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Psicologia para América Latina
versión On-line ISSN 1870-350X
Psicol. Am. Lat. no.24 México jun. 2013
ARTÍCULOS
Autovaloración de los estilos parentales
María Antonieta Covarrubias Terán1; Adrián Cuevas Jiménez2
Facultad de Estudios Superiores Iztacala, UNAM, México
RESUMEN
Actualmente diversas investigaciones han señalado que la diversidad de discursos sociales y psicológicos ha propiciado una pérdida de seguridad en los padres y madres, lo cual ha repercutido en muchos casos en la confianza para educar a sus hijos; confianza que en otro tiempo otorgaban con certeza las costumbres antiguas. Esta situación pone en tela de juicio la imagen parental y su capacidad educativa, es decir, la autovaloración de su propio estilo parental, elemento central que regula la educación de los hijos y que traen consigo implicaciones en el desarrollo infantil. Se plantea la autovaloración que tienen padres y madres respecto a sus estilos de crianza, con hijos en edad escolar, pertenecientes a una institución educativa de clase media. En la muestra estudiada se encontró que esta valoración parental hace referencia tanto a características favorables como desfavorables para el desarrollo de sus hijos, encontrando tres tendencias respecto a su autovaloración parental: 1) aquellos que se valoran en una práctica firme y segura; 2) algunos que se perciben en una práctica llena de dudas e inseguridad; y 3) otros que se asumen en una práctica ambivalente.
Palabras clave: autovaloración, parental, padres, madres, estilo.
RESUMO
Atualmente, várias pesquisas têm apontado que a diversidade dos discursos sociais e psicológicos tem propiciado uma perda de segurança em pais e mães, no qual repercutiu em muitos casos de confiança para educar seus filhos; confiança que em outros tempos, com certeza, concederam tradições antigas. Esta situação coloca em questão a imagem dos pais e a capacidade educativa, ou seja, a autoestima de seu próprio estilo parental que regem a educação de seus filhos e que trazem implicações para o desenvolvimento infantil. Este trabalho propõe a autoestima que têm pais e mães sobre seus estilos de criança, com filhos em idade escolar, pertencentes à uma instituição de ensino de classe média. A amostra estudada desta avaliação parental refere-se a tanto a características favoráveis como desfavoráveis para o desenvolvimento de seus filhos, encontrando três tendências sobre a autoestima dos pais: 1) aqueles que são valorizados em uma empresa de prática e segura; 2) alguns que se encontram em atividade cheia de dúvida e insegurança e 3) outros que assumem uma prática ambivalente.
Palavras-chave: auto-avaliação, pai, pais, mães, estilo.
ABSTRACT
Currently, several studies have pointed out that the diversity of social and psychological discourses has led a loss of security in fathers and mothers, which has taken impact in a lot of cases, on trust to educate their children; confidence that once gave certain old traditions. This situation puts into question the parental image and educational capacity, i.e., self-assessment of its own parental style central elements governing the education of their children and who bring with them implications for child development. This work proposes self-assessment who fathers and mothers have concerning their styles of parenting, school-age children, belonging to an educational institution's middle class. The sample found that this parental assessment refers to both favorable characteristics as unfavorable for the development of their children, finding three trends regarding parental self-esteem: 1) those who are valued in a practice firm and safe; 2) some parents who perceived in a practice full of doubt and insecurity and 3) another parents who they take in practice ambivalent.
Keywords: self-assessment, parent, parents, mothers, style.
Introducción
Hoy día se tiene la sensación de que ser padre o madre es una tarea más complicada que antes, y esta situación es fuente de una preocupación constante. Probablemente, porque los padres y madres de hoy tienen más conciencia de su rol, de su responsabilidad y al mismo tiempo cuentan con más información y exigencias sociales que generan cambios sobre sus prácticas de socialización parental (García, Ramírez & Lima, 2000; Valdivia, 2008; González & Landero, 2012) y sobre la percepción que ellos tienen de su rol (Riquelme, Rojas & Jiménez, 2012). Dicha situación se refleja en sus criterios y valoraciones sobre las metas e ideales que persiguen para con sus hijos e hijas, los cuales regulan o guían su acción educativa día a día, aunque no lo tengan claramente razonado y explicitado. En generaciones pasadas los padres y madres educaron a sus hijos sin cuestionarse si hacían lo correcto, si dañaban la autoestima o si creaban un trauma emocional (García, Ramírez & Lima, 2000; Prado & Anaya, 2004). Sin embargo, hoy una gran cantidad de padres reflexionan y/o buscan directa o indirectamente asesoría o retroalimentación respecto de su labor parental. La búsqueda de orientaciones de cómo educar al niño o niña se ha convertido en una necesidad para muchos padres y madres, lo que a la vez ha inducido a los especialistas a la producción de manuales y prontuarios para la educación de los hijos; incluso esta orientación se ha extendido para aquéllos que aún no son padres o madres, pero pronto lo serán (Covarrubias y Cuevas, 1998). De esta forma, los libros de orientación han adquirido gran popularidad y numerosos padres y madres han recurrido a ellos en busca de consejos y consuelos por no estar seguros de cómo afrontar los problemas que plantea la crianza de sus hijos. Sin embargo, autores como Nardone, Giannotti y Rocchi (2003) afirman que la bibliografía pedagógica presenta a los padres y a las madres una serie de conceptos, mitos, afirmaciones seudocientíficas y posiciones ideológicas no verificadas que se han divulgado por los medios de comunicación y que se han legitimado a pesar de que se trata de aplicaciones erróneas de las teorías y descubrimientos científicos. Esto ha desorientado a muchos padres que, en lugar de proporcionar una guía a sus hijos por medio de la complejidad de la vida, han sido empujados a crear en torno a ellos una zona segura que les proteja de la realidad externa, vivida como no controlable y peligrosa. Esta proliferación de consejos médicos-psicológicos ha propiciado una pérdida de seguridad parental destruyendo de este modo la confianza de los padres, misma que en otro tiempo daban con certeza las antiguas costumbres, mientras hoy generan una incertidumbre, aumentando su ansiedad, angustia y dudas (Lipovetsky, 2002; Bettelheim, 1999). Este contexto ha conducido, como apunta Esteinou (2007), a un debilitamiento relativo de autoridad parental, en el sentido de una disminución del desempeño que los padres y madres estaban acostumbrados a mantener en forma privilegiada. Lo anterior conlleva a una valoración personal respecto al rol parental que los padres y madres emplean en la educación de sus hijos. Situación que pone en tela de juicio la imagen parental, su capacidad educativa, la decisión de su estilo parental y la autovaloración 3 del mismo, elementos centrales que regulan la educación de su hijos y que traen consigo implicaciones en el desarrollo infantil. En este contexto se plantea como objetivo de este trabajo investigar la autovaloración que tienen padres y madres de clase media respecto a sus estilos de crianza. Los estilos de educación familiar se definen en función de la manera como en cada hogar se combinan las dimensiones de afecto, comunicación, disciplina y control (Palacios, 2000; Gottman, 2005). El estilo parental hace referencia al comportamiento de los padres y madres con respecto a sus hijos en la interacción cotidiana; es la forma de guiar el proceder de sus hijo en una determinada dirección, a partir de lo que ellos, como progenitores, consideran apropiado y deseable en sus hijos para su integración social (Rodrigo & Palacios, 2000). Por supuesto, cada estilo parental está construido sobre un motivo colectivo susceptible de ser reconocido por sus pares, de acuerdo con su historia personal, su psicología, su estatus social, sus orígenes. Estos factores orientan el estilo de relación entre los individuos e implican valores, creencias y emociones entre padres y madres e hijos que van creando y dando forma a la interacción afectiva de la familia (Le Breton, 1999; Rodrigo & Palacios, 2000; Raya, 2009). Elementos metodológicos Las directrices de este trabajo toman como punto de partida la investigación cualitativa, la cual permite descubrir y producir conocimiento sobre la vida de las personas, de su historia, de sus relaciones interpersonales, de sus acciones, emociones o creencias aprehendidas en y de su realidad social. Considera las relaciones de los participantes entre sí y con el ambiente al que pertenecen, así como los significados que construyen, entendiendo que la realidad se construye socialmente y que los individuos inmersos en ella son actores interpretativos que crean un orden social y significados construidos socialmente. En consecuencia, el comportamiento de las personas es el resultado de una estructura de relaciones y significaciones que operan en la realidad, en un determinado contexto social, cultural e ideológico. Realidad que no es la misma para todas las personas, sino que es estructurada y construida por cada uno de los individuos (Sánchez, 2012; Ibáñez, 1994; Castro, 1999; Amuchástegui, citado en Szasz & Lerner, 1999). Muestra La investigación cualitativa permite el estudio de la experiencia y de la acción humana en el triple contexto de lo social, de lo cultural y de lo histórico, y el estudio se orienta a los significados que elaboran las personas en torno a su realidad, es decir, se considera a los sujetos como interpretes activos de sus experiencias y como productores de significados sobre sus mundos, de manera que el tamaño de la muestra no se define en términos de criterios para una validación y generalización estadística (Sánchez, 2012; Martín-Crespo & Salamanca, 2007; Fernández, 2009); en se sentido, los sujetos del presente estudio no se seleccionaron por esos criterios estadísticos. Características de la población Se trabajó con padres y madres de clase media, atendiendo a la propuesta de Esteinou (1999) de abrir nuevas líneas y vertientes de investigación en relación a la problemática de la familia en diferentes grupos sociales, como es el caso de la clase media (o estratos medios), la cual desde su punto de vista ha recibido poca atención en nuestro país. Asimismo, Castro (1999) señala que los participantes y situaciones de estudio deben ser abordados en un plano micro, donde las particularidades interpretativas de los procesos sociales puedan ser aprehendidas. Los participantes fueron 10 padres y 10 madres de clase media, con estudios a nivel técnico o profesional y con hijos de ambos sexos entre 6 y 12 años, que pertenecían a la misma institución educativa de educación básica y de carácter privado, ubicada en un municipio del Estado de México que forma parte del área metropolitana de la Ciudad de México. Estrategia de Investigación La investigación se basó en la aplicación de entrevistas a profundidad a los sujetos de estudio para indagar acerca de su autovaloración con respecto a sus estilos de crianza, considerando que dichas entrevistas permiten conocer y entender las perspectivas y significados de las experiencias, sentimientos o situaciones personales que el entrevistado tiene sobre su vida y expresa en sus propias palabras (Vela, citado en Tarrés, 2001). Las preguntas que guiaron las entrevistas fueron: ¿Cómo se describiría como persona?, ¿cómo se considera como mamá o papá?, ¿cómo ha vivenciado la relación con sus hijos?, ¿cómo considera que es su estilo de crianza? Procedimiento Se llevó a cabo una reunión informativa con los padres y madres de la institución que reunían las características requeridas para esta investigación, y a quienes se les explicó el trabajo a realizar e invitándolos a participar de manera voluntaria. Con las parejas que accedieron se realizaron por separado las entrevistas en profundidad. Las entrevistas se transcribieron con la finalidad de analizar la información. Se identificó la información transmitida de manera no verbal, como son: gestos, silencios, reacciones, proximidad, movimiento del cuerpo, tono y volumen de voz, así como la estructuración del discurso (Fontana & Frey, 1994, citado en Tarrés, 2001).
Es decir, se identificaron sus expresiones: lo que expresaban y lo que no expresaban, así como percibir otras situaciones que denotaran algún elemento cognitivo y afectivo (silencios, sarcasmos, ironías, titubeos…). Se señalaron, a través de símbolos, aquellos elementos que permitieran dar cuenta de aspectos relevantes tales como énfasis, silencios, tono, volumen4.
Posteriormente, se categorizaron los fenómenos por medio del examen de los datos línea por línea. Dicha categorización tuvo como objetivo desarrollar conceptos. Los datos de este código son la configuración de frases y significados interrelacionados (Ratner, 1997).
Por cuestiones éticas, los nombres de los participantes se cambiaron utilizando seudónimos.
Resultados y análisis
En la práctica cotidiana de los estilos de crianza, cada padre y madre frecuentemente se pregunta si lo que hace o lo que dice es lo correcto y si es lo mejor para sus hijos; algunos lo hacen de manera intencional y conciente, otros son mínimamente confrontados por sus resultados, como se aprecia con lo que señala Lucía: "Soy una mamá que los impulsa, motiva, que le echen ganas cuando compiten".
O, como dice Liliana:
Ahora soy flexible, no soy dura, cuando sí tengo que ser de plano, / yo digo pues que soy buena mamá, porque yo les pregunto a ellos (>) ¿qué no les gusta de mí?, -¡Ay pues que luego eres bien gritona-, es todo lo que me dicen – o – Que nos regañas-, (>) ¿pero, por qué te regaño?, yo siempre la volteo, porque no hice esto o aquello -/ Considero que los estoy educando bien porque cuando mis hijos han ido a una casa, me siento muy orgullosa porque me dicen: ¡Mira que niños más educaditos tienes! -, digo bueno, entonces voy bien /.
El testimonio de estas mamás refleja una autovaloración positiva; además de que se alude a la retroalimentación social como indicador de que tienen una buena relación con sus hijos. Y es a partir de la relación Yo-otro, que retroalimentan y autovaloran su práctica como positiva o favorable en el desarrollo de sus hijos; como argumentaría Bajtín (2000), el otro tiene una relación significativa sobre mí.
En algunos casos la autovaloración parental deriva de un proceso de reflexión y resignificación de las prácticas parentales a las que estuvieron expuestos; como es el caso de Arturo:
El otro día estaba haciendo un análisis de conciencia y decía bueno creo que he sido un buen padre, he tratado de convivir con mis hijos, les he tratado de dar lo que está dentro de mis posibilidades, a lo mejor a veces hasta les doy más de lo que necesitan. Pero bueno, a lo mejor como yo de niño no lo recibí, como éramos demasiados de familia, creo que he sido un buen padre, considero que he hecho bien las cosas.
Como se puede apreciar en este fragmento, existe un proceso de reflexión en este padre como resultado de su trayectoria de vida, que en su actual ejercicio paterno configura, media y le da sentido a su propia práctica parental. De esta manera, Arturo, según el planteamiento de Prado y Anaya (2004), evita la privación de sus hijos para que no sufran por una carencia de satisfactores, porque considera que a él le causó frustración. Por tanto, realiza lo necesario para que sus hijos no experimenten lo que él vivió de pequeño.
Si ubicamos la posición de Arturo, se corresponde con lo que estos mismos autores categorizan como generación de los padres obedientes. Para esta generación el discurso actual consiste en valorar el respeto a los hijos y procurar su bienestar físico y emocional, ya que, en general, la mayoría de los padres de la generación anterior no tenían preparación técnica o profesional y mucho menos recibieron una orientación de cómo ser "buenos padres" a nivel familiar o social. Estos padres y madres cuando fueron pequeños vivieron rodeados de numerosos hermanos, por lo que muchos lamentan no haber recibido una atención individual. También se sintieron forzados a asumir una autonomía que sus padres y madres les dieron tempranamente, por lo que experimentaron responsabilidades que algunos consideraron perjudiciales para su desarrollo. Estas experiencias en sus familias de origen, han generado resentimientos hacia ese estilo de vida y educación, y ahora que son padres y madres desean evitarlas, y en el mejor de los casos, corregirlas o mínimamente mejorarlas.
Sin embargo, Prado y Anaya (2004) señalan que estas carencias o privaciones no deben ser vistas como deficiencias o abandono por parte de sus padres y madres, ya que ellos respondieron a requerimientos de su propio contexto familiar y social. Los autores agregan que hoy día los padres y madres no sólo procuran darles a los hijos una carrera profesional, sino que también tratan de que estudien en las mejores escuelas sin importar el precio; los saturan de clases y actividades extracurriculares sin importar el sacrificio y el tiempo que invierten.
En los datos también fue posible identificar otra tendencia de autovaloración parental, como se puede ver enseguida: "Me considero un papá cariñoso, amoroso y estricto, estricto en el sentido de que yo soy el que tiene que imponer los castigos" (Mauro).
O como menciona Fernando:
Yo creo que como papá soy muy tolerante, (>) soy muy consentidor, porque bueno si solamente estoy dos días a la semana y esos dos días a la semana no los consiento lo que ellos quisieran es como desperdiciar dos días de esa semana.
En estos testimonios, la autovaloración parental hace referencia a la relación afectiva y se advierte una tendencia a una autovaloración favorable, es decir, los fragmentos citados refieren la valoración que cada padre y madre hace respecto a su estilo parental, denotando atributos culturalmente positivos, los cuales, a su vez, favorecen y median sus procesos de autorregulación cognitiva y afectiva.
Estos padres denotan, como señala Farkas (2008, citado en Riquelme, Rojas & Jiménez, 2012), una autoeficacia parental entendida como un conjunto de creencias personales sobre las propias capacidades para ser buen padre, es decir, creen en sus propias habilidades que los hace sentir más satisfechos y capaces.
Al respecto, en la Tabla 1 se presenta la autoevaluación de los padres y madres respecto a su rol parental y se sintetiza la conceptualización que cada padre y madre tiene respecto a su parentalidad.
Es preciso señalar que los procesos relacionados con la afectividad, como la autoestima, autoimagen y autoconcepto, constituyen un marco de referencia desde el cual el actor interpreta su realidad y sus experiencias. Son dimensiones de la afectividad que influyen en su autovaloración e identidad, como puede apreciarse con la población aquí reportada.
En la autovaloración de los estilos de crianza de los padres y madres también aparecen en sus narraciones valoraciones donde califican sus prácticas como negativas o desfavorables. El siguiente fragmento es un ejemplo de ello:
Soy exigente y / por eso que estoy ahí porque (>) quiero que lo hagan bien, pero muchas veces.… se puede decir que he cometido el error de estar con ellos, cuando ellos solos pueden buscar y encontrar la solución / (Yoselín).
Como se puede observar en este fragmento, Yoselín, como parte de su rol materno, guía a sus hijos para que realicen sus actividades de manera adecuada, sin embargo, en ocasiones ha interpretado su rol de guía como "dar la solución a un problema o situación", con lo cual ha excedido su papel al resolver sus conflictos. Estilo materno que inhibe -o al menos retarda- el proceso de autorregulación tanto cognitivo como afectivo, ya que, como es sabido, quien tiende a dar "una solución" promueve una relación de dependencia.
Por otro lado, el siguiente relato evidencia -nuevamente- que la tarea central del padre no es sólo criar a los hijos, sino favorecer su desarrollo afectivo.
Me considero un mal papá, como que me falta mucho, más acercamiento con ellos, ser más cariñoso, entenderlos más, por eso me siento malo en ese aspecto y estar más con ellos…. (3) no soy firme, porque en ocasiones impongo un castigo, soy muy duro, en ocasiones digo: "¡ayy!", (<) me remuerde mucho, digo: (<) "bueno, ni modo" (Víctor).
Así, cuando Víctor no cumple esta función, se autovalora como un mal padre. Esto se corresponde con lo que Fernández (1982)5 aduce como el mito de la maternidad, el cual es aplicable, en las familias actuales, a ambos padres, en el entendido de que los padres piensan tener menos hijos para proporcionarles más y mejores condiciones de desarrollo. Sin embargo, se trata de un espejismo que intenta reducir la tarea parental, cuando en realidad dicha tarea continúa siendo la misma con más hijos, incluso incrementándose por las exigencias de una ideología en pro de la infancia.
Acorde a las políticas de evaluación, los padres y madres también autoevalúan su estilo parental en términos numéricos, tal y como lo ilustra Celia:
En una escala del 1 al 10, yo creo que 6, porque yo procuro tenerles todo lo que a mi me corresponde, pero en eso de que a veces los trato con gritos o los hiero, a veces igual con palabras pues sé que eso no está bien ¿verdad? / A veces sí pongo reglas no las llevo a cabo, sí pongo castigos no se los cumplo, entonces como que digo "no, no, no definitivamente" (tono y gestos de preocupación) (2) ahora si que no me están tomando en serio, entonces pues no muy buena es la forma en que los educo /. Yo por más que voy a cursos y pláticas y todo eso, no me sale, yo sé que a mi SÍ ME HACEN FALTA, yo veo que todo lo que nos dan ahí mi esposo lo lleva a cabo, yo le digo: "a ti quién te enseñó tanto, a ti quién te enseñó a tratarlos", "el sentido común, la lógica", y yo por más que quiera, por eso me desespero (tono y gestos de ansiedad, muerde las uñas).
Siguiendo el discurso de esta madre, y acorde a los criterios de calidad educativa de algunas instituciones, prácticamente Celia se asigna una calificación aprobatoria mínima (en los criterios más exigentes se reprueba en su práctica parental), aludiendo a una falta de control de sus emociones e inconsistencia en las reglas que establece, lo cual le genera -aunque no lo señala explícitamente- un sentimiento de angustia y culpa. Para contrarrestar dicha situación, y en esta misma lógica, ella recurre a asesorías calificadas para que coadyuven al ejercicio de su maternidad, lo que constituye una estrategia ad hoc respecto a las políticas contemporáneas.
Sin duda alguna, algunos padres y madres tienen claridad y son congruentes con sus prácticas parentales, pero es necesario reconocer que estar al frente de una amplia jornada parental requiere un gran esfuerzo, serenidad y balance, que confronta con frecuencia sus acciones, su cotidianidad y dirección de la educación de los hijos. Por lo que es posible que tengan una tendencia a valorar su práctica como incierta o con constantes dudas, generándoles en muchos casos ansiedad y angustia. Imprimiendo, como diría Le Breton (1999), un estilo particular construido sobre un motivo colectivo que orienta y distribuye sus valores que alimentan su afectividad.
En el discurso cultural existe la idea de que los padres y madres, además, se miden y valoran en función de los resultados de sus hijos, como se puede en lo que dice Mary: "Creo que me estoy equivocando cuando los niños se portan mal, cuando no hacen bien las cosas como yo espero", o en lo que señala Alexis: "Yo creo que sería hasta que mis hijos se realizaran que yo pudiera decir, sabes, que fui buen padre o mal padre".
En cuanto a la vivencia de esta madre y este padre se puede decir que tiene relación con lo que argumentan Khazanovich y Shlenke (2000), quienes señalan que la eficacia de las creencias está generalmente relacionada a las expectativas de la tarea lograda. Se identifica en las narraciones de estos padres -hablando genéricamente- que las acciones de sus hijos constituyen un elemento de retroalimentación y, en consecuencia, de evaluación de su ejercicio parental. Pero dichas creencias son, en términos de Castoriadis (1988), significaciones imaginario-sociales, ya que no se considera la propia actividad de los hijos y, a su vez, otras fuentes de influencia como Vigotsky (1995) plantea. O, en palabras de Bajtín (2000), es pensar por medio de los otros, cuyo discurso -y acciones- pueden usarse para revelar las dimensiones ocultas de nuestro yo. De esta forma, pensar por medio de los otros resulta un acto de crítica y liberación, así como un descubrimiento, como también lo deja ver Clara en el siguiente párrafo:
Creo que estoy entre el desorden, pruebo a hacer esto, pruebo a hacer aquello, pero no me voy en una línea recta y decir "bueno pues me voy sobre ésta y aunque me equivoque, no". Hay veces en que leo documentales y digo "¡Ay! aquí dice que debo de hacer esto", ah pues ahí voy y lo hago y no me funciona y si alguien me dice "no deberías de hacer esto" ¡ah! pues ahora me voy por acá, entonces voy así como probando de muchas cosas…. (2) de la televisión o de una persona en específico ¿no?, puede ser, por ejemplo, de alguna vecina que yo veo que algo le funciona… (4). Trato de hacer mi mejor esfuerzo, pero finalmente no he llegado a algo que funcione y los tengo confundidos porque no saben ellos que esperar de mí ¿si?, porque a veces reacciono de una manera, a veces de otra, a veces les hago una indicación que en otras ocasiones no se las hacía ¿si?, entonces no soy constante / no me queda claro qué hacer, porque te digo te pueden dar consejos pero todas las personas son distintas ¿no?…. No sé como tratarlos porque pierdo muy fácil el control de mi misma.
En el discurso de Clara no hay una ruta trazada para la disciplina de sus hijos; ella toma indicadores de diferentes lados y con ello la manera de pensar de otros, sean estos vecinos, información documental, medios masivos de comunicación, los cuales le hacen reflexionar, pero en su caso, más que ayudarla, la confunden. Tenemos entonces que la autovaloración parental está en concordancia con la claridad o confusión de las acciones parentales.
De manera parecida, Aura relata su experiencia:
Pareciera que soy la madrastra del cuento, porque no puedo evitar estarlos reprendiendo, estarlos corrigiendo y sí siento que muy poco los premio, los gratifico (gestos de tristeza). A veces, me siento muy firme, poderosa, y otras veces me voy por los suelos y siento que sí me hace falta ayuda de muchas cosas, / me siento ansiosa de tener más conocimientos, que me beneficien en el caso de mis hijos, aprender cómo puedo guiarlos mejor, pero en ocasiones caigo en el conformismo.(4) indudablemente yo soy como que la guía, la que va llevando las riendas, ve por acá y vete por allá, y vete por acá, y eso me desespera y me angustia, porque no sé si sea el camino adecuado o si lo estoy haciendo bien, o si hay mejores formas que se facilite de hacerlo. Me desespero, me disgusto conmigo misma por no ver resultados (gestos de enfado), entonces me digo, no lo estoy haciendo bien (tono y gestos de desesperación), pero tampoco hay alguien que me diga estas fallando en esto, tienes que hacer….
En el caso de Aura, además de calificar negativamente su persona, ella expresa abiertamente la sensación que le produce esta desvaloración: angustia, desesperación, ansiedad, confusión, enojo; y una necesidad también de ser retroalimentada para poder guiar a sus hijos.
Como puede apreciarse en los fragmentos anteriores, aparece una confusión de muchos padres y madres respecto a su estilo parental, planteándose lo adecuado e inadecuado de sus prácticas y la necesidad de una opinión externa que los regule, avale o mínimamente que los retroalimente, lo cual corresponde a un valor actual. Esta confusión genera en ellos sentimientos abrumadores que ensombrecen su actividad, suscitando una perspectiva compleja ante el mito social de imágenes de un estándar de felicidad. En la búsqueda de alternativas frente a esta situación, algunos padres y madres asisten periódicamente al ciclo de conferencias impartidas en la institución por un experto en la materia6, cuyas temáticas abordan la parentalidad, crianza y educación, lo cual significa en los padres y madres una perspectiva multidimensional.
No tener confianza en cómo debe actuarse es lo que hace tan difícil para los padres y madres la toma de decisiones respecto a sus hijos. Muchos de ellos, aun disponiendo de los recursos adecuados, siguen confusos, se muestran indecisos y se sienten culpables cuando llega el momento de delimitar un programa de actuación para sus hijos que también a ellos les resulte cómodo (Clemes & Bean, 2001).
A partir de los argumentos anteriores, se puede decir que la valoración que tienen los padres y madres sobre su estilo de crianza refleja su posición frente a sus prácticas. Para algunos de ellos el ejercicio de la parentalidad constituye una práctica ambivalente, ya que oscilan entre actuar con dudas o con firmeza y seguridad. Otros experimentan incertidumbre, al estar confundidos en la certeza de sus prácticas y medirse con los resultados de sus hijos. En otros padres y madres se puede apreciar una postura de confianza, tanto en su discurso como en su lenguaje paralingüístico (tono, gestos, ademanes).
Para ilustrar esto, la Tabla 2 muestra la autovaloración materna y la Tabla 3 la autovaloración paterna, al respecto de los rubros anteriores.
Como puede apreciarse, la autovaloración del estilo parental en las madres aparece con mayores dudas e inseguridad con respecto a los padres. Mientras que éstos autoevalúan su estilo de actuación parental con menos dudas, con firmeza y seguridad. Tanto padres como madres ejercen todos los estilos de crianza. Sin embargo, es necesario reiterar que la información de las tablas no se presenta como dato estadístico, además de que desde la teoría sociocultural la esencia de ser hombre y mujer -al igual que la esencia de ser padre o madre- no implica ni un determinismo biológico ni cultural, sino la aceptación explícita de que los sujetos están situados7 en un contexto y ejercen prácticas tanto sociales como parentales concretas de un grupo cultural y en un momento histórico específico (Dreier, 1999).
Particularmente, la manera en cómo inciden estos padres y madres en sus prácticas tiene que ver con la tarea parental a tratar y la interacción temporal diferencial con sus hijos. Cabe señalar que las madres participantes conviven mayor tiempo con sus hijos que los padres (debido a que 9 de 10 son amas de casa), lo cual implica y da lugar a una mayor probabilidad y frecuencia de enfrentamientos con los hijos, principalmente debido a que tienen que resolver frecuentes problemas cotidianos, aplicar reglas familiares y a que requieren promover innovaciones y ajustes operativos. Es decir, no es lo mismo la tarea de formar hábitos a únicamente dirigir una tarea, establecer un decreto o participar de una tarea más grata (como en el caso de los padres quienes participan con sus hijos sobretodo en situaciones de esparcimiento y descanso). Retomando los conceptos de Vigotsky, se diría que en el proceso de endoculturación con los niños hay situaciones más fáciles de regular que otras. Tal vez esta situación suscita más dudas e inseguridad en las madres que en los padres, ya que la frecuencia de sus prácticas son diferenciales y cada una pone el acento en distintos aspectos, lo cual determina el tipo de decisiones o guía a seguir. En este sentido, desde la teoría sociocultural el desarrollo de un individuo tiene su génesis en la vida social y se da por medio del proceso de co-construcción de los fenómenos psicológicos y no meramente constituye o es producto de la influencia social externa sobre la persona o un producto del desarrollo individual, ya que se encuentra inmerso en un ámbito cultural. La vertiente más clara de esta perspectiva es que el conocimiento es situado, es decir que guarda una relación con las condiciones o situaciones particulares que vive cada persona y los procesos psicológicos, como fenómenos parciales, están anclados en los procesos históricos.
Discusión
A partir de la relación yo-otro, como señala Bajtín (2000), los padres y madres retroalimentan y califican sus prácticas parentales, las cuales median la autorregulación cognitiva y afectiva, ya que constituyen un marco de referencia desde el cual pasan como actores, e interpretan su realidad. En la muestra aquí estudiada se encontró que esta valoración aludió tanto a características favorables como desfavorables para el desarrollo de sus hijos, encontrando tres tendencias respecto a su autovaloración parental: 1) aquellos que la valoran como una práctica firme y segura; 2) algunos que manifiestan una práctica llena de dudas e inseguridad; y 3) otros que se perciben con una práctica ambivalente.
1) Una práctica firme y segura. Los padres y madres perciben que establecen normas, una adecuada comunicación, convivencia y relaciones afectivas y de tolerancia con sus hijos.
2) Una práctica con dudas e inseguridad. Algunos de los padres y madres reflejaron una autovaloración rigurosa respecto de sus estilos parentales y de su persona, al valorar como desacertado de su parte: a) solucionarles los problemas a sus hijos, b) no estar tiempo suficiente con ellos (en el caso de algunos papás), o c) no controlar sus emociones o ser inconsistente en ellas. Este último aspecto es señalado sobre todo por las madres, quienes se plantean la necesidad de una opinión externa. Estas vivencias provocan en ellos confusión, incertidumbre, indecisión, y evocando, asimismo, sentimientos abrumadores (culpa, miedo, angustia) que perturban sus decisiones y acciones para concretar la idealización cultural de un modelo de felicidad. Lo anterior redunda, para muchos de ellos, en una falta de confianza en el ejercicio de su parentalidad.
3) Una práctica ambivalente. Los padres y madres ubicados en esta tendencia oscilan entre actuar con dudas y firmeza, y a menudo se evalúan en función de los resultados de sus hijos. En términos de Geertz (2000), es pensar a través de los otros para revelar las dimensiones ocultas de mi yo.
De esta manera, los datos encontrados permiten señalar que las madres de este estudio, a diferencia de los padres, presentaron mayores comentarios de dudas respecto de su ejercicio parental. Posiblemente esto pueda deberse a lo que Fisher (2000) señala como estilos diferenciales para resolver situaciones conflictivas, donde se enseña que la principal característica masculina es la búsqueda pragmática de soluciones, mientras que el estilo femenino es disertar sobre la problemática de manera reiterativa.
Asimismo, esta diferenciación probablemente está relacionada con la proporción diferencial del tiempo de convivencia de cada padre y madre con sus hijos. Tiempo en que la madre, además de resolver los problemas cotidianos, como parte de su rol, forma hábitos y regula las acciones de sus hijos.
La paternidad y maternidad al ser prácticas dinámicas traen consigo situaciones disyuntivas, confrontativas y adversativas, por señalar algunas, que pueden de momento desestabilizar y confundir a los padres y madres ante la decisión de una acción, generándoles dudas y cuestionando, según, Clemes y Bean (2001), las decisiones adoptadas. Cabe acotar que cuando los padres se muestran indecisos en la relación con sus hijos, se afecta su sentimiento de seguridad y su noción de bienestar. Las investigaciones acerca del desarrollo señalan que los padres y madres que se muestran indecisos, ofrecen a sus hijos un contexto para ser caprichosos y dominantes, y se instaura un clima de tensión y conflictos interfamiliares cada vez mayores. Por el contrario, si los padres y madres se muestran decididos, firmes y propositivos, los hijos comprenden que se dicen las cosas en serio, que están decididos a seguir adelante y que no se dejan manejar a su gusto y con caprichos (Covarrubias, 2002; Nardone, Giannotti & Rocchi, 2003; Hidalgo & Palacios, 2002).
Sin embargo, es necesario aclarar que, en ocasiones, aún los padres y madres seguros de su estilo presentan dudas en sus prácticas y puede ser que varíe su tendencia en cómo se perciben en ese momento. No es privativo de los padres y madres que declaran tener dudas constantes, más bien, es una condición inherente de la misma práctica parental. Por tanto, es errado decir que todas las acciones parentales, sean favorables o desfavorables, determinan los resultados de sus hijos, ya que desde la perspectiva sociocultural se reconoce que existen otros agentes con los que los hijos co-construyen relaciones, participando, actuando y tomando decisiones activamente.
La cuestión central y más importante de las prácticas parentales es la manera en cómo analiza, responde y resuelve cada padre y madre sus propias dudas y sus errores, ya que es lo que regula su apreciación, valoración e intervención cotidiana. Asimismo, consideramos que, a largo plazo, hay más beneficio que los padres y madres actúen con decisión y firmeza, aunque se presenten los inevitables errores parentales. Errores que incluso les proporcionan tanto a los padres y madres como a los hijos, la oportunidad para corregirlos conjuntamente, con lo cual se fortalece la confianza, comunicación y seguridad familiar. Y de esta forma, como diría Le Breton (1999), se establece un proceso de mediación en el que se modelan acciones, expresión de sentimientos y percepciones sensoriales.
Las diferencias que cada padre y madre experimentan respecto a las formas en las que se debe educar a los hijos, en una cultura donde domina un discurso contemporáneo que señala que los padres y madres deben ser flexibles, afectuosos, y satisfacer todas y cada una de las necesidades de sus hijos, están relacionadas con la posición y ubicación que cada padre y madre ocupa. En principio, como señala Dreier (1999), no todo lo que conforma la práctica social es como lo vive el individuo, puesto que éste depende del contexto social particular en el que se ubica, y desde donde toma una perspectiva y un lugar. No es la misma vivencia, por ejemplo, ser madre con una doble jornada, a estar de tiempo completo al cuidado de los hijos, puesto que se pone en juego el equilibrio trabajo-familia y la corresponsabilidad familiar (Riquelme, Rojas & Jiménez, 2012).
Para cada una de las madres participantes -y de los padres en general- sus posturas o puntos de vista personales guían sus transiciones entre diferentes contextos, orientándose a sí mismos y redirigiendo sus actividades de acuerdo a sus preocupaciones en el contexto presente, lo que les permite continuar con otras preocupaciones y posturas particulares por medio de los contextos.
Lo que suscita dichos discursos sociales y subyace en estos padres y madres, es una severa autocrítica en muchos de ellos respecto a su persona, sus acciones y decisiones; lo que les genera un estado de confusión, indecisión e incertidumbre, además de sentimientos de culpa, angustia, miedo y frustración. La severidad en su autocrítica resulta de la apropiación de los múltiples, y en ocasiones contrastantes, discursos que la cultura les proporciona respecto del deber ser como padre o madre, y con los que ellos intentan resignificar sus roles confrontándolos con una amplia gama de dimensiones afectivas y cognitivas.
Es indispensable señalar que los padres y madres de esta investigación discuten, buscan y algunos otros encuentran alternativas a lo que identifican como errores; lo cual da lugar a reconfigurar, desde su posición social, una postura para constituirse en padres y madres de más calidad. En este proceso -con distinto grado de involucramiento y participación-, se apoyan en la asesoría de profesionistas en la materia, con la intención de esclarecer, corregir y guiar su paternidad y maternidad. Situación que reafirma y nutre positivamente su imagen parental.
Asimismo, es necesario reconocer que de facto ser padre y madre en la actualidad es una labor ardua y compleja. No debemos perder de vista que los cambios sociales ocurridos en las últimas décadas en el contexto latinoamericano, tales como la inserción de las mujeres al ámbito laboral, la reducción de la natalidad, el aumento de divorcios, la participación de los padres en la crianza de los hijos y la diversidad de familias, entre otros, traen consigo un conflicto y replanteamiento en los roles y participación familiar que redunda en un autoconcepto parental (Riquelme, Rojas & Jiménez, 2012). Situación que cruza de alguna manera sus prácticas parentales, suscitando en ellos múltiples formas de pensar, sentir y actuar, que distan mucho de la idealización social de la maternidad y paternidad generada por el mito de concebirlas como un estado ideal, sencillo y fácil de ejercer.
Por lo que, al vivenciar la parentalidad, se manifiesta una contradicción entre estas dos ideas; situación que suscita en algunos padres y madres, como ya se mencionó, emociones conflictivas (culpa, estrés, angustia).
Hoy día, existen nuevos discursos, diversos y cruzados, que implican prácticas parentales más complejas; es decir, la cultura delimita a través de normas, costumbres y rituales, el qué y cómo sentirse ante un evento (Le Breton, 1999; Shweder, 1984), y cuando no existe coherencia entre las vivencias y las valoraciones de cada persona, se genera confusión emocional y múltiples contradicciones.
Un aspecto relevante en las familias aquí estudiadas es que en el proceso de cambio, los padres y madres están gradualmente convirtiéndose en co-responsables de la educación de los hijos/as, permitiéndose valorar y reflexionar acerca de su estilo parental. Proceso de cambio efectuado, como señala Dreier (1999), mediante el ejercicio de re-evaluar, re-considerar y re-configurar sus vivencias, lo que les lleva a decidir y asumir nuevas posturas.
Referencias
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1 antonic@campus.iztacala.unam.mx
2 acuevas@campús.iztacala.unam.mx
3 Entendemos por autovaloración parental la apreciación o evaluación que hacen los padres y madres respecto de sus estilos de crianza, lo cual comprende creencias, percepciones y actitudes acerca de sí mismos.
4 Los símbolos de transcripción de las entrevistas estuvieron basados en Psathas, G. (1995).
/ | Fragmentación del testimonio. Indica que se ha eliminado palabra, frase(s) o fragmentos más extensos, que no representa lo que se quiere aludir. |
(:) | Indica que el sonido anterior es prolongado (se fu:::e tarde). |
(>) | Señala la entonación. Psathas (1995), para referirse a este aspecto, utiliza como símbolo una flecha que apunta hacia arriba para marcar que sube la entonación. En esta investigación se modifica el símbolo original, empleando el gráfico que indica mayor, tratando de respetar la intención de indicar aumento. Este cambio se realiza para agilizar la señalización en las viñetas. |
(<) | Para indicar que la entonación baja, se emplea de acuerdo al autor una flecha que apunta hacia abajo. Con el mismo propósito que el punto anterior, se emplea el símbolo matemático que indica menor, para aludir a una entonación baja. Ambos símbolos se señalan antes de que suba o baje la entonación. |
(Subrayado) | La palabra subrayada hace referencia al énfasis en el diálogo. |
(MAYÚSCULAS) | Las letras mayúsculas se usan para indicar aumento en el volumen. |
(Nº) | Los números entre paréntesis informan de los segundos empleados en la longitud de un intervalo, es decir, los silencios en la conversación. |
((Descripciones)) | Las palabras dentro de doble paréntesis aluden a aquellos fenómenos que no pueden ser fácilmente deletreados, como toser, el timbre del teléfono, los suspiros, etcétera. |
5 Publicado también en Fernández (1984).
6 Estas conferencias son impartidas por el Dr. Isauro Blanco, para mayor información ver enlaces: www.anuies-noroeste.uso.mx; www.radioformula.com.mx y www.gandhi.com.mx
7 Situado no se refiere a una noción temporal o espacial, sino a concebir a la persona como una totalidad, en actividad en y con el mundo; y en ver qué agente, actividad y mundo se constituyen mutuamente; en lugar de ver a la persona como un cuerpo receptor de conocimiento real sobre el mundo (Lave y Wenger, 2003).