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Interamerican Journal of Psychology

versão impressa ISSN 0034-9690

Interam. j. psychol. v.40 n.1 Porto Alegre abr. 2006

 

 

Identidad social y protesta política en la transición democrática mexicana

 

Social identity and political protest at mexican’s democratic transition

 

 

Gabriela Rodríguez Hernández 1; Karla Patricia Cruz Calderón

Universidad Autónoma del Estado de México, México

 

 


RESUMEN

Se realizó un estudio para analizar la influencia del componente de la identidad social en las acciones de protesta política en el marco del desafuero del alcalde de la Ciudad de México. De los elementos que componen la identidad social sólo la estructura de la situación intergrupal y la identificación grupal resultaron ser variables con capacidad predictiva, así se evidencia que la pertenencia a organizaciones, el grado de inclusión en la identificación y la valoración política no impactan en la decisión de participar en acciones de protesta.

Palabras clave: Percepción social, Actitudes políticas, Características intergrupales, Valoración política.


ABSTRACT

A study was done to analyse the influence of the social identity component in the protest actions, on the come about of the desafuero of Mexico’s City Mayor, it means, to permit to be judge by authorities without any legal protection inherent to his charge. From the element that composes social identity only the structure of the intergroup situation as well as the group identification resulted to be variables with predictive capacity. Highlighting that the belonging to organizations, the degree of inclusion on the identification and the political value don’t have an impact on the decision to participate on protest actions against the desafuero of Mexico’s City Mayor.

Keywords: Social perception, Political process, Intergroup characteristics, Value political.


 

 

La protesta política en México se consideró durante muchos años producto del acarreo (mecanismo a través del cual los partidos políticos y demás organizaciones que constituían las movilizaciones organizaban a las masas populares para aparentar una fuerza política extraordinaria que, por supuesto, no tenían, a cambio de ciertas prebendas). Dicha acción pasó a representar una simple y llana imposición, sin que, obviamente, mediaran elementos de identificación política, económica o psicológica entre quienes participaban en las movilizaciones; pero que sin embargo, se legitimó apoyada en discursos autoritarios que organizaban su forma y contenido como interpretaciones validas de la realidad, dando paso a un proceso de creación y destrucción de símbolos y significados de la vida pública; mientras se marginaban o excluían interpretaciones alternativas (Rodríguez, 1994).

En cambio, hoy asistimos a un momento político en el que las luchas y movimientos sociales juegan un papel relevante. Hoy, a partir sobre todo de la transición democrática del año 2000, existe una sociedad que reacciona ante el Estado y que atestigua una nueva forma de participar en política. En medio de una serie de muestras de decadencia política, la cual es asociada con corrupción; y, a sólo dos años de la sucesión presidencial, después de la alternancia, la cual ha resultado una decepción constante y continua para los Mexicanos, los cuales se sienten cada vez más desprotegidos con un futuro incierto e inmersos en una serie de conflictos por una sucesión presidencial adelantada. Nos cuestionarnos sobre un fenómeno que ya resulta cotidiano en nuestro país: la protesta política.

La incuestionable naturaleza social de la protesta - la cual se construye a partir de procesos de significación, interpretación y construcción de significados, puesto que tiene lugar en la interacción entre los individuos (Klandermans, 1994)-, hace que la identidad social se constituya en un referente importante para explicar este tipo de conductas colectivas (Greene, 2004; Hopkins, 2004). Sin embargo, esta variable se ha estudiado poco, no obstante que se ha encontrado que la identificación y la pertenencia al grupo son buenos elementos de predicción de la implicación en acciones colectivas que adopte el grupo (De Weerd & Klandermans, 1999; Ros & Huici, 2001; Sabucedo, Klandermans, Rodríguez, & Fernández, 2000; Sabucedo, Rodríguez, & Fernández, 2001). De esta manera, la identidad social se instituye en un elemento conceptual de suma importancia para tratar de entender el fenómeno de la protesta política, ya que es dentro de estos laboratorios invisibles que se pone en tela de juicio y desafían los códigos dominantes de la vida cotidiana. Movimientos que adquieren visibilidad cada vez que los actores colectivos se enfrentan o entran en conflicto con algunos aspectos de la vida pública; por lo que resulta necesario conocer que es lo que impulsa la protesta para de esta forma identificar a quién es que se representa, qué intereses se persiguen y cómo y porqué es que se decide participar en este tipo de movimientos.

La teoría de la identidad social, en sus diversos momentos de desarrollo, plantea que los seres humanos además de ser individuos son individuos en grupos, y son esos grupos los que nos proveen de un nicho socializador, de un marco cultural, de relaciones afectivas y de intercambio, de enseñanza y aprendizaje. La identidad social es el lugar de encuentro entre lo psicológico y lo social; es la que provoca una negociación entre las partes a través de adscribir, aceptar, rechazar o refutar conversacionalmente las identidades propuestas que desarrollan sentimientos de pertenencia e identificación con diferentes grupos. Para Tajfel (1984, p. 292) la identidad social es “aquella parte del autoconcepto que se deriva del conocimiento de su pertenencia a un grupo (o grupos) social junto con el significado valorativo y emocional asociado a dicha pertenencia”. De ello se desprende que la noción de identidad social también es inseparable de la noción de pertenencia, y es en y por estas pertenencias que los individuos y el grupo elaboran sus cortes o categorías. Turner (1985) señalaba que ser miembro de un grupo desarrolla una identidad social producida por la evaluación positiva de sus atributos al ser comparado con otros grupos. Y esta evaluación favorecedora satisface, a su vez, la necesidad que tienen las personas de ser juzgadas socialmente como positivas. Es así como los grupos tienden a sobrevalorarse y a infravalorar a aquellos que perciben como peligrosos, como opositores, como débiles o, simplemente, como diferentes; tal y como se ha puesto de manifiesto en diversos trabajos (Reicher, 1996; Sabucedo, Klandermans, Rodríguez, & De Weerd, 1999).

Aunque la identidad social en su formulación clásica se conceptualiza en términos relacionales, se ha tendido a medirla en términos absolutos, es decir, como identificación con endogrupos y distinta de los exogrupos, lo que se fundamenta en la diferencia que se hace entre el nosotros, el ellos y los otros, todo lo cual supone un proceso de categorización complejo. Es de esta manera que tener una identidad implica ser puesto dentro de una categoría con características sociales a ella asociadas.

La categorización es rescatada del medio cognitivo y reconocida en su parte social, donde la valoración del grupo se establece necesariamente a nivel comparativo, juzgando las características del propio grupo con relación a las de los otros grupos. En esta identificación grupal, y de acuerdo con Brewer (1991), entran en juego dos elementos: la identificación con el endogrupo y la diferenciación con los exogrupos; toda vez que el logro de un carácter distintivo positivo supone una vinculación con el endogrupo y, al mismo tiempo, una diferenciación con los exogrupos.

Una vez que existe el proceso de identificación, se inicia el debate del grado de inclusión de dicha identificación, puesto que, en ocasiones, las adscripciones grupales son fortuitas, por lo cual, la voluntad de pertenecer a ellas puede resultar significativa en la representación que se tenga sobre la situación del grupo. Y pertenecer significa ser capaz de demostrar, en las acciones, ciertas competencias sociales. Sin embargo, la pertenencia no es sólo reproducir rutinariamente las prácticas de la comunidad, sino también darles sentido a través de una reproducción creativa.

Lo anterior pone de manifiesto que la relación entre los grupos no es simétrica, ya que los grupos con más poder imponen una serie de dimensiones comparativas que perjudican a los grupos con menos poder y estatus, generándose una identidad social negativa. A esta forma de identidad, Montero (1999) la ha llamado altercentrismo: fenómeno que se produce en el proceso de comparación social cuando el otro se constituye en un alter poderoso percibido como superior y a veces, también, como opositor, ante el cual el endogrupo no puede competir y adquiere una calificación negativa o minusválida en la comparación. Frente a tal situación, los miembros de los grupos desfavorecidos pueden optar por una estrategia de movilidad o cambio social. Conocer el tipo de evaluaciones que se generan al interior de los grupos, así como el tipo de acciones que se producen en ellos -movilidad individual, creatividad social, redefiniciones de las situaciones o movilización social-, es fundamental en el estudio de las conductas políticas.

La identificación grupal y la pertenencia, aunadas a otra variable que es la creencia de que las situaciones no son inmutables y que nuestra intervención puede modificar el curso de los acontecimientos, resultan de suma importancia de cara a la explicación de la protesta (De Weerd & Klandermans, 1999; Sabucedo, Rodríguez, & Fernández, 2001). Al respecto, Abrams y De Moura (2002) sugieren que la eficacia colectiva es un importante motivador de la acción colectiva y que la identificación social modera este tipo de conductas.

Sin embargo, el cambio social implica necesariamente que el endogrupo perciba su situación como ilegitima, además de su creencia en poder modificarla, situación que ha llevado a evaluar las características estructurales en las que se encuentra el grupo, generalmente en términos de legitimidad o ilegitimidad, así como de estabilidad contra inestabilidad de la situación, puntos clave a la hora de elegir estrategia de acción (Dahl, 1971; Gurr, 1970; Sabucedo & Rodríguez, 1990). Aunado a lo anterior, debe tenerse en cuenta que las movilizaciones de protesta son acciones en contra de determinadas instancias de poder, lo que implica la construcción de un discurso que incorpore argumentos referentes a las responsabilidades de las autoridades en la generación de problemas y su incapacidad para resolverlos (Sabucedo & Rodríguez, 1990). Sabucedo, Klandermans, Rodríguez y Fernández (2000) señalan que una valoración desfavorable de los responsables políticos genera la movilización política. De esta manera, la identificación de adversarios, así como la de las fuerzas a las que el propio grupo se opone; los privilegios e intereses que cuestiona, y los grupos a los que se enfrenta, son piezas indispensables para que tenga lugar la protesta política.

Junto a las percepciones y sentimientos de injusticia de los sujetos ante la situación en la que se encuentran, así como junto a la identificación de los responsables de la misma; debe tomarse en cuenta que el sistema desde el que se construye la identidad social surge históricamente de vivencias y percepciones que tienen lugar en un espacio y en un tiempo socialmente compartidos. La identidad es el punto a partir del cual el mundo exterior se convierte en mundo interior, en función de un proyecto y una historia.

Consecuentemente, la identidad es un sistema en constante construcción, en el cual no puede ni debe separarse lo afectivo, lo cognitivo y lo comportamental. Al respecto, Montero (1999) señala que el componente cognitivo es el responsable del proceso de categorización; el evaluativo, el que considera la posición del endogrupo respecto de los exogrupos, y el afectivo, el que alude al grado de implicación e identificación con el grupo. Para algunos autores, el componente afectivo es el determinante para la predicción de la conducta colectiva (Ellemers, 1993; Nelly & Breinlinger, 1996).

Así es como el contexto resulta ser otra variable importante para comprender la dinámica de la protesta política. Es por esto que debe tenerse en cuenta que el México actual exhibe la colisión de la transición del autoritarismo a la democracia, donde se han presentado un conjunto de prácticas e instituciones que inducen comportamientos heredados del viejo autoritarismo que no termina de morir en una democracia que no termina de nacer. Muestra de lo anterior es el enfrentamiento abierto, durante más de un año, entre el gobierno federal y el de la Ciudad de México que ha viciado la vida política nacional, el cual tuvo su corolario con la decisión de desaforar al alcalde de la Ciudad de México el pasado mes de abril (de 2005) para que éste pudiera ser juzgado por el delito de desacato a una orden judicial; situación que inició una etapa de confrontación y polarización política y ciudadana. Por su parte, el propio Jefe de Gobierno y sus partidarios convocaron a movilizaciones y acciones de resistencia civil como forma de protesta por el procedimiento legislativo, a las cuales acudieron miles de grupos y personas. Cabe señalar que en este trabajo se utilizaran las expresiones alcalde y jefe de gobierno, para referirnos al Licenciado Andrés Manuel López Obrador, gobernante de Ciudad de México. A partir de lo esgrimido en párrafos anteriores, el presente trabajo tiene el objetivo de analizar las variables de identificación y valoración para explicar las acciones de protesta de los ciudadanos que participan en las movilizaciones contra el desafuero del Jefe de Gobierno de la Ciudad de México.

 

Método

Participantes, Instrumentos y Procedimiento

Los participantes en este estudio fueron captados en las diversas movilizaciones de protesta contra el desafuero del Jefe de Gobierno, que se llevaron a cabo en las principales plazas públicas del Valle de México, protesta que se fue rotando desde el día que el jefe de gobierno hizo el llamado a la resistencia (7 de abril) hasta el día de la marcha del silencio (24 de abril). Señalando que la mayor captación se llevo a cabo en el mitin y la marcha que tuvieron lugar en el Zócalo de la Ciudad de México los días 7 y 25 de abril de 2005, respectivamente.

La muestra no representativa, estuvo constituida por 327 personas, de los cuales fueron 172 mujeres y 155 hombres con un promedio de edad de 43 años, utilizándose un muestreo No probabilístico por cuotas. Se construyo un cuestionario para medir los diversos componentes que constituyen la identidad social. El coeficiente Alpha de Cronbach para el instrumento fue de .81

 

Resultados

Análisis Descriptivos

Primeramente se presentan algunos datos que describen las diversas variables que se consideraron para, posteriormente, analizar los determinantes de la intención de participar en acciones de protesta política.

Los datos que se muestran en la Tabla 1 son, sin lugar a dudas, reveladores. En primer lugar se observa que el porcentaje de las personas que se identifican con el Jefe de Gobierno es muy alto: 94% de la muestra, por lo que la diferenciación exogrupal también resulta muy elevada (83%), es decir, las personas se sienten más próximas al Jefe de Gobierno que a cualquier otro personaje o grupo. De esta manera, cuanta más proximidad se tiene con el Jefe de Gobierno, mayor es la identificación con él, lo que contrasta evidentemente con el porcentaje de personas que pertenecen a alguna organización:sólo el 24%, que en este caso parece no tener una implicación con la identificación activa que se tiene con el personaje y con las necesidades de éste. Toda vez que aunque los resultados revelan un alto nivel de inclusión en la identificación con el partido político del Jefe de Gobierno - Partido de la Revolución Democrática (PRD) - que corresponde a un 87%, esto no se traduce en una afiliación formal al mismo. Por lo que sólo se puede decir que la gran mayoría de los participantes se sienten cercanos o adyacentes al PRD y muy lejanos a los demás partidos u organizaciones políticas que existen en el país.

 

 

Por cuanto hace a las características grupales, se muestra que la gran mayoría 94% de la muestra considera que la situación es ilegítima. Dato que se complementa con el 74% de la muestra que se manifiesta pesimista con respecto al futuro del gobernante.

Siguiendo los postulados teóricos, se debe considerar la valoración de las instituciones y de los responsables políticos para poder dar una explicación a las acciones de protesta, y dado que se están analizando éstas en relación con el desafuero del Jefe de Gobierno democráticamente electo de una de las ciudades más grandes y complejas del mundo, se consideró la valoración que los ciudadanos hacen de las diversas instituciones políticas que tienen que ver en tal decisión, las cuales son la Procuraduría General de la República (PGR), la cual fue valorada positivamente sólo por un 23% de los participantes; la Cámara de Diputados, por un 26%; la Presidencia de la República, por un 24%; la Secretaría de Gobernación (SEGOB), por un 30%; la Cámara de Senadores, por un 27%, y Suprema Corte de Justicia de la Nación, por un 36%.

Asimismo, se consideró el beneficio que tal acto aportaría a los ciudadanos así como al país, lo que arrojó resultados de sólo un 11% y un 12% respectivamente. Como se observa, existe el porcentaje de personas que consideran a las instituciones de manera positiva, el cual resulta muy bajo; al mismo tiempo, existe una creencia bastante extendida del poco beneficio que puede traer tanto a nivel particular como nacional el desafuero del Jefe de Gobierno. El conjunto de las variables reseñadas en este párrafo conformaron el componente de la valoración política, del que se concluye que sólo el 24% de los participantes hacen una valoración política favorable de la situación.

Finalmente, se observa (véase Tabla 2) que el 66% de la muestra considera tener capacidad de influencia sobre las decisiones que tomen las autoridades en la cuestión del desafuero. De lo que se puede deducir que la ciudadanía se atribuye responsabilidades pero también derechos sobre la situación que se vive en la capital del país.

 

 

Determinantes de la intención de participar

Los determinantes de la intención de participar en acciones de protesta política se analizan en función de los tres grupos de variables consideradas en este trabajo: identificación, características grupales y valoración política, a las que también se incorporaron las variables socio-demográficas. Para este análisis se llevaron a cabo estudios de regresión de pasos sucesivos. Primeramente se trabajó con las variables de identificación; los resultados se muestran en la Tabla 3.

 

 

Los resultados muestran que sólo dos de las variables de identificación contribuyen de manera significativa a la intención de participar en acciones de protesta: La diferenciación exogrupal y la identificación endogrupal. De ellas la diferenciación exogrupal se observa como más significativa y explica el 11% de la varianza, mientras que la identificación endogrupal explica el 1% restante. Estos resultados concuerdan con la descripción hecha en el apartado anterior, en el sentido de que las personas con una disposición favorable a participar en acciones de protesta son las que se sienten más próximas al alcalde y en consecuencia se identifican con él. Los datos contrastan con el hecho de que la pertenencia a organización(es) política(s) no tiene implicación alguna con la cercanía e identificación activa que se tiene con el personaje y las necesidades de éste, aún cuando la gran mayoría de los participantes simpatizan con el partido del alcalde, lo que no forzosamente se traduce en una afiliación formal a éste. A continuación se incorporan al análisis, el grupo de variables relacionadas con las características grupales. Los resultados se presentan en la Tabla 4.

 

 

La introducción de las variables relacionadas con las características grupales, incremento en un 5% la varianza explicada por la ecuación de regresión. Asimismo, se produjo una modificación en la explicación de la intención de implicarse en acciones de protesta. Así, mientras que desaparece la identificación endogrupal, que sólo explicaba el 1% de la varianza, se incorpora la Ilegitimidad de la situación y permanece la diferenciación exogrupal como variables explicativas. Lo destacable en este análisis no es el incremento del porcentaje de varianza explicada, que es modesto, sino la incorporación de la percepción de injusticia de la situación.

A continuación se incorporaron los dos grupos de variables restantes: valoración política y socio-demográficas. El análisis de regresión realizado no presentó diferencias significativas ni respecto al incremento de varianza explicada (1%) ni en cuanto a las variables seleccionadas, en la Tabla 5 se presentan los resultados.

 

 

De acuerdo con lo anterior, la ilegitimidad de la situación se torna como el elemento más decisivo en la explicación de la protesta política, sin que variables como la valoración política y características como la edad, el sexo y el nivel escolar influyan en este tipo de declaraciones. Cabe apuntar que el término valorización política, como ya se señalo anteriormente, aglutina las variables de valoración de las instituciones y responsables políticos así como la capacidad de influencia sobre las decisiones que tomen las autoridades, que si bien es cierto, no resulto significativo, cabe señalar que deriva un dato interesante en el entendido que se están analizando las acciones de protesta contra el desafuero de un gobernante electo democráticamente, como más adelante se discutirá.

 

Discusión

Como se recordará el objetivo principal de este trabajo era conocer la incidencia que tiene el componente de la identidad social en la intención de participar en acciones de protesta política. La relación se comprobó explicando el 17% de la varianza de este fenómeno, tan complejo y multifactorial como es la protesta política (Klandermans, 1994).

Como se ha mencionado, las identidades son descripciones, explicaciones, correcciones y reformulaciones que en este caso tienen su principal origen en la percepción de la situación política que tienen los participantes de las protestas, la cual resulta ser de injusticia. Dicha percepción parece muy arraigada en los participantes en los movimientos de protesta a favor del Alcalde de Ciudad de México, a la que ni la propaganda oficial ni el enorme costo publicitario invertido lograron convencer de que lo que estaba de por medio era el cumplimiento de la ley; sin embargo, el alcalde sí fue capaz de tomar como estandarte este mismo cumplimiento para convencer a la ciudadanía de que el castigo que se le estaba imponiendo era mayor al delito que supuestamente cometió.

Este último argumento es en el que se basa la sensación de injusticia que hoy campea entre los mexicanos, debido al procedimiento tan desaseado que evidenció que los criterios para desaforar al Jefe de Gobierno eran meramente políticos y no jurídicos. Tal situación se reflejó en los resultados, ya que se mostró como elemento de suma importancia para explicar las acciones de protesta. Asimismo, resulta interesante observar que el sentimiento de injusticia generó una mayor cercanía con el alcalde de la Ciudad. Los datos anteriores resultan puntos clave a la hora de elegir estrategia de acción, los cuales concuerdan con los que reportan Gurr (1970), Dahl (1971), Sabucedo y Rodríguez (1990), y Klandermans (2000).

También cabe decir que a las multitudes que asistieron a este tipo de movilizaciones de protesta no las improvisó el acarreo, ya que los datos exhiben que el 94% de la muestra se identifica con el alcalde de la ciudad, lo que llevó a que la cercanía de los manifestantes a éste se revelara como elemento de predicción de las acciones de protesta al explicar el 6% de la varianza. En contraste, se observa que la pertenencia a algún tipo de organización es sumamente baja 24%, dato que resulta importante hacer notar, ya que sustenta la idea de que las personas que asistieron a este tipo de movilizaciones fueron por voluntad propia, sin ningún tipo de presión o prebenda, sólo motivados por el hecho de considerar la situación injusta, producto de corruptelas de la clase política mexicana así como también por la cercanía que sentían hacia el jefe de gobierno.

Para muchos, el alcalde - quien ha alcanzando niveles de aceptación popular muy altos y que además encabeza todas las encuestas nacionales hacia la presidencia del 2006 con un 40% de las preferencias - se revela como una mezcla de añoranza y reinvención de la identidad nacional. Tan es así que en estos movimientos participaron hombres, mujeres, niños y ancianos que acudieron desde todos los rincones de la Ciudad de México, de los estados cercanos a ésta y de algunos otros bastante retirados, generando encuentros multigeneracionales y multiclasistas, situación por la cual las variables socio-demográficas, no indican tendencia en este tipo de conductas.

 

A Manera de Conclusión

En México, país en el que todo parece ocurrir, donde pasa todo y no pasa nada, durante varios meses la sociedad interiorizó que el desafuero del Jefe de Gobierno del Distrito Federal era una estrategia para eliminar a un candidato a la presidencia del 2006, lo que se conjugó con la crisis de credibilidad en la que se encuentran sumidos los diferentes actores políticos del país, debido a la percepción que tiene la ciudadanía de que éstos no han sabido interpretar las aspiraciones de la sociedad 2 . Mientras, la clase política se encuentra bajo sospecha, se encuentra instalada en el escándalo, en su incapacidad de discernir; y que ha permeado en este estudio, ya que los datos muestran una valoración política negativa (75% de la muestra) de todas las instancias políticas que jugaron un rol en este hecho nacional. Dato que, aún cuando no resultó ser elemento de predicción de las acciones de protesta, juega un papel importante en este hecho histórico de la nación mexicana, sobre todo si recordamos que en México la democratización no ha implicado la reconciliación esperada entre las capas sociales expuestas a la ausencia de su representatividad y abandonas a su suerte por mucho tiempo con la esfera política.

Es así, como en nuestro país, el ideal democrático intenta sobrevivir en un régimen inestable y fragmentado, cultural, social y económicamente en medio de compromisos e incertidumbres, resignado a confirmar la distancia infranqueable entre lo social y lo político; y, aún cuando, en un régimen democrático las instituciones tienen por vocación dar sentido a la vida política, la desconfianza que existe hacia éstas, también toma forma de desconfianza hacia la democracia. Desconfianza basada en la corrupción, la cual se ha hecho evidente hasta en videos transmitidos en cadena nacional, y, como lo señalan Silva y Hernández (1995) la corrupción es un fenómeno excrecente, que prolifera y se disemina por hipervitalidad, al punto que, cuando se habla de ella, las personas subvierten el orden de las significaciones y construyen una equivalencia semántica entre fenómenos que en ciertos contextos poseen una acepción formal por la cual se los distingue. De allí que en nuestro país las personas designen a lo político todo aquello relacionado con corrupción y trasgresión (Rodríguez, 2004).

Una población descontenta con la democracia, comienza a rechazarla, generando acciones políticas alternativas orientadas a rechazar el sistema existente, lo que se corrobora con los resultados que se han expuesto. Por lo que resulta importante repensar los cambios ocurridos a la sociedad mexicana, revalorar la importancia de los movimientos de protesta, cuya expresión responde al rechazo de las prácticas partidistas, de la burocratización y cierre de canales de participación ciudadana. Movimientos que vienen desde abajo, desde los cambios que han ocurrido en México en últimas décadas. Hacer una lectura de la sociedad desde adentro, desde su identidad, desde su definición como grupo.

La lucha contra el desafuero en México está emparentada con las nuevas movilizaciones sociales en Hispanoamérica en cuanto éstas expresan la respuesta de sectores sometidos ante una situación límite, provocada por la combinación de políticas injustas y democracia precaria; lo que ha llevado a la sociedad a mostrar la fuerza de su protesta - tal y como ocurrió en este caso - y, consecuentemente, a obligar al gobierno a redirigir sus decisiones y con ello sus acciones.

 

Referencias

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Received 14/06/2005
Accepted 20/10/2005

 

 

Gabriela Rodríguez Hernández. Maestra en Psicología Social. Profesor InvestigadorUniversidad Autónoma del Estado de México.
Karla Patricia Cruz Calderón. Universidad Autónoma del Estado de México
1 Dirección: José Revueltas 17, Col. Tierra Blanca, Ecatepec de Morelos, Estado de México, C.P. 55020. E-mail: garh@uaemex.mx
2 Encuesta Nacional sobre Cultura Política y Prácticas Ciudadanas 2004, México, INEGI-UNAM.