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Psicologia para América Latina

versão On-line ISSN 1870-350X

Psicol. Am. Lat.  n.4 México ago. 2005

 

PROCESO SALUD-ENFERMEDAD Y BIENESTAR SOCIAL

 

Psicología, salud y religión

 

 

Teresa L. González Valdés*

Universidad de la Habana (Cuba)

 

 


RESUMEN

Se hace una síntesis de las reflexiones expresadas en publicaciones anteriores y se le añaden algunas otras consideraciones sobre el nexo entre la Psicología, la Salud y la Religión, tomando como hilo conductor a las creencias y su presencia en la determinación de actitudes hacia la salud, así como de las creencias religiosas como formas de afrontamiento a las enfermedades. Se analizan criterios a favor y en contra del uso de las creencias religiosas de los pacientes por parte de los cuidadores de la salud y se concluye que lo antiético no estriba en emplearlas sino en cómo hacerlo.

Palabras-clave: Creencias, Creencias de salud, Creencias religiosas, Afrontamiento al estrés, Ética profesional.


RESUMO

Se faz uma síntese das reflexões publicadas anteriormente e adicionam-se algumas considerações sobre a ligação entre a Psicologia, a Saúde e a Religião, tendo como fio condutor as crenças e a sua presença na determinação de atitudes em relação à saúde, bem como das crenças religiosas como formas de enfrentar as doenças. Analisam-se critérios a favor e contra do uso das crenças religiosas dos pacientes pelos agentes da saúde e se conclue que o antiético não está em utiliza-las mas em como faze-lo.


ABSTRACT

The reflections expressed are summarized of previous publications, plus some other regards about the link among Psychology, Health and Religion, taking as guide thread the beliefs and your presence in the determination of the attitudes towards health as well as the religious beliefs like forms of coping to the diseases. Criterions are analyzed in pros and cons in the use of the religious beliefs of the patients by the health care providers. It is concluded that anti-ethic does not consist in employing but how to do it.


 

 

Las creencias y su valor en la determinación de la conducta humana y preferentemente, dentro del proceso salud-enfermedad, se toman como hilo conductor para establecer el nexo existente entre la Psicología, la Salud y la Religión, teniendo en cuenta la experiencia aportada por el ejercicio de la Psicología de la Salud, así como por la elaboración anterior de cuatro artículos, aceptados y publicados tres de ellos sobre este tema (González, 2003a, 2003b, 2004), y cuyo propósito en el presente trabajo es el de sintetizar las reflexiones expresadas en los mismos, amén de agregar algunas otras consideraciones a la luz del tiempo transcurrido.

 

Algo sobre el origen de la Psicología

Como es sabido, la etimología de la palabra “psicología”, lleva a considerar a la ciencia que denomina, como la encargada del estudio del alma, y este objetivo, en atención a los distintos intereses, ha sido un contenido compartido con la metafísica, la moral y la religión (Abbagnano, 1966), sobre todo, cuando todavía no era ciencia constituida, sino un conjunto de conocimientos y conjeturas sobre su existencia y sobre sus relaciones con todo aquello que mueve al Hombre a actuar.

Aristóteles (384-322 a.n.e.) dedicó parte de sus estudios filosóficos a la “psicología del alma” e influyó con sus criterios sobre otras escuelas filosóficas durante varios siglos. Fue Plotino (250-270) sin embargo, uno de los que disintieron de él al redefinir el alma acentuándole características divinas y con su visión, le aportó las primicias de lo que sería conocido más adelante, como la conciencia y el método de introspección.

Desde que en 1878 se le atribuyera a Wundt la paternidad de la Psicología científica, el alma pareció que dejó de existir en el plano psicológico; no obstante, el alma o espíritu, como también se ha nominado por su carácter incorpóreo e ideal, siguió siendo tema de atención por parte de otros sistemas culturales.

Una vez convertida la psiquis como el objeto de estudio de la Psicología, ya que en ella se transmutó el anterior, e independientemente de la corriente o escuela en que se fundamente, es el pensar, el sentir y el actuar de los seres humanos su principal tarea de investigación. Las actitudes asumidas, que es como entendemos a la unidad de estos tres componentes, permiten analizar y comprender las conductas, consignando entre todos ellos a las creencias, como la vía más primigenia entre sus determinantes.

 

Las creencias: consideraciones generales

Las creencias, como reflejo de la realidad en el sujeto, y en unión con la motivación, entre otras formaciones y procesos integrantes de la personalidad, orientan la dirección de la toma de decisión sobre su propia vida y la de aquellos con los cuales sostiene una relación de interdependencia. Participan por tanto, en el sentido que se le da a la vida así como a la de los actos que llenan a ésta de dinamismo constante. Se van forjando a través de las interacciones con los grupos a los que se pertenece o con los que se toman como referencia, y van a su vez sedimentándose y consolidándose hasta pasar a ser fuente de inspiración constante en la reestructuración de formaciones y neoformaciones personológicas (Vygotsky, 1972) en las distintas etapas por las que se transita.

Como configuración sociopsicológica en su origen, las creencias se nutren de la sabiduría popular, así como de la información científico-técnica que predomina en el medio y en la época concreta que se viva, contribuyendo al sólido arsenal que permite la descripción caracterológica o el sello distintivo de las personas, siempre y cuando, hallan alcanzado éstas la madurez suficiente como para que posean una marcada estabilidad (bastante relativa) en su personalidad.

La persona en la medida que crece y se desarrolla y amplía sus redes de comunicación social, intercambia y conoce sobre una multiplicidad de temas y contenidos; sin embargo, no toda idea o criterio es válido para ser vivenciado como determinante conductual, así como tampoco es inalterable el sistema de creencias que en un momento le es dado; puesto que, las situaciones sociales ejercen su influyente función, llevando al sujeto a la reestructuración de la jerarquía de sus motivos y con ello, a la de sus necesidades, valores, intereses y creencias, entre otros. Por todo, la relatividad de su estabilidad se hace evidente.

Los mitos, supersticiones y prejuicios son algunas de las expresiones de los estereotipos sociales, y como tales se van conformando en el devenir de las tradiciones y costumbres familiares o de las agrupaciones más amplias en las que se interactúa, creencias éstas que se adoptan de manera muchas veces inconscientes, a la par que se transmiten de forma explícita o implícita a las nuevas generaciones, quienes por imitación, identificación o aprendizaje, acompañado o no de temores y amenazas, los hacen suyos. Dando reinicio así a un nuevo ciclo de transculturación.

La importancia que demuestran tener los procesos cognitivos dentro de las actitudes, en aras de propiciar determinadas conductas, la observamos en el hecho de la influencia que ejerce la existencia de toda una enorme industria empeñada en la creación de nuevas creencias, opiniones o conceptos, sobre todo desde la segunda mitad del siglo XX, con la inclusión de sofisticadas tecnologías, y cuya meta fundamental es la de convencer a las personas a través de los medios de difusión masiva, al “venderles” las ideas que encierran su publicidad por hacer uso de atractivos mensajes, incrementando el consumo de los productos por ellos anunciados. Este poder de los medios y de sus recursos sobre las masas, le han permitido considerar a un experto (Ramonet, 2002) en comunicación masiva lo siguiente: “...debemos temer ahora al hecho de que el sometimiento y el control de nuestras mentes no se conquisten por la seducción, no mediante una orden sino por nuestro propio deseo; no por la amenaza al castigo sino por nuestra propia sed de placer”, párrafo en el que queda expuesto con claridad la unidad cognitivo-afectiva-motivación, contenidas en las actitudes.

 

Creencias y Salud

La búsqueda del bienestar al igual que el de la felicidad, ha sido objeto de reflexión por parte de muchos, coincidiendo unos en encontrarlos principalmente en los bienes materiales y otros en los espirituales; pero todos, sustentados por las creencias acompañantes. Ambos estados afectivos son una de las tantas formas de expresión de la subjetividad y como tal, cada cual la vivencia en dependencia de sus recursos personológicos, los cuales les permite creer a unos que su obtención obedece a factores externos, mientras que a otros, los responsabiliza con alcanzarlos a partir de sus propias capacidades o condiciones personales, según el locus de control que les domine.

Los motivos espirituales citados se encuentran enlazados con la concepción moderna que se tiene de la salud, pero generalmente el valor de ésta y de la propia vida cobra verdadera importancia a partir de la adultez, ayudado por el incremento de información y el temor a las enfermedades crónicas y a la muerte, entre otras razones; ante lo cual, en mucho de los casos, la conducta para preservarlas se hace más auténtica. El nuevo sentido personal, así estructurado, coadyuva a que los sujetos se tornen más receptivos a los consejos e indicaciones dirigidas con tales propósitos, siendo el momento en que se logra persuadir mejor hacia el mantenimiento o hacia un cambio salutífero del estilo de vida y con ello hacer más eficaz a la Educación para la Salud, como medio promocional.

Al tomar en cuenta el tránsito por el ciclo vital, vemos como el subsistema personológico de las creencias, se encuentra dotado de una complejidad creciente impuesta por la ampliación de la actividad y la comunicación social. Los contenidos que lo integran son, como ya se ha mencionado, muy diversos y se funden entre sí, en la medida en que las situaciones a las que se enfrenta así lo demande y sobre todo, cuando éstas son emergentes. Los eventos vivenciados con gran carga estresante, pueden elicitar en las personas ideas ancestrales, anteriormente reprimidas o sencillamente rechazadas conscientemente por considerarlas improcedentes, por variadas razones.

La actitud de afrontamiento asumida ante el proceso de estrés, suele acompañarse a menudo de un pensamiento mágico o de otras ideas irracionales o automáticas que sirven para distanciarse o evadirse del asunto en cuestión y con ellas aliviar la extrema ansiedad o depresión que el suceso ha provocado.

 

Creencias y Religión

Cuando lo expresado con antelación ocurre, personas que se muestran ante la sociedad e incluso ante ellos mismos, como ateas o agnósticas, actúan contradictoriamente, refugiándose en ritos religiosos nunca antes practicados y sin conocimiento suficiente de su significado y trascendencia; pero que no les son del todo ajenos, por formar parte del modo de vida del medio social al que pertenecen.

Las enfermedades son sin duda, para muchos, una amenaza y ante ellas es frecuente, y aún más si su seriedad puede predisponer a la muerte, que los que la padecen o los que tienen en esa situación a alguna persona querida, hagan uso de creencias y liturgias religiosas no acostumbradas para afrontarlas. La búsqueda de soluciones emocionales puede convertirse también, en ocasiones, en un afrontamiento exitoso. Es entonces cuando escuchamos la explicación de tales actos, al ser cuestionada su conducta por aquellos que hasta ese momento tenían otra imagen de su persona: ”Confío en los médicos, pero...(oré, fui al espiritista, hice una misa, me leyeron las cartas, hice un “trabajito” de santería, etc.) por si acaso...”. En nuestro país esta postura se hace más tangible porque el cubano se destaca por ser históricamente heterodoxo por excelencia en lo referente a la religiosidad, tal vez como consecuencia de la actitud “indiferente” hacia las religiones, que le señalara a sus coterráneos, allá en la primera mitad del siglo pasado, el prestigioso etnólogo e investigador de estos temas socioculturales, don Fernando Ortiz.

Las creencias y experiencias religiosas arraigadas, establecen sin embargo, en las personas que las poseen un sentido personal en sí mismo, formación psicológica que les permite actuar ante hechos estresantes, de manera consecuente. Ya que lo hacen otorgándole a sus actos una fuerte motivación guiada por la fe.

La religión, como parte de la conciencia social, es una ideología que puede acompañar al doliente a sobrellevar su situación, porque a través de ella encuentra, entre otras, la comprensión y apoyo social que le son necesarios, fundamentados tanto en los aspectos extrínsecos como en los intrínsecos que les son propios, entre los cuales, los últimos, según estudios, son los que poseen mayor efectividad. Como sentido personal o medio utilitario llevado por las circunstancias, las creencias de este tipo infunden a determinadas personas el motivo principal para afrontar más adecuadamente acontecimientos relacionados con el proceso salud-enfermedad, tal y como lo atestiguan numerosos trabajos, llegando a considerarse estas creencias como prácticas más frecuentes en la etapa del adulto mayor, por hacerles más llevadera a estos las condiciones biopsicosociales que los caracteriza.

Hay autores (Sloan, Bagiella y Powell, 2001) que se oponen a que los cuidadores de salud, incorporen en los tratamientos psicológicos y médicos las concepciones religioso-espirituales de las personas objeto de su atención, argumentando que: a) la calidad e implicaciones de las evidencias empíricas relacionadas con la actividad religiosa, especialmente la asistencia a los servicios de este tipo y los beneficios en el mejoramiento de la salud, no son del todo precisos y coincidentes, debido a apoyarse muchos de ellos en trabajos estadística y metodológicamente deficientes, y b) los problemas éticos que se producen al mezclar lo religioso y espiritual con la práctica profesional, son considerados potencialmente coercitivos y violadores de la privacidad.

Harris, Standard y Thoresen de la Universidad de Stanford, entre otros, aunque están de acuerdo con la debilidad de algunos de los resultados publicados, refutan sin embargo, los criterios antes expuestos basándose en los estudios realizados por Richards y Bergin (1997) y por Shafranske y Malony (1996). Los primeros plantearon la necesidad de completar y precisar en la historia personal, puesto que los factores religiosos y espirituales pueden ser el motivo de consulta, a pesar de que en un primer momento éstos no sean concientizados como tal, además de constituir un área más en la vida de la persona, como son: la sexualidad o las costumbres recreativas, entre otras. Le permite además al terapeuta una mejor comprensión de la concepción del mundo del paciente y de la sanidad o no de su orientación religioso-espiritual, al tiempo de evaluar si la comunidad religiosa a la que pertenece es un recurso de ayuda al proceso terapéutico. En cuanto a los segundos autores, estos expusieron los siguientes cuatro puntos principales para tener en cuenta a la religión: la inclusión de los aspectos religiosos es un ideal profesional, es sustancial la evidencia de la religión como factor cultural, posee un amplio desarrollo en la literatura de las investigaciones teóricas, clínicas y empíricas como una variable de la salud mental, y por último, la apreciación del tratamiento psicológico como una forma de intervención para estos asuntos.

De lo anterior queda claro que ambas tendencias basan sus argumentos en realidades irrefutables pero que pueden muy bien complementarse; ya que: a) no en todas las investigaciones se han detectado errores estadísticos y metodológicos y en ellas sus resultados se inclinan a favor de la relación religiosidad y mejoramiento de la salud, b) las creencias y experiencias religiosas/espirituales son parte integrante de la personalidad y en la práctica psicológica y médica la eficacia en el trabajo profesional depende invariablemente de una amplia y profunda entrevista, que debe tomar todas las áreas de la vida, porque el objetivo es conocer más y mejor al paciente y sobre todo, aquellos aspectos que pueden resultar un determinante válido en sus actitudes, c) los profesionales cuyas funciones son el servir y ayudar a los demás, deben no sólo dominar los conocimientos científicos que les son propios, sino, ser flexibles y estar ávidos de cultura general, aún en contra de sus concepciones personales. Por aquí se dice que, “el que sólo de Medicina (u otra ciencia) sabe, ni de Medicina sabe” y, d) el cumplimiento de la ética profesional se pone en riesgo más, que en la obtención de datos en áreas como la religión y la espiritualidad, en la forma en que éstos son recogidos (lo que depende de la habilidad, rapport y empatía que se tenga y aprenda a tener) durante el proceso de comunicación interpersonal y de la confidencialidad y empleo que se le de a toda la información acopiada durante la evaluación diagnóstica y dentro del tratamiento. En otro trabajo (González, 2004) se dice que no se trata de hacer proselitismo religioso, por ser éste una postura anti-ética, sino de respetar y fundamentarse en las creencias con la que se identifica o acepta tener la persona que hace la consulta o solicita los servicios de salud, para a través de ellas persuadirla a mantener o adoptar un estilo de vida más sano o la adherencia terapéutica que requiere para su mejoramiento.

 

Conclusiones

La Psicología al parecer no se logra desembarazar del todo de su origen “anímico” a pesar de los muchos siglos transcurridos, ya que aún a través de las creencias que se manifiestan en las actitudes asumidas, el alma o espíritu continúa presente en los seres humanos y en los pueblos, adoptando la forma de religiosidad en muchas ocasiones.

La salud por su parte, ocupando diferentes niveles sociales, desde el individual hasta el de la sociedad en general, ha tomado modos variados de manifestarse, yendo por ende desde la vivencia de bienestar biopsicosocial hasta convertirse en un reto para los sistemas sociales de cada país y del mundo; pero en cualquiera de ellos, adquiriendo un valor innegable. Su relación con la religión le viene dada desde sus primeros momentos, cuando desde hace mucho tiempo fue el chamán la persona responsable de cuidar de ella, por poseer supuestos poderes sobrenaturales al estar relacionados con los dioses que regían la naturaleza y por tal motivo es a él a quien se le designa como precursor del médico.

En la actualidad sin embargo, los cuidadores de salud tienen el natural poder del conocimiento adquirido a través de la ciencia; pero no deben olvidar que toda persona que solicita ayuda posee un sistema de creencias que mueve su conducta, entre las que se hallan las vinculadas con la salud y las religiosas, y que todas pueden facilitarles o entorpecerles el cumplimiento de sus funciones si no son capaces de tenerlas en cuenta durante la correcta relación profesional que establezcan con ella y que más valor tiene el conseguir el bienestar de las personas a nuestro cuidado que el imponer nuestras creencias por considerarlas más racionales o superiores.

 

BIBLIOGRAFÍA

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* Profesora Adjunta de la Escuela Latinoamericana de Medicina y de la Facultad de Psicología de la Universidad de La Habana.

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