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Tempo psicanalitico

Print version ISSN 0101-4838

Tempo psicanal. vol.42 no.2 Rio de Janeiro June 2010

 

SEÇÃO LIVRE

 

El inconsciente freudiano y sus destinos1

 

The Freudian unconscious mind and its destinations

 

 

Carmen Elisa Escobar Maria

Psicóloga Clínica; Especialista em Filosofía Contemporánea; DEA em Filosofía da UNED (España), atualmente cursa Doutorado na UNED (España); Docente do Departamento de Humanidades y Filosofía da Universidad del Norte Barranquilla, Colombia

 

 


RESUMEN

El concepto de inconsciente freudiano es objeto de debates en torno a su singularidad y actualidad, tanto en el seno de las comunidades psicoanalíticas como en diversos campos del pensamiento contemporáneo. Siendo la "representación" una noción fundamental en la construcción del concepto freudiano, se subrayan los límites de la representabilidad y de lo simbólico, ya presentes en Freud, que permiten a J. Lacan retomar el concepto para alejarlo de toda idea fenoménica y naturalista del mismo. Se afirma así que el inconsciente freudiano no puede ni debería ser asimilado a lo inconsciente deducido por las neurociencias, aun cuando ciertas elaboraciones freudianas parecieran justificarlo, quedando cuestionado el inconsciente como "reservorio" de huellas mnémicas o memoria orgánica.

Palabras-chave: huella mnémica; inconsciente; memoria; psicoanálisis; representación.


ABSTRACT

The singularity and topicality of the concept of the Freudian unconscious mind has been the topic of debates among psychoanalysts and within other fields of contemporary thought. Taking "representation" as a fundamental notion in the construction of the Freudian concept, this paper highlights the limits of the considerations of representability and the symbolic, already present in Freud, which led J. Lacan to reconsider the concept, thus moving it farther away from any phenomenical and naturalistic conception. This paper states then that the Freudian unconscious mind neither can nor should be assimilated to the unconscious mind deduced by the neurosciences, even if certain Freudian elaborations seem to justify it, thus questioning the concept of the unconscious mind as a "reservoir" of mnemic traces or organic memory.

Keywords: mnemic traces; unconscious mind; memory; psychoanalysis; representation.


 

 

El inconsciente no es un descubrimiento de Freud si se piensa que la noción y la palabra "inconsciente" formaban parte del lenguaje ordinario, del campo filosófico, psicológico y psiquiátrico de su tiempo (Brès, 2006; Gauchet, 1994; Ellenberger, 1976). Él mismo lo confirma cuando insiste en nombrarlo como "nuestro inconsciente" (Freud, [[1895] 1950] 1976: 599), indicando que aunque se trate del mismo término, hay otros inconscientes, es decir, homónimos que remiten a conceptos diferentes. Pero si entendemos "descubrir" como quitar un velo, des-ocultar, no puede negarse el carácter inédito del concepto que mereció el adjetivo de "freudiano" por parte del psicoanalista francés, Jacques Lacan (1901-1980), quien reiteró la especificidad de ese inconsciente, insistiendo también en la necesidad de hacer distinciones entre el inconsciente y otros conceptos como el Ello y la repetición.

En el curso de los debates actuales, internos y externos al psicoanálisis y en los que el inconsciente ha sido objeto de discusión, la retoma de este concepto por Jacques Lacan, es un aporte fundamental. En estos se señalan, contra la concepción de un inconsciente puramente hecho de símbolos, los límites de la representabilidad; abandonando así toda idea de sustancia, de cosificación, de fenómeno y por supuesto, cualquier idea naturalista del mismo. Se produce como consecuencia, una fisura en la concepción del inconsciente como reservorio de huellas mnémicas o como memoria orgánica.

Estos planteamientos han sido discutidos desde puntos de vista diversos por psicoanalistas que siguen su enseñanza (Le Gaufey, Miller, Yankelevich, Rodríguez Ponte, Amigo, entre otros) y que a mi modo de ver contribuyen a reafirmar que el inconsciente freudiano no puede ni debería ser asimilado al inconsciente deducido de las neurociencias, aun cuando ciertas elaboraciones freudianas parecieran justificarlo. Un breve recorrido por el concepto permitirá justificar esta afirmación.

 

EL INCONSCIENTE FREUDIANO

Es evidente que la noción de una cierta ignorancia, de un "no saber" del sujeto que piensa, se reconoce desde la Antigüedad, y que el germen del inconsciente freudiano está en lo que lo precede, sin embargo, se trata más bien de lo no consciente. Brès (2006: 12-30) y Lacan (1993: 55) han señalado que sólo hubo la necesidad de crear una noción de inconsciente después de Descartes, fundamentalmente en el momento en que se hace la identificación de psiquismo y conciencia. En otras palabras, antes de Descartes y de Locke, la noconciencia no requería de la creación de una noción de inconsciente, así que las condiciones de posibilidad del psicoanálisis surgen con la ciencia moderna, que a su vez inicia después de Descartes (Lacan, 1993)2. Se acuñó antes de Kant, sin embargo, Th. Adorno (2010: 89) plantea que el principal motivo que llevó a la formación de las "filosofías del inconsciente" es "la oposición a la primera filosofía de la conciencia que fue consecuente: la doctrina de Kant". Según su planteo, los contenidos filosóficos que criticó Kant (quien nunca incluyó la noción de inconsciente) y que "no se dejaron incorporar" en una filosofía de la conciencia, convergieron en la formación de las filosofías del inconsciente. Sin pretender plantear todos los problemas que de aquí pueden desprenderse, surge la pregunta de si, al definir sería una contradicción, y más aún, ¿no sería un sinsentido la noción de inconsciente? Preguntas que condensan el carácter problemático que el concepto de inconsciente ha tenido en la filosofía (cf. Adorno, 2010: 79-294).

Descartes, Leibniz, Fichte, Schiller, Schelling, Schopenhauer, Nietzsche, están en la línea de predecesores del concepto de inconsciente en Freud; a lo que se agrega la psiquiatría dinámica, que desarrolló la idea de fuerzas incognoscibles que limitan la autonomía de la conciencia, ideas provenientes de Pascal y Spinoza y cuya expresión en el mesmerismo a través de una terapéutica de la sugestión e hipnosis, tienen efecto decisivo en Freud. Pero también están los psicólogos J. F. Herbart, con su noción de representación inconsciente, y T. Lipps con su concepto de inconsciente. Hay, por supuesto, otros campos en las llamadas "influencias", pero lo que se quiere resaltar es la demarcación que Freud quiso establecer y efectivamente produjo, entre su inconsciente y otros.

En las cartas a Wilhelm Fliess (Freud, 2008), valioso testimonio de los orígenes del psicoanálisis, se verifica el temor constante de encontrar en otros pensadores aquello que consideraba su propio hallazgo. No se habría visto precisado a conceptualizar qué entendía por inconsciente antes de la carta del 6 de diciembre a Wilhelm Fliess en 18963 (Freud, 2008: 218-227). Es en "La interpretación de los sueños" que señala las diferencias: "[...] El filósofo pesimista Eduard von Hartmann está sin duda a sideral distancia de la teoría del cumplimiento de deseo" (Freud, 2008: 153), dejando en claro que:

No sin intención digo nuestro inconsciente, pues aquello que con este nombre designamos no coincide con lo inconsciente de los filósofos ni tampoco con lo inconsciente de Lipps. Los filósofos lo consideran únicamente como la antítesis de lo consciente, y la teoría de que, además de los procesos conscientes, hay también procesos inconscientes, es una de las que más empeñadas discusiones han provocado4 (Freud, 2008: 599).

En "Nota sobre el concepto de lo inconsciente en psicoanálisis" de 1912 (Freud, [1912] 1976: 271-277), encara directamente el sentido que sólo en el psicoanálisis se da a fenómenos que es necesario deducir como inconscientes, y esto, a partir de indicios y pruebas de que se gobiernan con leyes distintas a la actividad consciente. La pregunta central es qué tipo de existencia puede atribuírsele a esos elementos que pueden hallarse presentes en la conciencia, desaparecer, emerger de nuevo sólo a partir del recuerdo, y sin que haya habido una nueva percepción sensorial (Freud, [1912] 1976: 271). Debieron estar en "un lugar" de alguna forma pero ¿bajo qué forma? Es una pregunta sobre la que volveré. Es entendible que la mera descripción de - ahora consciente, ahora no-consciente - no dejara satisfecho a Freud de ninguna manera. Lo verdaderamente importante tenía que ver con una eficiencia de la representación inconsciente, que no tenía modo de penetrar en la conciencia sin esfuerzo. A estas "fuerzas vivas" que se oponían a su recepción (de?) la conciencia, Freud les llama resistencia (Freud, [1912] 1976: 275). Sin pretender un recorrido total por el concepto en Freud, señalo que en ese escrito de 1912, el inconsciente adquiere así un tercer sentido más importante que los demás. Allí consigna que lo inconsciente, de ser "un mero carácter enigmático de un cierto proceso psíquico" pasa a ser considerado como una categoría psíquica cuyo valor de indicador supera su significación como propiedad o cualidad. Se trata del carácter de sistema del inconsciente, cuyo signo distintivo es el de ser inconscientes de los procesos singulares que lo componen (Freud, [1912] 1976: 277). Lo sistemático aún no se diferenciaba de su sentido dinámico (recuérdese la metapsicología freudiana y su lectura de los fenómenos desde el punto de vista tópico, económico y dinámico). El inconsciente así, de ser una cualidad de lo psíquico pasa a ser designado como un sustantivo.

En diversas ocasiones, Freud reiteró como premisa básica del psicoanálisis, la diferencia entre inconsciente y consciente, sin dejar de insistir en un estatuto propio, particular, para el inconsciente; en otras palabras, no quiso plantearlo como una no-conciencia. Este aspecto crucial será objeto de señalamientos constantes de Lacan, recalcando la inutilidad y la insuficiencia de definir un inconsciente teniendo como referencia la conciencia5. Más importante aún es el hecho de señalar la pregunta freudiana en el apartado "Conciencia e inconsciente", sobre lo que llama sus "enmiendas", a saber, si al encontrar un inconsciente no reprimido seguiría siendo importante distinguir entre una representación consciente o no consciente, pues no da la clave de la neurosis, como lo aclara Freud ([1923] 1976: 19-20). El punto de llegada freudiano es entonces una disimetría entre consciente e inconsciente: no se trata de contrarios.

El inconsciente freudiano se debate así entre: (a) Un incognoscible absoluto, lo reprimido primordial: no fenoménico y que pareciera asemejarse a la "cosa en sí" kantiana (Brès, 2006; Adorno, 2010; Le Gaufey, 2008b); concepto límite al que el mismo Freud pareciera adherir: "Lo inconsciente es lo psíquico verdaderamente real, nos es tan desconocido en su naturaleza interna como lo real del mundo exterior, y nos es dado por los datos de la conciencia de manera tan incompleta como lo es el mundo exterior por las indicaciones de nuestros órganos sensoriales" (Freud, [1900] 1976: 600), y (b) Lo posible de ser conocido: "el objeto interior es menos incognoscible que el mundo exterior" (Freud, [1915b] 1976: 167). Conocimiento que es posible a través de su conexión con las palabras (a diferencia de Kant), único acceso a la conciencia, y más aún, constituido a partir de la relación con el lenguaje. (c) Pero también las múltiples formas para referirse al inconsciente: eficacia, deducción, procesos, lugar psíquico, hechos, mociones, actos; como un "querer" y "pensar", un "saber" que sobre todo se refiere a sus leyes constitutivas.

Ahora bien, como no se trata de abordar la discusión acerca de la existencia o no del inconsciente, sino qué tipo de existencia atribuirle, esto nos conduce a la pregunta por su contenido. Preguntar de qué está hecho el inconsciente (Cambon, 2008; Brès, 2006), toca en un punto álgido el aporte lacaniano al inconsciente freudiano en el intento de despojarlo de "sustancialidad".

 

¿QUÉ CONTIENE EL INCONSCIENTE?

EL PROBLEMA DE LA REPRESENTACIÓN

La concepción moderna ha hecho de lo simbólico la característica de lo humano. Pero la idea de representación (con todo el problema de la relación entre la representación y aquello que es representado), sufrió en el siglo XX, una caída en el arte y en la filosofía: No se trataba de re-presentación sino de presentación. Según Deleuze (2002), Freud estaría sometido a la tiranía de la representación porque su inconsciente es una especie de teatro.

Freud habla de representaciones inconscientes, pensamientos inconscientes o en ocasiones procesos, actos, mociones. Estas últimas remiten a la pregunta de si puede hablarse de pulsiones inconscientes cuando realmente éstas no pueden ser objeto del inconsciente, tan solo el representante que las representa (Vorstellungsrepräsentanz)6. La representación (Vorstellung) es un término de diverso estatuto, en principio filosófico (filosofía clásica alemana), que Freud toma del famoso psicólogo Herbart, a quien ya leía en la juventud. Sin poder abordar el término en su amplitud, ni por otro lado, todos los usos que Freud hace de diversos términos relacionados como Darstellen, Represäntieren, Vertreten, Repräsentanz (cf. Cambon, 2008), señalo que según Etcheverry (1978: 23-27), Vorstellung, al ser traducida como idea por influencia de la Standard Edition, desorienta respecto del sentido en el que Freud la utiliza: casi siempre en donde la psiquiatría francesa utilizaría "idée", portando así una cierta herencia kantiana para la cual la representación es la síntesis de algo dado en la sensación y ligado por la actividad del entendimiento.

 

EL INCONSCIENTE FREUDIANO Y SUS DESTINOS

De otra manera: "si la sensación es una 'presentación' de algo a la conciencia, la 'representación' entraña la memoria y cierta capacidad de funcionamiento autónomo del aparato psíquico" (Etcheverry, 1978: 24). Para apoyar su planteamiento, Etcheverry, acude al excelente ensayo de 1891 sobre La afasia (1973)7, en el que Freud pone en juego los diferentes versiones de representación (cf. infra nota 8) y donde plantea que desde el punto de vista psicológico "la palabra" es la unidad funcional del lenguaje, siendo, según la traducción de R. Alcalde: "un concepto complejo, construido a partir de distintas impresiones; es decir, corresponde a un intrincado proceso de asociaciones en el cual intervienen elementos de origen visual, acústico y cenestésico" (Freud, [1891] 1973: 86).

La palabra adquiere su significado mediante la asociación con "la idea (concepto) del objeto". Para Etcheverry no parece posible decir que la "palabra" sea una "idea": ella es más bien en sí misma representación, en tanto la representación "no espejea un objeto, sino que ella misma lo es"8 (Etcheverry, 1978: 24-25). Sería un objeto despojado si se quiere de "la cosa del mundo" para pasar a ser "representante de la representación" (Vorstellungsrepräsentanz).

La utilización de la palabra Vorstellung por Freud, además del uso clásico, pareciera más bien aquello que del objeto viene a inscribirse en los "sistemas mnémicos" y en donde se propagará de signo en signo, en una constante coordinación con otros y desligados de una cualidad sensorial. Así pues, el afecto (affekt) que es un componente fundamental, no puede más que ser representado en el inconsciente: no hay afectos inconscientes (cf. Freud, [1915b] 1976: 173-176), aunque sea correcto utilizar lingüísticamente la expresión sentimientos inconscientes de culpa: "Toda la diferencia deriva de que las representaciones son en lo esencial investiduras de huellas mnémicas, mientras que los afectos y sentimientos corresponden a procesos de descarga cuyas manifestaciones finales son percibidas como sensaciones" (Freud, [1915b] 1976: 174).

El contenido del inconsciente, parecería ser para Freud, representaciones, investiduras de huellas mnémicas. Desde los trabajos tempranos como "El proyecto" (Freud, [[1895] 1950] 1976) y la carta 1129, a la "Nota sobre la pizarra mágica" de 1925 (Freud, [1925] 1976), el aparato psíquico está definido como una sucesión de inscripciones (Niederschriften) de signos. Las representaciones inconscientes se hallan ordenadas en forma de fantasías o guiones imaginarios a los cuales se fija la pulsión y con la que no hay ningún lazo connatural sino contingentemente. Se trata de huellas mnémicas que como marcas escriturales podrán o no ser activadas según sus vías de facilitación (Bahnungen) o de surcos que abren caminos10 : ser borradas, conservadas, transcritas y re-transcritas.

En 1898, Freud (2008: 218-221) le explica a Fliess lo que ya había expuesto en "El proyecto", es decir, el supuesto de que el mecanismo psíquico se ha generado por superposición de capas y que de tiempo en tiempo el material de huellas mnémicas experimenta reordenamiento, inscripciones de acuerdo a nuevas "concernencias" y a nuevas etapas de la vida. La memoria no existe de manera simple sino múltiple, quedando registro en diversas variedades de signos. Se trata de traducciones que opera el aparato psíquico. Si dicha traducción es denegada, a eso le llama represión, siendo lo sexual lo que más inhibe la traducción de signos a una nueva fase.

Pero hay procesos que escapan a la cadena asociativa. Cosentino (2007) ha señalado un giro en la medida en que Freud, aunque continúa con el uso del término Erlebnis, en 1926 (Freud, [1926] 1976), sus referentes comienzan a ser: acontecimiento y tiempo. Así, ya no se trata de huella anémica (Erinnerungsspur) siempre a partir de lo oído, lo visto, sino de acontecimientos impresionantes (eindruksvolle Ereignisse) de la infancia: experiencias en el cuerpo propio por el encuentro con la palabra del Otro y que permiten el enunciado de J. Lacan el inconsciente es el discurso del Otro.

Fernand Cambon (2008) publicó en Francia un estudio al que tituló De quoi est fait l'inconscient. Su objeto tuvo que ver con una crítica a la traducción libre que hace Lacan del término Vorstellungsrepräsentanz11. Lo que quiero resaltar es lo que tiene que ver con la respuesta que daría Freud a este interrogante, que sería algo así como: el inconsciente está hecho de representaciones. Este es un punto que me interesa destacar, para señalar el carácter problemático en el que devino la noción de representación. Para Freud toda representación estuvo ligada a la percepción de un acontecimiento primero que no siempre era posible encontrar; y si no se encontraba, había que suponerla o construirla en la ontogénesis, historia individual, o, en los sedimentos de la cultura, en los de la especie, así fuera bajo la forma del mito. A esto se suma la idea de reconocimiento, el encuentro ominoso con algo ya conocido. Una especie de esquema platónico que propone que todo conocimiento es en el fondo "reconocimiento". Aún así, me sumo a quienes plantean que es posible encontrar en Freud los límites de la representabilidad y de la interpretación, que conducen a pensar que no es apropiado decir que la materia del inconsciente sean las representaciones.

Las críticas al título del libro de Cambón, no se hicieron esperar en Francia (cf. Michel Plon, 2009), en la medida en que alienta la idea de un inconsciente localizable y cosificado cercano a lo cerebral, fisiológico, psicológico, deslizándose hacia una aprensión positivista que resulta "al menos incongruente" para quienes actualmente están al tanto de los aportes de Lacan. Realmente, Lacan más que traducir Vorstellungsrepräsentanz, lo vierte al francés como lugarteniente (tenant-lieu) de la representación (cf. La ética del psicoanálisis, Los cuatro conceptos fundamentales) e intenta restituirlo para hacer ver que el asunto no es precisamente de orden lingüístico ni se reduce a un problema de traducción sino de poner de relieve lo que pasa, o es pasado, en y por la palabra12. Así, en 1967, plantea nuevamente el problema de la representación cuando repite que el inconsciente aún no había sido comprendido, porque lo crucial es el lazo del sujeto con un discurso del que puede ser suprimido: "El inconsciente no es perder la memoria, es no acordarse de lo que se sabe"13 [...] Todo lo tocante al inconsciente sólo juega sobre efectos de lenguaje. Es algo que se dice, sin que el sujeto se represente ni se diga allí: sin que se sepa qué dice" (Lacan, 1991: 30-31).

 

LOS LÍMITES DE LA REPRESENTABILIDAD

Si pensamos el problema de la representación desde otro ángulo: al plantear una definición de inconsciente en el sentido dinámico, Freud, abre la puerta a esta idea de pensamientos sin pensador. La pregunta de orden semiótico que se plantea Guy Le Gaufey (2006) con relación al concepto de una representación inconsciente, es "¿cómo concebir que un pensamiento fuera representación de algo para... nadie". Según el autor, al intentar entender cómo sería una representación inconsciente, tendemos a concebirla como una especie de imagen presente en la mente, de un referente que está afuera, olvidándonos así, precisamente, del sujeto implicado en el vínculo mismo; luego entonces sería algo como conjunto de pensamientos sin pensador. Ahora bien; si esta función la cumplía un yo que se podía subjetivar en su singularidad, pero que en últimas sólo era una sumatoria de representaciones.

Es precisamente ese punto del que Lacan, con su ternario (real, simbólico e imaginario), entre otras cosas, se apoya para pensar su sujeto y separarse tempranamente de una concepción facilista del yo (Le Gaufey, 2006).

Desde muy temprano en la obra de Freud, la noción de representación implica el desajuste con lo orgánico, aquel síntoma que habla de una representación que no concuerda con lo anatómico. Aún en los tiempos de pasión de desciframiento, de la convicción de que podría verificarse "sin lagunas el determinismo en el interior de lo psíquico" (Freud, [1901] 1976: 247), o "la compulsión a no considerar el azar como azar, sino interpretarlo" (Freud, [1901] 1976: 250) puede encontrarse en una lectura dirigida, una autolimitación constante de Freud que lo protegió del poder excesivo de la hipótesis del inconsciente. Esto se verifica en "Psicopatología de la vida cotidiana" ([1901] 1976), cuando compara al paranoico, al supersticioso y al psicoanalista14 y volverá a hacerse patente en su negación de un sentimiento oceánico (Freud, [1930] 1976)15, que él nunca experimentó, y por supuesto, en su negación de una cosmovisión psicoanalítica16. Esta auto-limitación la realiza con la inclusión de su "persona", e.g.: "no se espere de mí", "yo adopto el supuesto", "no creo que un suceso...", "sí creo..." "lo oculto de él corresponde a lo inconsciente mío", "me diferencio de...", de las que podemos inferir las preguntas: ¿Qué pensaría yo?, ¿qué declararía yo? No se trata por supuesto de la instancia yoica, sino de un yo en la enunciación que lejos de restarle rigurosidad, le otorga el punto de certeza que le impide ceder a la tentación de explicarlo todo con el psicoanálisis. Esto es posible por el cientificismo de Freud, como lo ha planteado Le Gaufey (1996: 209-212). Hay en la obra de Freud a la par de la "tiranía de la representación" señalada por Deleuze, el propio límite de la representabilidad o diríamos mejor, el lugar de lo "no representable" (unvorstellbar). Por ejemplo, cuando Freud habla de la muerte: "la muerte es un concepto abstracto, de contenido negativo, para el cual no se puede encontrar una correspondencia inconsciente" (Yankelevich, 2009: 39; Freud, [1925] 1976: 58). Sin embargo, este "no representable" que está por fuera de las cuentas de la vida, es quien otorga o quita valor a la vida17. Entonces, al colocar a la muerte en el límite de lo representable, Yankelevich (2009) afirma que Freud ya está introduciendo el límite no sólo del aparato psíquico por él construido sino el límite del concepto mismo de representación. Se puede ver que hay en Freud una serie de realidades que exceden al inconsciente.

 

LECTURA DE LACAN

Hubo la intención explícita de Lacan en cernir lo que llamó Freud, inconsciente. Se pregunta: ¿Pero qué es lo que hace al inconsciente de Freud tan diferente a los anteriores?: Freud encuentra algo que pertenece al orden de lo no realizado en esa ranura, en esa "hiancia" que es la causa del sujeto (Lacan, 1993: 30). Esta hiancia habría sido psicologizada por la segunda y tercera generación de los posfreudianos, tras lo cual, el inconsciente se cerró tras su mensaje.

El "retorno" de Lacan a los textos de Freud se lleva a cabo de forma sistemática desde 1951. Señalo sin detenerme, que se hace por vía de Lévi-Strauss. Este retorno es una operación de subrayados, de extracción de lo que había pasado desapercibido, de lo olvidado; de desplazamientos (cf. Allouch, Freud después Lacan), de reescrituras, de atribución de nuevos sentidos, del desbrozo de nuevas vías o, de leer "por el revés" para plantear novedades. Fruto de ese empeño, es la atención puesta en el "Proyecto de psicología" (1895), inédito hasta 1950, y que le da elementos para entender que cuando se trata de aprehender la conciencia siempre uno se topa con condiciones incompatibles: "El carácter inasequible, irreductible de la conciencia en relación con el funcionamiento del viviente es algo tan importante de comprender en la obra de Freud como lo que nos aportó acerca del inconsciente" (Lacan, 1983: 179).

Es así como en este fondo de crítica del concepto que había sido vaciado de su singularidad, también plantea su divergencia con dos de sus propios discípulos: El inconsciente no es la condición del lenguaje como lo proponen J. Laplanche y S. Leclaire18, más bien, "el lenguaje es la condición del inconsciente" (Lacan, etc)19. Cuando dice que el inconsciente está estructurado como un lenguaje, no se está refiriendo al inconsciente de la lingüística, sino al inconsciente en función de la causa, en abierta crítica al inconsciente como un dinamismo que involucre la idea de fuerza, que para Lacan, es un lugar de opacidad (Lacan, 1983: 28). La premisa es que si se quiere entender de lo que se trata en el psicoanálisis hay que volver sobre los tiempos en los que Freud forja el concepto de inconsciente, llevándolo a su límite, lo que equivaldría a decir, llevarlo a forma de cantidad finita. No basta con decir que es un concepto, aunque es una elaboración conceptual: "El inconsciente es un concepto forjado sobre el rastro de lo que opera para constituir al sujeto" (Lacan, 1998: 809). No es lo que no tiene el atributo de la conciencia, esto es decir, que antes de Freud el inconsciente no es (era el conjunto de sentidos diversos de la palabra inconsciente). Se trata sólo de una homonimia, en donde creyéndose designar lo mismo, se está en otro lado. Precisamente como lo señala Lacan, uno de los errores dentro del propio psicoanálisis es no haber distinguido lo inconsciente de lo "instintual", arcaico o primordial, ni de lo genético de un "pretendido desarrollo". Lo que nos lleva a plantear el vínculo entre inconsciente freudiano e inconsciente lacaniano.

 

DE FREUD A LACAN

Se ha debatido intensamente el tipo de relación que hay entre el concepto de inconsciente en Freud y en Lacan. Las posiciones divergen: hay inconmensurabilidad entre los dos (Rodríguez Ponte, 2009); diferencia en su andamiaje pero sin quebrar lógicamente la identidad mínima de los dos inconscientes (Yankelevich, 2009); hay un corte y distancia de Lacan con la noción de inconsciente al final de su obra hasta plantar la escisión, inacabada en Freud, entre inconsciente y psicoanálisis (Miller, 2009).

Lo que se puede constatar es la constante elaboración de Lacan en torno al inconsciente, al que valga aclarar, no dejó de nombrar como inconsciente20, aunque se pregunte en 1974, si no sería preferible traducirlo al francés como unebévue. Por más difícil que sea extraer un criterio único respecto a este punto, es evidente que Lacan rehúsa que el psicoanálisis sea una teoría del inconsciente, como lo afirmó en 1968 (Lacan, 2008a: 59-60), más bien es una teorización que se desprende de la práctica analítica. Considerar al psicoanálisis como una teoría del inconsciente, conduciría a dar al inconsciente, el carácter de región óntica u ontológica del ser o de lo real. Tampoco es sustancia, de modo que la elección de Lacan es darle un fundamento lógico y no ontológico al inconsciente (cf. Yankelevich, 2009; Rodríguez Ponte, 2009; Miller, 2009, entre otros).

Como consecuencia de este acto progresivo, desaparece la noción de representación en cuanto pertenece a la metafísica idealista del conocimiento, que sostiene a un sujeto frente a un objeto del cual tiene representaciones adecuadas o no. Según Yankelevich (2009: 47), cuando Lacan critica la noción de representación, no se queda ahí sino que la levanta "fabricando una nueva lógica y una definición de espacio que la haga posible y manejable". Sin embargo, conserva el término de inconsciente y cuestinándolo toma distancia de él. Por su parte, Miller (2009), plantea que la distancia con el término inconsciente en Lacan, tiene que ver con que en primera instancia la noción de consciente es vaga y "vago sobre vago...", y porque estructurar lo inconsciente en términos de lenguaje vuelve ineficiente la referencia a la conciencia. Es así como la "noción de inconsciente se sostiene en el efecto de extimidad que engendra la formalización de lo amorfo". Es decir, a lo que llamamos inconsciente es lo éxtimo (traducción literal del neologismo de Lacan extimité), para señalar precisamente lo más íntimo que, sin embargo, no siento como mío: - Estaba en mí pero me era desconocido - (Miller, 2009).

Se trata más bien de un borde, por eso es impropio hacer de él "un dentro", pues al ser una estructura efecto del lenguaje, su lugar es el del Otro, y ha de buscarse en la enunciación de todo discurso. El inconsciente es lo que se halla fuera de todos los sujetos, por esto Lacan afirma que no hay nada más profundo que lo superficial (La-can, 1983: 254). Incluso, sólo podría ser representado por un sujeto acéfalo que sin embargo, "se trata del sujeto que habla"; al sujeto nunca se lo debe representar en ninguna parte (Lacan, 1983: 178). Pero aquí nos encontramos con una última pregunta: entender el inconsciente como discurso nos aleja de la noción del inconsciente como memoria neuronal, poniendo en cuestión al yo unificador, instancia psíquica.

 

INCONSCIENTE Y MEMORIA

En el inventario efectuado por Marcel Gauchet21 (1994), antes de Freud (Nietzsche, Valéry), y cuando se hablaba de inconsciente cerebral, se hacía en el marco de las argumentaciones anti espiritualistas que intentaban mostrar que el yo no era el amo de su casa y que la conciencia es más bien el producto de procesos impersonales. Uno de los exponentes en el terreno de la inteligencia artifical, Marvin Minsky, quien no contentándose "con horadar la leyenda del yo central" explica que cada una de nuestras acciones derivan de una multitud de procesos en el interior de nuestro espíritu, a los que siempre quisimos darle "unidad"; y que sin embargo permanecen, la mayor parte de ellos, fuera de nuestro alcance suponiéndolos producto del deseo, o de la voluntad. Míticamente suponemos poder conocer esa multiplicidad a la que realmente sólo podemos acceder parcialmente (Gauchet, 1994: 165-167).

Aun conviniendo en que hay aspectos comunes entre estos planteamientos y la noción del yo y del sujeto en Lacan, éstos no tienen que ver con el cerebro; y que la idea que se deduce de la obra de Freud es que el inconsciente es una memoria, esta memoria debe ser distinguida de una memoria orgánica (Lacan, La identificación, s.f.), en la medida en que se suponga como propiedad de lo vivo (Lacan, 2008a). Cuando en 1924, Freud se pregunta cómo era posible la reinscripción sin límite de nuevas huellas mnémicas (Freud [1925] 1976), no hace más que retomar un problema planteado desde sus inicios. En efecto, en "El proyecto", había escrito sobre lo que llamó el complejo del semejante (Nebensmensh). Se trata de la indefensión del bebé humano y por tanto de la incidencia que el humano tiene sobre su retoño. Allí expone un complejo circuito que se constituiría a partir de una primera experiencia de satisfacción, quedando el objeto inscrito de manera dividida en dos zonas una llamada a, que nunca va a ser reencontrada y b, posible de ser reencontrada a partir del examen de la realidad atravesada por el pensamiento ([[1895] 1950] 1976). Se sabe que ese Otro moldea incidiendo en la base material neurológica y sabemos también que ese Otro hace que se expresen o queden silenciados ciertos genes. Entonces la pregunta es si a ese depósito complejo de huellas mnémicas que nos condicionan, es a lo que llamaríamos inconsciente o base del inconsciente (cf. el puntual artículo de Silvia Amigo (2009: 109-137).

En los últimos años Lacan (1971) plantea la relación del inconsciente con lalengua (traducción del neologismo lalangue), para designar que no se trata propiamente del lenguaje, este sin duda, está hecho de lalengua: conjunción de gramática, repetición, lógica y goce, es decir implica el gozo con que se habla y cómo se habla; por eso en su conferencia en Ginebra, la relaciona con el laleo del bebé (lallation), íntimamente ligado a los fonemas y palabras llenos de gozos de la madre (Lacan, 1991: 125). El inconsciente sería una elucubración de saber sobre ella, un "saber hacer" con lalengua (La-can, 1995: 127).

 

REFLEXIONES FINALES

Tal como plantea (Yankelevitch, 2009), Freud estaba demasiado preocupado por mantener el psicoanálisis a la altura de la ciencia de su época que se presentaba como único vehículo hacia lo real. De allí que se produjo en sus alumnos un deslizamiento a la no separación inconsciente-cerebro. Es decir, no captaron al psicoanálisis como discurso. Pero rechazar el determinismo biológico por un determinismo cultural de los síntomas, tampoco ha sido una salida: dejaron escurrir entre los dedos el inconsciente. De lo que no se dieron cuenta ni lo lamentaron (Yankelevitch, 2009).

Tomando la vía de la concepción de sujeto en Lacan, podemos ir concluyendo: el sujeto en Lacan tiene una doble vinculación problemática: al significante y a las pulsiones. Pero de manera distinta en Lacan "el núcleo de la subjetividad no puede ser más que vacío e impersonal, destacándose de cualquier 'persona' sin por lo tanto abandonar su mera singularidad" (Le Gaufey, 2008a). El sujeto, designa la ambigüedad inherente a lo que se puede intuitivamente percibir de todo ser parlante: sujeto en el sentido sintáctico, aquello de lo que se predica algo; sometido, sujetado por un poder que lo sobrepasa, no sin reconocerle también como agente ya que este poder no puede existir sin sujetos que lo reconocen con toda libertad (Le Gaufey, Penser sans réfléchir du tout). Esta concepción de sujeto necesariamente está relacionada con una operación de borramiento de las huellas del Otro; por lo que podemos decir que la invención significante es algo distinto de una memoria. Incluso, podemos afirmar que, a pesar del determinismo psicoanalítico, su práctica se basa en ubicar en dónde el sujeto puede poner distancia de esas huellas; sin intentar producir en su lugar, nuevas identificaciones alienantes. Ese es su reto.

El inconsciente no es un objeto científico ni podemos decir después de Lacan que sea el objeto del psicoanálisis: no es más que una deducción a partir de lo que se dice. Tenemos así un inconsciente estrictamente admitido en sus manifestaciones puntuales, como un hecho de lógica: es lo que se deduce de lo que se dice.

 

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NOTAS

1 El presente ensayo es producto del proyecto de investigación El inconsciente y lo real en Jacques Lacan, adscrito a la línea de investigación Filosofía y Psicoanálisis del Grupo Rémata de la Universidad del Norte. Fue financiado por la Universidad. El proyecto se realizó entre el 4 de febrero y el 30 de noviembre de 2009, código de registro UN-OJ-2009-08098.

2 Con estas palabras lo dice Lacan: "Me atrevo a enunciar como una verdad que el campo freudiano sólo era posible cierto tiempo después de la emergencia del sujeto cartesiano, por el hecho de que la ciencia moderna empieza después del paso inaugural dado por Descartes" (1993: 55).

3 La muy nombrada e importante Carta 52 de las Obras completas, que en la reciente publicación de Cartas a Wilhelm Fliess (Freud, 2008) corresponde a la 112.

4 Las cursivas son mías.

5 En la lectura de los llamados postfreudianos, es aquí en donde se justifica la nueva estructura psíquica tripartita en ello, yo y superyó.

6 André Green propone como totalmente necesario distinguir el representante psíquico de la pulsión del representante-representación que marca su alejamiento de Lacan. Para una mayor documentación sobre este diferendo: Green, A. (1973). Le discours vivant. París: Presses Universitaires de France. (La concepción psicoanalítica del afecto. Buenos Aires: Siglo 21, 1975) y Etchegoyen, H. (2003). Representación y relación de objeto (Revista Uruguaya de Psicoanálisis, 98, 40-59).

7 Texto de 1891 y de gran interés para la indagación de la relación inconsciente-lenguaje, sobre todo pp. 86-94.

8 Allí mismo, con el apoyo de La lógica de J. S. Mill, Freud habla de "representación-palabra" y "representación-objeto", distinción que ha producido no pocos desarrollos teóricos, alcanzando también el terreno de la psicopatología. Cf. En lo inconsciente la representación de objeto la divide en: representación-cosa y representación-palabra.

9 La muy divulgada por Lacan carta 52 del 6 de diciembre de 1896, que en la nueva edición de la correspondencia es la carta 112 (Freud, 2008).

10 Cf. J. C. Cosentino (2007) quien no acuerda con traducir como "facilitación" pues no se trata sólo de marcas de pasaje de cantidad sino del acto por el cual se abre la brecha.

11 Que suscitó la gran polémica entre Lacan y J. Laplanche, en la que Cambon dice concederle "lingüísticamente" razón a Laplanche. Sostiene que este término tan resaltado por Lacan, es en verdad un "hápax" en el de Freud (Cambon, 2008: 29-36).

12 "De ce qui se passe en parole", con toda la carga semántica que conlleva "pasar" en Lacan.

13 La cursiva es de Lacan.

14 Para una ampliación de este punto, véase en "Psicopatología de la vida cotidiana": Determinismo, creencia en el azar y superstición: puntos de vista ([1901] 1976: 247-251).

15 "Yo no puedo descubrir en mí mismo ese sentimiento 'oceánico'". Se trata del comentario a Romain Rolland con el que inicia "El malestar en la cultura" (Freud, [1930] 1976: 65-73).

16 Cf. Conferencia 35ª. En torno de una cosmovisión.

17 Para Yankelevich es Kant el mediador del lugar de la muerte entre Freud y Lacan (Yankelevich, 2009). Cf. el comentario de Lacan sobre Ensayo sobre la introducción de las magnitudes negativas (1997).

18 Destacados discípulos que participaron con él en el mencionado coloquio del Hospital Bonneval en 1960.

19 Es la primera vez que Lacan pronuncia más claramente que el inconsciente está estructurado como un lenguaje. Aunque hay expresiones que lo anticipan. (Cf. Porge, 2001).

20 Califica en 1946 de "noción inerte e impensable" al inconsciente. Va más allá: "Porque espero que muy pronto se ha de renunciar al empleo de la palabra 'inconsciente' para designar lo que se manifiesta en la conciencia" (Lacan, 2008b: 179).

21 Publicado en Francia. L'inconscient cérébral, Le Seuil, Paris, 1992.

 

 

Recebido em 15 de maio de 2010
Aceito para publicação em 3 de julho de 2010

 

 

Carmen Elisa Escobar Maria
Psicóloga Clínica; Especialista em Filosofía Contemporânea; DEA em Filosofía da UNED (España), atualmente cursa um Doutorado na UNED (España); Docente do Departamento de Humanidades y Filosofía da Universidad del Norte Barranquilla, Colombia. E-mail: carmene@uninorte.edu.co; carmene60@gmail.com

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