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Psicologia para América Latina

versão On-line ISSN 1870-350X

Psicol. Am. Lat.  n.14 México out. 2008

 

PROCESOS CULTURALES EN AMÉRICA LATINA

 

La perspectiva histórico cultural del desarrollo y la construcción de la esfera afectivo-motivacional

 

 

María Antonieta Covarrubias Terán; Adrián Cuevas Jiménez

Facultad de Estudios Profesionales Iztacala UNAM (México)

Dirección para correspondencia

 

 


RESUMEN

El desarrollo afectivo es un aspecto intrínseco e indisoluble del desarrollo humano. Su estudio se ha abordado desde distintas posturas teóricas, otorgando grandes diferencias en su conceptualization con relación a otros procesos del desarrollo, como de la función que se le otorga al individuo en la construcción de los mismos.
En este artículo se discute el desarrollo afectivo desde la perspectiva histórico cultural. Se abordan los principales postulados teóricos de esta perspectiva y se particularizan en torno al desarrollo afectivo-motivacional.

Palabras clave: Desarrollo afectivo, Histórico cultural, Desarrollo.


ABSTRACT

The affective development is an intrinsic and indissoluble aspect of the human development. Its study is had boarded from different theoretical positions, granting great differences in its conceptualization in relation to other processes of the development, like of the function that is granted to him to the individual in the construction of such. In this article the affective development is discussed from cultural the historical perspective. The main theoretical postulates of this perspective are approached and they are distinguished around the affective- development is discussed from cultural the historical perspective. The main theoretical postulates of this perspective are approached and they are distinguished around the affective-motivational development.

Keywords: Affective, Historical development cultural, Development.


 

 

La afectividad hace referencia a la esfera del desarrollo que tiene que ver con las emociones y los sentimientos de los seres humanos, y de manera general hay consenso en considerarla como una cuestión importante del desarrollo del individuo; sin embargo, algunos puntos de vista la conciben separada de las otras esferas del desarrollo, otros más la asumen otorgándole mayor prioridad o como la única área que expresa el desarrollo humano como tal, y otros puntos de vista la reducen a los mismos principios explicativos y de formación de otras esferas como la cognoscitiva o el comportamiento externo del individuo.

En esta discusión teórica está siempre presente, implícita o explícitamente, el papel que se asigna a las relaciones con los otros; aunque se acepta ampliamente la importancia de la interacción social en el desarrollo, hay grandes diferencias en la función que se le otorga en el mismo; en algunos planteamientos se le considera como una determinación lineal del desarrollo, quedando anulado ahí el papel que el propio individuo tiene en su desarrollo, y éste es asumido como resultado de esas condiciones sociales, o bien se le concibe solamente como un dispositivo contextual, o facilitador del desarrollo. Para la perspectiva histórico-cultural el desarrollo psicológico está necesariamente mediado por las relaciones sociales e impregnados por las coordenadas históricas, geográficas, culturales y personales que hacen a cada individuo una persona diferente, única e irrepetible en el mundo.

Con base en estas consideraciones generales y bajo la concepción de que el afecto es un aspecto intrínseco e indisoluble del desarrollo humano, el objetivo de este trabajo de retomar algunos planteamientos formulados por Vigotsky, fundador de la perspectiva Histórico-Cultural del desarrollo, para un acercamiento a la comprensión de la gestación y co-construcción social del desarrollo afectivo.

Para este cometido se inicia con el abordaje de los principales postulados teóricos de esta perspectiva, para después particularizar en torno al desarrollo afectivo.

 

Postulados generales de la postura histórico-cultural

Para Vigotsky (1991,1995), el desarrollo psicológico tiene su génesis en la vida social. Es decir, el desarrollo psicológico de cada individuo es un proceso dinámico de co-construcción que tiene lugar exclusivamente a través de la participación de la persona en las actividades socialmente organizadas del contexto histórico-social en que se desenvuelve.

La participación del ser humano se lleva a cabo en un proceso de interrelación social (ínter-psicológico), en donde las personas participan de manera activa inter-construyéndose, y tiene su culminación en el ámbito interno (intra-psicológico), como apropiación de las herramientas e instrumentos empleados en las diversas actividades prácticas, cognoscitivas y relaciones afectivas que, en palabras de Vigotsky, constituyen el arraigo cultural.

En este proceso de arraigo cultural la persona se va constituyendo sociopsicológicamente. En lo social, como un sujeto habilidoso en el manejo de las herramientas que le presenta su medio; en lo psicológico y a través de ese manejo se construye como un individuo, en tanto se van conformado en él una serie de funciones superiores particulares con una relación exclusiva al momento en que vive.

En la construcción de la identidad psicológica de cada individuo, la participación e influencia del otro ocupa un lugar insoslayable e imprescindible en el origen, establecimiento y desarrollo de los procesos cognitivo-afectivos como unidad indisoluble.

Asimismo, en ese proceso el otro es corporalmente extenso y se encuentra necesariamente indisociable y presente en el momento interpsicológico; posteriormente ese otro tiene una influencia histórica perenne en los procesos intra psicológicos. Pero claro, a todo lo largo de la construcción de la identidad, la influencia del otro está permanentemente matizada y tamizada por la participación activa del sujeto, está mediada por las formaciones psicológicas que ya ha logrado.

El salto cualitativo del nivel interpsicológico al intrapsicológico se da gracias a que la persona se apropia activamente de la experiencia histórico-social a través de las interacciones sociales, proceso que algunos autores denominan “internalización”, concepto que frecuentemente induce a un falso dilema interno vs. externo, razón por la cual en este trabajo se prefiere utilizar el concepto de “apropiación”, que significa hacer suyo, construir para sí. Esto no significa que el resultado de la apropiación de la experiencia sea una copia fiel de lo que originalmente ocurrió en la interacción social, sino que hay todo un proceso de transformación creadora que da su carácter personal y único al individuo, en razón de que a través de su participación activa tamiza y matiza dichas interacciones.

Esta apropiación genera una doble revolución vital en el individuo; por un lado, transforma radicalmente en una dimensión cualitativa su relación con el medio y, por el otro lado, gesta nuevas funciones psicológicas. Ambas transformaciones son logradas debido a que con la utilización del signo, y con él la capacidad de representar lo ausente, de idear lo no existente, de planear hacia futuro, emergen los procesos sociales mediatizados semióticamente1. Con ello, las reacciones inmediatas que caracterizaban el primer tipo de relación del organismo con el medio dan paso a relaciones mediatas y, sobre todo, controladas por parte de la persona. Es decir, en los términos de Vigotsky, las funciones elementales son superadas cualitativamente y transformadas en funciones superiores.

Es en este proceso de socialización que se desarrolla la atención voluntaria, la memoria, la formación de conceptos, la volición y junto a ellas las formas específicas y sociales de sentir acontecimientos, objetos y personas, es decir, también se construye la afectividad.

La persona manifiesta su individualidad a partir de tomar conciencia de su capacidad o potencialidad para iniciar acciones, conocimientos y sentimientos que contrasten con los del otro respecto de sí mismo. Donde “sí mismo”, es empleado en el contexto de una comparación y tiene como conceptos relacionados: distinto, diverso y desigual. La identidad inmediata del sujeto, se expresa gramaticalmente en la primera persona del singular “yo”, en español; “I”, en inglés; “je”, en francés; y se reafirma en la expresión “yo soy” en español; I am en inglés; je suis ò soi en francés; acepciones gramaticales que designan lo que Ricoeur (1996) -en su libro:

Sí mismo como otro- denomina la mismidad; concepto que el autor utiliza como sinónimo de identidad-ídem, opuesto al concepto identidad-ipse. El autor en su libro abunda diciendo: “Nuestra tesis constante será que la identidad en el sentido de ipse, no implica ninguna afirmación sobre un pretendido núcleo no cambiante de la personalidad” (página XIII).

La formación de la identidad individual del yo está enmarcada en la relación recíproca que guarda el niño con los otros, quienes le promueven sus ideas, conocimientos y afectos, lo cual significa un desarrollo dinámico e interactivo con los objetos, las personas y los signos de su cultura. De esta manera, la toma de conciencia le permite al niño relacionarse de manera diferencial con el medio y verse como semejante y simultáneamente diferente en el proceso de desarrollo.

Es gracias a la relación con los otros que el sujeto siente, actúa, co-construye afectos, integrándose de esta manera a través de extender sus habilidades bajo la supervisión o guía del otro como un compañero con habilidades y arraigo específicos.

Los otros que colaboran con el sujeto juegan un papel muy importante en el desarrollo psicológico del niño, ya que se constituyen en agentes de su desarrollo al compartirle una cultura donde se socializa y desarrolla una conciencia propia, gracias a la cual también piensa y autorregula sus afectos.

Esta influencia y efecto se da al interior de un espacio socio psíquico en las relaciones inter psicológicas, que Vigotsky denominó Zona de Desarrollo Próximo (ZDP), categoría teórica que el autor creo para analizar las interrelaciones sociales, donde se establece una relación particular entre un sujeto más capaz y otro aprendiz.

La ZDP está delimitada, en su extremo “inferior”, por aquello que la persona (niño o adulto) puede hacer de manera independiente, mientras que su extremo “superior” estaría indicado por todo cuanto la persona es incapaz de hacer por sí misma, pero sí con la colaboración de otro más capaz. La noción de ayuda se entiende en este contexto como la interacción entre dos personas, donde el más hábil (el experto o guía) proporciona asistencia, apoyo, auxilio y o supervisión al sujeto menos capaz o aprendiz.

En otras palabras, la ZDP está conformada por todo cuanto la persona puede hacer exclusivamente con la “ayuda” de los demás.

La Zona de Desarrollo Próximo es el planteamiento central de la perspectiva Vigotskyana que sintetiza el papel del otro y el carácter del desarrollo como proceso social, único e irrepetible, a partir de una visión psicogenética del ser humano; este concepto engloba la comprensión de la génesis humana y representa un planteamiento general y de gran potencialidad, aún no explotado en toda su extensión, que resulta bastante promisorio al conocimiento y a la práctica no sólo de las ciencias psicológicas, sino de otros ámbitos del conocimiento y desempeño humanos que a Vigotsky mismo no le dio tiempo de considerar (Labarrere, 1998; Morenza, 1998; Corral, 1999, 2001).

El planteamiento de Vigotsky de que en toda función psicológica humana la utilización de instrumentos semánticos compartidos interpersonalmente precede genéticamente a su dominio intrapersonal, define también una distancia en cada momento del desarrollo entre el dominio personal (actual) y el dominio compartido (realización futura), como potencialidad que se genera en dicha relación.

Los elementos implicados en el concepto de Zona de Desarrollo Próximo son: el sujeto aprendiz, el instrumento semántico a ser aprendido y el sujeto más experimentado o capaz. La potencialidad no está determinada por alguno de esos elementos ni éstos fungen como simples facilitadores o actualizantes de algo que preexiste, sino que ella emerge de la relación en una acción compartida que supone la interdependencia de ambos sujetos. Lo que se comparte son sistemas de signos semánticos elaborados a través de la historia social y fijados en la cultura, y la potencialidad se plantea no sólo en tanto ejecución posible sobre la realidad, sino también sobre el propio sujeto que la realiza como una función reguladora y transformadora de sí mismo (Corral, 2001).

Con respecto al sujeto aprendiz, éste se ubica en un dominio parcial del sistema a incorporar, como potencialidad ya existente en el dominio del sujeto, pero que sólo desde su relación con el otro, que le posibilita múltiples direcciones, se abren nuevos espacios para el cambio y la transformación.

En cuanto al otro más capaz, desde una visión genética siempre existe el “otro”, “El otro es la primera condición de la emergencia del sujeto que se dice “yo” (Bajtín, 2000, p 17). En la relación compartida con el otro se incorpora el sistema simbólico que se forma, pero una vez alcanzado el dominio personal del mismo, la huella del otro no desaparece, sino que permanece en los sistemas de signos que contribuye a formar, pues los sistemas simbólicos nunca son neutrales, ya que no están separados de criterios, necesidades, valoraciones, propósitos e ideales acordes a la cultura respectiva; de ahí que la relación con el otro, que el conocimiento se conciba como un solo proceso afectivo-cognitivo indisoluble, y de aquí también la expresión de que “El hombre, a solas consigo mismo, sigue funcionando en comunión” (Vigotsky, 1987, p 162).

Según Cole (1985), la ZDP del aprendiz es sensible, en lo cognoscitivo a los conocimientos; en lo social a los estilos interactivos y a la organización del grupo social, gracias al vínculo afectivo establecido entre los participantes, lo que posibilita que la ayuda sea recibida, aceptada y valorada.

Por otra parte, la relación particular entre el más capaz y el aprendiz contempla una relación dinámica, interactiva y bidireccional entre los participantes, donde los roles de cada uno no son fijos ni preestablecidos. Esto es, en cada momento de la interacción y considerando el arraigo cultural se define quién enseña y quién aprende. Proceso dinámico en el que las personas en interacción se socializan y enseñan mutuamente.

De esta forma, para que una interacción social incida en el desarrollo de al menos uno de los participantes debe construirse abierta a las posibilidades de cada uno (la ZDP) y en donde el efecto sea mutuo.

Pero, como ya se ha mencionado, en este proceso no sólo traban contacto conocimientos y habilidades sino también formas actuar y de sentir. De esta manera, en la interacción con el otro se presentan, imponen, modelan y proponen estrategias y comportamientos afectivos. Cronológicamente en el proceso histórico de la formación de los afectos, en el rol de guía experto en un primer momento es dominantemente asumido por los adultos, quienes inician al aprendiz (el niño) enla manera de realizar y pensar la actividad, así como a asociar y manifestar un sentimiento o una emoción. Esto no significa que el niño “repita” lo que el otro le enseñó, aunque en apariencia la conducta o los afectos sean iguales, el significado es diferente gracias a la “apropiación dinámica y activa del aprendiz”, proceso que conduce a que cada aprendizaje y afecto personal se vuelva semejante y diferente a la vez.

Con anterioridad se indicó que con la apropiación del signo se establece una relación cualitativamente distinta con el medio, ya que con su utilización el individuo es capaz de distanciarse del medio circundante, de diferir temporalmente sus reacciones, pasando de interacciones inmediatas con personas y situaciones a interacciones mediatas, donde la anticipación y la planeación son predominantes; así mismo, el individuo al usar signos puede influir en el comportamiento ajeno y, sobre todo, lograr el control sobre sí mismo, lo cual da paso a la autorregulación cognitivo-afectiva como un proceso que se ubica en un nivel superior del desarrollo psicológico.

En el desarrollo psicológico se pueden identificar dos niveles cualitativos, evidenciados por las formas y contenidos de las actividades del niño. En el primer nivel se habla de las funciones psicológicas elementales, en el segundo nivel de las funciones psicológicas superiores.

Los procesos psicológicos elementales están asociados a una línea de desarrollo natural &–biológica&–, y son la memoria, atención, percepción, las emociones “naturales”, automáticas, originadas por el proceso mismo de maduración del organismo y que aseguran su supervivencia. Podría decirse que son propias de la especie humana (Páez y Adrián, 1993).

Sobre ellas, sin eliminarlas, pero modificándolas cualitativamente se construyen los procesos psicológicos superiores. Estos procesos sólo pueden emerger en la medida en que la persona se apropia de los signos. Habilidades simbólicas que permiten la construcción de una memoria, atención, percepción, pensamiento y emociones voluntarios; todos, propios de un grupo social particular. De esta manera se pasa a una nueva forma de comportamiento, que ahora es mediada en la medida en que emplea medios auxiliares &–los signos&–. Esta situación se traduce en la conquista máxima del ser humano: la libertad de elegir ante qué, cuándo y cómo reaccionar (Páez y Adrián, op. cit).

Lo dicho previamente permite decir que la persona empieza a controlar sus propios procesos y acciones y, asimismo, que se vuelva capaz de inhibir actos automáticos e inconscientes; es decir, se autorregula.

 

El desarrollo afectivo

Los postulados teóricos de Vygotski permiten explicar el desarrollo afectivo como un proceso interrelacionado a otros proceso. El tema fue poco abordado en los trabajos de Vygotski, la mayor parte de las veces lo planteó implícitamente. Es sólo hasta el capítulo final de “Pensamiento y lenguaje” que lo hace de forma explícita, explicando que en todo proceso psicológico están presentes tanto elementos cognoscitivos como afectivos y sociales2; y es la afectividad el motor que mueve al pensamiento y los signos. A partir de esta afirmación se puede concluir que toda actividad intelectual va siempre acompañada de sentimientos y viceversa, “por su propia naturaleza, todos los elementos que se integran en las funciones de la personalidad tienen una naturaleza cognitivo-afectiva. El hombre se apoya en esta naturaleza para regular todas las esferas de su comportamiento. Es prácticamente imposible representarnos un proceso o hecho psicológico puramente afectivo o puramente cognitivo” (González y Mitjáns, 1989, p. 33).

Desde el punto de vista de este trabajo la afectividad se encuentra sujeta, además de a su propia lógica, a las leyes generales del desarrollo psicológico, luego entonces su desarrollo sigue la misma transformación de lo social a lo individual; es decir, sigue el mismo proceso de las relaciones ínter psicológicas a las relaciones intra psicológicas.

Vigotsky (1993) sostiene que en la ontogénesis de las emociones también confluyen y se fusionan una línea natural-biológica y una línea sociocultural, las cuales convergen y se mezclan desde las primeras fases de la ontogénesis. A partir de los sistemas innatos, de la interacción social y de la adaptación de la capacidad simbólica, se irán desarrollando sistemas más complejos marcados por la historia social (Páez y Adrián, 1993), de manera tal que, las relaciones sociales con los demás, a través de un instrumento como el lenguaje, contribuirán igualmente a la socialización emocional” (Paez y Adrián, op.cit. p. 31).

Aunque Vigotsky no disertó ampliamente sobre las emociones elementales y superiores como tales, se pueden recuperar sus principios teóricos y se podría indicar que como especie y por el proceso mismo de maduración, se gesta la aparición de formas sensibles que pueden guiar el comportamiento, y que pueden ser consideradas como emociones elementales, las cuales constituyen la expresión de los estados fisiológicos rudimentarios como el terror, la ira, la desesperación o la furia; emociones propias de edades tempranas. Mientras que las emociones superiores comprenden afectos co-construidos en la relación social con los otros, entre los que encontramos los sentimientos religiosos, de amor erótico, de amor filial, de sensaciones estéticas, etc. Afectos originados y co-construidos a partir de la relación de la persona con la cultura, afectos propios de edades tardías.

Partiendo del supuesto de que los afectos son construidos socioculturalmente, se puede señalar que existen “cortes, niveles o estadios” que un grupo social particular hace de la afectividad, otorgándoles un nombre, un sentido y una manera de expresión socialmente aceptables, y que por ende, pueden ser caracterizados (al igual que las otras funciones superiores) por ser: a) controlados por el sujeto en su entorno, b) llegar a tener un carácter consciente, c) tener una función comunicativa, y d) emplear signos.

Asimismo, los afectos presentan rasgos específicos como: 1) Es difícil de hacerlos conscientes, 2) facilitan la asociación entre acontecimientos y personas, 3) descansan más en el sentido del signo que en su significado.

De esta manera, los afectos oscilan entre ser inconscientes y estar controlados por signos. En esta última condición es donde se puede llegar a gestar lo que se denomina la autorregulación afectiva. En otras palabras, a través de la utilización de signos es posible conocer, racionalizar y dominar nuestros propios afectos; el individuo es potencialmente capaz de manejar sus sentimientos en la relación con los otros.

La autorregulación afectiva al igual que otras funciones psicológicas superiores comparte el uso de los signos y el papel que a éstos se atribuye, pero la relación que se construye entre la afectividad y los signos es particular y cualitativamente diferente.

Consideramos que la afectividad, al igual que los procesos cognoscitivos, es una construcción de génesis social y de apropiación y ejecución individual; así mismo, que es un proceso interrelacionado con otros aspectos del desarrollo psicológico, que se construye en la interacción constante con los otros, en un contexto social histórico donde el individuo participa activamente de sus propias estrategias afectivas, a partir del aprendizaje en solución de problemas cotidianos de la interacción en general con el medio.

 

Consideraciones finales

Discernir en torno al desarrollo afectivo es tema complejo tanto en su conceptualización teórica como en las estrategias para estudiarlo y analizarlo. Su dificultad radica en que los afectos son sentimientos, emociones que no siempre pueden ser observados o expresados para los otros. Como diría Bajtín (2000) uno puede ver un comportamiento afectivo del otro que éste no ve, como su imagen corporal entera, ya que la persona lo ve de adentro hacia fuera. En este mismo sentido, existen afectos que uno no puede ver del otro, ya que son internos y sensitivos; únicamente se percibirán o conocerán en la medida que la persona comparta su mundo interno.

Sin embargo, observar el proceso afectivo en su relación indisoluble con otros procesos psicológicos permite comprender e interpretar de forma holística esos fenómenos. Esto significa considerar que en todo proceso psicológico están presentes y entreverados tanto elementos cognoscitivos como afectivos, en formas de relación móviles y complejas, en las que no puede haber reducciones simplistas ni mecanicistas del predominio de uno sobre el otro.

A partir de concebir -en este trabajo- al sujeto como una persona activa en su propio desarrollo, atribuyéndole importancia a la cultura, así como al papel de los otros en la co-construcción de los afectos, consideramos que la teoría sociocultural responde ampliamente a este planteamiento y permite seguir desarrollándola.

Recuperamos el planteamiento de Vigotsky, aunque se reconoce que, por lo prematuro de su muerte, no dejó claros varios conceptos (conciencia, control), ni explicó con profundidad algunos procesos psicológicos (por ejemplo la internalización; cómo el niño ejecuta una tarea bajo la guía de otro, el mismo desarrollo de la afectividad). Sin embargo, sus principios teóricos permiten investigar sobre esta línea, toda vez que explica: 1) cómo la adquisición de un conocimiento o de una habilidad deviene de un proceso de interacción social, 2) que la participación activa del sujeto es un aspecto indispensable en la construcción de su conocimiento y afectos, 3) que la relación con un otro juega un papel importante en el desarrollo psicológico y, 4) que los procesos de actividad del sujeto realizados en un plano externo se internalizan, iniciándose así el proceso de autorregulación.

 

Bibliografía

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Corral, R. R. (2001). “El concepto de zona de desarrollo próximo: una interpretación”. Revista cubana de psicología, Vol. 18, No. 1, p 72-76, Universidad de la Habana.

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Dirección para correspondencia:
María Antonieta Covarrubias Terán
E-mail: antonic@campus.iztacala.unam.mx
Adrián Cuevas Jiménez
E-mail: acuevas@campus.iztacala.unam.mx

 

 

Notas

1Una función semiótica hace referencia al manejo de símbolos y signos para mediar una realidad social. Los símbolos se refieren al significado personal y los signos son “los estímulos-medios artificiales introducidos por el hombre en la situación psicológica, que cumplen la función de autoestimulación, adjudicando a este término un sentido más amplio, y, al mismo tiempo, más exacto del que se le da habitualmente a esa palabra. De acuerdo con nuestra definición, todo estímulo condicionado creado por el hombre artificialmente y que se utiliza como medio para dominar la conducta &–propia o ajena- es un signo: su origen o función” (Vigotsky, 1996, p. 83)
2Si bien en su libro de Teoría de las emociones (2004), se recopila y aborda más ampliamente el tema, el tratamiento de los afectos se basa en la disertación de las posturas teóricas de otros autores que abordan el tema, como: Cannon, James, Descartes, Freud, Bühler, Claparede, Darwin,Karl y Charlotte, Bühler. En el libro Obras escogidas III (2006) cita a otros autores que iniciaron sobre el tema de los afectos como: Freud, Bühler, Claparede, Karl y Charlotte, Bühler, además de Darwin, Cannon y James.

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