Metaphora
ISSN 2072-0696
Metaphora (Guatem.) n.1 Guatemala nov. 2002
Identidad y cultura*
Juan Carlos Indart
Estimado público, antes que nada quiero agradecerles una presencia tan numerosa, mayoritariamente juvenil. Es una presencia que por cierto no me adjudico, porque ni me conocen ni los conozco, pero que indica sin duda que a ustedes les interesa el tema de esta conferencia.
El psicoanálisis que ¡lamamos de orientación lacaniana -porque es el resultado de la titánica tarea del psicoanalista francés Jeques Lacen- ha preservado y recuperado la práctica analítica tal como la inventó Sigmund Freud. Y ha sacado a luz sus fundamentos, con una vocación por sostenerlos y presentarlos al debate científico más contemporáneo.
Como saben, es una práctica completamente alejada de cualquier acto sociológico estadístico. La práctica analítica no es de grupos. Se realiza de uno en uno, y lleva tiempo. Un tiempo a contrapelo del carácter acelerado y vertiginoso del tiempo en nuestra modernidad. Eso hace que sea una práctica un poco solitaria, y que sus resultados suelan quedar solamente para un debate dentro de la propia comunidad de los psicoanalistas. Pero hace al deseo de un analista, en el sentido de Lacan, y a su ética, salir al mundo y participar en el debate de sus malestares. 'Malestar' es un término que nos quedó del propio Freud, quien reflexionó y sostuvo ideas fundaménteles sobre el sufrimiento en la cultura.
Por eso, en mi caso personal, y sería igual para muchos de los analistas que trabajan en el Campo Freudiano bajo la égida de le Asociación Mundial de Psicoanálisis, es una oportunidad inestimable salir al mundo, venir por primera vez a esta ciudad y a este país, y poder intercambiar con ustedes ideas sobre aspectos del problema que nos convoca.Tal oportunidad es lo que agradezco al Instituto de Cultura Hispánica, en la persona de la Llcda. Carmen de Ola. Agradezco también a la Embajada Argentina, por su colaboración para que esto fuese posible, a su encargado de negocios, Miguel Realmontes, y por supuesto al Grupo de Estudios Psicoanalíticos de Guatemala, agradecimiento que hago a todos sus miembros en la persona de la Doctora Ana Rosón.
Es difícil hablar del tema identidad y cultura.
Es difícil porque es un tema pasional, un tema que remueve viejas y nuevas pasiones. Es parecido a lo que sería, al menos en el contexto argentino, pero creo que me van a entender, ponerse a hablar de política, o de algún deporte popular. En Argentina hablar de fútbol o hablar de política es difícil, y hablar de Identidad y cultura también. ¿Por que? Porque rápidamente se observo, que en el intercambio de Ideas cada cual termina queriendo imponer su punto de viste. La pasión está en eso. Uno, poco a poco, oye cada vez menos al otro. Goda cual trata de Imponer su punto de vista, y son debates que en más de una ocasión no terminan muy bien. Inclusive, a veces, terminan con cierta violencia, y en demasiados casos con violencia extrema.
En el fondo, esa carga pasional, en mi opinión, desee el psicoanálisis, nos Indica que es un tema que evoco un sufrimiento. "Identidad y cultura" es un tema que alude a un sufrimiento, a un molestan. Es por ese sesgo que los psicoanalistas podemos orientarnos para pensarlo, y se trata de un malestar y un sufrimiento que, tomado en le diversidad de sus manifestaciones, se presente de modo creciente, acuciante, en cedo uno de nosotros. Todos tenemos, cada cual a su manera, en su medida, según un aspecto u otro, un malestar que es un sufrir vinculado o esto cuestión de identidad y cultura.
Opinarán con razón que nada puedo decir sobre identidad y cultura, dada la envergadura de su problemático en el ámbito de este país, Guatemala, que no conozco. Por venir acá me he enterado que aquí es tema que evocaría de inmediato la existencia de comunidades muy pero muy contrastadas culturalmente con lo que ha venido de afuera. Y seguramente resonaría de inmediato en las dificultades históricos relativas a la obtención de una cohesión social vinculada con uno identidad nacional. Es un problema que, con matices y diferencias, está reconocido y discutido en cualquier país de América Latina como enclave de sus dolores.
Pero hoy en día, es el enfoque que doré a esto charla, hablamos de un problema y un sufrimiento generalizados.
Por eso hay que hablar del tema con prudencia. Una forma de prudencia sería la que he mencionado: escuchar distintos puntos de vista cuando sostenemos ámbitos así, en los que aún se puede conversar sobre el problema. Mi punto de vista será el del psicoanálisis, desde donde es imposible decir todo. Se puede hablar un poco, según las circunstancias. Es difícil -también hablar de este tema porque es muy fácil hablar sobre el mismo de una manera un poco apocalíptica. Se puede hablar de un modo que, al final, no transmite recursos de saber, sino angustia. ¿Por qué? Porque sin duda se puede hablar de una destrucción creciente ce las Identidades culturales. Puedo usar una expresión tan fuerte como la de "destrucción de las identidades culturales" porque me parece que un abordaje decisivo al respecto es el tiempo. Una cosa es que las identidades culturales, como siempre, se transformen poco a poco con el tiempo. Otra cosa es que caduquen sin tiempo para nada.
Saben que lo que más puede a uno impresionarlo en los estudios antropológicos de los pueblos llamados "primitivos" (de los que quedaban, porque ya se extinguen) es la inventiva, la diversidad, la riqueza simbólica con la que resolvían hasta el detalle la identidad cultural. No ha habido sociedad humana, por primitiva que se la suponga, que no resolviese en forma suficientemente adecuada todo lo que nos cuece interesar en el plano de la identidad cultural. Ya esto nos indica que no es en modo alguno algo dependiente de desarrollos técnicos mayores o menores, ni de la acumulación de capitales. Nos enseñan las tribus "primitivas", con técnicas que llamaríamos elementales para el sostén de sus vidas, cómo se resuelven los problemas de la identidad. Con cultura, precisamente, y es evidente que eran al respecto más ricos que nosotros.
Pero no sólo cada una de esas sociedades resolvía una y otra vez la identidad cultural, sino que asomara que a esa identidad la mantuviesen con transformaciones muy lentas, durante milenios. No es que no haya introducción de cambios, no es que no haya algún momento en el que la forma en que se hacía un arco y una flecha, o el color de las plumas de un traje de fiesta, no variase según nuevas invenciones, pero había tiempo, había tiempo para que esa variación se transmitiese y se integrase en una identidad tan lograda que era equivalente a una manera de vivir. Tratemos de imaginar que cada uno de esos pueblos se Identificaba con su culturo como modo de vivir y de gozar, y querían que ese modo se mantuviese en el tiempo, lo máximo posible, sin pretender más.
Entonces, cuando hablamos del malestar actual como identidad y cultura, me parece Importante tener en cuenta que el problema es una aceleración vertiginosa de los cambios. El problema es que todos y cada uno vamos quedando, poco a poco, inmersos en una temporalidad de cambio extremadamente acelerada. Este enfoque, o sea, poner ahí el problema, tiene una utilidad, porque ya despeja un poco el exceso de pasión. Cómo, dónde y cuándo y por qué comenzó a acelerarse el tiempo es una ardua cuestión. Ya empezó, seguramente, con las sociedades que la antropología llama "históricas", y en Europa se aceleró tanto que ¡legaron a pensar, y aún piensan, que los cambios hay que acelerar-los, porque llevan a no sé que maravilla futura. Por supuesto, es sólo una teoría sexual infantil, pero la verdad es que sus modos de vivir, con sus Identidades, se les caen también cada vez más rápido, perforados por una Insatisfacción Insaciable. De todos modos hay que reconocer que es con la técnica científica malamente ligada a la producción capitalista que la aceleración de cambios llego hoy a índices de extrema gravedad respecto del reino mineral, del reino vegetal, del reino animal, y del reino de los que hablan.
He visitado, por ejemplo, una población del Lago Atitlán, que se llama Santiago, donde es evidente que hay una forma de vida con fuerte identidad cultural, que la hace diferente. Los conocedores del tema seguramente me dirán que ya no es igual que hace unos años, o que hace un siglo, que ya se observan cambios no asimilados, seguramente. Pero para mi, al menos, que vengo de otra región, del sur de América, me es dable observar que hay una lengua, un modo de vestirse, un modo de andar, un modo de vivir, un arte, que comparten muchos, muchísimos, como su identidad cultural. Pero no por eso he dejado de ver que en un cierto tiempo libre de domingo a la tarde, junto a un pequeño barato, los hombres ya se juntan para ver una única televisión, que ahí está. Es contrastante observar ese objeto tecnológico en ese lugar, y lo que quería subrayarles es que se no se va muy lejos si uno sólo siente horror y pena por su presencia. Por ejemplo, sentimentalmente, de corazón, como es mi caso, me da más alegría la autenticidad de ese modo de vida en sus maneras tradicionales de usar el tiempo libre, por lo que ese televisor se me hace cosa odiosa. Pero otra persona puede sentir que esta llegando el progrese, y que bienvenido sea, y que el futuro de esa gente lo dará su modernización, y que así saldrán de sus condiciones de atraso y de aislamiento. Cuando se presenta de esa manera el problema, con tantas pasiones, no se ve que el problema real de fondo es una cuestión de tiempo, y que la aceleración a que me refiero le roba el tiempo a la gente. No podemos decir que esa comunidad tendrá el tiempo pare Integrar el nuevo goce de la televisión con su modo de vivir y de gozar. Ustedes saben que las familias más urbanos, las familias de la cultura más moderna que quieran -sitúenla en New York, en la ciudad de Guatemala, en París, en Londres o en Buenos Aires- y que tienen su Identidad cultural, ninguna de ellas tuvo el tiempo de poder asimilar la introducción de una novedad como la televisión, porque los objetos técnicos vienen con un manual de instrucciones, pero no con un manual de Identidad cultural que explícase como integrarlo al modo de vida.
De suerte que... ¿qué ocurre? Que el padre no sabe cómo legislar el uso y goce de ese objeto. A principio se puede hacer el machista tradicional, y decir que los niños verán solamente de 10 a 10 y cinco, que nunca se colocará en el dormitorio, que no se lo hará funcionar a las horas de las comidas, y todo lo demás que quieran. Pero él mismo no sabe qué hacer con ese goce nuevo. Nadie lo sobe. Se hacen investigaciones, se dice cualquier cosa, pero el resultado es el comienzo de un pequeño caos paulatino por el que es e. televisor, el objeto, lo que empieza a comandar la situación. Podría ser que hubiese, por Identidad cultural, una costumbre de siglos sobre la largo conversación de mesa y sobremesa, pero muy rápido no queda nada de ella a partir de la televisión. Todos los vínculos familiares se sacuden. La televisión empuja al goce solitario de cada cual, y se rompen los vínculos en los que se realizan las identidades. Muchas formas de conversación, ce cortesía, de cultura, se destruyen inevitablemente. No por ningún ente maléfico que quiera destruirlas dolosamente, pero sí porque la introducción de cambios es vertiginosa, y no hay moco de ordenar el desorden de goce que determinan. No es azaroso que mencione especialmente los objetos derivados de la técnica científica, ya que es para todos evidente que rompen hasta tal punto la temporalidad preexistente que se puede decir que inducen una tasa creciente de destrucción de formas culturales. Queda por saber cuál será el largo plazo, si lo hay, para que todo eso logre volver a hilvanarse, a coserse, y a reordenarse de cierro modo, según las identidades.
Entonces, cuando son tan acelerados esos cambios, y hay destrucción de las Identidades culturales, empieza un gran malestar. Empieza con igual velocidad una anomia. una marginación, una ruptura de los vínculos sociales. Un televisor -hoy dirán que lo he hecho mi enemigo público número uno, y no es para tanto- es un ejemplo importante para, en poco tiempo, hablar del problema. Es un objeto que en el contexto familiar mismo divide generaciones. Divide a los niños de los adolescentes, y a ambos de los adultos; y entre los adultos, al marido de la mujer, y a todos de los abuelos, si es que quedan. Paro superar esa división, que ya es anarquía, hoy sólo un recurso rápido, y es el de adquirir no un televisor, sino cuatro o cinco. Por ahora es posible cuando hay muchos recursos económicos, pero es esa la tendencia. Habrá un televisor en la cocina, uno en el cuarto del niño, otro distinto para la niña, otro para el adolescente, otro para el marido, otro para la mujer, y algún otro para el abuelo. Hoy en día con seis o siete televisores por familia se podría conseguir una cierta pacificación, junto con una soledad terrible de la que poco se puede esperar. Uno se rosca la cabeza y se pregunta cuándo empezó esto, y por qué va tan rápido.
Si lo cuento así, bromeando un poco, forzando apenas los rasgos, es justamente para tratar de no precipitarnos demasiado rápidamente en profundas desilusiones, incluso en algo angustiante, cuando se ve la increíble rapidez con que quedan abolidas las formas culturales que sostuvieron más o menos su identidad durante siglos.
Pasemos a la risa. Una última razón, en esta primera parte en la que sugiero las razones sobre la dificultad para hablar del tema, es la de que es bueno recordar que esta cuestión de la identidad no resuena de la misma manera en hombres y mujeres. Aunque, claro, de las diferencias entre hombres y mujeres tampoco es fácil hablar con prudencia. Sin embargo, oigamos que desde el psicoanálisis se sabe que cualquier dicho resuena de modo distinto entre ellos, que los hombres y las mujeres son bastante diferentes, que los separa una diferencia absoluta. Hay un sesgo, una pendiente, del lado masculino, por la que los hombres ponen mucho orgullo en su identidad. El hombre debe ser un hombre de coherencia continua en su identidad, y discute y argumenta y se enoja a la menor alusión a sus contradicciones. En cambio, una vertiente en las mujeres las hace no sólo diferentes entre sí, sino que ni siquiera son iguales a sí mismas. Son de una manera en la mañana, y sorpresivamente son distintas a la tarde. A la noche siempre, siempre... siempre diferentes. De eso se ha hecho -pero es un síntoma cultural que indica una verdad- un discurso masculino un poco peyorativo, más o menos difamatorio, pero a veces también gracioso, que dice que las mujeres no tienen personalidad, que no mantienen siempre las mismas opiniones, que son mentirosas, que son contradictorias consigo mismas, y que son unas locas. Y es así, muy especialmente, cuando están en la inocencia del deseo y él amor. Bajo esos coordenadas, no se puede definir su identidad cultural, y son prenda de la exogamia y la transculturalización, como se dice, por amor.
Vamos a pasar ahora a algunas nociones que me parecen importantes, desde la perspectiva psicoanalítica, para comenzar a pensar el tema. El psicoanálisis de Lacan siempre tiene al lado los discursos que discute, y entre ellos es esencial la lógica matemática, porque ella es e! discurso que da soporte a las ciencias modernas y de ella se derivan la cantidad de transformaciones tecnológicas sobre las que ya he puesto el énfasis como aquellas que hacen vacilar en un tiempo vertiginoso todas las Identidades culturales.
En la lógica matemático hay un definición estricta de la identidad, la identidad lógica: para cualquier elemento de un lenguaje, lo llamaremos A, no importa cómo después ese elemento se interprete, como un número, como una recta, como una función, o como quieran, se establece que ese elemento es igual a sí mismo: A = A. Y no sólo eso, sino que se establece al mismo tiempo que bajo las mismas condiciones no puede ser que A = A y A = /A. Eso sena una contradicción. Y la echamos, pues, fuera del lenguaje. Observen que el principio de identidad toma una garantía del establecimiento del principio de no contradicción, quien se encargo de expulsar a lo que es igual y no es igual a sí mismo. Según lo que les he dicho ¡adonde irían las mujeres si las apresa la lógica matemática!. El principio de identidad es un principio sumamente sencillo, pero es el principio que hace consistente la lógica matemática, y las ciencias que se le derivan, que son lo que son, pero no son un dios.
Por ejemplo, paro entendernos en esto, es bueno o nos parece bueno que 1 + 2 sea 3, siempre. Pero si lo es, es porque el 1 es siempre Igual a si mismo. Por eso sí es bueno que 1 + 2 sea 3, lo es porque es 1+(1+1), y el 1 es siempre idéntico o si mismo, imagínense, y con la calculadora de bolsillo, que de vez en cuando ven que 1 + 1 es O, o a veces 1 + 1 es 3. Van a reclamar, y a tratar de averiguar por qué. Les dicen que pasa que el 1 tiene identidad, y es siempre igual a sí mismo cuando se junta con el 2, 3, 4...., pero cuando se junta con otro 1, a veces le da como una inhibición, se siente como disminuido. Y ya no es igual a sí mismo, se nulifica, pierde cáracter, se vuelve un cero. Entonces ahí nos da 1 +1 = 1, a raiz de este problema que le pasa al uno de vez en cuando. Otras veces, cuando este con otro uno, se siente agrandado. No puede más dentro de sí y decide no ser más un 1, se cree un 2. y 1 + 1 nos da 3. Con gente así, con unos 1 de esas características, toda la lógica matemática, todas las ciencias, toda la tecnología, todo ese mundo se volvería completamente inconsistente.
No tomarían un avión -yo lo voy a tener que hacer pronto, siempre con un poco de susto pero con mucha confianza- si supiesen que las computadores que manejan el asunto tienen un 1 que, él, a veces es idéntico a sí mismo, pero otras veces ya no es más idéntico a si mismo. Comprenderán la razón de por qué eso debe ser segregado, expulsado de ese mundo. En ese mundo no puede haber elementos que tengan ese no sé qué que llaman contradicción.
He tratado, con estos ejemplos, de mostrarles todo lo que abarco el principio de identidad lógica, y que eso está presente en cada cambio tecnológico. En la televisión pasarán muchos mensajes muy diferentes, y podemos discutir si se los puede mejorar, pero el funcionamiento del aparato en lo real, ahí donde está, requiere de que el uno sea siempre el uno Igual a si mismo.
Ahora bien, en mi ejemplo, ese 1 que es igual a sí mismo, pero que cuando se encuentra con otro a veces se achica, otros veces se agranda, si es evidente que sería un grave problema para el sistema lógico matemático, en cambio les tiene que haber resonado como un 1 más humano, con una pizca de especie humana. Creo que les tiene que haber resonado, a ustedes, con un poco de identificación. Yo por lo menos tengo más identidad con el 1 que no es idéntico siempre a si mismo, que con el que funciona estrictamente en la lógica matemática. Uno, efectivamente, no puede decir que sea siempre y en todo momento igual a sí mismo. Guando se lo admite, no es un punto terminal, no es el final de un tratamiento analítico, pero es siempre su entrada.
Entra al psicoanálisis la persona que no se siente Idéntica a si misma. Que se pregunta por qué en algunos momentos es alguien y repentinamente se descubre como siendo otro. Que se considera de coraje y emprendedor en muchas circunstancias y de pronto, no entiende por qué, en otras circunstancias, resulto miedoso, huidizo, poco preciso. El sujeto humano, el sujeto que habla, y por causa de que habla, por definición no es igual a sí mismo. Lacan, en su enseñanza, lo escribió así: $. Con una S que quiere decir sujeto, para explicar lo que cada uno de nosotros es en tanto habla, y lo marcó con una línea que lo divide. Nunca lo va a escribir sin esa línea, y lo llama sujeto dividido, o sujeto barrado. Y lo que quiere decir $, al menos en la perspectiva que doy hoy, es que justamente el sujeto humano en tanto habla no tiene identidad completa y consistente. El lenguaje le da una esperanza de identidad, pero lo marca con un vacío en cuanto a su identidad, y fundamentalmente, en cuanto a su identidad sexual. Tal es el punto crucial, como les decía, de apertura ce nuestro campo, el psicoanálisis.
Una persona que se cree con mucha consistencia -soy lo que soy- no es una persona que pueda iniciar un análisis. Pero una persona que descubre y admite como Interrogante verdadero la división constante que lo habita, es candidato. Por ejemplo, se da cuenta que está lleno de Ideales vinculados a la bondad, pero debe reconocer que no sabe por qué, a veces, porque el niño le ha pedido tres veces una cosa, le ha dado una cachetada que es crueldad y no es castigo. Así, la persone más caritativa y pacifista, resulta cruel, y con los seres más queridos. Y otro que se considera tan claramente situado en el plano de lo viril y la masculinidad, reconoce no ser tan Idéntico a si mismo, pues lo aqueja una fantasía que le deja perplejo en cuanto a su Identidad sexual propiamente dicha. Y etc. y etc.
El sujeto parlante, y porque habla, está marcado por una falta de ser, una falta de Identidad, y eso es lo que recibimos para ponerlo a trabajar en un análisis. Por supuesto, en razón del malestar y el sufrimiento que esa falta de identidad conlleva. Y es verdad que, en ese punto, venimos a recibir lo que es lo definición misma de nuestro campo: aquello que la lógica matemática y la ciencia y la técnica excluyen. Por eso razón, saben ustedes que el trabajador, en un lugar de mucha tecnología, es cada vez más solamente una suerte de objeto que mueve botones automáticamente para un aparato donde el 1 es siempre el 1. ¡No es lo mismo que una obra artesano!! ¿Qué nos sorprende de la artesanía? Artesanía de la cual un vistazo me ha servido para darme cuenta el gran nivel de Identificaciones culturales que se preserva en este país en ese ámbito. En la artesanía siempre está en juego el sujeto dividido. Ninguna pieza es idéntica a otra, aunque se sigan motivos, formas y colores identificables. Aún con idénticos modelos, el artesano hila, teje, y tiñe. sin ser idéntico a sí mismo. De ahí toda esa exquisita diversificación donde vemos en juego una práctica en la que puede articularse la división del sujeto.
No van a poder hacer eso con una computadora. No se puede hacer con computadoras cosas, cómo les puedo decir, donde esté uno en cuanto a su gusto profundo artesanos, el que lo divide. Con lo técnica científica las cosas salen iguales. Si el operarlo se divide, si hace sus preciosos desvíos, la máquina lo rechaza. Con la identidad lógica, uno no puede tener un estilo. Se puede tener estilo en las prácticas de reñido, de pintura, de culinaria. No todo el mundo hierve una papa de la misma manera, pero cuando la tecnología científica entra por ahí, todo empieza a salir uniforme, con una espectacularidad que oculta lo desabrido. ¿Por qué hay estilos? Porque hay división subjetiva y no hay identidad lógica sexual. Las lenguas naturales enseñan con infinidad de chistes que no se puede decir que un hombre es un hombre porque H = H, ni que una mujer es una mujer porque M = M. Con los lenguajes tecnológicos se ha Impuesto una industria que fabrica un mundo donde ya no se sabe qué es un hombre y una mujer, y donde las últimas ideas al respecto son las de un niño. Es un problema, y para nosotros es el aspecto crucial del malestar.
A partir de esta verdad, pera nosotros fundamental, la de que hay en lo más íntimo del sujeto que habla una no identidad consigo mismo como ausencia de identidad sexual, consideramos que todo lo que se llaman identidades son más bien identificaciones. No usamos en psicoanálisis el término 'identidad', y lo reemplazamos por el de identificaciones". Freud forjó el término 'identificación', distinguió tres de ellas como fundamentales para los seres hablantes, y la discusión de la mismas prosigue en toda la enseñanza de Lacan. No usamos el término 'identidad', y les he tratado de explicar por qué. Justamente por ese vacío de Identidad lógica sexual el sujeto debe identificarse a los rasgos que le responden desde su entorno familiar y cultural. Ese proceso es lo que nosotros llamamos 'identificación'.
Les he dado, entonces, una traducción del título de esta charla: "Identidad y Cultura". No hay Identidad propiamente dicha, lógica, en la sexualidad. Ahí no somos iguales a nosotros mismos, y por eso hay "Identidades culturales", es decir, ramilletes de propuestas de solución que acomodan a hombres y mujeres más o menos bien en tonto se Identifican a ellas. Las propuestas de solución suficientemente buenas, por supuesto, se aman. Como verán, es un planteo que muestra claramente que si hay destrucción o abolición de esas identificaciones, contrariamente a lo que se hubiese podido esperar, las cosas van para peor. ¡Ahí, qué bueno sacarse de encima la familia, la cultura, sacarse de encima a los demás, socarse de encima todas esas Identificaciones, para aparecer uno por fin idéntico a si mismo. Va no debo nada a mi padre ni a mis ancestros. El problema es que el sujeto en ese instante no sabe ni quién es, y termina identificándose al primer espejero de colores que pasa.
Cuando se destruyen las identificaciones se verifica esa verdad. Es decir, que las cosos no van bien, de ningún modo. Para que vean hasta qué límite extremamos nosotros la necesidad de oir y preservar la división que cada cual tiene en sí mismo, debo aclararles que clínicamente las únicos personas que son lógico-matemáticas, es decir, que son A = A, y que tienen esa certeza indiscutible, son los locos, técnicamente definidos como psicóticos. Vean, pues, hasta qué punto no ser idéntico a si mismo es sumamente crucial para el acomodo que llamamos más "normal" del ser humano. Y de costado vayan viendo cierta relación con la locura que tiene también la organización social matematizada completamente. Conocen sin duda la pregunta acerca de cuál es la diferencia entre un loco que se cree Napoleón y Napoleón. La respuesta es que Napoleón no se creía Napoleón. No se creía todo el día Napoleón, ni se pensaba idéntico a si mismo. Se hizo militar, tuvo ideales, y quiso hacer un montón de cosas en Francia y en Europa porque tenía una falta de ser que trató de colmar de esa manera. En cambio el loco que se cree Napoleón es A = A.
Pasaré ahora a comentarles tres grandes modalidades de la identificación, muy estudiadas en psicoanálisis.
En primer lugar, para ese sujeto que no tiene ser que no es idéntico a sí misma, hay una solución que llamamos Identificación imaginaria. El vacío de sí se colma acá por identificación a una imagen que nos fascina, y que es la de nuestro semejante. Nos cautiva esa imagen, con un efecto pasional, de enamoramiento extremo que también es odio, y por lo que resulta que uno es el otro. Se troto, de un fenómeno muy observado, generalizable a la especie humana, de clara intensidad en ciertas fases de la niñez. Freud llamó a esta identificación "narcisismo', y la referencia a Narciso le viene bien, porque ese otro, esa Imagen que adoramos ambiguamente, ya es la de uno mismo en el espejo. Es una identificación fatal, que no sólo se observa con intensidad en la niñez. Se la observa en la adolescencia, en la juventud, en la madurez, en la vejez, en la ancianidad más caduca, hasta la senilidad como tal. No puedo detenerme en el análisis de esta identificación, pero les da una prueba más de la profunda ausencia de una identidad propia. Un cachorro de animal está más cerca de A = A, porque muy rápidamente él es él. En cambio, nosotros... si otro viene hacia mí cuando ando caminando, e intenta esquivarme por su derecha, no sé por qué, me muevo hacia mi izquierdo, en espejo. Tropiezo posible. El otro, entonces, toma para su izquierda, y de Inmediato me muevo igual, para mi derecha. Actúo como si fuese él, y soy él en esa identificación imaginaria. Con suerte uno se desenrieda con disculpas y algo de bochorno, pero a veces la tensión desencadena una agresión mortal.
¿Por qué digo que es fatal esta identificación imaginaria'? Porque el sujeto en ese estado, en ese estado que llamamos de identificación imaginaria especular, narcisística, no puede articular objetos para su deseo como no sean los que ve en el otro. Es nuestro muy elaborado concepto de envidia, en psicoanálisis, pero tan fácil de observar y experimentar por cualquiera de ustedes en la vida cotidiana. Se ha observado con precisión la fase del niño y la niña preso de esa identificación respecto de un compañerito. Solo quiere la golosina, el juguete o el cualquier cosa que ve que tiene ese componente. Y si ustedes le dan otra cosa, o incluso le explican que es idéntica y tan buena como la otra, no le interesa. Enseguida ya está otra vez en máxima tensión envidiosa con el otro, porque ese otro es lo que él es. Se trata de una identificación mortífera, y si un sujeto entra de lleno en esa captación la tensión agresiva con el otro conduce al asesinato-suicidio. También se ha precisado eso en la clínica psiquiátrica y psicoanalítica, y lo prueba también la larga historia de violencias de los hombres entre sí. Bajo esta identificación, no se realizaría un deseo sino motando a ese otro que es uno mismo, y tampoco -para que ponderen la alienación que supone esta identificación imaginaría del ser humano- porque ni siquiera se puede disfrutar del objeto una vez que se ha matado al supuesto rival, y es lo que caracteriza propiamente a la envidia. En la envidia, cuando se ha matado al rival, ya no Interesa más tampoco el objeto que se le envidiaba, porque sólo se lo apetecía mientras ese otro que era uno lo tenía.
Lacan, en su enseñanza, dio mucho peso a ese fenómeno, porque es un buen punto de partida para pensar de dónde proviene alguna solución. Una solución que no es absoluta, que extiende sus beneficios más o menos, vez por vez, y que es fácil de ubicar en lo que llamamos 'cultura'. Es evidente que es por la acción más o menos civilizadora de los mayores que los niños reducen poco a poco sus recaídas en la identificación especular, y sabe del constante trabajo que lleva esa tarea cualquiera que tenga a su cargo una cría humana. Desde siempre las sabidurías morales han fabricado largos y diversos caminos, que pocos siguen, orientados hacia la extinción de la pasión narcisista, coincidiendo todas en cuanto a que ese es el problema que se desea superar. Se trata ahora de precisar cómo la cultura interviene con soluciones más benéficas pora la realización de deseos y la obtención de satisfacciones suficientes en la vida.
En efecto, en segundo lugar, para ese sujeto que no tiene ser, que no es idéntico a sí mismo, hay soluciones que llamamos identificaciones simbólicas, y es a lo que se han referido con el tema "Identidad y cultura". Son identificaciones a rasgos simbólicos, a emblemas, a insignias, que no nos dan un objeto, sino un ser que ya no es el otro, sino un ser que es una idea, como creación simbólica. Ser guatemalteco es una identificación simbólica, es una identificación a un rasgo que sostiene la idea de un ser nacional, con su identidad económica, política y cultural, relativas. No es natural, es una creación significante, como muchas otras. Esas creaciones duran más o menos en el tiempo. Se puede salir un poco de la ausencia originaria de identidad consiguiendo un cierro ser, un ser ideal, por identificación a un símbolo, y no a una imagen. Si tienen una identificación simbólica adecuada a Guatemala, resultarían, por ejemplo, un eventual cambio de los colores de la bandera, porque eso es una imagen. Se adapta un color, pero no vale como imagen, sino como rasgo simbólico único diferencial, que los hace uno como nación. Supongamos que por alguna razón, con consenso, bajo la forma de una ley. se cambia el diseño y los colores de la bandera. Nada cambia para la identificación simbólico, que solo requiere un rasgo único y diferencial, y que siempre soporta sustituciones. Pero si aparecen los nostálgicos y los enfurecidos es porque superponían una Identificación Imaginaria. Son los que van a considerar que si los colores cambian se ha terminado la "verdadera" identidad. Como puede observarse, las identificaciones simbólicos trascienden la imagen, nos hacen pertenecer a clases, a conjuntos, y conseguimos un ser como pertenencia al conjunto que define ese símbolo. Esos conjuntos tienen así una consistencia, pero no tienen imagen, y por eso son eficaces para sacar al sujeto de su tendencia envidiosa. Es por las identificaciones simbólicas que se tempera, que se tempera un poco esa locura imaginaria, pero solamente un poco, porque es un hecho que la pasión Imaginarla inunda esos conjuntos, como en el ejemplo que les di, y cuando ocurre eso lo que se llama "Identidad cultural" se vuelve fanatismo.
Quise, con algunos ejemplos, mostrar donde está la diferencia entre identificarse a un símbolo o a una imagen. Lo decisivo de las identificaciones simbólicas es su lógica puramente clasificatoria, vacía de imagen, y la operación que determina: identidad y ser sólo como pertenencia a un conjunto. Han sido el recurso por excelencia y aún no conocemos nada mejor, ni para la crianza y estabilización de la cría humana, ni para lo mismo, que es que haya algo como vínculo social. Además, Freud descubrió que para acceder a esas identificaciones debía ocurrir algo que llamó el complejo de castración. Se trata de algo que se difundió muchísimo, como prenda del psicoanálisis y sin que nadie lo haya refutado, aunque no haya dos que entiendan lo mismo al respecto. Humildemente, para una de sus vertientes, la que quiero indicar hoy, les digo que se trata de cortar un poco con cierta fascinación de la imagen. Eso es un efecto de castración, el que abre las puertas para anudarse a la palabra de los demás, y a los símbolos de los que surge toda la orientación de nuestro deseo en términos de alguna normativa, de derechos y deberes, de responsabilidades, de responsabilidades par las que pertenecen al conjunta de la especie humana, a pesar de que no es deducible que se las merezca.
Admito, entonces, que las culturas puedan ser entendidas como modos simbólicos de solucionar esa suerte de envidia fundamental humana, hermanita de la ausencia de identidad sexual.
Pero las soluciones que proponen tienen también sus fracasos, fracasos que me conmueven, porque me hago una idea de los trabajos que llevó sostenerlas.
Fracasan por un defecto, que es tema constante en la enseñanza de Lacan, y desde este punto de vista les digo que buscar la solución en el plano "Identidad y cultura" será un fracaso, tarde o temprano. Fracasan siempre por defecto en el mismo lugar, a saber, que no hav relación sexual, no hay identidad sexual. Las grandes soluciones que son esos órdenes clasificatorios culturales hacen pertenecer a un conjunto a los hombres y a otro conjunto a las mujeres. Esas son "identidades" supuestamente elementales, pero que hoy están enteramente sacudidas. Lo femenino de las mujeres hace fracasar los órdenes clasificatorios, porque, como se sabe, ellas son inclasificables, y nos les va del todo pertenecer a un conjunto.
El resto, como defecto del orden cultural, es que, por un lado, pertenecer a un conjunta no disuelve el imaginario masculino, que le agrega: mi conjunto es el mejor, pero envidiaré lo que tiene e; que no pertenece a mi conjunto.
Lacan se tomó mucho trabajo para mostrar que la lógica de un conjunto identificatorio cerrado tiene por soporte un algo que cae bajo la segregación. Cualquier identidad simbólica como conjunto se cierra, se totaliza, sólo si algo queda excluido. De manera que ante el ¿quién soy? como pregunta, como desgarramiento, como prueba de no ser idéntico a sí mismo, tenemos esas respuestas, esas identificaciones simbólicas que aparecerían en un curriculum, en una hoja de vida, desde el nombre y apelado, el documento de identidad, el sexo, la nacionalidad, el estado civil, la profesión, hasta la clase de familia, la clase social, la clase religiosa, y la larga serle de clases que quieran. Es un ramillete de insignias que nos dan pertenencia a variados conjuntos. Pero en cuanto se quiere realizar totalmente la imagen de sí en un conjunto cualquiera, entonces ya no es un mero clasificador, sino que es el mejor, y en cuanto se cree que es el mejor, el absoluto, entonces los de afuera son los peores.
Y si le agregan a eso... y además de esas identificaciones... además... soy el mejor. O además somos los mejores. Me están pasando ustedes a lo que les expliqué como la identificación imaginarla. Eso va a traer rivalidades, agresividades y conflictos. Siempre pasa eso en la discusión, por eso agrego... es un tema difícil. Pero les quiero mostrar la diferencia. Se podría decir Soy guatemalteco-, con uno lógica completamente neutra. Quiere decir que me identifico al símbolo que define un conjunto político y por esa Identificación soy miembro de ese conjunto.
Las Identificaciones simbólicas, las Identidades culturales, que ofrecen una solución, no resuelven plenamente la dimensión imaginaria especular, y se lo ve en el desprecio por los segregados, correlativo del exceso de amor Ideal por la identificación. Podemos pensar que con gran nobleza del olma se han creado Identificaciones nacionales, como Guatemala o Argentina, y que eso, al crear un conjunto de pertenencia para muchos, los saca de la dispersión y de la rivalidad. Pero en cuanto se hace un todo ideal no puede sino despreciarse a los no pertenecientes, o los vecinos excluidos. Podríamos decir que somos neutros respecto a los de afuera, y que si quieren que se hagan su propio conjunto, pero no es así. La prueba es que cuando hay varios conjuntos, nacionales en mi ejemplo, es necesario una identificación de más alto nivel para que se relacionen sin matarse. SI imaginamos la necesidad de juntarse un poco, porque hasta aquí nadie se puede juntar con miembros de otro conjunto, entonces hay que inventar otro conjunto con el que estemos identificados y que contenga a los nacionales. Podemos inventar el "América Latina", entonces se disipan estos conjuntos y entramos juntos guatemaltecos y argentinos, y muchos más. Pero si este conjunto se hace total, quedan los de afuera despreciados. No nos vamos a juntar con anglosajones ni con chinos. Habría que Inventar el conjunto de todos los conjuntos como identidad cultural, pero, justamente, eso es lo que la lógica demuestra que no es posible. Mes se intenta esa locura, más parlas produce en el planeta.
El psicoanálisis, pues, saca a luz, desde su práctica, que las identificaciones simbólicas son y se hacen ideales, y que eso determina el odio fascinado por lo diferente. Decir que no tengo nada contra otro, pero que no es de los míos, es frase dudosa. Siempre se oye como un golpe de desprecio. Es decir que la paradoja está en que este sujeto, logra con sus Identidades culturales estar por fin con gente parecida, con sus semejantes, con iguales. Logra estar con "gente como la gente", como se dice, que viven de un modo similar al suyo. Pero no hay indiferencia con el que queda por fuera. Freud halló que cuando es más intensa una identidad simbólica ideal es cuando el resultado no es indiferencia por lo diferente, sino que se va a buscarlo para destruirlo.
No se olviden que ¡as consecuencias de los nazismos y otros fundamentalismos son relativas a una desesperada búsqueda de identidad cultural absoluta.
Es que lo diferente se nos presenta como un modo de gozar diferente, y eso nos recuerda el defecto de goce que nuestra y cualquier Identidad cultural conlleva. Y con esto pasamos, a la cuestión de una tercera Identificación. Les hablé de la Imaginaria, y les hablé de la simbólica. El psicoanálisis llega más lejos, porque observa el punto por el cual el beneficio de los ideales nunca solucionó la mórbida pasión por Ir a buscar al distinto para liquidarlo. Y deberán aceptar que en nombre de las Identidades culturales se han hecho tontas crueldades como las que se producen por carencia de alguna identidad.
En tercer lugar, para ese sujeto que no tiene ser, que no es idéntico a sí mismo, hay lo que sería su Identificación real. Es el hallazgo, es el problema, es lo esencial de nuestro debate actual en psicoanálisis. Es lo que exploramos con el nombre, a partir de Lacan, de una identificación real como identificación a lo que uno es como síntoma. Lograr saber lo que uno es, ya no por la imaginación de sí, ni por las identificaciones a las identidades culturales, sino ser el síntoma que uno es como suplencia de la ausencia de identidad sexual. Se trata de una identificación trasmisible paro los que se rían del chiste que supone, y es una base para una nueva fraternidad entre los hombres, entre las mujeres, y entre los hombres y las mujeres.
Con las identificaciones simbólicas el sujeto sigue ignorando su modo real de gozar como respuesta a la ausencia que mencioné. No está tranquilo, porque al respecto cualquier identidad simbólica termina por aburrir. Por eso también hay que reconocer que lo gente con un poco de deseo y aventura quiere salir a conocer lo aferente. Defender la identidad cultural cama un toda no deja respirar, sofoca. Es en esto que se ve la diferencia inicial que señalé con respecto a las mujeres. Porque cuando se trata del amor y el deseo, no hay ninguna manera de limitar a las mujeres a que se enamoren ce los miembros de su propio conjunto identificatorio. La culture trata de hacer eso, y les dice a las muchachas que lo mejor, si son guatemaltecas, es que se consigan un guatemalteco, y se se puede, del mismo pueblo, de familia conocida, etc. Pero cuando les viene algo que es el amor y el deseo, nunca se sabe. Y en el fondo, siempre Introducen lo diferente, y son bien capaces de sostener un deseo encarnado en hacerse madres solteras sosteniendo el lugar de un hijo o hija que viene al mundo en el lugar mismo de un hueco en las identidades culturales.
Este último ejemplo, de algo que tironea de pronto hacia lo eferente, enseña que en tanto un sujeto desconoce cuáles son sus condiciones de goce, cualquier Identidad cultural siempre lo deja, en un punto, sin ser. e insatisfecho. Entonces de ahi surge una curiosidad, sexual, y un odio también, a causa del ideal, que a hace curiosidad malsana por taco lo que aparece como diferente en las maneras de gozar. Eso es lo que determina que no es tan sencillo el asunto como para decir que constituimos una identidad y les dejamos a los otros que se hagan otra aparte. No se puede encerrar a las mujeres en una identificación simbólica como conjunto cerrado. Ni sirve la crueldad de cubrirlas con velos para que nadie diferente las vea. La curiosidad aumentará sin cesar, y es posible que al final ganen ellas y no la guerra, como ha sido siempre hasta ahora, pero pasa que la tecnología científica realiza ya el dominio militar del planeta mientras apenas ha dado el Viagra, supuestamente, para viejos.
Hay una tensión que está provocada por esta cuestión, y es así como hoy la considero frente a ustedes.
El origen de esta Identificación que Indagamos como real, es que cada sujeto, cada sujeto en tanto habla, ya se ha enfrentado solo con un agujero, con un trauma, con un imposible en la relación sexual. Es por un trabajo de invención que ya empezó en los primeros años de vida que inició su saber hacer propio. El sujeto sabiéndolo no lo sabe sin análisis, y lo sufre, porque esa Identificación real no coincide con sus identificaciones simbólicas. La vive como culposa, o como trasgresiva, o como reprimido, y siempre diferente a la que hubiese querido papó, a la que hubiese querida mamá, o lo que corresponde a los ideales más o menos trascendentales. Sin embargo, es lo más real y singular que tiene cada cual, y saberlo daría lugar a otra política.
El psicoanálisis apunta o la aventura de encontrar esa singularidad de la que se podría deducir una acción inventiva. Una vertiente de la aventure psicoanalítica tiene que ver con Identificarse retroactivamente a la propia lógica de la vida de uno, a partir de la marca real del modo de gozar que se le ha inscripto. Eso daría un sujeto curado de cualquier precipitación en los idealismos y sus paranoias, y muy respetuoso y atento a los síntomas de los demás. Y sobre todo daría un sujeto can una chance de desprenderse del modo en que el sistema de conjuntos lleva a la idea de un orden universal que busca homogenizar la manera de gozar para todo el mundo. Verán eso en la publicidad, y en todo lo que es Imponer a través de objetos y objetos y objetos "nuevos" un único modo de gozar: la insatisfacción permanente. Tomemos una cierta distancia activa respecto de esa oferta.
Nadie sabe como detener la caducidad de nuestras antiguas identidades cultúreles. Me dirán que se nos propone la forma norte-americana de gozar, con sus distintas fantasías, tan pero tan ferozmente infantiles. Es verdad que la imponen, pero o nadie le gusta. No la pueden vender sino como un negocio, y eso, desde el punto de vista del saber que habita en cada cual, aunque no lo sepa, es poca cosa. Hay que saber ese saber para hacerlo valer, para buscar el debate que merece.
Quiero cerrar esta conferencia con una frase que me parece útil para meditar el tema de hoy. Desde el psicoanálisis, es una frase literal de Jacques Lacan: "no hay progreso". No deben entender esto como una posición pasatista, pensando que quiere decir que hay que identificarse con las formas tradicionales de gozar. No quiere decir eso en psicoanálisis la frase: "no hay progreso". Quiere decir, como prosigue Lacan, que nada se gane sin pérdida, y es sólo porque se olvida la pérdida que se cree que hay progreso. La idea de progreso, que ya sólo sostiene la tecnología científica, no quiere saber nada de lo que se pierde cuando cree que gana con lo que introduce. Y es la hora de discutir entre todos los consecuencias de lo que destruye.
No hay buen dios, ni sentido de la historia, ni intención oculta benéfica o destructora. Pero se pueden discutir las consecuencias, y se puede discutir no sólo por qué se extinguen especies vegetales y animales, sino por qué tendría que extinguirse la identidad cultural maya que subsiste en este país, y a cambio de qué.
El psicoanálisis es una práctica que es una ética. Los datos estructurales son más bien para ponerse pesimista, pero de los actos, y de responsabilizarse de sus consecuencias, y de sopesar estas últimas sometiéndolas a un deseo de saber que se discute con otros se puede esperar un entusiasmo nuevo.
Muchas gracias.
* Conferencia dictada en la Universidad Rafael Landívar en ocasión del Seminario "Los cuatro conceptos fundamentales del Psicoanálisis (Seminario XI)". Guatemala, mayo 1996.