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Universitas Psychologica
versão impressa ISSN 1657-9267
Univ. Psychol. v.4 n.1 Bogotá jun. 2005
ARTÍCULOS ORIGINALES
Las y los ciudadanos de Bogotá significan la paz1
The meaning of peace in the citicenz of Bogotá
Stella Sacipa Rodríguez*
Pontificia Universidad Javeriana, Bogotá
ABSTRACT
The purpose of the research was to understand the meanings of peace in 120 adults and young men and women distributed in 13 groups by socioeconomic status, occupation and diverse cultural characteristics in the city of Bogotá. Methodology consisted of narrative analysis with focus group as the instrument. This article presents those meanings related to reconciliation, leadership and structural peace. Most relevant results were: the absence of national political leaders able to guide toward peace, and the absence of expressions about the construction of reconciliation. Important group differences were also found in the way of conceiving grassroots leadership, and in dispositions towards daily contributions to peace. The way to signify political peace varied and was constructed through the debate in the focus groups, allowing to observe displacements in their understandings.
Keywords: Political psychology, Peace psychology, Narrative analysis.
RESUMEN
La investigación se propuso comprender los significados de la paz, construidos por 120 hombres y mujeres, adultos y jóvenes distribuidos en 13 grupos poblacionales de diferentes estratos socioeconómicos, diferentes ocupaciones, y características culturales diversas, en la ciudad de Bogotá. Se trabajó con la metodología de análisis de narrativas y como instrumento se aplicó el grupo focal. En este artículo se discuten los significados relativos a la reconciliación, el liderazgo, la paz negativa y la paz estructural. Entre los resultados más relevantes están la ausencia de líderes en la política nacional con capacidad y vocación para conducir la paz, así como la carencia de expresiones dirigidas a la construcción de la reconciliación. De otra parte, se encontraron diferencias importantes entre los grupos poblacionales en la forma de concebir los liderazgos de base y en la disposición para hacer aportes a la paz cotidiana, en tanto que la significación de la paz política en sí misma varía y se va construyendo en el debate durante el grupo focal, observándose desplazamientos en la mirada a nuevas formas de comprensión.
Palabras clave: Psicología política, Psicología de la paz, Análisis narrativo.
Introducción
Dada la diversidad de concepciones sobre la paz, es preciso anotar que en esta investigación se adopta el concepto de Vicenç Fisas (1998), quien en sintonía con el llamado de la UNESCO aclara que el concepto de paz tiene que ver con las dinámicas que permiten superar todas las expresiones de la violencia, sea directa, cultural o estructural. “La paz es también la condición, el contexto para que los conflictos puedan ser transformados creativamente y de forma no violenta, de tal manera que creamos paz en la medida en que somos capaces de transformar los conflictos en cooperación, de forma positiva y creadora, (...) utilizando el método del diálogo” (p. 19). La paz implica el esfuerzo combinado hacia el desarrollo humano, la satisfacción de las necesidades básicas, la democratización, la gobernabilidad, el desarme y los derechos humanos, entre otros aspectos.
En el llamamiento para la creación de un movimiento mundial para la cultura de paz y no violencia, la UNESCO (1999) precisa: “La cultura de paz es la paz en acción, (...) Es una cultura de vida que consiste en permitir la convivencia de seres diferentes y en infundir una nueva ética de solidaridad, escucha, atención al prójimo y responsabilidad, en una sociedad democrática vigorizada que lucha contra la exclusión y garantiza la igualdad política, la equidad social y la diversidad cultural... este movimiento mundial se debe basar en una definición muy amplia de la cultura de paz, que esté asentada en respeto a los derechos humanos, la democracia y la tolerancia, la promoción del desarrollo, la educación para la paz, la libre difusión de la información, y una mayor participación de las mujeres...” Más adelante, aludiendo al papel de cada persona, el documento afirma: “... El objetivo de este manifiesto es provocar una toma de conciencia y un compromiso individuales (...) es un testimonio de la responsabilidad de cada ser humano para plasmar en la realidad cotidiana los valores, actitudes y comportamientos que inspiran la cultura de paz.”
El grupo de investigación Lazos sociales y culturas de paz integrado por psicólogas con diversas posturas teóricas decidimos deponer la discusión por las epistemologías y apostarle a la comprensión de las significaciones de la paz, en el entendimiento de que las condiciones de guerra y de paz son construcciones sociales y como tales es posible cambiarlas en un juego complejo de diversos procesos políticos, económicos, culturales y psicosociales donde tienen un papel muy importante la construcción de significados inscritos en la cultura política.
Hablar de la significación de la paz en un país como Colombia implica reconocer lo que está haciendo la guerra en las y los ciudadanos, pues como afirma Martín- Baró (1989), la guerra no se da únicamente en el espacio –territorio- de lucha entre grupos armados, sino que también se introduce en la vida cotidiana de la población, respondiendo al interés de control y dominio por parte de los grupos que detentan el poder; además, la guerra es reordenadora del todo social, en cuanto establece modos de relación fragmentadores entre las personas. Dichas relaciones están mediadas por la desconfianza hacia los demás, por una visión polarizada de la realidad orientada por la lógica del bueno y el malo, por la legitimación del autoritarismo, y por la fuerza y la arbitrariedad como mecanismos para vivir en sociedad.
La psicóloga Elizabeth Lira (1990) lo plantea así: “la guerra no es más una guerra en el sentido de un enfrentamiento armado: es una movilización total que integra todos los factores susceptibles de conducirla a su fin, se relaciona con un proceso de desintegración y reordenamiento de los colectivos y los individuos. En ese sentido, la vinculación de la población civil no es un hecho secundario, sino que atiende a una estrategia de lucha por el poder político y social” (p. 139).
La fragmentación colectiva producida por el conflicto armado implica escisiones culturales muy fuertes; ahora bien, la viabilidad de una cultura afirma el psicólogo cultural Jerome Bruner (1991) está relacionada con su capacidad para resolver conflictos, para explicar las diferencias y renegociar los significados comunitarios. Zuleta (1980) hace énfasis en la importancia de que la sociedad aprenda a vivir los conflictos de forma pacífica, sin esperar ausencia de conflictos; y desde el análisis del comportamiento contemporáneo, se conceptualiza la paz como resultado de las prácticas de interacción social en la cultura, prácticas que son mantenidas por la misma comunidad (Ballesteros, 2002).
Para la indagación se parte de la concepción de significado (Vigotsky, 1977; Schütz, 1993; Bruner, 1990) como unidad de análisis que permite la comprensión integral de lo humano y posibilita acceder a las maneras empleadas por los miembros de una comunidad para construir explicaciones e interpretaciones acerca de sus experiencias sociales a lo largo de su historia.
Respecto de la naturaleza social del significado otros autores coinciden en su carácter temporal y contextual (Berger y Luckman, 1993; Gergen, 1989; Hayes, 1994; Ribes-Iñesta, 1990 y 2002; Skinner, 1957; Staats, 1983; Ballesteros, 2004). Para el interconductismo, representado en Latinoamérica principalmente por Ribes-Iñesta (1990), el lenguaje como interconducta es inseparable de los eventos con los cuales se interactúa. Al mencionar aquí la perspectiva conductual, es importante traer un texto de Ignacio Martín Baró (1990) quien al referirse a la concepción crítica dice: “Es importante subrayar que esta visión de la Psicología no descarta el análisis de la conducta. Sin embargo la conducta debe ser vista a la luz de su significación, personal y social, del saber que pone de manifiesto, del sentido que adquiere desde una perspectiva histórica...” (p.168).
Autores como Berger y Luckman (1993) también reconocen que la interacción social, como actividad humana, no solamente posibilita la configuración de significados compartidos sino también su recreación, debido a la capacidad subjetiva e intersubjetiva de reconstrucción de las “significaciones objetivadas en el lenguaje”. En este sentido Gergen (1989) reconoce la susceptibilidad del significado de ser deconstruido.
El análisis del significado permite captar la forma como los seres humanos conocen y se apropian del mundo. De igual manera, es posible conocer la actitud con que los seres humanos conocen el ámbito que los rodea y el sentido que construyen de esta vivencia. Aceptando este argumento se reconoce que la conciencia en su conjunto tiene estructura semántica, por lo cual la mejor manera de conocerla es en función del significado (Vygotski, 1977 y 1979). El papel mediador del significado juega un rol importante en las actividades simbólicas para construir y dar sentido al mundo y a sí mismos (Bruner, 1996).
Finalmente, partiendo del hecho de que la guerra y la paz constituyen fenómenos de innegable vigencia en nuestro contexto histórico y cultural y que forman parte de las reflexiones y decisiones cotidianas y trascendentales de los miembros de todos los sectores sociales, este trabajo considera la lectura de los significados de la paz como una estrategia que permite un acercamiento a la comprensión de la experiencia, la disposición y los valores de las personas respecto a la misma, de una manera integral y contextuada.
En sintonía con el psicólogo social salvadoreño Martín- Baró (1998), quien afirma que : “en la medida en que la Psicología tome como su objetivo específico los procesos de la conciencia humana deberá atender al saber de las personas sobre sí mismas en cuanto individuos y en cuanto miembros de una colectividad. Ahora bien el saber más importante desde un punto de vista psicológico no es el conocimiento explícito y formalizado, sino ese saber inserto en la praxis cotidiana. Las más de las veces implícito, estructuralmente inconsciente e ideológicamente naturalizado, en cuanto que es adecuado o no a las realidades objetivas, en cuanto que humaniza o no a las personas, y en cuanto permite o impide a los grupos y pueblos mantener las riendas de su propia existencia” (p.168).
Objetivo general
El estudio buscó comprender cómo se expresan los significados de la paz, construidos por hombres y mujeres, tanto adultos como jóvenes, de diferentes grupos poblacionales en la ciudad de Bogotá. En este artículo se presentan los significados relativos a la reconciliación, el liderazgo, la paz negativa y la paz estructural.
Método
Se trabajó desde el enfoque cualitativo, con la metodología de grupos focales y el análisis de narrativas (Bruner, 1991; Sacipa, 2.001).
Participantes
En la primera fase se trabajó con 8 grupos poblacionales:
• Docentes de un colegio Fe y Alegría.
• Madres de familia del mismo colegio.
• Madres comunitarias del centro zonal ICBF de Suba.
• Mujeres y hombres jóvenes, estudiantes de medicina.
• Mujeres y hombres jóvenes, estudiantes de odontología.
• Dos grupos de jóvenes pertenecientes al Parche Ecológico Cazucá (PEC1 y PEC2).
• Adultos, hombres y mujeres en situación de desplazamiento de la organización comunitaria CEDEPAZ.
En la segunda fase se trabajó con 5 grupos poblacionales:
• Ejecutivos/as.
• Militares retirados.
• Técnicos administrativos.
• Amas de casa.
• Estudiantes de estratos cinco y seis.
Instrumento
El estudio empleo los grupos focales como instrumento que permitió conocer los significados construidos por los grupos de personas respecto al tema propuesto. La entrevista se conformó con preguntas guía abiertas a fin de convocar la discusión.
Resultados
Los textos de las entrevistas se llevaron a matrices de análisis intertextuales2 comparando los diferentes grupos según los significados de paz encontrados.
La reconciliación, afirma Lederach (1998), permite abordar el pasado, saliendo del círculo vicioso de culpabilización; las partes implicadas habrán de reconocer y legitimar lo pasado y entender los procesos de interdependencia entre ellas, porque sólo de esta manera se puede imaginar el futuro pacífico. En un contexto de violencia política como el colombiano, la reconciliación basada en un diálogo sostenido es elemento indispensable para la paz. Sin embargo, de los trece grupos entrevistados (con un total aproximado de 120 individuos) solamente dos personas del grupo de madres del colegio Fe y Alegría expresaron significaciones de paz que hablan de la reconciliación.
Las colombianas y los colombianos, y en este caso particular las bogotanas y bogotanos, nos encontramos en situaciones paradójicas que nos llevan a no ver las responsabilidades que conlleva la reconciliación, ya que ésta invita a la búsqueda de un encuentro donde las personas puedan replantear sus relaciones y compartir sus percepciones, sentimientos y experiencias, con el fin de crear nuevas percepciones y una nueva experiencia compartida.
Como tal, la reconciliación se basa en una paradoja que articula fuerzas e ideas aparentemente contradictorias pero en verdad interdependientes. Smith y Berg (1987), han sugerido que las paradojas son una parte natural de la vida en comunidad. Para tratarlas de forma constructiva es necesario identificar las energías opuestas que constituyen los polos de paradoja, conceder espacio a cada uno de ellos y aceptarlos como interdependientes y necesarios para la salud del grupo. En el caso de los conflictos contemporáneos, los polos de energía, a menudo considerados incompatibilidades, son necesidades básicas humanas y de relación intrínsecas a la experiencia y aspectos estructurales inherentes al contexto de los conflictos violentos prolongados. Por ello, la reconciliación representa el espacio, o la tensión creativa, que liga entre sí esas necesidades y la energía que las impulsa a unirse.
La reconciliación sugiere que la salida a estas paradojas consiste en aceptar ambas fuentes de energía. Una paradoja puede ocasionar un atolladero ineludible y demoledor cuando se acepta una de las fuentes a expensas de otra; en otras palabras, cuando los grupos se aferran a una fuente frente a la otra. El paradigma básico de la reconciliación, por tanto, es el que acepta la paradoja. Sugiere por ejemplo que centrarse en la relación proporcionará nuevas formas de abordar el callejón sin salida en que entran ciertos temas, o que conceder espacio a los lamentos sobre el pasado permite una reorientación hacia el futuro y a la inversa, que imaginar un futuro común, crea nuevas lentes para enfrentarse al pasado.
En relación con la categoría de liderazgo, Lederach (1998) considera que se encuentra en estrecha relación con la construcción de culturas de paz. De acuerdo con este autor, el liderazgo se refiere a las personas o grupos con un papel preponderante dentro de una población o comunidad. Y puede considerarse en tres niveles: liderazgo de nivel superior, de nivel medio y de base.
Lederach (1998) ubica en la categoría de liderazgo superior a quienes participan directamente en la toma de decisiones, se refiere a los líderes políticos y militares del conflicto así como a religiosos de alto nivel; son líderes que cuentan con poder e influencia significativas.
De los 120 participantes en la investigación solamente nueve personas nombran líderes de nivel superior en lo nacional; es así como en la primera fase un adulto de CEDEPAZ identificó al obispo Pedro Rubiano y un joven del PEC1 nombró al presidente. En la segunda fase una ama de casa, un estudiante de secundaria y dos militares retirados hacen una mención explícita al presidente como un líder de este nivel al expresar: “Uribe es un paradigma de la paz”. Tres ejecutivos y un ama de casa identificaron a Antanas Mockus, como líder que impulsó la educación para la convivencia y manifestó resistencia civil por la paz; mientras que varios participantes de los grupos de ejecutivos y de técnicos administrativos hablaron de la ausencia de líderes en el campo de la política nacional con capacidad para orientar la salida al conflicto.
Es muy interesante anotar que las y los entrevistados en varios grupos focales identificaron a líderes de nivel superior en la dimensión internacional, es así como en los grupos de estudiantes de medicina en la primera fase y de secundaria en la segunda, al igual que en el grupo de ejecutivos, mencionaron a Rigoberta Menchú, a Martin Luther King, al Dalai Lama, a Ghandi y al movimiento de la no-violencia, mientras que uno de los militares mencionó a Juan Pablo II como un partidario de la paz.
Dichas menciones indican que los personajes y el movimiento resultan significativos para los participantes, dado el carácter y trascendencia de sus acciones en favor de la paz. Los líderes mencionados no tienen en sus manos la toma de decisiones acerca de la paz pero sí lideran procesos de negociación para lograr la paz; tanto Ghandi como Menchú fueron líderes que surgieron de la base de la sociedad, pero por las implicaciones de sus acciones llegaron al nivel nacional y mundial.
En el liderazgo de nivel medio, Lederach (1998) incluye personas que pueden estar conectadas con la autoridad, con estructuras de gobierno oficial o con movimientos de oposición en un escenario de conflicto prolongado. Redes de colectivos e instituciones, así como personas respetadas y conocidas en el campo religioso, en el de la educación, en el empresarial o en el de la salud.
En la fase uno, las docentes hablaron del escritor Jairo Aníbal Niño y de la Madre Teresa de Calcuta, la cual fue identificada también como líder por los estudiantes de medicina y los jóvenes del PEC1, quienes también nombraron al alcalde de la localidad y a una ONG.
En la fase dos, en el grupo de ejecutivos nombraron como líderes de este nivel a la Cruz Roja, la UNICEF, una empresa privada, una ONG, y dos sacerdotes que trabajan por la paz. El espacio de la academia fue particularmente señalado en el grupo de ejecutivos por la responsabilidad social que soporta desde la formación, siendo éste un punto de encuentro con Lederach (1998), quien señala que sólo cuando la academia cumple con el objetivo de enseñar a las personas planteamientos y técnicas específicas para enfrentarse al conflicto tal como ocurre realmente, logra potenciar y ampliar las alternativas para tramitar acertadamente los conflictos sociales que surgen, al abrir la posibilidad de experimentar y ensayar en escenarios paralelos las situaciones que se presentan realmente a la hora de afrontar un conflicto.
En el grupo focal de los técnicos administrativos una persona mencionó el aporte de una organización no gubernamental que trabaja por la reivindicación y protección de derechos de personas víctimas de la violencia sociopolítica y otro participante mencionó una fundación. Habría de esperarse que en un contexto de violencia como el colombiano, se presentaran más nominaciones en este nivel de liderazgo; la escasez de las mismas podría estar relacionada con los asesinatos frecuentes tanto de líderes políticos como religiosos. Además, parecería ser que las diversas formas de construcción de la paz que plantea Lederach no son tan visibles en nuestro contexto, no se logra desarrollar el potencial necesario para agenciar cambios en las percepciones sociales alrededor de los conflictos particulares que matizan nuestra sociedad; tampoco se alcanza a llegar a los actores próximos a procesos de diseño de políticas, formación sobre formas alternativas de resolución del conflicto y constitución de equipos, redes e instituciones que intervengan activamente en procesos de conciliación y negociación relacionados con el conflicto nacional.
El liderazgo de base según Lederach (1998) incluye personas o grupos que representan a la base de la sociedad (las masas), por ejemplo, líderes locales y personas de las ONG locales. La investigación mostró que en las dos fases los grupos focales reconocieron el aporte a la paz de diferentes personas al interior de la familia, a través de la realización de actividades profesionales u oficios cotidianos y de otras instituciones de la comunidad como la iglesia, el colegio y grupos de apoyo externos. Sin embargo fue sólo en el grupo de adultos de CEDEPAZ donde se reconocieron a sí mismos como líderes en el nivel de base tal como es planteado por el autor mencionado.
En la primera fase, en los dos grupos de mujeres adultas, el de madres de familia y el de madres comunitarias, se presentó coincidencia en reconocer su responsabilidad como líderes de relaciones pacíficas en el contexto familiar; en los grupos de docentes y en el de odontología hay coincidencia en considerar el ejercicio de la profesión como liderazgo en procesos de prestación de servicios, asumidos como responsabilidad social. En este sentido, Lederach (1998) considera que el liderazgo de base hace posible afrontar las crisis en los aspectos cotidianos en los que confluyen sentimientos profundamente arraigados como consecuencia del conflicto estructural expresado en la inseguridad social y económica, la discriminación política y cultural, y la violación de los derechos humanos.
Dichas expresiones del conflicto fueron señaladas en los grupos focales de ejecutivos y de técnicos administrativos. En este último grupo, sin embargo, cinco de sus integrantes afirmaron que las acciones de las personas u organizaciones de base aunque pueden ser loables, no aportan verdaderamente a la paz, considerando que la única alternativa es el cambio en las estructuras sociales, políticas, económicas y culturales de la sociedad. Desde su posición asumen que las acciones locales siguen siendo expresiones individuales que no surten efectos y por tanto resultan insuficientes, produciendo un mayor desequilibrio social. La manera como asumen los técnicos la situación es comprensible si se tienen en cuenta las características del contexto donde se desenvuelven cotidianamente, matizado por la pérdida de confianza que han experimentado frente a distintos procesos de negociación, debido al manejo de la información, la influencia de los medios de comunicación, la tendencia social a la polarización y radicalización de posiciones, así como la falta de voluntad política para el diálogo y para el cumplimiento de los acuerdos. Todas estas son situaciones que, según Lederach (1998), inciden significativamente en la tramitación del conflicto.
Al respecto, este autor señala que en el contacto cotidiano con las difíciles condiciones de las comunidades o grupos, los líderes de base tienden a perder la capacidad de acceder a otros niveles para incidir en la toma de decisiones y conocer más acerca del contexto global experimentando en sí mismos el peso de la realidad desbordante.
En los demás grupos focales los participantes asumen una postura diferente, al resaltar la importancia de las acciones de las personas en este nivel. Acciones que son significadas como aportes a la paz y descritas como experiencias comunitarias comunes que desafortunadamente pasan desapercibidas dado el contexto y la difusión otorgada por el manejo de la información a través de los medios de comunicación.
La categoría de paz negativa, se presenta en dos formas básicas, el cese de hostilidades y la evasión de las confrontaciones; éstas tienen sus orígenes en la concepción romana y griega de la paz respectivamente. Como lo expone Galtung (1996), el término Pax en latín, hace alusión a la conservación de la ley y el orden internos para garantizar la defensa exterior; tiene un significado de corte político y militar. Mientras tanto el vocablo griego eirene, apunta por un lado a los periodos de ausencia de conflicto y por otro a la armonía y la tranquilidad espiritual, manteniendo un carácter más personal e interior. Ambos, pax y eirene, son las dos caras de la misma moneda en la medida en que desde su punto de vista descartan el conflicto. Así mismo son “las bases sobre las cuales añadir otros elementos e influencias, formulando las ideas contemporáneas de la paz en occidente” (Lederach, 1984, p.19).
No obstante las circunstancias de la época; los desafíos presentes; las fuerzas dominantes y la dirección de las tendencias del pensamiento religioso, filosófico o político, entre otros, se ha ido construyendo una dimensión de la paz que supera la tendencia largamente sostenida que defendía la idea de paz negativa, y que en la actualidad está estrechamente unida a la recuperación de la dignidad y a los procesos de cambio y transformación en el ámbito personal, social y estructural que están implícitos en el paso de una cultura de violencia a una cultura de paz (como lo describen Galtung, 1998; la UNESCO; y Fisas, 2001)
En las dos fases, algunos de los grupos focales identificaron en un primer momento la paz como la ausencia de violencia directa y de conflictos; en la medida en que fueron transcurriendo la conversaciones y a través del intercambio de diversos puntos de vista, la mirada ganó en complejidad. Este es el caso de las amas de casa, los ejecutivos y los técnicos, con quienes se observa un desplazamiento del significado hacia una nueva forma de entender la paz que es opuesta a la violencia y ésta como un ejercicio de poder que puede manifestarse en cualquier esfera de la vida: en lo cultural, lo económico, lo político o lo doméstico, como lo describe Urra (1997). Así mismo sucedió en el grupo de adultos de CEDEPAZ, en los de estudiantes de medicina y odontología, en el grupo de jóvenes PEC2 y en el de docentes de Fe y Alegría.
En contraste, en el grupo de militares tres participantes coincidieron en afirmar que “la paz es imposible hasta que no se suspenda el ejercicio de la guerra”. Por lo tanto “la paz es la cesación del empleo de las armas de fuego”. Estas expresiones recogen la tendencia del grupo al considerar que la alternativa para abrir horizontes de paz es dejando las armas que deben ser de uso legítimo y exclusivo del Estado, representado por el estamento militar preparado y estructurado para garantizar la seguridad del país.
La paz significada como evasión de las confrontaciones aparece en las dos fases referida a las interacciones en la vida cotidiana más que a la realidad política o militar. En la fase uno, el grupo de las y los estudiantes de odontología significaron la paz como tolerancia, referida a soportar a los otros cercanos y a las condiciones de su labor; es una respuesta de evitación de la confrontación en una circunstancia no deseada. En la segunda fase, para los grupos de técnicos y de ejecutivos, evitar enfrentarse equivale a evitar problemas y “estar en paz y dejar en paz” a los demás; entre los ejecutivos también se presentó la contraparte crítica de esta postura.
La paz como ausencia de temor fue significada solamente por dos mujeres del grupo focal de estudiantes de medicina en la fase uno y dos mujeres del grupo de amas de casa en la fase dos, lo cual podría hablar de sus condiciones de seguridad como ciudadanas o como personas al interior del hogar.
Galtung (1998) y Fisas (1998), conciben la paz estructural, en cuanto condiciones de la estructura social que permiten el libre desarrollo de los miembros de la comunidad y por tanto propenden por la dignidad humana. Así la concordancia de las posibilidades actuales de desarrollo y el desarrollo real de una comunidad señalan el índice de paz estructural. Así que las estructuras de cooperación (en el plano económico) y de participación (en el plano político) son indicadores de paz estructural en contraposición a la explotación económica y a la represión política. Desde el acceso a las condiciones materiales mínimas para la subsistencia digna hasta un ambiente de libertad, justicia y pluralidad, la paz estructural permea todas las esferas sociales: las relaciones con los otros, la normatividad jurídica, el sistema político y la distribución de la riqueza. En este punto se encuentra coincidencia con la literatura sobre calidad de vida, la cual también implica condiciones objetivas de satisfacción de necesidades, las cuales han sido evaluadas en función de indicadores como ingresos, trabajo, educación y alimentación entre otros, lo mismo que de condiciones subjetivas para su goce.
En las narrativas de los grupos, aparecieron significaciones de la paz estructural refiriéndose a diferentes planos y esferas: en el plano de las condiciones materiales para la subsistencia, los adultos de CEDEPAZ hicieron énfasis en la necesidad de tener garantizada la alimentación, la vivienda y el empleo. Una docente de Fe y Alegría nombró la calidad de vida como condición para la paz y uno de los jóvenes de PEC2 se refirió a evitar la explotación en el trabajo como una de las formas de respeto hacia el otro que fortalece la paz. En la misma línea, en el grupo de odontología y en el de docentes de Fe y Alegría identificaron la paz con la justicia y la equidad.
Es destacable que en seis de los grupos de la fase uno aparecieran narrativas referidas a esta concepción de paz, pese a que nuestro contexto nacional, en la voz de los medios masivos de comunicación, centra la atención en el conflicto armado y en la paz como resultado de negociaciones y diálogos. Puede pensarse, como se anotó anteriormente, que el fracaso de las negociaciones del gobierno con las FARC en la pasada administración haya abierto la mirada hacia otras formas de concebir la paz. Sin desconocer que una forma alternativa y amplia de entender la paz ya ha permeado espacios académicos y de educación no formal, a los que algunos de los participantes de esta investigación tienen acceso.
En la fase dos encontramos que en sintonía con la propuesta de Galtung (1985), la paz para el grupo de técnicos(as), supone alcanzar condiciones sociales de igualdad, satisfacción de necesidades básicas, equilibrio socioeconómico y acceso a bienes y servicios para todos los integrantes de la sociedad a fin de que todas las personas puedan disfrutar y compartir de los beneficios de vivir en comunidad. Las condiciones estructurales son muy significativas para este grupo, en especial para las personas vinculadas a la empresa del Estado. Para ellas y ellos sólo a través de la búsqueda de la igualdad y la reivindicación social, económica y cultural es factible hablar de paz.
Así, uno de ellos identifica la paz con la justicia social considerada en perspectiva compleja “la humanidad tiene cómo cubrir necesidades básicas para todos los seres humanos: alimentación, techo, vivienda...”
Otros técnicos hacen alusión a las “desigualdades sociales grandísimas”, una de ellas afirma que la paz está íntimamente ligada a “elementos sociales y políticos identificados como generadores de violencia.”
En este mismo sentido, cuatro ejecutivos (tres mujeres y un hombre) hicieron alusión a la paz como igualdad de condiciones para todos, mencionando la salud, la educación, el empleo justo y las condiciones de vivienda y alimentación. Mientras que otra participante hace alusión a la necesidad de un proyecto político concreto para la búsqueda de tal igualdad, “metiéndole hechos y no solamente retórica”. Coincidiendo con el planteamiento de Garay (2003) acerca del proyecto colectivo y la riqueza social como garantes de bienestar.
Es importante destacar que los cuatro ejecutivos hicieron una reflexión sensible sobre su propia condición:
Para uno desde esta posición en que estamos todos en esta mesa pues es muy fácil de alguna manera hablar de paz, debe ser muchísimo más complejo cuando uno tiene que salir a la calle a pedir, vivir en Ciudad Bolívar o una cosa así.
Los militares retirados plantean preocupación por las condiciones estructurales, uno de ellos se refiere a las dificultades por las que atraviesan gran número de personas que ven en la falta de oportunidades y de fuentes de empleo un obstáculo para mejorar su calidad de vida; uno de ellos dice: “La paz como... un estado social que le permite a los estados, a las naciones, con el uso legítimo de sus instrumentos de gobierno, garantizarles a todos los asociados lo que postulan todas las constituciones del mundo: el bienestar de los pueblos...” explicitando en su discurso que bienestar supone la distribución equitativa de recursos, de bienes y servicios para todos sin distinciones, con lo cual se evitaría la emergencia del conflicto expresado en la violencia generada en el país.
Encontramos que esta significación se sustenta con el Informe de evaluación de la política social elaborado por la Contraloría General de la República en el año 2003, donde se concluye que hay un empeoramiento progresivo en la distribución del ingreso en Colombia, ubicándose el país en una situación más desfavorable que la de América Latina en su conjunto y donde la población más pobre e incluso las capas medias redujeron drásticamente su ingreso en los últimos años.
En este grupo de militares retirados se insiste en la responsabilidad de cada persona como ciudadano en la superación de conflictos estructurales que impiden llegar a la paz, así proponen fomentar “la capacidad ciudadana” de las personas para “ser veedores y ser capaces de imponer el veto a los políticos corruptos y ladrones”. Orientando la ciudadanía a romper con las tradiciones clientelistas que limitan el progreso del país.
Otro militar retirado opina que contribuye a la paz “generando empleo, generando otras condiciones de vida para las personas que de una u otra manera le rodean”. En esta perspectiva otro participante afirma: “el compromiso debe ser de los líderes del sector público y privado para formular un modelo que nos permita contar algún día con orden, justicia, y al final lograrla [la autoridad] como requisito para la paz”.
En el grupo de amas de casa, sólo una de ellas, se refiere a la condición económica en relación con la posibilidad de contribuir a la paz: “cuando uno tiene la oportunidad de dar empleo, dándole a una persona un trabajo. Uno tiene que ayudarle mucho a los empleados, hay que ayudarles a planificar el manejo de la plata”. Posiblemente para las otras participantes del grupo de amas de casa el no significar la paz en relación con las condiciones estructurales tenga que ver con su posición en la economía.
En el grupo de estudiantes de secundaria dos participantes hablan de las condiciones estructurales, uno de ellos hace referencia a la pobreza que viven diferentes grupos sociales, lo cual considera puede ser uno de los aspectos que lleven a las personas a unirse a diferentes grupos armados y otro se pregunta por la dinámica de la guerra, tratando de entender las difíciles decisiones que las personas tienen que tomar así vayan en contra de su manera de pensar.
Estos hallazgos se corresponden al planteamiento de Garay (2002) quien dice: “En el campo económico y social se requiere instituir un verdadero sistema integral de protección y seguridad social en el marco de una estrategia comprensiva de lucha contra la pobreza y la promoción del crecimiento y la inclusión social, que dedique y focalice un monto importante de recursos públicos a la satisfacción de propósitos básicos en campos como los de educación, salud, seguridad pensional, alimentación para enfrentar la indigencia, y protección frente al desempleo” (p. 4).
En las dos fases, se observa un desplazamiento de la mirada a una nueva forma de entender la violencia como un ejercicio de poder, sean o no visibles sus efectos, el cual puede manifestarse en cualquier esfera de la vida, en lo cultural, lo económico, lo político o lo doméstico, como lo describe Urra (1997).
Discusión
La reconciliación es considerada el componente principal en la construcción de paz, ella constituye un lugar o espacio social donde sucede la interacción entre verdad y perdón, en el cual es posible restaurar y reconstruir las relaciones deterioradas por la violencia política (Lederach, 1998).
Sin embargo, las personas participantes en los grupos focales de las dos fases de la investigación no visualizaron la reconciliación entre los colombianos, ni entre los grupos armados y el Estado, ni entre quienes hacen la guerra y la población civil. La ausencia de expresiones relacionadas con la reconciliación nos dice que ésta es una significación que deberá ponerse a circular en la opinión, dado que en el contexto histórico del país no se han presentado hechos significativos para los ciudadanos que muestren una ruta en este sentido; por el contrario, los hechos relativos al fracaso de las negociaciones en la anterior presidencia condujeron a una polarización de posiciones en la población y al escalamiento de la guerra en el gobierno actual. Es decir, no se concede un focus a la paz.
Recordemos que la reconciliación promueve un encuentro entre la expresión franca de un pasado doloroso y la búsqueda de la articulación de un futuro interdependiente a largo plazo; proporciona un punto de encuentro para la verdad y la misericordia donde se valida el dolor y se cede a favor de una relación renovada que reconoce la necesidad de dar tiempo y espacio a la justicia y la paz, donde la reparación de los daños está unida a la concepción de un futuro común.
La paz cuenta con numerosos líderes de base pero no tiene quién la lidere a nivel político, es así que las y los participantes en la investigación se reconocieron a sí mismos como gestores de paz, mientras que no identificaron líderes que la impulsen a nivel nacional o internacional.
Las personas amantes de la paz, aunque no encuentran satisfacción de sus anhelos en el espacio de la política, reconocen su papel en la cotidianidad, ubicaron sus limitaciones personales e hicieron visible su disposición para generarla en el campo de las interacciones más cercanas. Fue grande el número de intervenciones de los participantes de los grupos focales en las cuales se refirieron a la paz en el ámbito de la cotidianidad y de las relaciones con las personas cercanas, donde se abre el espacio a la generación de nuevos sentidos creando paz desde la comprensión, la solidaridad, la tolerancia y el respeto; esto contrasta con el pequeño número de significaciones relativas a la negociación política. Esta diferencia nos habla de la desesperanza aprendida en un proceso fracasado donde las y los colombianos pusieron muchas ilusiones que fueron abortadas en un tránsito que desvirtuó el significado de la paz, al denominar de este modo un proceso de acercamientos y conversaciones, donde la palabra fue vaciada de su contenido en un movimiento perverso en el cual los medios de comunicación jugaron un papel muy negativo.
En las dos fases, algunos de los grupos focales identificaron en un primer momento la paz como la ausencia de violencia directa y de conflictos. Sin embargo es interesante anotar el movimiento observado en la conversación en la mayoría de los grupos, desde la definición de la paz en términos de cese de hostilidades o ausencia de guerra, hacia la consideración sobre condiciones dignas de vida; generadoras de paz; relativas a la equidad, la justicia social, la superación de la miseria y la libertad, como significativas de una paz posible.
Igualmente nos indican cómo los ciudadanos y ciudadanas participantes en la investigación trazan caminos posibles para su construcción en una mirada que va más allá de la presión de muchos medios de comunicación y de instancias de poder del contexto nacional e internacional para situarse en el entorno posibilitador de vida.
En esta perspectiva, Galtung citado por Fisas (1985), afirma que en sentido amplio, paz supone la ausencia de violencia directa y estructural; ello implica generar bienestar, satisfacción de las necesidades humanas básicas, identidad y la libertad para todos. Propone la equidad, la autonomía, la solidaridad, la participación y la autosuficiencia como mecanismos para luchar contra la violencia; mecanismos que a su vez permitirían superar la explotación, la fragmentación, la marginación y la dependencia.
La investigación evidenció que en la mayoría de los grupos la paz se significa en relación con la satisfacción de necesidades básicas, el equilibrio socioeconómico, el acceso a la salud, a la educación, a la vivienda y al empleo para todos los integrantes de la sociedad.
En sintonía con estas significaciones, Garay (2003) afirma: “Una sociedad que no construye un proyecto colectivo y una riqueza social, evidentemente no logra garantizar unos estándares razonables de bienestar para la gran mayoría de su población” (p. 1).
Los resultados de las dos fases invitan a reflexionar sobre la importancia de comprender la paz no sólo en relación con el fin de las hostilidades bélicas, sino con otros fenómenos estrechamente vinculados con la violencia, como son la inequidad socioeconómica, las carencias democráticas, la falta de posibilidades para el desarrollo de las capacidades humanas, las tensiones cotidianas y el respeto a los derechos humanos.
La indagación en los grupos focales de las dos fases por la disposición de contribuir a la construcción de la paz, nos mostró en todos personas que estarían dispuestas, en el plano de la enunciación, a generar acciones concretas para contribuir a generar paz.
Se encontró coincidencia en los grupos focales de las fases uno y dos en la disposición a promover la paz en la interacción familiar a través del amor, el diálogo y el respeto, a partir del reconocimiento del hogar como el lugar primario para iniciar un cambio; de igual manera, se reconoce que el primer paso es un trabajo personal para lograr tranquilidad espiritual en tanto que ésta es facilitadora de la disposición a ser agente de paz.
Los caminos para aportar a la paz varían según el género y las generaciones, cruzadas por el espacio de actividad: es así como las mujeres de estratos cinco y seis amas de casa, así como las madres de familia del colegio Fe y Alegría significaron la paz desde el ámbito privado y cercano donde siembran semillas de paz; mientras las mujeres ejecutivas, técnicas, madres comunitarias y mujeres integrantes de CEDEPAZ significan su aporte tanto en el hogar como en el espacio laboral y comunitario.
Los hombres integrantes de CEDEPAZ, los ejecutivos, los técnicos, los estudiantes, lo hacen en el espacio de lo público, en la comunidad, con interesantes excepciones de algunos hombres, en especial los jóvenes, quienes sitúan su disposición para construirla también desde lo cotidiano del hogar.
En lo laboral, mujeres y hombres consideran que pueden aportar a la paz generando interacciones amables con los otros, trabajando en la resolución de conflictos e incluso ejerciendo la autoridad con justicia. Fue visible en la participación de las mujeres y de los jóvenes menos favorecidos la esperanza de iniciar la paz en lo personal, sembrar sus semillas en la familia y en la convivencia comunitaria para desde allí irradiarla hacia el conjunto social.
Con base en las disposiciones que revelan el compromiso de las personas para trabajar por la paz en sus contextos inmediatos, sería importante orientar las intervenciones para potenciar tal compromiso y cubrir simultáneamente las esferas familiar, laboral y comunitaria. En la línea de la autenticidad a la cual se refieren los psicólogos sociales y autores como Hitlin (2003), así como otros psicólogos en el campo educativo y clínico cuando tratan el tema de la congruencia pensar-decirhacer, en el campo de la intervención sería interesante trabajar con las personas la relación entre los valores expresados en el lenguaje y su acción, analizando las ventajas de actuar en forma congruente.
Vale la pena llamar la atención acerca de la coincidencia encontrada en los estudios de Castro Largo y Sacipa (1998), CINEP (2002) y Dietrich (2002), y los de esta investigación respecto a constantes culturales e históricas que muestran cómo los significados de paz más generales permanecen tanto en el plano individual como en el plano colectivo y las diferencias específicas aparecen cuando se profundizan los análisis desde el género, la generación y la condición social.
Los resultados de la investigación sugieren nuevas líneas de indagación: una de ellas por el acompañamiento psicosocial constructor con otros(as) de comunidades de paz; una segunda por el análisis de las prácticas culturales características de los grupos poblacionales que promueven o mantienen dinámicas de guerra; es posible preguntarse también si es posible mantener un plan de acción que modifique las prácticas culturales violentas en pro de una cultura de paz.
En síntesis se plantea el reto de trabajar hacia la movilización y circulación de significados de la paz convocantes de la vida, la inclusión, la cooperación, la solidaridad y la dignidad humana.
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Recibido: julio 22 de 2004
Revisado: agosto 13 de 2004
Aceptado: septiembre 3 de 2004
1 Esta investigación fue elaborada por el grupo de investigación Lazos sociales y culturas de paz de la Facultad de Psicología de la Universidad Javeriana.
* Correo electrónico: ssacipa@javeriana.edu.co
2 Para una información amplia consultar a ssacipa@javeriana.edu.co o claudia.tovar@javeriana.edu.co