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Desidades

 ISSN 2318-9282

     

 

TEMAS EM DESTAQUE TEMAS SOBRESALIENTES

 

El androcentrismo y el adultocentrismo en los estudios sobre lo juvenil en Argentina

 

Androcentrism and adultcentrism in youth studies in Argentina

 

Androcentrismo e adultocentrismo nos estudos da juventude na Argentina

 

 

María Victoria Seca Correio

Licenciada en Sociología (UNCuyo, Mendoza, Argentina), especialista en Políticas Públicas (CLACSO) y doctoranda en Ciencias Sociales (UNCuyo). Participa en diversos proyectos de investigación sobre temáticas de juventudes, participación, género y educación. E-mail: victoriaseca@gmail.com

 

 


RESUMEN

Las Ciencias Sociales cuentan con un amplio desarrollo de estudios sobre las juventudes, en especial desde la sociología. En Argentina el retorno democrático se presentó como un punto de inflexión para el crecimiento de los mismos y se fue configurando un universo multicolor de perspectivas y abordajes de las juventudes, generando un consenso sobre la necesidad de no hablar de la juventud en singular, como si fuera algo homogéneo, sino hablar de las juventudes - en plural -, ya que las mismas son diversas, heterogéneas y están en permanente construcción. Las preguntas que guían el artículo son ¿Cómo hacemos visibles las relaciones de género en nuestras investigaciones? Y ¿Cómo accedemos y comprendemos las voces y las experiencias juveniles sin las lentes del mundo adulto? Se plantea una reflexión a partir de la experiencia investigativa y de la mano de aquellos desarrollos teóricos que se encuentran disponibles en la actualidad. Se espera que este trabajo sea un insumo para la producción de miradas críticas en el abordaje teórico de las juventudes en América Latina.

Palabras clave: sociología de lo juvenil, androcentrismo, adultocentrismo, Argentina.


ABSTRACT

The Social Sciences have a wide development of youth studies, especially from sociology. In Argentina, the return of democracy was presented as a turning point for its growth. A multicoloured universe of perspectives and approaches of the youth was shaped. A consensus was generated on the need not to speak of youth in the singular, with a homogeneous character, but to speak of youth - in the plural - because they are diverse, heterogeneous and in permanent construction. The questions guiding the article are: How do we make gender relations visible in our research? How do we access and understand youth voices and experiences without the lens of the adult world? A reflection is proposed based on the research experience and on those theoretical developments that are currently available. It is expected that this work will be an input for the production of critical views in the theoretical approach of youth in Latin America.

Keywords: youth Sociology, androcentrism, adultcentrism, Argentina.


RESUMO

As Ciências Sociais contam com amplo desenvolvimento de estudos sobre a juventude, especialmente sob a perspectiva da sociologia. Na Argentina, o retorno da democracia representou um ponto de inflexão para o crescimento destes estudos e um universo múltiplo de perspectivas e abordagens da juventude foi moldado. Gerou-se um consenso sobre a necessidade de não falar da juventude no singular, como algo homogêneo, mas sim, das juventudes - no plural - por elas serem diversas, heterogêneas e estarem em permanente construção. As questões que orientam o artigo são: como tornar as relações de gênero visíveis em nossa pesquisa? Como acessar e entender as vozes e experiências dos jovens sem as lentes do mundo adulto? Apresentamos uma reflexão com base na experiência investigativa e aportes teóricos atualmente disponíveis. Espera-se que este trabalho contribua para a produção de visões críticas acerca de abordagens teóricas da juventude na América Latina.

Palavras-chave: sociologia do juvenil, androcentrismo, adultocêntrismo, Argentina.


 

 

Introducción

Las Ciencias Sociales cuentan con un amplio desarrollo de estudios sobre las juventudes, en especial desde la sociología. En Argentina el retorno democrático se presentó como un punto de inflexión para el crecimiento de los mismos y se fue configurando un universo multicolor de perspectivas y abordajes de las juventudes. A la vez se generó un consenso sobre la necesidad de no hablar de la juventud en singular, con carácter homogéneo, sino hablar de las juventudes - en plural -, ya que las mismas son diversas, heterogéneas y están en permanente construcción.

Al momento de escribir el estado del arte de las investigaciones sobre lo juvenil en Argentina desde el retorno democrático hasta la actualidad - en el marco de mi tesis doctoral - nació la inquietud sobre las perspectivas desde las cuales se producían las mismas (Seca, 2020). Y si bien se reconoce a las juventudes como construcciones sociales, esto no ha implicado necesariamente la superación de las miradas adultocéntricas y androcéntricas. En parte porque ambas se presentan como sistemas de dominio para pensar lo juvenil en las sociedades occidentales.

Desde diversas corrientes teóricas feministas se ha planteado la necesidad de dedicar esfuerzos a la observación crítica de los procesos a través de los cuales se construyen (producen, reproducen y cuestionan) las relaciones de género en nuestras sociedades patriarcales. Por su parte, los movimientos juveniles han comenzado a cuestionar los imaginarios adultocéntricos que producen nociones que circulan justificando acciones de dominio contra las personas jóvenes. En esta línea, las dos preguntas que se buscan responder a lo largo del artículo son: ¿Cómo hacemos visibles las relaciones de género en nuestras investigaciones? Y ¿Cómo accedemos y comprendemos las voces y las experiencias juveniles sin las lentes del mundo adulto? Es un proceso complejo y no existe una única respuesta, por lo tanto, en estas páginas se plantea una reflexión a partir de la experiencia investigativa y de aquellos desarrollos teóricos que se encuentran disponibles en la actualidad. Se espera que este trabajo sea un insumo para la producción de miradas críticas en el abordaje teórico de las juventudes en América Latina.

 

El adultocentrismo y el androcentrismo como puntos de partida

Los y las jóvenes como las juventudes son construcciones sociales basadas en la edad que se presentan como algo natural. A lo largo de la historia, las sociedades han procesado las edades de diversos modos, otorgándoles una multiplicidad de significaciones que tienden a naturalizarse a través de diversos mecanismos sociales:

La naturalización del sentido que los sujetos le otorgan a las edades, las expectativas sobre las mismas, las prácticas que se suponen corresponden y los estereotipos que se generan sobre dicha edad, son entre otros procesos parte de lo que se nombra como el procesamiento sociocultural de las edades (Chaves, 2009, p. 12).

Este proceso sociocultural está mediado por relaciones de poder: de clase, de género, étnicas y también generacional. Como plantea Bourdieu (1990):

La representación ideológica de la división entre jóvenes y viejos otorga a los más jóvenes ciertas cosas que hacen que dejen a cambio otras muchas a los más viejos. [...] Esta estructura, que existe en otros casos (como en las relaciones entre los sexos), recuerda que en la división lógica entre jóvenes y viejos está la cuestión del poder, de la división (en el sentido de la repartición) de los poderes.

Las clasificaciones por edad (y también por sexo, o, claro, por clase...) vienen a ser siempre una forma de imponer límites, de producir un orden en el cual cada quien debe mantenerse, donde cada quien debe ocupar su lugar, (p. 163-164).

La cuestión del poder es constitutiva de las relaciones entre jóvenes y adultos y, en la sociedad actual, son éstos últimos quienes lo detentan. Se imponen posiciones en la estructura productiva, reproductiva e institucional, a la vez que se construyen imaginarios que las legitiman. Esto evidencia la existencia del adultocentrismo como sistema de dominio y paradigma (Duarte, 2012; 2015): dos dimensiones, una en el plano material y otra en el simbólico. Siguiendo los planteos del sociólogo chileno Claudio Duarte afirmamos que el plano material es un sistema que determina accesos y clausuras a ciertos bienes, tareas y posiciones en la estructura social según la edad que le corresponde, lo que incide en la vida de las personas.

[...] Es de dominación ya que se asientan las capacidades y posibilidades de decisión y control social, económico y político en quienes desempeñan roles que son definidos como inherentes a la adultez y, en el mismo movimiento, los de quienes desempeñan roles definidos como subordinados: niños, niñas, jóvenes, ancianos y ancianas. Este sistema se dinamiza si consideramos la condición de clase, ya que el acceso privilegiado a bienes refuerza para jóvenes de clase alta la posibilidad de - en contextos adultocéntricos - jugar roles de dominio respecto, por ejemplo, de adultos y adultas de sectores empobrecidos; de forma similar respecto de la condición de género en que varones jóvenes pueden ejercer dominio por dicha atribución patriarcal sobre mujeres adultas (Duarte, 2012, p. 111).

En el plano simbólico, se desarrolla un imaginario social que impone la noción de adulto como punto de referencia (modelo a seguir) para los/as ancianos/as, jóvenes, los niños, las niñas y les niñes.

Este imaginario adultocéntrico constituye una matriz sociocultural que ordena -naturalizando - lo adulto como lo potente, valioso y con capacidad de decisión y control sobre los demás, situando en el mismo movimiento en condición de inferioridad y subordinación a la niñez, juventud y vejez. A los primeros se les concibe como en "preparación hacia" el momento máximo y a los últimos se les construye como "saliendo de" (Duarte, 2012, p. 120).

El adultocentrismo, como sensibilidad dominante y violenta, es parte de la vida de los/as jóvenes, "es internalizado como subjetividad y opera como una suerte de identificación ¡nercial en quienes observamos como víctimas de este imaginario: niñas, niños y jóvenes" (Duarte, 2012, p. 120). A la vez, éste ha sido reproducido en la investigación social argentina sobre lo juvenil. Tal como analizan Alpízar y Bernal:

[...] el parámetro de validez de muchos de los estudios sobre lo juvenil es legitimado desde el mundo adulto. Asimismo, muchos estudios son realizados por personas (adultas o jóvenes) que consideran que desde su lugar (como investigadores/as) saben lo que piensan, necesitan o sienten las personas jóvenes, sin tomaren cuenta la opinión de las y los jóvenes; o si lo hacen, las utilizan para ilustrar o ejemplificar conclusiones predeterminadas en sus estudios (2003, p. 120).

En los trabajos realizados desde esta perspectiva la adultez es el universal simbólico - se toma como punto de referencia al mundo adulto-y trae aparejada la persistencia de la representación de les jóvenes como sujetos en transición hacia la adultez que están incompletos; ya que aún no han adquirido todas las competencias necesarias para ser actores sociales. Y/o también con potencia de acción en el futuro; el imaginario de que "los jóvenes son el futuro" implica pensar que no están siendo ahora y se les desconocer de su capacidad de acción en el presente.

Este adulto al que se construye como referencia tiene características específicas: es masculino y occidental (Alvarado; Martinez; Muñoz, 2009), articulándose con los imaginarios patriarcales (Duarte, 2015; 2018; Feixa, 1998; Seca, 2015) y de clase - que no profundizaremos en este artículo -, lo que nos lleva a analizar la segunda dimensión: el androcentrismo.

Al interior de los estudios que abordan la condición juvenil en Argentina, el desarrollo de una línea de trabajo, debate e indagación en torno de la dimensión genérica y sexual de las experiencias juveniles es menor en comparación con líneas clásicas como educación o trabajo. Y si a esta perspectiva la sumamos como tercera variable la participación, el desarrollo es más escaso. Allí radica nuestro desafío. Como afirma Elizalde:

[...] no significa que las ciencias sociales dedicadas a la indagación de las juventudes no hayan elaborado abordajes puntuales sobre los modos en que las diferencias de género y sexualidad intervienen en la producción de distinciones y jerarquías en la vida de los chicos y las chicas. Implica, más bien, que un número no menor de estas aproximaciones se han formulado desde una concepción binaria y taxonómica de las identidades y expresiones de género y del deseo sexual, y/o se han desarrollado a partir de la tácita asunción de un punto de vista androcéntrico como presupuesto epistemológico de partida (2013, p. 13).

El androcentrismo consiste en entender el mundo en términos masculinos. Una investigación realizada desde esta perspectiva reconstruye la realidad desde una mirada masculina, ignorando o desvalorizando las experiencias de las mujeres y de los/as/es integrantes del colectivo de las disidencias (Lesbianas, Gays, Travestis, Transexuales, Bisexuales, Intersex, Queer y no binaries, cuyas siglas son LGTTBIQ+). En la mayoría de los casos se produce por la ausencia de un cuestionamiento, la falta de la reflexión epistémica sobre el lugar desde donde se está produciendo el conocimiento. Para Capitolina Díaz Martínez y Sandra Dema Moreno (2013) el androcentrismo adopta diferentes modalidades1:

a. Se asume un marco de referencia masculino: Los varones son el sujeto social, más allá de que dicho colectivo esté compuesto por varones y mujeres, y esto conlleva a la invisibilidad de los/as otros/as, a priorizar los intereses masculinos por sobre los demás o a suponer que son idénticos.

b. Se construye la figura de los varones como sujetos activos y de las mujeres como sujetos pasivos. Lo que supone la objetivación y cosificación de las mujeres, en lugar de reconocerlas como actores - o mejor dicho actrices - sociales.

c. Las mujeres son directamente omitidas en la investigación, en términos de Shulamit Reinharz (1985) lo definimos como ginopia (discapacidad de percibir a las mujeres)2. Esto se da, por ejemplo, cuando un indicador social no es desagregado por género.

d. La sobrevalorización de los intereses masculinos sobre los de las mujeres y del colectivo LGTTBIQ+.

Estas modalidades van de la mano de dos sesgos: la universalización del modelo de lo "juvenil-masculino" y la "insensibilidad de género". Por un lado, como sostiene Bourdieu, desde las Ciencias Sociales se han incorporado "como esquemas inconscientes de percepción y apreciación, las estructuras históricas del orden masculino" (2000, p. 17). En los estudios de juventudes toma cuerpo en la tendencia generalizada a considerar a priori a los varones como sujetos de referencia universal de las juventudes (Elizalde, 2006; 2011). La construcción de lo "juvenil-masculino" como universal da cuenta de la preeminencia de esta cultura masculina y masculinizante que "legitima una relación de dominación inscribiéndola en una naturaleza biológica que es en sí misma una construcción social naturalizada" (Bourdieu, 2000, p.37), al mismo tiempo que estabiliza y refuerza las distinciones de género y sexualidad en las identidades juveniles.

Por otro lado, la "insensibilidad de género" (Eichler, 1991) se produce al ignorar que el género es una variable socialmente relevante para las investigaciones en Ciencias Sociales; lo que provoca sesgos en el proceso investigativo. Uno común en los estudios sobre participación juvenil es la descontextualización. Sucede, por ejemplo, cuando no se tiene en cuenta que una situación dada puede tener diferentes significados e implicancias para los miembros de uno y otros géneros, debido a que la posición social de varones, mujeres y personas de género no binario es significativamente distinta. Otro problema derivado de esta insensibilidad se presenta cuando no consideramos el género de todas las personas involucradas en la investigación (tanto los/as sujetos investigados como los/as investigadores), lo que lleva a que ignoremos que en determinadas situaciones y temáticas el género de quien desarrolla la investigación influye en las respuestas del entrevistado/a/e.

Algunos de los estudios desarrollados en nuestro país sobre prácticas participativas juveniles tienden a reproducir los sesgos antes expuestos. Si bien reconocemos una mayor visibilización de las temáticas de género en los últimos años - de la mano del crecimiento de las demandas de les jóvenes en las calles -, esta actualización aún no ha generado un cambio en el paradigma. Una de las explicaciones de esto puede ser el desarrollo segmentado del campo de los estudios feministas y la consecuente falta de transversalidad de la perspectiva de género. La idea de que solo se tiene en cuenta la opinión de las mujeres y los/as/es integrantes del colectivo LGTTBIQ+ si se desarrolla un estudio dentro del campo de los estudios de géneros reifica la incorporación de la perspectiva de género a un campo. Por ello, se vuelve urgente que nos preguntemos con qué elementos teóricos afrontamos el desafío de desactivar automatismos y abandonar definiciones naturalizadas.

 

Pistas para el estudio de las juventudes desde perspectivas no sexistas ni adultocéntricas

Luego de este recorrido y reconociendo la necesidad de desarrollar análisis críticos que no reproduzcas miradas adultocéntricas y androcéntricas, en este punto buscamos delinear algunas pistas teóricas-metodológicas.

Nos preguntamos qué estrategias podemos proponer para la comprensión de las, los y les jóvenes, que propendan al reconocimiento de las voces juveniles sin las lentes del mundo adulto. Proponemos tres pautas a tener en cuenta. Por un lado, evitar naturalizar las condiciones juveniles a través de su historización. Esto supone una conceptualización de las juventudes como un proceso cuyas características están influidas por la inscripción social, política, cultural y económica en cada formación socio-histórica. Es una categoría que cobra significado situada en el mundo social por ello es necesario que su estudio tenga un carácter relacionai con la situación histórica y social en la que viven los/as sujetos (Duarte, 2015; Margulis; Urresti, 1996; Urresti, 2000; Vommaro, 2014); atendiendo a la diversidad de las mismas a través de herramientas teóricas, políticas y de método que permitan evidenciar esa pluralidad.

Por otro lado, la incorporación de la conflictividad social como un elemento constitutivo del quehacer juvenil y a los/as jóvenes como sujetos en sociedad. Reconocerlas relaciones de poder y dominación presentes en sus diversas dimensiones: generacional, de clase, étnica, de género. Nuestros métodos y enfoques deben relevar ese carácter social y las relaciones que establecen con la estructura social.

Finalmente, el reconocimiento de las tensiones generacionales con el dominio adultocéntrico como dimensión que combina elementos materiales y simbólicos donde los/as jóvenes desarrollan sus acciones cotidianas (Duarte, 2015; Pérez Islas, 2000; Vommaro, 2014). A veces éstas pueden ser resueltas por les jóvenes reforzando las lógicas adultocéntricas y otras cuestionándolas. Es importante recordar que esas tensiones generacionales pueden surgir con actores vinculados a las prácticas juveniles en estudio y, también, con quienes desarrollan la investigación; por lo tanto, les investigadores deben prestar atención a cómo se genera y operan las mismas.

Por todo ello, un camino puede ser el desarrollo de una propuesta teórico-metodológica que define a las juventudes desde la perspectiva generacional y con una metodología cualitativa. Denzil y Lincoln (1994) afirman que quienes realizan estas investigaciones buscan responder a preguntas sobre cómo se produce la experiencia social y con qué significados; haciendo foco en la construcción social de la realidad, la relación íntima entre investigador/a y lo que estudian y las constricciones del contexto. La metodología cualitativa habilita el acceso a las voces y las producciones juveniles y es compatible con los enfoques situados desde la pluralidad juvenil que historizan la condición social y se interrogan por las relaciones de poder que experimentan los/as jóvenes. Sumado a esto, es necesario desarrollar una una vigilancia epistemológica permanente para no caer en la reproducción de prácticas e imaginarios adultocéntricos. Otra línea de exploración puede venir del diálogo de los estudios de juventudes con aquellos que trabajan desde el co-protagonismo infantil como nuevo paradigma de infancia (Liebel, 2007; Morales; Magistris, 2019).

El otro interrogante que guía este trabajo es cómo hacemos visibles las relaciones de género en nuestras investigaciones. Ahí, los estudios de las mujeres, feministas y de género3 han abierto el camino con un largo debate sobre el proceso de generación de conocimiento científico, revelando la dinámica de producción de identidades de género diferenciadas y las relaciones de desigualdad, poder, exclusión, dominación entre mujeres y hombres. Si bien estas situaciones se interpretan de formas distintas según las diferentes teorías feministas, todas concuerdan que la situación social de las mujeres es fruto de un orden social injusto.

Como hemos visto, incorporar o no la perspectiva de género en nuestras investigaciones influye no solo en el conocimiento sino también en las relaciones de poder:

Las investigaciones no sexistas exigen que las relaciones de género se hagan visibles, para ello es preciso tener en cuenta a las mujeres, sus experiencias y su diversidad, así como considerar el papel de las relaciones de género en cualquier análisis social que se vaya a realizar. A la vez, las investigaciones no sexistas suponen un importante cuestionamiento del método de producción científico (Díaz Martínez; Dema Moreno, 2013, p. 69).

La respuesta de cómo podemos hacerlo se sitúa en el plano epistemológico y metodológico y va de la mano de la necesidad de cuestionar el lugar desde el cual estamos produciendo conocimiento. La perspectiva epistemológica en nuestras investigaciones debe ser clara, ya vimos que la ausencia nos lleva a reproducir miradas androcéntricas y sexistas. En este punto, los estudios de mujeres, de género y/o feministas, de la mano de las perspectivas interpretativas, son insumes muy ricos para tomar como base y desde allí preguntarnos ¿qué tipo de conocimiento queremos generar? ¿qué postura queremos adoptar en la trama de relaciones de poder que están presentes en el campo de producción de conocimiento científico? ¿qué relación se establece entre el/la/le sujeto que investiga y quien es investigado/a/e?

Los métodos convencionales han invisibilizado las relaciones de género y las teorías feministas han emprendido una búsqueda propia. La preocupación porel desarrollo de métodos específicos o la adaptación de los tradicionales generó un amplio debate en la década del ochenta y noventa y se obtuvieron una pluralidad de posiciones, cuyo eje fue la relación entre teoría, método y técnicas. Sin profundizar en este debate, podemos afirmar que el método tiene una importancia decisiva (ya sea un método genuinamente feminista o convencional adaptado) porque nos tiene que permitir revelar las relaciones de género y las diferencias entre hombres, mujeres y personas de la comunidad LGTTBIQ+ en relación al fenómeno que estamos estudiando.

Si hacemos un recorrido por los estudios con perspectiva de género, de mujeres y/o feministas, podemos ver que la mayoría han optado por técnicas cualitativas, haciendo contundente su similitud con la sociología interpretativa al destacar la importancia de incorporar las miradas y voces de los/as actores involucrados/as. En el campo de los estudios de juventudes las entrevistas son una de las técnicas más elegidas, pero, como ya vimos, las mismas han estado en su mayoría cargadas de sesgos sexistas. Por ello, nos parece interesante exponer la propuesta de Oakley (1981) de las "entrevistas no sexistas", de generar una relación igualitaria en la que se asume que todas las personas participantes tienen algo que aprender y, a la hora de formular las preguntas, no reproducir los patrones sexistas ni las miradas androcéntricas.

Esto se complementa con una contextualización que atienda a las situaciones dispares entre varones y mujeres, que no caiga en los sesgos sexistas y que de cuenta, de la mejor manera posible, de una sociedad marcada por relaciones de género desiguales.

 

Reflexiones finales

Las preguntas que guían este artículo ponen en relación la condición patriarcal y adultocéntrica de nuestra sociedad que se evidencia en algunos de los desarrollos teóricos sobre el estudio de las juventudes. La propuesta de reconocer los modos que toma el adultocentrismo como sistema de dominio y paradigma y las maneras en que emergen las perspectivas androcéntricas en algunas investigaciones nos abre un abanico de preguntas en el plano epistemológico, teórico y metodológico.

Despojarnos de los lentes androcéntricos y adultocéntricos para pensar los estudios de las juventudes nos permite interrogarnos sobre los discursos, las prácticas y las instituciones que producen normatividades más o menos definitorias en relación con los modos apropiados - deseables o esperables - e inapropiados de ser jóvenes. En este artículo se esbozan algunas pistas a seguir para reconocer las relaciones de poder y dominación presentes en las experiencias juveniles en relación al género y la generación. Pero también busca ser una invitación a pensar nuestras estrategias epistemológicas, teóricas y metodológicas para continuar enriqueciendo el campo de estudios de las juventudes, en plural, diversas, cambiantes, en tensiones, atravesadas por múltiples relaciones de poder.

 

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Fecha de recepción I Data de recebimento: 15/02/2020
Fecha de aprobación I Data de aprovação: 06/07/2020

 

 

1 En este marco, las autoras españolas reconocen dos modalidades más en las que está presente el androcentrismo: la misoginia y la defensa de la dominación masculina. Sin embargo, en nuestro análisis de los estudios que se enfocan en las prácticas participativas de Ixs jóvenes no las hemos hallado.
2 Marcela Largarde (2012, p. 22) nos habla de invisibilización de las mujeres que: "es producto de un fenómeno cultural masivo: la negación y la anulación de aquello que la cultura patriarcal no incluye como atributo de las mujeres o de lo femenino, a pesar de que ellas lo posean y que los hechos negados ocurran. La subjetividad de cada persona está estructurada para ver y no mirar, para oír sin escuchar lo inaceptable, para presenciar y no entender, incluso para tomar los bienes de las mujeres, aprovecharse de sus acciones o beneficiarse de su dominio, y no registrarque así ha ocurrido".
3 El desarrollo de la perspectiva de género en la ciencia es un proceso que se inicia en la década del sesenta y se ha ido enriqueciendo con los aportes desarrollados desde las diferentes latitudes. Para ampliar se puede consultar: Harding (1996); Barrancos (2005); Gargallo (2012); entre otras.

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