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Trivium - Estudos Interdisciplinares

versão On-line ISSN 2176-4891

Trivium vol.5 no.2 Rio de Janeiro jul./dez. 2013

 

ARTIGOS

 

Vestigios de la transgresión en las celebraciones mexicanas(1)

 

Vestígios da transgressão nas celebrações mexicanas

 

Vestiges of transgression at Mexican celebrations

 

 

Xochiquetzaly Yeruti de Avila RamírezI; Jaime Sebastián F. Galán JiménezII; Manoel Tosta BerlinckIII

IPsicóloga. Doctorante del Programa de Estudios de Posgrado en Psicología Clínica - PUC-SP Brasil. Becaria del Programa Estudantes-Convênio de Pós-Graduação - PECPG da CAPES/CNPq - Brasil. Investigadora miembro del Laboratório de Psicopatología Fundamental. E-mail: xoyeruti@gmail.com
IIEstudiante en el Doctorado Interinstitucional en Psicología en la Universidad de Guadalajara, becario del Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología (CONACyT) E-mail: psic.sebastiangalan@gmail.com
IIIProfessor do Departamento de Psicologia do Desenvolvimento da Faculdade de Ciências Humanas e da Saúde da Pontifícia Universidade Católica de São Paulo (PUC-SP) e do Programa de Estudos Pós-Graduados em Psicologia Clínica da PUC-SP. Editor responsável da Revista Latinoamericana de Psicopatologia Fundamental (RLPF). Presidente da Associação Universitária de Pesquisa em Psicopatologia Fundamental (AUPPF). E-mail: mtberlin@uol.com.br

 

 


RESUMEN

Adscrito en la tradición de los llamados textos sociológicos el presente artículo constituye una reflexión en torno de trazos melancólicos mascarados en cada una de las celebraciones mexicanas. Con el objetivo de dar marco a las conjeturas aquí desarrolladas se revisaron fuentes psicoanalíticas y literarias para sustentar que además de unir pasado y memoria, cada celebración mexicana es atravesada por la herencia arcaica de un elemento transhistórico de alternancia maniaco-melancólica: vestigio de la transgresión. El análisis muestra que en las celebraciones mexicanas prevalecen intermitencias entre dos formas de repetición, por un lado júbilo de triunfo y por otro deshonra por violación. Se concluye que disfrazados de fiesta y júbilo se ocultan trazos melancólicos que enmascaran los vestigios de una transgresión.

Palabras clave: Vestigio; transgresión; melancolía; celebraciones mexicanas; herencia transhistórica


ABSTRACT

Following the tradition of sociological texts this article is a reflection on melancholy traces masked in each of the Mexican celebrations. In order to give context to the conjectures developed here, psychoanalytic and literary sources were revised, bringing theoretical support that they are commemorations in which past and memory have a fundamental role, and they are also crossed by the archaic heritage of one transhistorical element of maniacmelancholic alternance: vestige of the transgression. The analysis illustrates that in Mexican celebrations there are obvious intermittences between two forms of repetition, on the one hand joyous triumph and on the other dishonor from violation. It can be concluded that in disguise of party and joy there are melancholy traces that masks the vestiges of the transgression.

Keywords: Vestige, transgression; melancholy; Mexican celebrations; trans historical heritage


RESUMO

Seguindo a tradição dos chamados textos sociológicos, o presente artigo constitui uma reflexão acerca dos traços melancólicos mascarados em cada uma das celebrações mexicanas. Com o objetivo de dar marco às conjecturas aqui desenvolvidas, revisaram-se fontes psicanalíticas e literárias para sustentar que além de unir passado e memória, cada celebração mexicana é atravessada pela herança arcaica de um elemento transhistórico de alternância maníacomelancólica: vestígio da transgressão. A análise mostra que nas celebrações mexicanas prevalecem intermitencias entre duas formas de repetição, de um lado júbilo de triunfo e, de outro, desonra por violação. Conclui-se que disfarçados de festa e júbilo ocultam-se traços melancólicos que mascaram os vestígios de uma transgressão.

Palavras chave: Vestígio; transgressão; melancolia; celebrações mexicanas; herança transhistórica


 

 

Celebrar y con-memorar

Las nociones de celebrar y conmemorar sitúan elementos teóricos basales entorno de las conjeturas que construyen el presente texto. A continuación se presentan sus definiciones desde el diccionario de la Real Academia Española para facilitar la tarea de mostrar el campo semántico de los mencionados conceptos. En apego a dicho recurso bibliográfico, a continuación un desglose general de conceptos y definiciones: Celebración del latín celebratĭo, significa: 1. Acción de celebrar. 2. Aplauso, aclamación. Celebrar, del latín celebrāre remite a: 1. Conmemorar, festejar una fecha. 2. Alabar, aplaudir algo. 3. Reverenciar, venerar solemnemente con culto público los misterios de la religión y la memoria de sus santos. 4. Realizar un acto, una reunión, un espectáculo. 5. Decir misa.

 

 

De igual forma resulta importante definir conmemoración por su estrecho lazo con el concepto de celebración. Del latín commemoratĭo, se define como: 1. Memoria o recuerdo que se hace de alguien o algo, especialmente si se celebra con un acto o ceremonia. 2. En el oficio eclesiástico, memoria que se hace de un santo, feria, vigilia o infraoctava en las vísperas, laudes y misa, cuando el rezo del día es de otro santo o festividad mayor. Finalmente conmemorar del latín commemorāre se refiere a: 1. Hacer memoria o conmemoración.

Es importante destacar que en este trabajo las celebraciones mexicanas son consideradas a partir de lo que Freud (1921) en Psicología de las masas y análisis del yo, define como "actos anímicos sociales". Por lo anterior, las reflexiones aquí desarrolladas se constituyen siguiendo los siguientes elementos: a) la implicación de memoria y recuerdo, b) la condición tácita de adulación en alabanza, reverencia y veneración, y c) la cualidad solemne de acto social. Así entonces, se observa que una celebración abarca un acto masivo (fenómeno social) cuyo carácter solemne participa en la veneración y con-memoria (2) de algo o alguien.

Las celebraciones mexicanas dependiendo del punto de análisis, por su variedad y riqueza se pueden clasificar de diferentes formas. Más allá de proponer una definición, las ideas aquí suscitadas constituyen una reflexión que pretende analizar diferentes aspectos de un trazo velado digamos encubierto (mascarado pero presente y activo) en ellas implícito.

Con el propósito de festejar, en México cada celebración motiva encuentros en los que prevalece una singular unión entre un elemento velado y un trazo mnémico. En la unidad de lo velado y mnémico aparece una forma de alternancia que circula entre formas de explosión eufórica y de rememoración silenciosa. En las celebraciones mexicanas, ¿cuál es esa singularidad que se muestra y se oculta?, ¿cuál es el elemento velado y el trazo mnémico que les otorgan una condición ambivalente?

Sean celebraciones cívicas, religiosas o familiares, "México se viste de fiesta", nace de una celebración, en primera instancia la del descubrimiento de una "tierra prometida". Así, en México celebrar es tradición, encuentro que posee características particulares de lo que Freud (1921) llama de pulsión social. Algunas celebraciones mexicanas no sólo se diferencian, sino que además se destacan de las tradiciones y festejos colectivos de otros países.

Existen celebraciones mexicanas que han trascendido cultural, cronológica y geográficamente. Aquí se hace referencia a aquellas que adquirieron un estatuto de transhistoricidad (3). Es decir, por sus enigmáticas características, las con-memoraciones mexicanas van más allá de una efeméride, son representación en imagen, luz y movimiento del pasado, son repetición de una impresión primordial y vestigio de una deshonra oculta. He ahí el elemento transhistórico, una constelación que arrastra al presente, el pasado ambivalente entre triunfo y deshonra.

Antes de introducir una serie de reflexiones, con el propósito de vislumbrar algunos de esos elementos -velados y transhistóricos- conviene describir, aunque sólo sea de forma sucinta, algunas de las celebraciones mexicanas a las que estamos aludiendo.

Las posadas en Navidad, el carnaval de Veracruz, el "grito" de Independencia, el día de muertos, el día de las madres y de la Virgen del Tepeyac, el aniversario de la Revolución Mexicana, la Expropiación Petrolera, el día de los niños héroes, son algunas fechas en las que celebrar implica con-memorar ya que prevalece un trazo que vela un doloroso infortunio.

Del 16 al 24 de diciembre, en las posadas (de origen eminentemente religioso) las familias católicas se reúnen durante estos días previos a la "Noche Buena" (Navidad) para rezar el rosario, reproducir canticos navideños y "pedir posada". La intención es purificar el espíritu antes de celebrar la llegada y nacimiento del "redentor". Tal con-memoración es una representación religiosa de nueve días de peregrinaje durante el que José y María buscaron alojamiento para el nacimiento de Jesús en Nazaret.

El carnaval de Veracruz es internacionalmente considerado uno de los más festivos y atractivos por el derroche de folclor. Música, danzas, colores, máscaras, manifestaciones que provocan y convocan al imperio de lo placentero, caracterizan los nueve días previos al miércoles de ceniza. En Veracruz, desorden y algarabía, pues emerge con potencia catártica. Un carnaval es representación de liberación, abundancia, alegría, placer y exceso. Se con-memora un momento sin ley. México derrocha, exhibe, se complace y se mascara.

La noche del 15 de septiembre, en México retiembla el "grito" de Independencia, de dolor o alegría, se grita la liberación que logra el país de sus opresores y con-memora una de sus luchas de liberación.

Primero y segundo de noviembre son respectivamente día de todos los santos y día de muertos. Se hacen altares, coloridos (con papel de china picado), iluminados (por inúmeras velas) y aromáticamente (por incienso y flores de cempasúchil) decorados se colocan diversos objetos, alimentos, frutas, dulces y bebidas como ofrenda al que partió. Por un lado (en un sentido mítico) a los antepasados, por otro, a los que "se nos adelantaron en el camino": los que murieron. Ambos días de noviembre son con-memoración por ser reencuentro con el pasado, con el recuerdo vivo del que partió (4). Pan de muerto y calaveras de azúcar, forman parte de una singular "incorporación".

Al con-memorar la Revolución, cada 20 de noviembre se celebra la gracia del cambio, aún a costa de "oposición y violencia". Entre otras definiciones, revolución es acción y efecto de revolverse, al tiempo que alborotador y turbulento son calificativos de revolucionario. Según afirma Javier Gracíadiego (2004) la Revolución Mexicana, además de abarcar años de violencia generalizada, constituye también una etapa de cambios políticos, socioeconómicos y culturales significativos.

Celebrar la Expropiación Petrolera, es recordar el momento en que "la idea de nación cobró gran vigor" (AGUILAR, 2004, p. 269) y en el que "México debía prepararse para administrar la abundancia"5 pues una de las riquezas de México, su petróleo, dejó de beneficiar a extranjeros. La idea de nación involucra origen, nacimiento y conjunto, de tal forma que celebrar la expropiación petrolera lleva implícita una con-memoración dupla: el nacimiento de lo mexicano y el desprendimiento de lo extranjero.

El 13 de septiembre de 1847 "murieron por la patria": Juan de la Barrera, Vicente Suárez, Francisco Márquez, Fernando Montes de Oca, Juan Escutia y Agustín Melgar. El día para conmemorar a los niños héroes, nos remite a lo que Berlinck (2011) llama "muerte con futuro. Más de 100 años después, se recuerda y honra el sacrificio de los héroes, de los que cayeron en combate por defender a la 'madre patria'".

Por su trasfondo mítico-religioso llaman la atención con-memoraciones y celebraciones a la madre. En México la madre, ocupa un lugar de destaque. Del 9 al 12 de diciembre se realizan celebraciones para con-memorar las apariciones en el Tepeyac de la Madre de Dios al indio Juan Diego. Tales celebraciones se formalizan principalmente en la Basílica de Guadalupe, considerada el mayor y más famoso santuario mariano, pues recibe hasta 20 millones de peregrinos al año. Con el mismo fervor cada 10 de mayo se celebra a la madre. Cada mexicano, ya sea a través de poemas, canciones, regalos, reuniones familiares o festivales celebra y conmemora que tiene madre.

Las descripciones previamente narradas son escuetas, sin embargo intentan esbozar un panorama general de algunos acontecimientos que por ciertas características, destacan el carácter transhistórico y mascarado de las con-memoraciones en México. Sean cívicas, religiosas, míticas o sociales, el dualismo inviste a las celebraciones mexicanas y opera como imán al alternar elementos provenientes de una herencia de júbilo e infortunio.

Lo transhistórico es uno de los ejes especulativos que llevan a considerar que las conmemoraciones mexicanas son replica de una celebración primordial: alegría por un triunfo mítico paradójicamente unido a la herencia transhistórica de decepción, deshonra e infortunio. Tal contraste (realce propio de las celebraciones mexicanas y cualidad emblemática) será objeto de reflexiones en los párrafos siguientes.

 

Triunfo mítico y delito sin nombre

Por su cualidad transhistórica, en México cada celebración representa una forma de relato, una rememoración de los hechos. Con-memorar involucra la representación de un triunfo mítico, lo que Mircea Eliade (2001, p. 8) define como acción primordial. Lo anterior permite suponer que las celebraciones mexicanas se configuran a partir de representar y repetir una acción primordial de triunfo y dicha.

¿Qué acción es esa que, partiendo de una primordial, se repite, representa y trasciende transhistórica?, ¿Qué vela tal repetición compulsiva? Trazo de origen y nacimiento, la celebración primordial es memoria de un triunfo ancestral, el de la horda primitiva. Conmemoración de la victoria que funda la civilización y que al mismo tiempo configura el vestigio memorial de algo perdido. Con referencia a lo velado, disfrazado en las cualidades de júbilo y algarabía, Freud (1917 [1915], p. 251) afirma que la manía no es otra cosa que un triunfo, sólo que en ella queda oculto eso que fue vencido y sobre lo cual se triunfa. Tal postulado freudiano invita a pensar la manía como forma de manifestación festiva que lleva implícito un mascaramiento, pues hay algo que en la superficie se celebra pero en la entraña se oculta... el doloroso infortunio de una pérdida.

Además de la dimensión de triunfo maniaco adscrito como trazo transhistórico en los velamientos de las celebraciones mexicanas, la prevalencia del retorno al origen también se vislumbra central. Refiriéndose a los mexicanos, Octavio Paz destaca:

La soledad, fondo de donde brota la angustia, empezó el día en que nos desprendimos del ámbito materno y caímos en un mundo extraño y hostil. Hemos caído; y esta caída, este sabernos caídos nos vuelve culpables. ¿De qué? De un delito sin nombre: el haber nacido. (1950, p. 88). Las palabras de Octavio Paz realzan una cualidad de dolor culposo, de caída e infortunio. Esa condición de pesar, presente en las celebraciones mexicanas prevalece alterna a la alegría de una victoria. Se celebra ya no sólo una victoria sino una caída. Celebrar un derrumbe es ofrenda, es pagar la culpa de un crimen, lo que ineludiblemente remite a la ambivalencia maniacomelancólica: revés entre la alegría de un triunfo y la pesadumbre de una caída.

En torno de las fuentes de las que proviene el penar humano, Freud propone que: gran parte de la culpa por nuestra miseria la tiene la cultura pues seríamos mucho más felices si la resignáramos y volviéramos a encontrarnos en condiciones primitivas. (1930 [1929], p. 85) En esa enunciación, además de afirmar que la cultura constituye una fuente de sufrimiento, Freud defiende que en lo primitivo se halla un estado implícito de placer.

 

El velo de la Chingada

Para señalar otro de los elementos significativos que el análisis de las celebraciones mexicanas revela, se hace referencia a la palabra chingada (6) como una de las representaciones mexicanas de la maternidad. La Chingada es: la Madre abierta, violada o burlada por la fuerza (Paz, 1950, p. 83), también, es "la Nada" (PAZ, 1950, p. 87). Chingada es hostilidad que rige oscura lo mexicano, en donde injuria, herida y destrucción se unen pues lo mexicano nace por profanación.

Chingar, dice Octavio Paz es: hacer violencia sobre otro (1950, p. 85). En lo mexicano, mientras lo indígena vive disfrazado -tímido o negado- y es vestigio de lo perpetrado, lo español se oculta culpado por su inescrupulosa arbitrariedad y perpetración. La condición transhistórica de las celebraciones mexicanas también hereda el antagonismo entre lo indígena y lo español, condición cuyo antagonismo es violencia que vela -chinga- lo mexicano.

Las con-memoraciones mexicanas son un paréntesis al dolor de ser de la chingada, son la herida abierta de un dolor vivo, cada celebración es memoria de alumbramiento, agonía y extinción (caída). En palabras de Abraham (1995) es esa herida abierta la que el melancólico procura disimular, cercar con muros y encriptar (p. 254). Tal esfuerzo es lo que en estas reflexiones sobre los vestigios de la transgresión en las celebraciones mexicanas se define como "velamiento", ocultamiento del crimen y el infortunio. En las con-memoraciones mexicanas, ese camuflaje opera como forma de conservar los vestigios de aquello honroso que fue arrancado, aniquilado y perdido.

Así, lo mexicano es mimético y ambivalente: es melancólico (7), se enuncia en contra de la realidad, y se proclama también, aunque la conciencia no lo admita, en contra de la verdad. De manera contundente, en este sentido Paz afirma que: México se ha hecho contra su pasado (1950, p. 173) y se define a sí mismo como negación de su pasado (1950, p. 174). Las afirmaciones anteriores permiten especular que lo mexicano hereda la negación de su pasado, adquiere la representación de una caída consecuente a la negación de sí, al ocultamiento de un pasado presente. Lo mexicano no es indígena, ni español: lo mexicano se vela ambivalente.

¿Qué es lo que en lo mexicano se vela? Júbilo de triunfo, dolor de culpa y deshonra por profanación, en palabras de Paz: ser fruto de una violación (1950, p. 88). Ante el atravesamiento transhistórico de violentas trasgresiones, las celebraciones mexicanas cantan insurrección y gritan el dolor de una herida abierta: algarabía de un vacío perpetuo.

Freud (1895/1986) en la carta 55 a Fliess considera que el abuso sexual puede ser etiología de la psicosis (este fragmento se busca enlazar con la idea de la violación a la que se refiere Paz, para posteriormente hablar desde el psicoanálisis de Freud sobre el vacío):

"1. Condición para que haya psicosis en lugar de neurosis (es decir, amentia o psicosis confusional, psicosis de avasallamiento, como la he descrito antes) parece ser que se produzca un abuso sexual antes del primer término {plazo} intelectual, o sea antes que el aparato psíquico esté terminado en su primera forma (antes de los quince meses, o del año y medio). Eventualmente, que el abuso sea tan temprano que tras las vivencias posteriores se escondan todavía estas, a las que de tiempo en tiempo se puede recurrir" (p. 281).

La aparición en etapas más tempranas del abuso sexual, se consideró como aquel que repercutía de manera más patológica en el individuo, es decir, la trasgresión que se realizó en el cuerpo del sujeto se volvía más grave según la prontitud de la etapa de desarrollo psicosexual en la que se vivió la trasgresión. Para Freud la violación tiene repercusiones en la estructura del sujeto, y entre más temprana, pueden verse como más graves dichas repercusiones. La manera en que Paz teoriza sobre México deja ver que lo mexicano fue violado y que el México de hoy proviene de lo que llamó "los hijos de la chingada". Esa marca quedó inscrita en la identidad nacional y es uno de los elementos transhistóricos que obstaculizan el dinamismo de movimientos sociales que renueven acciones encaminadas al reconocimiento, y no compulsión repetitiva, de su pasado y sus posibilidades de liberación y civilización.

Los argumentos anteriores dan pauta para pensar los efectos trasnhistóricos de una trasgresión perpetrada en el imaginario de una colectividad. Así mismo, el vacío al que también se hace referencia es detallado a partir del texto de Duelo y Melancolía, en que Freud (1917 [1915], p. 250) señala que el complejo melancólico se comporta como una herida abierta, atrae hacia sí desde todas partes energías de investidura y vacía al yo hasta el empobrecimiento total.

La elucidación freudiana anterior contribuye para comprender una de las reflexiones aquí destacadas. El derrumbamiento y la anulación consecuentes a la herida de una transgresión, un vacío -dígase primordial y transhistórico- también forman parte de la constelación de elementos encriptados en las celebraciones mexicanas.

 

Espejo de alternancia

Una herida velada implica, además de un registro mnémico, ambivalencia; alternancia entre polaridades, pues además de la Nada presente en lo mexicano, las celebraciones son cornucopia (8).

Moreno Villa (1940, p. 61) retrata México como una cornucopia corpórea que brilla en sus convexidades y que presenta sombras profundas en sus concavidades. La definición que Moreno Villa presenta, delinea una figura que representa abundancia, riqueza, exceso y simultáneamente, enigma, oscuridad y menguamiento. Tal figura comulga bien con la condición de antagonismo co-presente simultáneamente velado entre algarabía e infortunio propio de las celebraciones mexicanas.

Esa cornucopia entre brillo y sombra, exceso y nada que de México, Moreno Villa retrata, en términos psicoanalíticos podría aparecer como representación del paradigma melancólicomaniaco, mencionado brevemente en párrafos anteriores. Para el citado autor, la cornucopia es un producto de contrastes, contradicciones, altibajos, claroscuro (1940, p. 62). Al considerar tal afirmación, la Melancolía-Manía podría pensarse como cornucopia psíquica, llena de miseria y vacía de dietética.

La dimensión melancólica que caracteriza las con-memoraciones mexicanas, aparece como síntoma de la transgresión instaurándose como trazo de muerte que, en palabras de Paz es: espejo de la vida de los mexicanos (1950, p. 63). Mientras Narciso, ante el reflejo de su belleza, muere; el mexicano, ante el espejo de su muerte, vive. Paz reitera que: aliado al realismo desollado de los españoles, en el simbolismo trágico de los indios la vida es la máscara dolorosa de la muerte. (1950, p. 91). Así, la algarabía de las celebraciones mexicanas es disfraz del infortunio.

Ante esa realidad desollada y tragedia oculta, lo angustiante aparece ominoso (9). En las celebraciones mexicanas lo que aparece no es algo sino más: hay algo y otra cosa, lo que se ve y lo velado. Las celebraciones mexicanas se visten de ominosidad melancólica, en ellas la muerte es vida mientras la vida es tiranía: menguamiento y oscuridad producidos en el recuerdo vivo de una herida deshonrosa y la negación palpitante de un pasado que sangra.

 

 

Vasconcelos (10) afirma que toda fiesta mexicana es arte que revela el admirable y extraordinariamente peculiar talento para crear belleza. Ese peculiar talento, es decir, la estética refleja en el semblante ominoso de las celebraciones mexicanas, coexiste en formas de lamento oscuro, dolor secreto y rencor vivo (11).

Otro elemento transhistórico de las celebraciones mexicanas es la capacidad de producir simultáneamente perplejidad y asombro. Es lo que puede ser reconocido como dimensión de lo encriptado, un momento de incertidumbre, de alternancia entre admiración y angustia donde hace eco un susurro ominoso (12). En las celebraciones mexicanas, el exceso de formas, gritos, colores, alimentos, bebidas y disfraces tienen el efecto ominoso de crear angustia. Son espacio y tiempo en donde aparece aquello provocador de angustia, de algo que retorna (Freud, 1919, p. 240). Así, idea de con-memoración implica angustia pues memorar es retornar o hacer retornar, movimientos psíquicos que son manifestación de angustiante retorno a un estado anterior o presencia angustiante de lo primitivo.

Según el punto de vista de Paz: en lo mexicano se presenta la imagen del cohete que sube al cielo, se dispersa en chispas y cae oscuramente (1950, p. 82). Respecto a las dimensiones presentes en las celebraciones mexicanas el ascenso alegre, dispersión iluminada y caída oscura muestran una serie de movimientos minguantes que, según Octavio Paz: habitan la intimidad y coloran con un matiz especial, alternativamente sombrío y brillante (1950, p. 179), difuminandose entre fantasía y realidad, por lo cual son reflejo de una ominosa ambivalencia.

 

Calaveras y pan de muerto

Ominosas y veladas, las con-memoraciones mexicanas contienen elementos de difícil digestión pues prevalece un exceso que satura. Tal exceso aprisiona rebasando las posibilidades de metabolización psíquica (13) que impiden la temperancia dietética como forma de liberación de lo primitivo. Las celebraciones mexicanas no son sólo recuerdo del origen sino actuación. Lo anterior supeditado al análisis de la compulsión a la repetición en que Freud (1914) señala que el analizado no recuerda, en general, nada de lo olvidado y reprimido, sino que lo actúa.

Conmemorar es, además de memoración, actuación repetitiva, en este sentido, las celebraciones mexicanas implican la repetición de un banquete primordial. Memoración, repetición y recreación (14) son mecanismos que contienen una dimensión de muerte.

Haciendo alusión a ese campo de lo mortífero, Paz (1950, p. 62) define muerte como: gran boca vacía que nada sacia y que habita todo lo que el mexicano emprende. Es así como la muerte habita velada en las celebraciones mexicanas, como oquedad, hueco y abertura que ninguna abundancia sacia. Por ello, una dimensión maniaca caracteriza a las celebraciones mexicanas, velando la transgresión, deshonra y pérdida, de ahí el vacío sin borde y el frenesí por negarlo, llenarlo, mascararlo.

Dígase entonces que la melancolía se manifiesta en las con-memoraciones mexicanas como una repetición errante donde la muerte no es anfitriona ni invitada, sino condimento, adorno y juguete. Hacer referencia a la dimensión de muerte viva en las celebraciones mexicanas es considerar la prevalencia de una fantasía oral y un ominoso ritmo intestino (15). Oscilante y repetitivo, tal ritmo supone la indigestión producida por un muerto y una calavera, pues las celebraciones mexicanas velan una incorporación dupla: la del padre muerto y la de la madre calavera.

Según Abraham crear una fantasía de incorporación (16) es: perpetuar, cuando está perdido, un placer clandestino haciendo de él un secreto intrapsíquico (1995, p. 249). La alusión a un banquete mítico toma forma de secreto supeditado a la intención melancólica de instalar dentro de sí lo perdido, instalación intestina de un muerto. Tal incorporación produce efectos que obturan el metabolismo aniquila-ndo su posibilidad dietética, es decir, impiden la temperancia de los vínculos recíprocos entre lo primitivo y lo infantil.

 

Fiesta melancólica

En la forma de conflicto intestino -narcisista-, la melancolía se manifiesta en la cultura de México, en la velada y transhistórica ambivalencia de sus con-memoraciones. Como ejemplo, Octavio Paz destaca que: no hay nada más alegre que una fiesta mexicana, pero también no hay nada más triste. (1950, p. 57)

Para definir tristeza, Kristeva (1987) señala que se trata de un signo energético arcaico y de una herencia filogénica. Tal enunciación aporta más elementos para pensar que las celebraciones mexicanas abarcan dimensiones primordiales y filogenéticas, singulares por su estatuto de transmisión transhistórica.

Durante el México prehispánico, las deidades a las que los indígenas proferían amor y ofrendas, los omnipotentes dioses que a cambio de obediencia, veneración y sacrificios dominaban la Naturaleza, fueron aniquilados, suplantados -deshonrados igual que a la Madre-, caídos por dioses cristianos.

Freud considera que el hombre en tiempos remotos se había formado una representación ideal de omnipotencia y omnisapiencia que encarnó en sus dioses (1930 [1929], p. 90). En ese sentido Kristeva (1995, p. 15) complementa que no hay nada más triste que un Dios muerto.

La similitud en las afirmaciones de Freud y Kristeva permite ponderar que, en los primordios de México, las representaciones de omnipotencia y omnisapiencia decayeron por haber sufrido una transgresión violenta decepcionando por su impotencia e insuficiencia. Se destaca un desamparo arcaico que Paz designa como situación de orfandad (1950, p. 111) la cual, según Vidaurri (2003, p. 14) fue originada por la desaparición de sus dioses y la muerte de sus jefes y señores. En ese escenario en que rotos los lazos con sus antiguas culturas, muertos sus dioses como sus ciudades (Paz, 1950), el origen de lo mexicano padece dos violencias: la deshonra a la madre y la muerte del padre.

Las deidades -omnipotentes y omnisapientes- que representaban la fuerza, el orden, la abundancia, la sabiduría, la protección y el poder decepcionaron por su insuficiencia. La destrucción del ideal primordial mexicano lo desampara en la orfandad y lo coloca huérfano de padre y madre. Desamparo, desilusión (17) y derrota inscriben la dimensión melancólica de desprecio y hostilidad que bajo la forma de reproche contra un objeto de amor, recae sobre sí (Freud 1917 [1915], p. 246).

El reproche que se convierte en violenta autocondenación y queja, no solamente es dirigido a la representación que un dios transgredido, sino a la insuficiencia propia. Para ejemplificar este punto, Paz (1950, p. 102) expone que la gran traición con que comienza la historia de México es la de los dioses pues ningún otro pueblo se había sentido tan desamparado como se sintió la nación azteca ante los avisos, profecías y signos que advertían su caída. Ante la anunciación de su derrumbe, la inanición dominó a la nación azteca.

Pasado de deshonra, transgresión, caída y muerte, una celebración mexicana es legado de melancolía. En México con-memorar es transgresión disfrazada de algarabía y manía de repetir: fijación en un tiempo primordial de compulsión frenética e incorporación de un muerto y una calavera. Es así como en las celebraciones mexicanas prevalecen dominantes -pero veladas- un legado transhistórico de transgresión y muerte.

Si en la memoria mexicana sobresale un exceso pático (18) y una falla dietética, no es sin razón. Las celebraciones mexicanas son metáfora y recuerdo vivo del desamparo (19) provocado por las mencionadas transgresiones. Así, velan una cicatriz abierta y una tumba profanada, es decir, reniegan un origen violado. Tal velamiento recae sobre las marcas de un desamparo primordial en donde lo pático es un "metaexceso" mascarado de celebración y algarabía.

 

Notas

(1) Las conjeturas que dieron inicio a la construcción de este trabajo fueron discutidas en la modalidad de trabajo en mesa redonda en el "V Congresso Internacional de Psicopatologia Fundamental e XI Congresso Brasileiro de Psicopatologia Fundamental - 2012 - Fortaleza, Ceará, Brasil".

(2) Se emplea el recurso gráfico de dividir la palabra con la intensión de destacar que en una conmemoración está presente un proceso de la memoria: hacer presente algo pasado.

(3) Aquello que trasciende la historia, lo que se encuentra más allá del tiempo.

(4) El que parte, en el sentido del que se va y del que provoca una división, es decir, del que corta y separa.

(5) Según Luis Aboites Aguilar (2004, p. 289), frase proferida por el presidente López Portillo.

(6) Chingada: 1. Que ha sufrido daño. 2. Prostituta (Diccionario de la lengua española, 2009). A diferencia de la equivalencia que el diccionario propone entre chingada y prostituta, Paz distingue la mujer violada en oposición a la mujer que se da voluntariamente.

(7) El melancólico ha perdido el respeto por sí mismo y tendrá buenas razones para ello [...] ha sufrido una perdida. Freud (1917 [1915], p. 245).

(8) Del lat. cornucopia. 1. Vaso en forma de cuerno que representa la abundancia. 2. Espejo de marco tallado y dorado, que suele tener en la parte inferior uno o más brazos para poner bujías cuya luz reverbere en el mismo espejo. (Diccionario de la Lengua Española, 2001)

(9) Esto ominoso no es efectivamente algo nuevo o ajeno, sino algo familiar de antiguo a la vida anímica, sólo enajenado de ella por el proceso de la represión. (Freud, 1919, p. 241)

(10) Vasconcelos citado en Octavio Paz y la poética de la historia mexicana (David Brading, 2002)

(11) Se utiliza rencor vivo (Rulfo, 1970, p. 15) para aludir nuevamente a la cualidad vivamente presente de un recuerdo de doloroso infortunio. La novela citada muestra que la memoria tiene voces y hace eco.

(12) Variedad de lo que provoca angustia (Freud, 1919, p. 240)

(13) En analogía al metabolismo biológico, se emplea el término metabolización psíquica como conjunto de mecanismos psíquicos que operan en la economía pulsional.

(14) Se emplea recrear en sus dos acepciones, en la que corresponde a reproducir algo ya creado y en la que se refiere a entretener o divertir.

(15) Intestino, además de interno se asocia con la idea de oposición o de lucha (CLAVE Diccionario de uso del español actual, Madrid, 1999).

(16) Mientras la introyección supone un proceso de inclusión de lo inconsciente en el yo, la incorporación supone un proceso de instalación del objeto prohibido en el interior de sí. Abraham (1995, p. 222)

(17) Desilusionar: Hacer perder las ilusiones. Desengañarse. (Diccionario de la Lengua Española, 2007)

(18) El término pático, fue introducido por el psicólogo fenomenólogo Erwin Strauss aproximadamente en el año de 1930 con el sentido y significado etimológico relativo a la pasión o al padecimiento.

(19) El desamparo surge no sólo por violencias que invaden sino por abandonos que violentan. Así podría entenderse la hostilidad como defensa del desamparo.

 

Referências Bibliográficas

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Recebido em: 26/05/2013
Aprovado em: 29/10/2013