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Interamerican Journal of Psychology
versão impressa ISSN 0034-9690
Interam. j. psychol. v.42 n.3 Porto Alegre dez. 2008
La psicología en Argentina: desarrollo disciplinar y realidad nacional
The psychology in Argentina: the discipline development and national reality
Universidad de Buenos Aires, Argentina
RESUMEN
Se plantea un bosquejo histórico del desarrollo de la psicología en Argentina, desde sus orígenes hacia el final del siglo XIX (El escenario de la siembra) hasta la actualidad (El escenario de la cosecha adeudada). Entre medio se plantea la extinción, por retiros laborales por edad o por defunción, de las líneas de quienes fueron los pioneros que surgieron en este país algo menos de veinte años después de la fundación del Laboratorio de Psicología Experimental por parte de Wundt, un período de vacancia de la disciplina y el múltiple surgimiento de las carreras de psicología en las universidades públicas, con posterioridad a 1954 (El escenario de la germinación), con grandes falencias teórico-científicas y fuertes distorsiones generadas por el modelo médico-clínico. Si bien en la actualidad se está modificando esta situación, importantes falencias y sesgos permanecen vigentes.
Palabras clave: Psicología; Formación; Ciencia básica; Profesión; Realidad nacional.
ABSTRACT
We review the historical development of Psychology in Argentina, from its origins at the end of the nineteenth century (the ‘sowing’ period) until present times (the period of the ‘owed harvest’). We explain the extinction - due to retirement or death - of the paths set up by pioneers who emerged in this country two decades after Wundt founded the Experimental Psychology Laboratory, followed by a vacancy period in the discipline and the multiple emergence of psychology degrees at public universities after 1954. This gestation period had important theoretical and scientific flaws and strong distortions created by the medical-clinical model. Although these circumstances are changing nowadays, there remain some important flaws and bias.
Keywords: Psychology; Training; Basic science; Profession; National reality.
El Escenario de la Siembra
Sólo doce años después que Wilhelm Wundt comenzara las investigaciones sistemáticas en el laboratorio que había fundado tres años antes en Alemania, en Argentina Víctor Mercante instalaba y ponía en funcionamiento (1891) el primer Laboratorio de Psicología Experimental de América Latina, en la Escuela Normal de la Provincia de San Juan. Es interesante tener en cuenta que en este mismo año James Mark Baldwin, discípulo de Wundt, también funda el primer Laboratorio de Psicología Experimental del Canadá, en la Universidad de Toronto, siendo este el primero de su tipo en América del Norte. Esta unidad de investigación, en 1897, será ampliada espacial y técnicamente por August Kirschmann, doctorado en Leipzig bajo la dirección de Wundt.
Por esta misma época, 1899, siguiendo también los lineamientos de Wundt, Horacio Piñero pone en funcionamiento un Laboratorio de Psicología Experimental en el Colegio Nacional de la Universidad de Buenos Aires, Universidad a cuya Facultad de Filosofía y Letras, en 1901, Piñero traslada el laboratorio antes creado y en 1902 comienza a dictar una materia titulada Psicología fisiológica y experimental.
En Estados Unidos en 1875 William James monta un laboratorio en la Universidad de Harvard, pero con una orientación y producción psicológicamente poco relevante en comparación a los desarrollos logrados por la psicología experimental alemana (Wundt y sus discípulos) y francesa (Théhodule Ribot, Alfred Binet, etc.). El laboratorio de James alcanza el nivel adecuado para la época recién con la incorporación del alemán Hugo Münsterberg quien, al igual que el inglés Edward Bradford Titchener, llega a Estados Unidos recién en 1892. Titchener instala su laboratorio de psicología experimental en la Universidad de Cornell. Ambos fueron discípulos de Wundt en la Universidad de Leipzig.
Estos primeros párrafos tienen la única intención de mostrar, de modo muy sucinto, la ubicación de Argentina en el desarrollo de la psicología en el mundo y su condición de avanzada que la posicionaba entre los países pioneros en el desarrollo de la psicología en el Continente Americano. Este señalamiento tiene por finalidad fijar el punto de partida con respecto al cual contrastar los logros finalmente alcanzados al inicio del siglo XXI: un pálido reflejo de lo que presagiaban sus inicios y una construcción empobrecida en comparación con el resto de los países del Continente y del mundo.
Volviendo a los tiempos iniciales, fines del siglo XIX e inicios del XX, para perfilar más detalladamente la figura de Piñero y su accionar disciplinario, se transcriben a continuación algunos aspectos de su vida intelectual y profesional:
Nacido en Buenos Aires en 1869 estudió en el viejo Colegio Nacional, primero y en la Facultad de Ciencias Médicas. Realizó su internado en el Hospital de Clínicas y se graduó en 1892, con una tesis sobre ‘Observaciones clínicas y el estudio práctico de la semiología y el diagnóstico’. Fue médico del Hospital Rawson y Profesor del Colegio Nacional de Buenos Aires. Viajó a Francia donde realizó estudios en el instituto Pasteur, en el cual fue designado Jefe de Laboratorio y Profesor Suplente. Mientras tanto se especializó en el conocimiento de la fisiología y la psicología experimental. Hacia 1899 regresó al país y dos años más tarde ingresó al plantel docente de la Facultad de Filosofía y Letras de la UBA, donde comenzó a dictar cursos de psicología experimental, que serían los primeros en el país... En 1901 asistió con gran éxito al Congreso Internacional de Psicología de Montevideo. En 1903 fue invitado a dar conferencias a París en la Sociedad de Psicología... Fundó junto a Ingenieros y de Veyga, la Sociedad de Psicología de Buenos Aires. Piñero fue el primer presidente de esta Asociación.
Fue Presidente de la Asociación Médica Argentina en los años 1908 y 1909.
Reconocido como uno de los más grandes alienistas del país. Fue médico del Hospital de Alienados, Presidente de la Sección de Ciencias Psicológicas del Congreso Internacional de Buenos Aires (1910), Miembro de la Academia Nacional de Medicina y del Instituto General de Psicología de Francia.
De su labor profesional se cuentan entre sus obras científicas: ‘Psicofisiología del lenguaje en el sordomudo, en el idiota y en los afásicos’ (1901); ‘Enseñanza actual de la psicología en Europa y América’ (1902); ‘Psicofisiología de los órganos de los sentidos’ (1902); ‘Psicopatología del ascetismo’ (1903); ‘Contribución al estudio de los niños retardados y anormales’ (1910); ‘La cuestión de las afasias’, etc. (Asociación Médica Argentina [AMA], 2008).
Junto a Piñero, en el grupo de los pioneros, se ubican otros nombres destacados como el de José Ingenieros:
Nació en Palermo, Italia, el 24 de abril de 1877. Era pequeño cuando su familia se trasladó a la Argentina: hizo aquí sus estudios primarios y cursó el bachillerato en el Colegio Nacional de Buenos Aires ... En 1894 comenzó a cursar en la Facultad de Medicina y, movilizado por las protestas obreras de la época, fundó el Centro Socialista Universitario ... Estudió psicología, psiquiatría y criminología; se recibió de médico en 1900. Enseguida, de la mano de Francisco de Veyga y de Ramos Mejía, sus profesores en la Facultad, consiguió insertarse en cargos dependientes del Estado. Fue profesor de Medicina Legal, Jefe de la Cátedra de Clínica de Enfermedades Nerviosas, y funcionario principal del Servicio de Observación de Alienados de la Policía. En esa década se gestaron sus principales trabajos científicos: ‘La simulación en la lucha por la vida’, ‘La simulación de la locura’, ‘Criminología e Histeria y sugestión’. En 1904 ingresó en la cátedra de Psicología Experimental de la Facultad de Filosofía y Letras; cuatro años más tarde fundó la Sociedad de Psicología. También escribió Principios de Psicología, que resultaría el primer sistema de enseñanza en la disciplina. Todos estos trabajos le generaron reconocimiento internacional y lo relacionaron con figuras eminentes de esas áreas. En 1905 participó en Roma del Quinto Congreso Mundial de Psicología... En 1910 dicta un curso sobre Psicología del Carácter en la cátedra de Psicología, en Filosofía y Letras. Escribió sobre sociología, psicología, literatura, filosofía, historia, medicina. Muchos de sus escritos escarbaron en las raíces biológicas y se sustentaron en su adhesión al evolucionismo y al darwinismo. Cuando murió, el 31 de octubre de 1925, tenía 48 años. (AMA, 2008).
También es de destacar al Dr. Francisco de Veyga (1866-1948) quien, junto a Piñero e Ingenieros, como fue mencionado anteriormente, funda en noviembre de 1908 la Sociedad de Psicología de Buenos Aires (refundada en 1930 a instancias de Mouchet) y en su alocución pronunciada en la sesión inaugural de la misma, en mayo de 1909, señala:
La casi totalidad de nosotros hacemos psicología por razones de orden docente. Por lo menos, una gran parte de nosotros somos profesores de psicología o de materias estrechamente afines. Esta ciencia constituye, pues, nuestra principal preocupación y la razón de ser de nuestros esfuerzos en pro de su adelanto, no encontrando aventurado declarar que a esa tendencia primordial ha obedecido casi por entero la constitución de este centro que hoy inauguramos.
Fija la atención sobre este objetivo, he creído que, para responder al insigne honor que la Sociedad me ha discernido encargándome de presidir la primera reunión científica que lleva a cabo, debía abordar ante ella un tema que es la discusión de su propio programa, afrontando con la debida valentía las responsabilidades que semejante empresa me impone.
La enseñanza de la psicología es un problema gravísimo, complicado y, sobre todo, ingrato para la discusión. Pero es un problema trascendental, tan trascendental como cualquiera de los grandes problemas que constituyen su obra investigadora; y de vital interés para las ciencias que esperan de ella la fórmula, teórica o práctica, que ha de servir de norma para el empleo y utilización de sus fuerzas en las diversas esferas de su aplicación. ¿No es, en efecto, la psicología la ciencia que ha prometido dictar las reglas definitivas de la lógica, la que se abroga el derecho de organizar la metodología, la que se declara único juez competente en materia de epistemología, la que, en fin, venciendo prejuicios y tradiciones seculares se erige en maestro y dueño absoluto de la pedagogía? Cómo enseña sus propios principios la psicología, cómo ha organizado su sistema de trabajo y cómo llena su obra de difusión científica en el mundo, es cuestión que interesa a todas las ciencias por igual, pero que afecta seriamente y por encima de todo a aquellas disciplinas, como las ya mencionadas, cuya vida está supeditada a la suya.
El asunto es, pues, de colosal importancia... Tal estado de cosas que empieza ya a descorazonar a muchos grandes espíritus como Spiller, por ejemplo, quien en su Mind of the Man niega en absoluto que la psicología contemporánea haya adelantado un solo paso en la vía de la resolución de los grandes problemas que le están encomendados, o como Münsterberg, que en su reciente On the Witness Stand declara a la psicología de laboratorio una práctica estéril y visible que descorazona a diario a millares de neófitos y aleja del estudio de tan importante rama científica a igual número de hombres sedientos de iniciarse en sus secretos es la única causa de esta falta de rumbos, de esta anarquía de opiniones que se siente en la cátedra y que hace por todas partes infecunda la enseñanza de la psicología. El problema docente se confunde así con el problema metodológico en nuestra materia. Si no existiera éste, no existiría tampoco aquél. Por eso he presentado los hechos como son sin hacer previas consideraciones sobre el problema mismo de que me estoy ocupando, pues que de otra manera ni resultaría tan clara su explicación ni tan fácil su resolución... En resumen: preparación previa antes de entrar al estudio de la psicología, conocimiento subsecuente de las materias que le sirven de fuente de información, conocimiento de la historia de la psicología, amplitud de miras en la investigación, sujeción a las reglas del método experimental en la práctica del mismo y, finalmente, seguridad en los propósitos al aplicar la psicología al terreno de las demás ciencias; he ahí la formula de la enseñanza en psicología y con ella la solución del problema que ésta comporta. (Veyga, 1909/1995).
No son muchos pero sí algunos más que los citados los que dieron origen al desarrollo de la psicología en Argentina, hay que agregar los nombres de Carlos Rodríguez Etchart, José Nicolás Matienzo, Rodolfo Rivarola, el alemán Félix Krueger, Enrique Mouchet, Coriolano Alberini, Marcos Victoria, entre otros. Desde sus respectivas formaciones y prácticas como educadores, médicos o abogados fueron modelando corrientes teóricas de pensamiento y construcción científica de la psicología que dieron lugar a fructíferos disensos, el más significativo puede resumirse en la confrontación entre positivistas y antipositivistas. Lo cierto es que hacia el final de la década de 1930 la perspectiva para el avance de la psicología en Argentina era excelente en cuanto a la posibilidad de profundizar los desarrollos teóricos, avanzar en la investigación científica y comenzar a configurar estudios universitarios especializados que dieran origen a la profesión y a la diversificación de sus campos de aplicación ya percibidos y exigidos por algunos de sus tratadistas iniciales tales como, por ejemplo, el citado Münsterberg o Franz Brentano.
En Estados Unidos, para esta época, hacía casi cuarenta años que ya se había fundado, en 1892, la Asociación Americana de Psicología (APA) en la Universidad de Clark y su primer presidente fue Granville Stanley Hall quien, en la Universidad de Harvard, fue el primer graduado en cuyo título de Doctor se incluyó filosofía y psicología. Si bien el cargo de presidente de la APA, anualmente renovable, fue cubierto en varias oportunidades por otras profesiones, sobre todo médicos, ya desde 1908 en adelante siempre fueron psicólogos o psicólogas y rápidamente esta institución comenzó a crear en su seno distintas divisiones que no eran más que la manifestación institucional de los campos de aplicación y trabajo de la psicología: en 1917 instituye su División 12 de psicología clínica, en 1946 la División 18 de psicología en los servicios públicos (políticas públicas, seguridad, salud, justicia, etc.), en 1956 (cuando se creaban las primeras carreras universitarias de psicología en Argentina) constituye la División 21 de psicología experimental e ingenieril aplicada dedicada a:
... promover el desarrollo y aplicación de los principios, conocimiento y la investigación psicológica al mejoramiento tecnológico; los productos de consumo; los sistemas de energía, comunicación, información y transporte; la toma de decisiones, los entornos de trabajo y los medioambientes de vida. (APA, 2008).
Esta información puede servir como elemento motivador para convocar a la reflexión y a la investigación objetiva y rigurosa de las razones por las cuales en Argentina la profesión, o sea, los graduados y graduadas con título universitario de psicología, no surge hasta fines de la década de 1950 o comienzos de 1960 y porqué prácticamente su totalidad se dedica al psicodiagnóstico clínico y/o a la atención de pacientes con el modelo médico-clínico.
Hacia mediados de la década de 1940, todos los pioneros de la psicología en Argentina habían fallecido o su edad era muy avanzada y en su gran mayoría estaban ya retirados de la actividad académica y sus emprendimientos habían cesado. El espíritu científico que los motivó y que cimentó su intento de posicionar a la psicología en el escenario intelectual y científico como una ciencia esencial para la comprensión y solución de los problemas humanos se fue perdiendo aceleradamente. Comenzaron a surgir algunos centros o institutos en ámbitos laborales y de la educación (sobre todo universitaria) dedicados a la orientación vocacional, la psicotecnia aplicada a la evaluación de personal y, en muy raros casos, a la investigación, como fue el caso del Instituto de Psicología Experimental fundado por Horacio Rimoldi en 1942 en la Universidad de Cuyo, en Mendoza, donde el año anterior había puesto en marcha la cátedra de Psicología Experimental; este Instituto se cerró en 1946 cuando Rimoldi se ausentó del país. Es por esta época y por un decenio que la psicología pierde notoriamente el relieve que había tenido en los ámbitos académicos y eruditos.
Es importante tener en cuenta que en 1930 Argentina inauguró su prolífico espectáculo de frecuentes golpes militares fuertemente apoyados siempre por partidos políticos, sectores de la sociedad civil y la Iglesia Católica, apoyo recibido desde las sombras unas veces y otros a plena luz del sol. En los interregnos de las democracias militares o de las democracias formales, débiles y siempre jaqueadas por las oligarquías irresponsables que han caracterizado a la Argentina, cuando no por las burocracias sindicales corruptas, surgieron o resurgieron muchos potentes desarrollos académicos y científicos en los campos de la biología, la química, la física en sus diversas ramas incluyendo la nuclear, las matemáticas, la ingeniería, la astronomía, la sociología, etcétera. Estos enclaves de la ciencia estuvieron fuertemente vinculados con centros de investigación y formación universitaria del más alto nivel de los países desarrollados. Es importante tener en cuenta que Argentina es el único país de América Latina que tiene premios Nóbel en ciencias.
Curiosamente o no tanto, desde 1930 en adelante nunca emergió un proyecto sólido y entramado con lo que disciplinariamente se daba en el resto del mundo en los casos de la antropología y la psicología.
El Escenario de la Germinación
Como carrera universitaria la psicología empieza a estructurarse el mismo año en que un golpe militar derroca el segundo gobierno de Juan D. Perón en 1955, creándose la carrera de Psicología en la Universidad de Rosario. La segunda, en 1956, surge en la Universidad Nacional de Córdoba como carrera de la Facultad de Filosofía y Humanidades (el autor de esta nota abandonó sus inconclusos estudios de medicina para incorporarse como alumno de esta nueva propuesta académica). A partir de 1957, todas las otras universidades estatales fueron abriendo sus correspondientes licenciaturas o carreras de esta especialidad (Buenos Aires, La Plata, Cuyo, Tucumán, Mar del Plata). A este proceso se suman la mayor parte de las universidades privadas que se comenzaron a crear a partir del Decreto del año 1955, emitido por Poder Ejecutivo surgido del golpe militar antes mencionado.
Ahora bien, es importante tener en cuenta que para el momento en que se comienza a dar en el país este proceso de institucionalización de la psicología como profesión se había producido un profundo hiato entre los pioneros de la psicología y quienes ahora se disponían a crear las carreras y cubrir sus cátedras. En un borde de la fisura, el del pasado, está presente un conjunto de intelectuales sólidos y comprometidos con la psicología, en el otro borde, el dispuesto a poner en marcha las carreras universitarias, salvo raras excepciones, está un grupo de aficionados a la psicología y las asignaturas de las currícula son asumidas por profesores que, para lo que era en ese momento la ciencia psicológica en el mundo, carecían del nivel académico y científico mínimo aceptable. Lo acaecido en la Universidad Nacional de Rosario y en la de Buenos Aires fue un ejemplo de ello, pues ahí se incorporaron médicos de mucho renombre del campo psicoanalítico, la gran mayoría de ellos integrantes de la Asociación Psicoanalítica Argentina fundada en 1942, pero que desde el punto de vista de los que era la psicología científica en el mundo en ese momento no pasaban de ser simples aficionados e, indudablemente, poseer un hobby no es suficiente para insertarse en un ámbito académico a fin de formar, desde universidades públicas, los profesionales que de una ciencia determinada necesita un país. Se resalta especialmente esto de "que necesita un país", una nación, no un grupo o una institución o una corriente de pensamiento.
Una indicador significativo con respecto a la fractura señalada es que figuras de la talla internacional del español Emilio Mira y López, el polaco Waclaw Radecki y el húngaro Béla Székely, entre otros, todos ellos psicólogos reconocidos mundialmente, les fue obturada la posibilidad de insertarse de forma estable e influyente en los ámbitos universitarios de la Argentina de la época; tampoco fueron nunca consultados para la estructuración de las carreras que se fueron creando, a pesar de haber vivido en el país o en los países limítrofes (Uruguay y Brasil) hasta su muerte.
Mira y López, que vivió en Buenos Aires entre 1940 y 1944, en 1958 fue invitado por la Universidad Central de Venezuela para organizar el Departamento de Psicología, en 1960 es designado por la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (UNESCO) para dar un curso de Psicología Experimental en la Universidad Nacional de La Plata y en 1964 dio un curso de Psicología Médica en la Provincia de Mendoza invitado por la Facultad de Medicina de la Universidad Nacional de Cuyo.
Radecki era graduado en la Facultad de Ciencias Naturales y Medicina de la Universidad de Ginebra, donde fue discípulo de Édouard Claparède; ya finalizada la primera guerra mundial creó la Facultad de Psicología en la Universidad Libre Polaca y en 1933 arribó al Río de la Plata (Argentina, Uruguay y Brasil). En 1936 fundó en Buenos Aires el Centro de Estudios Psicopedagógicos, luego convertido en 1948 en Instituto de Psicología (privado), y en 1950 organizó el I Congreso Latinoamericano de Psicología en Montevideo. Este psicólogo fue de los pioneros en el mundo con respecto a la pedagogía experimental en laboratorios escolares y para Antônio Gomes Penna, Profesor Emérito del Instituto de Psicología de la Universidad Federal de Rio de Janeiro "... Radecki foi, para a Psicologia científica no Brasil, possivelmente, a figura mais importante"(Gomes Penna, 2004).
Béla Székely se trasladó a vivir en Argentina en 1938, donde falleció en 1955. Fue un psicólogo que dejó huella profunda en la psicología latinoamericana y figura en todos los trabajos que hablan de la influencia de la psicología de Europa central en América Latina.
Cuando en los artículos o libros de historia de la psicología se mencionan a los científicos con relieve internacional que migraron a América del Sur siempre se nombra a Helena Antipoff (1892-1974) proveniente de Rusia y formada en Suiza, al alemán Walter Blumenfeld (1882-1967), al húngaro Oliver Brachfeld (1908-1967), a la española Mercedes Rodrigo (1891-1982), a Waclaw Radecki (1887-1953) y su esposa Halina Radecki, a Béla Székely (1899-1955) y al español Emilio Mira y López (1896-1964). Estos cuatro últimos, como ya se señaló, vivieron en Argentina y no influyeron en absoluto en el surgimiento y estructuración de las carreras universitarias de psicología pero curiosamente Radecki y Mira y López habían efectuado importantes trabajos y aportes al psicoanálisis y Székely era un desatacado psicoanalista, eso sí, no era médico y estaba más cerca de los psicoanalistas no subordinados a Freud (Reich, Adler y más tardíamente Stekel).
Volviendo a la creación de las carreras de psicología es importante tener en cuenta que no surgieron por una demanda de la sociedad o desde instancias institucionales que manifestaran una marcada necesidad de aportes de esta disciplina. Fue un proceso motivado por la inquietud de unos pocos profesores universitarios vinculados a la temática pero ninguno de ellos con una formación psicológica específica ni una dedicación científica a la misma; en general provenían de la medicina, la filosofía o la pedagogía.
Desde el inicio, tanto por parte de quienes estructuraron las carrera como de las alumnas y alumnos ingresantes, a lo que luego se suma rápidamente la incipiente imagen de esta profesión por parte de la sociedad (en los reducidos círculos que sabían de su existencia por vía de las relaciones familiares o sociales), la función de la psicología en el imaginario circulante estaba vinculada con la enfermedad, ya fuera para diagnosticar o para tratar enfermos. Se dio algo así como un doble discurso: uno era el nombre de algunas materias o la presencia de ciertos textos de estudio o de divulgación, el otro era el manifiesto, hacia qué se orientaba a los alumnos y qué imagen se emitía a la sociedad con respecto a la función que los egresados de estas carreras podían y debían desempeñar a partir de graduarse.
El desarrollo de la psicología en el mundo como ciencia básica, aplicada o como profesión, ya sobrepasada la mitad del siglo XX no se reflejó en lo más mínimo en las aulas universitarias argentinas. Hubo carreras de psicología, como la de la Universidad Nacional de Córdoba, en que todos los profesores eran escribanos, abogados, médicos neurólogos, críticos literarios, filósofos y pedagogos que estaban activos en sus profesiones específicas o se habían retirado de ellas recientemente; con respecto a la psicología eran meros aficionados o diletantes.
Esta cuestión es importante tenerla en cuenta en función de tratar de comprender cuáles podían ser las representaciones sociales y las imágenes de la profesión que se fueron construyendo en la sociedad, dado que es a partir de ellas que, en buena medida, una profesión es demandada (las profesiones modelan las demandas y las demandas modelan las profesiones).
No hay una historia sino muchas y cada una reconstruye e interpreta lo que fue la realidad en función de algunos anclajes en documentos y hechos registrados de alguna forma pero, cuando estas historias son escritas por coetáneos las distorsiones e interpretaciones equivocadas son más probables.
La gran influencia que ejerció la temprana historia de la psicología de los países desarrollados que Edwin Garrigues Boring publicó en 1929, estando él enormemente influenciado por Edward Bradford Titchener, de quien fue discípulo y arrobado admirador, sólo involucró a la psicología experimental. Este pasó a ser el texto de historia de la psicología para todos los estudiantes de grado y llevó a un total ocultamiento en el Continente Americano de toda esa otra psicología mucho más abarcativa del ser humano que también desarrolló el propio Wundt. Su wölkerpsychologie, psicología de los pueblos (que tiene raíces en ideas que ya había trabajado Alexander von Humboldt en el siglo XVIII a partir de su grandioso periplo sudamericano,junto a Aimé Bonpland, y sus estudios desde la perspectiva psicológica sobre mitos, religión, cultura, etc.), lo lleva a afirmar en un prólogo de 1912 que:
Al modo que la historia evolutiva del organismo físico, la psíquica de cualquier sociedad, no sólo ha de ocuparse de la formación de sus particulares Órganos, sino, y principalmente, de la correlación de sus funciones y de su reciproca influencia, tratamiento que corresponde igualmente, en último término, al estudio de la humanidad misma, sólo que aquí, además del problema de las relaciones de los procesos particulares, ha de atenderse a la general cuestión de la regularidad de la evolución psíquica, a la que conviene el subtítulo que lleva esta obra [Elementos de la Psicología de los pueblos. Líneas fundamentales de la evolución psicológica de la humanidad]. (Wundt, 1912/1990).
Toda esta construcción teórica que interrelacionó psicología con etnografía y antropología casi quedó fuera de toda consideración y excluida de la atención y el estudio de su desarrollo, dejando bastante marginados los avances en el campo, por ejemplo, de la psicología cultural al estilo de los trabajos de Michael Cole (1999), uno de cuyos libros, Psicología cultural, lleva un sugestivo subtítulo: Una disciplina del pasado y del futuro. Tal vez, si la historia oficial de la psicología no hubiera puesto en un cono de sombra este importante componente de su acaecer, la complejísima imbricación de cultura y psiquismo se habría difundido entre los estudiantes y profesionales de la disciplina pudiendo así haber ganado mucho tiempo en generar beneficiosos aportes de la psicología a las poblaciones de nuestra región y de otros países del mundo.
En Argentina, quienes han historiado la evolución de la psicología en el país o quienes la han investigado históricamente, salvo excepciones, han terminado por concluir o decir poco menos que el desarrollo de la psicología argentina es el desarrollo del psicoanálisis en el país. Por adhesión o por sumisión al poder de lo dogmatizado, no han tomado en cuenta todo aquello que generó la psicología en el mundo y que no surgió en Argentina; hacer historia rigurosa implica también explicar los silencios y las ausencias; es de la mayor importancia dar cuenta no sólo del desarrollo alcanzado por el psicoanálisis, sino lo que este desarrollo impidió en la configuración de la psicología en este país obstaculizando así el acceso a lo que ya tenía presencia o progresivamente se generaba en el resto del mundo.
Cuatro situaciones básicas, no excluyentes entre sí, deben ser consideradas para intentar comprender los grandes vacíos en la psicología argentina: (a) Las frecuentes interrupciones del sistema democrático y la consecuente instauración de gobiernos militares, para los cuales el abordaje de lo que está detrás de lo aparente y el trabajo con las comunidades resultaba básicamente sospechoso, frecuentemente subversivo y/o terrorista. (b) Una fuerte influencia del modelo médico-clínico instaurado en las carreras de psicología por sus cuerpos docentes que impulsaron a los alumnos a entrar en tratamiento psicoanalítico y hegemonizaron hasta el día de hoy con este marco teórico casi totalmente la formación de los psicólogos. (c) La transformación de los estudiantes en un verdadero mercado cautivo de los consultorios de los propios docentes, de los grupos de estudio pagos que estos profesores organizaban y organizan, y en clientes de la gran cantidad de instituciones privadas (más de quinientas en el país, de las cuales alrededor de trescientas están en el Área Metropolitana Capital Federal y su Conurbano). De este modo, la psicología en Argentina se transformó hasta hoy, en una profesión que sólo se legitima en el consultorio y que se canibaliza: los psicólogos viven de los estudiantes de psicología y de los propios colegas profesionalmente más jóvenes. (d) Los esfuerzos de los estudiantes avanzados y jóvenes graduados por construir una identidad profesional se vinculó y se vincula con esa práctica excluyente que terminó generando una identidad médica, por lo tanto prestada, que obturó y obtura la posibilidad de exploración de los otros ámbitos de aplicación o especialización de la psicología existente en los otros países del mundo.
Con respecto a figuras como Ángel Garma, José Bleger, Enrique Pichón Riviere, Marie Langer, David Liberman o Fernando Ulloa hay que tener en cuenta que fueron médicos psicoanalistas - no médicos psicólogos como William James o Wilhelm Wundt o Henri Wallon o Horacio Piñero o Enrique Mouchet - y miembros conspicuos de la Asociación Psicoanalítica Argentina (APA) Pichón Riviere y Marie Langer fueron miembro fundadores - institución que, escudándose en lo dictaminado en la reglamentación del ejercicio de la psicoterapia que en 1954 promulgó el Dr. Ramón Carrillo - Ministro de Salud Pública en la primer Presidencia de Perón -, cambió sus estatutos cerrándole sus puertas al ingreso de los psicólogos y psicólogas en la institución. Podría haberlo permitido, como en todas las asociaciones psicoanalíticas del mundo, independientemente de que luego no pudieran, por un problema legal, ejercer esta práctica. Hay quienes señalan que fue por temor a las represalias del Gobierno del que fue Ministro Carrillo argumento evidentemente falso -, pero lo curioso es que la APA Argentina mantuvo vigente el impedimento hasta casi treinta años después de que ese Gobierno finalizara. Sólo les abrió sus puertas cuando el caos económico golpeó muy duramente a la APA Argentina y una ley nacional de 1985 autorizó la psicoterapia por parte de los psicólogos. En definitiva, la APA Argentina, o sea, las personas que la dirigían, lo que hicieron fue abroquelarse en la defensa de un mercado y en la hegemonía de una teoría; siendo todos médicos, esto era natural y consustancial.
Finalmente es importante recordar que la propuesta de Bleger (que de modo implícito siempre se opuso a la práctica psicoterapéutica por parte de los psicólogos dado que lo que la legitimaba eran los estudios y prácticas que se hacían en la APA Argentina que, a su vez, le negaba la entrada a los profesionales de la psicología), en cuanto a que lo esencial del rol del psicólogo era dedicarse a la psicohigiene, coincide con la culminación del proceso de desacreditación de la higiene en el ámbito médico, al punto que diez o quince años después no quedaba ninguna facultad de medicina en el país que usara este vocablo en la denominación de las asignaturas que se ocupaban de la salud pública y de la medicina social, como había sido la costumbre anteriormente.
Otro dato importante es que, en su inicio (1942), la APA Argentina permitió el ingreso pleno de personas no sólo que no poseían el diploma de médicos sino que no tenían ningún título profesional (Arminda Aberasturi, Betty Garma, etc.), tal como se hizo desde los tiempos de Freud en Viena (como la Princesa Marie Bonaparte o Lou Andreas Salomé), pero en ese año de 1954 ya se habían creado varios centros universitarios (laboratorios e institutos de psicología, como el de la Universidad Nacional de Rosario) que eran de forma evidente la antesala de la inmediata irrupción de las carreras de psicología en las universidades públicas (en la de Rosario, como ya se señaló, se produjo a mediados de 1955) que, hasta el día de hoy, los diplomas o títulos de grado que extienden de todas las disciplinas han sido y son habilitantes para las prácticas profesionales.
En un artículo en 1969, titulado Problemas y riesgos de la Psicología en Argentina, se señalaba que:
Han transcurrido poco más de diez años de la creación de las primeras carreras de psicología en el país y unos 7 años desde que comenzaron a egresar sus alumnos. El resultado es un profesional que no tiene idea clara de su función en nuestra sociedad y una sociedad que no sabe que hacer con estos profesionales . . . hace falta que las autoridades pertinentes comprendan que hay que orientar la formación de los psicólogos de otra forma, desarrollar la investigación en psicología, sobre todo con enfoques interdisciplinarios y enraizados en la realidad socio-cultural argentina, e integrar al psicólogo a las instituciones en donde esta ciencia pueda prestar buenos servicios. En caso contrario, soy muy pesimista en cuanto al futuro de la psicología en nuestro país. (Saforcada, 1969).
Esto que fue escrito hace casi cuarenta años tiene hoy, por lo menos, un 80% de la vigencia que tuvo en aquella época, la diferencia está en que lo que potencialmente podía llegar a ser negativo se ha convertido en una realidad concreta.
En la actualidad, Argentina (Alonso & Gago, 2008) cuenta con cuarenta universidades (30 privadas y 10 públicas) que otorgan títulos de grado en psicología. A la fecha el número total de diplomados en psicología asciende a 65.016, de los cuales se estiman como activos al momento actual a 53.686, lo que da un promedio nacional de 733 habitantes por psicólogo; en la Capital Federal este promedio es de 126 habitantes por profesional. El 44,7% reside en la Ciudad de Buenos Aires, el 23,4% en la Provincia de Buenos Aires y el 32% restante está radicado en las otras veintitrés provincias. En este momento la carrera de psicología, en el total de universidades del país, está siendo cursada por 60.804 alumnos.
Es factible que el número total de psicólogos consignado adolezca de subregistro dado que las fuentes de información empleadas por Alonso y Gago (2008), que son todas las disponibles, no es seguro que involucre a la totalidad de los psicólogos que ejercen la profesión dado que en Argentina no hay una institución que por ley obligue a estos profesionales a matricularse. Algunas provincias poseen estos dispositivos legales (los Colegios de Psicólogos) pero otras, como la ciudad Autónoma de Buenos Aires donde reside algo menos de la mitad de la totalidad de los psicólogos del país, no cuenta con ninguno.
La carrera de psicología, cuyos graduados configuran uno de los grupos profesionales con mayor porcentaje de desocupación que, si se suma la desocupación evidente con la desocupación encubierta (psicólogas o psicólogos que atienden uno o dos pacientes y trabajan como empleados administrativos en oficinas públicas, bancos y otras empresas para poder subsistir), alcanza a un porcentaje que el autor de este escrito estima en no menor al 50% de los graduados, es sin embargo una de las carreras con mayor afluencia de estudiantes de grado. En el año 2006 el total de universidades del país, en los registros de Alonso y Gago (2008), diplomaron a 4.607 psicólogas y psicólogos; en ese mismo año ingresaron 14.986 alumnos.
El estudio sistemático antes mencionado muestra que actualmente la distribución de psicólogos y psicólogas por área de actividad profesional es la siguiente (las oscilaciones se deben a diferencias por provincias):
La Tabla 1 es reveladora de dos cuestiones fundamentales: la primera, es la enorme concentración de profesionales en una sola especialidad, la clínica (lo cual es demostración empírica de la colonización de las carreras de psicología por parte del modelo médico-clínico analizada antes en este trabajo); la segunda es también una demostración, pero en este caso de dos cuestiones: una, la falta de formación científica rigurosa de quienes pusieron en marcha las carreras universitarias de psicología; la otra, que las universidades que le dieron cabida a estas carreras ignoraron e ignoran olímpicamente las necesidades de la sociedad argentina y los requerimientos de factor humano que tenía y tiene el desarrollo nacional argentino. Por hacer una comparación extrema, hoy la Asociación Americana de Psicología cuenta con 56 divisiones.
Por otra parte, la Federación de Psicólogos de la República Argentina (FEPRA):
... entidad que reúne a las entidades de primer grado [colegios profesionales o asociaciones de psicólogos] de cada una de las jurisdicciones del país a efectos de representar a los psicólogos dentro y fuera del país [dice en su portal en Internet que] Las especialidades legalizan o legitiman la apropiación de campos laborales de la psicología. La Fepra en la Asamblea de diciembre de 1995 ha reconocido las siguientes especialidades: Psicología clínica, Psicología laboral, Psicología jurídica, Psicología social, Psicología sanitaria, Psicología educacional. (2008).
Finalmente cabe un agregado a los datos consignados. En Argentina, el bloqueo a ciertas corrientes de desarrollos universitario en psicología dio origen a instituciones privadas que comenzaron a dar títulos pseudoprofesionales, tal el caso de las escuelas de "psicología social" orientadas por los desarrollos de Pichón Riviere (que en vida de él se limitaba sólo a formar coordinadores de grupos operativos) o de las escuelas de "counseling", la mayor parte de las cuales no exigen tener completa la escuela primaria para ingresar en ellas. Los graduados de estas escuelas, "diplomados" que se cuentan por miles, terminan en su gran mayoría poniendo consultorios y atendiendo pacientes o, por dar un ejemplo, fungen de psicólogos en servicios de oncología de algunos hospitales públicos.
Últimamente los graduados universitarios de Psicopedagogía, que tienen por ley claramente acotado su campo de acción, también han comenzado a atender pacientes como psicólogos clínicos y las egresadas de las carreras de Trabajo Social con bastante frecuencia hacen cursos de terapia familiar en los institutos privados de esta especialidad y comienzan a trabajar como terapeutas familiares sistémicos. No hay controles institucionales sobre estas actividades de práctica ilegal de la psicoterapia.
Con respecto a los posgrados de psicología se carece de información más o menos completa y sistemática. Por lo pronto, no hay una planificación desde el Estado en cuanto a qué necesidades tiene el país, en general las sugerencias en cuanto a la necesidad de llevar a cabo este tipo de planificación genera un fuerte rechazo de las autoridades universitarias y el del Consejo Nacional Interuniversitario que agrupa a las universidades públicas que voluntariamente quieren integrarlo.
Tampoco las universidades, ni públicas ni privadas, tienen diseñadas políticas de formación; la única racionalidad que guía la creación de posgrados en el caso de carreras de especialización y maestrías es la voluntad de los docentes, en general los mismos del grado, en armar y presentar los correspondientes proyectos movidos, en general, por la búsqueda de un refuerzo a sus ingresos económicos dado que en las universidades los sueldos son muy bajos (llegando, en el caso de casi todas las universidades privadas, a ser ridículos) y por parte de la universidad la exigencia es que en esos posgrados se anote una cierta cantidad de alumnos que los hagan rentables, si la matrícula no alcanza esa cantidad de inscriptos, el posgrado no se dicta. En la generalidad de los casos los directores de los posgrados y sus docentes se llevan un porcentaje alto de los aranceles que abonan los alumnos. Se diría que la racionalidad que maneja toda esta actividad de formación de posgrado es el lucro, lo cual de inicio pone a esta actividad en un camino que, por lo menos, no coincide con el interés nacional en términos de desarrollo y de mejoramiento de las condiciones de vida de la población y tampoco se compadece con un desarrollo científico.
La oferta de posgrados es muy numerosa por parte de todas las casas de estudio y la afluencia de alumnos no es proporcional a la cantidad de graduados con que cuenta el país. En el rubro de doctorados, en la actualidad se ha generalizado, pero es una actividad que tiene menos de veinte años y son relativamente pocos las psicólogas y psicólogos que han accedido a este nivel de graduación.
Finalmente, queda por analizar el tema de la investigación, con respecto a la cual, en lo que hace a psicología, las políticas trazadas a nivel nacional con respecto a la vinculación de la actividad con los problemas más acuciantes del país son escasas y poco rigurosas; en las universidades son casi inexistentes.
En cuanto a la investigación básica la situación es grave, dado que se carece de la misma, salvo unos pocos casos relacionados con la neuropsicología y, en menor medida, con la psicometría. Esto hace que la psicología argentina sea totalmente dependiente de los lineamientos de los países desarrollados, sobre todo, de Estados Unidos. También debe manejarse y aplicarse el criterio de soberanía nacional en el campo de esta disciplina; al respecto es útil pensar en la psicología francesa, inglesa, norteamericana o alemana y tratar de encontrar algún soporte latinoamericano en sus fundamentos teóricos y en los instrumentos que utilizan y no parece ser necesario plantear las enormes diferencia psicosocioculturales entre Indoafroiberoamérica y Europa o Estados Unidos, Canadá o Australia. Por ejemplo, Indoafroiberoamérica es inmensamente más rica que cualquiera de los países o regiones señaladas en lo que hace diversidad cultural, sobre todo, por lo proveniente de sus pueblos originarios y esto no es aprovechado por la psicología argentina ni de la región.
En el campo de los instrumentos para pesquisajes masivos en problemáticas emocionales o de sintomatología mental, Argentina ha elaborado un solo instrumento: el Cuestionario Epidemiológico de Sintomatología Mental (CESIM) construido por L. Grasso, J. Burijovich y colaboradores, excelente instrumento rigurosamente evaluado desde el punto de vista psicométrico y que desde su creación en 1993 ha continuado sometido a análisis y validaciones. En el área de la orientación vocacional se ha construido sólo un instrumento, el SOVI-3 de H. Fogliatto y E. Pérez, el cual ha sido informatizado y tiene una gran calidad psicométrica.
A la par de esto se observa que tienen presencia en el medio una parafernalia de instrumentos provenientes del mundo desarrollado, de realidades psicosocioculturales que poco tienen que ver con la realidad nacional, por lo tanto son instrumentos carentes de validez ecológica. Este país está sometido, en lo que hace a instrumentos de medición psicológica, a una verdadera dominación extranjera y la responsabilidad de esta débil situación recae en quienes se han dedicado a importar y adaptar los instrumentos extranjeros en lugar de construir los propios, por supuesto que para esto último hay que saber psicometría, trabajar mucho y ser constante.
El Escenario de la Cosecha Adeudada
Argentina, en su accidentada vida económico política, ha presentado siempre un dificultoso proceso de desarrollo signado por relativos avances y muy graves retrocesos. Estos problemas se han manifestado y repercutido en las más diversas áreas del país, especialmente, en aquellas que están directamente vinculadas o constituyen la calidad de vida, el bienestar y el desarrollo humano integral.
Grandes desequilibrios en importantes ecosistemas, el constante daño al ambiente contaminándolo con sustancias poderosamente perjudiciales para la salud, la exclusión de grandes masas poblacionales sumiéndolas en situaciones de pobreza profunda, el uso y abuso de sustancias tóxicas con tasas de prevalencia preocupantes (sobre todo con relación al tabaco y al alcohol), el bombardeo descontrolado de la publicidad y de los medios de comunicación de masas con la finalidad de imponer estilos de vida consumistas, la generalización de la corrupción en todos los ámbitos del país, la escasa eficacia y eficiencia de las políticas públicas que se implementan, la falta de una construcción sistemática de ciudadanía, una fuerte prevalencia de comportamientos transgresores sobre todo por parte de las clases medias y altas, la tasa más alta del mundo de morbilidad y mortalidad por accidentes de tránsito vehicular en la población de 17 a 33 años (o sea, la tasa más alta de años de vida útil perdidos), donde el 40,5% de la población total del país menor de 14 años se encuentra en situación de pobreza (26,2%) o de indigencia (14,3%); se podría seguir enumerando problemas graves que tiene Argentina y que dependen del factor humano e inciden en él negativamente.
Desafiando a este conjunto de obstáculos o impactos negativos en el proceso de desarrollo nacional, en el logro de niveles aceptables de bienestar comunitario y en el respeto cotidiano a los micro-derechos humanos que, cuando las condiciones socioculturales se hacen negativamente favorables, desembocan en las aberrantes violaciones de los derechos humanos que configuran los crímenes de lesa humanidad; como los huevos de la serpiente de la famosa película de Ingmar Bergman explotaron en Argentina en la dictadura de 1976;. prescindiendo, decía, de estas realidades y del accionar de los sectores de poder que tienen interés en que estas cuestiones se perpetúen, a la vez que están dispuestos a incubar los huevos de las serpientes, la psicología argentina no ha aportado ni un solo especialista en psicología ambiental, ni uno en psicología económica, recién ahora empiezan a surgir los especialistas en psicología educacional, el país no cuenta con psicólogos de la salud, no hay psicólogos comunitarios, ni especialistas en psicología política ni en psicología del tránsito y el transporte. Así se podría continuar configurando una larga lista con todos los campos de aplicación de la psicología que están vacíos de ella, excepto el correspondiente al psicodiagnóstico y la psicoterapia con el modelo de consultorio privado.
Frente a este tipo de afirmaciones o señalamientos se levantan voces tratando de demostrar que de algunas de estas especialidades sí hay profesionales y entonces mencionan a quince psicólogos comunitarios y tres o cuatro psicólogos dedicados a la psicología política, una especializada en psicología ambiental, en una palabra: pretenden demostrar a través de las excepciones que la realidad es otra cuando la realidad está sólo configurada por las generalidades y no las excepciones. 15, 10, 4 ó 1 elementos dentro de un conjunto de 53.686 elementos no dan lugar, si se habla con seriedad, a poder afirmar que sí hay otras especialidades en Argentina. Por otra parte, estos 15, 10, 4 ó 1 fueron autodidactas o estudiantes de posgrado en el exterior, no lo lograron por los aportes recibidos en sus estudios de grado o posgrado en las universidades del país.
En algún momento, es de esperar, estas universidades, particularmente las públicas, tendrán que mirar los problemas reales de Argentina como país integrante de América Latina y diseñar los currículos de grado y de posgrado en función de la búsqueda de solución de los verdaderos problemas locales y de la región. Argentina no puede seguir formando psicólogos y psicólogas para París o para Nueva York; por lo menos, debe formarlos para América Latina y para que puedan insertarse en los procesos de liberación de nuestra región, tal como fue el objetivo por el que siempre luchó Ignacio Martín-Baró y la razón por la cual lo mataron. No está demás tener presente que él era español y no de nuestra tierra, porque en realidad el compromiso de la psicología es con la humanidad y no con nacionalidades particulares o regionales.
En el instructivo difundido por los organizadores de estas jornadas bien se convoca a construir una psicología científica que aporte al mejoramiento de la calidad de vida de nuestros pueblos en la perspectiva de Martín Baró. Martín-Baró ondea en muchas "banderas" tal como el rostro del Che Guevara y los "mástiles" de esas banderas los llevan con demasiada frecuencia manos de psicólogas y psicólogos que desde sus prácticas profesionales y desde la docencia universitaria les dan la espalda a este propósito y al actual proceso de cohesión y liberación regional. La mancomunión de nuestras naciones y nuestros profesionales debe ayudar a la transformación necesaria de la psicología para que cumpla ese fin en aquellos países que, como Argentina, están distantes del mismo.
Referencias
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Received 30/03/2008
Accepted 30/07/2008
Enrique Saforcada. Profesor titular Consulto de Salud Pública y Salud Mental de la Facultad de Psicología y miembro de la Comisión de Maestría de la Maestría en Salud Pública de la Universidad de Buenos Aires.
1 Dirección: Universidad de Buenos Aires, Facultad de Psicología, Av. da. Independencia, 3051, 2º piso, Capital Federal (1225), Buenos Aires, Argentina. E-mail: enrique.saforcada@gmail.com
2 Apoio CNPq/Edital PROSUL 2008.