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Vínculo

versão impressa ISSN 1806-2490

Vínculo v.6 n.1 São Paulo jun. 2009

 

ARTIGOS

 

A pós-modernidade e suas influências nos indivíduos, nos conjuntos sociais, na psicopatologia e na psicanálise

 

Post-modernity and its influences on individuals, social groups, in psychopathology and in psychoanalysis

 

La postmodernidad y su influencia en los individuos, los conjuntos sociales, la psicopatologia y el psicoanalisis

 

 

Mario Campuzano1

Asociación Mexicana de Psicoterapia Analítica de Grupo. México

Dirección para correspondencia

 

 


RESUMO

A conformação dos indivíduos, dos conjuntos sociais e das distintas disciplinas científicas e humanas, é uma construção histórica e social cujos determinantes tendem a parecer invisíveis e serem ignorados. O objetivo do presente trabalho é destacá-los em sua influência sobre a subjetividade do homem, sobre a configuração dos conjuntos sociais, a aparição de novas formas psicopatológicas nos seres humanos e de novas tendências teórico-técnicas na psicanálise.

Palavras-chave: Pós-modernidade, Conjuntos sociais,Construção histórica, Subjetividade.


ABSTRACT

The conformation of individuals, social groups and different science and humanities subjects, is a social and historical construction whose determinants tend to seem invisible and quickly ignored. The purpose of this work is to evidentiate them and their influence on the subjectivity of man, on social groups configuration, the appearance of new psychopathological forms on human beings and new theoretical-technical tendencies in psychoanalysis.

Keywords: Post-modernity, Social groups, Historical construction, Subjectivity.


RESUMEN

La conformación de los individuos, de los conjuntos sociales y de las distintas disciplinas científicas y humanas, son una construcción histórica y social cuyos determinantes tienden a ser invisibilizados e ignorados. El objetivo del presente trabajo es destacarlos en su influencia sobre la subjetividad del hombre, sobre la conformación de los conjuntos sociales, sobre la aparición de nuevas formas psicopatológicas en los seres humanos y de nuevas tendencias teórico-técnicas en el psicoanálisis.

Palabras clave: Posmodernidad, Conjuntos sociais, Construción histórica, Subjetividad.


 

 

La mentalidad burguesa y la modernidad: el surgimiento histórico de la subjetividad

El advenimiento del capitalismo en la Edad Moderna (siglo XV), cuando la revolución burguesa era ya un hecho público e irreversible, introduce el concepto de la sociedad como un conjunto de productores libres y, por consecuencia, se produce la noción de individuo, de subjetividad y de libre albedrío, condiciones todas ellas necesarias para el desarrollo de este nuevo “Contrato Social” que va a modificar todos los campos de la sociedad, de la cultura y de las relaciones humanas. Sin embargo en el origen del naciente concepto de individuo hay una contradicción básica, la diferente conceptualización que de él se hace desde las concepciones libertarias e igualitarias de los filósofos de la Ilustración y la conceptualización y operativización que se hace del individuo desde el naciente capitalismo que lo requiere fundamentalmente como productor libre y como sujeto contractual. De ahí las contradicciones e insatisfacciones que llegan hasta la actualidad entre las expectativas humanistas y las económicas en relación al hombre y la sociedad.

La nueva organización social y económica hace que muchas de las funciones antaño propias de la familia pasen a ser cubiertas por el Estado, quedándole como espacio privilegiado el de los cuidados tempranos del niño y, por tanto, el de la conformación de los aspectos primarios afectivos. Es decir, dada esta distribución social de funciones, la subjetividad afectiva queda, esencialmente, como tarea y responsabilidad de las familias.

Y, en el Nuevo Orden, se pasó de una conducta y un sistema de intercambios alrededor de lo “instrumental” a una conducta y un sistema de intercambios alrededor de lo “emocional” con consideraciones como el afecto, el amor y la simpatía en vez de la producción material y los criterios patrimoniales. Simultáneamente se aflojaron los lazos con el mundo exterior, enfatizándose la vida doméstica y la privacía.

Se generó así lo que Shorter ha denominado una Revolución sentimental con novedades como” el amor romántico, la domesticidad, la privacía y el predominio de lo emocional en las relaciones madre-hijo” (Shorter, 1975, pp. 10-13).

 

Del modernismo al posmodernismo: inestabilidad individual y generacional; incertidumbre y crisis de valores.

José Luis Romero destaca que los valores propios de la mentalidad burguesa tienen

...una uniformidad de desarrollo desde el siglo XII hasta el XIX y una caída vertical de adhesión después de la Primera Guerra. Si se cuestiona todo es porque fundamentalmente se están discutiendo dos problemas básicos, de los cuales derivan todos los demás: el de la imagen de la realidad y el de la imagen del hombre (Romero, 1987, pp. 161-162).

La propuesta burguesa del realismo ya no resulta suficiente. “La característica de este periodo es el disconformismo y no la afirmación de un nuevo sistema, que de ninguna manera está elaborado... No podría decirse cuál es la imagen del universo que está haciéndose; lo que es seguro es que la tradición está en crisis”. En cuanto a la imagen del hombre: “Lo que entra en crisis es la idea de que el hombre se realiza en la sociedad y para la sociedad, y se empieza a afirmar que todos los hombres, y no sólo los miembros excelsos de las élites, sino los más humildes, todos tienen un destino individual” (Romero, 1987, p. 164). Destacar como objetivo final del hombre realizarse a sí mismo, no necesariamente en sociedad, es la gran revolución contra el homo faber. A esto hay que agregar las tres grandes contradicciones que la mentalidad burguesa no ha podido resolver: “... la contradicción entre desarrollo tecnológico y desarrollo social; la contradicción entre masificación e individualización y la contradicción entre participación y marginalidad” (Romero, 1987, p. 165).

Este individualismo sin responsabilidad social es la novedad histórica e ideológica que vivimos en la actualidad.

¿Cuál es el factor determinante de estas importantes modificaciones socio-culturales?

Nuevamente, cambios en la estructuración económica: en el capitalismo avanzado contemporáneo (que se dio en los países centrales a partir de los cincuentas y fue ya muy definido en los setentas) se generó una economía centrada en el mercado que desarrolló como modelo económico dominante el del neoliberalismo con su trípode de globalización, control financiero central y producción periférica acompañada de flexibilización laboral, como consecuencia del predominio de la burguesía financiera sobre la burguesía industrial generando, así, modificaciones sociales y culturales por demás trascendentes.

En el plano social el cambio se ha dado de la sociedad disciplinaria, que describiera Foucault (1975) como propia del modernismo, a la sociedad de control mediático-consumista propia del postmodernismo, completamente acorde con el pasaje a una economía de mercado donde los ciudadanos devienen en consumidores.

Y ¿qué es la sociedad disciplinaria?

Justamente, la sociedad disciplinaria, es la que produce cuerpos disciplinados desde sus instituciones… una era de “ortopedia social”. Las instituciones producen individuos capaces de reproducir tales instituciones en la sociedad. El corrimiento del castigo del cuerpo hacia el alma está presente en las diferentes instituciones que componen la sociedad disciplinaria, van armando una suerte de entramado en donde cada una se articula con la otra al punto de sostener la existencia de la sociedad moderna. El control actúa como un formador de subjetividad, que funcionará incluso más tarde, aunque este control esté ausente.

A lo mejor esas estrategias han cambiado en la actualidad, y las sociedades disciplinarias se han transformado en sociedades de control. No es que haya desaparecido el disciplinamiento, pero sí puede que hayan cambiado las estrategias, los modos de disciplinar: ya no desde la vigilancia de las almas, sino desde el control de los deseos a través del consumo” (Idoneos.com, búsqueda junio 2007).

En otras palabras, puede continuar el reloj checador en el empleo como ejemplo del disciplinamiento clásico pero, además de esto, la cultura, la publicidad y los medios masivos de comunicación incitarán al consumo para alcanzar una imagen ideal sustentada en tener un cierto tipo de automóvil (comprado a plazos, naturalmente), usar ropa de marca (comprada con tarjeta de crédito), asistir a antros y consumir múltiples diversiones diseñadas por la industria del entretenimiento, comprar casa con la hipoteca correspondiente, viajar ahora y pagar después, etc. a fin de lograr la ilusión de la libertad de consumir promovida por la Cultura y los medios de comunicación cuando, en la realidad, sólo son expresiones de un control social enajenante.

En el plano cultural se ha pasado al postmodernismo que se desarrolla en el ámbito social general a partir de la instalación del consumo de masas en los cincuentas y que se manifiesta por el abandono de los grandes relatos y utopías características del modernismo, por el abandono de las propuestas de las vanguardias y por la aparición de la pluralidad de enfoques con tendencias relativistas y, en el plano psicológico, por el predominio en los individuos de un enfoque narcisista-hedonista en lugar del enfoque de los deberes sociales y/o religiosos del modernismo.

Lipovestky, que a partir de los ochentas escribiera libros fundamentales sobre el postmodernismo descubre veinte años después que esa etapa sólo fue de transición -más que de superación del modernismo- y que en el siglo XXI se aprecia claramente el proceso hacia el hipermodernismo, una segunda etapa del modernismo. En sus palabras:

El “pos” de lo posmoderno tenía los ojos puestos todavía en lo que quedaba atrás y se había declarado muerto, permitía pensar en una desaparición sin concretar en qué íbamos a convertirnos, como si se tratase de conservar una libertad nuevamente conquistada a impulsos de la disolución de los encuadramientos sociales, políticos e ideológicos. De aquí la suerte que corrió. Esa época ha terminado.

…Lejos de haber muerto la modernidad, asistimos a su culminación, que se concreta en el liberalismo universal, en la comercialización casi general de los modos de vida, en la explotación “hasta la muerte” de la razón instrumental, en una individualización vertiginosa…

Lo que hay en circulación es una segunda modernidad, desreglamentada y globalizada, sin oposición, totalmente moderna, que se basa en lo esencial en tres componentes axiomáticos de la misma modernidad: el mercado, la eficacia técnica y el individuo. Teníamos una modernidad limitada y ha llegado el tiempo de la modernidad acabada (LIPOVESTKY, 2004, pp. 55-56).

Si bien Lipovestky tiene razón en su crítica al término postmodernismo éste ha asumido tal difusión que resulta casi imposible su substitución.

 

Impacto de los cambios sociales y culturales en los individuos y conjuntos sociales

Aunque los cambios culturales en los países subdesarrollados como los latinoamericanos no son tan netos como los apreciados en los desarrollados, no dejan de apreciarse en su impacto, aunque diferencial en intensidad según la clase social y económica, así como el acceso a los medios de comunicación y viajes. De esta manera habrá modelos de existencia premodernos, modernos y postmodernos, algunas veces con características bien definidas de un tipo u otro y a veces mezclados en combinaciones diversas. En las capas acomodadas serán más visibles las pautas postmodernas.

Lo central de los cambios postmodernos se manifiesta por el incremento del individualismo con un corte narcisista, hedonista y seductor propio de la época de consumo de masas, con el consecuente aflojamiento de los lazos sociales y los vínculos familiares y de pareja, así como el desplazamiento de ciudadanos a consumidores y el vaciamiento de sentido de muchas instituciones. El control social se vuelve más oculto que en el viejo sistema disciplinario descrito por Foucault y simbolizado en el panóptico vigilante de las cárceles y se instala mediante la seducción e ideologización del consumo y la manipulación de los deseos y emociones por los medios masivos de comunicación, o sea, el control consumista- mediático logrado mediante la manipulación de los deseos. La libertad queda reducida a la libertad de consumir, no sólo de consumir mercancías, sino también diversiones, viajes, servicios, salud, deporte y hasta cultura, a excepción de la cultura crítica. También aumenta la incertidumbre, tanto laboral como afectiva y el futuro ya no se inviste como de progreso, lo cual da un tono individual de predominio del tiempo presente, de un aquí y ahora desvinculado del pasado y el futuro. Cuando en los países como el nuestro estos mecanismos de control social no son suficientes se complementan con la represión selectiva y hasta la militarización, con el pretexto del combate al narcotráfico o la guerra contra el terrorismo.

Aumenta la tendencia a la falta de compromiso para establecer relaciones de pareja y se vuelve notoria la disminución en la duración de las uniones, así como la evitación de su legalización. Hay más personas viviendo solas, aunque no solitarias porque comparten diversiones, afectos y sexualidad con otros. Hay más parejas que no quieren tener hijos, sea porque hay proyectos individuales de distinto orden que asumen prioritarios, porque las condiciones económicas lo vuelven difícil o porque el hijo ya no es investido como fuente de realizaciones y trascendencia, sino se priorizan las satisfacciones individuales.

En las familias aumenta el número de las familias uniparentales con presencia exclusiva de la madre y en menos ocasiones con presencia exclusiva del padre; en aquellas que conservan ambos progenitores se aprecia una disminución de la autoridad y de la función paterna y en muchos casos una competencia de seducciones maternales por parte de los dos que suele dejar inmaduros y poco eficientes a los hijos, agravada esta situación de los jóvenes por la pérdida de exigencia propia de la cultura postmoderna. La falta de horizonte en el futuro crea confusión y desmotivación desde los padres y se acentúa en los hijos: si el futuro es el desempleo o subempleo ¿para qué esforzarse? Por si no fuera suficiente, las largas jornadas de trabajo propias de la sobreexplotación laboral en los países subdesarrollados crean un problema adicional, el de que los padres no pueden tener un control suficiente sobre los hijos por falta de posibilidades de presencia física; los intentos de ayudarse con el control telefónico en muchos casos no suelen ser suficientes.

El desmantelamiento del Estado Protector, desarrollado de por sí insuficientemente en países pobres como los nuestros, genera una situación de catástrofe en las familias donde aparecen enfermedades y la falta de protección social condena a la marginación y muerte a ancianos, enfermos y pobres.

Las instituciones pierden, así, sentido o lo trastocan y dejan ser garantes sociales y referentes simbólicos (LIPOVESTKY, 1998; ROJAS Y STERNBACH, 1997; GRUPO DOCE, 2001).

 

Impacto de los cambios históricos, sociales y culturales sobre la psicopatología de los individuos contemporáneos

La sociedad humana de cada etapa histórica y lugar tiene distintas necesidades que proyecta sobre su conjunto social a través de diversos mecanismos: leyes y reglamentos, creación de instituciones, conformación de ideales y prohibiciones, de formas y objetivos de control social, de definición de un cierto imaginario social y de la construcción social de una determinada realidad. Eso da lugar a la formación de prototipos individuales generados por medio de esos mecanismos, por ejemplo, el carácter obsesivo (trabajador, austero y ahorrativo) promovido culturalmente en la etapa del capitalismo naciente, que estudiara Weber en su clásica obra “La ética protestante y el espíritu del capitalismo” (Weber, 1903). El capitalismo avanzado actual, centrado en el mercado, no requiere tanto énfasis en la producción, sino en el consumo, y genera dos tipologías predominantes: la de los caracteres fronterizos, influenciables y dependientes, que conforman la gran masa de la población manipulable por los políticos, comerciantes y medios de comunicación masiva, aquellos que Nixon - experto manipulador político - llamara “la mayoría silenciosa”, así como la difusión de rasgos narcisistas en toda la población y la conformación en algunos de ellos de francos caracteres narcisistas, que en un buen número de casos son los encargados de manipular a las masas sin mayores sentimientos de culpa, de esa culpa y esa responsabilidad tan anacrónicas en el postmodernismo. Es decir, se promueve en la sociedad la conformación de caracteres preedípicos, caracteres distintos a aquellos de la época freudiana que tuvieran su prototipo de consulta en las neurosis histéricas y las neurosis obsesivas. Ahora la patología no radica en las inhibiciones del Superyo, sino en la dependencia, impulsividad y falta de control propias de una falta de desarrollo del Yo y el Superyo, y en la grandiosidad y hedonismo sin límites del Self narcisista. La inhibición y el placer no suelen ser problemas, sino la falta de realismo y de eficiencia operativa, así como la dificultad de profundización en la visión de sí y de los otros y en la asunción de compromiso en los vínculos afectivos. Si los antiguos imperativos sociales eran: sé responsable y trabaja, ahora son: consume y diviértete, claro, a través de la industria del entretenimiento para que sea rentable al sistema.

Por esas mismas razones disminuye la frecuencia de los caracteres neuróticos en la consulta, que son aquellos para quienes se crearan las técnicas psicoanalíticas clásicas.

Las nuevas demandas de la consulta requieren no sólo de la modificación de las técnicas (y de la teoría que las explica) sino que, con frecuencia, requieren también de la modificación del encuadre para la creación de parámetros psicoanalíticos, transitorios pero necesarios para ciertas etapas del proceso de tratamiento a fin de lograr la contención de algunos rasgos de estas nuevas patologías que permitan alcanzar posibilidades terapéuticas imposibles de otra manera. Conforman desafíos a nuestra disciplina psicoanalítica que demandan nuestra creatividad máxima.

Esta economía del consumo, y las discursividades sociales correspondientes, generan también otras patologías de época: las adicciones por una parte, y por la otra la anorexia nervosa y la bulimia.

Las adicciones son ejemplo del énfasis social en el consumo, en este caso como consumo del placer inmediato a través de distintas substancias psicotrópicas que el mercado ofrece en fácil asequibilidad de forma legal o ilegal y que han dado lugar a un severo problema social y de salud pública. La magnitud del problema actual, inédito en la historia, hace claro su origen social, aunque también se sustente en fragilidades individuales y vinculares que hay que prevenir y tratar.

Aunque en algunos casos puede haber una búsqueda tanática, lo dominante según experiencia en la clínica es la búsqueda hedonista, la postura narcisista favorecida por la inmediatez de efectos que da el consumo de una substancia psicotrópica, así como su facilidad de consecución, donde no hay que batallar con esfuerzos mayores que tener un poco de dinero para comprarla, ni aventurarse a las complejidades de búsquedas de satisfacción vinculares y sociales; de ahí que en situaciones avanzadas de adicción el sujeto se pasiviza, aisla y busca en las drogas las satisfacciones que otrora buscara en el medio social. De ahí su extrema capacidad alienante.

Rojas y Sternbach escriben respecto a este problema:

La sociedad de consumo estimula la convicción de que adquirir y poseer objetos otorga plenitud al saturar ilusoriamente lo imposible del deseo humano. La incorporación substituye de este modo a la elaboración…

En las adicciones, patología de la sujeción y la dependencia, encuentra su expresión extrema ese mito de una libertad paradojalmente esclavizante. El adicto configura así una trágica caricatura de la obligatoriedad de consumir (Rojas y Sternbach, 1997, pp.137-138).

La anorexia nervosa y la bulimia son también trastornos, en este caso de la alimentación, cuya frecuencia actual muestra claros signos de sujeción a los ideales de época en la delgadez como belleza.

Las autoras previamente citadas se preguntan sobre la anorexia:

¿Contracara de la adicción, que se somete a los designios del objeto?, ¿o tan esclavos como el adicto ya que la no incorporación les resulta tan coercitiva como a aquel el consumir?

El rechazo de la oferta del entorno (del consumir como obligatoriedad)… no libera ni autonomiza a la anoréxica, sino que la va sumiendo gradualmente en una posición de máxima objetalización, encarnadura de lo inerte y desvitalizado. Erigida en objeto ideal de la era del consumo, es ella misma finalmente quien se va consumiendo. Y sentencian, finalmente: como otros cuadros preponderantes hoy, cuestionan los ejes de nuestra función psicoanalítica (Rojas y Sternbach, 1997, pp. 143-144).

 

Impacto de los cambios históricos, sociales y culturales sobre la teoría y la práctica psicoanalítica

Kuhn (1962) desde la historia y la sociología de la ciencia ha mostrado con claridad la manera como se construyen las teorías y sus aplicaciones prácticas en el seno de las comunidades de científicos. De ahí, de ese efecto de grupo, depende que haya cierta unidad, cierta uniformidad, en la utilización de conceptos o paradigmas en cada época histórica y cada momento del desarrollo científico.

Por eso Freud, de acuerdo a la ciencia de su época en la cual fuera entrenado de acuerdo a lo que hoy llamaríamos investigador en neurociencias, utilizó el paradigma de las ciencias naturales, dominante en la medicina de esos tiempos y una metodología científica que pretendía ser objetiva mediante la separación de la subjetividad del investigador del objeto investigado. De ahí conceptos centrales como neutralidad, abstinencia, determinismo psíquico y una forma de operar centrada en la develación de una motivación inconsciente alojada en la interioridad del analizado y afincada en el pasado. Conceptos como transferencia y contratransferencia – en cambio - eran pioneros y precursores de modelos interactivos de trabajo y de influencia entre investigador y objeto de la investigación que llegarían a la ciencia mucho tiempo después.

El pensamiento postmoderno, en contraste,

…descansa en la afirmación de que aquello que la humanidad denomina conocimiento “objetivo” depende, únicamente, de acuerdos sociales, de convenciones obtenidas a través del lenguaje. Según esta idea, nosotros vivimos en realidades que son construidas por las palabras que utilizamos para describirlas. De manera que no podemos hablar de significados o de sentidos esenciales, de verdades incuestionables, ni tampoco de selfs unitarios. En lugar de esto, las supuestas verdades y la identidad humana se juzgan sólo como versiones “posibles” pero no exclusivas, de la realidad. Por tanto la identidad y el self permanecen siempre transitorios y abiertos a la revisión. (Coderch, 1991, p. 36).

De ahí que autores posteriores hayan planteado modificaciones al paradigma moderno de Freud caracterizado por un enfoque naturalista, individualista, determinista y objetivista.

Kleinianos y postkleinianos pasaron del enfoque individualista freudiano al relacional mediante la teoría de las relaciones objetales que ha generado las posibilidades de un psicoanálisis no sólo bipersonal sino multipersonal y social, tanto en la dimensión de la teoría como de la práctica clínica. Las diferentes escuelas de psicoanálisis grupal o vincular son consecuencia de este cambio de perspectiva, así como el psicoanálisis intersubjetivo, relacional o vincular en el campo de la práctica del psicoanálisis individual. En éste último enfoque se plantean modificaciones en la lectura e intervención psicoanalítica en el campo de la relación analista/paciente que implican la transformación de la antigua postura de distancia objetiva por una más igualitaria de influencia recíproca en el seno del encuentro analítico actual, así como de la consideración de las influencias interpersonales y sociales sobre la subjetividad.

En el abanico de posturas de la escuela kleiniana, Fairbain se aleja del enfoque pulsional- naturalista de Freud y Klein y plantea que el sujeto, más que buscador de placer es buscador de objetos, generando un modelo exclusivamente psicológico. Lacan, más tarde, se aleja todavía más del paradigma inicial y desarrolla un enfoque estructuralista donde el inconsciente no es profundo e interior sino interpersonal al generarse en el discurso con otro. Planteos como los de la Estructura Familiar Inconsciente de la escuela argentina de las Configuraciones Vinculares acentúan ese movimiento de búsqueda de nuevos modelos psicoanalíticos (BERENSTEIN, 1976, 1990, 1997, 2001; Asociación Argentina de Psicología y Psicoterapia de Grupo, 2004).

La crítica al modelo determinista centrado en el pasado y su develación ha hecho que se le de cada vez más importancia a los factores actuales de influencia sobre la subjetividad con conceptos como acontecimiento (BADIOU, 1988) y encuentro. El inconsciente se define, en consecuencia, no sólo en su determinación infantil sino en su influencia permanente a lo largo de la vida por el entorno interpersonal y social. Se establecen nuevas series binarias como determinismo/ azar, determinismo/ acontecimiento.

De esta manera el inconsciente, concepto que da origen e identidad al psicoanálisis, se puede concebir de maneras distintas a la tradicional, por ejemplo, como inconsciente abierto, dada “… la prioridad absoluta del otro en la constitución subjetiva. Supone que el sujeto se conforma en el interior de una intersubjetividad” (BERENSTEIN, Asociación Argentina de Psicología y Psicoterapia de Grupo, 2004, pp. 333-334) con fronteras psíquicas permeables. Lo cual le da, además, características no sólo de determinación profunda y previa infantil, sino de producción actual en interdiscursividad y la trama vincular, lo cual implica, también, que no sea localizado sino deslocalizado (Asociación Argentina de Psicología y Psicoterapia de Grupo, 2004, pp. 335-336).

También se le puede considerar no sólo profundo, como en el modelo pulsional freudiano, sino en superficie como efecto de la influencia de la lingüística estructural saussereana.

El inconsciente está estructurado como un lenguaje y se manifiesta en el nivel del discurso, propuesta de Jackes Lacan que se opone a “un psicoanálisis de las profundidades”. Es la estructura de la lengua la que le confiere su estatuto al inconsciente, como orden simbólico preexistente al ser humano. El inconsciente no tiene espacialidad, no responde a la lógica del adentro y el afuera, sino que debe su presencia a nuestra condición de sujetos hablantes (Asociación Argentina de Psicología y Psicoterapia de Grupo, 2004, pp. 334-335).

La concepción de un psiquismo abierto a nuevas inscripciones modifica la concepción de transferencia que “… es pensada como un vínculo entre dos sujetos marcados por la ajenidad y la novedad radical. El motor se desplaza a aquello que generan juntos en la sesión…” (Asociación Argentina de Psicología y Psicoterapia de Grupo, 2004, p. 246).

Esto dentro de un movimiento general en la Asociación Argentina de Psicología y Psicoterapia de Grupo de apostar “… a las teorías conjeturales, no indicativas, que estén configuradas como infinitas variables” (Asociación Argentina de Psicología y Psicoterapia de Grupo, 2004, p. 247).

La multiplicidad de factores en juego da lugar a enfoques interdisciplinarios, transdisciplinarios o de los Sistemas Complejos. La dimensión social se destaca con teorías como el constructivismo que plantea la existencia de una Construcción Social de la Realidad (BERGER Y LUCKMANN, 1966) o la del imaginario social radical o instituyente de Castoriadis (1975).

En estos nuevos enfoques tiende a destacarse lo actual, el acontecimiento, lo coyuntural sobre lo psicogenético y ahí creo que pasamos del sesgo freudiano, determinista y familiocéntrico, al sesgo constructivista y presentista.

Estos dos niveles: el psicogenético infantil-familiar y las posteriores influencias no tienen por qué estar escindidas. En las teorías del aprendizaje se considera siempre el factor innato, de dotación y predisposición genético-constitucional, y el factor de estímulo externo en el cual se concentran los esfuerzos de la enseñanza-aprendizaje tanto familiares como escolares, siempre sobre la base de los factores constitucionales. No tiene por qué ser distinto en el campo del psicoanálisis. Sólo requerimos de teorías que puedan manejar sin contradicciones epistemológicas y operativas ambos niveles de influencia. Ese es nuestro desafío contemporáneo.

 

REFERÊNCIAS BIBLIOGRÁFICAS

BERENSTEIN, I. – Revista de la Asociación Argentina de Psicoterapia y Psicologia de Grupo, Buenos Aires, 2004, 360p.

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Dirección para correspondencia
E-mail: campuzanom@prodigy.net.mx

Recebido em 10.12.2008
Aceito em: 09.03.2009

 

 

1 Médico, psiquiatra, psicoanalista. Miembro de la Asociación Mexicana de Psicoterapia Analítica de Grupo (AMPAG), México, DF.

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