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Vínculo

 ISSN 1806-2490

     

 

ARTIGOS

 

Implicaciones y complicaciones del trabajo con grupos - administrando diferencias. Incluir - excluir - convivir1

 

Implicações e complicações do trabalho com grupos - administrando diferenças. Incluir - excluir - conviver

 

Implications and complications of working out with groups - managing differences. To include - to exclude - to live together

 

 

Maria Cristina Rojas2

Associação Argentina de Psicologia e Psicoterapia de Grupo. Departamento de Família
Associação de Psicólogos de Buenos Aires

Dirección para correspondencia

 

 


RESUMO

Esta conferência se refere em primeiro lugar à sociedade expulsiva e seus efeitos nos vínculos e na subjetividade. Assinala que os grupos reproduzem a exclusão social, a qual se vê também favorecida pelo individualismo da época e da lógica consumista. Têm por sua vez, a possibilidade de se constituírem em espaços transicionais, inclusivos. A intervenção clínica, demarcada em uma perspectiva vincular em psicanálise, aborda distintos eixos conceituais e operacionais, entre eles, o narcisismo em sua dimensão erótica e tanática; a ternura, contraposta à relação de domínio; e a configuração do grupo, com os caracteres das redes, que aqui se delineiam. Analisa em seguida certos traços excludentes do pensamento moderno, e destaca a passagem da diferença à diversidade. Examinar tais concepções pode proporcionar o emergir de práticas clínicas inclusivas. Para finalizar, propõe algumas condições que possibilitam os processos de inclusão no âmbito educacional.

Palavras-chave: Inclusão, Expulsão, Redes, Diferença, Diversidade.


RESUMEN

Esta conferencia refiere en primer término a la sociedad expulsiva y sus efectos en los vínculos y la subjetividad. Señala que los grupos replican la exclusión social, lo cual se ve también favorecido por el individualismo de época y la lógica consumista. Pero tienen a la vez la posibilidad de constituirse en espacios transicionales, inclusivos. La intervención clínica enmarcada en una perspectiva vincular en psicoanálisis aborda distintos ejes conceptuales y operacionales, entre ellos, el narcisismo en su dimensión erótica y tanática; la ternura, contrapuesta a la relación de dominio; y la configuración del grupo con los caracteres de las redes, que aquí se delinean. Analiza luego ciertos rasgos excluyentes del pensamiento moderno y destaca el pasaje de la diferencia a la diversidad. Examinar dichas concepciones puede conducir a la emergencia de prácticas clínicas inclusivas. Para finalizar, plantea algunas condiciones que habilitan los procesos de inclusión en el ámbito educacional.

Palabras clave: Inclusión, Expulsión, Redes, Diferencia, Diversidad.


ABSTRACT

This conference refers first to the expulsive society and its effects on the links and the subjectivity. It shows that groups reproduce the social exclusion, what is also favored by nowadays individualism and the logic of consume. But at the same time they have the option of become transitional spaces, which are inclusive. The clinical intervention framed in a relational perspective in psychoanalysis takes different conceptual and operational axis, like narcissism in its dimension of life and death, tenderness, in opposition to the relationship of domain, and the group configuration of the group with the features of the nets, that are delineated here. The conference then analyses some key characteristics of the modern though and underline the passage from the difference to diversity. To examine these conceptions can lead to the emergence of inclusive clinical practices. Finally, it presents some conditions that permit the processes of inclusion in the educational ambit.

Keywords: Inclusion, Expulsion, Nets, Difference, Diversity.


 

 

La sociedad expulsiva: sus efectos en los vínculos y la subjetividad

Estudios sociológicos señalan una peligrosa franja social ligada a desocupación y aislamiento, en la cual ubicamos a gran parte de los habitantes de nuestros países latinoamericanos; mientras que, en el extremo de las poblaciones ya excluidas, carencias muy severas afectan la autoconservación y fracturan la constitución misma de la subjetividad y el modo de estar con otros. Ello favorece que se trasmitan y reproduzcan la violencia y la exclusión, que conmueven las pertenencias y desbaratan la identidad.

Las condiciones de indigencia y la falta de amparo e inclusión generan un cierto secuestro de la subjetividad, que se ve afectada y diluida. La idea de secuestro ha sido trabajada en Argentina en relación con los desaparecidos durante la dictadura militar, y es abordada hoy, entre otros, por colegas colombianos que analizan las implicancias de los secuestros constantes que viven en su entorno. Dicen así Soler y otros (7): “En el secuestro el poder alcanza su máxima perversión, donde los organizadores básicos “No robarás” “No matarás” no sólo se trasgreden sino que se fusionan en el robo de la vida de otro”.... “El secuestrado y su familia quedan inermes frente a un poder alienante que decide su vida o muerte, su mutilación o quiebra”.

Esta experiencia de inermidad e impotencia grafica una de las situaciones extremas del poder excesivo en su eficacia arrasadora del sujeto. La salida del rehén o el secuestrado depende de otros, él está imposibilitado de confrontar y decidir acerca de su propia vida: en este punto –que define su objetalización- relaciono dicha situación extrema con la del excluido, al menos mientras éste permanezca en el aislamiento y la falta de participación en redes transformadoras.

El propio neocapitalismo, montado sobre la divisoria incluidos/ excluidos, genera esa otra forma de violencia social que padecemos, la violencia delincuencial, al impulsar el ataque desde la marginalidad, que parece buscar la apertura de brechas en un sistema expulsivo. Robar, matar, secuestrar/ ser robado, matado, secuestrado constituye un juego de opuestos definido por la propia cualidad de un régimen social que instaura la rivalidad especular y criminosa. No hay lugar para todos: vastos grupos se hallan condenados a no ser ni poseer; matar deja pues lugares ilusoriamente vacíos, robar cambia de lugar posesiones prohibidas. Por otra parte, muchos otros suelen encontrarse en constante estado de amenaza, por la posibilidad de engrosar las filas de los excluidos. Para los “incluidos”, el marginal delincuente encarna al enemigo. Así puede llegar a definirse un virtual combate entre unos y otros, que recubre la situación de afectados sociales de todos.

Dado que la propia sociedad, a través de sus grupos e instituciones y más allá de la familia, participa en la producción de subjetividad, una sociedad que no reconoce al sujeto fisura el contrato narcisista y afecta los referentes identitarios. El sujeto, dice Piera Aulagnier, (1) ve en el conjunto el soporte ofrecido a una parte de su libido narcisista; a cambio de ello, el grupo reconoce que sólo puede existir gracias a lo que la voz del sujeto repetirá. Este contrato asegura a cada uno un lugar y es garantía de pertenencia y continuidad. Hoy se hace visible su quiebre, con la consecuente pérdida de apoyaturas subjetivas y la posible perturbación del autorreconocimiento.

Podemos así relacionar la precariedad del sentimiento de identidad, una de las dimensiones de la integración yoica, con la levedad de las pertenencias. En un mundo sin sostén y en flujo constante, el sujeto parece requerir y tiende a construir puntos de consistencia que conformen equilibrios situacionales dinámicos: ello se sustenta en tramas de pertenencia, siendo ésta la dimensión sociovincular de la identidad; de allí el valor insustituible, situándonos ya en los ámbitos de la salud y la educación, de operar en la configuración de lazos inclusivos.

Si el modo de exclusión de la locura fue la reclusión, el modo de exclusión de los no consumidores es la expulsión, sostiene Lewkowicz. (3) Los expulsados no deben entrar, están condenados a una suerte de inexistencia. Hay pues un “adentro” y un “afuera” determinados por un eje: el consumo. Adentro, la pertenencia, afuera, la casi inexistencia. Esto plantea al Psicoanálisis amplios interrogantes, que conducen, según creo, a investigar las formas de subjetivación propias de quienes habitan la exclusión. También se reformulan los modos del pertenecer, del compartir, del dar y el recibir, fundamentos mismos de las vinculaciones humanas.

Dado que el trabajo ha ocupado un lugar importante en nuestra sociedad en lo que hace al sostén subjetivo e identitario, la sociedad del “no trabajo” nos exige volver a pensar estas y otras cuestiones. La desocupación sin esperanzas de pronta reocupación es crítica y desapuntalante: ¿será posible conformar nuevas identidades y posiciones subjetivas como modo constructivo de salida de la grave situación de riesgo psíquico? Las nuevas identidades serán tales en tanto estén regidas por otros centros y referentes que las identidades previas, es decir, más allá de los ejes vedados, como consumo y ocupación; de tal manera, podrían dejar de ser no-identidades o marginalidad, ya que ésta se define tomando como eje y referencia el propio sistema expulsivo.

La angustia de desamparo, tan ligada a la fragilidad del Estado y sus posibles coberturas, da lugar muchas veces y en particular en los jóvenes a la búsqueda de refugio en grupos autoritarios, de características violentas y alienantes, ya que otras pertenencias sociales –trabajo, estudio, recreación- no son accesibles o devienen débiles e inestables.

En noviembre de 2002 un diario de Buenos Aires publicó una entrevista a un médico cardiólogo, quien se ocupaba del incremento de los problemas del corazón en la Argentina de la catástrofe. El mismo relató al periodista el siguiente experimento. “Ud. pone un gato en una jaula y en la jaula de al lado, pegada, pero sin acceso una a otra, un ratón. Pasan los días y el ratón ve que el gato no se acerca, pero no sabe si en algún momento podrá hacerlo; vive padeciendo una amenaza constante que no se hace efectiva, pero tampoco desaparece. El ratón empieza a perder peso, tiene taquicardia y mil problemas de salud; finalmente se muere. El estrés crónico lo llevó a ese final”. (“Clarín”, 3/ 11/ 2002)

El dramático experimento me evocó sucederes humanos característicos de las que, a partir de Bettelheim, se denominaran situaciones-límite, también designadas como situaciones de traumatización extrema, y creo que podemos examinarlo en relación con las eficacias del estado de amenaza de exclusión, que torna a muchos vulnerables.

Sabemos que, a diferencia del ratón, el psiquismo humano cuenta con condiciones elaborativas y pensantes que pueden, en ocasiones semejantes a la descripta, preservar una supervivencia más allá aun de lo autoconservativo. Creación e ilusión, productividad representacional transformadora del mundo, son intrínsecas a la condición humana, constituida en la producción simbólica. No obstante, en situaciones de catástrofe y ruptura social el desmantelamiento sin relevos de las lógicas y la afectación del propio pensamiento y de la palabra suponen un factor de riesgo que es, para la supervivencia del psiquismo, lo que el hambre a la sobrevida del cuerpo. ¿Cuáles serían entonces las operatorias y condiciones que pueden permitir al humano transitar situaciones potencialmente traumáticas, persistentes y acumulativas, sin sucumbir a esa violencia social con el arrasamiento de la propia subjetividad ni convertirse, como el ratón aludido, en víctima de una autoaniquilación generada por la constancia de la angustia y el terror? Interrogante crucial hoy para un Psicoanálisis que aspire al abordaje de la subjetividad amenazada o excluida; y de modo particular, para quienes operamos con grupos humanos, por el reconocido valor de los mismos en estas problemáticas.

La exclusión social difiere de la catástrofe natural: carece de instantaneidad o de final previsible, se trata las más de las veces de una forma de existencia relacionada con alteraciones profundas y persistentes del ámbito social, lo cual implica un alto grado de exigencia de trabajo psíquico para los sujetos que la habitan. Por otra parte, las carencias tolerables tienen cierto margen más allá del cual aparece alguna forma de ruptura, la angustia vinculada al fracaso de la posibilidad de establecer ligaduras y realizar procesos elaborativos.

Los distintos agrupamientos tienden a replicar, en sus modos de vinculación, la exclusión social, y esto se ve también favorecido por el individualismo de época, que reniega a menudo del ser-con-otros; y por la vigente lógica consumista, que torna a los otros descartables. No obstante, los grupos tienen la posibilidad de constituirse en espacios transicionales, aptos también para la inclusión, en tanto funcionen como redes de sujetos heterogéneos, discriminados, abiertos a los intercambios entre ellos mismos y con otros, ligados por vínculos recíprocamente apuntalantes, que toleran la diferencia y la diversidad; en los que exista la posibilidad de circulación del poder (heterarquía, diferenciada de la jerarquía cristalizada en un solo vértice inmutable.)

La configuración en redes se contrapone al aislamiento patologizante, conforma un dispositivo antiautoritario y contracultural que florece al calor de la crisis de la modernidad y sus verticalismos. Las redes, por lo demás, son redes de sujetos portadores de proyectos. (6)

La intervención clínica enmarcada en una perspectiva vincular en psicoanálisis toma en cuenta la configuración de tales modalidades relacionales, que habilitan pertenencias creativas, abordando distintos lineamientos conceptuales y operacionales. Uno de ellos, es el trabajo con la dimensión narcisista de los vínculos, en sus distintas vertientes. Como configurante del lazo, el narcisismo de vida liga de modo constructivo y contribuye al sostén y la mutualidad; en su exceso o distorsión, narcisismo de muerte, aliena y hace obstáculo a la consideración de la alteridad y ajenidad del otro.

Otro vector refiere a la concepción psicoanalítica de la ternura, ese derivado de la pulsión sexual coartada en su fin que procede del cuerpo teórico freudiano y a la cual podemos ubicar como sustento del lazo de cuidado y protección; ella fundamenta la posibilidad de pensar al otro del vínculo como un sujeto, se contrapone por ende a la relación de dominio y fundamenta las vinculaciones solidarias. Sustenta la permanencia del vínculo en sus distintas modalidades: familiar, conyugal, fraterno, amistoso. Contribuye entonces a conformar el grupo humano; recíprocamente, éste la habilita y sostiene.

Las prácticas de cuidado (alimento, abrigo, afecto), señala Ulloa, (8) colaboran a la constitución subjetiva de la ternura y la dimensión ética, las que se ven afectadas en alto grado por la exclusión social.

La relación de dominio presupone en cambio un sujeto dominante, que resulta incapaz de experimentar al otro como otro-sujeto, perdiendo él a su vez su propia aptitud para la ternura. Estamos pues en el terreno de la objetalización, donde rige una indiferenciación narcisista en la que uno de los dos, victimizado, se diluye en el otro.

En cuanto al trabajo de las diferencias, cuando éstas se definen al modo de la desigualdad jerárquica, no circulante, aparecen efectos de violencia.

El vínculo entre los seres implica de manera inevitable la disarmonía, lo imposible, las vicisitudes del poder. Supone los interjuegos de la distancia y la fusión, los encuentros que siempre soportan desencuentros; el conflicto y la paradoja nunca están ausentes. La presencia de los otros, con su alteridad y ajenidad inasible, ejerce sobre cada sujeto exigencias de trabajo psíquico: reconocimiento, tolerancia a la frustración, ruptura del espejo narcisista, alteración de la imagen de sí, renuncia pulsional; en fin, todo ello implica exigencias, sí, pero a la vez habilita la transformación subjetiva y activa los procesos de autoorganización y complejización del ser humano.

La autoorganización es propia de las organizaciones abiertas, entramadas en un mundo en flujo constante, modalidad con la cual hoy pienso tanto a la familia, los grupos e instituciones como al sujeto. La organización abierta también fluye y se modifica; por ende, en ese fluir requiere, para acompañar los cambios de la red global, la emergencia de cualidades nuevas: estos son los procesos autoorganizativos por los cuales las organizaciones se transforman. Señalaré aquí la paradoja propia de la autoorganización, ya que si bien ésta constituye una forma de autonomía, no se trata de una autonomía con el modelo moderno de la libertad. En esta perspectiva, en cambio, para ser autónomo hay que depender y cada organización para autoorganizarse y generar cualidades nuevas tiene que tomar permanentemente elementos del medio. (4)

O sea: devenir autónomo supone al mismo tiempo depender, en el sentido de la interdependencia. Concepción contrapuesta al individualismo epocal, que acentúa en alto grado el malestar y hace aparecer al otro como amenaza al propio ser, al instaurarse como ideal la realización solitaria, en desmedro de la intersubjetividad.

 

El pensamiento excluyente: diferencia y diversidad

El propio pensamiento moderno, impregnado por la disyunción y el binarismo, sostuvo -quizá a su pesar - modalidades de exclusión que, ya en el terreno específico del Psicoanálisis, impregnaron de sanción intervenciones supuestamente “neutrales”. Mencionaré solamente dos ejemplos, de los muchos posibles que se hallan hoy en revisión y dan lugar a actualizaciones teóricas y clínicas: una, la heterosexualidad como ideal social se corresponde con la homosexualidad abordada como enfermedad, patología de la indiferenciación, en relación con la teoría falocéntrica; otra, la familia burguesa como ideal social se corresponde con la idea de que las otras configuraciones familiares serían desviaciones o patologías de dicho modelo; en relación con los lugares y funciones fijos y preestablecidos de la estructura elemental de parentesco, consonantes con el modelo burgués. Dado que las teorías constituyen el fundamento de nuestras prácticas clínicas, examinar tales concepciones a la luz de nuevos paradigmas podrá ir conduciendo a la emergencia de prácticas no discriminatorias o excluyentes, aunque seguramente, porque eso es ineludible, marcadas por ciertas ideologías del tiempo actual y por la implicación del propio analista.

No obstante las innegables variaciones propias de la época, que han acrecentado la multiplicidad, entiendo que si hoy podemos tomar en cuenta, a nivel de la familia, la pareja, los grupos, el sujeto, la sexualidad, una diversidad antes existente, pero considerada como patología o distorsión respecto de un “metro patrón”, ello se ve habilitado por conceptualizaciones que desplazan los modelos únicos y las definiciones cerradas y completas.

Los modelos unificados excluyeron las diferencias, al considerarlas excepciones, ruido o perturbación de la rigurosidad de los conceptos. En el pensamiento marcado por la complejidad, acorde a nuevas lógicas, ya la excepción no confirma la regla, ella puede constituir, en cambio, otra configuración.

La vigencia de un pensamiento de la diversidad nos permite ir más allá de la diferencia entre dos términos: la diversidad puede existir entre dos o n términos, al tiempo que un término diverso no se define por la negación del otro.

Laplanche (2) pone en consideración los términos diferencia y diversidad en su análisis de la sexualidad. Señala que la diferencia desde el comienzo implica una polaridad, una dualidad; siempre se plantea entre dos términos. Por el contrario, la diversidad puede existir entre dos elementos, pero también entre n elementos. Un color no se define por la negación del otro, ni siquiera el blanco y el negro.

Se establece, en relación con esto, un pasaje de la diferencia absoluta a la diversidad, en la cual los términos diferenciados no definen una unidad conformada a partir de la complementariedad. No hay opuestos ni complementos, hay dos que pueden pensarse en términos de lógicas suplementarias. La diversidad remite a lo múltiple, a la variedad que no se deja subsumir en un patrón. Tampoco se define lo diverso a partir de un eje único, destacando la diferencia como propia de una sola condición. En la diferencia enmarcada en la diversidad no se interponen jerarquías, productoras de desigualdad.

Amplias revisiones teóricas van permitiendo al Psicoanálisis, de tal modo, exonerar a ciertas prácticas sexuales del terreno de la enfermedad, y poner en consideración las diversidades sexuales y genéricas propias del mundo de hoy. Destaco entonces que, al sustituirse homogeneidad por heterogeneidad y diversidad, en un mundo que fluye, se transforman también las ideas y prácticas psicoanalíticas.

Veamos ahora la otra cuestión planteada, ya en el área vincular: el pensamiento occidental durante mucho tiempo entronizó a la familia de primeras nupcias (denominada “intacta” o “completa” por los sociólogos) en el lugar de la normalidad; desde la perspectiva de la diversidad pienso, en cambio, en distintas configuraciones familiares, todas ellas con sus problemáticas específicas, cuestión que he trabajado con anterioridad. (5)

Durante largo tiempo, las familias ensambladas, por ejemplo, se construyeron al margen de las reglas - inexistencia del divorcio, ilegalidad de las nuevas uniones- Esas “falsas familias”, como llegó a denominárselas, eran rechazadas socialmente. Dicha inicial trasgresión se ha ido convirtiendo en una configuración socialmente integrada y validada por la ley. La aceptación social de formas familiares diversas favorece la consolidación de esas familias y el procesamiento de su peculiar situación por parte de todos sus integrantes.

Por lo demás, las modelizaciones aptas para pensar las diversidades familiares habrán de considerar distintas peculiaridades de una pertenencia definida por variables múltiples, y singularizada en cada familia. En las familias ensambladas, para seguir con el ejemplo, el grupo habrá de incluir e integrar hijos diferenciados por distintas cualidades, como aquéllos que conviven y los que no; integrantes que provienen de diferentes familias de origen y se han visto atravesados por otras historias transgeneracionales; una pareja con escasa historia, y relaciones parentofiliales previas a la conyugalidad. Es preciso, entonces, concebir la pertenencia, alejándonos de lógicas binarias, con distintos grados y cualidades diferentes, estableciendo una diversidad intracategorial. No se tratará pues de la tajante contraposición digital, pertenecer o no.

La problemática de la pertenencia aparece en el ensamble a través de la regular emergencia en la interfantasmatización familiar del miedo a quedar excluido de la familia en vías de construcción. El fantasma del no lugar circula en el grupo; cuando se fija en un integrante suele generar trastornos en el sujeto así designado.

La propia escena clínica fue poniendo de manifiesto la insuficiencia de los modelos únicos para asistir la diversidad. Nuestras prácticas, de tal manera, “se excedían” respecto de sus esquemas de referencia, hasta volcarse sobre los mismos, modificándolos. La conceptualización de tales “excesos” creados a partir de la singularidad de cada caso, en su entrecruzamiento con nuevos referentes del pensamiento, va constituyendo propuestas novedosas, enlazadas a la originalidad de la práctica clínica hoy. En ese arduo, aunque creativo camino, estamos empeñados.

Luego, pensar en “las” parejas y no “la” pareja, en “las familias” y no “la familia”, es posible a partir de un cambio en los paradigmas teóricos que nos permiten leer más allá de la diferencia entre dos términos, la multiplicidad de modelizaciones posibles. Las parejas y familias que aparecen en nuestros consultorios se autodefinen de formas diferentes y organizan contratos de mucha mayor singularidad que la pareja y la familia burguesas, reguladas y pautadas por la cultura en muchos de sus funcionamientos. Entiendo que si pensamos a estas “parejas y familias otras” con paradigmas antiguos, podemos producir alguna índole de exclusión y sufrimiento a partir de nuestras intervenciones. De ahí los requerimientos de actualizaciones ligadas a la diversidad y la inclusión en el amplio campo de la salud mental.

 

Inclusión en el ámbito educacional

Para finalizar, al menos algunas palabras ligadas a la importancia de la inclusión en el terreno educacional. Se ha vuelto fundamental en dicho ámbito el tratamiento de la diversidad, para que las acciones educativas no se constituyan en actividades de exclusión social. Si bien integrar niños con alguna deficiencia en la escuela común se estableció como objetivo generalizado, se trata de un proceso cargado de dificultades que no pueden ser minimizadas. Han de cumplirse, según creo, varias condiciones para que esa integración resulte una auténtica forma de inclusión.

Para ello es preciso el trabajo profesional en equipo, que evalúe de modo permanente al sujeto y al grupo: la inclusión es, en tal caso, a la vez un proceso y una intervención. Sólo si el sujeto es comprendido y apoyado, si el grupo deviene recinto de contención, regulación y construcción psíquica, se habrán logrado las metas. Por lo demás, dadas las condiciones de inclusión el propio sujeto aportará a los vínculos y funciones del grupo, en su dimensión heterogénea.

Considero que el éxito en el proceso de inclusión grupal de un sujeto se sustenta en la transformación de las vinculaciones, con la consiguiente modificación y enriquecimiento del psiquismo de todos los integrantes del grupo, esto es, el proceso de inclusión incluye a todos.

Difícil objetivo en un marco social en el cual excluir y maltratar al diferente es casi la norma. La discriminación por discapacidad, por etnia, por grupo socioeconómico de pertenencia, aun por rasgos físicos o psíquicos desestimados por las exigencias del imaginario social vigente, trastornan los modos de la pertenencia.

Todo ello es reiteradamente observable en el cine y la TV estadounidenses, que han impuesto esas categorías disyuntivas y complementarias: “the losers” and “the winners”, perdedores y ganadores. Lo que en los grupos adolescentes aparece bajo la figura de los jóvenes “populares”... y los otros; fuente de tanta violencia y resentimiento.

Los agrupamientos conforman una apoyatura indispensable del psiquismo, una de las condiciones necesarias para sostener la coherencia de las identificaciones. Para el niño, es la familia, en particular, quien ha de ofrecerle una primera pertenencia que, en el momento inicial, requiere asimetría, fusión, amparo extremo; luego, las formas de pertenecer podrán ligarse a aspectos más discriminados. Es así que la gestión de redes de pertenencia constituye un recurso privilegiado para el abordaje psicoanalítico de la exclusión.

Entiendo que el grupo, pensado en clave de diversidad, se constituye en herramienta inclusiva central. La inclusión ha de ser gestionada con simultaneidad a nivel del sujeto, de la familia y de otras redes sociales de pertenencia.

 

REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS

(1) AULAGNIER, P.: La violencia de la interpretación, Buenos Aires, Amorrortu, 1977        [ Links ]

(2) LAPLANCHE, J.: Castración. Simbolizaciones. Problemáticas II, Buenos Aires, Amorrortu, 1988.        [ Links ]

(3) LEWKOWICZ, I.: Pensar sin estado, Buenos Aires, Paidós, 2004        [ Links ]

(4) MORIN, E: “La noción de sujeto,” en Nuevos paradigmas, cultura y subjetividad, Buenos Aires, Paidós, 1994        [ Links ]

(5) ROJAS, M. C.: “Las diversidades familiares a la luz del psicoanálisis vincular”, Buenos Aires, Actas II Congreso Argentino de Familia y Pareja, 2001        [ Links ]

(6) ROVERE, M.: “Dispositivo de redes”, Conferencia en Foro de Instituciones en Salud Mental, Buenos Aires, 2000        [ Links ]

(7) SOLER. M, y otros: “Secuestro y espacio terapéutico”, en Actas 15ta. Jornada Anual de AAPPG, Buenos Aires, 1999        [ Links ]

(8) ULLOA, F.: “Violencia, marginalidad y malestar en la cultura”, en Actas I Congreso Argentino de Psicoanálisis de las Configuraciones Vinculares, Buenos Aires, 1991        [ Links ]

 

 

Dirección para correspondencia
E-mail: mcrojas@sion.com

 

 

1 Apresentado como conferência de abertura no V Congresso do NESME, Serra Negra, 2005.
2 Psicóloga, membro titular da AAPPG - Associação Argentina de Psicologia e Psicoterapia de Grupo, onde pertence ao Departamento de Família, membro da Associação de psicólogos de Buenos Aires, ex-docente da pós-graduação da Faculdade de Psicologia da Universidade de Buenos Aires, ex-presidente da FLAPAG e autora de diversos livros e de inúmeros textos publicados em revistas e anais de congressos.

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