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Revista de Psicología (Lima)
versión impresa ISSN 0254-9247
Rev. psicol. (Lima) vol.34 no.1 Lima enero/jun. 2016
IN MEMORIAM
Luis Antonio Trelles Montero (3 de setiembre 1942 - 23 de febrero 2001)
Recordando a Lucho
Trazar una semblanza de papá, Luis Trelles Montero, en la revista que Cecilia Thorne León, su esposa y mi mamá, dirigió durante 20 años y a la que ambos contribuyeron, me transporta a algunos de los momentos más felices de mi niñez y que han marcado el camino que yo elegí. Es imposible pensar en ellos sin recordar esa entrañable amistad y colaboración profesional que marcó su relación.
Neurólogo de profesión, fue educado en Perú, Francia y Bélgica. Volvió al Perú, en una época difícil, a trabajar por el país. Se integró como profesor de la Pontificia Universidad Católica del Perú y de la Universidad Peruana Cayetano Heredia y rápidamente ganó la admiración de sus alumnos. Una persona segura de sí misma y carismática; un líder natural. Sirvió como director del Instituto de Ciencias Neurológicas, presidente de la Sociedad Peruana de Neurología, director de la Beneficencia Pública y viceministro de Salud. Fue pionero de la resonancia magnética en el Perú, miembro de la Academia Nacional de Medicina, director de la Revista Peruana de Neuropsiquiatría y autor en más de un centenar de publicaciones. Poseía un gran sentido de responsabilidad y compromiso con el país que plasmó en su actividad docente, el impulso del desarrollo profesional de sus discípulos y en el servicio a sus pacientes. Nos dejó abruptamente, en medio de su actividad médica, mientras pasaba rondas, entre sus pacientes, colegas y alumnos. Se fue cuidando de sus pacientes y enseñando. Se fue haciendo, tal vez, lo que más le gustaba.
Hoy, 15 años después de su temprana desaparición, quisiera no solo recordar su importante legado intelectual, sino también el espíritu que estuvo presente en todo lo que hizo y que aún nos acompaña. Papá era un hombre afable y bondadoso, sin tapujos y transparente, de aquellos que la vida no maltrata sino fortalece. Fue un padre y esposo cariñoso, un amigo y hermano generoso, siempre de buen humor, provisto con un comentario agradable, vivía riéndose de las idiosincrasias de la vida sin dejar que estas afecten su esencia.
Lucho era amante del turrón de Doña Pepa y el merengue; pero, enemigo del chocolate. Conocedor del buen vino, apasionado por la lectura clásica y la historia, culto y conocedor del mundo; pero sobre todo buen entendedor de la vida y la humanidad. Disfrutaba de una conversación, le encantaba intercambiar ideas y apreciar la vida. Un hombre profundo, que tenía una energía interna que lo mantenía siempre en movimiento. Un romántico secreto, gustaba de los libros de Jane Austen, las películas de Lubitsch y un buen western.
Parece irónico que la inesperada naturaleza de su muerte traiga vida a la última memoria que tengo del él. Yo comenzaba la carrera de medicina y lo estaba ayudando con un estudio en resonancia magnética funcional en pacientes con dislexia. La posibilidad de estudiar redes neuronales que explicaran la biología detrás de las enfermedades neuropsiquiátricas lo tenían muy emocionado. Había pasado el último año entrenándose en estudios funcionales para traerlos al Perú y por fin comenzaba su primera investigación. Era tarde, un jueves de verano, y mis amigos me llamaron para salir. Yo por algún motivo me sentía muy intranquila de dejarlo, cosa que no compartí con él, y decliné la invitación. El se comenzó a reír y me dio un consejo que siempre me acompaña: "encuentra algo que te apasione; pero no te olvides que para disfrutarlo no puede ser el centro de tu vida". A los 10 minutos estaba en camino. Fue la última vez que lo vi.
Si la vida le diera una tarde para vivir, seguro nos llevaría a Paris a caminar por los jardines de Luxemburgo y luego a un café a conversar, a preguntarnos cómo hemos estado. Seguro pediría una buena botella de vino, y un lomo con papas fritas, y estoy segura que nos haría reír. Si conociste a Lucho o quieres recordarlo, sonríe, dile a tu mujer que es linda, dale tu último y mejor bocado de comida a tus hijos, mira un buen partido de fútbol, lee un libro, llama a tus hermanos. Detén lo que estés haciendo y haz un "salud" por la vida.
María del Pilar Trelles Thorne
Seaver Autism Center for Research and Treatment
Icahn School of Medicine at Mount Sinai, Nueva York, NY