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Metaphora
versão impressa ISSN 2072-0696
Metaphora (Guatem.) n.1 Guatemala nov. 2002
Lo real en la clínica*
Susana Dicker
La vuelta del sujeto contra si mismo. Ese es el interrogante que embarcó a Freud en una búsqueda y que determinó la dirección del psicoanálisis hacia lo que sería su peculiaridad: "una terapéutica no como las otras". Es la libra de carne con la que el sujeto paga su división estructural, que es división entre deseo y goce. Pera es también la libra de carne can que el analista paga desde su lugar de sostén de una ética, que es lugar de sostén de un deseo: llevar hasta su término su acto propio de analista.
En el "Seminario de la Ética" Lacan dice: "La ética del psicoanálisis no es una especulación que recae sobre la ordenanza, sobre la disposición de lo que se llama el servicio de los bienes. Implica, hablando estrictamente, la dimensión que se expresa en lo que se llama experiencia trágica de la vida, en tanto en ella se articula el deseo con un más allá del Principio del Placer.
Quizás Sigmund Freud y el mismo Jacques Lacan creyeron en un primer momento -tal vez momento mítico- en la promesa de felicidad como respuesta al llamado del sujeto en su entrada en análisis. En la dimensión de la neurosis quizás intentaron renegar de la castración y creyeron en la dimensión terapéutica del psicoanálisis... en hacerse garantes del encuentro del sujeto con su bien. Pero la clínica y la vida misma se encargaron de una enseñanza: la procuración del deseo se paga con una libra de carne.
La búsqueda del psicoanálisis, fiel a una ética del deseo, apunta a algo que está más allá del bienestar. "El arroyuelo donde se sitúa el deseo no es solamente la cadena significante, sino lo que corre por debajo de ella (y por arriba) que es, hablando estrictamente, lo que somos y también lo que no somos, nuestro ser y nuestro no-ser..." (Lacan 1959-1960, p. 382).
Esta dimensión de la real en la clínica compromete a analizante y analista, en tanto éste se ofrece como rehén, como prenda de un saber inconciente que es dialéctica de libido y pulsión de muerte.
Como rehén que es acepta, de antemano, ser producto de las cavilaciones del analizante, pero también ser salpicado por el goce. Ser producto destinado, al fin, a la pérdida, a ser efecto de desecho. Lo que se instaura en la experiencia analítica es un "saber trabajando", un amor a la verdad que tiene como señuelo el vacío del objeto a como pérdida a recuperar. Porque desde allí funciona como causa de una búsqueda pero, al mismo tiempo, como tope, como lo imposible de capturar o recubrir.
He querido acercar lo real de la clínica en el ejemplo de un niño que tiene sobre sí un mandato superyoico feroz: "No debes desear. No debes hablar". Moral del poder que no deja lugar al deseo. Para José Luis sólo una posibilidad de sobrevivir, un proyecto: ser objeto del fantasma de la madre, lugar desde donde otorga consistencia al Otro y a su deseo.... lugar donde goza.
El motivo por el cual ella lo trae nada tiene que ver cor. un síntoma, sino con un mandato imperioso de que se vuelva a obturar una falta, una fisura. Pero la que las entrevistas sí revelan es la angustia del niño. Angustia puesta en serie en miedos que se suman unos a otros en pesadillas nocturnas pero también en el miedo al gas, al viento, a la noche, al ascensor, a caminar sólo por la calle... Angustia y angustia que le hacen imposible el mundo pero que no hubieran acercado nunca a la madre a la consulta. No movilizan su fantasma. Pero sí emergen en José Luis como metáfora del inconciente y como lugar reservado al goce: punto donde el sujeto neurótico reedita su marca, mantiene vivo un goce inicial que se imprime como algo intruso en su cuerpo y de lo que no se puede dar cuenta.
Esta presencia de lo real se revela el día de la primera entrevista, en una pintura. José Luis dibuja un niño comiendo helado; otro niño sentado; un gato, etc. Y procede a pintarlos. Los empieza a cubrir con "plasticola" marrón oscuro, casi negro. Los cubre más y más hasta tapar todo vestigio de vida en la hoja. El resultado es un empaste que es acompañado de una expresión: "Están todos muertos". Todo rastro de vida es amenazado con la muerte. Verdad del sujeto donde se separan el pedido formal de tratamiento por parte de la madre, como demanda de obturar una falta -que aparece en la vida cotidiana y que no le permite jugar el "como si" que completa- y lo que irrumpe como un llamado del niño desde el horror.
En las sesiones José Luis sigue siempre un mismo ritual: reordena el consultorio siempre en un mismo ritmo y en casi idénticas ceremonias, borrando las diferencias que puedan reavivar sus angustias fóbicas. No hay creatividad en él; repite siempre los mismos juegos y ante el mínimo intento por parte de la analista a introducir la palabra, de plantear una interrogación, contesta siempre: "Ah, no... no empecés con esas cosas... no quiero hablar". Mandato superyoico de obediencia debida que no puede alcanzar el estatuto de demanda del Otro. Lugar del analista... ¿qué lugar? Limitarse a acompañar al sujeto en las repeticiones que, más allá de una producción significante, puedan dar cuenta de su fantasma. Operación en búsqueda de la instalación de la transferencia como camino para la acción de lo simbólico.
Con cautela, José Luis busca cerciorarse de la presencia del Otro. Tal vez un Otro que haga contrapunto al mandato, Otro completado por el SSS pero que llegue a ser, también, lugar del amor. Cesión de goce en la ficción de un Otro que legalice su circulación y permita el reconocimiento de un deseo articulado a una demanda.
Hay un intervalo de dos meses en el que el análisis es interrumpido por la madre con la excusa de las vacaciones. Y luego un llamado de José Luis diciendo que quiere venir. El regreso introduce un sueño de angustia en el que el padre mata a la hermana.
Parapetado en el sueño, el fantasma de "un niño es pegado" puede ser puesto en palabras. La angustia ante un padre torturador puede ser articulada a modo de una demanda al Otro analista. Emergencia del sujeto que se autoriza a hablar en procura de un límite al goce.
Durante varias sesiones trae botellitas: una serie de diez, de colección; y una serie de doce, más pequeñas, que no están en tan buen estado. Fueron de su abuela y las heredó de su madre. Las cuida "porque sino mi mamá me mata". En la familia nadie quiso hacerse cargo de ellas y él las tomó.
Empieza a hablar de la abuela; incluso trae un sueño que la tiene de protagonista. En algún momento dice: "Era igual que vos". A continuación, emocionado, encuentra un parecido entre la analista y su madre, pero calla en el mismo instante en que lo registra. Dice que no puede hablar porque, ya en su casa, su madre \o interroga sobre lo que habló en la sesión.
¿Introducción de la analista en una serie? O, ¿el "igual que vos" que la liga a la madre y la abuela, desde el fantasma, reedita la posición del objeto que obtura la falta del Otro y lo hace consistente, enmudeciendo nuevamente al sujeto? Punto en que la presencia del analista debe jugarse en la negociación deseo - goce.
Los ataques de amor de transferencia que actúa y que irrumpen en la cura, alcanzan un punto culminante: introduce a la analista en su juego, hace como que quiere peinarla y, de repente, toma sus cabellos bruscamente, tira de ellos llevándole la cabeza hacia atrás, al tiempo que con la otra mano dirige la lámpara del escritorio hacia el rostro de ella, apuntándolo y dice: "Ahora, hablá". Es en el término de un instante, pero con toda la dimensión de lo real, haciendo intrusión en la sesión. Lo real del Padre - real vivo en el acto de José Luis - emerge como respuesta a, ¿qué cosa es un padre? Un padre es el padre terrorífico, el padre fuera de la ley que, en tanto identificado con el goce mismo, hace de él una regla de la vida. El superyó, como puro mandato a obedecer, no deja lugar al sujeto; lo enmudece, lo desaloja, aunque sea en el término de un instante. Instante suficiente para actuar al padre torturador del que se hace rehén el analista, en la puesta en juego de lo real.
Cabe aclarar que, en un aprés-coup de la cura, se develó la implicación de los padres en prácticas de tortura en épocas del proceso militar. Pero José Luis sabía esto desde la marca de lo real, en lo que Freud llama "el retorno de lo superado", en "Lo Siniestro".
El superyó aterroriza y construye síntomas eficaces en tanto el sujeto actúa la ley justamente allí donde no la comprende.
El estatuto significante del síntoma se articula como metáfora del inconciente, dibujada en el cuerpo, en la obsesión, en la inhibición, en la fobia. Pero está también ese otro lugar, reservado para el goce, para el "beneficio de la enfermedad" freudiano, para lo que hace resistencia a la cura. Este punto de goce resistente del síntoma es lo que, en Freud, aparece articulado al masoquismo primordial y, en el neurótico es lo que articula síntoma y fantasma. La marca del significante Implica la castración y la consiguiente angustia. Pero, al mismo tiempo, un lugar en el deseo del Otro. Esto es lo que se revela en el fantasma axiomático, inmodificable del neurótico, que otorga su lógica a las formaciones del inconciente y, por lo tanto, al síntoma: "un niño es pegado" que encierra en si mismo: ... "en tanto es pegada es amado".
Lugar de lo real, del goce, en tanto mantiene vivo el castigo que es marca. Pero también posibilidad, en la neurosis, de darle un marco en la estructura del fantasma y un cierto contorno en le transacción del síntoma. Envoltura formal más allá del significante.
Síntoma y fantasma ponen un velo a la angustia de castración y transforman el objeto perdido, el vacío en demanda de amor. Estrategia del neurótico que puede articular significante y goce en tanto inscrito en el campo del Otro. "Vigencia de la ley fálica que le garantiza que el goce está prohibido como goce absoluto.
En los momentos de resistencia en la cura, en los de estancamiento de la dialéctica analítica hace emergencia la relación del sujeto con al objeto. ¿Por qué no insistir, si es así en que allí algo del orden del fantasma, donde está articulada la lógica de las relaciones de cada sujeto con el objeto? Esto abre dos posibilidades a la cura psicoanalítica que, al mismo tiempo, son inmanentes en ella a partir del desarrollo que Lacan hace del objeto c. Por un lado determina la condición del análisis caso por caso en tanto la relación sujeto - objeto, enmarcada en el fantasma, le da su singularidad, lo sustrae de toda serialidad en materia significante. Evita la permutabilidad de un sujeto por otro, de un analizante por otro. Esta peculiaridad del fantasma en cada sujeto es el marco en que cada uno puede negociar el placer con el goce. Más aún, es el único modo de negociación con el goce en la clínica psicoanalítica.
Lo anterior determina la segunda posibilidad para esa clínica que se sustrae así de trabajar solo a nivel del significante, de la novela familiar y de las identificaciones. Se sustrae de limitarse a una clínica del Otro completo.
Llegados a este punto y en la medida en que queda afirmada la determinación, del sujeto por el objeto, sería ingenuo pensar en la clínica del fantasma como clínica sin obstáculos para acceder a éste. Corremos el riesgo de crear otra clínica del Otro completo. Es olvidarnos que el neurótico siente horror, retrocede ante su fantasma en tanto le revela él objeto. Puede negociar con él en la medida que logra revestirlo de Imaginarlo en la relación con el cuerpo, en el síntoma, en el amor de Transferencia... en el acting out.
La escena en que José Luis actúa al padre torturador reveía que la clínica en la que estamos comprometidos no es una clínica sin escollos. Desde el lugar del rehén, el analista -si bien está para recibir la palabra del analizante- no puede eviten recibir también "los sopapos de lo real". Es rehén de la palabra pero también del goce. No sólo paga can las palabras; paga también con su persona y con su ser. Desamparo del analista que, haciendo semblante de objeto, aceptó ser prenda de un saber inconciente pero también de un más allá del Principio del Placer.
*Articulación de un caso clínico presentado en ocasión del Seminario La relación de objeto (y la clínica psicoanalítica) impartido por Graciela Brodsky en la Universidad Francisco Marroquín, Guatemala mayo 1998.