rosenkrantz-Aronson & Huston, 2004; Solís-Cámara & Díaz, 2002). Sin embargo, a favor del estudio podemos agregar que los resultados se basaron en una muestra grande y representativa de la población, comparada con las muestras usuales de estudios semejantes. En segundo lugar, no se evaluaron efectos de socialización; sin embargo, las evidencias de un gran estudio longitudinal indican que los estilos de crianza con disciplina severa, en contraste con los de apoyo, de padres de niños pequeños (1-4 años de edad), se asociaron con mayor número de problemas de conducta en la adolescencia (Pettit, Laird, Dodge, Bates & Chris, 2001). En suma, se debe considerar la escasez de estudios sobre estilos de crianza de parejas con niños pequeños, particularmente con muestras latinoamericanas; y si agregamos que esos pocos estudios no han obtenido mucha evidencia consistente, creemos importante enfatizar que los nuevos estudios en esta área debiesen incluir el enfoque multimétodo-multirasgo en la valoración, tanto objetiva como cualitativa, de los estilos, así como debiesen incluir la valoración de efectos de socialización, la percepción propia del niño sobre los estilos de los padres, y la calidad marital, con muestras mayores a las usuales.
REFERENCIAS
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Recepción: Febrero de 2007
Aceptación final: Febrero de 2008
1 Correspondencia: PEDRO SOLÍS-CÁMARA R., Centro Universitario de la Ciénega, Laboratorio de Psicología: Investigación e Intervención, Universidad de Guadalajara, Apdo. Postal #2-322, 44280 Guadalajara, Jalisco, México. Correo electrónico: psolis@mexis.com