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Metaphora

versão impressa ISSN 2072-0696

Metaphora (Guatem.)  n.3 Guatemala nov. 2004

 

PSICOANÁLISIS + GUATEMALA= ...

 

Si los otros haceres clínicos son un Mal-estar en la cultura: ¿qué ofrece el Psicoanálisis?*

 

 

Paulina Zamora de Otero

Grupo de Estudios Psicoanalíticos de Guatemala

 

 

El mercado guatemalteco de la salud mental ofrece "productos" como estos:

"Seminario sobre Cómo vencer las tensiones nerviosas. Objetivos: lograr la armonía de pareja y adecuada conducción de los hijos, trabajar o estudiar sin fatiga motivado por su propia auto-motivación,........ , corregir alteraciones y bloqueos psicosexuales,.." etc

"¿Le gustaría aprender a cómo pelearse sanamente en pareja? Además, beneficíese del taller Abordaje terapéutico de la sexualidad en la relación de pareja."

"El deshipnotizador que hipnotiza ¿Quiere usted deshipnotizarse? Por que hasta cierto punto todos estamos hipnotizados -a veces desde la infancia- por un gran número de suposiciones y sugestiones inadecuadas sobre la vida y sobre nosotros mismos, las cuales nos impiden alcanzar una existencia satisfactoria."

Incluso a nivel profesional leemos títulos de plenarias y ponencias como éstas:

"La construcción de la masculinidad en ofensores sexuales: un análisis desde el poder", "Psicoterapia de Energía, el regreso de la meditación, su aplicación en el manejo de las emociones", "El síndrome del Padre Alienado", "Machismo y feminismo buscando un equilibrio", etc.

¿Cómo pensar el Psicoanálisis como una perspectiva para Guatemala? ¿Desde dónde se puede ir creando un lugar de sostén para la clínica psicoanalítica en nuestra cultura, si al parecer ésta se ha MAL-acomodado en un discurso de mercado? Un discurso saturado de ofertas de terapias 'altamente eficaces y rápidas', que han puesto en boca de los consultantes un slogan, "¿eso, funciona rápido?", y ha difundido la idea de que el psicoanálisis no es para cualquiera. Tampoco es de unos cuantos elegidos.

Psicoanálisis en Guatemala, ¿por qué no? De este lado, del lado del signo negativo de la pregunta, siempre se adelantan a darnos una respuesta. "No cura rápido". Así lo formulan quienes conocen de manera silvestre la clínica psicoanalítica o no la conocen. Pero del lado que sostiene el signo de la inclusión, ¿cuál es la respuesta? ¿Por qué el Psicoanálisis en los consultorios de Guatemala? Como en otros Mal-estares culturales, porque allí donde el sujeto está objetivizado, forzado a olvidar su propia subjetividad; allí, en esa forclusión que producen los discursos del Amo, es en donde el psicoanálisis se sitúa para esperar al sujeto. Y lo hace porque lleva más de cien años de haberse posicionado "más allá" de la sugestión y lo sigue haciendo en el caso por caso cuando cuestiona el lugar del analista. Por eso es una clínica que al haber renunciado al ceremonial hipnótico, renunció a tener que recurrir a la omnipotencia de la palabra del Otro que lleva al sujeto a esperar ser designado por la misma, a que se le indique.

Psicoanálisis es lo que se digita de una práctica. La del lugar del analista como sostén del discurso psicoanalítico. Sostén de una dirección de la cura sin tiempo, porque el inconsciente es atemporal. Una cura que se sostiene y se tramita en la palabra, y que pide del analista que renuncie al ideal de curar, educar y gobernar. Por eso, si nos preguntan, ¿Psicoanálisis, para quiénes? Decimos, para todo el que se sepa un ser hablante, y para todo ser hablante cuyo sufrimiento lo interroga.

Ser Hablante. Ese sujeto atravesado por el lenguaje y producido más allá de sus decires. Sujeto sujetado por el inconsciente. Un inconsciente aprehensible por sus efectos. Efectos que son hechos de lenguaje. Hechos de lenguaje que son descifrados por el analista cuando "pone a trabajar la palabra" del analizante en la asociación libre. Pensándola a ésta, como "ese diccionario que cada uno tiene en su cabeza" (p.89, 2002).

El psicoanálisis cura siendo una experiencia de discurso que se encarga de la estructura, condición de posiblidad en la creación de síntomas y la psicopatología de la vida cotidiana. Es una experiencia que inicia con cierto "sentimiento de extrañeza", un Síntoma que se ha investido, que se ha vuelto imposible de soportar. Un síntoma que da una palabra inicial, un 'sobre algo' contra el cual el sujeto no tiene recursos. No es el síntoma de la medicina, la psiquiatría o incluso las llamadas psicoterapias, ese al cual el "paciente" termina conformándose o contentándose porque, como se suele oír, "debes aceptar que eres/tienes...... " y esto toma tantas posibilidades cuantos diagnóticos se sigan inventando en el DSM-IV o el CIE-10. En este tipo de "síntoma" hay uno que se queja y se dirige a otro para demandarle que le ordene su desorden, un otro que domestica el goce con el principio del placer y cierra el inconsciente. Allí, no hay posibilidad de análisis. El "paciente" se salva de ser partícipe en el desorden de su queja,... perdónalo Dios mío no sabe lo que hace.

El síntoma del psicoanálisis es el síntoma que se constituye como tal cuando es "dicho en el interior del acto analítico" (p.257, 1998). Porque es dentro de este acto que, cuando el sujeto lo dice dirigiéndose al Otro, permite que aparezca una verdad, la suya. Esto lo implica en su mensaje y pone "en funcionamiento un goce ignorado por él" (p.81, 2001). Ese Otro al que se dirige no es un semejante al que se le habla. Es el analista en tanto gran Otro, lugar mismo de la palabra y complemento del síntoma. Es el Otro que, junto al analizante, está en la estructura del inconsciente. Un inconsciente que no está sólo en esos hechos del lenguaje en los que aparece una verdad que rebasa al que la dice porque no sabe lo que está diciendo. Inconsciente allí adonde "va dirigida esa verdad" (p.257, 1998). Lugar que lo produce, porque su estructura no se puede objetivar, sólo se puede "apreciar su trabajo en [ese] acto que le da lugar" (p.257, 1998), el acto analítico. Un acto en el que opera un trabajo de traducción con las operaciones que se llevan a cabo en el mismo. Primero, un decir particular y una escucha. Tampoco cualesquier. Es la asociación libre y la escucha analítica. Después, las respuestas del analista. Su silencio, un silencio que alcanza ser un decir. Un silencio que dice, "eso no es todo". Que dice al analizante que aún le falta por decir para llegar a lo real. Y, la interpretación en transferencia. La que capta el deseo y deja un elemento faltante en el discurso para volver a producir el inconsciente. Ese lugar del desconocimiento para el sujeto, pero también, lugar al que se le otorga un saber. Un saber sobre lo que le pasa. Y aquí es donde ocurre una subversión, el sujeto asume una posición de entrada analítica al hacerse cargo de su relato, de aquello que ignora que dice. Es una "implicación subjetiva del sujeto en su propio goce" (p.81, 2001). Ya no se trata sólo de una queja sino de algo que lo interroga en su propio ser. Aparece una fisura. Un sujeto escindido "entre lo que sabe de sí y lo que no sabe" (p.81, 2001). Una división subjetiva, momento en el que cree en asociar sobre los hechos del lenguaje, esas formaciones del inconsciente, porque sabe que allí hay algo que le revelará aquello de lo que padece. Pero, esta revelación será en tanto que este interrogante le permita el encuentro con un analista. "Una apertura al Otro", a aquel Sujeto supuesto Saber, supuesto a saber algo sobre lo que le pasa al sujeto que consulta. También, momento de apertura a la transferencia.

Este gran Otro de la transferencia tampoco es un otro al modo de las terapéuticas, la medicina o la psiquiatría, ese que al hablar despliega un saber retórico acerca de lo que debe y no debe hacer el paciente. No. En Psicoanálisis, ese Otro de la ecuación analítica, es el lugar en el que el poder de la palabra está del lado de la captura del modo "como se articula la dialéctica del deseo" (Boletín No.4 NEL, Héctor Gallo). Este Otro no convence al sujeto sobre lo inapropiado de su goce, tampoco recomienda, aconseja, promociona salud mental o previene la enfermedad. Es el Otro que lo lleva a hacerse cargo de su escisión, de su falta en ser. Pero, también, lo lleva a encargarse de esa pregunta, la que siempre se ha planteada: ¿Qué me quiere el Otro?, ¿qué del Otro podría satisfacerme? Pregunta que permanecerá consistente en el análisis y conducirá al sujeto por los distintos caminos en los que demanda, dependiendo de las intervenciones del analista. Intervenciones que no se pueden sostener en lo que Lacan llama "el fantasma del saber totalidad", aquello que hace creer al terapeuta que existe un lugar desde el cual "todo se puede explicar, un lugar en el que todo está dicho e inventado, cuya función implica que algo siempre vendrá a llamarnos desde afuera" (Boletín No.4, NEL, Héctor Gallo). El sujeto no puede contentarse con demandar. Decir que debe encargarse de su relato significa que el analista produzca con sus respuestas la vertiente del sinsentido de la palabra. Si en sus respuestas el analista rompe la ilusoria consistencia del saber totalidad, el sujeto se compromete con su dicho porque ahora sabe que la respuesta sobre lo que le pasa no se encuentra por fuera de la dialéctica de su deseo. Dialéctica que se hace evidente en el despliegue de la palabra en sus múltiples dimensiones. Como dirá Alicia Arenas (Boletín No.4, NEL):

"la palabra como mediación entre el sujeto y el otro, palabra que seduce. La palabra como revelación del discurso del Otro, palabra que a la vez instala la ambigüedad, la mentira, la existencia misma de lo verdadero y lo falso.(....) O la palabra como puro nudo de una palabra con otra, sin sentido pero con significación, la palabra en la poesía. Cada una de ellas en juego en la relación analítica ".

Es el más allá de la palabra lo que devela la dimensión irreductible de la pulsión al significante. Porque aunque este ponga límite al goce, la antinomia es que hay un goce-sentido en lo que comporta la palabra. Es allí donde se dirige la interpretación, al sinsentido. A todo aquello que cuestiona "las certidumbres fantasmáticas" del sujeto. Convirtiéndose el analista en "semblante de lo real que escapa al sentido, real de goce que causa el decir del sujeto". Este sinsentido, o lo no dicho o no interpretable como dina Freud, se vuelve en "lugar determinante de la eficacia de la cura" porque es lo que hará aparecer al objeto causa de goce del sujeto (Boletín No.5, NEL, Antonio Pignatiello). Hace surgir lo más individual en él. Llegado el final del análisis ese sujeto podrá hacerse a esa piedra que es, trasponerla como causa de goce para dejar de cargarla. "Yo soy como yo gozo", dice Miller (1998). En ese punto alcanzará ese estilo encarnado que es por su forma singular de gozar. Un estilo que se convierte en "el hueso duro de roer" en un análisis. La piedra en el camino. Y, sin embargo, lo que se busca "disecar para modificar su uso" (Miller, 1998).

Aquí viene una pregunta al analista, la que lo hace pagar con algo para no MAL-acomodar al sujeto con sus propios decires y los decires de la cultura. La pregunta, ¿has actuado según tu deseo de analista, ese que está más allá del deseo de ser Amo? Al responder, debe pagar con su ser y debe querer no borrar su propia falta en ser con esas identificaciones tranquilizadoras a discursos que ilusionariamente le dan herramientas concretas para "curar rápido", las que lo hacen volver a caer en identificarse él al saber en lugar de escuchar el saber del inconsciente. Sólo así, renunciando a su ser, deseando no querer nada, podrá ser semblante y reflejar ese objeto causa de deseo y goce del inconsciente del sujeto. Ser semblante del objeto causa es permitir la apertura del saber del inconsciente. Si el analista no se despoja de su ser, de su ser en tanto persona, de sus propios prejuicios e ideales y del ideal al standard, cae en las trampas de su propio inconsciente. La única estructura que debe producirse en el acto analítico es la del analizante. Este es el único deseo que puede permitirse el analista, el que pone a trabajar el inconsciente del paciente en la cura. Es en la propia práctica, la del caso por caso y sesión por sesión, que el analista siempre se preguntará, ¿hacia dónde voy, hacia dónde dirijo esta cura? Responsabilizándose por la respuesta es como paga con su ser y logra contrariar el cierre del inconsciente que suponen las identificaciones. Sólo así será escuchada su interpretación desde el lugar del gran Otro de la transferencia llevándola a ésta hacia la pulsión, "justamente a aquello que no identifica" (p.136, 2002). Y sólo así soportará, al final, caer del lugar de Sujeto supuesto Saber al lugar de resto de la operación analítica.

Así que, llegando al final, me hago la pregunta, ¿cómo se define una cura analítica en su rectitud? ¿En qué radica la ética del psicoanálisis? En saber que el poder de la cura está en la palabra. No cualquier palabra, es la palabra que pierde goce. La que se pronuncia desde la regla fundamental, regla que no indica ni dirige al sujeto hacia la palabra plena ni al discurso coherente, aunque se le deje libre de intentar ambas. Libertad que él mismo no tolera porque desde el lugar del analista no se satisfacen ninguna de sus demandas sino se le dirige hacia la confesión de su deseo.

Rectitud en la cura mientras se renuncie a las normas difundidas, a la idea de que el análisis debe responder a la propia demanda del analista de curar. Cura, mientras se capte el deseo en la letra. Mientras el analista lo capte. Y, si así es, les pregunto como preguntó Lacan, ¿acaso no se le debe "exigir al [descifrador] que sea en primer lugar un letrado?" (p.621,1989). Por eso "(...) el analista opera a la medida del análisis que ha hecho" (p. 132, 2002).

 

 

Bibliografía

1. Alemán, J. y Larriera, S. (1998). Lacan:Heidegger. El Psicoanálisis en la tarea de pensar. España: Miguel Gómez Ediciones        [ Links ]

2. Arenas, A. (2002). Comentario publicado en el boletín No.4 de la NEL para las II Jornadas de la Nueva Escuela Lacaniana. Las respuestas del psicoanalista (en el consultorio y en la ciudad). Medellín, Colombia        [ Links ]

3. Gallo, H. (2002).         [ Links ] Comentario publicado en el boletín No.4 de la NEL para las II Jornadas de la Nueva Escuela Lacaniana, Las respuestas del psicoanalista (en el consultorio y en la ciudad). Medellín, Colombia.

4. Grasser, Y., Palomera, V. y Solano, E. (2002). ¿Cómo cura el psicoanálisis? Serie Bitácora. Publicación de la Nueva Escuela Lacaniana en formación- NEL.        [ Links ]

5. Hernández, R. (2001). La dirección de la cura. En IV Coloquio Internacional del Campo Freudiano en La Habana. Buenos Aires: Ediciones Eolia        [ Links ]

6. Lacan, J. (1989). La dirección de lal cura y los principios de su poder. Escritos 2. España: Siglo Veintiuno.        [ Links ]

7. Miller, J.A. (1998). El hueso de un análisis. Buenos Aires: Tres Haches        [ Links ]

8. Pignatiello, A. (2002). Comentario publicado en el boletín No.5 de la NEL para las II Jornadas de la Nueva Escuela Lacaniana. Las respuestas del psicoanalista (en el consultorio y en la ciudad). Medellín, Colombia.        [ Links ]

 

 

*Trabajo presentado en el Panel Tres abordajes psicoterapéuticos: Perspectivas para Guatemala. III Encuentro de estudiantes y profesionales de Psicología, El lugar de la ética en el Mal-estar en la cultura. Universidad Rafael Landívar. Guatemala, 2002.

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