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Tempo psicanalitico

 ISSN 0101-4838 ISSN 2316-6576

Tempo psicanal. vol.55 no.1 Rio de Janeiro jan./jun. 2023

 

ARTIGOS

 

Cuarto de vuelta a la tuerca: trabajo y socialización en Freud

 

Advance a little further: work, market, and socialization in Freud

 

Uma nova reviravolta: trabalho, mercado e socialização em Freud

 

 

Edgar Miguel Juárez-Salazar1*

Universidad Autónoma Metropolitana - México

Endereço para correspondência

 

 


RESUMEN

Pese a las críticas más férreas y actuales por parte de muchas de las disciplinas psi al psicoanálisis insisto en que Freud no está superado. En este artículo intento una aproximación subversiva a la lectura de Freud focalizándola en sus desarrollos respecto del trabajo y la pulsión. Matizando un recorrido puntual por algunos de sus escritos propiamente psicoanalíticos intento rescatar la importancia del concepto de trabajo en la obra de Freud para poder delimitar la necesidad no sólo de un retorno a Freud sino de una lectura económica más allá de la conocida tópica freudiana. Es decir, el concepto de trabajo y de fuerza se encuentran en muchos de los escritos centrales del pensamiento freudiano y por eso es posible hacer una nueva relación entre Freud y Marx. El recorrido por el pensamiento freudiano retoma postulados referentes al trabajo de sueño y de chiste mediante los mecanismos de condensación y desplazamiento y, ulteriormente, recupera la relación entre fuerza y pulsión para poder matizar una respuesta radical desde el pensamiento freudiano a los embates del sistema capitalista. Para esto a lo largo del escrito abordo la noción de socialización a modo de bisagra que permite hilvanar la noción de trabajo en Freud.

Palabras clave: Capitalismo, economía, pulsión, socialización, trabajo.


ABSTRACT

Beyond the strongest and most current criticism from many of the psi disciplines to psychoanalysis, I insist that Freud is not overcome. In this article, I try a subversive approach to Freud's work focusing on his developments regarding work and drive. By clarifying a timely tour of his proper psychoanalytic writings, I tried to rescue the importance of the concept of work in Freud's work in order to delimit the need not only for a return to Freud but for an economic reading beyond the well-known Freudian topic. That is, the concept of work and strength are found in many of the central writings of Freudian thought and that is why it is possible to make a new relationship between Freud and Marx. In this sense, Freudian thought takes up postulates referring to dream and joke, work through the mechanisms of condensation and displacement, and recovers the relationship between force and drive to qualify a radical response from Freudian thought to the onslaught of the capitalist system. For this purpose, across this paper, I try to articulate the notion of socialization as a hinge that allows us to combine with Freud's work concept.

Keywords: Capitalism, drive, economy, socialization, work.


RESUMO

Apesar das críticas mais ferozes e atuais da psicanálise por muitas das disciplinas psi, insisto que Freud não é superado. Neste artigo, tento uma abordagem subversiva da leitura de Freud, concentrando-se em seus desenvolvimentos em relação ao trabalho e à pulsão. Ao qualificar um tour preciso de seus escritos propriamente psicanalíticos, tento resgatar a importância do conceito de trabalho na obra de Freud, a fim de delimitar a necessidade não apenas de um retorno a Freud, mas de uma leitura econômica além do conhecido tema freudiano. Ou seja, o conceito de trabalho e força são encontrados em muitos dos escritos centrais do pensamento freudiano é por isso que é possível estabelecer uma relação entre Freud e Marx. A jornada pelo pensamento freudiano retoma postulados referentes ao trabalho dos sonhos e chiste através dos mecanismos de condensação e deslocamento e, posteriormente, recupera a relação entre força e pulsão, a fim de qualificar uma resposta radical do pensamento freudiano aos embates do sistema capitalista. Para isso, ao longo da redação, trato da noção de socialização como uma dobradiça que nos permite unir a noção de trabalho em Freud.

Palavras-chave: Capitalismo, economia, pulsão, socialização, trabalho.


 

 

A Buenaventura Durruti ¡Carajo!

 

Introducción

Desde hace algún tiempo, quizás como efecto del giro neoliberal abrumador contemporáneo, he comenzado a examinar con mayor detenimiento ciertas cuestiones alrededor de la situación teórica del trabajo y sus alcances en el desarrollo de la vida subjetiva y en particular sobre su relación con las propuestas, subversivas en toda su potencia, del psicoanálisis. Si señalo esto es porque constantemente suele reducirse al psicoanálisis a su práctica clínica o rebajársele a una disciplina psi entre otras tantas. Afortunadamente, hay algunos teóricos que incomodan incisivamente esa reducción acrítica y neutralizadora mostrando incisivamente que el psicoanálisis puede ser un breve giro, un cuarto de vuelta teórico-práctico, y no solamente una práctica que únicamente "pretende ayudar" a resolver conflictos psíquicos.

Existen diversas propuestas críticas que reflejan y cuestionan el contenido político latente del psicoanálisis en su práctica. Tal es el caso del reproche oportuno, aunque cuestionable, señalado por Robert Castel (1980) quien sugiere que el psicoanálisis en algún punto es neutralizador y despliega un contubernio singular con el poder. O, en contra parte, la sugerencia de Ian Parker (2011) cuando expone la manera en que el psicoanálisis le resiste al discurso cognitivo conductual y a la elección de este modelo por las instituciones de salud pública estatales. Y, de igual forma, las precisiones de Hajer (1997) cuando reflexiona sobre la posición del psicoanálisis ante las dinámicas políticas del nazismo, el judaísmo de Freud y la resistencia del psicoanálisis a las disposiciones de los regímenes de poder político. En todos estos casos, el psicoanálisis es presentado como un territorio en disputa y como una teoría generadora de movilizaciones a nivel político.

A lo largo del siguiente artículo, como intento de respuesta belicosa a la determinación del psicoanálisis como disciplina apolítica, esbozo una investigación sobre el concepto de trabajo en la obra de Freud influenciada por la propuesta y la lectura política del inconsciente planteadas por el psicoanalista francés Jacques Lacan. Realizo, en efecto, una revisión del trabajo para pensar algunas de las delimitaciones de la socialización a nivel psíquico. La ruta de la indagatoria de este artículo se esclarece a partir de una revisión de algunos postulados en torno al trabajo exclusivamente en la obra de Freud que deben, sin considerar escapatoria alguna, puntuarse en la bisagra de la teoría de Marx. Es decir, planteando desde Marx, el modo negativo de la relación entre el trabajo, la pulsión, el narcisismo y la ideología. Aunado a esto, echaré mano de algunos interlocutores afines al psicoanálisis para resaltar algunos puntos de la propuesta que pretendo desarrollar en este escrito.

Me interrogo, como punto de arranque, qué hay en la obra de Freud sobre el trabajo, en tanto modalidad de muerte, más allá de una exigencia de respuesta universal a la mera transformación del hombre sino en un claro vínculo con el concepto de pulsión, en particular con la insistencia de la muerte como empuje pulsional y no sólo en tanto Eros. En paralelo, reflexiono entrelineas sobre aquello que dijo el médico vienés para incomodar a la medicina de su tiempo, a su mundo, a sus histéricas y, desde luego, a la humanidad y, por lo cual, su teoría de las pulsiones y la represión se presenta hoy en día tan evidente y lúcida para esclarecer el malestar gozante en la cultura. La exploración del trabajo en la obra freudiana expresa, en consecuencia, una crítica a las lógicas de mediación institucional e incluso a la supresión -abyecta y simplista- de la pulsión de muerte en vías de la perpetuidad de la llamada happycracia que intenta obturar la insistencia negativa de la pulsión y que, en paralelo, produce sentimientos centrados en la propagación del yo y el consumo como modos adecuados de vida que aspiran a tapar el malestar cultural constitutivo (Véase Illouz, 2006 y Cabanas e Illouz, 2019).

Adicionalmente, y como respuesta a lo anterior, resulta urgente encontrar, desde luego con la fuerza de los trabajadores y en las mismas claves del trabajo y el mercado, un recorrido analítico que subvierta la acelerada carrera del capitalismo y la explotación técnica del trabajo. Hoy en día, la lucha mediante el trabajo es indispensable pero poco suele aproximarse a un trabajo teórico-político que detenga la maquinaria de la idealización, el progreso de las sociedades disciplinarias o de la servidumbre voluntaria. Para estas consideraciones es imprescindible plantear al psicoanálisis de Freud como un fenómeno sedicioso más allá de una simple técnica psi centrada de modo unívoco como una terapéutica normalizadora. Marie Langer (1989), en este sentido, señaló oportunamente que "el psicoanálisis, por su trascendencia, por haber desbordado desde hace mucho y casi desde un principio las limitaciones de un mero método terapéutico, más por su evolución y madurez alcanzada actualmente, ha entrado en el campo social y político" (p. 37). Y, en ese tenor, el psicoanálisis no puede ceñirse sólo a una lectura sobre los modos en los que el sujeto debe afrontar su realidad y su malestar sino intentar convertir al psicoanálisis mismo en un medio para poner en evidencia el síntoma social y sus efectos.

Planteo, con todo lo anterior, un cuarto de vuelta en la tuerca teórica realizando una metáfora que explique la posibilidad emancipatoria de la lectura de Freud y sus efectos a nivel social. Lo anterior implica una movilización indómita de la noción de sujeto y su relación con el trabajo. Siguiendo a Jorge Alemán (2019), resulta cardinal en nuestros días replantearse la figura de la emancipación del sujeto laborante pues el capitalismo, como explotación del trabajo y su mercantilización, no es un crimen perfecto. Desde su perspectiva, y en sintonía con este recorrido, "se debe saber localizar qué elementos intervienen en la constitución de la existencia hablante, sexuada y mortal, que se resisten a ser integrados en el circuito de la mercancía" (p. 30). Es por esto por lo que la relectura de Freud desde la noción del trabajo admite elucidar la función central del trabajo en las manifestaciones culturales y políticas del aparato psíquico.

 

Breve exégesis del término trabajo

El término trabajo y su contenido etimológico y conceptual resultan complejos de definir de manera uniforme o completa. La definición de trabajo, según la Real Academia de la Lengua Española, se ubica en el origen del término desde el latín vulgar tripaliāre que significa "torturar" y del latín tardío tripalium que hace referencia a un "instrumento de tortura compuesto de tres maderos". No obstante, la complejidad del concepto me hizo dirigirme al Lexicón de Intraducibles editado por Barbara Cassin (2014) donde, Pascal David elabora la entrada Trabajo y lo distingue en su origen desde el francés Travail y de la versión alemana Arbeit o Werk, matizando que se trata de una "actividad específicamente humana" que puede abordarse desde el sentido de "laborar" de un modo "incluso doloroso"; pero también reflejar un "logro". Incluyendo, además, que el verbo travailler en francés proviene "del griego ponos [πόνος], que designa todos los ejercicios fatigantes, en plural, como en el ejemplo de los trabajos de Hércules".

El autor añade, con puntualidad, que el "uso filosófico" del término es introducido por Hegel en su Fenomenología del Espíritu pues es el pensador alemán quien incluye, desde un sentido "no antropológico" y de forma radical "la expresión 'el trabajo de negatividad' (Arbeit des Negativen)" que representa "lo serio, el dolor y la paciencia". Este sentido es fundamental para el desarrollo que realizaré pues la determinación del trabajo no depende sólo de la fuerza sino de su opuesto irreductible que configura y dispone una dialéctica permanente. En paralelo, el autor da una precisión más y observa que "el Arbeit alemán apunta hacia un área de significado completamente diferente, relacionada con los huérfanos griegos [ὀϱϕανός], el Orbus latino (privado de), el Erbe alemán (herencia), así como Armut (pobreza)" apreciando que "el significado de esta actividad humana no se agota en referencia a su carácter doloroso. Al menos en algunos de sus aspectos, puede verse como el logro, la institución de una obra" (p. 1263).

De esta manera, la definición de trabajo quedaría consignada, cuando menos a partir de estas posiciones etimológicas, en aquello que, además de ser doloroso, fatigante o producto de un castigo, es también una posibilidad revulsiva fundada desde un antagónico (ocio, paciencia) que le daría sostenimiento a una actividad desde la oposición dialéctica en Hegel. Resulta, en efecto, ineludible recurrir también a la condición de logro y privación pues, si el trabajo produce un logro (ganancia) también tiene un punto de privación o pérdida que en la perspectiva psicoanalítica lacaniana resulta esencial pues es la base de la propuesta de Lacan sobre el objeto a desde 1968.

En el caso de Freud, y de forma introductoria, la noción de trabajo va a ser precisada desde diversas lógicas. En principio, el Arbeit responde al trabajo en cuanto tal o propiamente dicho, es decir, en el laborar y esto responde a la forma real del trabajo. En un sentido correlativo, el trabajo (Arbeit) constituye igualmente una exigencia sufriente para el yo que puede ser reelaborada (Durcharbeiten) y que habita en las demandas culturales (Kulturarbeit). En estos casos, el trabajo tiene una dimensión movilizadora que será explorada más detenidamente en el siguiente apartado. Basta con señalar, en este sentido, que el término trabajo resulta fundamental en la perspectiva de Freud debido a que el término es mencionado a lo largo de toda su obra y, frecuentemente, tiene una vinculación directa con menciones económicas. Todo esto alude, inexpugnablemente, a la sutil existencia de una economía política en la obra freudiana que es parte y va más allá de la economía libidinal.

 

Freud y el trabajo o la llave que gira la tuerca

Freud trabajó a contracorriente durante toda su vida; sin proponérselo, quizás en eso radica toda su astucia y vigencia como pensador, sus desarrollos teóricos precisaron una brutal ruptura epistemológica en el pensamiento occidental. Su vuelta de tuerca práctica con las histéricas a partir de una escucha particular y su exilio, al final de su vida quizás, supusieron un desgaste que, en efecto, hicieron de Freud un pensador acontecimental, sísmico e incluso beligerante. El concepto de trabajo en Freud no es tan previsible como se pudiera suponer. Aunque se encuentra presente en diversos escritos, parece no ubicarse como un elemento central de las tesis freudianas, o cuando menos, eso ocurre en un acercamiento somero a su obra. Me centraré en este apartado en tres de los momentos que considero relevantes para retornar a la noción de trabajo (Arbeit) en Freud.

El primero de ellos reside en su célebre Interpretación de los sueños. Si bien este escrito resulta pionero, visionario y radical en torno al sentido de las formaciones oníricas y del psicoanálisis mismo, es allí donde Freud se permite justificar y demarcar la importancia de dos mecanismos de carácter lingüístico en los sueños; a saber, la condensación (Verdichtungsarbeit) y el desplazamiento (Verschiebungsarbeit). Ambos procesos psíquicos, además de puntualizarse como trabajo son también la manera por la cual un sueño sólo puede interpretarse pensando desde los cambios, los giros, los conglomerados, la sobredeterminación y los desplazamientos elaborados desde el lenguaje, es decir, un sueño es un trabajo lingüístico del inconsciente.

Freud (1900), en el apartado VI sobre el Trabajo de sueño (Traumarbeit) precisa que en la interpretación del sueño hay, en estricto sentido, una "cuota de condensación" de carácter "indeterminable" (p. 287). De este modo, el sueño al condensarse envuelve una parcialidad, un sentido que se le otorga al sueño pero que, en paralelo, puede contener otro(s) sentido(s) más. La cuota onírica es un recorte que se paga en el momento de interpretar el sueño y también cuando el soñante trabaja mientras sueña. Esto hace sin duda pensar en el sueño como algo completamente diferente del dormir en el sentido de la necesidad biológica: se trabaja incluso cuando se duerme.

Páginas más adelante, el mismo Freud (1900) escribe que en "la formación del sueño" se "reelabora (Durcharbeiten)" una "cadena de pensamientos que parecen situarse fuera de la trama de la formación del sueño" (p. 288).2 Esta conglomeración de sentidos tiene, en su trabajo de condensación de múltiples posibilidades, lo que Freud define como "sobredeterminación" del un sueño (p. 290). De este modo, si el sueño se encuentra sobrecargado de sentidos, se trata de una acumulación onírica, si se me permite el término, la cual sólo puede ser producida por el trabajo del inconsciente y, desde luego, por el arte de la interpretación del sueño de quien lo analiza en la elaboración secundaria (Sekundáre Bearbeitung). En cierta medida, toda elaboración psíquica (Psychische Verarbeitung) será precisada en términos de actividad y fuerza de trabajo.

Ahora bien, la sobredeterminación, como concepto, y haciendo una breve digresión, fundamenta una posibilidad de compresión de los modos de ejercicio de antagonismo político y socialización por parte de las superestructuras sociales (jurídico-política, ideológica y económica) como lo señalara oportunamente Althusser (1967) utilizando el concepto freudiano en cuestión. Para el pensador francés, la contradicción esencial marxista entre explotados y explotadores, la lucha de clases, no puede ceñirse únicamente a la producción o al sentido economicista pues éste determina "en última instancia". Por el contrario, la "contradicción" está "sobredeterminada" por el efecto de una "acumulación de contradicciones eficaces" (pp. 92-93). Éstas residen en las producciones ideológicas, los modos de organización política y en las costumbres de los pueblos. En otras palabras, la acumulación de sentidos en la vida política como en los sueños parecen establecerse como directrices de la ordenación de la vida humana gracias al trabajo fundado en la contradicción.

Volviendo a Freud (1900), el trabajo de desplazamiento muestra, en paralelo, que "el sueño está diversamente centrado" y esto permite señalar que dentro del sueño hay "contenidos desplazados (descentrados)" (p. 311). Si hay una estructura de los pensamientos oníricos hay también una opción por el descentramiento, por el significado ínfimo del sueño que, paradójicamente, contiene la significación más reprimida del mismo. Es en esas "nuevas valencias" donde "la vía de la sobredeterminación" le otorga un "poder psíquico" a la "exteriorización" del sueño mediante el "trabajo onírico". Esto, desde luego, precisa entonces un trabajo de desplazamiento que permite, a contrapelo, oponerse a la determinación de la consciencia y ubicar el pequeño desfase, utilizando el sentido ideado por Žižek (2011), en donde hay un "elemento" de "inseguridad" e incluso de "azar" mediante el cual un sueño cobra muchísima más fuerza en la consciencia (p. 29).

Esto también puede recordar la conocida tesis de Lenin (1902) sobre el eslabón más débil de la cadena en su ¿Qué hacer? Pues es precisamente mediante ese eslaboncito que la cadena de contradicciones, en un sentido político, puede romperse, pero, indiscutiblemente, ese pequeño eslabón establece la condición total de la cadena. Esta relación fue recuperada por Althusser (1967) en el texto referido párrafos antes añadiendo que "una cadena vale lo que vale su eslabón más débil" (p. 76). De suerte que el contenido desplazado en el sueño fundamentaría el contenido clave de toda la cadena onírica y, funcionaría, en el mundo social, como ese elemento descentrado del núcleo político y organizativo. En otras palabras, el trabajo de desplazamiento pone en evidencia el desfase de un contenido que, a la postre, resulta el componente central para descifrar cierta organicidad del contenido manifiesto del sueño y que parece funcionar análogamente desde la perspectiva del antagonismo político.

En palabras de Freud (1900), "el desplazamiento y la condensación oníricos son los dos maestros artesanos a cuya actividad podemos atribuir principalmente la configuración del sueño" (p. 313). Es mediante el trabajo como el sueño manifiesta su configuración y la verdad del inconsciente. Es el trabajo artesanal de ambos mecanismos lo que asiente, durante la vida fuera de la vigilia, que el inconsciente siga trabajando. Lo mismo podría plantearse en los procesos diurnos donde el inconsciente asalta, con su trabajo, la organicidad de la vida consciente. Hablamos en particular del trabajo del inconsciente en la vida cotidiana como lo manifestara Freud (1901) desde la formación de desplazamiento en el olvido de los nombres propios y, en el mismo tenor, en el trabajo de chiste (Witzarbeit) que Freud (1905) escudriñara en su escrito El chiste y su relación con lo inconsciente.

A manera de anclaje de mis planteamientos, recurro a Samo Tomšič (2015) cuando refiere que en "Freud los procesos inconscientes son una forma específica de trabajo" en donde "la condensación y el desplazamiento no son sólo automatismos"; por el contrario, exigen que "el sujeto trabaje" y, por tanto, su "fuerza de trabajo" vivo es también inconsciente. Desde este punto, tanto "Freud como Marx", gracias a la administración y producción de la fuerza de trabajo, "utilizarían el mismo aparato conceptual" (p. 26). Esta situación me permite especular, más allá de una conjunción forzada entre psicoanálisis y marxismo, que el psicoanálisis de los primeros años de Freud planteaba ya una insistencia por el trabajo del sujeto como talante y perpetuador de una dinámica de intercambio que puede ubicarse adelante de la condición vitalista o biologicista del sujeto en la organización de un psiquismo fundado en la fuerza de trabajo vivo y su transformación en trabajo muerto.

La posición que pretendo elaborar en este punto no es la amalgama sino la homología entre el marxismo y el psicoanálisis de Freud en estricto sentido (Cfr. Reich, 1971 y Marcuse, 1983). El interés radica en mostrar cómo Freud ubica, desde luego de modo similar a Marx, el sesgo constitutivo de la vida humana a partir de los modos de ganancia y de perdida provistos por la noción de trabajo. Esta dimensión nos separa puntualmente de la lectura de acoplamiento o de hilvanación sugerida por el freudomarxismo (Véase Pavón-Cuéllar, 2017a). En consecuencia, la perspectiva de Freud se entrelaza de forma semejante a los análisis de la sociedad, las mercancías y el capitalismo planteados por Marx. El inconsciente y la mercancía sólo pueden ser probados por sus valores de uso y de cambio lo que les otorga una categoría ética y no exclusivamente óntica.

En este sentido, Marx desarrolla una lectura pre-estructural que determina a las mercancías -incluido al obrero- por su intercambio y en las dimensiones de una exigencia práctica y demandante para los sujetos. Marx (1867) observó, en El Capital, cómo "el capitalista compra la fuerza de trabajo"; es decir el trabajo "vivo" del obrero, para convertirlo en "objetos muertos" (p. 117). El trabajo en su función concreta deviene en circulación abstracta por las determinaciones de los procesos de transformación de la fuerza de trabajo en una estructura social. En el caso de Freud, el trabajo pulsional de lo inconsciente es movilizado por la consciencia gracias a la represión en un sentido estrictamente social y práctico. Lacan (1968) leyó atinadamente esta longitud teórica y logró, en sus propias palabras, afinar cómo la libido, en el pensamiento freudiano, circula entre objetos para generar un "aparato regulador del inconsciente en la medida en que gobierna una economía radical" (p. 179).

En esta dimensión de la economía libidinal, Lacan (1968) realiza un trabajo sustancial y transforma la lectura "energética" de Freud a los términos de la "economía política" y con ello introduce la estructura que ordena el trabajo en el designio del discurso del amo (p. 30). En otras palabras, la fuerza de trabajo pulsional es reprimida para circular como valor de cambio generando excedente, un plus-de-jouissance. Es por ello por lo que, si el inconsciente es la política, como afirma Lacan (1966), entonces obedece a la estructura del amo capitalista que organiza y dispone las demandas del sistema simbólico de la cultura. El paso de Lacan, en este sentido, debe leerse como una lectura de la homología Marx-Freud más allá de la reducción a la manifestación del objeto a.

Sin embargo, me he centrado únicamente en los trabajos de la obra freudiana pues considero importante ahondar en dos cuestiones trascendentales en este sentido. La primera, que la obra de Freud, desde sus orígenes, tenía también una impronta política y no sólo en sus obras de cortesocial y, en una segunda y correlativa cuestión, porque es en el sueño, como vía regia de acceso al inconsciente, en donde se ubica la distancia más próxima a la articulación del deseo, su insistencia, su excedente y la realización de aquello que es obturado y reprimido por la consciencia. Siguiendo a Rozitchner (2013), "el sueño sólo trata de compensar la relación defectuosa con la realidad; por eso, y porque no lo consigue, es patológico. Entonces es evidente: si Freud habla del sueño es porque quiere analizar las modalidades normales de alejamiento y encubrimiento de la realidad, de una falsa acción que no revela" (p. 37).

Quizás, más que una compensación, se trate del mismo nivel de movilización del deseo en donde Freud, desde una falla del control consciente y en la misma clave discursiva, muestra una verdad que no es aceptada en la consciencia sino mercantilizada en ella. Con esto, me permito aproximar que, además del resto de las formaciones del inconsciente como los lapsus, los chistes y el síntoma, es en el sueño donde se vehiculiza un cuarto de vuelta a las disposiciones normalizadas y fantasiosas de la realidad racional de la consciencia.

Me limito, en este punto, simplemente a referir que el concepto de trabajo también es abordado amplia y posteriormente por Freud (1927) en El porvenir de una ilusión. Por cuestiones de espacio y de alcance de esta indagatoria me contento con describir que la condición social del trabajo está puesta en juego por Freud mediante la "renuncia de lo pulsional"; señalando que "toda cultura descansa en la compulsión al trabajo" (p. 10). Y, en cuanto al dominio de las masas, el médico vienés puntúa que "las prestaciones de trabajo y las abstinencias" consienten "la pervivencia de la cultura exige" (p. 7). El trabajo regulado y socializado es aquí un motor cultural de la renuncia al esfuerzo de la pulsión y, en paralelo, un modo en el que la cultura humana subsiste tejiendo los diques represivos al empuje pulsional como la figura del ideal y su organización a nivel social. La renuncia a lo pulsional se convierte en un talante de materialización y causación del psiquismo humano por la vía pulsional y en la clave de la oposición de fuerzas conscientes e inconscientes. Es en el trabajo y en el esfuerzo en donde se cristaliza la vida psíquica del sujeto como una respuesta a las más duras exigencias de la cultura.

En este plano, Pavón-Cuéllar (2017b) encuentra un clivaje importante entre el psiquismo pensado por Marx y la elaboración freudiana. Para el autor, siguiendo una perspectiva material-monista, "si la psicología marxista existe en la materialidad industrial y económica, la psicología freudiana reside en la materia corporal-somática. En ambos casos, la psique se asimila a su determinación material" (p. 37). De tal suerte que la pulsión en el avance de los postulados freudianos es más que un simple concepto psicoanalítico sino un término de corte económico-político. En la vida pulsional no sólo estriban las condiciones fronterizas por las cuales lo psíquico y lo somático convergen, por el contrario, es gracias a la pulsión que el psiquismo deviene material ya que opera como una producción y no como un mero contenido ideal en la consciencia.

A esto se refiere, considero, Jorge Alemán (2001) cuando realiza una apología de la pulsión como el único elemento no deconstruible del psicoanálisis. Es gracias a la pulsión que la vida anímica no queda completamente domeñada por los constructos y limitantes del yo; por el contrario, el yo es sólo uno de los efectos del trabajo inconsciente si se sigue al pie de la letra el principio fundamental del yo enunciado por Freud (1932) en su Conferencia 31: "donde Ello era, Yo debo advenir" (Wo Es war, soll Ich werden) y, en palabras consecutivas del mismo Freud, esto "es un trabajo de cultura" (p. 74). Evidentemente, el trabajo de la cultura tiene algunas otras tretas para sostener las exigencias culturales como la formación del superyó, la identificación imaginaria-simbólica y, de facto, el narcisismo de las pequeñas diferencias.

En el Malestar en la cultura, Freud (1930) apunta también algunas consideraciones del trabajo en las cuales me detendré brevemente. Por principio, Freud aproxima que la "sublimación de las pulsiones presta su auxilio […] sobre todo cuando uno se las arregla para elevar suficientemente la ganancia de placer que proviene de las fuentes de un trabajo psíquico e intelectual" (p. 79). Al igual que otras formaciones defensivas de la consciencia, la sublimación, como destino pulsional, es una condición de respuesta al embate de la fuerza pulsional y del trabajo de la pulsión más específicamente que tiende a la reelaboración de los destinos pulsionales. El trabajo, además, es moneda de cambio que reditúa en trabajo cultural. El malestar en la cultura resulta una especie de elección forzada pues el sujeto es ingresado a la cultura pagando cierta cuota de inmolación pulsional en medio de esfuerzo y trabajo, respondiendo a una deuda a nivel del deseo que ha quedado ya establecida.

Para ese entonces, Freud había tejido ya un sólido desarrollo conceptual y metapsicológico sobre las pulsiones, pero lo verdaderamente singular es la insistencia freudiana por la ganancia de placer que, desde luego, no puede sólo conseguirse por vía de la pulsión siempre sublimada. Como mi interés radica, entre otras cosas, en fundamentar que desde sus primeros trabajos Freud plantea lo inconsciente en términos de trabajo me permitiré regresar poco más de veinticinco años atrás y hacer una lectura laboral de la pulsión.

 

Freud y la pulsión o la fuerza que mueve la llave

En el segundo de sus Tres ensayos de teoría sexual, Freud (1905) comienza a desarrollar su concepción de las pulsiones parciales. Podría decirse incluso que este ensayo constituye una exploración preliminar sobre la pulsión vinculada al trabajo en sí misma pues señala cómo "la naturaleza de las pulsiones" deben "de considerarse sólo como una medida de exigencia de trabajo para la vida anímica" (p. 153). Adicionalmente, Freud inscribe una "relación" entre las "fuentes somáticas" y las "metas" de las pulsiones. Esto conlleva pensar en la condición fronteriza de la pulsión y, en paralelo, en una delimitación en el carácter excitatorio de la misma. Es decir, la pulsión deviene como un exceso de trabajo a partir de la exigencia de este. Es oportuno recordar que, para Paul-Laurent Assoun (2002), resulta imprescindible elucidar que "la pulsión es el concepto fundamental del psicoanálisis" y, siguiendo a Freud observa, "la teoría pulsional" como "la mitología del psicoanálisis" pues es "presentada como originaria" (p. 55). La pulsión es, inexpugnablemente, el núcleo problemático del inconsciente pues es un momento originario de sus procesos económico-culturales.

Para Samo Tomšič (2019), "en Freud, el concepto de pulsión describe una fuerza constante dotada de vida propia. Freud habló de Triebleben, la vida pulsional, que no siempre tiene en cuenta las tendencias de preservación de la vida del organismo" y, de igual forma, "también habló de Triebschicksale, destinos de pulsión argumentando que no hay pulsión sin o más allá de su meta" (p. 68). La pulsión es, desde esta perspectiva, algo más que un impulso centrado en una zona erógena; se trata, por el contrario, de una posición económico-política de la pulsión pues el recorrido freudiano, centrado en el trabajo y en la exterioridad, fundamenta la meta de la pulsión como un mecanismo de relación política con el otro y no simplemente algo que habita en el sujeto. Es por eso por lo que el concepto pulsión puede releerse, al pie de la letra, como una frontera política que permite establecer, desde el excedente producido por el trabajo pulsional, una posibilidad de ser en el mundo político y cultural.

Freud (1915) retoma esta categoría de exigencia de trabajo en su escrito sobre Pulsiones y destinos de pulsión señalando, nuevamente, la condición de la fuerza (Drang) de la pulsión que admite, en el mismo sentido, su represión (Verdrängung). En otras palabras, la literalidad del texto freudiano se aproxima a un camino de ida y vuelta entre lo psíquico y lo somático, pero no como dos condiciones separadas sino contradictorias y dialécticas. La "exigencia de trabajo" es, para Freud en este escrito, una "imposición a lo anímico a consecuencia de su trabazón con lo corporal" (p. 117). La exigencia del trabajo de la pulsión debe leerse en los límites de un esfuerzo constante (y libidinal) que, como en los sueños, el síntoma, los chistes y los lapsus, comprometen la corporalidad y el psiquismo a través de una imposición de trabajo que se produce desde lo inconsciente. Por esa razón, desde mi punto de vista, Freud habla de formaciones de compromiso-contrato en el inconsciente.

Otra característica importante para esta condición debe descifrarse, desde el Más allá del principio del placer, en la insistencia de Freud (1920) en torno a la pulsión de muerte que subsiste como "pulsión yoica" susceptible de una "compulsión a la repetición" (p. 43). Es el trabajo de la consciencia, en su esfuerzo de desalojo de la pulsión, quien conduce una repetición que goza de su ser para la muerte. Aunque Freud hace referencia a los modos en que el sujeto subsiste y muere en un sistema económico, esto plantea que, en el mismo momento, el sujeto es presa de la utilidad de su trabajo distribuido y administrado, cuando menos en el capitalismo, como trabajo muerto. La renuncia pulsional que conmina al sujeto hacia la pulsión de muerte es, sin duda alguna, una renuncia que garantiza la formación de una dimisión a un modo natural de vida laboral para ingresar a un mercado de trabajo. Esta resignación permite administrar el excedente pulsional para canalizarlo, por vía de la cultura, a una distribución no sólo de las riquezas como en el pensamiento económico clásico de Adam Smith sino de la subjetividad político-económica que habita desde el trabajo muerto y en el deseo como negatividad.3

Siguiendo nuevamente a Tomšič (2012), "Freud debe tomarse de forma literal, esto es, lógicamente, y no analógicamente" ya que en la obra freudiana es posible rastrear un "aspecto productivo del inconsciente" pues "el psicoanálisis comenzó con el descubrimiento no de cualquier tipo de inconsciente sino precisamente del inconsciente capitalista" (p. 99). Esta afirmación elabora una aproximación sintomática del inconsciente en tanto un producto que estriba en las exigencias del trabajo del inconsciente mediante sus formaciones. Esto va en paralelo de una lectura histórica del descubrimiento del psicoanálisis y dibuja la clave del excedente de trabajo inconsciente como la condición pulsional que resiste a la administración positiva de la consciencia.

Si bien, como afirma Stavrakakis (2020), "las ideas psicoanalíticas comenzaron a influir en la teorización de los fenómenos sociales y políticos" (p. 7), es gracias a los desarrollos freudianos respecto de la argumentación sobre las masas (Freud, 1921) que resulta viable que una lectura freudiana del trabajo no exija sólo una revisión de los trazados políticos en la obra de Freud sino una pormenorización de los alcances de la resistencia pulsional y sintomática del inconsciente en la vida socio-política. Lo que es posible rastrear en esta ojeada económico-política de Freud es un inconsciente centrado no sólo en la fuerza de sus formaciones sino en el establecimiento de un campo (ground) de batalla ontológico en donde el inconsciente no es más un terreno oscuro y difuso. Por el contrario, el inconsciente opera en las mismas notaciones visibles de las dinámicas económicas, políticas y discursivas de la consciencia y de su administración, por medio de las renuncias pulsionales, por parte de la estructura capitalista y su mercado económico de intercambio.

La relación entre pulsión de vida y pulsión de muerte es entonces un proceso dialéctico y no sólo antagónico por el cual el sujeto insiste en un modo de socialización particular manejado desde el principio de realidad en oposición (dialéctica) al principio del placer. La iniciativa freudiana de esta dualidad permite, cuando menos en un más allá, constreñir que el malestar de la vida del sujeto no depende solo del trabajo sino de la insistencia reiterativa y retroactiva de la explotación de este mediante un mercado de valores que reconoce una socialización del yo que no se centra sólo en el placer sino también en los procesos en que la pulsión es sublimada o apuntalada. Sin embargo, como escribe Freud (1920), "la pulsión reprimida nunca cesa de aspirar a su satisfacción plena, que consistiría en la repetición de una vivencia primaria de satisfacción" (p. 42).

Para Pérez Soto (1996), "el deseo, como indeterminado inmediato, y la pulsión, como dinamismo organizador de las significaciones, dicen, de otra manera, el enriquecimiento progresivo de la necesidad, que es motor y ser de lo humano" (p. 401). De suerte que la insistencia del deseo y la pulsión, aunado a los mecanismos de sublimación y represión, permiten el establecimiento de un sistema determinado de socialización en el cual no sólo la renuncia pulsional sino también la compulsión a la repetición enlaza una posibilidad de realización de la vida anímica cultural. Es imposible, desde luego, centrarse exclusivamente en la condición ideológica de las producciones de la consciencia de los sujetos sin tomar en cuenta que la pulsión va a poner en jaque dichos establecimientos ya que esa sección del aparato psíquico cuenta una visión no sólo fantasmática sino también parcial de toda la vida subjetiva y sus avatares culturales. Conviene recordar que el proceso civilizatorio se funda, siguiendo el mito freudiano de la horda primitiva, en la culpa como elemento socializador (Freud, 1912). Como remarcan Dostaler y Maris (2009), "el hombre ha sido reprimido desde la primera infancia, y el crecimiento de la civilización, desde la horda primitiva hasta la sociedad actual, lleva consigo la culpa. El ser humano reprime su pulsión de muerte, con la promesa de satisfacerla más tarde, de manera amplificada" (p. 35).

Lo que suele olvidarse en el relato del clan, además del retorno de la pulsión de muerte, es que los hermanos que se oponen y matan al padre pues trabajaron en contra de la castración, lucharon en oposición a un deseo del padre obteniendo precisamente un malestar liberador, pero igualmente opresivo mediante una violencia fundamental que parte de los modos de organización social. Como observa Orozco Guzmán (2016), "Freud proyecta hacia un mítico origen cargado de violencia una condición ideológica de la división de clases" (p. 128). De tal forma que la familia, como organizador social, está impregnada también de características antagónicas que son precisamente de carácter político y cultural. El trabajo humano es un mecanismo socializador que opera en el campo de un mercado de intercambios simbólicos y sociales donde el imperativo de socialización estriba en los límites de la explotación del hombre por el hombre y en la fundamentación social y cultural del malestar psíquico producido por esa lucha.

A partir de la pulsión de muerte que habita en todo deseo del sujeto, Marie Langer (1971) plantea oportunamente que Freud "define analíticamente al sistema capitalista como basado en el amor humano a la agresión, usufructuado por los dueños de los medios de producción" (p. 324). Tanto Freud como Marx sabían claramente que una sociedad no subsiste únicamente por el afán hacia la consecución de la felicidad. Su no superabilidad teórica y práctica como pensadores negativos se puede precisar en el hecho de que ambos lograron encontrar el sesgo de la organización política y social; Freud gracias al trabajo indeterminado de la pulsión y Marx encontrando la diferencia ambivalente de la plusvalía. Esto último sólo puede instalarse mediante la noción de un mercado simbólico en el cual se intercambian las mercancías producto del trabajo socializado en Marx y las pulsiones fijadas a un objeto y una meta igualmente sociales. Al igual que las mercancías, la pulsión también involucra una movilización que depende de la coyuntura de un campo social y cultural que lo delimite. Es por esto por lo que toda socialización dependerá de las claves del mercado y la socialización de las mercancías en donde opera la movilización, la explotación y la lucha de clases.

Me acercaré, por lo anterior, un momento al pensamiento de Marx (1867) en este punto. Para el pensador de Tréveris, en la sección tercera de El Capital, "el trabajo es, en primer término, un proceso entre la naturaleza y el hombre, proceso que éste realiza, regula y controla mediante su propia acción, su intercambio de materias con la naturaleza" (p. 130). Aunque el concepto de trabajo es más amplio en el pensamiento marxiano, y sufre algunas reelaboraciones ulteriores, resulta importante hablar de la cuestión del trabajo como proceso social. Marx afina la noción de la producción de mercancías a través de los procesos de valoración y circulación de estas. En otras palabras, para Marx es innegable que la realización humana depende del trabajo y no de la consciencia alienada solamente. Es el arte del trabajo el que es explotado y movilizado por el capitalismo para poder extraer, desde los modos de circulación social de las mercancías y desde la elaboración de técnicas normalizadoras del trabajo, una ganancia.

Freud, en paralelo, utiliza la misma referencia a la ganancia mediante la renuncia a la pulsión. La pérdida pulsional y de fuerza de trabajo, desde luego, generan un excedente mercantilizado y socializado, pero también configuran un mercado de circulación pulsional que garantiza la supervivencia de un sistema económico y, en concordancia, de un sistema psíquico fundamentado en el antagonismo. Sin embargo, como delimita Slavoj Žižek (2012), "ni Marx ni Freud son realmente capaces de pensar el antagonismo: en última instancia, ambos lo reducen a una característica de la realidad (social o psíquica), incapaces de articularla como constitutiva de la realidad misma, como la imposibilidad alrededor de la cual la realidad se construye" y, partiendo de esta lógica, "el único pensamiento capaz de hacer esto llegará después, y se apoya en la lógica diferencial del 'estructuralismo'" (pp. 214-215).

Aunque son conocidas las críticas de Freud al socialismo, lo cierto es que su pensamiento se encontraba muy próximo a Marx y, desde mi punto de vista, ambos coinciden, más allá de un economicismo ingenuo, en la poca esperanza que podría traer el progreso mediante un sistema económico como el capitalista. Además, en palabras de Raúl Páramo-Ortega (2013), "tanto Freud como Marx, revolucionarios, rebeldes teóricos, no caían en fáciles optimismos" (p. 345). Si el trabajo humano es producto del hombre y transforma la naturaleza, Marx y Freud coinciden entonces en que el reinado de la consciencia es una ilusión alienada producto del desarrollo económico, la fetichización de las mercancías y la astucia del mercado capitalista. Y, yendo más allá, ambos conocían las penurias que arrastraría la humanidad en un mundo centrado en el intercambio fetichizado de mercancías o en el solipsismo de los efectos narcisistas del yo en tanto ilusión de consciencia totalitaria.

Retomando lo anterior, y como último punto del recorrido sobre el trabajo de la pulsión, debo necesariamente hacer una pausa para intentar aproximarme a la relación entre pulsión y narcisismo. Es conocida la distinción trazada por Freud (1914a) entre narcisismo primario, centrado en el niño como objeto propio de amor y ajustado en una sexualidad primigenia por decirlo de alguna manera, y otro secundario focalizado en los objetos y en el yo como objeto mismo. No obstante, Freud apunta que la "elaboración psíquica presta un extraordinario servicio al desvío interno de excitaciones no susceptibles de descarga directa al exterior, o bien cuya descarga directa sería indeseable por el momento" (p. 82). El narcisismo, en consecuencia, es la muestra irreductible de la dirección de la economía libidinal y la instauración del régimen de circulación pulsional diferencial destinada a libidinizar objetos mercancía específicos en el mundo capitalista.

Esta labor psíquica es fundamental para afirmar que todo ese esfuerzo se concentra en la evitación de la descarga total de la libido hacia algún objeto exterior. Sin embargo, falla en su intento pues esta desviación, en el narcisismo secundario, es susceptible de apuntalamiento. Este desplazamiento de la libido hacia el yo como objeto, en el narcisismo es, en palabras del mismo Freud (1914a) una especie de "reconocimiento" por el cual "enfermedad, muerte y renuncia al goce"4 se precisan remitiendo a una bedrängen, a saber, "las fuerzas que mueven los procesos" de la realidad (p. 88). En este sentido, el narcisismo secundario constriñe una relación fundamental con la realidad y sus procesos. No es una casualidad que el capitalismo contemporáneo ubique de forma precisa estas renuncias a gozar para capitalizarlas y movilizar, mediante los más variados objetos, la ilusión narcisista de la diferencia ante el otro que, no obstante, como refiere Igor Carusso (1979), muestra "el hecho de que el yo, por cuanto es caracterizado por el amor a sí mismo en lugar del mundo exterior en el caso del narcisismo secundario, es un yo débil y amenazado" (p. 39).

Esto, sin duda, da cabida a una reflexión política desde Freud pues, más allá del acto de civilización potenciado por el narcisismo secundario, existe una insistencia por la dominación de los objetos y la acumulación de estos. De suerte que el sujeto narcisista no admite ninguna pérdida, por el contrario, asume sólo el lugar de una ganancia, aunque ésta amenace su seguridad. El ideal del yo reside justamente en ese esfuerzo cultural por evitar la renuncia idealizando los apuntalamientos del otro semejante ¿No es este un reflejo de la conducta cognitivizada, pueril y reproductiva del individualismo mercantilizado como burda socialización en el mundo actual?

En paralelo, la Introducción del narcisismo de Freud, según Pavón-Cuéllar (2015), puede y debe leerse desde "tres momentos lógicos de la psicología narcisista" que "pueden resumirse diciendo que el individuo se ama tanto (primer momento) que termina sobreestimándose a sí mismo (segundo momento) hasta el punto de interesarse tan sólo en sí mismo (tercer momento)" (p. 232). La ordenación del esfuerzo por contener las pulsiones sexuales (narcisismo primario) y de objeto (narcisismo secundario) son modos en los que el trabajo produce, desde la exterioridad, destinos paradójicos para la realidad anímica del sujeto. Para considerar a la fuerza del narcisismo en la vida cotidiana como un medio de recreación de la ideología dominante es indispensable considerar que los efectos de este narcisismo intentan, a toda costa, hacer del yo la instancia par excellence que domina al sujeto. Toda su renuncia a los medios de la pulsión hace de su trabajo un elemento fundamental del yo que, al igual que cualquier otra mercancía, se moviliza gracias a un mercado laboral. Socializar, hoy en día, no es otra cosa que alimentar y acumular en las fauces del reinado del yo y su narcisismo.

Pero antes de acrecentar los esfuerzos en analizar el narcisismo secundario es imprescindible enunciar que en el narcisismo primario existe un elemento trascendental, a saber, el vínculo entre pulsión y sexualidad que desde luego es importante pues cualquier intento por domeñar, educar o encauzar la fuerza de la pulsión es imposible de facto. Freud detectaba esto desde sus primeros desarrollos conceptuales, inclusive, en la Carta 52 a su colega Fließ, Freud (1986) escribe: "toda la educación trabaja en el sentido de no despertar excitación sexual somática sino de trocar en estímulos psíquicos todas las excitaciones que pudieran despertarla, o sea, de dirigir enteramente al grupo sexual psíquico la senda punteada desde el objeto sexual" (p. 102). De este modo, el trabajo es una fuerza que hace operar a la pulsión, pero el trabajo exterior es también un limitante político sobre la pulsión y su vínculo con la sexualidad y los objetos. La diferencia sexual, en palabras de Frida Saal (1998), registra una condición "irreductible" que "organiza el deseo y abre un camino para la producción de la cultura (Kulturarbeit)" (p. 16).

En este sentido, según Alenka Zupančič (2013a), "la sexualidad humana 'normal' y 'sana' es, entonces, una naturalización paradójica y artificial de las pulsiones originariamente des-naturalizada" (p. 54). Es de esta manera que la sexualidad y el trabajo pulsional conducen a pensar en una sexualidad alejada de su meta última reproductiva para dar lugar a un círculo pulsional dialéctico por el cual el sujeto vive una sexualidad politizada desde su origen cultural. La diferencia anatómica de los sexos no es sino una diferencia que tiene que confrontarse con el trabajo pulsional irresoluble en cuanto a su meta. En palabras de Zupančič (2013b), "las pulsiones existen fragmentadas, de manera parcial, sin meta e independientes de su objeto desde un inicio" y, por esta condición, "la desviación de las pulsiones es una desviación constitutiva" (p. 21). Desde mi perspectiva, no se trata de una pulsión movilizada sólo por la libido sino de un esfuerzo de trabajo por dar una salida al empuje pulsional y devenir en un apuntalamiento; una desviación, utilizando las palabras de la autora, que dibuja una resistencia a los modos de control sobre las pulsiones. Pulsión y deseo establecen, con esto, una negatividad política y cultural en las claves del trabajo cultural (Kulturarbeit) que resisten a las formas políticas e institucionales de regulación de las pulsiones.

Finalizo este apartado recurriendo a una referencia crítica a Freud que me parece imprescindible para afrontar los contenidos del trabajo de la representación de la pulsión. Para Voloshinov (1976), un punto crítico al freudismo estriba en que "el 'contenido de la psique', un contenido que consiste en pensamientos, deseos, sueños, etc." es "ideológico de principio a fin; desde los pensamientos más vagos y los deseos más oscuros e inciertos hasta los sistemas filosóficos y las instituciones políticas complejas, tenemos una serie continua de ideologías y, por lo tanto, también fenómenos sociológicos" (p. 24). Si el trabajo de condensación y desplazamiento moviliza las representaciones de la pulsión mediante el lenguaje entonces, en paralelo, las representaciones de la pulsión y la configuración del inconsciente estarían también matizadas por contenidos ideológicos. Con esto se fundamenta, sin duda alguna, que el trabajo pulsional se vincula ideológicamente con los desplegados del mundo político. La vida anímica, en este sentido, sería trastocada por las disposiciones ideológicas que transforman su contenido y las disposiciones positivas en las que se establece el principio de realidad.

 

Un cuarto de vuelta. Apología de la pulsión a modo de cierre

La idea de cuarto de vuelta la he tomado prestada de un guiño, un espasmo, un no decir diciendo de Lacan (1972) al presentar el discurso del capitalismo en Milán. El psicoanalista francés llega un cuarto de hora antes a su conferencia, lo hace a propósito para escribir su matema en la pizarra. Las manecillas en un reloj giran como una revolución de 360º en el cigüeñal de un motor de combustión interna. Comienzan en punto de las 12 horas para llegar al mismo punto transcurridos sesenta minutos. Una revolución consiste básicamente en eso. Sin embargo, un cuarto de vuelta implica un pequeño giro sin lograr llegar al mismo punto sólo moviliza una parcialidad para evidenciar una diferencia irresoluble. Lacan sabía perfectamente que las revoluciones llevaban precisamente al mismo punto en función del saber. Por el contrario, una subversión, un cuarto de vuelta, implica un giro que descentra las coordenadas del saber en el mismo territorio que las Revoluciones con R mayúscula como apunta Lacan (1968, p. 218).

Pero la cuestión de la subversión, del cuarto de vuelta, no puede ser una especie de metadiscurso, una astucia de los cambios de significación y mucho menos una condición de autonomía. Si algo ha logrado el psicoanálisis y su trabajo es mostrar que las claves de las subversiones tienen el mismo código que las grandes proezas del quehacer humano y su progreso. La noción de trabajo que traté de hilvanar desde diversos conceptos producidos por el psicoanálisis de Freud pretende ubicar la potencia de la fuerza de trabajo de la pulsión como un elemento que resiste, de modo negativo y apuntando a lo imposible, a los embates de la ordenanza del sistema económico capitalista, de sus imperativos institucionales por la socialización y la distribución del trabajo como medio que descansa en lo simbólico.

El inconsciente como lugar de la fractura no puede resumirse únicamente a un territorio tenebroso donde se esconden los más inconfesables deseos. Por el contrario, el deseo muestra su dirección a lo imposible gracias al trabajo que produce efectos sintomáticos para movilizar el narcisismo humano, la fortaleza de los ideales y, desde luego, para hacer trastabillar la endeble y fantasmática figura del yo. El inconsciente es otra verdad que también es discursiva la cual opera sobre la estructura del lenguaje la maquinaria subversiva de la posición de sujeto. El cuarto de vuelta permite producir una retroacción (Nachträglich) en los procesos de distribución positiva de las mercancías producidas por el trabajo.

Freud logró mostrar, quizás de manera sutil, a lo largo de su obra la importancia de noción de trabajo y de fuerza. Esto puede leerse en un sentido pragmático, biologicista, tópico, dinámico o económico, pero, la función de la literalidad lógica de los argumentos freudianos respecto al trabajo, constituyen a éste como un arte que impregna los cortes y los cuartos de giro que se suscitan un estremecimiento en toda la vida anímica del sujeto. Freud refiere que lo primitivo de la vida anímica tiene una conexión directa con la exterioridad, el poder, las instituciones y la administración de los sujetos en la cultura. La obra freudiana pudo conseguir esto no sólo siendo una visión pesimista ante el progreso humano sino haciendo una subversión del aparataje científico de su tiempo. Desde luego, Freud nunca tuvo intenciones claras para lograr ese propósito, quizás por eso sus descubrimientos fueron tan incisivos y siguen tan vigentes.

En paralelo, la paradoja de las pulsiones entre vida y muerte permiten delinear un universo que se lee a modo de insistencias desviadas. Una apología de la pulsión estriba en rescatar que se trata de un trabajo humano que resiste a los embates del mercado capitalista y sus técnicas mostrando coordenadas subversivas, inconexas, disímiles, radicales e incluso sorprendentes que conminan al sujeto a potenciar o llevar a cabo un acto. Leer a Freud a contrapelo es, desde una insistencia por la potencia de la pulsión, pensar que el mundo no puede ser sólo un intento por conseguir la felicidad o la tranquilidad del alma. La potencia pulsional radica en que su meta está condenada a no realizarse en una sola dirección. Como imprime Mladen Dolar (2017), "en el fracaso mismo hay una persistencia de la negatividad" (p. 87).

Si las pulsiones fracasan en su circulo eterno por conseguir la meta o por no encontrar asilo en un objeto, es imprescindible pensar que las pulsiones trastocan los modos comunes y positivos en los que el yo habita el mundo político y social. Una política de las pulsiones hace del trabajo una forma de contingencia imposible de la vida anímica que no puede ser resumida a la mecanización o tecnificación del trabajo mercantilizado. En definitiva, el hombre y su trabajo deben confrontar lo infatigable de la fuerza de trabajo pulsional. El arte del trabajo pulsional no se permite abdicar por más intentos del yo o de las instituciones culturales por domeñarle.

La pulsión, dirigida y organizada en la sublimación, puede dotar al trabajo de una orientación que apunta a la reelaboración del camino de la pulsión para investir libidinalmente los objetos de una manera menos asfixiante, gozante o problemática como acontece en el camino de la represión propuesto en el capital. Como Freud (1914b) observó en Recordar, repetir y reelaborar, la reelaboración (Durcharbeiten) elide la "política del avestruz" dando lugar al vencimiento de las resistencias (p. 154). En otras palabras, la reelaboración admite una modificación política del sujeto ante la vicisitud de la represión y las formas sociales de idealizar e intentar investir libidinalmente el objeto. El trabajo de duelo (Trauerarbeit), según Freud (2017), en este sentido, conlleva "un gran gasto de tiempo y de energía de investidura" en el cual se admite una pérdida y no una obstinada búsqueda de acumulación de objetos como sugieren las políticas del capital (p. 243).

Finalmente, un cuarto de vuelta a la tuerca de la teoría freudiana resulta necesario para preguntarse sobre los mecanismos en que el capitalismo administra los objetos de deseo para lograr una retroacción en la perspectiva clínica del dispositivo analítico. O también, en paralelo, para evidenciar, desde una visión de paralaje, los intentos y cuotas del proceso de acumulación de goce en la civilización para obturar la paradoja pulsional que, a cambio del triunfo de la cultura, produce una cuota de malestar que es imposible despegarse de la carne real del sujeto. El arte del trabajo puede ser una resistencia al poder zángano del capitalismo. La pulsión se debate en el mismo mercado de mercancías que el saber de la ciencia y del Amo y, por el contrario, da lugar a un modo negativo que cuestiona por su mismo esfuerzo, las dinámicas de socialización del mundo contemporáneo. Desde luego Marx sabía también, con su concepto de plusvalía que en la pérdida había una ganancia, lo que suscita una condición tan paradójica como la de la pulsión. Marx mostró que esta plusvalía era también administrada por los capitalistas para positivizar el trabajo humano y producir excedentes. Tanto la pulsión como la plusvalía parecen funcionar de manera homóloga en este sentido.

Termino el artículo sugiriendo que el arte del trabajo pulsional en Freud es, sin ambages, un trabajo que no se somete a los designios positivos del yo, a las astucias del poder normalizador y administrativo y tampoco a los ideales de la ciencia moderna. La observación de Zaretsky (2017), a propósito de la pertinencia y relevancia del pensamiento de Freud en nuestros días, puede ser un excelente y breve epílogo: "la imagen de Freud, su imago para usar un término analítico no sucumbió a los lentos procesos de desidealización y duelo que normalmente caracterizan el declive de una figura importante" (p. 282). Si esto fue posible es, en gran medida, por su ruptura epistémica pero también por la precisión de sus abordajes conceptuales que en su literalidad muestran condiciones profundamente actuales. Sirva pues este intento de lectura del trabajo para hacer de la pulsión un signo de posibilidades subversivas al capitalismo rapaz, a su moldeamiento técnico y a su intento por tratar de distribuir y administrar los objetos de deseo mediante la explotación del trabajo.

 

 

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Endereço para correspondência
Edgar Miguel Juárez Salazar
E-mail: edgar.jusan@gmail.com

 

 

*Maestro en Psicología Social por la UAM-Xochimilco. Licenciado en Psicología por la Universidad Michoacana. Profesor de la licenciatura en Psicología de la UAM-X y profesor de asignatura de la UACM. Coeditó los libros: The Marx through Lacan Vocabulary. A Compass for Libidinal and Political Economies (Londres, Routledge), Psicología social y realidades contemporáneas de México (México, UAM-X) y Política y violencia. Aproximaciones desde la psicología social (México, Terracota). Ha escrito más de una decena de artículos y capítulos de libro con temáticas afines al psicoanálisis, la psicología social crítica y los estudios sobre los movimientos armados en México en revistas nacionales e internacionales. Sus intereses de investigación están focalizados en los estudios de archivo y la exploración de las manifestaciones simbólicas disidentes en México y América Latina. Actualmente es becario Post-M.A. de la Andrew Mellon Foundation en el proyecto Extimacies: Critical Theory from the Global South.
1Profesor da Universidad Autónoma Metropolitana (México). Post M. A. Scholarship Andrew Mellon Grant Foundation. Extimidades. Critical Theory from the Global South.
2Las cursivas son mías en ambos casos. En ambos sentidos se exhibe la condición de laborar y de cierta exterioridad al pretendido sentido unívoco del sueño.
3Véase Slavoj Žižek (2013) alrededor de la noción de "tendencia" y "la tasa de ganancia" en la vida pulsional (p. 55).
4Resulta imprescindible pensar, desde la singularidad de la traducción, en los señalamientos realizados por Lacan (1970) en torno al plus-de-goce como un efecto de la renuncia al goce en los alcances de la sexuación, aunque también puede ser pensado como una homología con la plusvalía marxiana.

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