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Interamerican Journal of Psychology

versión impresa ISSN 0034-9690

Interam. j. psychol. vol.43 no.2 Porto Alegre ago. 2009

 

 

Perfiles sociocognitivos de la participación política de los jóvenes

 

Sociocognitive profiles of the political participation of youth

 

 

Silvina Brussino1; Hugo H. Rabbia; Patricia Sorribas

Universidad Nacional de Córdoba, Argentina

 

 


RESUMEN

El estudio analiza la capacidad discriminante de las variables interés en la política, conocimiento político, eficacia política y confianza política entre diferentes modos de participación política de los jóvenes de la ciudad de Córdoba/Argentina (no participación, participación política convencional y no convencional). Un total de 300 jóvenes de 18 a 30 años, seleccionados por muestreo no aleatorio, intervino voluntariamente del estudio. El conjunto de variables psico-sociales analizadas fue sometido a un análisis discriminante para tres grupos. Los resultados obtenidos aportan un modelo que destaca el poder discriminante de las variables socio-cognitivas más relevantes asociadas a la participación política de los jóvenes, con excepción de la eficacia política externa y la confianza política, y discute perfiles sociocognitivos de jóvenes cordobeses participantes en política.

Palabras clave: Participación política; Eficacia política; Conocimiento político; Interés por la política; Jóvenes.


ABSTRACT

The main purpose of the research is to establish the discriminant power of political interest, political knowledge, political efficacy and political confidence among the different modes of political participation (non-participation, conventional participation and non-conventional participation) of young people in Córdoba/Argentina. 300 young people from 18 to 30 years old – choiced by a non random sampling – give his consent to participate in the study. A discriminant analysis with 3-groups was applied to all the psycho-social variables. The obtained results allow developing a model in wich all sociocognitives variables (but external efficacy and political confidence) have a good discriminatory power of the different modes of political participation. Furthermore, the paper discusses differentiated sociocognitives profiles of young people who participate in politics.

Keywords: Political participation; Political efficacy; Political knowledge; Political interest; Youth.


 

 

El presente estudio tiene como objetivo vislumbrar cómo las variables interés en la política, conocimiento político, eficacia política y confianza política se relacionan con las diferentes maneras de participación política de los jóvenes de la ciudad de Córdoba/Argentina. De esta forma, nuestro interés nos acerca a dos cuestiones que están hoy en el centro de los debates teóricos y políticos: por un lado, cómo y por qué los ciudadanos participan en política; y, por otro, cuál es la relación de las generaciones más jóvenes con los asuntos públicos.

Nuestro abordaje se realiza específicamente desde la cognición social, que permite comprender el comportamiento político a partir de analizar los procesos a través de los cuales los individuos estructuran y representan cognoscitiva, actitudinal y afectivamente el mundo político. Así, los comportamientos y los procesos de cognición social asociados a ellos permiten situar la noción de participación política como relativa a una época y sociedad dadas.

Como señaló Conway (1990), la participación política incluye todos aquellos comportamientos que realizan personas y grupos para influir en los asuntos públicos: a través de estas prácticas, los ciudadanos explicitan sus preferencias respecto a qué tipo de gobierno debe regir una sociedad, cómo se dirige al Estado, y cómo aceptan o rechazan decisiones específicas del gobierno que afectan a una comunidad o a sus miembros individuales.

El voto constituye la modalidad de comportamiento político más identificada por las personas y más analizada empíricamente desde los primeros estudios de participación política (Grossi, Herrero, Rodríguez, & Fernández Alonso, 2000; Lipset, 1981; Sabucedo & Fernandez, 2001).

En los 60’s y 70’s, la emergencia de nuevos movimientos sociales y el creciente activismo juvenil y de izquierdas evidenciaron que comportamientos como sentadas, bloqueos, campañas, concentraciones, peticiones, sabotajes, marchas y la desobediencia civil, entre otros, eran prácticas que numerosos ciudadanos consideraban como válidas para intervenir en los asuntos públicos. Frente a esta complejización de los repertorios de acción disponibles, los estudiosos se vieron en la necesidad de establecer criterios de clasificación y categorización de la participación política.

El criterio más ampliamente difundido fue introducido por Barnes y Kasse (1979) quienes, al incorporar los actos contestatarios y diversas modalidades de protesta a la par del análisis de los modos electorales de participación, distinguieron entre la acción política convencional y la acción política no convencional. En las modalidades de acción no convencional incluyeron el participar en una sentada, en un boicot o una manifestación, participar de grupos ciudadanos, cortar rutas o calles, ocupar edificios públicos, involucrarse en huelgas ilegales y la desobediencia civil, entre otras opciones; las prácticas convencionales, por su parte, abarcaban el trabajar para un candidato o partido, informarse y discutir acerca de cuestiones políticas, asistir a un mitín político, convencer a una persona de que vote a determinado candidato y votar.

Desde entonces, numerosos estudios de participación política han estado marcados por lo que Seligson (1980) denomina una “bifurcación conceptual” entre prácticas convencionales (que suelen confundirse con las prácticas electorales y se las considera canalizadas y promovidas por las instancias del poder institucionalizado) y prácticas no convencionales (que exceden estos canales y, muchas veces, los marcos de legalidad establecidos) (Bendit, 2000; D. Rodríguez, Mirón, Godás, & Serrano, 1996; Sabucedo, 1996; Uslaner, 2004). Su amplia aceptación como criterio de clasificación no oculta, sin embargo, las indefiniciones respecto a qué prácticas deben ser incluidas en una y otra categoría, ni cuáles son las relaciones que guardan entre sí cada modo de participación. Una idea que trasciende en los estudios de participación convencional-no convencional es que el primer modo tiene una función legitimadora del orden establecido, mientras que las acciones no convencionales tienden a movilizar el descontento y las expectativas de cambio social. En esta línea, un estudio en Rumania concluye que las prácticas no convencionales (identificadas con diferentes acciones de protesta) raras veces se solapan con las prácticas convencionales (Uslaner, 2004). Bean (1991), por su parte, sostiene que la tipología dicotómica de la participación política debe incorporar categorizaciones intermedias: así, entre la protesta radical y las prácticas ortodoxas o convencionales (entre las que incluye los comportamientos asociados a las instancias electorales), sitúa a la protesta de baja intensidad (como escribir a un periódico y recoger firmas para un petitorio) y la participación en manifestaciones autorizadas: para el autor, quienes desarrollan prácticas ortodoxas también podrían realizar prácticas de protesta de baja intensidad, aunque la relación de aquellas con la protesta radical es negativa.

Las asociaciones normativas de las prácticas convencionales con posiciones legitimadoras y de las prácticas no convencionales con posiciones disruptivas del orden político permiten enmarcar algunas de las formas en que se ha comprendido la relación de los jóvenes con la política.

Los jóvenes han sido frecuentemente identificados como los actores privilegiados de la creciente expansión en los años 60’s y 70’s de los modos no convencionales de implicación política, es decir, de las prácticas movilizadas por las expectativas de cambio político-social (Bendit, 2000). En el marco de la oleada neoconservadora de los 80’s, el descenso en la visibilidad de estas prácticas supuso la emergencia de la apatía y la desafección política, como signos característicos de las generaciones más jóvenes. Estas dos perspectivas (la de la participación diferenciada y la de la desafección política) aún continúan vigentes en los estudios de la participación política juvenil, aunque los resultados aportados suelen resultar contradictorios.

Al profundizar en la perspectiva de la participación diferenciada, por ejemplo, numerosos estudios afirman que, con el aumento de la edad, las personas se muestran más predispuestas a votar y menos predispuestas a involucrarse en actividades de protesta o no convencionales (Bean, 1991; Bernhagen & Marsh, 2007); no obstante, Somuano Ventura (2005) advierte una relación positiva entre edad y acciones de tipo no convencional en su muestra mexicana.

Por su parte, el supuesto de que las nuevas generaciones se involucran menos en los asuntos públicos que los jóvenes de generaciones anteriores o que otros cohortes etarios (perspectiva de la desafección) fue avalado por numerosos estudios (Norris, 2003; Soule, 2001; Verba, Scholzman, & Brady, 1995). Sin embargo, Scholzman, Verba, Brady y Erkulwater (1998) advierten que la brecha participativa intergeneracional sólo se vería reducida en lo que respecta a prácticas de tipo no convencional, en especial la predisposición a participar de marchas y manifestaciones y al activismo en grupos sociales.

García Albacete (2007), por su parte, revela que los jóvenes de la Europa contemporánea participan cada vez más tanto convencional como no convencionalmente, en comparación con generaciones anteriores y sus pares estadounidenses. Advirtiendo una perspectiva intermedia, Rodríguez, Sabucedo y Costa (1993) concluyen que más de la mitad de su muestra de estudiantes gallegos utilizarían conjuntamente formas convencionales y no convencionales en la búsqueda de influencia política para lograr los objetivos establecidos.

Al situar la discusión en un contexto más amplio de transformaciones socio-culturales y políticas, algunos autores han apuntado además que el distanciamiento de los jóvenes respecto a las instituciones políticas tradicionales (partidos políticos, sindicatos) es fractal al desinterés que dichas instituciones manifiestan respecto a problemáticas e intereses juveniles (Rodríguez, 2001). Así mismo, ciertos autores han señalado que los jóvenes, más que desmovilizados y apáticos, se encontrarían inaugurando nuevos espacios de sociabilidad y representando paradigmas emergentes de participación política, que implican a su vez redefiniciones de las expectativas de cambio social (Gauthier, 2003; Reguillo, 2000). En este sentido, los datos que sitúan a los jóvenes en espacios y prácticas novedosas ilustran sus preferencias por organizaciones informales, más horizontales, y donde el peso de la acción recae sobre lo colectivo. Se tratarían, en conjunto, de nuevas formas asociativas que no tienen pretensiones universalistas sino que funcionan en torno a temáticas e intereses específicos, con un fuerte arraigo comunitario y en redes de pares (Krauskopf, 2000). La emergencia de estos nuevos paradigmas de implicación juvenil parecen cuestionar los instrumentos hasta ahora privilegiados para la medición de la participación política de los jóvenes (Mirón, 2005), a la vez que exigen complejizar los factores involucrados en su análisis.

 

Factores Asociados a la Participación Política Juvenil

Ya sea participación diferenciada o desafección generalizada, profundizar en la existencia (o no) de particularidades en la participación juvenil demanda indagar en los por qué de estos supuestos. Numerosos factores socio-demográficos, psico-sociales, políticoinstitucionales han sido analizados en relación a la participación política en general, y juvenil en particular.

En cuanto a los factores socio-demográficos, las evidencias provistas principalmente por los análisis sociológicos norteamericanos permiten sostener que la participación política está desigualmente distribuida en las sociedades occidentales: la disposición de recursos para participar (tiempo, dinero y habilidades cívicas), que condiciona los niveles y modos de participación política, está fuertemente asociada al nivel de ingresos, raza y pertenencia étnica, sexo, ocupación, estado civil y edad (Verba et al., 1995; Verba, Scholzman, Brady, & Nie, 1993). El status socioeconómico y el nivel educativo son los predictores más enfatizados en lo que refiere a los grados de implicación política en general (Famhy, 1999; Villaroel, 1998), y al comportamiento electoral en particular (Lipset, 1981). No obstante, estudios recientes han revelado un menor poder predictivo de estos factores en comparación a la incidencia que tendrían las variables psicosociales tanto para predecir las prácticas políticas convencionales (Grossi et al., 2000) como no convencionales (Sabucedo, Rodríguez Casal, & Fernández, 2001; Vázquez, Panadero, & Paz Rincón, 2006).

Entre las variables psicosociales que han demostrado mayor relevancia empírica en relación a la participación política destacan: la eficacia política, es decir, la creencia subjetiva de un individuo o grupo de poseer capacidades para participar e influir en el curso de los sucesos políticos (Klesner, 2003; Krampen, 2000); la confianza política, entendida como la fe que tienen los ciudadanos en las acciones y la gente que representa el gobierno (Krampen, 2000; M. Rodríguez et al., 1993; Sabucedo & Cramer, 1991); el nivel de entendimiento que un sujeto tiene de la dinámica política en la cual está inmersa, identificado como conocimiento político (Krampen, 2000; Mondak, 2000); y el interés que posee un sujeto o grupo sobre los asuntos políticos, o al menos, sobre los resultados de éstos (Klesner, 2003; M. Rodríguez et al., 1993; Sabucedo & Cramer, 1991; Soule, 2001).

Considerando estas variables, algunos estudios obtuvieron resultados más orientados a resaltar características de la desafección y apatía de las nuevas generaciones. Soule (2001), por ejemplo, al comparar la participación de jóvenes estadounidenses de la Generación X e Y, encuentra que el desconocimiento político es uno de los principales factores explicativos de la merma participativa y que la ineficacia política es el principal motivo del descenso de la participación electoral. En consecuencia, algunos resultados señalan que los adultos se encuentran más involucrados psicológicamente con la política, prestan mayor atención a las informaciones políticas, discuten más sobre temas políticos, y tienen mayor propensión a tomar parte de los asuntos públicos (Norris, 2003; Verba, Schlozman, & Burns, 2005).

La relación entre el interés por la política y la participación juvenil también ha sido destacada por numerosos estudios. Un mayor o menor interés por la dinámica política explicaría la implicación política en general (Scholzman et al., 1998) y, más específicamente, la participación electoral de los jóvenes (Grossi et al., 2000; Soule, 2001). Profundizando en el supuesto de participación diferenciada, Torney-Porta y Richardson (2004) afirman que el interés político muestra una escasa relación con realizar prácticas de voluntariado, pero sí correlaciona con afiliarse a un partido político. Bean (1991), por su parte, advierte que la edad evidencia una relación negativa con todo tipo de protesta, mientras que el interés por la política presenta una relación positiva con la protesta de baja intensidad (como escribir a un periódico y recoger firmas para un petitorio).

Otra de las variables que ha mostrado evidencia empírica en relación con la participación política es la confianza política. Sabucedo y Cramer (1991) consideran que esta variable es relevante en relación a la participación política electoral. Otras investigaciones explicitan que la desconfianza política correlaciona más con actividades políticas de tipo no convencional (Bean, 1991, en lo referido a la protesta radical; Mirón, 2005, en cuanto al mayor nivel de participación potencial en manifestaciones sobre temas indígenas, medioambientales o por derechos humanos; Seligson, 1980). De todas maneras el porcentaje de varianza explicada de la conducta no convencional por parte de la confianza política no resulta demasiado alta, a la vez que sus formas de medición resultan discordantes entre los diferentes estudios, razón por la cual se producen discrepancias serias entre distintos autores a la hora de interpretar los resultados obtenidos (Vázquez et al., 2006).

Respecto a la eficacia política, algunos estudios sostienen que, en su forma externa y asociada a la edad, ha mostrado ser un importante predictor de la actividad política no convencional (Muller, 1982). Ferrer Fons (2006) identifica en jóvenes españoles mayores grados de eficacia política interna que en el total de la población española; no obstante, los bajos niveles de eficacia política externa, interés y confianza en las instituciones políticas, en concordancia con resultados obtenidos por Quintelier (2007) en un estudio con jóvenes belgas y canadienses, se pueden generalizar a todos los cohortes etarios.

Así mismo resulta importante considerar que la incidencia de la edad sobre el modo de actuación política puede verse mediado por otros factores más vinculados al clima socio-político de una comunidad en un momento histórico determinado (García Albacete, 2007; Villaroel, 1998)

En general, los antecedentes destacados nos sitúan ante evidencias contradictorias, donde los cómos y porqués de la no-participación juvenil y de la participación convencional y no convencional, permanecen como interrogantes abiertos.

 

Método

Participantes

Los participantes fueron seleccionados por un muestreo no aleatorio de jóvenes de la ciudad de Córdoba/ Argentina. La muestra estuvo integrada por 300 participantes con edades comprendidas entre los 18 y 30 años (18-19 años = 16%, 20-25 años = 43% y 26-30 años = 41 %). El 50% fueron mujeres y el 50% fueron hombres; el 23% pertenecían a nivel socioeconómico medio típico, medio superior y alto, el 34% al nivel bajo superior, el 22% a bajo inferior y el 21% a nivel marginal.

Instrumentos

Para la evaluación de las variables socio-demográficas (edad, sexo, nivel socioeconómico, nivel educativo) que fueron utilizadas para la elaboración de la muestra, se construyeron preguntas cerradas de alternativa fija.

El conocimiento político se evaluó mediante la escala de Conocimiento Político y Conocimiento Cívico (Brussino, Sorribas, & Medrano, 2008), la cual consta de un conjunto de 8 reactivos diseñados para medir el conocimiento político (por ejemplo, ¿Cuál es el apellido del intendente de la ciudad?) y cívico (por ejemplo, ¿estado y gobierno son lo mismo?). La escala se administró de forma oral, cada participante debió responder tratando de brindar su mejor respuesta posible; en este sentido, se instruyó a los entrevistadores a alentar las respuestas sustantivas. El evaluador puntuaba la respuesta utilizando una escala de 3 posiciones: correcta, parcialmente correcta o incorrecta. El puntaje de conocimiento político se obtenía a partir de la sumatoria total de la escala. Cabe señalar que la escala presentó índices satisfactorios de consistencia interna (Alfa de Cronbach .91).

La Eficacia Política Interna y Externa se valoró con la versión adaptada localmente (Brussino, Sorribas, Rabbia, & Medrano, 2006) de la Escala de Niemi, Craig y Mattei (1991). Estas escalas constan de 4 ítems cada una que poseen las siguientes opciones de respuesta: 1-fuertemente en desacuerdo, 2-en desacuerdo, 3- incierto, 4- de acuerdo, 5-fuertemente de acuerdo. Se entiende por Eficacia Política Interna a la capacidad autopercibida de participación y competencia en asuntos Políticos, y por Eficacia Política Externa a la creencia que posee un sujeto, referida a la capacidad que manifiesta el gobierno para dar respuesta a la intención de este ciudadano para influir en aspectos gubernamentales. El Alfa de Cronbach para la escala de Eficacia Política Interna fue de .89 y para la de Eficacia política Externa de .92

Para medir la variable Interés en la Política se construyó una escala que consta de 6 ítems que evalúan el interés en los procesos políticos, o al menos, en los resultados de tales procesos políticos (Brussino et al., 2006). Las opciones de respuestas a los reactivos son de cinco puntos: 1- fuertemente en desacuerdo; 2- en desacuerdo; 3- incierto; 4-de acuerdo; 5- fuertemente en acuerdo. La consistencia interna de éste instrumento resultó ser satisfactoria, contando con un Alfa de Cronbach de .90.

En el caso de la variable confianza política, el instrumento seleccionado es la Escala Hahn de Confianza Política (Hahn, 1999); la misma valora las orientaciones evaluativas hacia el gobierno que están basadas en las expectativas de los ciudadanos relacionadas a las actividades y desempeño del mismo. La consistencia interna del instrumento fue de Alfa Cronbach .81. Cuenta con 7 ítems cuyas opciones de respuesta se presentan de acuerdo a una escala de 5 puntos. Las opciones de respuesta son: 1-fuertemente en desacuerdo, 2-desacuerdo, 3-incierto, 4-acuerdo, 5-fuertemente de acuerdo.

Finalmente, para medir la Participación Política se utilizó la escala de Modalidades de Participación Política, que consta de 15 ítems que contemplan distintas acciones políticas, teniendo en cuenta las modalidades de participación política convencional y participación política no convencional presentadas por Barnes y Kaase (1979) y recogidas por Sabucedo (1984). Los ítems hacen referencia a: (a) Participación Convencional: ¿Trabaja en las campañas de algún partido político?, ¿Participa en el centro vecinal?, ¿Le hace llegar a los concejales o al intendente sus ideas y propuestas?, ¿Busca contactarse con punteros políticos?, etc. (b) Participación No Convencional: ¿Participa en alguna organización civil?, ¿Participa en marchas/manifestaciones públicas? ¿Busca el apoyo de sus vecinos para demandas concretas? ¿Acude a medios de comunicación masivos?, etc.

Cada uno de estos comportamientos fue valorado por el entrevistado en función de si lo realiza o no lo realiza. Para verificar la estructura de la escala de Modalidades de Participación Política, se optó por realizar un análisis factorial exploratorio el cual permitió identificar dos factores que explican el 58% de la varianza total: un factor denominado Participación Convencional (41,6%) y un factor denominado Participación No Convencional (16,4%) (KMO.815, sig. .000). El índice Alfa de Cronbach para la escala Participación Convencional fue de .94 y de .89 para la escala de Participación Política No Convencional.

Procedimiento y Análisis de Datos

Los instrumentos de recolección de datos fueron administrados por miembros del equipo de investigación del Laboratorio de Psicología Cognitiva debidamente entrenados. La administración se realizó de forma individual y oral, enfatizando la naturaleza voluntaria de la participación en el estudio.

Para valorar la relación conjunta de estas variables con las diferentes modalidades de participación política, se sometió al conjunto de variables psicosociales a un análisis discriminante para tres grupos. Cabe señalar que el análisis discriminante es una técnica apropiada cuando la variable dependiente es categórica y las variables independientes son métricas. Permite valorar la pertinencia de cada caso a un grupo y además, cuantificar el poder discriminante del conjunto de variables independientes sobre las modalidades de participación política. Todos los análisis fueron efectuados utilizando el paquete estadístico SPSS 15.0.

 

Resultados

En primer lugar, cabe destacar que el 75% de los jóvenes entrevistados vota con regularidad. Del conjunto de comportamientos políticos analizados, el voto presenta ciertas particularidades en Argentina que es preciso subrayar: el mismo es obligatorio desde los 18 años de edad y el empadronamiento de los electores es automático, es decir, no requiere que los ciudadanos se registren para poder concurrir a las urnas. En este sentido, el voto es una práctica que requiere análisis específicos para el caso argentino, dado que representa frecuencias de implicación que desdibujan los niveles registrados para otros comportamientos políticos y dificulta comparaciones con antecedentes internacionales donde el voto o el empadronamiento son voluntarios. Por tal motivo, la conducta de voto se excluye del análisis de los resultados que se reportan en este trabajo.

De esta forma, exceptuando el voto, sólo un 34,5% de los jóvenes realizan alguna de las prácticas políticas estudiadas. Participar en marchas o manifestaciones (la segunda práctica más desarrollada después del voto) representa al 23% del total de la muestra, seguida por buscar apoyo de vecinos para demandas concretas (14,6%) y contactarse con un puntero político (11,6%). En consecuencia, como puede apreciarse en la Tabla 1, la mayoría de los jóvenes de la muestra no participa políticamente (65,5%). No obstante, se advierte que los que sí participan prefieren implicarse en acciones políticas no convencionales (16,3%) y, en menor medida, en actividades de tipo convencional (7,7%). Un 10,5% de los casos realizó acciones políticas tanto convencionales como no convencionales (modalidad mixta).

 

 

A continuación se presentan las medias obtenidas en cada una de las variables psicosociales para las diferentes modalidades de participación política analizadas. En adelante se excluye la categoría participación política mixta con la intención de trabajar con los casos clasificados en las modalidades puras de acción política.

Como se puede apreciar en la Tabla 2, las variables interés político, eficacia política interna y conocimiento político difieren significativamente en función de la tipología de acción política realizada por los encuestados. En este sentido, puede observarse que aquellos jóvenes que realizan prácticas políticas no convencionales tienden a estar más interesados a la vez que se sienten más competentes en cuestiones políticas, mientras que aquellos que participan de modo convencional tienden a manifestar mayor grado de conocimiento político.

 

 

Posteriormente, se procedió a valorar la capacidad discriminante del conjunto de variables psicosociales que presentó diferencias estadísticamente significativas sobre la variable participación política. El método utilizado para el ingreso de las variables independientes fue el stepwise. Seguidamente se presentan las dos funciones obtenidas para las tipologías de participación política. En la primera función discriminante (χ2 = 287,66; p<.000) dos de las variables psicosociales ingresadas contribuyeron principalmente a la diferencia entre las tres modalidades de participación política (Wilks´,32; p<.000): Interés político (,83) y Eficacia Política Interna (,65). Esta función se identifica como participación política no convencional.

En la segunda función discriminante (χ2 = 56,11; p<.000), una variable contribuye especialmente a la diferenciación de las modalidades de participación política (Wilks´,80; p<.000): Conocimiento Político (,85).

En la Figura 1 se muestra qué posición ocupan los centroides de cada una de las modalidades de participación política de acuerdo a las funciones halladas. Como se puede observar, se establecen tres nubes de puntos claramente diferenciadas que identifican a las tres modalidades de acción política analizadas.

 

 

Estas dos funciones en conjunto permiten clasificar correctamente al 93% de los jóvenes en la categoría no participa políticamente, al 85% de los que participa de manera convencional y al 83% de los casos que optan por prácticas no convencionales. Esto indica un buen ajuste y una buena capacidad predictiva del modelo. Casi la totalidad de los que no participan y la mayoría de los que lo hacen convencional y no convencionalmente se ajustaron a los casos modélicos.

 

Conclusiones

A lo largo del estudio hemos buscado profundizar en la relación de variables psicosociales con las modalidades de participación política convencional y no convencional que desarrollan los jóvenes cordobeses.

En base a los resultados obtenidos, podemos observar que tres de cada cuatro encuestados votan en las elecciones, cifras que coinciden con el grado de participación del total de empadronados en las elecciones provinciales y nacionales de 2007 (73% en el caso de las elecciones provinciales y 74,14%, en el de las nacionales)2; por lo tanto, no es posible advertir un patrón diferenciado en el comportamiento de voto de los jóvenes respecto a los electores en general.

Excluyendo el voto de análisis posteriores, se aprecia que una importante proporción de jóvenes (65%) no participa políticamente, tasa ligeramente superior a las relevadas en Córdoba/Argentina para el conjunto de la población (58% de no participación en una muestra del 2003; Brussino, Hüg, & Rabbia, 2004). Entre los jóvenes que sí desarrollan alguna práctica política, se advierte la tendencia a preferir modos de implicación de tipo no convencional, lo cual está en consonancia con algunos de los antecedentes señalados (Bean, 2001; Bendit, 2000; Scholzman et al., 1998).

Considerando de manera global, el presente estudio aporta un modelo que destaca el poder discriminante de las variables socio-cognitivas más relevantes asociadas a la participación política de los jóvenes, con excepción de la eficacia política externa y la confianza política. En esta línea, el estudio sobre implicación de jóvenes españoles de Ferrer Fons (2006) alegó que estas dos variables no representaban grandes divergencias entre los cohortes etarios más jóvenes y la población en general. No obstante, en un estudio previo se advierte que la eficacia política externa y la confianza política presentaban una relación significativa con la vinculación partidaria de los cordobeses (Brussino & Rabbia, 2007). En un clima de desconfianza política generalizada (sólo el 35% de los argentinos confían en el gobierno, mientras que el índice de confianza en los partidos políticos se ubica en un 14%, según mediciones del Latinobarómetro, 2007), no es difícil pensar en su relación con la sensación de ineficacia externa relevada: los ciudadanos no sienten que sus representantes políticos sean receptivos a sus demandas y propuestas, lo cual constituye un factor claramente desmovilizador, sobre todo, de la participación de tipo convencional. Además, si bien las mediciones de confianza a nivel institucional y de la eficacia externa parecen implicar prácticas asociadas a la afiliación a un partido político y a campañas electorales, los jóvenes privilegian las prácticas de tipo no convencional, lo cual podría estar afectando la capacidad discriminante de ambas variables.

Respecto a la variable conocimiento político en particular, los resultados obtenidos refuerzan los ya presentados por otros autores en base a diferentes grupos etarios (Krampen, 2000; Mondak, 2000). A su vez, las medias de conocimiento político difieren significativamente en relación a las diferentes modalidades de participación en concordancia con lo relevado por Sabucedo y Cramer (1991) y Soule (2001): el desconocimiento político parece ser norma, y los jóvenes que no participan presentan menor conocimiento político, mientras que éste es mayor entre los que participan de manera no convencional y, en particular, de forma convencional. Asimismo, cabe señalar que la diferencia de conocimiento que se observa entre los que participan convencional y no convencionalmente, puede estar dada por la modalidad que la medición del conocimiento político del presente estudio. En este sentido, la misma se orienta a una perspectiva formal de la política (privilegiando los roles de instituciones y funcionarios políticos salientes en el contexto espacio-temporal, por ejemplo), lo cual implicaría un conocimiento más cercano a aquellos jóvenes que participan de las reglas de juego y de los actores claves en el sistema político institucionalizado.

La eficacia política interna y el interés político constituyen las variables que mejor discriminan en relación al modo de participación no convencional. En este sentido, nuestros resultados se distancian de los presentados por Torney-Porta y Richardson (2004) y matizan los sugeridos por la mayoría de los abordajes de la desafección política que se concentran en las prácticas electorales (Soule, 2001). Los encuestados que optan por involucrarse principalmente en formas no convencionales son aquellos que se autoperciben como competentes para intervenir en los asuntos públicos, a la vez que muestran un mayor interés en la dinámica política en la cual están inmersos. En este sentido, se hace evidente la desvalorización que reflejan las prácticas asociadas a instituciones políticas tradicionales, en particular los partidos políticos. Como sugiere Rodríguez (2001), el retiro de los jóvenes más movilizados políticamente de los partidos y otras instituciones políticas tradicionales podría connotar una fuerte crítica de la productividad misma de la política, de su capacidad para resolver los problemas y demandas de los ciudadanos. A su vez, los partidos políticos rara vez se hacen eco de demandas e intereses de los jóvenes, lo cual aumentaría la distancia percibida entre dichas instituciones y los ciudadanos. En consecuencia, los jóvenes con mayor interés y sen-sación de eficacia política interna prefieren participar en alguna organización civil, intervenir en marchas o manifestaciones públicas, acudir a vecinos para realizar demandas concretas o contactar a un puntero político. No obstante, la crítica y desconfianza hacia las instituciones tradicionales, como ya se ha indicado, no es propiedad exclusiva de los jóvenes; por el contrario, se extiende a la mayoría de los grupos sociales, y se profundiza tras la crisis socioeconómica y político-institucional que sufrió Argentina desde fines del 2001 (Brussino & Rabbia, 2007), a la vez que se inscribe en el descentramientos de lo político y en transformaciones culturales e institucionales relevadas internacionalmente (Quintelier, 2007 -Bélgica y Canadá-; Somuano Ventura, 2005 y Norris, 2003 -México-; Uslaner, 2004 - Rumania-, entre otros).

La preferencia por modos de participación de tipo no convencional podría ir a la par de la emergencia de un paradigma organizacional de tipo horizontal, más centrado temáticamente, y con acciones ego expresivas en torno a temáticas concretas y objetivos próximos, como sugieren numerosos estudios de implicación juvenil en América Latina (Krauskopft, 2000; Reguillo, 2000). Sin embargo, la probable emergencia de nuevas formas y espacios de acción política excedería (y cuestionaría) la clasificación entre prácticas de tipo convencional y prácticas no convencionales, ya que ésta tiende a que los estudiosos profundicen una perspectiva de la desafección juvenil. Los resultados estadísticos obtenidos a través del análisis discriminante avalan este argumento, en especial en lo que respecta a los modos de participación usualmente caracterizados como no convencionales. Esta modalidad de acción política es la más ambigua y la que presenta un mayor desafío en cuanto a futuras mediciones, para abordar de forma comprensiva y no adultocéntrica los nuevos horizontes de la participación juvenil. Esta ambigüedad, además, se vería amplificada por los posicionamientos normativos que trascienden tanto a la perspectiva de la desafección como a la de la participación diferenciada: al cambiar las representaciones en torno al rol transformativo de la política (asociada usualmente a las prácticas no convencionales privilegiadas por los jóvenes) es difícil encontrar una “salida” de una u otra perspectiva sin contemplar opciones intermedias como las sugeridas por Rodríguez et al. (1993) u obviando del análisis otras prácticas no necesariamente consideradas políticas por los propios jóvenes, pero que podrían ser “leídas” como formas de implicación ciudadana (Reguillo, 2000).

Como visibilizaron los 60’s y 70’s, la vinculación que establecen los ciudadanos con el mundo político se encuentra en constante reconfiguración. Podría pensarse que las formas no convencionales en que los jóvenes cordobeses intervienen políticamente (por ejemplo, acudir a vecinos para demandas concretas y contactar a un puntero político) reflejan el carácter dinámico de los repertorios de acción política, su maleabilidad histórica y cultural. En este sentido, se advierte la necesidad de reenfocar la mirada hacia modos alternativos y/o emergentes de comportamiento político. Queda por profundizar, no obstante, cuál es el impacto que estas prácticas tienen en relación a las instancias de toma de decisiones que afectan la vida cotidiana de los jóvenes, es decir, cuál es el grado de answerability de las instancias de poder en cuanto a las prácticas no convencionales y emergentes desarrolladas por ellos. De igual forma, queda pendiente poder contrastar comparativamente las presentes conclusiones con una muestra poblacional más amplia, que permita establecer la presencia (o no) de especificidades en la implicación política de los jóvenes cordobeses. Los resultados expuestos, además, sugieren un modelo discriminante en torno a la relación de variables psico-sociales con la participación política que se presentaría como un camino posible para dotar de matices a las perspectivas de la participación diferenciada y de la desafección juvenil.

 

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Received 03/12/2008
Accepted 16/03/2009

 

 

Silvina Brussino. Universidad Nacional de Córdoba, Argentina.
Hugo H. Rabbia. Universidad Nacional de Córdoba, Argentina.
Patricia Sorribas. Universidad Nacional de Córdoba, Argentina.

1 Dirección: Universidad Nacional de Córdoba, Facultad de Psicología, Laboratorio de Psicología Cognitiva, Enfermera Gordillo esq. Enrique Barros, Ciudad Universitaria, Córdoba, Argentina, Codigo postal: 5000. E-mail: brussino@psyche.unc.edu.ar
2 La últimas elección para gobernador y legisladores de la provincia de Córdoba/Argentina se desarrollaron en setiembre del 2007, un mes antes que la elección presidencial y para legisladores nacionales.