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Psicologia Clínica
versão impressa ISSN 0103-5665versão On-line ISSN 1980-5438
Psicol. clin. vol.32 no.3 Rio de Janeiro set./dez. 2020
https://doi.org/10.33208/pc1980-5438v0032n03a01
SECCIÓN TEMÁTICA - PSICOANÁLISIS, CLÍNICA Y LITERATURA
Entre los afectos y la autoridad: Discursos de padres y madres sobre la adolescencia de sus hijos e hijas
Entre os afetos e a autoridade: Discursos de pais e mães sobre a adolescência de seus filhos e filhas
Between affections and authority: Parents' discourses about the adolescence of their sons and daughters
Daniela Fernández
Escuela de Ciencias Jurídicas y Sociales, Universidad Viña del Mar (UVM), Chile. email: daniela.paz.f@gmail.com
RESUMEN
Considerando las transformaciones socioculturales que han acaecido en los últimos años y su incidencia en los modos de construir las problemáticas psicológicas de los adolescentes en la actualidad, se propone analizar cómo se construye el rol de los padres en la clínica con adolescentes en el contexto actual, mediante la revisión de fragmentos de entrevistas con padres. Se expone un diálogo dicotómico entre dos posicionamientos respecto al rol de los padres: por un lado, desde la idea de los afectos y la psicologización de los modos de malestar adolescentes, y por otro, desde la necesidad de posicionarse como una autoridad que ponga límites frente a estas manifestaciones.
Palabras clave: adolescencia; psicología clínica; parentalidad.
RESUMO
Considerando as transformações socioculturais ocorridas nos últimos anos e sua incidência nas formas de construção dos problemas psicológicos dos adolescentes atualmente, propõe-se analisar como o papel dos pais se constrói na clínica com adolescentes no contexto atual, revendo excertos de entrevistas com pais e mães. Discute-se um diálogo dicotômico entre duas posições sobre o papel dos pais: de um lado, a partir da ideia de afeto e da psicologização dos modos de desconforto do adolescente, e, de outro, da necessidade de posicionar-se como uma autoridade que coloca limites a essas manifestações.
Palavras-chave: adolescência; psicologia clínica; parentalidade.
ABSTRACT
Addressing social and cultural changes that have occurred in the past years and their incidence in how the psychological problems have been constructed, this paper proposes to analyze how the role of parents in adolescence mental health is constructed, through a review of interview extracts with parents. Extracts show a dichotomic dialogue between two positions: on the one hand, from the idea of affections and psychologizing adolescent discomfort, and on the other hand, from the need of standing as an authority who sets limits to such expressions.
Keywords: adolescence; clinical psychology; parenthood.
Introducción
El estudio por las problemáticas psicológicas adolescentes se ha transformado en un terreno de investigación y discusión prolífico. La masificación de la importancia de los derechos de los adolescentes ha llevado a múltiples políticas de acción públicas y privadas, así como a un mayor interés en conocer respecto a sus ámbitos de desarrollo normativo.
Según cifras de la Unicef (2011), el 20% de los adolescentes a nivel mundial presentan problemáticas psicopatológicas, siendo el suicido una de las tres causas principales de mortalidad entre sujetos de 15 a 35 años. Adicionalmente, la mitad de los trastornos psicopatológicos comienzan antes de los 14 años de edad. La adolescencia, debido a ser considerada como un momento crítico en el desarrollo de una persona, se ha definido como una etapa de mayor vulnerabilidad, en la cual existen riesgos de adquirir hábitos no saludables que acompañarían durante la vida, con las consecuencias negativas asociadas (MINSAL, 2017).
Las investigaciones en clínica con adolescentes han mostrado la complejidad de esta temática en el contexto actual, existiendo investigaciones vinculadas a algunas problemáticas diagnósticas relacionadas como la ansiedad (Silver et al., 2013), las conductas suicidas (Morhain & Morhain, 2010), psicosis (Nicolò, 2015), consumo de drogas (Laimou, 2017), agresividad (Schiltz et al., 2018) y la depresión (Bronstein, 2010).
También destaca la emergencia de nuevas problemáticas clínicas adolescentes asociadas a las tecnologías o al uso de las redes sociales (Ruiz-Corbella & De-Juanas, 2013), dando cuenta cómo el estudio de la clínica con adolescentes está atravesado por particularidades propias de la época actual, vinculada a la flexibilización, inestabilidad y la fragilidad (Untoiglich, 2009).
De este modo, el trabajo clínico con adolescentes ha ido paulatinamente inscribiendo un campo propio de teoría y práctica, desprendiéndose de la práctica con los niños para formar su particular trabajo, con el fin de pensar nuevos marcos de referencia que problematicen los modos de riesgo y sufrimiento (Sprinz, 2012). Desde la literatura revisada, los padres no dejan de tener un lugar en la clínica con adolescentes.
El lugar de los padres en la clínica con adolescentes
En este contexto, las nociones en torno a los padres o las figuras primarias de cuidado han ido cambiando: surgen distintos cuestionamientos en torno a la posibilidad de mantener la tríada madre, padre e hijo como representación de la familia (Roudinesco, 2004) y al respecto se abren nuevas perspectivas de abordaje respecto al rol de la familia (Bleichmar, 2007). Así, surge la conceptualización de la parentalidad como modo de pensar el lugar e impacto de los padres o figuras tempranas en el desarrollo de sus hijos e hijas.
La parentalidad suele ser definida de forma amplia, y puede explicarse como "todos los procesos mentales conscientes e inconscientes que conciernen a la experiencia del ser parientes" (Gutton, 2006, p. 9). Marty (2003), refiere que la parentalidad es una de las figuras de las relaciones de objeto, mediante una función biológica y psíquica, asegurando el desarrollo y bienestar del niño.
El origen de este neologismo surge en el año 1961 a partir de los trabajos del psicoanalista Paul-Claude Racamier y sus colaboradores, quienes comienzan por definir el término "maternalidad", bajo el cual definen el conjunto de procesos afectivos que se desarrollan e integran en la mujer durante la maternidad. Racamier propone traducir el término de motherhood por maternalidad (maternalité) con la intención de darle una significación más dinámica, a partir de su estudio de psicosis post parto. Posteriormente, el autor plantea que parece lógico realizar el mismo ejercicio con el término paternalidad, y luego con el término parentalidad, aunque no define de forma explícita que pueden significar ambos neologismos (Houzel, 1999). Así, el término parentalidad no se utiliza hasta 20 años después, cuando en 1985 René Clement lo hace reaparecer en su artículo "Parentalidad y disparentalidad", en el cual trabaja el término a partir de los trastornos de crianza en madres (Houzel, 1999).
De este modo, se analizará el rol actual de los padres en las problemáticas clínicas durante la adolescencia, ilustrando dos posiciones en las que el rol de los padres se ha configurado: por una parte, desde la función afectiva o de sostén y contención, y por otra, desde la función de autoridad, las cuales emergen como opuestas. Para esto, se recurrió a fragmentos de entrevistas con dos padres (identificados como P1 y P2) y dos madres (identificadas como M1 y M2), que se encontraban en procesos de atención psicodiagnóstica y psicoterapéutica para sus hijos(as) adolescentes en centros de atención de salud mental.
Análisis
La adolescencia como emergencia de un conflicto
Dentro de los discursos construidos por los padres, se observa, de manera general, la relación establecida entre la emergencia de la pubertad de sus hijos e hijas, con la noción de conflicto: "Cuando empezó a desarrollarse, se puso pesada, malhumorada" (M2). Anterior a la solicitud de atención psicológica, los padres dan cuenta de un contexto problemático, refiriendo nociones como conflicto, alejamiento, mal humor como parte de la relación y de una nueva identidad de su hijo e hija adolescente. Sin embargo, se establecen diferencias de género respecto a las manifestaciones de estos conceptos. Por un lado, las madres tienden a ser más explícitas respecto a la vivencia de conflictos con sus hijos e hijas, siendo los padres quienes toman un rol más tangencial y proclive a la búsqueda de la resolución práctica de estos conflictos. Particularmente, se describen como parte de estos conflictos las acciones realizadas por los adolescentes, más que el contenido de los discursos de los adolescentes: "se encierra en la pieza" (P2), "me responde de mala manera" (M1) o "se porta mal en el colegio" (P1).
La relación entre pubertad y conflicto se vincula con las conceptualizaciones psicoanalíticas en torno a la adolescencia que han definido este momento psíquico con la elaboración de una impronta que surge de modo orgánico. Las referencias a la pubertad emergen de modo constante dentro de la literatura, ya sea: pensando la pubertad y la adolescencia como una gran etapa, o bien considerando la adolescencia como consecuencia de la pubertad y los cambios físicos que acontecen, o finalmente, pensando como es referido por Marty (2005), a la adolescencia como un tiempo psíquico con el cual se instauran procesos psíquicos previos.
De este modo, la pubertad se expone como una ruptura o un desequilibrio, y se relaciona con las conflictivas expuestas por los padres y madres dentro de las entrevistas. La sexualidad marca y empuja, como impronta que debe ser reapropiada y que hace tambalear los recursos identificatorios con el que anteriormente el adolescente se sostenía (Marty, 2009a). En la adolescencia se viene a pensar de manera fundamental en la estructuración de la vida psíquica y las modalidades defensivas que se configuran para hacer frente a las transformaciones de la pubertad y las fantasías que genera. Fantasías relacionadas sobre todo con la idea de la irrupción de lo puberal, desde lo real biológico, que busca un anclaje elaborativo.
Esta experiencia es vivenciada como traumática por los adolescentes, bajo la cual se origina uno de los principales trabajos de la adolescencia que tiene que ver con elaborar la violencia puberal. Algunos de los entrevistados refieren que parte de ese conflicto se relaciona con temores vinculados a la vivencia de la sexualidad por parte de sus hijos e hijas: "He visto en las noticias cómo son las fiestas y no quiero que quede embarazada y por eso no me gusta que salga tanto a fiestas" (M2). Bajo esto, se podría pensar que la irrupción puberal no es vivenciada sólo como un hecho individual, sino también con efectos intersubjetivos, así como sociales y, por lo tanto, conlleva a repensar en torno a los conflictos descritos por los padres desde distintos niveles de análisis.
Para Marty (2005, 2009a), la pubertad da cuenta de una mutación corporal evidente, estatuto que Dolto (1988) vincula a la reedición de la fragilidad del bebé. Esta experiencia psíquica y corporal no sólo se vivencia desde la fragilidad, sino primeramente como violencia, la cual - de manera manifiesta y en distintos niveles - es vivenciada por los padres y madres, a través de acciones puestas en la relación con ellos, así como en potenciales acciones que visualizan en sus hijos e hijas a partir de los discursos desde medios de comunicación sobre la adolescencia.
Los conflictos adolescentes, así como las conductas de riesgo asociadas con este momento del desarrollo, pueden relacionarse con la noción de violencia. La violencia revelaría la fragilidad narcisista del sujeto en la medida que la respuesta violenta se produce frente a un presunto ataque y supera el registro que se podía sostener frente a la situación: "La violencia marca el exceso de la ruptura radical con el statu quo" (Marty, 2001, p. 27).
La violencia entonces podría entenderse como una búsqueda del sujeto para protegerse, como una forma de protección que el sujeto desarrolla hacia peligros externos, así como internos que amenazan al yo (Marty, 2001). Esta amenaza de la cual el adolescente se protege mediante la violencia es descrita por Marty en dos vías: primero, vivenciada como fuera, como un objeto externo extraño que no está aun unificado con el cuerpo. El cuerpo puberal entonces es vivenciado como no representado, no elaborado, no integrado al sentimiento de la continuidad de la existencia. Lo que se amenaza es la unidad narcisista del sujeto, en donde la pubertad se vivencia como un desborde, y desde ahí, puede relacionarse con las conflictivas con el medio expuestas dentro de la adolescencia, en tanto momento de elaboración de lo puberal (Gutton, 1993).
Segundo, vivenciada desde el interior por su libido, donde el equilibrio psíquico está potencialmente en riesgo de una realización de los fantasmas edípicos pubertarios. Es por estas vías que se representa la violencia puberal, por lo que la pubertad emerge para el adolescente como violencia que debe portar. Es el conflicto con los objetos externos que son progresivamente interiorizados, el que toma el camino de la elaboración de los conflictos de la infancia, proporcionando nuevas posibilidades que ofrecer al conflicto edípico pubertario: "Haría hincapié por esto en la necesidad para el adolescente de confrontar al adulto para su constitución" (Marty, 2001, p. 29).
En base a esto, se deja ver la relación entre el psiquismo adolescente y función parental, y la relevancia que adquiere conocer las complejidades que esta relación tiene también para los propios padres y madres. Podría plantearse que la noción de violencia, conflicto o agresividad que emerge en ocasiones como modo de describir las conductas de los adolescentes, se puede relacionar a nivel inconsciente con la impronta puberal.
La violencia puberal sería traumática, y al mismo tiempo, descubriría la fragilidad adolescente, que se devela. Si se retoman las consideraciones respecto al trauma en psicoanálisis, se puede describir que el trauma causaría síntomas. Por esto, el conceptualizar la pubertad como un trauma psíquico, daría cuenta de una concepción patologizante de la adolescencia, en la cual este momento sería un "síntoma" de la pubertad, definiendo la adolescencia como un evento psicopatológico, que, como trauma, necesita ser curado. Más bien, la adolescencia es un tiempo psíquico de elaboraciones que muestran un cruce entre lo psíquico, corporal e intersubjetivo.
Si el Edipo infantil enfrenta al niño a su deseo y lo prohibido, con la entrada de la pubertad - como se mencionó anteriormente - el adolescente se enfrenta a las imágenes parentales sexualizadas de nuevo. Ahora el adolescente debe enfrentar la transición de la niñez a la edad adulta, volviendo a conectarse con la violencia y las fantasías incestuosas y de parricidio: "seducción violenta, deseos de muerte, violencia necesaria para vivir y violencia necesaria de superar" (Marty, 2003, p. 5).
Por esto, Marty (2009a) y Nasio (2012) refieren que la adolescencia no es una enfermedad, ni una crisis de la vida; sino que más bien da cuenta de la vulnerabilidad a nivel narcisista de encontrar recursos para desarrollar psíquicamente el evento pubertario. La entrada a la pubertad tiene consecuencias en cómo el adulto se posiciona con los adolescentes, y con su propia adolescencia. Bajo esto, se puede comprender el que los padres y madres relacionen la emergencia de la pubertad con la aparición de conflictos explícitos con sus hijos e hijas.
En este caso la violencia no es significada meramente como agresión, sino más bien como una fuerza que genera oposición, y que es necesaria para la emergencia del sujeto, ya que da cuenta también de una fuerza que impulsa y crea la realidad psíquica, siendo capaz a su vez de modificar la realidad externa. Lo que autores como Marty denominan violencia, puede comprenderse más bien como lo que hace exceso, lo que empuja, es decir, la pulsión, pero desde una visión en la cual la actividad pulsional al no ser acotada se transforma en destructividad. Por esto, la necesidad de generar acciones que acoten estos excesos pulsionales y logren promover las condiciones de constitución subjetiva del adolescente. En esta elaboración, el sostén parental surge para Marty (2009b) como una de las principales fuentes en la relación ambiente y psiquismo adolescente.
El lugar de los padres en la adolescencia, como figuras centrales en la representación de la violencia puberal, es más complejo que la repetición o pérdida de imagen. Más bien, da cuenta de repercusiones a nivel psíquico e inaugural que no sólo causan un efecto en el adolescente, sino que implican reelaboraciones propias para las figuras parentales. El lugar de los padres en el proceso de elaboración adolescente no implica sólo las acciones específicas o concretas que los padres puedan realizar frente al accionar de su hijo adolescente, sino que el ambiente parental pensado a su vez como sostén psíquico. Las manifestaciones de sufrimiento psíquico adolescentes son interpretadas por los padres como una forma de conflicto y confrontación directa o indirecta hacia ellos.
De este modo, el ambiente parental es relevante para poder pensar la violencia puberal, y frente a esto pueden identificarse dos posicionamientos al respecto, desde el discurso de los padres. Estas posiciones se relacionan fuertemente con elementos históricos, culturales e intersubjetivos. Desde ahí surge, por un lado, la idea de posicionarse como un sostén afectivo frente al desarrollo adolescente, discurso instalado sobre todo a partir de profesionales psi y su mayor participación en los discursos sociales y populares. Por otro lado, surge la idea de posicionarse como una autoridad, discurso que se encuentra relacionado con las propias experiencias de los padres como hijos adolescentes en el pasado y que los interpela desde su propia historia transgeneracional. Esta dicotomía sigue la propuesta realizada por Rojas (2005) y Wettengel (2009) respecto a las funciones fundantes de la subjetividad.
El sostén narcisista parental
La referencia a los conflictos expuestos en la relación padres-madres e hijos adolescentes es uno de los temas más relevantes que surgen dentro de las entrevistas con los padres y madres. Estos conflictos se sitúan, desde la perspectiva de los padres y madres, relacionados con la pubertad y pueden vincularse a la emergencia de lo que teóricamente ha sido vinculado a lo puberal, en tanto empuje. Al respecto, los padres y madres dan cuenta de dos posiciones distintas para enfrentar este empuje, las cuales en ocasiones, no sin dificultad, buscan complementar. Una de estas posiciones es la idea de que la tarea parental se vincula con la idea de sostener a sus hijos e hijas frente a los conflictos propios de la adolescencia.
La noción de fragilidad se relaciona con la inscripción que el adolescente debe realizar sobre su mutación corporal, que lo transformaría en objeto de cuestionamiento de los adultos, lo cual cargaría al adolescente con angustia o inseguridades respecto a su propia identidad corporal (Nasio, 2012). Son los adultos quienes ayudarían al adolescente a sostenerse en esta fragilidad.
La noción de sostén parental surge a partir de las conceptualizaciones de Winnicott (1990), la cual implica inicialmente la protección de la agresión fisiológica que incluye la del cuidado psíquico. El sostén sería otorgar al infante un ambiente facilitador, en el cual se comprendan las necesidades del niño y al mismo tiempo comience a darse la experiencia de la ilusión, así como de integrar paulatinamente la realidad. Esta experiencia permite la continuidad existencial del ser del bebé. De este modo, esta conceptualización es utilizada no sólo para pensar la integración del bebé, sino también para comprender el lugar parental en el proceso adolescente.
Marty (2001) refiere que la elaboración psíquica de la violencia que irrumpe en la pubertad implica la capacidad del ambiente para soportar los ataques destructivos del adolescente y proporcionarle puntos de referencias para que estos no excedan a su propia agresividad (Marty, 2007). Esta función se da cuenta como un posicionamiento que los padres y madres consideran relevante en su ejercicio parental, ya sea desde lo discursivo, así como la búsqueda de establecer acciones concretas que den cuenta de esta noción de sostén.
El sentimiento de continuidad que Winnicott describe como necesario para el bebé, vuelve a reelaborarse teóricamente al conceptualizar la necesidad de continuidad que el adolescente requiere, debido a la discontinuidad que surge por la efracción puberal. En este punto los padres juegan un papel fundamental e insustituible en este desarrollo, ya que - como refiere Winnicott - deben sobrevivir a los ataques destructivos de los adolescentes. En este punto se genera una analogía desde la perspectiva de los padres, y sobre todo las madres, respecto a la tensión en torno al abandono de la imagen de hijo como bebé, para así ser visto como adulto: "Yo igual la trato como niña a veces, porque en el fondo es mi bebé, una mamá siempre ve a su hija como su bebé" (M2).
Desde un punto de vista simbólico, crecer implica hacerse de un lugar propio en el mundo, y para ello es necesario ocupar el lugar de otros, es decir, el lugar de los adultos, de los padres. En este sentido, Winnicott (1979) plantea que el adolescente para hacerse adulto debe "asesinar" simbólicamente a sus adultos referentes para ocupar su lugar, y esto es difícil de aceptar para los propios padres.
Winnicott (1979) realiza una continuidad entre el desarrollo psíquico temprano y la pubertad y adolescencia, refiriendo que hay ciertos aspectos que se mantienen, y destaca la muerte dentro de esta continuidad, primero como fantasía de muerte en la niñez temprana y luego como fantasía de asesinato en la pubertad y adolescencia, la cual facilita en un nivel simbólico que el sujeto adolescente pueda existir como un adulto, en tanto sujeto con derecho propio.
El autor también destaca que lo prioritario dentro del estudio de la clínica con adolescentes es el proceso de maduración y crecimiento hacia el desarrollo adulto, pero se ha dejado de lado el potencial que existe en la inmadurez (Winnicott, 1979). Así, el rol de los adultos consiste en estar ahí el tiempo que sea exigido para el desarrollo adolescente. El proceso de desarrollo adolescente comprende un acto de confrontación, frente al cual los adultos deben mantenerse vivaces frente a los adolescentes, lo cual no tiene que ver con represión o venganza, sino mas bien con una contención que tenga su propia fuerza (Winnicott, 1979).
La adolescencia es un proceso activo - y por esto también agresivo -, y estos esfuerzos deben ser encarados y convertidos en realidad a través de un acto de confrontación: "Hace falta adultos si se quiere que los adolescentes tengan vida y vivacidad. La confrontación se refiere a una contención que no posea características de represalia, de venganza, pero que tenga su propia fuerza" (Winnicott, 1979, p. 193).
Al analizar las entrevistas, se da cuenta de que los padres y madres exponen dificultades en su posicionamiento frente a sus hijos adolescentes, sobre todo respecto a las dimensiones de conflicto con ellos. En muchas ocasiones, este desgaste conlleva a la reacción agresiva de los propios padres, transmitiendo la tensión de conflicto respecto al desborde en su función, idea que es apoyada por las revisiones clínicas de autores como Marty (2001). Por ejemplo, una de las madres refiere: "A veces me altera, me sobrepasa, cuando responde de manera pesada o agresiva, siento que no puedo tolerarlo y que le tengo que mostrar quién es la que manda" (M2).
De este modo, en las entrevistas realizadas, se da cuenta de una tensión entre la internalización de discursos - sobre todo transmitidos por psicólogos y médicos en los medios y contexto escolar - vinculados a la idea de sostén frente a las problemáticas de los hijos e hijas, pero al mismo tiempo, la referencia a una dificultad en mantener esta posición debido al desgaste ocasionado por la vida laboral de los adultos, mostrando una posición más vinculada a la idea de autoridad (que asocian con ser menos comprensivos), cuando se encuentran cansados debido a la carga laboral. Desde acá, es importante plantear que todos los padres y madres entrevistados se desempeñaban en algún trabajo formal o informal, independiente de su formación educacional. Bajo esto, se hace presente en las madres una mayor explicitación de sentimientos de culpa respecto a tener que trabajar, y muchas veces, una relación establecida entre las problemáticas presentadas por sus hijos e hijas y el poco tiempo que pasaban en el hogar: "Quizás se pone así porque paso poco tiempo en la casa. Pero yo quiero que él entienda que si trabajo es para darle lo mejor, no para dejarlo botado" (M1, al referir durante entrevista su ocupación).
Para Marty (2001), el sostén narcisista parental es la mejor manera de permitir a los adolescentes de luchar efectivamente contra su propia tendencia a la destrucción: "El sostén narcisista parental incluye la capacidad de los padres para proporcionar un apoyo a sus hijos para su agresividad" (p. 29). Si se refiere que el adolescente no existe, es para Marty (2009b) debido a que no existe si no es en la confrontación con sus padres: "Es una promesa de éxito de la travesía de la adolescencia que la agresividad, fruto de la violencia simbolizada, se exprese al encontrarse con sus imágenes parentales" (p. 26).
Si bien se reconoce la dificultad que implica para los padres la confrontación, ésta es un signo de conflictualización que se internaliza (Marty, 2009b). Esto, ya que la adolescencia es un proceso que tiene la función de integrar la violencia puberal permitiendo que el adolescente pueda renunciar a los objetos sexuales de los padres que son investidos, para así conducirse al camino de la subjetivación (Cahn, 1997).
Así, la doble naturaleza de la violencia (fuerza y destructividad) también indica la necesidad de transformar la violencia poniéndola al servicio de la comunidad en el enlace de la creatividad social. Es por esto que surge en la elaboración de la violencia el papel de los padres y los adultos, como reguladores de la violencia vital que ocurre en la adolescencia, para asegurar la pacificación de esta energía para la vida.
Así, los padres a su vez manifiestan la interpelación en este rol, sobre todo a partir de discursos del complejo psi (Rose, 1996) y pedagógicos que enfatizan el rol de los padres en el desarrollo y que dan cuenta de la necesidad de los padres de mostrarse como un ambiente afectivo y efectivo, desde lógicas vinculadas a la psicoeducación: "Uno siempre escucha en la tele a los psicólogos que dicen cómo debe uno ser con los hijos, también el psicólogo del colegio de mi hijo… es difícil, porque dicen que hay que apoyar pero no es tan fácil" (P2) o "Hay libros que uno ve, de que hay que criar de forma amorosa pero firme, pero a veces uno llega cansada y no te da la cabeza para eso, para hacer ese equilibrio" (M1). De este modo, este rol se ve tensionado debido a las condiciones bajo las cuales la función de sostén emerge, en un contexto donde los adultos tampoco se sienten sostenidos. Los padres y madres en su totalidad describen dentro de las dificultades respecto a esta función sentimientos de agotamiento, así como dificultades vinculadas a su propia adolescencia y cómo fue vivenciada en la relación con sus padres, volcando el análisis a la relevancia de lo transgeneracional en el ejercicio parental en el contexto actual.
Estos discursos psi emergen a lo largo de las entrevistas con los padres, donde se describen psicólogos, psiquiatras y médicos bajo el título de expertos en adolescencia como voces que describen y al mismo tiempo prescriben lo esperado para la adolescencia, dando énfasis a los padres como responsables del proceso: "Un psicólogo dijo en el colegio que la adolescencia era difícil, que había mucha experimentación, droga, porque los padres trabajamos mucho y estamos alejados, entonces como padre uno se asusta, complica y quiere tener herramientas para sobrellevar eso" (P2). Los discursos psi se posicionan como discursos que podrían entregar herramientas y conocimientos respecto a qué esperar de la adolescencia y cómo resolver los conflictos y son transmitidos no sólo a nivel macro sino también desde prácticas micro, como por ejemplo instancias escolares.
Frente a esta responsabilización de las problemáticas adolescentes en la figura de los padres, los padres y madres describen en sus discursos una mayor relación a un posicionamiento vinculado a los límites y las normas dentro de la crianza, viendo esta función como más cercana a las prácticas que ellos mismo vivenciaron como hijos: "Cuando uno era chico o joven, había que respetar y obedecer, no estaba esto de los psicólogos y uno no quedaba traumado" (P1). Al respecto, surge otro posicionamiento que busca mostrarse como compatible con la función de sostén, que se relaciona con la función de autoridad e interdicción parental.
Edipo adolescente, autoridad e interdicción
Para los padres y madres, emerge como un tema relevante su propia adolescencia como "guía" respecto a cómo criar a sus hijos e hijas. Se da cuenta de un discurso que muestra la idea de la parentalidad vinculada a la autoridad como modo de ejercicio, así como una crítica a los discursos educativos y psi que buscan mostrar otras propuestas sobre el ejercicio parental. Desde su propia vivencia como hijos, se tensionan dos modos de pensarse como padres y madres, y desde ahí, la idea de autoridad surge como cercana a la visión respecto a cómo para los padres y madres fueron sus propios cuidadores: "Yo me siento muy perdida, porque por un lado sé que debo ser buena para que mi hijo confíe en mi y no me oculte cosas, pero tampoco quiero que se aproveche de eso… [los psicólogos] te dicen que hay que hacer esas dos cosas pero no explican los cuándo y cómo" (M1). Esta percepción de ambivalencia dentro de los discursos de profesionales psi - ya sea a través de los medios, así como en intervenciones escolares en las que los padres han participado - es compartida por los padres y madres en las entrevistas.
Surge entonces la idea de la interdicción como una parte necesaria respecto al ejercicio parental con adolescentes en conjunto con la dimensión de sostén afectivo propuesta anteriormente: "Es importante poner límites, porque una es la mamá y hay que hacerle caso" (M1). Este discurso se repite en el resto de los padres entrevistados, surgiendo la necesidad de mostrarse como autoridad, con el fin de establecer límites con los propios adolescentes. Esta identidad de autoridad se muestra como una herencia respecto a sus propias experiencias, como oferta identificatoria respecto a lo qué es ser padre y madre, desde su historia.
La idea de límite se muestra en algunos antecedentes teóricos desde el psicoanálisis. De este modo, para comprender esta función de corte, es necesario revisar la dinámica en la cual este proceso surge de forma más patente, que es la del Edipo. La adolescencia sería el momento psíquico en el cual la irrupción corporal, vivenciada como violencia, puede elaborarse. Ahora bien, la vida psíquica no es sólo atacada por la violencia del cuerpo puberal, sino más bien por la reviviscencia de la comprobación edípica que cuestiona los puntos de referencia del adolescente (Marty, 2007). Lo biológico se impone desde las transformaciones corporales perceptibles que inscribe la creencia identitaria de un nuevo sistema generacional, con un valor estructurante (Gutton, 1993; Marty, 2009a).
En el Edipo adolescente surge una nueva impronta que hace resurgir lo arcaico, lo cual debe ser elaborado por parte del adolescente. Los conflictos edípicos aparecidos en la infancia se reactivarán con la impronta fisiológica puberal, que ya trae consigo su propio trabajo edípico, siendo su resolución una temática estructurante que implica la aceptación de la ley de interdicción (Dolto, 1981).
El Edipo en la adolescencia vuelve a surgir como un organizador de la vida psíquica del adolescente, a partir de la puesta en límite de la irrupción puberal, así como momento de continuidad con el Edipo en la infancia. Tal relevancia de la ley es continua y de suma importancia: "es preciso que la vigilancia educativa no se relaje, pues si no las fantasías puestas en práctica sin control harían de todo público testigo un espejo cómplice. Así, padres y educadores siempre deben verbalizar las prohibiciones que pronuncian en contra de los actos antisociales del niño" (Dolto, 1981, p. 192).
Para algunos autores (Dolto, 1981; Freud, 1923[1925]; Lacan, 1956-1957), son los padres quienes deben transmitir esta ley. La crisis edípica se resolverá solo cuando existe un duelo definitivo de todas las fantasías y ensueños en torno a las posibles trampas de la prohibición del incesto (Dolto, 1981). En el Edipo adolescente esto implica además la aceptación del duelo de la vida imaginaria de la infancia.
Siguiendo a Rassial (1999), podría referirse que la adolescencia como tal es un momento simbolígeno, en el cual ocurre una operación que va más allá del anclaje imaginario con el cual se ha asociado la adolescencia, como continuidad de la infancia: "El anclaje simbólico no es clave en la estructura subjetiva para marcar al sujeto y al Otro más que por ser el efecto de un cierto número de momentos (…) y una necesidad de orden simbólico en la que cada palabra cuenta, cuyo transmisor sería el padre" (p. 98).
La idea de interdicción se expone de suma importancia en la estructuración psíquica, no sólo como una necesidad individual, sino también para la producción cultural, ya que mediante esta interdicción - que es colectiva y psíquica - se transmiten valores y normas, otorgándole sentido al lazo social y el orden simbólico, en tanto el sujeto se visualiza como portador de una filiación, pertenencia e identidad. Por esto, la familia actúa en la instalación de la renuncia pulsional (Wettengel, 2009).
Por esto, una de las operaciones que la parentalidad debe llevar a cabo frente a la violencia puberal es la transmisión de esta ley. Ahora bien, dentro del desarrollo teórico son los padres quienes deben transmitir esta ley y facilitar la introyección por parte del niño o joven de esta interdicción. Esto posiciona la mirada no sólo en cómo afecta al hijo esta dinámica, sino también en el peso otorgado a las figuras parentales como responsables de esto. La habilitación del oficio de madre y padre abre una temática que sesga la subjetividad parental, que tiene relación con el problema de la supuesta relación naturalizada con la ley simbólica, como si fuera algo ya dado y sin transformaciones, desde donde se podrían ejercer acciones que pautan, prescriben y proscriben los límites para el niño o adolescente (Wettengel, 2009).
Como refiere Marty (2007), afrontar el lugar de autoridad parental, de quien ponga un límite, es difícil. Es la oposición de las generaciones la tarea más importante y al mismo más difícil que debe afrontar el sujeto (Freud, 1909[1908]), pero esto no sólo para el sujeto en constitución, sino también para la generación anterior, la cual debe transmitir esta puesta en límite e interdicción. Dolto (1988) reconoce esta dificultad cuando observa que, si bien son los adultos quienes deben promover la adultez, al mismo tiempo no son valores de referencia adecuados para los adolescentes, quienes buscan otros referentes. Esta dificultad contribuye a las problemáticas que los padres pueden vivenciar para sostenerse en este lugar.
Sin embargo, desde el discurso de los padres y madres entrevistados, la idea de interdicción se relaciona con la de una autoridad imaginaria, vinculada a sus propias experiencias y definiciones respecto a lo que es ser una autoridad: "Uno sabe como ser papá según lo que vio, es difícil cambiar esas cosas porque ya llevan años con uno" (P2). Esto en ocasiones llevaba a naturalizar - sobre todo en los padres - conductas agresivas o violentas vivenciadas durante su niñez y adolescencia, así como a minimizar la relevancia de los elementos afectivos y de sostenimiento en esta etapa: "Me acuerdo que cuando chica a mi me daban una cachetada y se acabó el conflicto, pero ahora las cosas son distintas, han cambiado, entonces uno tiene que inventar otros recursos para solucionar las cosas" (M2). A partir de esto, bajo estos discursos se puede evidenciar con mayor relevancia el empuje de la propia historia de los padres en su ejercicio parental durante la adolescencia de sus hijos, que se construye a partir de los recuerdos de sus propias experiencias como hijos, en tanto saber transgeneracional.
Adicionalmente, el rol de los educadores descrito por Dolto (1981) sigue vigente en las prácticas e intervenciones con adolescentes, lo cual puede evidenciarse desde el discurso parental. Así, no es solo la figura del psicólogo quien emerge como un portavoz respecto al deber ser parental, sino también los profesores quienes han tomado este rol, dando cuenta de discursos psicologizantes respecto a las problemáticas escolares de los adolescentes: "La profesora me mandó a llamar, porque dice que quizás mi hijo tiene déficit atencional y por eso se porta mal, o por eso le está yendo mal en el colegio" (M1).
Frente a estas demandas escolares, los padres viven con mayor intensidad los conflictos en la relación con sus hijos adolescentes, dando cuenta de una ambivalencia respecto a cómo mediar estos conflictos, lo cual ha quedado representado en los distintos extractos de las entrevistas, desde donde intentan integrar los discursos de expertos en psicología y salud mental como modo de mediar estos conflictos.
Conclusiones
El ejercicio parental es una temática que se torna relevante en el estudio psicoanalítico de la adolescencia. Esto, ya que, por un lado, propone la integración del contexto y las variables sociohistóricas en el ejercicio clínico con adolescentes, lo cual implica una reflexión respecto a cómo es posible pensar hoy la clínica con adolescentes. En base a esto, la clínica con adolescentes implica complejidades particulares que integran, por ejemplo, el rol de los padres en la clínica con adolescentes.
A partir de las entrevistas, se puede dar cuenta de dos posicionamientos para comprender cómo es ser padre y madre de adolescentes en la clínica actual: por un lado, la idea de la importancia de ser un sostén afectivo para su hijo frente a las dificultades presentadas, la cual a su vez se sostiene y transmite desde los discursos del complejo psi, los cuales son transmitidos por psicólogos y psiquiatras en medios de comunicación y contexto escolar, los que los padres ven como herramientas para sobrellevar los conflictos y peligros propios de la adolescencia, desde su punto de vista. Así, estos discursos son expuestos en medios de comunicación y redes sociales e interpretados por los padres y madres como un ideal a alcanzar respecto al ejercicio parental, el cual se ve dificultado debido a - desde la perspectiva de los padres y madres - el desgaste y cansancio ocasionado por el contexto laboral en donde los padres y madres se desempeñan.
Desde acá es relevante pensar cómo la relación establecida entre lo materno y lo privado del hogar se problematiza, considerando a su vez cómo la inclusión laboral de la mujer también es un factor a tomar en cuenta con el fin de cuestionar los preceptos que desde los mismos discursos del complejo psi se han construido en torno al rol de la mujer en la crianza y cuidado de hijos. Las madres entrevistadas referían explícitamente sentimientos de culpa por tener que trabajar - ya sea de manera formal o informal - y bajo esto, dejar históricamente el cuidado de sus hijos en otros agentes, como guarderías, jardines infantiles, niñeras u otros familiares de sexo femenino como tías y abuelas. Este cuestionamiento no se explicitaba por parte de los padres. Esto nos lleva a pensar la relevancia de integrar en el ejercicio y análisis clínico los elementos contextuales, sociales y políticos en los cuales la subjetividad parental se produce.
Frente a esta dificultad percibida en el advenimiento de la función de sostén, surgen otros discursos vinculados a la idea de que el ejercicio parental se posiciona desde la autoridad, los límites y la interdicción, configurándose desde esta dualidad (Wettengel, 2009). Estos discursos dan cuenta de la relevancia de que los padres se posicionen como una autoridad y se encuentra relacionada con la historia personal de los padres y madres entrevistados. Desde este punto, dan cuenta de cómo los padres y madres, en sus recuerdos de su propia adolescencia, refieren la importancia que tenía ver a los padres como una autoridad que había que respetar, y desde ahí, en momentos se desvalida el discurso vinculado al sostén, ya que los discursos psi son vinculados a un saber más teórico y alejado de la cotidianidad, en contraste con el peso de las experiencias cotidianas y la historia. Esto en ocasiones conlleva a la naturalización de conductas agresivas y violentas en su propia historia, lo cual tiene consecuencias en su ejercicio parental con sus hijos e hijas adolescentes, siguiendo la dualidad propuesta por Rojas (2005) y Wettengel (2009).
Los padres reconocen lo compleja que es la vivencia de la parentalidad durante la adolescencia, ya que la dinámica no es unidireccional, sino que también los convoca a sus propias vivencias respecto al ejercicio parental en la adolescencia. Al mismo tiempo, autores como Dolto (1988) realizaron advertencias contra el abuso de la psicoterapia, ya que la misma sociedad se encargaría de quitarles a los padres la poca autoridad que pueden conservar, para otorgársela a los auxiliares de la educación (De Sauverzac, 1993). Frente a esto, surge la pregunta respecto al rol del psicoanálisis en esta tensión: ¿es el psicoanálisis también un discurso psi? ¿Cómo puede el psicoanálisis construirse como un espacio de reflexión frente a estos discursos?
Así, las operaciones de la parentalidad no representan solo una transmisión concreta por parte de los padres, sino que también invocan a su propio trabajo psíquico como padres y como sujetos. La emergencia de su propio Complejo de Edipo en este proceso, así como la vivencia psíquica particular que construyen en este proceso relacional con su hijo adolescente, da cuenta de una configuración particular de la parentalidad en este momento vital, el cual puede ser descrito inicialmente a partir de su propio Complejo de Edipo. De este modo, los padres transitan entre una doble ambivalencia relacionada con cómo posicionarse, sobre todo en los momentos de conflicto con sus hijos adolescentes: por una parte, considerando la ambivalencia entre el peso de los discursos psi en sus prácticas parentales, en contraste con el peso de su historia y experiencias. Por otra parte, la ambivalencia en las conflictivas con sus hijos adolescentes entre un posicionamiento vinculado al sostén afectivo y, por otro lado, la autoridad e interdicción como funciones.
Finalmente, es posible pensar que estas operaciones se hacen más patentes en la relación que se establece con la pubertad de sus hijos e hijas, en tanto empuje corporal y pulsional que busca ser comprendido por parte de los padres y madres, y que al mismo tiempo muestra cómo las diferencias generacionales se van construyendo y marcando. Bajo esto, el posicionamiento de los padres respecto a su ejercicio se hace relevante en la clínica con adolescentes, en tanto, más que ser sujetos tangenciales en los procesos psicoterapéuticos con adolescentes, sus discursos otorgan un contexto histórico para la comprensión de su rol como padres en el ejercicio parental. Adicionalmente, este ejercicio se encuentra atravesado por variables contextuales, históricas e incluso políticas, que deben también ser incluidas en los estudios clínicos con el fin de entender sus transformaciones frente a las problemáticas actuales.
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Recebido em 15 de setembro de 2019
Aceito para publicação em 22 de novembro de 2019
No se declaran fuentes de financiamiento.