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Salud & Sociedad: investigaciones en psicologia de la salud y psicologia social
versão On-line ISSN 0718-7475
Salud & Sociedad vol.4 no.3 Antofagasta 2013
RESEÑA BIBLIOGRAFICA
Cuerpos y metáforas: estudio de los significados culturales del cuerpo y las sexualidades juveniles
Bodies and metaphor: study of the cultural meanings of body and youth sexualities
Javier Bassi*
Jimena Silva; Leyla Méndez - Editoras
Emelnor Impresores, 2013.
Edición: Noviembre 2013
Páginas: 376
ISBN: 978-956-287- 349 – 9
Editorial: Universidad Católica del Norte
La Cuerpos y metáforas. Estudio de los significados culturales del cuerpo y las sexualidades juveniles es una producción colectiva, editada por Jimena Silva y Leyla Méndez (ambas docentes e investigadoras de la Universidad Católica del Norte), prologado por María Emilia Tijoux Merino (Universidad de Chile) y en el que escriben, además de las editoras, Ricardo Espinoza-Tapia, Jaime Barrientos Delgado, Francis Ramírez Aguilar, Karina Reyes Manríquez, Katherin Castillo Morales, Valeria Aguilera Aranibar y Clive Echagüe Alfaro.
El libro está organizado en cuatro grandes apartados —Con-textos y cuerpos situados, Grafías del cuerpo, Discursos y sujeciones corporales, Geografías y gramáticas del cuerpo y Hacia una ciudadanía corporal y sexual—, compuestos, a su vez por un número variable de capítulos, escritos individualmente o en coautoría.
Con-textos y cuerpos situados, por Jimena Silva, es, la presentación de los resultados de un largo trabajo de investigación, en los últimos tres años enmarcado en un proyecto FONDECYT, que abordó los significados asociados al cuerpo por parte de 169 jóvenes de Antofagasta y Calama. El trabajo muestra algunas notables particularidades. En primer lugar, desafía el «Santiagocentrismo» que caracteriza a Chile, tomando como eje de las preocupaciones a la juventud nortina y sus características diferenciales (que, como es de esperar, están atravesadas por dimensiones —como la minería— por completo diferentes a las que podrían ser significativas en la Región Metropolitana). Este desafío al desequilibrio regional desde la producción de conocimiento es un factor digno de destacar. Como dice María Emilia Tijoux al final del prólogo, casi como sorprendiéndose (p. 13, las cursivas son mías): «Esta vez en el Norte. Únicamente.» Esta dimensión local de la investigación, como se verá, no es algo menor ni accesorio: si se considera a las personas, no como entidades abstractas y universalizables, sino como entidades cruzadas por factores socioeconómicos particulares y únicos, la referencia al contexto es ineludible.
El otro aspecto a destacar es la propuesta de una metodología de investigación acerca de la vivencia del cuerpo que bebe del método biográfico, pero no sólo de él: incorpora una diversidad de técnicas —grupos de discusión, entrevistas, generación de líneas de vida— y, el aporte más importante, la confección de «mapas corporales». Todas estas fuentes de información son utilizadas de manera no dogmática, es decir, flexible y, muy importantemente, coanalizadas con los/as jóvenes implicados en la investigación y no, como se hace habitualmente, interpretadas a solas por el/la investigador/a. Eso da a la investigación un carácter cercano a las metodologías participativas de investigación, tales como la investigación acción-participativa o la sistematización de experiencias.
Los mapas corporales, por su parte, son producciones gráficas realizadas en etapas por parte de los/as jóvenes participantes con el objeto de completar la información —acerca de los significados atribuidos a sus cuerpos, a la sexualidad, al género, etc.— obtenida mediante métodos más convencionales como la entrevista o el grupo de discusión. Los mapas generados son particularmente impactantes: para empezar, son del tamaño de la persona que lo confecciona y muestran una gran diversidad de técnicas (témperas, lápices mina, collage, etc.), además están plagados de aspectos interesantes para el análisis: corazones, candados y carteles como «Masturbación-Placer-Culpa-Placer» en las vaginas, carteles de «prohibido el paso» o «pare» en lugares «sensibles» del cuerpo (como los senos o los pies) y textos interesantes como: «Hombros cansados pero no derrotados» o «Caderotas de mi abuela» o tan extensos como:
Bueno, ahora no tengo mucho de bonita ya que mi cuerpo no es igual, aunque yo en todo momento del embarazo supe de los cambios que mi cuerpo tendría. Pero nunca pensé que me afectaría tanto, ya que mi autoestima está muy vaja (sic). Pero poco a poco creo que va subiendo aunque no me siento cómoda con la ropa ya que estoy acostumbrada a mostrar mi cuerpo, sobre todo mi guatita y mi cintura. Mis piernas están muy flakitas (sic). Ya no me gusta mi cuerpo.
A partir de estas diversas fuentes y en coanálisis con los/as jóvenes participantes de la investigación [«autor(es) de la interpretación», p. 64], se extraen una serie de análisis situados (es decir, sensibles al contexto nortino y minero) acerca de la forma en que estos/as jóvenes viven y narran sus cuerpos, su sexualidad, diversos aspectos vinculados a los roles de género, los diversos mandatos sociales, etc. Es decir, se analiza el cruce de lo subjetivo y lo estructural o, si se quiere, los modos en que las «normas» se inscriben «en la carne» (p. 65) o son objeto de «disidencias» (p. 67). En definitiva, se explora ese espacio típicamente psicosocial que Wright Mills definiera en La imaginación sociológica (1959) como la relación entre la «inquietud» (que remite a lo individual) y «los problemas de la estructura social» (que remiten a lo social). A este respecto, dice la autora: «Se dan cita lo particular (individual) amalgamado con lo general indeterminado (ideologías)» (p. 41).
Los artículos del segundo apartado exploran un terreno similar, aunque con ciertas especificidades. Tensiones entre valores y normas sobre ciudadanía y sexualidad, por Jimena Silva y Jaime Barrientos, aborda las tensiones producidas entre los mandatos normativodisciplinantes de la iglesia en tanto institución y las obediencias y desafíos (p. 119) por parte de la juventud nortina, representados en sus discursos, conductas, gestión de sus cuerpos y sexualidades, etc. Embarazo y maternidad: entre escenarios de normalización y reconocimiento de subjetividades juveniles, por Leyla Méndez, a diferencia de los enfoques tradicionales —que ponen el foco, por ejemplo, en la adolescente embarazada y sus «rasgos»— aborda las dimensiones sociales del problema, incluyendo en el análisis factores como la «pertenencia de clase», el «género», la «religión y las condiciones de socialización y subjetivación» (p. 126), habilitando así la consideración de las «claves históricas, económicas, culturales, políticas y sociales» (p. 127) que permiten entender de forma integral los fenómenos: la perspectiva «caleidoscópica» (Duarte, 2000) a la que hacen alusión el autor y la autora. En el artículo Resistencias y desigualdades. Juventudes chilenas hacia una ciudadanía sexual, por Francis Ramírez, se amplía el marco institucional disciplinario-normalizador al estado y la escuela en oposición a los «discursos juveniles disidentes y de resistencia» (p. 128) que combaten «la inscripción en los cuerpos de los mandatos socioculturales» (p. 132).
El tercer apartado, Geografías y gramáticas del cuerpo, reúne una serie de estudios empíricos (bajo modelos discursivos, narrativos o de mapas corporales) y reflexiones teóricas en torno a la juventud nortina y su relación con sus cuerpos, su sexualidad, etc. Así, aparecen trabajos con mapas corporales tanto de mujeres (Perfomances de género en mapas corporales de mujeres jóvenes chilenas, por Jimena Silva) como de hombres (Territorios corporales. Perfomances masculinas en contexto, por Karina Reyes, Katherin Castillo y Valeria Aguilera). En estos trabajos se aborda la cuestión de la relación entre el contexto y sus «inscripciones» en la subjetividad.
Los dos siguientes capítulos del apartado —Obediencia, disidencia, interpelación. Juventudes e instituciones reguladoras de la sexualidad, por Jimena Silva y Jaime Barrientos, y Virginidad, monogamia, abstinencia y vidas emergentes en juventudes antofagastinas, por Clive Echagüe, se focalizan en un terreno también recorrido en el segundo apartado: la relación entre diversas instituciones, en este caso la iglesia o «el cristianismo como institución» (p. 204) y su «relación dialógica» con lógicas emergentes (resistentes) por parte de la juventud en la vivencia de su sexualidad, sus cuerpos, su vida en pareja, su orientación sexual, etc.
Finalmente, Al encuentro del placer y el riesgo. Sexualidades juveniles, por Karina Reyes, Katherin Castillo y Valeria Aguilera, se centra en las diferencias, diríamos, «de clase», asociadas a la vivencia de la sexualidad en sus diversas dimensiones: relaciones sexuales, riesgos, embarazo, enfermedades de transmisión sexual, anticoncepción, etc. En este trabajo puede verse como los/as jóvenes reproducen ciertas lógicas normativas que les llegan, entre otras cosas, a través de una educación sexual punitiva y estigmatizante: «En múltiples casos, es posible observar cómo las normativas orientan la construcción del habitus corporal y de género en las experiencias afectivas-sexuales de los jóvenes (…).» En Entre el deseo y los mandatos normativos: habitus corporales y de género, por Jimena Silva, y en la línea que domina el libro se analizan nuevas dimensiones: embarazo, maternidad y paternidad; mostrando a través del discurso de los/as jóvenes nortinos/as la impronta de los «ideales regulatorios»: el mundo adulto y los ideales de género, religiosos y familiares.
Finalmente, el último artículo del tercer apartado, en cierta forma, introduce el tema del último apartado: la educación sexual. En Disciplinamiento y sexualidad juvenil: el discurso educativo desde la subjetividad del cuerpo, Francis Ramírez aborda la influencia de los siete programas de educación sexual que el MINEDUC «puso a disposición» de los colegios en 2011, explorando sus efectos en las juventudes nortinas, efectos que van de la sumisión a la resistencia.
Como alternativa a dichos programas —que ponen el acento en el «control de impulsos», la castidad, la «responsabilidad», la «fidelidad», las relaciones sexuales en el contexto de las relaciones matrimoniales, etc.— en el último apartado —Hacia una ciudadanía corporal y sexual— Leyla Méndez y Jimena Silva proponen una serie detallada de lineamientos teóricos y metodológicos para un programa de educación sexual inspirado en valores alternativos a los dominantes: reflexión acerca de los roles de género; roles de género y trabajo hogareño y remunerado; reconocimiento del cuerpo y del deseo; sexualidad, afectividad y autocuidado; embarazo, maternidad y paternidad y vivencias del cuerpo. Estas orientaciones —que incluyen detalladas guías de actividades— suponen una interesante alternativa a los siete programas actualmente vigentes, que se apoyan en nociones, diría, decimonónicas de roles de género, sexualidad, cuerpo, placer, etc. (Lo cual no debería sorprender si se considera los actores sociales que crearon los programas y la orientación política del gobierno bajo el que se crearon.)
A pesar de la variabilidad de temas abordados, el texto contiene algunas líneas organizadoras que son importantes de destacar:
—En primer lugar, la comprensión de los problemas y los análisis efectuados se ubican en un espacio, como he sugerido antes, prototípicamente psicosocial: el entrecruzamiento de lógicas macro («ideología», «discursos dominantes», «ideales regulatorios» o como se los llame) y la subjetividad. Es decir, lo subjetivo cruzado por dimensiones sociales (culturales, económicas, etc.) pero, a su vez, en tensión (en resistencia) con ellas: el sujeto «hecho ser» por lo social del estructuralismo pero a su vez constructor —disidente— de lo socionormativo. Espacio que Ferrarotti (en Marinas y Santamarina, 1993), tomando a Sartre, llamaba el de lo «universal singular» y que caracteriza la comprensión psicosocial de la realidad. Así, las marcas de la disciplina en los mapas corporales («hombros anchos») pero también los espacios de búsqueda por fuera de la educación sexual formal:: «Es que en el colegio [las charlas sobre sexualidad] es como latero escucharlas (…).» Este enfoque, que «va y viene» de lo individual a lo social, está perfectamente descrito por la expresión «relación dialógica» (p. 206)
—Ese espacio es el que tradicionalmente ha ocupado el método biográfico para legitimarse: las historias personales, individuales, únicas, se vuelven relevantes en tanto son pensables desde lógicas que les son (relativamente) ajenas pero que las configuran. La diferencia, en este caso, es que a los relatos se han sumado otras técnicas, de las que querría destacar los mapas corporales. Lamentablemente, la metodología ha acabado ocupando un espacio único en las ciencias sociales: el de oráculo. Pareciera que el rol de los/as metodólogos/as no fuera otro que el de decir: «Esto se hace así.» Pablo Cottet, sociólogo chileno, ha llamado a esto el «discurso metodológico» (2006): un discurso que pareciera estar más allá de lo humano. Afortunadamente, en este texto los/as autores/as han optado por otro camino: instituir. No sólo recurrir al «discurso metodológico» para saber qué habrá de hacerse sino también para alterarlo. De este modo, la estrategia de los mapas corporales viene a sumarse al arsenal técnico del método biográfico y del enfoque narrativo para abordar temas que, de otro modo, parecieran tener poco recorrido: a la gente, parece, no le gusta hablar ni de su cuerpo ni de sexualidad. En este sentido, además del aporte, es importante destacar el nivel de detalle con que la estrategia es presentada, algo muy poco común entre los/as científicos/as sociales que hacen… pero no se sabe muy bien qué
—Otros aspectos que querría destacar: por un lado, el carácter multitécnico y flexible de la metodología. Al contrario de los modelos centrados en, por ejemplo, sólo los relatos, en el texto se abordan los problemas propuestos desde varias técnicas. Por otra parte, se lo hace de modo flexible, una característica habitualmente vinculada a «lo cuali» pero que debería ser asignada — o no— a los/as investigadores/as. Son éstos —no los modelos metodológicos— los que optan por hacer caso o no a los órdagos que son lanzados durante el proceso de investigación: los métodos no son flexibles o inflexibles, los/as investigadores lo son
—Por otra parte, es necesario destacar el carácter contranormativo del texto en términos de su «apuesta regional». «Santiago no es Chile», se dice, pero se hace más bien poco. En este texto, los/as investigadores han procurado vincular sus problemas de investigación al contexto en que se producen, considerándolo no como un «fondo de pantalla», sino como un factor determinante —que configura— los problemas mismos
—Una de las características de las investigaciones presentadas que más me interesa destacar es el coanálisis. Es ya casi un lugar común de la ciencia social que practicamos y sostenemos —verticalista, autocentrada, autorreferencial, elitista— el excluir a las personas que «participan» de la investigación («sujetos de manipulación», en palabras de Jesús Ibáñez) de los momentos clave de la misma: la definición de los problemas de investigación y, sobre todo, el uso de los resultados. En este caso, si bien los problemas no son coconstruidos sí son coanalizados. Esto no sólo «recupera la voz de los sin voz» (lo cual, entiendo, no es más que una forma de cooptación benévola), sino que permite que, en este caso, los/as jóvenes nortinos hablen por sí mismos/as y digan, en tanto coinvestigadores/as, por qué un candado, por qué un cartel de «Pare», por qué una nube o un megáfono en sus cuerpos o cerca de ellos
—Finalmente, un cosa más: estas investigaciones y reflexiones teóricas ponen en juego un tema que está emergiendo con fuerza —aunque, como es de esperar, desordenadamente— en el marco de la ciencia social en Chile: el cuerpo. Pareciera, como incluso se dice en el texto, que los/as investigadores/as se hubieran olvidado de él. Pero no, aquí está. Y, en este sentido, me parece digno de mencionar que su abordaje es, en primer lugar, localista (como debería ser toda investigación en ciencias sociales) y a su vez metodológicamente innovadora, ya que, si puede que estemos «programados/as» para tener dificultades para hablar de nuestros cuerpos, sexualidad y demás temas «espinosos», se abre el espacio para pensar nuevas formas —como los mapas corporales— de abordarlos. Así, bienvenido el rescate del cuerpo y bienvenido el valor de mirarlo con nuevas gafas. Mi única objeción es que no creo que ni el cuerpo ni el poder se sitúen en un posconstruccionismo porque, francamente, no creo que exista tal cosa: ¿o es que podemos tratar el cuerpo y el poder por fuera de las prácticas sociolingüísticas que los constituyen?
Para terminar, creo que Cuerpos y metáforas supone un muy valioso aporte —tanto temático como metodológico— para el desarrollo de una ciencias sociales en Chile, a veces afectas a la «clonación» de investigaciones, tanto en cuanto a los problemas abordados como a la forma de estudiarlos. Cuerpos y metáforas pone así varios desafíos: investigar y escribir desde y para una «periferia» siempre negada o, como mucho, entendida como en referencia a un centro; abordar temas emergentes —como el cuerpo, la sexualidad, los roles de género— en grupos tradicionalmente olvidados como los/as jóvenes y, finalmente, hacerlo con valor, es decir, procurando mover la rueda del «discurso metodológico», perdiéndole el respeto, empujándolo a sus límites y explorando lo que la ciencia social puede ser y no sólo lo que es.
REFERENCIAS
Cottet, Pablo (2006). Diseños y estrategias de investigación social. El caso de la ISCUAL. En Canales, Manuel (Coord.), Metodologías de investigación social. Introducción a los oficios (pp. 185-217). Santiago de Chile: LOM. [ Links ]
Marinas, José Miguel y Santamarina, Cristina (1993). La historia oral: métodos y experiencias. Madrid: Debate. [ Links ]
Wright Mills, Charles (1959). La imaginación sociológica. México: FCE. [ Links ]
* Javier Bassi es psicólogo por la Universidad Nacional de San Luis (Argentina, 2000) y doctor en psicología social por la Universidad Autónoma de Barcelona (2008). Actualmente trabaja en la Universidad de Chile y en la Universidad Andrés Bello.