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Psicologia para América Latina

versão On-line ISSN 1870-350X

Psicol. Am. Lat.  n.8 México nov. 2006

 

ANÁLISIS Y CONSTRUCCIONES TEÓRICAS EN PSICOLOGÍA

 

Voluntad de poder y valores morales en la psicología de Nietzsche

 

 

Juan Manuel Del Moral

UAM Iztapalapa, México

 

 


RESUMEN

El objeto de este ensayo es presentar el concepto de psicología en el pensamiento de Nietzsche y mostrar su importancia dentro de él. La tarea primordial que Nietzsche le atribuye a esta ciencia es la explicación de la génesis y formación de los valores morales.

A la psicología, concebida en el sentido peculiar que Nietzsche le da a este término, le corresponde la preparación del terreno para la interpretación de la historia de la cultura occidental a partir de la explicación genealógica del cultivo de los valores que ha tenido lugar en ella. Se trata de un ejercicio hermenéutico que tiene por objeto descubrir el origen y la evolución de los sentimientos morales. Cómo surgen, de dónde se derivan, de qué manera se han constituido; cómo es que sentimientos tales como la compasión, la abnegación o la resignación, por ejemplo, han llegado a interpretarse como valiosos en sí mismos.

La psicología, entendida como morfología y como teoría de la evolución de la voluntad de poder, tal y como la llama Nietzsche, tiene la función de sacar de su ocultamiento las variaciones de interpretación por las que atraviesa la constitución del valor y mostrar la falsedad de la creencia en la existencia de acciones humanas buenas en sí y por sí mismas y la errónea suposición de que los juicios éticos reposan sobre verdades. La psicología como técnica interpretativa, como desmitificación, como desenmascaramiento, cuya labor destructiva es indispensable para la instauración de nuevos valores.

Conforme a teoria psicanalítica, a subjetividade humana se compõe de instâncias psíquicas, a saber, ego, id e superego. Sua compreensão ajuda a elucidar o inconsciente e assim, ajudar o indivíduo em suas angústias. A subjetividade é instituída socialmente e, portanto, está relacionada à cultura na qual se insere. A psicanálise surge na sociedade industrial/modernista. Por conta de duas guerras mundiais, a sociedade preferiu trocar sua liberdade por segurança. O “superego cultural” inibia a agressividade humana, obrigando o homem a internalizar seus sentimentos. O mal–estar da modernidade era causado pela repressão (sobretudo sexual). Atualmente, a sociedade pós– industrial /pós– moderna se caracteriza pelo excesso e fragmentação da informação. Troca–se a segurança pela felicidade. A sociedade pós – moderna é hedonista( prazer imediato) e imagética. O mal–estar dessa sociedade provém da repressão imposta pêlos padrões da mídia. Há um claro desequilíbrio entre as instâncias psíquicas do subjetivismo, sobretudo o “id”. Por isso a psicanálise continua sendo importante instrumento de auxílio no combate à angústia do homem pós– moderno.

En pocas palabras: la psicología como la vía que conduce al planteamiento de los problemas fundamentales: la devaluación de los valores supremos, la manifestación del nihilismo. Y, al mismo tiempo, como el conocimiento que sienta las bases de su superación: la teoría de la transvaloración y el superhombre.


ABSTRACT

The object of this essay is to present and show the importance of the concept of psychology that Nietzsche’s thought. The first task that Nietzsche attributes to this science is the explanation of the genesis and formation of moral values.

It is up to psychology, conceived in the particular sense that Nietzsche assigns the term, to prepare the groundwork for the interpretation of Western cultural history based on the genealogical explanation of values, that is, an exercise in hermeneutics whose object is the description of the origin and the evolution of moral sentiments: how they arise, what their origin is, how they are constituted, how sentiments such as compassion, abnegation or resignation, for example, have come to be interpreted as valuable in themselves.

The purpose of psychology, understood as a morphology and a theory of the will to power, as Nietzsche states, is to expose the changes in interpretation by shich the constitution of values goes through, and to show the falsity of the belief in good human actions in themselves, as well as the erroneous supposition that ethical judgments rest on truths. Psychology is an interpretive technique, a demythification, an unmasking whose destructive task is indispensable in order to establish new values.

In short, psychology is the path that leads to the approach to fundamental problems: the devaluation of supreme values, the manifestation of nihilism and the knowledge that lays the foundations of its overcoming, the theory of transvaluation and the overman.


 

 

Introducción

La primera vez que la psicología aparece en el discurso de Nietzsche es en Humano, demasiado humano (1878): "En el estado actual de la filosofía –dice– el despertar de la observación psicológica es necesario. El aspecto cruel de la mesa de disección psicológica, de sus cuchillos y de sus pinzas, no se le puede evitar a la humanidad. Porque ese es el terreno de esta ciencia que se pregunta por el origen y la historia de los llamados sentimientos morales... La falta de profundidad en la observación psicológica ha tendido y continúa tendiendo las trampas más peligrosas a los juicios y a los razonamientos humanos, lo que hoy es necesario es esa austera perseverancia en el trabajo, que no se cansa nunca de amontonar piedra sobre piedra, guijarro sobre guijarro, esa valentía que permite no avergonzarse de una tarea tan modesta y arrostrar todo el desdén que pueda inspirar"1

Como se puede advertir, Nietzsche se sirve del término psicología en un sentido muy peculiar: la explicación de la génesis y formación de los valores morales. Se trata, de una labor necesaria, de una empresa cruel pero inevitable, por cuanto pone al descubierto un ingente número de verdades ásperas y desalentadoras: la desfetichización de la moral como producto del falseamiento, de la mistificación, de la ficción; el desmoronamiento de la creencia en la validez intrínseca de los valores morales y de su necesidad. Ocho años más tarde, en Más allá del bien y del mal (1886), Nietzsche volverá a decir: "La psicología entera ha venido estando pendiente hasta ahora de prejuicios y temores morales: no ha osado descender a la profundidad. Concebirla como teoría de la evolución de la voluntad de poder, tal como yo la concibo, eso es algo que nadie ha rozado siquiera en sus pensamientos... A partir de ahora vuelve a ser la psicología el camino que conduce a los problemas fundamentales."2

 

Psicología y sentimientos morales

A la psicología, concebida en el sentido propio que Nietzsche le da a este término, le corresponde la preparación del terreno para la interpretación de la historia de la cultura occidental a partir de la explicación genealógica del cultivo de los valores que ha tenido lugar en ella. Se trata de un ejercicio hermenéutico que tiene por objeto descubrir el origen y la evolución de los sentimientos morales. Cómo surgen, de dónde se derivan, de qué manera se han constituido; cómo es que sentimientos tales como la compasión, la abnegación o la resignación, por ejemplo, han llegado a interpretarse como valiosos en sí mismos. La psicología como genealogía en Nietzsche es el recorrido por las transformaciones del sentido a lo largo de las cuales ciertos sentimientos y comportamientos humanos se han constituido en valores morales. Como buen filólogo Nietzsche aplica en el campo de la psicología el método genealógico de la filología. De la misma manera que ésta se remite a la formación de una lengua, la psicología genealógica analiza los sentimientos morales. En uno y otro caso se trata de la indagación de las transformaciones a través de las cuales se configura el significado de las palabras y de los actos humanos.

En la década de los setenta Nietzsche fue nombrado bajo el epíteto de "maestro de la suspicacia". Junto a Marx y Freud se elevó en él la figura del pensador revolucionario destructor de ídolos falsos. La crítica implacable a la sociedad de su tiempo, su agudeza en el arte de la desfetichización, su malicia y su ingenio –atributos en los cuales Nietzsche cifraba los recursos indispensables que su tarea como psicólogo requería– fueron las virtudes que más se le reconocieron. Pero quizás por ello mismo Nietzsche fue leído parcialmente: atrajo más la parte destructiva de su filosofía que la de sus propuestas constructivas.

Aunque de alguna manera lo previó, es muy probable que a Nietzsche le hubiera decepcionado conocer los motivos de su fama, saber que el atractivo de su obra se cifra en la crítica del pasado, no en su filosofía del porvenir. A Nietzsche le hubiera mortificado mucho enterarse de que la dimensión más profunda de su pensamiento (la metafísica de la voluntad de poder y el eterno retorno) quedaría eclipsada por la crítica a la tradición. Para él la faceta destructiva de su filosofía tiene pleno sentido y justificación sólo como preparación del camino que conduce a la fase constructiva: la teoría de la transvaloración y el superhombre. Se trata, ciertamente, de una destrucción necesaria e inevitable, pero no es el propósito final de su pensamiento. La crítica a la cultura no es, pues, el principal objetivo de Nietzsche, sino su visión del futuro: la superación de lo que el hombre ha sido hasta ahora, la creación de nuevos valores a partir de nuevos principios de valoración. En ese sentido, la psicología no es la dimensión más profunda de su pensamiento, sino la reflexión filosófica, la lectura crítica de la historia de la filosofía, la desmitificación de la metafísica. Ello no va en menoscabo alguno de la importancia que tiene para Nietzsche la psicología enfocada hacia la búsqueda del fundamento humano de la existencia de la moral y de su necesidad. La psicología como técnica interpretativa, como desmitificación, como desenmascaramiento; cuya labor destructiva es indispensable para la instauración de nuevos valores. La psicología como morfología y teoría de la voluntad de poder, "algo –dice Nietzsche– que nadie ha rozado siquiera en sus pensamientos", y que representa sin embargo la vía que conduce al planteamiento de los problemas fundamentales: la devaluación de los valores supremos, la manifestación del nihilismo.

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En Humano demasiado humano, Nietzsche resume esquemáticamente la génesis y constitución de los valores morales de esta manera: "La historia de los sentimientos en virtud de los cuales hacemos a alguien responsable, y, por lo tanto, de los llamados sentimientos morales, recorre las siguientes fases principales. Primero se denominan acciones aisladas buenas o malas, sin consideración alguna a sus motivos, sino exclusivamente por las consecuencias útiles o enojosas que tengan para la comunidad. Pero en seguida se olvida el origen de estas designaciones, e imaginamos que las acciones en sí, sin relación a sus consecuencias, encierran la cualidad de 'buenas' o 'malas', cometiendo el mismo error que hace que la lengua designe a la piedra misma como dura, al árbol como verde; es decir tomando la consecuencia por causa: luego referimos el hecho de ser bueno o malo a los motivos y consideramos los actos en sí como moralmente indiferentes. Se va más lejos y damos al atributo de bueno o malo, no ya al motivo aislado, sino a todo el ser de un hombre que produce el motivo. Así se hace sucesivamente al hombre responsable primero de su influencia, luego de sus actos, después de sus motivos y, por último, de su ser".3

Esta trayectoria es precisamente el objeto de la genealogía: descifrar los móviles de conducta originales y los cambios de significado sucesivos que dieron lugar a la constitución de los valores que nos han sido transmitidos. Su objetivo principal es dar cuenta de la formación del sentido de los valores en cuanto tales y poner a la vista su falsedad e inconsistencia. Se trata de un ejercicio hermenéutico porque el objeto con el que tiene que habérselas está oculto. "Una auténtica fisio–psicología", dice Nietzsche, que tiene que enfrentarse con resistencias inconscientes, con fetichismos y disfraces para poder descubrir el origen real y verdadero de los valores. Por eso la psicología como ejercicio genealógico no puede limitarse al análisis estático de los elementos y factores que intervienen en la producción de los comportamientos valorativos (instinto, deseo, voluntad, razón, etc.), la psicología tiene que ser esencialmente la explicación genética de su objeto. No hay que pasar por alto lo que esta concepción implica: la desmitificación de la existencia de entidades valorativas ideales, la oposición a la creencia en la absolutez y eternidad de los valores. El valor de los llamados valores morales no es algo dado real y efectivamente, puesto más allá de toda duda; es menester preguntar, dice Nietzsche, "¿en qué condiciones se inventó el hombre esos juicios de valor que son las palabras bueno y malvado? Y ¿qué valor tienen ellos mismos?"4. Nietzsche confiesa que desde muy temprano tuvo la peculiar inclinación a cavilar sobre estas cuestiones, movido por la sospecha de que las valoraciones morales descansan sobre la ficción y el error.

La verdadera psicología, la que abre el camino de los problemas fundamentales, tiene la función de sacar de su ocultamiento las variaciones de interpretación por las que atraviesa la constitución del valor y mostrar cómo van desapareciendo las unas en las otras, hasta dar por resultado la ilusión de la existencia de acciones humanas buenas en sí y por sí mismas. Se trata de la reconstrucción de rastros olvidados, totalmente encubiertos por el significado actual de las valoraciones; pero sobre todo de la indicación de que su hallazgo revela el carácter ficticio y erróneo de la creencia en la validez intrínseca de lo que se interpreta como valioso, de la suposición de que los juicios éticos reposan sobre verdades. El camino de la reconstrucción genealógica es el de la desfetichización: conforme se va extendiendo la historia genética de los sentimientos morales se va descubriendo la condición ilusoria de su validez objetiva. Este es el aspecto cruel que Nietzsche le atribuye a la psicología: el derrumbamiento de las verdades ilusorias, de las mentiras confortables que por ser tales se han hecho pasar por certezas evidentes. La revelación de la moral como consecuencia, pero también como síntoma y como máscara y como malentendido.

 

Conciencia moral y psicoanálisis

La proximidad del método genealógico al psicoanálisis salta a la vista. También allá se trata de rastros olvidados, de superposición de sentidos, de disfrazamientos, de ficciones y de autoengaños. Las conocidas tesis freudianas del origen de la conciencia moral en la culpa, de la represión como condición de posibilidad de la existencia de la civilización y de la cultura como sublimación, son también el resultado de una reconstrucción arqueológica y de un ejercicio hermenéutico. Asimismo la tarea del psicoanálisis es identificar atavismos, interpretar símbolos, quitar máscaras, traer a la luz de la conciencia motivos originarios oscurecidos o totalmente borrados a raíz de las desviaciones producidas por el conflicto entre la satisfacción y la represión. La tesis de Nietzsche según la cual la culpa, la mala conciencia, no surge como una consecuencia natural de la transgresión de normas protectoras de lo bueno en sí, sino de la crueldad del yo consigo mismo como efecto de la domesticación, es la misma de El malestar en la cultura. Igualmente la afirmación de que el origen de los dioses es la creencia errónea de que la existencia humana se halla en deuda con su comienzo, se anticipa a los planteamientos de Tótem y tabú. No gratuitamente Freud declaró algún día sus reservas para leer a Nietzsche, porque sabía que pensaba muy parecido a él.

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La psicología como teoría de la voluntad de poder

La psicología concebida como morfología y como teoría de la evolución de la voluntad de poder, así la define Nietzsche en Más allá del bien y del mal5, cuando ya ha asimilado por completo la importancia de la investigación histórica, cuando más incisivamente combate y se burla de las presuntas explicaciones "genealógicas" de los psicólogos ingleses. Si en Humano demasiado humano y en Aurora se destacan los esfuerzos de Nietzsche por poner en evidencia la plétora de ilusiones y errores de donde se derivan las valoraciones morales: el supuesto de la existencia del libre albedrío, la oposición altruismo–egoísmo como fundamento de la moralidad etc., no será sino hasta las obras posteriores a Zaratustra cuando Nietzsche ofrece una visión global y sistemática de su psicología. A la labor destructiva de desmitificación de las primeras escritos se agrega el estudio histórico–filológico de la acuñación de las palabras bueno y malo en distintas lenguas, hasta llegar al descubrimiento de que la constitución de los valores morales vigentes es el resultado de la inversión valorativa que la religión judeo–cristiana trajo consigo: la rebelión de los esclavos en la moral. Pero antes de entrar al análisis de estas cuestiones detengámonos un momento en los planteamientos de Humano, demasiado humano y Aurora.

La primera marca el comienzo de una nueva etapa del pensamiento de Nietzsche. La ruptura con Wagner y el distanciamiento de la filosofía de Schopenhauer son los signos más ostensibles de este cambio. Se inicia propiamente la obra del Nietzsche original. Las ideas del valor histórico del genio y del arte como óptica de la vida –ejes alrededor de los cuales fueron escritos El nacimiento de la tragedia y las Consideraciones intempestivas– ya no vuelven a aparecer. Surge el Nietzsche atraído por el espíritu científico, el Nietzsche antimetafísico. En este contexto se inscribe su idea de la psicología. Esta, como ya hemos apuntado, debe ser analítica y genética, debe practicar la disección crítica al mismo tiempo que la reconstrucción histórica de su objeto. El desenmascaramiento de la pureza ideal de los valores, la desconsoladora revelación de que su origen se sitúa en una esfera completamente ajena a la de la moralidad y la reconstrucción de los caminos por los que se transita hacia ella, son los temas predominantes. Todos ellos giran en torno de la refutación de la idea de que la forma altruista de valoración es la verdadera esencia de los valores morales. Su objetivo central es negar el supuesto de que la forma altruista de valoración6 constituye la fuente de las virtudes morales. Pero su desarrollo implica el planteamiento forzoso de una diversidad de cuestiones tanto epistemológicas como ontológicas que rebasan los límites de la psicología y de la ética. En el análisis del sacrificio y la abnegación, por ejemplo, Nietzsche escribe lo siguiente: "La joven enamorada desea comprobar con la infidelidad de su amado la abnegada fidelidad de su amor: el soldado desea caer en el campo de batalla por su patria victoriosa, pues en el triunfo de la patria encuentra el triunfo de su deseo supremo. La madre da al hijo lo que ella misma se niega: el sueño, los mejores alimentos, en ciertas circunstancias su salud y su fortuna... ¿No esta claro que, en estos... casos, el hombre tiene más amor por algo de sí mismo, una idea, un deseo, una criatura, que por cualquier otra cosa de sí mismo, y que, por consiguiente, secciona su ser y sacrifica una parte a la otra?... En moral, el hombre no se considera como un individuum, sino como un dividuum"7.

En la postulación del yo, como unidad indivisa y autoconsciente, Nietzsche encuentra el error más profundo sobre el que se edifica el mundo de la moralidad. En Aurora escoge la vía de la comparación entre el sueño y la vigilia, en un sentido muy cercano al del psicoanálisis de Freud, para argumentar en contra del libre albedrío y del yo como autoconciencia moral. Eso que denominamos yo y de lo que creemos tener una plena seguridad es una mera ilusión, una apariencia. El yo como lugar de encuentro de una pluralidad de fuerzas, "el alma como estructura social de los instintos y afectos"8, es lo que Nietzsche reclama a cambio de la idea del alma como entidad indivisible. Es muy elocuente este aforismo titulado Para tranquilidad del escéptico: "¡No sé en absoluto lo que hago! ¡No sé en absoluto lo que debo hacer! Tienes razón, pero no dudes esto: ¡Eres hecho! ¡En todo momento! En todos los tiempos la humanidad ha confundido la activa y la pasiva, es su eterno error gramatical."9

El cuestionamiento del yo responsable no se limita a negar la libertad de la voluntad como condición de la responsabilidad, niega también la idea del yo como sujeto amo y dueño de sus pensamientos y de sus intenciones. Un pensamiento viene cuando 'él' quiere y no cuando 'yo' quiero... –escribe Nietzsche– ... es un falseamiento decir que el sujeto 'yo' es la condición del predicado 'pienso'10. La certeza de la realidad del yo volitivo es un espejismo provocado por el uso del lenguaje: "... no hay ningún ser detrás del hacer, del actuar, del devenir; el 'agente' ha sido ficticiamente añadido al hacer, el hacer lo es todo"11. El yo del que tenemos conciencia es un resultado contingente de un juego de fuerzas entre instintos y afectos que se lleva a cabo sin la intervención del conocimiento ni de la voluntad. El sujeto es una ficción que proviene de la inveterada rutina gramatical de atribuir a toda actividad un agente, una causa, un responsable. El sujeto como causa de la voluntad y del pensamiento. Nietzsche ve en esta noción el efecto de un viejo prejuicio moral: el de hacerle creer al hombre la responsabilidad de sus actos.

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También la verdad entendida como valor tiene que ser cuestionada. Nietzsche no pregunta por el valor en sí de la verdad, sino por el fundamento del valor de la verdad en la praxis humana. ¿A qué necesidad responde la búsqueda del conocimiento? ¿Por qué la preferencia por la verdad y no por el error o la ignorancia? ¿Cuáles son las raíces originarias de la voluntad de saber? Se trata, ciertamente, de la cuestión sobre el origen del conocimiento, pero no en el sentido tradicional del origen según el orden de intervención de ciertas facultades psico–fisiológicas (sensibilidad, entendimiento, razón), sino en el sentido de la pregunta por la necesidad humana originaria a la que responde su aparición.

Nietzsche sostiene que el conocimiento humano surge originariamente como un medio de adaptación y de dominio de la naturaleza. El conocimiento como instrumento, como artificio que facilita la vida, que hace posible la sobrevivencia de la especie humana. Se trata literalmente de un artificio, de una invención12 en provecho de la vida; de ninguna manera de la capacidad de aprehender una supuesta esencia del mundo. La suposición de que el pensamiento aprehende lo real en sí, proviene del olvido del vínculo originario entre el conocimiento y la praxis vital humana. El universo del conocimiento está construido sobre el mundo vivido; en él tiene su origen y también sus límites, "solamente su poseedor y creador lo toma tan patéticamente como si en él girasen los goznes del mundo" 13. Tal pretensión ignora el real y efectivo papel del intelecto del hombre: la invención de códigos, de signos de representación, de repeticiones, de regularidades, de relaciones y ordenamientos cuya razón originaria de ser es la procuración de la adaptación y la sobrevivencia humanas.

El origen de la verdad está en el poder legislativo del lenguaje, es decir, en la invención de designaciones de las cosas obligatorias y válidas para todos; "la institución de un mundo de leyes, privilegios y subordinaciones como una instancia reguladora e imperativa" 14. La verdad surge originariamente como convención social. El hombre "ansía las consecuencias agradables de la verdad, aquéllas que mantienen la vida"15. Nada tan irreal, entonces, como el conocimiento puro, desvinculado de todo interés. Por eso el término que Nietzsche escoge a menudo como antónimo de verdad no es error, sino mentira. La mentira como transgresión de las verdades instituidas, como violación de los convencionalismos del lenguaje, es decir, de las nominaciones y designaciones sancionadas por el interés común.

No existe, pues, ningún nexo objetivo entre las designaciones y las cosas. "Solamente mediante el olvido puede el hombre imaginarse que está en posesión de una verdad"16, que el pensamiento penetra en el en sí de las cosas, que aprehende su esencia. El olvido como causa de ilusión y de engaño: olvido del origen convencional de la verdad como causa de la creencia en la existencia de un nexo objetivo entre las palabras y las cosas 17; olvido del auténtico origen de las valoraciones morales como causa de la creencia ilusoria en su validez intrínseca.

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Orígenes de la moral

Ni la procuración del beneficio ajeno (altruismo) ni la utilidad –la cual es una forma de beneficio– son el origen de la moral. La suposición de que la finalidad de algo es la razón de su existencia es una de las más grandes falacias que ha producido la razón humana. [Cito a Nietzsche]: "La primera condición para establecer el fundamento de toda moralidad, es que un individuo más fuerte o un individuo colectivo, por ejemplo la sociedad, el Estado, someta a los individuos y, por consiguiente, los saque de su aislamiento y los reúna en un lazo común... La moralidad no aparece sino después de la sujeción... más tarde se convierte en una costumbre, luego en una libre obediencia y, por último, casi en un instinto..."18

La sujeción como condición de posibilidad de la existencia de la moral indica que las valoraciones morales no se fundan en ningunas cualidades esenciales inmanentes a determinados comportamientos humanos, aquellos que reportan un beneficio social: el amor al prójimo, el sacrificio por una causa noble, la utilidad, etc. Nietzsche es muy contundente: el acatamiento de las normas morales no se lleva a cabo en atención a su contenido, sino a su carácter prescriptivo.

Tampoco la utilidad es la esencia del valor moral. Nietzsche cuestiona la falta de sensibilidad histórica de la psicología inglesa al haber cifrado en la utilidad el sentido fundamental de la moralidad. La psicología inglesa es a fin de cuentas presa del mismo error que se propone combatir: la existencia de esencias valorativas ideales. No basta fundar el valor moral en la utilidad si en última instancia se hace de ésta un bien en sí mismo. Oigamos otra vez a Nietzsche: "... es evidente que esta teoría busca y sitúa en un lugar falso el auténtico hogar nativo del concepto 'bueno'. ¡El juicio 'bueno' no procede de aquellos a quienes se dispensa 'bondad'! Antes bien, fueron 'los buenos' mismos, es decir, los nobles, los poderosos, los hombres de posición superior y elevados sentimientos quienes se sintieron y se valoraron a sí mismos y a su obrar como buenos, o sea como algo de primer rango, en contraposición a todo lo bajo, abyecto, vulgar y plebeyo. Partiendo de este pathos de la distancia es como se arrogaron el derecho de crear valores, de acuñar nombres de valores: ¡qué les importaba a ellos la utilidad!"19.

Resulta entonces que la oposición bueno–malo se rige a partir de la distinción entre noble y bajo y no de la antítesis entre desinterés y egoísmo. Lo bueno como manifestación de superioridad, de primer rango, y el proceso correlativo de la significación de lo malo como manifestación de inferioridad, de vulgaridad: este es el verdadero origen de la acuñación de ambos conceptos; nada tienen que ver con su ulterior significación ética. Nietzsche apoya esta tesis en el estudio de la acepción de la palabra bueno en distintas lenguas: "todas ellas –dice– remiten a idéntica metamorfosis conceptual... 'noble', 'aristocrático' en el sentido estamental es el concepto básico a partir del cual se desarrolló luego, por necesidad, 'bueno' en el sentido de 'anímicamente noble'... de 'anímicamente de índole elevada'..."20. No hay que pasar por alto que el significado de lo malo como bajo y despreciable es una suerte de consecuencia de la configuración del sentido de lo bueno como superior y admirable, en la medida en que surge como su antítesis: no es lo bueno lo que se califica como tal por oposición a lo malo, sino lo inverso, lo malo como lo que carece de la dignidad de lo bueno.

Nada tiene que ver con esta primigenia acuñación de significados lo malo entendido como malvado. Esta acepción tiene su origen en una inversión. Nietzsche la llama la rebelión de los esclavos en la moral; comienza –dice– cuando el resentimiento se vuelve creador y engendra valores. Entonces lo que antes fuera considerado como malo en el sentido de bajo y despreciable (menesterosidad, humildad, abnegación) se trastoca en virtud, y paralelamente lo bueno (poderío, orgullo, autoafirmación) en lo malvado. Se trata de un proceso reactivo, del resentimiento sublevado que cobra venganza a través de una radical transvaloración. Nietzsche identifica el acontecimiento de esta transmutación en el destino histórico del pueblo judío.

Aquí encontramos los motivos más profundos de la repulsa de Nietzsche a la religión judeo–cristiana en contraste con su gran aprecio de la religión griega. Los judíos, un pueblo eminentemente sacerdotal, cuya influencia marca el destino de la moral de Occidente, del proceso de la historia como nihilismo. Por eso el Anticristo es precisamente la obra para la que Nietzsche había contemplado como subtítulo el de Transvaloración de todos lo valores. Se refería a la superación de la moral vigente, no como un nuevo movimiento reactivo, sino como auténtica transvaloración y creación de nuevos valores, de nuevos criterios de valoración.

Es necesario reparar en la dimensión de profundidad que alcanza el pensamiento de Nietzsche, los niveles por los que atraviesa. Primero, la psicología como develamiento de falsificaciones, de prejuicios, de engaños y errores. En segundo lugar, la refutación de los supuestos sobre los que gravita la creencia en el valor de la moral: la responsabilidad como una carga, el presupuesto metafísico del yo como sujeto. Tercero, el enfoque histórico, la interpretación de la historia de la humanidad a partir de las valoraciones éticas: la historia como nihilismo, el comienzo de este proceso a raíz del predominio valorativo del resentimiento, del espíritu de venganza, de la sublevación de los esclavos en la moral, y su consumación en el mundo contemporáneo: "el último hombre", el grado extremo del empequeñecimiento, de la mediocridad y de la fatiga. Es muy importante este tercer nivel no sólo porque representa el estrato más profundo de la crítica de Nietzsche a la cultura occidental, sino también porque de él se desprenden sus tesis de la filosofía del futuro: la recuperación del sentido de la tierra, la afirmación de la inocencia de la vida humana, la idea del superhombre, etc. Y por lo que toca estrictamente a la aplicación del método genealógico también es muy importante reparar en el hecho de que sin las referencias a la historia empírica: el pueblo griego, el imperio romano, el pueblo judío, el cristianismo medieval, etc., las tesis de Nietzsche serían en el mejor de los casos especulaciones ingeniosas, pero no argumentos verosímiles. Nietzsche fue plenamente consciente de que la auténtica genealogía requiere de la incorporación de la historia como elemento esencial en ella.

La visión de la historia en su totalidad es, pues, la dimensión a la que conduce la genealogía de la moral nietzscheana. La historia considerada a partir del curso que hasta el momento ha seguido la producción de valores. No se trata de la simple elección de un criterio entre otros, sino de la opción que según Nietzsche nos permite entender el proceso fundamental de la historia. Es cierto que antes de él el idealismo clásico alemán (Kant, Fichte, Schelling y Hegel) ya había centrado el problema de la explicación racional de la historia en la ética y en la filosofía política, pero su objetivo era el opuesto al de Nietzsche, se trataba en última instancia de la justificación de la moral imperante a partir de la historia y no en modo alguno de su cuestionamiento. El propósito cuestionante de Nietzsche es una elemento clave para entender su original interpretación de la historia como nihilismo.

Nihilismo = devaluación de los valores supremos, así es como Nietzsche define este concepto. Su inicio se remonta a la aparición de los ideales morales judeo–cristianos: la inversión valorativa de la moral aristocrática, de lo bueno como sinónimo de poderoso, fuerte, orgulloso, en lo equivalente a pobre, impotente, débil... el resentimiento como fuerza reactiva creadora de valores. El proceso de la historia como nihilismo comienza con esta primera gran transmutación, cuya duración e influjo determina al hombre contemporáneo. Pero precisamente porque se trata de un proceso que prevalece, la pregunta que hace Nietzsche sobre su consumación forzosamente lo remonta al futuro. Aquí cesa la función de la genealogía para dar paso al desarrollo de su filosofía más profunda: la consumación de la desvalorización de los valores supremos a partir de una nueva instauración de valores.

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El nihilismo

La interpretación nietzscheana de la historia como nihilismo se funda en la adopción del punto de vista del valor que es el de la voluntad de poder. Lo que a Nietzsche le importa destacar es la correspondencia entre la concepción dualista metafísica del mundo y los valores que la engendraron, la posición del hombre en relación con el mundo duplicado, la creencia en la superioridad de la realidad del más allá y el desprecio del mundo empírico. El nihilismo comienza con la instauración del mundo suprasensible como consecuencia natural del establecimiento de ciertos valores, del predominio de la moral sobre todos los puntos de vista, del ocultamiento de las valoraciones morales en el trasfondo de todos los demás valores. Nietzsche ubica inicialmente este fenómeno en la aparición de la escuela socrático–platónica, lo ve como un signo de decadencia: la disolución del espíritu trágico, el culto a la Razón, el comienzo de la metafísica. Luego la aparición del judaísmo y el cristianismo, la rebelión de los esclavos en la moral21, el resentimiento convertido en poder predominante, en instaurador de valores. "El nihilismo se enraíza –dice Nietzsche– en una interpretación muy determinada, en la cristiano–moral. Es la época más honesta y compasiva"22. Después, las formas secularizadas del cristianismo: las ideas modernas 23, el idealismo clásico alemán, el socialismo, el positivismo. Y, finalmente, el pesimismo, el budismo de la acción, el ateísmo desesperanzado: todo es falso, todo carece de sentido24.

Nietzsche recorre la historia entera de la cultura occidental siguiendo el hilo conductor de la historia de la filosofía. No en el sentido de un estudio académico propiamente dicho de las ideas filosóficas, de un análisis de las teorías y de las disputas que se generaron entre ellas, de una revisión de escuelas y de corrientes, sino de los valores a los que corresponden los conceptos y juicios de la filosofía sobre la esencia del mundo y la significación de la vida humana y de su historia. Pero el punto de vista del valor es a su vez remitido a la voluntad que se expresa en él y es visto, finalmente, como signo de vitalidad y de poder: éste es el último nivel en el que Nietzsche se instala y desde el cual interpreta la historia como nihilismo.

Interpretamos el mundo según ciertos valores, o mejor dicho, son nuestros valores los que interpretan el mundo25. Mas el valor es siempre un síntoma de fuerza de quien lo instituye. Es la necesidad la que crea el valor, pero la necesidad es el signo de una determinada capacidad de poder. En rigor, es la voluntad de poder quien valora e interpreta; el poder es, en último término, el que determina el valor. Por eso el punto de vista del valor es el de la medida de las condiciones de conservación y crecimiento del poder. La interpretación de la historia como nihilismo está íntimamente vinculada con la metafísica de la voluntad de poder. Se trata de la explicación del recorrido completo de la historia occidental, según la producción de los valores que tiene lugar en ella. Por eso se lleva a cabo principalmente en el terreno de la crítica de la metafísica como lugar por excelencia en donde se concentran los presupuestos fundamentales sobre los que se erigen dichos valores. La discusión que mantiene constantemente Nietzsche con la metafísica tradicional, no representa, pues, en modo alguno, un tema adyacente al desarrollo de la interpretación de la historia como nihilismo, antes al contrario, constituye su núcleo esencial y su más radical formulación. Pues el proceso del nihilismo tiene su punto de partida propiamente dicho a raíz del establecimiento de las categorías metafísicas fin, unidad y ser: la invención de un mundo racionalmente ordenado y eterno como consuelo y compensación ante la finitud de la vida humana, cuyo único valor atribuido depende de su participación de aquel mundo. "La creencia en las categorías de la razón –dice Nietzsche– es la causa del nihilismo; hemos medido el valor del mundo por categorías que se refieren a un mundo puramente ficticio"26. El nihilismo continúa cuando el hombre retira dichas categorías, porque descubre su inconsistencia: devaluación de los valores supremos, comprensión de que lo que se ha denominado mundo verdadero es una invención nuestra, decadencia de la interpretación moral del mundo. Y, finalmente, alcanza su expresión más radical cuando, como consecuencia de la devaluación de los valores anteriores (y de las categorías de la razón que les corresponden), el mundo se revela en toda su desnudez como carente de valor, porque no existen otros valores nuevos que sustituyan a aquéllos. Hemos interpretado el mundo, dice Nietzsche, a partir de nuestra veneración, pero el mundo no responde al valor que nosotros habíamos creído; la consecuencia de ello es la creencia en el sinsentido de todo. "Se ha hundido una interpretación pero puesto que valía como la interpretación, parece como si no hubiese ningún sentido en lo absoluto en la existencia, como si todo fuera en vano"27.

Pero sólo desde el punto de vista de la concepción del ser de lo existente como voluntad de poder tiene razón de ser y justificación la interpretación de la historia como nihilismo. Pues la metafísica de la voluntad de poder es la óptica desde la cual la totalidad de lo existente es entendida en la perspectiva del valor, y es desde esta perspectiva desde donde la historia se manifiesta bajo el rasgo fundamental del nihilismo.

Nietzsche sostiene que mientras sólo se haya cancelado la idea de Dios como Ente Supremo trascendente al mundo, pero se siga conservando su lugar y su necesidad, todos los intentos para escapar del nihilismo producen el efecto contrario: agravan el problema. Es necesario, por ello, llevar la destitución de los antiguos valores hasta su consecuencia más extrema, negar la necesidad misma de esos valores junto con la concepción del mundo en la que se encontraban proyectados, asumir verdaderamente la nulidad de un más allá o un en–sí de las cosas. Sólo el nihilismo que se completa de esa manera puede conducir a su auténtica superación: la creación de nuevos valores, cuya única dimensión de validez sea este mundo concebido como la única realidad. Sólo la posición que es capaz de imprimirle un nuevo sentido a las cosas puede soportar, sin quebrantarse, la ausencia de un sentido en–sí de las cosas. "Es un barómetro de la fuerza de voluntad –dice Nietzsche–: hasta qué punto podemos prescindir del sentido de las cosas, hasta qué punto se soporta vivir en un mundo sin sentido..."28. Por eso sostiene que la idea del eterno retorno sólo resulta soportable para los espíritus que habiendo desterrado todo vestigio de creencia en una finalidad del acontecer, pueden asumir y afirmar la finitud como eterna repetición. Pues el eterno retorno es, por un lado, la contundente negación de toda finalidad del acontecer, pero por otro, la reivindicación del sentido de lo finito a través de la voluntad de su repetición eterna. Por eso Nietzsche plantea la idea del eterno retorno como superación del nihilismo, porque la negación de la finalidad del acontecer no desemboca en un absoluto y cerrado sinsentido de todo, sino en la voluntad de creación de un sentido nuevo. La adecuada comprensión de lo que Nietzsche entiende por nihilismo no puede pasar por alto la conexión estrecha que existe entre eterno retorno y transvaloración.

Lo que Nietzsche denomina transvaloración no se puede comprender cabalmente si se piensa en una simple sustitución de valores. La consumación del nihilismo como transvaloración es posible, cuando no sólo se renuncia a los valores anteriores, sino a su necesidad misma y al sentido de la existencia constituido a partir de ellos. Pero así como no es suficiente la destitución de los valores anteriores si no se incorpora al mismo tiempo la cancelación de la creencia en su necesidad, tampoco pueden crearse los nuevos sin una nueva posición valorativa. La transvaloración no es posible bajo el imperio de las categorías metafísicas tradicionales. La transvaloración supone una radical transformación ontológica de la concepción de lo existente: la supresión del mundo suprasensible como el lugar de procedencia de los antiguos valores; el acotamiento de este mundo como único ámbito de sustentación de las nuevas valoraciones; la transformación del concepto de tiempo: el eterno retorno en lugar del tiempo lineal irreversible; la reivindicación del devenir a partir de la idea del eterno retorno. Lo que Nietzsche piensa como transvaloración está muy lejos de reducirse a la simple indicación de la necesidad de un cambio de valores.

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Transvaloración de todos los valores

Ahora bien, como se sabe una de las peculiaridades mayormente señaladas del pensamiento de Nietzsche es su carácter asistemático: la inclinación por el aforismo, la preferencia por la ironía en lugar de la argumentación deductiva rigurosa, por la invectiva más que por el convencimiento, son sus principales manifestaciones. Sin embargo, Nietzsche pensó alguna vez en una obra sistemática. Después de la publicación de Más allá del bien y del mal (1886) se hizo a la idea de la necesidad de una exposición detallada de su filosofía; se propuso inclusive dejar de publicar para dedicarse por entero a una gran obra cuyo título sería La voluntad de poder. Quería –como él mismo lo dice expresamente en una carta a Overbeck29– construir en los próximos años una estructura coherente de su pensamiento. Después pensó en un proyecto distinto bajo el título de Transvaloración de los valores. Como se sabe, ninguno de los dos planes fue concluido. Existe un esbozo que data de 1887 en el que supuestamente se basó la articulación de los capítulos que hoy conforman el libro La voluntad de poder, cuya primera publicación fue en 1901, un año después de la muerte de Nietzsche. Existe también el "primer libro" de la Transvaloración de los valores: El Anticristo; pero en ninguno de los dos casos la obra concluida. No obstante, se trata en ambos proyectos de la idea de una gran obra filosófica a partir de la articulación de los cuatro pensamientos fundamentales de Zaratustra: la voluntad de poder, el eterno retorno, la muerte de Dios y la teoría del superhombre. De ahí la importancia que tuvo para Nietzsche este libro –el más conocido sin duda alguna, pero también el menos entendido.

Curiosamente la obra de Nietzsche más apreciada por él es para nosotros la más oscura, críptica y complicada de toda su producción. Subsiste en ella el tono beligerante de sus libros anteriores: la crítica despiadada a la moral cristiana y a la metafísica tradicional, el desprecio de los motivos de satisfacción del hombre occidental civilizado, el desenmascaramiento de la civilización como domesticación, etc. También subsisten los inveterados pensamientos propositivos de Nietzsche: la eliminación de la culpa como elemento inherente a la existencia, la afirmación de la vida, el cuidado del cuerpo, su revaloración, etc. Pero justamente porque todos estos pensamientos se presentan bajo símbolos y metáforas aumenta la dificultad de su comprensión. Además se incorporan elementos nuevos que pasan a ocupar el primer plano de importancia. Me refiero a los cuatro conceptos ya aludidos (la voluntad de poder, el eterno retorno, la muerte de Dios y el superhombre).

Aunque no existe ninguna ruptura propiamente dicha entre Zaratustra y las obras anteriores, este libro marca el arribo de Nietzsche a una dimensión más profunda de su pensamiento hasta entonces eclipsada por el papel predominante de la crítica destructiva; me refiero a la fundamentación ontológica de la interpretación de la historia a partir de la genealogía de la moral y de la visión del futuro que se deriva de ella. No es que en las obras anteriores a Zratustra esté ausente la ontología –hemos visto cómo la crítica del yo responsable se sustenta en la recusación del yo como sujeto–, pero la ontología no ocupa en ellas el lugar principal. Las teorías de la voluntad de poder como esencia del ser y del eterno retorno como estructura del tiempo son, en cambio ahora, el asunto medular.

Zaratustra, aquel que fue el primero en transponer la moral a la metafísica al haber concebido la lucha entre el bien y el mal como la rueda que hace moverse a todas las cosas, es para Nietzsche el personaje indicado para comunicar el gran error de la ordenación moral del mundo. Zratustra el inmoralista, Zaratustra el ateo: la autosuperación del moralista en su antítesis. No se trata, pues, simplemente del cuestionamiento de los valores morales, sino de la ilusión metafísica de la lucha entre el bien y el mal como motor del mundo.

Zaratustra es quien debe poner fin a este supuesto falso y resarcir el sentido de la vida mediante una transmutación de valores. La metáfora de la muerte de Dios es el símbolo de que los valores supremos han perdido su poder vinculativo. Pero este fenómeno sólo tiene justificación en la medida en que abre paso a una nueva condición del hombre. La figura del superhombre está por eso íntimamente conectada con la superación del nihilismo como transvaloración. El superhombre es el tipo de hombre que emerge a raíz de la nueva posición de valores, como resultado de la destitución definitiva de los anteriores. Zaratustra es el portavoz de la llegada del superhombre porque encarna la autosuperación de la moral por la veracidad, la autosuperación del moralista en su opuesto –así lo suscribe Nietzsche en Ecce Homo cuando ofrece la explicación de la elección de este personaje para la obra que él más apreciaba. Pero Zaratustra también es el maestro de la doctrina del eterno retorno: el pensamiento más pesado, la cumbre de la contemplación. El superhombre es la nueva condición humana que emerge cuando ha sido asimilada hasta sus últimas consecuencias la muerte de Dios, es decir el fin del predominio del mundo suprasensible, incluyendo sus formas ocultas y disfrazadas. El superhombre es el sentido de la tierra", pero también es quien puede soportar el peso del eterno retorno porque está liberado de la necesidad de que el mundo tenga un sentido en sí. El superhombre es la figura del hombre como creador de valores. Es necesario reivindicar para el hombre como propiedad y producto suyos "toda la belleza y todo lo sublime que le hemos prestado a las cosas... el hombre como poeta, como pensador, como dios, como amor, como poder"30. El superhombre es la posición de la condición humana que corresponde a un nuevo comienzo: la cancelación definitiva de la suposición de un más allá o un en sí de las cosas (nihilismo radical); la determinación ontológica del mundo del devenir concebido como la única realidad (la metafísica de la voluntad de poder); la afirmación del devenir sin el cumplimiento de ningún fin (eterno retorno de lo mismo).

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Para terminar

Ya para terminar recapitulemos: la psicología es un ámbito de problemas por los que atraviesa el pensamiento de Nietzsche, pero no su objeto principal. El nivel de cuestiones relativas al funcionamiento de la vida afectiva (los instintos, los sentimientos, las pasiones) abre paso al planteamiento de problemas que ya no pertenecen a la psicología en cuanto tal; por ejemplo: el cuestionamiento del concepto tradicional de sujeto o el de la idea de la historia humana como progreso moral o el del pasado como dimensión irrecuperable de la existencia. De esta suerte la psicología queda rebasada por la filosofía. No basta la pregunta por el origen y la historia de las valoraciones morales, hace falta el cuestionamiento de los presupuestos metafísicos en los que se sustentan.

En este nivel de problematización, Nietzsche mantiene una controversia constante con la tradición filosófica. Sócrates, Platón, Epicuro, Spinoza, Kant, Schopenhauer son sus principales interlocutores. Quiere poner ante todo en tela de juicio la idea de la filosofía como aspiración a la verdad contemplativa y desinteresada. "No creo –dice– que un 'instinto de conocimiento' sea el padre de la filosofía" lo que sucede es que diversos instintos fundamentales del hombre han hecho del conocimiento su instrumento, "las intenciones morales o inmorales son el auténtico germen vital de toda filosofía"31. Que Nietzsche haya escogido los grandes cambios metafísicos para resumir la historia completa de Occidente bajo el signo del nihilismo, es el testimonio fehaciente de la importancia que le atribuía a la filosofía como dimensión esencial dentro de dicha interpretación. Para Nietzsche el punto de vista del valor, (la teoría de la voluntad de poder) es el punto de vista fundamental para comprender la historia del pensamiento filosófico como un movimiento vital en el que actúan estimaciones valorativas (nihilistas) que se proyectan en las diversas concepciones metafísicas, que a partir de Platón dirigen y determinan el curso entero de la civilización de Occidente.

Nietzsche no es, pues, un psicólogo en el sentido formal del término ni un "filósofo de la vida". Se le hace poco favor cuando se pondera a la psicología como su principal conquista. Se le entiende mal también si se cree que las cuestiones de las que se ocupa son ajenas al pensamiento abstracto, a los problemas de la filosofía tradicional32. Antes al contrario, la lectura crítica de la historia de la metafísica forma parte del núcleo esencial de su filosofía. Se trata ciertamente de un pensador heterodoxo, pero al fin y al cabo un filósofo en la completa extensión de este término. La interpretación más desviada y errónea del pensamiento de Nietzsche reside en tomar sus declaraciones y argumentos en contra de los valores morales bajo el sentido burdo de una incitación a mal, a la crueldad o a la destrucción. De esto se previno muy bien al declarar [cito a Nietzsche]: "... No niego como se sobreentiende si se presupone que no soy un loco, que muchas acciones que se llaman no–éticas deben evitarse y combatirse; igualmente, que muchas de las que se dicen éticas deben hacerse y fomentarse. Pero quiero decir que, tanto lo uno como lo otro, por razones distintas a las existentes hasta ahora. Tenemos que aprender de otro modo, para finalmente, quizás demasiado tarde, lograr más aún: sentir de otro modo".33

 

 

1Nietzsche, F., Humano, demasiado humano (parágrafo 37), ed. Edaf, Madrid, 1996, trad. C. Vergara, p. 69.
2Nietzsche, F., Más allá del bien y del mal (parágrafo 23), ed. Alianza, Madrid, 1972, trad. A. Sánchez Pascual, p. 46.
3Humano, demasiado humano (parágrafo 39), ed. cit., p. 71.
4Nietzsche, F., Genealogía de la moral, ed. Alianza, Madrid, 1975, trad. A. Sánchez Pascual, p. 20.
5Nietzsche, F., Más allá del bien y del mal, ed. Alianza, Madrid, 1972, trad. A. Sánchez Pascual, p. 45.
6Dice Nietzsche a este respecto: "La diferencia fundamental que ha llevado a los hombres a distinguir lo moral de lo inmoral, lo bueno de lo malo, no es la diferencia entre egoísta y altruista, sino entre el apego a una tradición, a una ley, y la tendencia a emanciparse de ella. La manera en que ha nacido esta tradición es indiferente, desde este punto de vista; en todo caso, ha nacido sin consideración al bien o al mal o cualquier imperativo inmanente y categórico, sino ante todo en vista a la conservación de una comunidad, de una raza, de una asociación, de un pueblo..." (Cf. Humano, demasiado humano, ed. cit., p. 95).
7Humano, demasiado humano (parágrafo 57), ed. cit., p. 82.
8Más allá del bien y del mal, ed. cit., p. 34.
9Aurora, (aforismo 120), ed. cit., p. 173.
10Más allá del bien y del mal, ed. cit. p.38.
11Genealogía de la moral, ed. cit., p.52.
12El inicio del ensayo Sobre verdad y mentira en sentido extramoral es esta fábula: "En algún apartado rincón del universo centelleante, desparramado en innumerables sistemas solares, hubo una vez un astro en el que animales inteligentes inventaron el conocimiento. Fue el minuto más altanero y falaz de la 'Historia Universal': pero, a fin de cuentas, sólo un minuto. Tras breves respiraciones de la naturaleza el astro se heló y los animales inteligentes hubieron de perecer". Nietzsche aquí se refiere expresamente al conocimiento como una invención, como un instrumento al servicio de la vida. (Cf. Nietzsche, F., Sobre verdad y mentira en sentido extramoral. Tecnos, Madrid, 1996. Traducción de L. Valdés y T. Orduña, p.17)
13Cf. Ibid, p. 17.
14Cf. Ibid, p. 26.
15Cf. Ibid, p. 21.
16Cf. Ibid, p. 21.
17"...Creemos saber algo de las cosas mismas cuando hablamos de árboles, colores, nieve y flores y no poseemos, sin embargo, más que metáforas de las cosas que no corresponden en absoluto a las esencias primitivas... ¿Qué es entonces la verdad? Una hueste en movimiento de metáforas, metonimias, antropomorfismos, en resumidas cuentas, una suma de relaciones humanas que han sido realzadas, extrapoladas y adornadas poética y retóricamente y que, después de un prolongado uso, un pueblo considera firmes, canónicas y vinculantes; las verdades son ilusiones de las que se ha olvidado que lo son; metáforas que se han vuelto gastadas y sin fuerza sensible, monedas que han perdido su troquelado y no son ahora ya consideradas como monedas, sino como metal" (Cf. Ibid, p. 23).
18Cf. Ibid (parágrafo 99) p. 98.
19Genealogía de la moral, ed. cit. p. 31.
20 Cf. Ibid, p. 33.
21En Más allá del bien y del mal, Nietzsche se refiere a la religión judaica como la primera gran inversión de valores, en el sentido nihilista del término, que hasta el momento ha acontecido; dice: "Los judíos –un pueblo 'nacido para la esclavitud', como dicen Tácito y todo el mundo antiguo, 'un pueblo elegido entre los pueblos', como,, dicen y creen ellos mismos– los judíos han llevado a efecto aquel prodigio de inversión de los valores gracias al cual la vida en la tierra ha adquirido, para unos cuantos milenios, un nuevo y peligroso atractivo: –sus profetas han fundido, reduciéndolas a una sola, las palabras 'rico', 'ateo', 'violento, 'malvado', 'sensual', y transformado por vez primera la palabra 'mundo' en una palabra infamante. En esa inversión de los valores (de la que forma parte el emplear la palabra 'pobre' como sinónimo de 'santo' y 'amigo') reside la importancia del pueblo judío. Con él comienza la rebelión de los esclavos en la moral" (Cf. Más allá del bien y del mal, ed. cit., p. 125). Lo mismo sostiene en La genealogía de la moral: "... con los judíos comienza en la moral la rebelión de los esclavos: esa rebelión que tiene tras sí una historia bimilenaria y que hoy nosotros hemos perdido de vista tan sólo porque ha resultado vencedora" (Cf. La genealogía de la moral, ed. cit., p. 40).
22Cf. El nihilismo, ed. cit., p. 31.
23Son muchas las ocasiones en las que Nietzsche se expresa negativamente sobre el espíritu de la modernidad. En un apunte cuyo lugar es encabezado por el título "Para la historia del oscurantismo moderno" aparece lo siguiente: "Crítica del hombre moderno.– El hombre bueno meramente corrompido y seducido por malas instituciones (tiranos y sacerdotes); la razón corno autoridad; la historia como superación de errores; el futuro corno progreso; el Estado cristiano ('el Dios de los ejércitos'); la actividad sexual cristianizada (o el matrimonio); el imperio de la 'justicia' (el culto de la "humanidad"); la 'libertad'... La actitud romántica del hombre moderno: el hombre noble (Byron, Víctor Hugo, George Sand); la noble indignación; la santificación por la pasión (corno verdadera "naturaleza"); el tomar partido por los oprimidos y desheredados: lema de los historiadores y novelistas–, los estoicos del deber; el "desinterés" como arte y conocimiento; el "altruismo" como fórmula engañosa del egoísmo (utilitarismo), el egoísmo más sentimental... "Todo esto es el siglo XVIII. Por el contrario, lo que no se ha heredado de él, la insouciance, la despreocupación, la elegancia, la claridad espiritual. El tempo del espíritu se ha transformado; el goce en la sutileza y la claridad intelectuales ha cedido al placer por los colores, por la armonía, por la masa, por la realidad, etcétera. Sensualismo en lo espiritual. En resumen, es el siglo XVIII de Rousseau." (Cf. La voluntad de poderío, ed. cit., p. 65).
24"El escepticismo en la moral es lo decisivo –dice Nietzsche–. La decadencia de la interpretación moral del mundo, que ya no tiene ninguna sanción después que ha intentado refugiarse en un más allá, termina en nihilismo. 'Todo carece de sentido' (la inviabilidad de una interpretación del mundo, a la cual se ha consagrado una fuerza enorme, despierta la sospecha de que todas las interpretaciones del mundo son falsas). Rasgo budista, anhelo de la nada. (El budismo hindú no tiene detrás de sí un desarrollo fundamentalmente moral, porque en él –en [su] nihilismo– tan sólo hay una moral insuperada: existencia como castigo, existencia como error, combinadas, y por consecuencia el error como castigo –una valoración moral.) Los intentos filosóficos de superar el 'Dios moral' (Hegel, Panteísmo). Superación de los ideales populares: el sabio, el santo, el poeta. Antagonismo de 'verdadero', 'bello' y 'bueno'." (Cf. El nihilismo, ed. cit., p. 32).
25"La valoración moral –dice Nietzsche– es una interpretación... la interpretación misma es un síntoma de determinados estados fisiológicos, así como de un determinado nivel espiritual de juicios dominantes. ¿Quién interpreta? –Nuestras afecciones" (Cf. El nihilismo, ed. cit., p. 37).
26Cf. La voluntad de poderío, ed. cit., p.37.
27Cf. Ibid, p. 45.
28Cf. Ibid, p. 71.
29Cf. , Ross W., Nietzsche. El águila angustiada. Una biografía, ed. Paidós, Barcelona 1994, trad. R. Hervás, p. 767.
30Cf. Ibid, p. 105.
31Cf. Más allá del bien y del mal, ed. cit., p. 26.
32Tiene completa razón Heidegger cuando en su obra consagrada a Nietzsche escribe en el primer capítulo: "... hace mucho tiempo se cuenta en las cátedras de filosofía en Alemania que Nietzsche no es ningún pensador estricto, sino un 'filósofo–poeta'. Nietzsche no pertenecería a aquellos filósofos que sólo piensan cosas abstractas y vagas, alejadas de la vida. Si se lo llama filósofo, habría que entenderlo como un 'filósofo de la vida'. Este título, que ya hace mucho goza de predilección, tiene al mismo tiempo la función de alimentar la sospecha de que la filosofía sería, en los demás casos, algo para muertos y por ello básicamente prescindible. Esta opinión coincide perfectamente con la de aquellos que saludan en Nietzsche al 'filósofo de la vida' que por fin ha barrido con el pensamiento abstracto. Estos juicios corrientes sobre Nietzsche son erróneos. El error sólo se reconoce si la confrontación con Nietzsche se pone en marcha a través de una confrontación simultánea en el ámbito de la pregunta fundamental de la filosofía." (Cf. Heidegger, M., Nietzsche. Destino, Barcelona, 2000. Traducción J. L. Vermal, p. 21, (tomo I).
33Cf. Aurora (parágrafo 103), ed. cit., p. 148.

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