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Universitas Psychologica

versão impressa ISSN 1657-9267

Univ. Psychol. v.4 n.1 Bogotá jun. 2005

 

ARTÍCULOS ORIGINALES

 

El psicoanálisis y su acercamiento a otros contextos: una propuesta de categorías de encuentro

 

Psychoanalysis ans its rapprochement to other contexts: a proposal categories

 

 

Nubia Esperanza Torres Calderón*

Pontificia Universidad Javeriana

 

 


ABSTRACT

The objective of this work is to present the ideas elaborated during 15 years working in the psicosocial arena from the psychoanalytic perspective. A conceptual proposal is presented aimed to understand and to accompany (psychological coaching) groups with different problems, rescuing the psychic development dimension without leaving aside the particular individual and contextual characteristics. The name for the encounter categories emerge from the concept of third zone proposed bay Winnicott being enriched with Bion’s approach to thinking and Green’s approach to language. The proposal is to temporarily suspend the logic of opposition and contradiction in order to enter in the paradoxical terrain with its possibilities to bridge discontinuities.

Keywords: Psychoanalysis, Psychosocial intervention, Encounter categories.


RESUMEN

El objetivo de este trabajo es presentar las ideas elaboradas a partir de 15 años de trabajo en el terreno psicosocial desde el vértice psicoanalítico. Se presenta una propuesta conceptual para entender y acompañar a grupos de personas con diversas problemáticas, en la que se rescata la dimensión del desarrollo psíquico, sin dejar de considerar las características particulares del contexto y los sujetos. La denominación de categorías de encuentro surge del planteamiento winnicottiano de la tercera zona de la experiencia, enriquecido con los planteamientos sobre el pensamiento de Bion y el lenguaje de Green. Supone suspender temporalmente la lógica de la oposición y de la contradicción para entrar en el terreno de la paradoja y sus posibilidades de tender puentes sobre las discontinuidades.

Palabras clave: Psicoanálisis, Intervención psicosocial, Categorías de encuentro.


 

 

Un interés creciente de los psicoanalistas actuales es aportar, desde su perspectiva, a la comprensión y al trabajo de temas y ambientes más allá del consultorio, lo que a su vez suscita interrogantes acerca de la “identidad psicoanalítica”, tema que no es mi interés abordar en este escrito. Vinculada con la inquietud de trabajar en contextos externos al consultorio y basada en 15 años de experiencia en este campo con grupos de contextos deprimidos y dificultades apremiantes, me propongo presentar el resultado de una serie de ideas que han sido fructíferas tanto en el trabajo clínico psicoanalítico como en la consideración de demandas psicosociales, en las cuales la participación de un grupo de profesoras ha girado en torno al señalamiento de lo psíquico al entrar en conexión con otros campos disciplinares de las ciencias sociales. Así, las siguientes elaboraciones dan cuenta de cómo se ha ido ampliando y cotejando la reflexión sobre problemas de relevancia social en un ámbito universitario, al pensar e intervenir en una modalidad de retroalimentación continua, intentando aportar desde teorizaciones psicoanalíticas tanto a la comprensión de los mismos como a la generación de alternativas de intervención que puedan producir movimiento constructivo. El anterior ha sido un proceso de trabajo con Cecilia de Santacruz, profesora titular de la Facultad de Medicina de la Universidad Javeriana, quien ha enriquecido la dimensión investigativa y sociocultural. De la conjunción de perspectivas ha ido surgiendo una noción también coincidente: la de categorías de encuentro. En este sentido las ideas presentadas se han puesto a prueba en relación con programas de prevención del maltrato infantil, con programas de desarrollo humano con adolescentes y en propuestas de apoyo a comunidades en zona de guerra.

Inicialmente quisiera plantear un problema inherente a la propuesta misma a presentar y es la consideración de lo que ha de llamarse Psicoanálisis, como sustantivo, a la vez que caracterizar lo que podríamos denominar como psicoanalítico, es decir su adjetivo. Parto de la definición misma que hace Freud en 1923:

Psicoanálisis es el nombre: 1) de un procedimiento que sirve para indagar procesos anímicos difícilmente accesibles por otras vías, 2) de un método de tratamiento de perturbaciones neuróticas, fundado en esa indagación, y 3) de una serie de intelecciones psicológicas, ganadas por ese camino, que poco a poco han ido coligando en una nueva disciplina científica.

Aquí Freud nos está hablando de tres dimensiones que constituyen el psicoanálisis, que para conformarse como tal (sustantivo) se articulan alrededor de la cura psicoanalítica. Sin embargo es posible pensar en desagregaciones de estas dimensiones, particularmente el uso de las conceptualizaciones provenientes del psicoanálisis para ampliar la comprensión y la manera de abordar problemas provenientes de campos distintos, constituyéndose este encuentro lo que denominamos orientaciones o aplicaciones que conforman saberes e intervenciones diferenciales, pero que contienen en su interior el espíritu del pensamiento psicoanalítico. Desde los escritos de Freud, estamos familiarizados con lo que se ha denominado psicoanálisis aplicado, trabajo que hace una lectura de escenarios diversos desde categorías psicoanalíticas; es decir, ubicamos el problema en el diván, lo interpelamos y lo interpretamos, tarea que aporta intuiciones importantes y poco evidentes del tema, pero que no pretende abordarlo o modificarlo directamente. Más adelante trataré de aclarar lo que para este grupo ha significado orientar la mirada de problemas sociales desde el vértice psicoanalítico y las implicaciones que esto ha tenido a la hora de buscar o desarrollar alternativas de trabajo y de acompañamiento.

 

Las categorías de encuentro

La denominación de categorías de encuentro surge a partir del establecimiento de nexos entre una serie teórica proveniente del psicoanálisis y de una serie de acontecimientos elegidos como objetivo de trabajo. Los trabajos de D. W. Winnicott en relación con la tercera zona de la experiencia o espacio transicional, los de W. Bion en torno al desarrollo del pensamiento y los de A. Green en relación con el lenguaje conforman parte del soporte teórico de este trabajo.

 

Una paradoja que favorece el desarrollo

El concepto de espacio transicional planteado por Winnicott (1971) representa una paradoja en la medida en que este espacio contiene aspectos internos y externos, sin entrar en contradicción, lo que representa un tránsito importante en el camino de la individuación– separación, un momento en el desarrollo que va a dar lugar a la distinción sujeto/objeto, a la vez que a la construcción de fenómenos culturales en los que la ilusión y los sueños que enriquecen la vida están presentes. Como Winnicott mismo anota, esta experiencia posibilita la construcción de espacios internos, de lugares que amplían la profundidad del psiquismo dando lugar a aspectos importantes para el sujeto y la cultura. De este tipo de vínculo surge el juego, la experiencia cultural, la creatividad, la capacidad de estar solo en presencia de otro, la capacidad de creer, fenómenos de vital importancia a la hora de considerar lo que puede denominarse una vida significativa.

El valor de la paradoja en este fenómeno es crucial. Este concepto proviene del campo de la lógica y la epistemología; el grupo de investigación de Palo Alto introdujo el término en el campo de la comunicación humana bajo la nominación de doble bind; se habla de aquello que produce una antinomia, resultante de una contradicción entre dos proposiciones que operan como mensajes y que se excluyen mutuamente. Citamos a manera de ejemplo:

“Te ordeno que seas espontáneo.”

Un capitán ordena al barbero “Afeitar a todos los soldados que no se afeitan a ellos mismos, solamente a ellos.”

“Lo que usted siente es falso, yo puedo decirle lo que debe sentir, lo que siente realmente.”

Según la escuela de Palo Alto, para que estos mandatos se conviertan en un doble bind patógeno es necesario que se produzcan dentro de una relación que posea un carácter vital, intenso y de íntima interdependencia para el sujeto que recibe el mensaje -como la que se establece entre un pequeño y sus padres-, y que éste además no posea las habilidades que le permitan desenmascarar la contradicción antagonista, como tampoco pueda evitar la situación a través de la huída.

R. Roussillon (1991), psicoanalista francés que ha abordado el tema, resalta el papel maduracional que se deriva de la paradoja winnicottiana, ya que la experiencia de ilusión encontrado/creado constituye un punto de ligazón entre las discontinuidades psíquicas, implica la suspensión de la oposición primario/secundario, realizándose una combinación armoniosa, no conflictiva. La constitución de este nuevo espacio de la experiencia descansa en la ilusión dada por la suspensión de oposición identidad de pensamiento/identidad de percepción. Esta experiencia permite pasar de la omnipotencia de pensamiento a la capacidad de hacer y actuar sobre el mundo. La actividad mental creativa se deriva de esta experiencia de encontrado/creado, en donde el objeto constituye la unión de estos dos puntos de vista en apariencia contradictorios. Rousillon (1991), lo explica de la siguiente manera:

Así, la realidad interna debe ser de la misma madera que la realidad externa; la experiencia paradójica da fe de este homomorfismo. Pero para llegar más lejos que Winnicott en este camino, es preciso invertir la perspectiva y preguntarse si la aparición del objeto y de los fenómenos transicionales no son el signo de que el niño acaba de construir un representante externo/ interno de la simbiosis primitiva, representante gracias al cual puede empezar a aceptar la salida de ésta (p. 73).

El homomorfismo entre la realidad interna y la realidad externa supone un trabajo de ligazón intrapsíquica, un trabajo de creación, a la vez que distancia y desplazamiento. Une ampliando posibilidades, abriendo, no estableciendo relaciones inamovibles.

 

El desarrollo del pensamiento

Puede considerarse oportuno preguntarse por la relación entre estas experiencias y el desarrollo del pensamiento. Para el psicoanálisis de Freud, el pensamiento es una acción diferida y la finalidad de nuestras acciones es la realización de nuestros deseos y la obtención del placer. Así, a través del pensar, la acción se difiere hasta que se reúnan las condiciones de esta realización que permitan la mayor obtención de placer al menor riesgo para el psiquismo. La actividad de pensar supone la subordinación del principio de placer al principio de realidad, por eso pensar es doloroso. Según Freud, pensar escinde el aparato mental en dos modos o zonas de funcionamiento: el yo-placer (productor de fantasías) y el yo-realidad (productor de conceptos, juicios, razonamientos).

Los descubrimientos de Freud sobre el funcionamiento psíquico permiten los desarrollos posteriores, particularmente los de Bion. En el capitulo VII de La interpretación de los sueños (1979), pueden encontrarse las referencias directas de Freud sobre el tema. Nociones como representación, simbolización, procesos mentales primarios y secundarios hacen parte de lo que en adelante se considera desarrollo del pensamiento; no se trata exclusivamente de los procesos superiores de pensamiento sino que se incluyen el pensamiento onírico y los procesos de mentalización que tienen que ver con el trabajo de ligazón y elaboración psíquica relacionados con la transformación de cantidades físicas de excitación; de sensaciones y afectos; de las relaciones que se establecen entre el mundo interno y el mundo externo; entre los objetos del mundo interno, que apuntan a la contención y transformación de la pulsión, por una parte, pero también a dilucidar las necesidades, demandas y vínculos de los objetos internos entre sí y los estados mentales que estos generan en su relación con el mundo externo. Los dos principios del suceder psíquico, así como su teoría de las representaciones y las asociaciones que estos establecen a través de mecanismos como la condensación y el desplazamiento, vinculan la pulsión, las relaciones objetales y sus vicisitudes con procesos de pensamiento diversos, en los que hay cabida para el predominio de la excitación y el afecto, las representaciones-cosa, las representaciones-palabra, la fantasía, la imaginación y la sublimación, expresada en el arte o en los proceso de pensamiento onírico y en los procesos superiores de simbolización.

Los materiales psíquicos corresponden a mediaciones entre el cuerpo y el mundo, entre el mundo interno y sus complejidades y el mundo externo y sus demandas. Lo que se representa a través de las diferentes modalidades son todo el juego de las relaciones de fuerza entre dos sistemas que significan y se significan de manera diferente, produciendo como dice Bion una “visión binocular”: el consciente y el inconsciente.

W. Bion (1962), es quien plantea una teoría del desarrollo del pensamiento partiendo del principio placer/ displacer y del principio de realidad, experiencias que unidas a la satisfacción/frustración y a la capacidad para tolerar la frustración, van a dar lugar al desarrollo tanto de los pensamientos como del aparato para pensar. Él parte de un modelo de los procesos digestivos en el que a través de la experiencia y la posibilidad de aprender de ella se configura un encuentro entre las viejas y las nuevas explicaciones de los hechos que posibilita la construcción de niveles de abstracción más amplios. Este desarrollo contiene una oscilación entre PS—D integración–desintegración que promueve una evolución en espiral del pensamiento, y por lo tanto de su capacidad de trasformar y contener las experiencias. Bion destaca el papel del objeto/personaje continente que promueve la posibilidad del establecimiento de un espacio interno donde resida la realidad psíquica y que pueda expandirse progresivamente, ampliando la comprensión del mundo y de sí mismo. Coloca en el centro de su teoría las experiencias emocionales sobre las cuales debe trabajar la función alfa, función de metabolización de las experiencias, que permite transformar las emociones primitivas en elementos que pueden ser pensados y organizados de forma que sea posible desarrollar el aparato para pensar, estableciendo una barrera de contacto entre el mundo interno y el mundo externo, entre el inconsciente y el conciente, entre la fantasía y la realidad.

Como lo anota Cecilia Muñoz (1995), son los mecanismos de identificación y proyección los que permiten que el espacio mental concreto-imaginado en el que se lleva a cabo la vida psíquica se amplíe, que se construya un mundo interno lleno de múltiples y variados personajes y funciones diversas de sí mismo. Es este mundo interno el lugar en el que se vive la vida psíquica, el drama, vida paralela pero no idéntica a la vida de la realidad exterior. El destino de este mundo depende de las emociones y funciones mentales de los objetos externos e internos. Si estos pueden contener las emociones, darles significado y transformarlas simbólicamente, la vida mental continúa, si no es así, ésta se destruye. Para Cecilia Muñoz son estos estados mentales las escenas de la vida psíquica en las que podemos ver qué partes del Self y qué objetos o personajes están presentes; cómo están construidos y cómo están viviendo el mundo interno y externo; cuál es el significado que le están dando a la vida; qué emociones o anti-emociones experimentan; qué pensamientos o anti-pensamientos tienen; qué diálogos hay entre ellos; qué valor le están dando a la vida mental, a sí mismos y a los objetos; y qué valores los están impregnando.

A. Green (1990, 1995), plantea que es gracias al artificio del encuadre que en la cura psicoanalítica se favorece la producción de un “pensamiento no-pensado”, puesto que aquel contiene las condiciones de un espacio de trabajo, en tanto se configura como una extensión de la teoría del sueño. Sin embargo, cabe preguntarse si por fuera de la cura analítica es posible pensar en la constitución de otros espacios que puedan favorecer el pensar lo no pensado, y si así fuera, qué condiciones del mismo habría que considerar.

Por otro lado, es importante establecer los nexos que existen entre el lenguaje y el pensamiento. El escenario del habla se convierte no sólo en el puente entre el analista y su analizado, sino que denota relaciones con procesos internos, así como relaciones con el mundo exterior.

C. Pierce (1974) en su libro La ciencia de la semiótica hace una clasificación de las ideas dependiendo de su forma de connotar; las opciones son: en primeridad, segundidad y terceridad.

La primeridad, dice, “es el modo de ser de aquello que es tal como es, de manera positiva y sin referencia a ninguna otra cosa” (Pierce, 1974). Esta categoría se refiere a las cualidades del sentir y a las apariencias, independientemente de cualquier nexo con un objeto; por ejemplo lo rojo que es, la lisura. “La idea del instante presente, que, exista o no exista, se piensa naturalmente como un punto en el tiempo en el que no hay lugar a pensamiento alguno ni a la separación de ningún detalle, es una idea de primeridad”.

“La segundidad es el modo de ser de aquello que es tal como es, con respecto a una segunda cosa pero con exclusión de toda tercera cosa” (Pierce, 1974). Así una cosa actúa sobre otra en una acción en bruto que incluye acción-reacción, como esfuerzo y resistencia, pero también la idea de acción sin reacción. Esta idea denota una relación diádica que no involucra a un tercero.

La terceridad es “el modo de ser de aquello que es tal como es, al relacionar una segunda y una tercera cosa entre sí” (Pierce, 1974). Implica una relación triádica que contiene un elemento mental, es decir, se establece entre un signo, su objeto y el pensamiento del interpretador. Esta clasificación pone de manifiesto el valor diferencial de complejidad que pueden adquirir los símbolos verbales.

Los símbolos verbales constituyen una clase de representaciones que son el escenario en el que se juega la práctica analítica. A. Green (1995), anota la falta de teorización existente en el psicoanálisis acerca del lenguaje, a pesar de que el discurso es el campo de batalla del proceso mismo. Dice, retomando a Freud en relación con los procesos internos y sus vínculos con las palabras, las ideas, las representaciones inconscientes de las cualidades estéticas percibidas por la conciencia y los afectos:

La verbalización del paciente plantea inicialmente un problema tópico (el lugar donde esto ocurre), que a su vez remite a una dinámica temporal (la batalla) por referencia a la aparición segunda de los procesos internos en la psique vuelta primitivamente hacia el mundo exterior, y, por último, económico (por alusión a las cuestiones de investidura). Pero fundamentalmente, lo que el comentario de Freud pone de relieve más allá de la oposición conciente-inconsciente, es la heterogeneidad de estos procesos psíquicos internos (implícitamente ya se oponen las representaciones de palabra y de cosa). Este hecho plantea obligadamente la cuestión de su coexistencia y de sus transformaciones recíprocas (p. 14).

Green alude a la referencia de Freud en El pequeño Hans, en la que se plantea que el aprehender concientemente los deseos inconscientes se logra a través de la interpretación -elaborada con las palabras del analista- en la que se encuentra cierta semejanza entre lo que el paciente escucha y lo que busca; y a pesar de las resistencias, es esta similitud lo que le permite al analizado abrirse al descubrimiento de lo inconsciente. Green subraya la relación de discurso a discurso que supone:

(...) una relación de incompatibilidad entre el discurso conciente del paciente y su complejo inconsciente (por represión y resistencia).

Una relación de compatibilidad entre el discurso conciente del paciente y la interpretación del analista (en el nivel verbal).

Una relación de compatibilidad entre la interpretación del analista y el complejo inconsciente del paciente, cuya conclusión es:

La doble compatibilidad del discurso consciente del paciente con su complejo inconsciente así como la de este conjunto reunificado en el discurso del analista, como poder de reconocimiento (p. 22-23).

Se abre, con la doble compatibilidad, una tercera estructura que pone en relación lo implícito y lo explícito, en la que un solo conjunto verbal abarca dos discursos, a través de lo que Freud denomina la semejanza. Se establece la ligazón, la paradoja de la reunificación entre procesos habitualmente opuestos a través de la palabra. Ingresamos entonces al orden de lo simbólico, lo que Green denomina los procesos terciarios; él parte de considerar una estructura ternaria fundamental compuesta por el sujeto, el objeto y el otro del objeto, tercero sustituible. Los procesos terciarios son mecanismos de relación entre los procesos primarios y secundarios, estableciendo el orden simbólico no sólo en el lenguaje sino en el conjunto de ligazones–desligazones, que se constituyen en puentes entre el aparato psíquico y el aparato de lenguaje.

La categoría de encuentro entonces se constituye como un tercer elemento que pone en relación a uno primero y otro segundo de manera paradójica, es decir incluyendo los opuestos a través de la creación de un símbolo de mayor abstracción. Esta categoría parte de las características propias de los elementos que pone en relación y contiene la experiencia emocional, de manera que resulta no un artificio de negociación sino una transformación incluyente y genuina, que tiene el valor de abrirse a nuevas formas de comprensión.

Como lo había mencionado con anterioridad Torres (2001), en una estructura dual lo que aparece es un sujeto que tiene características de cosa, mientras que el sujeto pensante aparece en una estructura terciaria, a través de los procesos terciarios. El tercer elemento en la simbolización cumple el papel de unión y separación, vinculando e introduciendo a la vez una distancia que contiene y modula la experiencia emocional. Esta vinculación de tres elementos puede pensarse más allá del conflicto o la confrontación, más bien en la exploración de los encuentros y los puentes tendidos sobre las discontinuidades psíquicas.

Estas categorías toman forma diversa de acuerdo con el ámbito en el que se pongan a circular. En el escenario analítico configuran una manera de comprender y de estructurar la interpretación, una relación intensa, genuina y en movimiento, de manera que establezcan nexos entre los procesos primarios y secundarios, como lo anota Green, desde el establecimiento de una semejanza que abre nuevos significados. A manera de ejemplo de esta forma de trabajar quisiera presentar el uso que se hizo de esta categoría con un paciente joven, que en el momento estaba refiriéndose al padre y a su papel en la familia.

P: Mi papá… yo no lo entiendo, creo que nunca lo he podido entender, no lo conozco, no sé lo que piensa, ni lo que siente. No habla, nunca se mete en nada… es mi mamá la que siempre dice, ordena… Yo creo que nunca he hablado con él de nada. Sólo el saludo y la despedida ritual. Él no hace sino trabajar, lleva trabajando toda la vida; sale muy temprano y vuelve a la casa en la noche y lee el periódico. En la casa siempre ha habido el dinero para lo que se necesita, pero él no tiene voz. Es como si no existiera.

A: Con lo que me dices me imagino como si en el escenario familiar tu papá no fuera una figura, sino más bien el piso de ese escenario.

La idea/imagen de “papá-piso” se convierte en un tercer elemento, una imagen metáfora que simboliza un tipo de relación, confiriéndole una existencia que le permite al paciente abrirse a nuevos significados. Lo figurativo y su relación con la palabra introduce una ampliación del significado que contiene elementos viejos y nuevos, a través del cual se expande también la relación con el objeto interno y el objeto externo padre. De hecho, a partir de este momento el padre empieza a tener más características, es más visible, experiencia que resulta fundamental en el trabajo que realizamos.

 

Otros contextos: El problema de lo psicosocial

Un contexto un tanto más distante de nuestro quehacer clínico habitual pero no menos importante lo constituye el ámbito de los procesos psicosociales. Pensar en una intervención más allá de las fronteras habituales del consultorio, nos remite a considerar la participación del enfoque teórico psicoanalítico en estos fenómenos, lo que es un reto para la comunidad académica, que siempre ha vislumbrado la importancia de hacer los desplazamientos necesarios para poder aportar a estos problemas.

Un punto de partida necesario para hacer estos desplazamientos teóricos y de intervención es la consideración de que, si bien el campo del psicoanálisis enriquece la mirada sobre los fenómenos psicosociales, sus elaboraciones teóricas no son suficientes para comprenderlos y abordarlos de manera apropiada, haciéndose necesaria una mirada transdiciplinar, a la vez que la construcción de categorías psicoanalíticas que permitan dicha relación. El trabajo sobre las categorías de encuentro va en esa dirección.

En el acercamiento entre la serie teórica del psicoanálisis y los hechos sociales o culturales, fue necesario plantearse la cuestión acerca de la forma que podría tener esa relación, de hecho marcada por la distancia. La idea psicosocial es en sí misma una integración de fenómenos opuestos. Así, el primer propósito claro fue el de superar las oposiciones habituales al entender ciertos fenómenos, como enfermo-sano, bueno-malo, culto- ignorante, víctima-victimario, enfermo–sano, psicológico–social, etc., y en su lugar establecer una relación de mutualidad, en la que las partes consideradas puedan encontrarse sin negar las diferencias, a partir de las características reales de las series en cuestión. Se busca una doble compatibilidad entre el afuera y el adentro, la norma y el deseo, la fantasía y el pensamiento racional. Así, el establecimiento de una categoría de encuentro se convierte en un iniciador y orientador del trabajo en el ámbito psicosocial y cultural.

Otra aspecto importante a considerar son las condiciones que se requieren para producir los nexos terceros que promuevan el desarrollo. En el ámbito del psicoanálisis es el dispositivo del encuadre lo que asegura la movilidad entre los contenidos de diferentes procesos puestos en juego, dispositivo que no puede ofrecerse fuera del consultorio. Sin embargo las condiciones del encuadre contienen en sí mismas ciertas características que denominamos éticas (Santacruz y Torres, 2000) relacionadas con la tolerancia a la incertidumbre, el predominio de la comprensión sobre el enjuiciamiento, el reconocimiento de la cualidad de valor que posee cualquier discurso, la escucha atenta y respetuosa, la generación de un tipo de relación con los demás, elementos que desde nuestra perspectiva (Torres, 1996) configuran un tipo de espacio de trabajo en donde sea posible opinar y sentir que vale la pena hacerlo y en donde se promueve el descubrimiento sobre las verdades preconcebidas. En este contexto se facilita la desconfiguración de modalidades fijas de entender y relacionarse, buscando nuevos sentidos y prácticas para todos los involucrados en el trabajo.

Podemos enunciar los desplazamientos necesarios para aportar a los fenómenos psicosociales desde la perspectiva psicoanalítica de la siguiente manera:

• Del énfasis en el mundo interno a la construcción de categorías que den cuenta del encuentro entre mundo interno y mundo externo. Las producciones literarias, los mitos, las creencias, las expresiones artísticas, el juego, son fenómenos que permiten la identificación y la proyección del mundo interno, a la vez que el distanciamiento y la ampliación de los significados.

• De la relación asimétrica terapeuta-paciente a la relación de mutualidad grupo-coordinador. El “clima” de los encuentros de trabajo resulta fundamental; supone la concreción de un tipo de relación de contención, transformación y modulación de las experiencias compartidas o de los proyectos a realizar, en la que la dimensión ética conjugue las necesidades individuales y grupales. Implica a su vez tener presente de manera genuina la relación entre el dar y el recibir.

• Del centro en el “sufrimiento humano” a la inclusión de la demanda y la patología social. Las necesidades básicas, por ejemplo, deben ser abordadas de manera que la satisfacción de las mismas se establezca a través de pesarlas como una potencialidad, no como una limitación; esto permite buscar satisfactores en las dimensiones del ser, estar y el hacer (Max- Neef, 1986).

• Del pensar reflexivo a la incorporación del hacer reflexivo. La construcción de un grupo de trabajo, en el que la realización de los objetivos se logre a través del desarrollo de la capacidad de cooperación y del cuidado y mantenimiento de esta capacidad, que se ve constantemente amenazada por fuerzas como temores, envidias, ambiciones de poder.

• Del énfasis en las comprensiones técnicas del trabajo al énfasis en la relación ética derivada de las mismas. Aquí es importante tener en cuenta la distinción de experiencias que conducen a la supervivencia contra las que conducen al desarrollo psíquico.

Los elementos que se han subrayado en este texto sirven como orientadores de la acción psicosocial en la que la dimensión de lo psíquico se introduce para enriquecer el trabajo en contextos como la prevención o la promoción de condiciones o situaciones que piden aportes de la disciplina. Cada situación particular demanda ajustes propios, esfuerzos de imaginación y creación conjunta, que es lo que hace que nuestro trabajo sea siempre una aventura novedosa, una oportunidad para realizar los sueños y para apasionarse por el descubrimiento de los nuevos aprendizajes, de las sorpresas que se esconden en el encuentro con los demás.

Un trabajo que se construyó desde las categorías de encuentro propuestas fue el Programa de especialización en prevención del maltrato infantil, realizado en la Universidad Javeriana (2000), programa que además tiene la característica de ser desarrollado a distancia. El eje conceptual fue tratar de hacer una propuesta que superara la manera habitual de considerar el maltrato como producto de dos actores: víctima-victimario. Así, elementos teóricos que son el fundamento de este desarrollo tienen que ver con la consideración de la agresión como inherente a lo humano, los vínculos con valencias + y -, y el desarrollo del pensamiento, elementos que provienen de los trabajos de W. Bion. Las creencias surgen en este trabajo como una herramienta conceptual que contiene tanto la dimensión del deseo como la realidad compartida (Mannoni, 1963), que a la vez se va conduciendo a la transformación (Santacruz y Torres, 2001). Este programa asume el reto de abordar el problema del maltrato infantil desde la perspectiva amplia de la prevención y la promoción, centrando sus esfuerzos en propiciar desarrollo psíquico en los sujetos con los que se trabaja, en el encuentro con otros que comparten experiencias y dificultades, pero también el deseo de localizar y construir formas de entender el mundo y de relacionarse desde su propia experiencia y sus posibilidades de creación, lo que siempre ha representado una sorpresa apasionante para las personas que hemos tenido el privilegio de acompañarlos. Nuestro amplios conocimientos de la psicología tienen mucho que ofrecer a otros, pero a la vez tenemos mucho que aprender del alma humana y de sus posibilidades aun en contextos y situaciones adversas.

 

Referencias

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Freud, S. (1979). Psicoanálisis. En: Obras Completas, Tomo XVIII. Buenos Aires: Amorrotu.        [ Links ]

Freud, S. (1979). Teoría de la libido. En: Obras Completas, Tomo XVIII. Buenos Aires: Amorrotu.        [ Links ]

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Green, A. (1995). El lenguaje en psicoanálisis. Buenos Aires: Amorrortu.        [ Links ]

Mannoni O. (1979). Ya lo sé, pero aun así… En: La otra escena. Buenos Aires: Amorrortu.        [ Links ]

Max Neef, M. (1986). Desarrollo a escala humana. Chile: CEPAUR.        [ Links ]

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Torres, N. (2001). Exploración de espacios y simbolización. Trabajo presentado ante la Sociedad Colombiana de Psicoanálisis.        [ Links ]

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Winnicott, D. W (1994). Realidad y juego. Barcelona: Barcelona.        [ Links ]

 

 

Recibido: septiembre 2 de 2004
Revisado: septiembre 30 de 2004
Aceptado: noviembre 4 de 2004

 

 

* Correo electrónico: torresn@javeriana.edu.co

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