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Tempo psicanalitico

versão impressa ISSN 0101-4838versão On-line ISSN 2316-6576

Tempo psicanal. vol.53 no.2 Rio de Janeiro jul./dez. 2021

 

ARTIGOS

 

Aportes de Freud al estudio de la memoria colectiva1

 

Freud's contributions to the study of collective memory

 

Contributions de Freud à l'étude de la mémoire collective

 

 

Fedra Sonia Cuestas*

Universidad de Los Lagos - Chile

Endereço para correspondência

 

 


RESUMEN

Este artículo se propone indagar en los aportes y posibles aplicaciones de la obra de Freud al estudio de la memoria colectiva. Mediante una revisión teórico-crítica de la obra de este autor, se rescatan sus desarrollos y aportes en esta temática, destacando los cuestionamientos que esta introduce. Se concluirá observando la existencia de un corpus teórico destinado a pensar la memoria colectiva, que puede ser distinguido al interior de la obra freudiana y puede ser aplicado en la investigación de contextos sociales específicos.

Palabras clave: Memoria colectiva, inconsciente, manifestaciones, efectos.


ABSTRACT

This article proposes an inquiry into the contributions and possible applications of Freud's work to the study of collective memory. Through a theoretical and critical revision of this author's work, this article emphasizes his developments and contributions to this topic, underlining its questionings. The article will conclude by observing the existence of a theoretical corpus, aimed to analyze the collective memory, which can be distinguished within the Freudian work and applied in the research of specific social contexts.

Keywords: Collective memory, unconscious, manifestations, effects.


RÉSUMÉ

Cet article propose d'examiner les possibles contributions et applications de l'œuvre de Freud à l'étude de la mémoire collective. Par la voie d'une révision théorico-critique de l'œuvre de cet auteur, on remarque les développements et apports sur cette matière, en soulignant les questionnements que celle-ci introduit. Finalement on conclura avec l'observation de l'existence d'un corpus théorique destiné à penser la mémoire collective, qui peut être distingué à l'intérieur de l'œuvre freudienne et qui peut être appliqué dans la recherche de contextes sociaux spécifiques.

Mots-clés: Mémoire collective, manifestations, effets.


 

 

Introducción

La memoria colectiva fue definida por Halbwachs (1997) quien la entiende como un acuerdo entre memorias conscientes, compartidas por un grupo, cuya durabilidad no trasciende la generación que conserva el recuerdo en común. Freud, contemporáneo de Halbwachs, también desarrolla la idea de una memoria que atañe a los grupos humanos. Sin embargo entre ambos autores son más importantes las divergencias que las concordancias. La memoria que comparte una comunidad concebida por Freud contempla aspectos en los que Halbwachs no ha profundizado: es fundamentalmente inconsciente, pude transmitirse a través de las generaciones y traspasa los grupos en que los individuos se vinculan para llegar a abarcar la humanidad misma.

Desde diversas disciplinas que indagan sobre la memoria de acontecimientos de violencia política que afectando una colectividad dejaron huellas significativas, numerosos autores (Assmann, 2008; Assmann, 2011; Caruth, 1996; Felman, & Laub, 1992; Felman, 2002, La Capra, 2008, Osiel, 2000; Ricœur, 2000; Todorov, 2015, etc.) recurren a Freud a fin de sustentar sus desarrollos teóricos. Si bien los traumas colectivos producidos por la violencia de las guerras y los abusos de poder han sido tempranamente abordados desde el psicoanálisis (Abraham, Ferenczi, Jones, Simmel, 1919), es relativamente poco lo que se ha investigado específicamente en torno a la memoria después de Freud, comparativamente con la generalidad de los temas abordados al interior de esta disciplina.

Sin embargo, el sufrimiento causado por genocidios y violencia de Estado tanto a las víctimas como a su descendencia, ha dejado abundante material clínico que guío la reflexión de los psicoanalistas para profundizar en el estudio de la transmisión transgeneracional del trauma. Esta problemática se remonta a los trabajos de Ferenczi (1982) sobre la transmisión de contenidos psíquicos de los adultos a los niños. En el campo de la clínica del lazo social, a partir de los trabajos de Abraham y Torok (1987), se inicia una fecunda línea de trabajo que debate diversas propuestas teóricas en torno a la transmisión de la memoria familiar transgeneracional (Altounian, 2005; Baranes J.-J.; Enriquez M.; Faimberg, H.; Käes, R., 2006; Ciccone, 2012; Enriquez, 1988; Faimberg, 1988; Kaës, 1989; Nachin, 1993, Tisseron, 1990, etc.) y que puede ser aplicada a ámbitos más amplios como la comunidad.

Tal como Freud lo hacía (Freud, 1986, XIII, Freud, 1968, XIV, Freud, 1968, XXI, Freud, 1986, XXII, Freud, 1986, XXIII, etc.), la teoría psicoanalítica puede servir para pensar sobre contextos sociales específicos, y puede ser aplicada a indagar sobre la memoria que un pueblo tiene de su pasado. La dificultad para recordar el pasado reciente en una sociedad afectada por la violencia totalitaria fue explicada en relación al duelo imposible del pueblo alemán luego del período Nazi (Mitscherlich, Mitscherlich, 1972). Con el paso del tiempo, la transmisión de la memoria de los victimarios también fue abordada desde el psicoanálisis (Gaudard, 1997, etc.). Igualmente la transmisión de la memoria que los sobrevivientes aportan a la sociedad ha sido inicialmente pensada por ellos mismos (Bettelheim, 1979) y continuada hasta la actualidad con un trabajo sobre el testimonio (Waintater, 2003; Puget, 2015). Entre los acontecimientos políticos que reclaman memoria, los efectos de las dictaduras latinoamericanas también han sido abordados por un importante número de psicoanalistas (Berman et al., 1994; Edelman, & Kordon, 2007; Edelman, Lagos, Kersner, &, Kordon, 2010; Kaës, Puget, 2006; Viñar, Viñar, 1989, etc.)

A pesar de existir la continuidad de trabajos antes nombrados, no se ha distinguido a la memoria colectiva como un concepto que puede ser entendido desde la teoría psicoanalítica, ni se ha desarrollado un área de investigación específica al interior de esta teoría en torno a este concepto. La contribución que su fundador realiza a esta problemática, no ha sido discriminada, ni identificada, como un corpus teórico diferenciado al interior de la obra freudiana. Si bien, la memoria no es un tema al que Freud se aboque de manera específica (ninguno de sus textos está destinado a trabajar este tema de manera independiente), se trata de una problemática que atraviesa toda su obra y al cual da una importancia capital.

En el presente artículo, se busca inquirir en los aportes que la teoría psicoanalítica realiza al estudio de la memoria colectiva y como ella puede ser aplicada a contextos sociales específicos. A partir de una lectura de las Obras completas (Freud, 1986) que destaca la importancia que Freud da a la memoria y en particular a la que denomina "memoria de los pueblos", se pretende rescatar una teoría freudiana sobre la memoria que permita reconocer su impacto y observar sus potencialidades de aplicación en las investigaciones sobre el pasado reciente. A tales fines se procede en tres etapas: en una primera instancia se elabora una revisión histórica de los textos de Freud, centrada en una lectura de su teoría sobre la memoria, precisando sus particularidades. A través de esta revisión, se buscan destacar los principales cuestionamientos que la obra de Freud introduce al estudio de la memoria colectiva. En una segunda etapa se puntualizará el giro de perspectiva que cada uno de estos cuestionamientos opera a fin de poder examinar los aportes que en esta materia realiza el enfoque psicoanalítico. Finalmente, se concluirá reconociendo la obra freudiana como un pensamiento sobre la memoria colectiva útil para ser aplicable al estudio de realidades sociales.

La relevancia de esta investigación radica en identificar las contribuciones que el fundamento teórico freudiano realiza al estudio de la memoria colectiva, con miras a desarrollar e intensificar la perspectiva psicoanalítica en el campo de los estudios que se abocan a esta temática.

 

El concepto de memoria a través la obra de Freud

La memoria individual inconsciente y sus consecuencias

La problemática de la memoria individual aparece inicialmente en Freud (1986), en relación a la observación de los fenómenos histéricos. En los extractos de las notas de Freud para su traducción de Charcot, consigna que el núcleo del ataque histérico es un recuerdo. Esta idea será retenida y desarrollada en sus propias reflexiones. Es así que durante su colaboración con Breuer, Freud critica de la descripción de la "grande ataque hystérique", realizada por Charcot, el no ofrecer esclarecimiento sobre el significado del ataque al interior de la totalidad del cuadro histérico. Aportando en este sentido, propone que el contenido constante y esencial de un ataque histérico es "el retorno de un recuerdo" (Freud, 1986, I, p. 188). A este recuerdo le es adjudicada la causa de las distintas formas de histeria y neurosis traumática. Se trata de un recuerdo traumático que permanece inconsciente, o tal como lo señala en el manuscrito III, estos recuerdos se mantienen "ausentes de la memoria" (Freud, 1986, I, p. 185). Es a partir de la atención prestada a la histeria que se advierte la conexión entre trauma y memoria inconsciente. Pero a medida que las observaciones de Freud se extienden fuera del campo de la histeria y hasta el fin de su obra, irá encontrando recuerdos que retornan en ámbitos más amplios (Freud, 1986, XIII, Freud, 1986, XXIII, etc.).

En la "Comunicación preliminar" Freud y Breuer señalan que "el histérico padece por la mayor parte de reminiscencias" (Freud, 1985, II, p. 33), situando el ocasionamiento del síntoma histérico "muy atrás en el tiempo" (Freud, 1985, II, p. 29), señalan que se trata de vivencias no recordadas, ni relacionadas por el enfermo con su patología. Distinguen afectos vinculados a un recuerdo que pueden desgastarse con el tiempo (dado que la reacción frente al hecho que lo produjo logró una descarga afectiva) de afectos que permanecen conectados al recuerdo a causa de una reacción sofocada. Observan que en la histeria estos recuerdos "están completamente ausentes de la memoria, de los enfermos en su estado habitual, o están ahí presentes solo de una manera en extremo sumaria" (Freud, 1985, II, p. 35). Luego indican que ellos "corresponden a traumas que no han sido suficientemente "abreaccionados"" (Freud, 1985, II, p. 35). Freud reconoce, en el plano de la memoria individual y patológica, afectos que permanecen, aunque provienen de recuerdos ausentes. El mismo fenómeno será posteriormente observado en el campo de la psicología normal y colectiva.

Tal como bien se sabe, en la correspondencia con Fliess, así como en el "Proyecto de psicología", Freud expresa las ideas iniciales que anticiparán sus desarrollos posteriores. La importancia otorgada por Freud en ese texto a la memoria es clara, dado que señala que "Cualquier teoría psicológica atendible tiene que brindar una explicación de la memoria" (Freud, 1986, I, p. 343). Iniciando esa explicación define la memoria como: "el poder de una vivencia para seguir produciendo efectos" (Freud, 1986, I, p. 345). Considera que ella depende de la magnitud y frecuencia de repetición de la impresión.

Luego, en la carta a Fliess del 6 de diciembre de 1896, expresa claramente "Es que consciencia y memoria se excluyen entre sí" (Freud, 1986, I, p. 275). Un amplio espacio de la memoria transcurre claramente fuera de la consciencia, desde los primeros escritos, en la obra de Freud.

Esta concepción de una memoria inconsciente y con poderes sobre acontecimientos que ocurren posteriormente se mantendrá hasta el fin de sus trabajos y será aplicada a lo que Freud denomina la "memoria de los pueblos" (Freud, 1986, VI, Freud, 1986, XIII, Freud, 1986, XXIII, etc.).

A partir de las características adjudicadas a la memoria, nacen los dos primeros cuestionamientos que dan lugar a pensar la memoria desde otra perspectiva:

Inicialmente, la observación de síntomas que remiten a acontecimientos del pasado, conduce a que Freud se pregunte por las formas de manifestación que adquiere la aparente ausencia de memoria sobre hechos significativos.

Además, siendo que Freud define a la memoria como un poder, se abre una segunda pregunta que indaga en su alcance. Esta definición introduce la posibilidad (que más tarde será claramente sustentada mediante el concepto de compulsión a la repetición) de pensar la memoria como un elemento a considerar cuando se piensa sobre las consecuencias del pasado sobre el devenir. Es decir, conduce a examinar los efectos de la memoria y la desmemoria.

Los desarrollos de la teoría freudiana irán respondiendo estas preguntas al paso que crearan otras nuevas.

 

La represión del recuerdo y su transformación en otras formas de memoria

Extender el campo de la memoria al de lo inconsciente llevará a Freud a descubrir otras formas en que esta se manifiesta. En los manuscritos podemos encontrar el hilo que guiará las reflexiones de Freud sobre el recuerdo. Este último aparece allí afirmando la idea de que se encuentra en el origen de las neurosis. En el "Manuscrito M" (Freud, 1986, I), escribe que las fantasías se generan por un conjunto de vivencias y cosas oídas, conjugadas con tendencias a volver inasequible el recuerdo que las hizo surgir. La fantasía se forma por desfiguración del recuerdo. La fantasía entonces es una forma de memoria, o más bien de expresión de la memoria inconsciente.

La ausencia de recuerdo consciente lleva a que Freud se preocupe de describir y esclarecer el fenómeno de la desmemoria. Para ello saldrá del marco de estudio de la neurosis y comenzará a buscar la memoria fuera de su consulta. En "Sobre el mecanismo psíquico de la desmemoria" (Freud, 1986, III), a partir del relato de un olvido de nombres vivenciado por él mismo durante una plática, explica que el recuerdo reprimido remite a la sofocación de una parte de la historia narrada en aquella conversación. La acción de la represión sobre la fragilidad de la memoria no queda restringida a los síntomas neuróticos. Este ejemplo, calificado como una perturbación conciliable con la salud psíquica, es considerado como "un modelo de los procesos patológicos a que deben su génesis los síntomas psíquicos de las psiconeurosis" (Freud, 1986, III, p. 286).

Freud no solo atiende a la ausencia de recuerdo, también se cuestiona por su presencia exacerbada. Los detallados recuerdos de la infancia, aparentemente insignificantes, llevan a Freud a indagar respecto al falseamiento del recuerdo. Ellos esconden impresiones desagradables que han sido disfrazadas. Las fantasías inconscientes pueden aparecer como recuerdos encubridores. El valor de estos recuerdos no se encuentra en su contenido, sino en su vinculación con contenidos reprimidos. A partir de esta exploración Freud reflexiona sobre la formación y selección de recuerdos, expresando:

Acaso sea en general dudoso que poseamos unos recuerdos conscientes de la infancia, y no más bien, meramente, unos recuerdos sobre la infancia. Nuestros recuerdos de la infancia nos muestran los primeros años de vida no como fueron, sino como han aparecido en tiempos posteriores de despertar. En esos tiempos del despertar, los recuerdos de infancia no afloraron, como se suele decir, sino que en ese momento fueron formados; y una serie de motivos, a los que es ajeno el propósito de fidelidad histórico-vivencial, han influido sobre esa formación así como sobre la selección de recuerdos. (Freud, 1986, III, p. 315).

La aparente ausencia de memoria guio a Freud para indagar sobre una variedad de formas que puede adquirir la memoria para manifestarse. Pero esa búsqueda crea nuevos interrogantes: entender cómo se forman los recuerdos y poder ver otras formas de expresión de la memoria, lleva a plantar un tercer cuestionamiento, sobre la fidelidad con la que se representa el pasado.

Esta pregunta que es tratada particularmente a propósito de un recuerdo que remonta a los primeros meses de vida de Leonardo da Vinci (Freud, 1986, XI) se irá resolviendo progresivamente, dando lugar, hacia el final de la obra de Freud, a pensar en una memoria de los orígenes de la cultura que concierne a la colectividad y que puede dar cuenta del pasado desconocido de la humanidad.

 

La memoria inconsciente en el campo de lo colectivo

Continuando con la indagación sobre la memoria en la vida cotidiana, Freud dedica especial atención al olvido como función normal, buscando entender los mecanismos que motivan la represión del recuerdo. En la "Psicopatología de la vida cotidiana" (Freud, 1986, VI), retoma el tema de los recuerdos encubridores y recuerdos de la infancia. La amnesia infantil es presentada como la clave para acceder a la comprensión de la formación de síntomas en las neurosis. Sobre los recuerdos de la infancia propone la siguiente conjetura (que más tarde será explicada al analizar un recuerdo infantil de Leonardo da Vinci):

de estos recuerdos de infancia que se llaman los más tempranos no poseemos la huella mnémica real y efectiva, sino una elaboración posterior de ella, una elaboración que acaso experimentó los influjos de múltiples poderes psíquicos posteriores. Por lo tanto, los "recuerdos de infancia" de los individuos llegan con total universalidad a adquirir el significado de unos "recuerdos encubridores", y de ese modo cobran notable analogía con los recuerdos de infancia de los pueblos, consignados en sagas y mitos (Freud, 1986, VI, p. 52).

Nos situamos aquí ya en el campo de la memoria de los pueblos. Esta comparación muestra que las indagaciones de Freud acerca de la memoria han rebasado el foco de interés que alumbra la psicología individual. Eso también es notorio en la observación que realiza Freud un poco más adelante en el mismo texto, cuando describe las discrepancias en los recuerdos que poseen sujetos que han compartido una misma experiencia. Mayor claridad al respecto tenemos cuando señala:

El punto de vista que aquí desarrollamos, según el cual unos recuerdos penosos caen con particular facilidad en el olvido motivado, merecería aplicarse a muchos campos donde hasta hoy no se lo ha tenido en cuenta o se lo consideró sólo en mínima medida. Así, no me parece que se lo haya destacado lo suficiente en la apreciación de los testimonios que se presentan ante un tribunal, donde es evidente que se atribuye al juramento del testigo un exagerado influjo purificador sobre su juego psíquico de fuerzas. En cambio, es de universal aceptación que debe tomarse en cuenta ese motivo en la génesis de las tradiciones y de la historia legendaria de los pueblos: lleva a borrar del recuerdo lo penoso para el sentimiento nacional. Quizá un estudio más detenido establecería una completa analogía entre el modo en que se forman las tradiciones de un pueblo y los recuerdos de infancia del individuo. (Freud, 1986, VI, p. 146-147)

Luego, en los "Tres ensayos de teoría sexual", Freud (VII, 1987) reitera la comparación entre la amnesia propia de las neurosis y la que atañe a los primeros años de la infancia. Basado en la indagación psicológica, explica que las impresiones olvidadas dejan huellas profundas en la vida anímica y se vuelven determinantes para el desarrollo posterior. No hay desaparición de impresiones infantiles, sino una amnesia sustentada por la represión.

La equiparación entre la memoria de los pueblos y la memoria sobre la infancia, lleva a vincular estas con la memoria y el olvido en la neurosis.

Freud observa que las revelaciones que sus pacientes hacen en análisis sobre su sexualidad infantil, son expresadas en los mitos de diversas culturas. Estas revelaciones también lo llevan a inferir la posterioridad con que se establecen los recuerdos de la infancia. En relación a ello, en una nota al pie de página del caso del Hombre de las Ratas, señala que mediante formaciones de la fantasía, el ser humano busca borrar la memoria de su quehacer autoerótico, "procura contemplar el pasado a la luz del presente" (Freud, 1986, X, p. 162 n. 39). Explica la universalidad de las fantasías sobre la infancia gracias a "la uniformidad de contenidos y la constancia de los influjos modificadores posteriores" (Freud, 1986, X, p. 163 n. 39). Establece una analogía entre el trabajo de refundición posterior al cual están sometidos tanto los recuerdos infantiles como la formación de sagas que un pueblo hace sobre su historia primordial.

La pregunta sobre la exactitud con la que el pasado es guardado en el recuerdo, permanece vigente cuando la memoria atañe a ámbitos de alcance colectivo. Freud describe una memoria de los pueblos que contiene vestigios que nos remiten a un origen universal.

 

Trauma, duelo y memoria de los pueblos

Las comparaciones entre memoria individual y de los pueblos, continúan a lo largo de los años venideros. En 1909, en la primera de las conferencias que Freud realiza con la ocasión de la invitación que le extendieron al festejo del vigésimo aniversario de la Clark University (Freud, 1986, XI), establece un parangón entre símbolos mnémicos que se manifiestan como síntomas y aquellos que se expresan mediante monumentos. Explica que así como en la histeria los síntomas son símbolos mnémicos que dan cuenta de vivencias traumáticas, los monumentos recuerdan traumas que afectaron una ciudad. Sin embargo distingue la perpetuación de la memoria que establece un monumento, situando el hecho traumático en el pasado; de la fijación al pasado que ocurre en la neurosis.

Los ejemplos de símbolos mnémicos urbanos dados por Freud, remiten a una situación traumática, respecto a la cual estos monumentos dan cuenta de un trabajo de duelo. Charing Cross, recuerda la última parada del cortejo fúnebre que trasladó el cuerpo de la Reina Leonor de Castilla, durante 3 meses, desde Nottingham hasta la Abadía de Westminster. The Monument, hace memoria de la perdida y reconstrucción de una importante parte de las edificaciones de la ciudad de Londres, luego de un gran incendio. Igualmente los síntomas de Anna O, son explicados por Freud como "signos recordatorios" de la enfermedad y muerte del padre de esta paciente. Por ese motivo, Freud aclara, que siendo que la fijación a la memoria del difunto corresponde a un duelo reciente, no indica patología. Sin embargo, considera probable que esta fijación se hubiera vuelto patológica, de no haber mediado un tratamiento catártico, dado que intensos afectos habían sido sofocados.

La memoria aparece ahora no solo vinculada al trauma, sino también al trabajo de duelo. Aquí se establece una nueva analogía y una nueva diferenciación. Memoria individual y colectiva son equiparadas en las comparaciones respecto a la memoria normal o patológica luego de una pérdida. Pero los monumentos ofrecen un ejemplo de instancias colectivas que permiten la expresión del dolor y la elaboración de un duelo, logrando erigir una memoria consciente sobre el pasado, sin que quienes sufrieron por una situación traumática queden atrapados en él. Por el contrario, respecto a los neuróticos, dado que no pudieron dar curso a la manifestación de afectos, Freud señala: "Y no es solo que recuerden las dolorosas vivencias de un lejano pasado; todavía permanecen adheridos a ellas, no se liberan del pasado y por él descuidan la realidad efectiva y el presente." (Freud, 1986, XI, p. 14). Se distinguen entonces hechos traumáticos que (en los ejemplos de la ciudad de Londres) afectan a un pueblo, respecto a los cuales hay instancias colectivas de elaboración, del trauma que afecta a los neuróticos (pero también podría afectar una comunidad) cuyas consecuencias patógenas se deben a la ausencia de elaboración.

Al hacer memoria y relatar el surgimiento del psicoanálisis, Freud mantiene su propuesta de distinguir recuerdos que pueden remitir al pasado, de aquellos que por permanecer vinculados a afectos reprimidos tienen efectos en el presente. Se abren dos caminos diversos a la memoria individual y colectiva: la elaboración consciente o la conservación inconsciente de las vivencias del pasado. Freud demuestra que los efectos de la memoria sobre el devenir varían en función del camino tomado.

 

Fantasía y verdad histórica

Es posible construir espacios para recordar, donde los elementos concretos como los monumentos pueden referir hechos del pasado, pero tal como ya se ha visto las fantasías también muestran resquicios pretéritos.

Freud, confirma la analogía entre recuerdos infantiles y recuerdos de los pueblos que había establecido anteriormente en la "Psicopatología de la vida cotidiana" (Freud, 1986, VI) al analizar un recuerdo de Leonardo da Vinci (Freud, 1986, XI). Con ese fin, indaga en un recuerdo de una época muy temprana de la vida del inventor y artista, cuando este aún estaba en la cuna, en el cual un buitre habría descendido sobre él para abrir su boca con la cola. Considera que no se trata de un verdadero recuerdo, sino de una fantasía formada más tarde y luego trasladada a la infancia. Sin embargo, ante la objeción planteada por Havelock Ellis, quien defiende que se trata de un hecho real recordado, Freud se dispone a admitir la posibilidad de que este recuerdo pueda tener un fundamento real. En una nota a pie de página esclarece este asunto, explicando que la escena podría haber sido observada por la madre del gran científico y artista del renacimiento, quien podría haberla relatado de manera repetida a su hijo, llevando a que con el paso del tiempo, este ultimo la confunda con una vivencia propia. Sin embargo, comenta que todo esto no altera la reflexión respecto a las fantasías. Explica que las fantasías que los adultos crean sobre su infancia, suelen apoyarse en realidades que fueron olvidadas y re plasmadas como recuerdo por algún motivo. Es por ello que Freud justifica que el hecho de que se trate de una fantasía, no implica que debamos dejar de prestarle atención. La posibilidad de hacerlo es comparada por Freud con el error de desestimar el material de las sagas y tradiciones de los pueblos. A propósito de ello señala:

A pesar de todas las desfiguraciones y malentendidos, la realidad del pasado está representada en ellos; son lo que el pueblo ha plasmado como vivencias de su época primordial bajo el imperio de motivos de antaño poderosos y hoy todavía eficaces. Si uno pudiera deshacer esas figuraciones - para lo cual debería conocer todas las fuerzas eficaces -, no podría menos que descubrir la verdad histórica {historisch} tras ese material fabuloso. Lo mismo vale para los recuerdos de la infancia o las fantasías de los individuos. No es indiferente lo que el hombre crea recordar de su infancia; por lo común, tras los restos mnémicos no bien comprendidos por él mismo se esconden inestimables testimonios de los rasgos más significativos de su desarrollo anímico. (Freud, 1986, XI, p. 79).

Freud reivindica el valor de la fantasía en la reconstrucción del pasado, haciendo que ella ocupe un lugar esencial en relación a la memoria individual y colectiva. La fantasía no es dejada de lado por no ser una verdad concreta, muy por el contrario, ella se convierte en pieza clave para recuperar recuerdos. En el plano individual, ella nos remite a hechos efectivamente ocurridos y no recordados de la infancia. Y más aún, en lo que respecta a la vida colectiva, su manifestación en las creaciones populares, es considerada como el material que podría llevar a descubrir una verdad histórica que se muestra disfrazada.

 

El actuar como forma de recordar

El pasado puede ser recordado o recuperado a través de sus manifestaciones. Sus huellas no solo se dejan ver en las fantasías, también aparecen en la amnesia infantil y en otras formaciones de lo inconsciente o pueden ser actuadas a la manera de repetición. Tal como su subtitulo lo indica, "Recordar, repetir y reelaborar, Nuevos consejos sobre la técnica del psicoanálisis II" (Freud, 1986, XII) es un texto destinado a aconsejar sobre aspectos referidos a la técnica psicoanalítica. Sin embargo, es en torno al primer concepto que entra en juego en el título, que gira toda la reflexión realizada en este texto. El recordar aparece como meta central e inalterable de esta técnica, a través de sus transformaciones. El texto compendia de manera muy concentrada las posibilidades del recuerdo y el olvido durante el tratamiento psicoanalítico. El olvido en el tratamiento aparece como un frecuente bloqueo. Y la amnesia infantil es postulada como contrabalanceada por los recuerdos encubridores, quienes "representan {repräsentieren} tan acabadamente a los años infantiles olvidados como el contenido manifiesto del sueño a los pensamientos oníricos" (Freud, 1986, XII, p. 150). Pero también se señala la aparición de recuerdos que nunca pudieron ser olvidados, ya que nunca habían accedido a la consciencia; y el efecto retardado con que pueden ser interpretadas vivencias que no habían sido entendidas al momento de ocurrir durante la temprana infancia. Ahora bien, el punto principal es la sustitución del recordar por el actuar. Es en relación a ello que en este texto aparecen por primera vez los conceptos de compulsión a la repetición y reelaboración. Estos nuevos conceptos muestran los caminos alternativos (y sucesivos en el análisis), que puede tomar el recuerdo reprimido: manifestarse en el actuar y la transferencia como formas que adquiere la compulsión a la repetición, o ser reelaborados. Si bien, tal como fue antes mencionado, Freud apunta en este texto a la técnica psicoanalítica, no deja de mencionar que la transferencia, principal recurso para advertir la compulsión a la repetición en el tratamiento analítico, ocurre también como repetición del pasado en todos los ámbitos del presente. De esta última afirmación se puede inferir que Freud aquí presupone también a los ámbitos que abarcan la comunidad. La expresión que la memoria inconsciente realiza en la vida cotidiana mediante el actuar, puede ser sospechada también en lo que atañe a la colectividad. Sin que Freud formule de manera evidente una cuarta pregunta que alude a la posibilidad de transpolar sus observaciones sobre la repetición en la clínica al ámbito colectivo, se puede sobreentender la pregunta a partir de la respuesta.

La repetición como expresión del pasado olvidado por un pueblo, es pensada por Freud en un breve texto donde sin hablar de memoria hace un importante aporte a este tema. En "Grande es Diana Efesia" (Freud, 1986, XII), muestra como el mismo culto, las mismas costumbres, oficios, rituales, pueden repetirse atravesando las transformaciones culturales que el paso del tiempo inscribe en una ciudad, haciendo persistir un pasado olvidado. De esta manera el pasado de un pueblo se inscribe en una temporalidad diferente a una historia representada como lineal y progresiva.

 

Memoria y transmisión transgeneracional

La memoria consciente aparece en la obra de Freud como una memoria parcial, dispuesta al olvido de impresiones penosas, propensa a la transformación de todo aquello que cause displacer, plagada de lagunas. Pero es todo ello lo que nos da testimonio de tiempos anteriores. El pasado puede reiterarse en el presente siendo actuado. La conservación de los aspectos más significativos del pretérito no se realiza en la consciencia, pero se manifiesta. Son las formaciones de lo inconsciente quienes dan mejor cuenta de lo ocurrido en un tiempo remoto, tanto en el plano individual como colectivo. Es entonces que tal como el sueño y la fantasía en la vida individual, las tradiciones, los ritos, las leyendas, los mitos o los cuentos populares pueden ser interpretados a fin de conocer el pasado albergado en la memoria inconsciente. Es así como en "El interés por el psicoanálisis", Freud explica la capacidad del psicoanálisis de "arrojar luz sobre los orígenes de nuestras grandes instituciones culturales" (Freud, 1986, XIII, p. 188), contribuyendo al conocimiento de la historia de la cultura. Empleando esa capacidad, Freud buscará los orígenes de la cultura e intentará comprender cómo se produce la transmisión de esta a través de las generaciones.

La memoria no solo perdura en lo inconsciente, ella también puede ser traspasada de una generación a las siguientes. Freud se plantea entonces una nueva pregunta, buscando saber cuáles son las vías de transmisión de la memoria. La transmisión de la memoria no transita únicamente por el camino del relato o las representaciones conscientes del pasado. Las manifestaciones de lo inconsciente que dan cuenta del pasado también realizan una transmisión de la memoria.

Al final de "Tótem y tabú" (1986, XIII) postula una transmisión transgeneracional del trauma por el asesinato del padre. Preciso es señalar, que ya en capítulos anteriores de este texto hay alusiones a la memoria de los pueblos, a partir del momento en que Freud se refiere a la memoria de los muertos. A ese respecto, Freud reflexiona sobre las reglamentaciones propiciadas al duelo por los enemigos, los gobernantes y los muertos en general. Duelo y ambivalencia de sentimientos muestran las divergencias entre conservación de la memoria consciente y una memoria que persiste por generaciones a pesar de ser apartada de la consciencia. La prohibición de pronunciar el nombre del difunto y mencionar aquello que lo evoque, es explicada a partir de un paralelismo con la neurosis obsesiva, como un duelo patológico que pretende impedir un recuerdo que causa sentimientos de culpa. Esta prohibición, calificada por Freud como una de las más instructivas prácticas del tabú durante períodos de duelo, tiene como resultado "la importante consecuencia de que estos pueblos no tengan tradición ni reminiscencias históricas, y las máximas dificultades se opongan a una exploración de su prehistoria."(Freud, 1986, XIII, p. 62). Pero el recuerdo persiste en las generaciones siguientes, en lo que Freud denomina una práctica compensatoria, que luego de un largo periodo de duelo, permite recordar el nombre de los difuntos al serle adjudicado a los niños considerados el renacimiento de los muertos.

Retomando lo señalado por Freud respecto a la transmisión a través de las generaciones, quisiéramos destacar la importancia que asigna a esta en el marco de la psicología de los pueblos: " Sin el supuesto de una psique de masas, de una continuidad en la vida de sentimientos de los seres humanos que permita superar las interrupciones de los actos anímicos producidos por la muerte de los individuos, la psicología de los pueblos no podría existir" (1986, XIII, p. 159).

Es por ello que busca averiguar el grado de continuidad psíquica que se puede suponer en la serie de generaciones, así como los medios y caminos de que se vale una generación para transferir a la que sigue sus estados psíquicos. Entiende que la comunicación directa y la tradición son insuficientes para lograr ese cometido. Entonces propone que: "Una parte de la tarea parece estar a cargo de la herencia de predisposiciones psíquicas, que, empero, necesitan de ciertos enviones en la vida individual para despertar a una acción eficaz" (Freud, 1986, XIII, p. 159). Luego supone que: "ninguna generación es capaz de ocultar a la que sigue sus procesos anímicos de mayor sustantividad" (Freud, 1986, XIII, p. 160). Siendo que aún las mociones anímicas más cuidadosamente reprimidas encuentran una vía de expresión sustitutiva, podrán ser interpretadas por las generaciones siguientes. Entonces señala que el camino de la transmisión psíquica, de la "herencia de sentimientos" (Freud, 1986, XIII, p. 160), es el del entendimiento inconsciente. La memoria compartida por un pueblo sobre sucesos traumáticos que no quieren ser recordados, tal como lo explica a través del asesinato de un mítico padre primordial, transcurre por ese camino. Los hechos traumáticos que afectan a un pueblo pueden ser borrados del recuerdo consciente, pero dejan marcas perdurables que se expresan en formaciones sustitutivas siendo así legadas a las generaciones siguientes.

 

La memoria consciente y su función crítica

Durante años Freud viene definiendo la memoria, detallando sus formas de manifestarse, demostrando su poder y efectos, indagando acerca de su posibilidad de transmisión, pero también intenta conocer su germen. En la "Introducción del narcisismo", Freud (1986, XIV) esboza ideas que más tarde lo llevaran al concepto de superyó, refiriéndose a una instancia psíquica encargada de velar por la satisfacción narcisista del ideal del yo, la que observaría al yo para evaluarlo en relación al ideal. Explica el origen del ideal del yo, en la instancia crítica de los padres, a lo cual se van sumando otras figuras como los educadores y la sociedad en general, para volverse como autocrítica. Respecto a la observación de sí, Freud señala: "Esa misma actividad psíquica que ha tomado a su cargo la función de la consciencia moral se ha puesto también al servicio de la exploración interior que ofrece a la filosofía el material de sus operaciones intelectuales." (Freud, 1986, XVI, p. 93). Al final de ese párrafo, intercala una nota a pie de página donde dice: "Agregaré, solo a modo de conjetura, que la formación y refuerzo de esta instancia observadora podrían contener en su interior también la posterior génesis de la memoria (subjetiva) y del factor temporal, que no rige para los procesos inconscientes." (Freud, 1986, XIV, p. 93, n. 8). Esta hipótesis permitiría entender, a partir de la conformación de la memoria al interior de esta instancia crítica, la función de juicio lógico que más tarde Freud (1986, XXIII, p. 98) otorgará a la transmisión consciente del pasado. Aquí aparecen los primeros indicios de respuesta a otra interrogante implícita acerca de la memoria, que intentará saber sobre la función de la memoria consciente.

Posteriormente, en "Lo inconsciente" (Freud, 1986, XIV) especifica respecto a la memoria consciente que ella parece depender por completo del preconsciente, separándola absolutamente de las huellas mnémicas en que se fijan las vivencias del inconsciente. Esta separación radica en la distinción entre representaciones conscientes e inconscientes. Freud adjudica a las primeras la representación cosa y la representación palabra, mientras que la segunda solo contiene la representación cosa. La represión impide la traducción en palabras. Queda bien distinguida la localización y la conformación de ambas memorias.

Paralelamente, en cuanto a los orígenes de la memoria inconsciente, se esclarece otra pregunta que desde mucho antes se venía esbozando (Freud, 1986, VI):

La explicación que Freud profundizará en años venideros, excede la posibilidad de circunscribirse en la psicología del individuo, ya que (tal como se vio en el punto anterior) esta procede en parte de una herencia recibida de generaciones anteriores.

 

El duelo como trabajo de recuerdo

La mayor parte de las páginas que Freud escribe sobre la memoria están destinadas a descubrir la relevancia de la memoria inconsciente en el acaecer psíquico, sin embargo en el caso del duelo el papel predominante está dado a la memoria consciente. En "Duelo y melancolía" (Freud, XIV, 1986), donde la memoria consciente va a ser rotundamente vinculada al trabajo de duelo se va a iniciar el desarrollo de la respuesta a la función de la memoria consciente. El duelo conociste en un trabajo de recuerdo consciente y cuidadoso de cada detalle que unía el doliente con el objeto perdido. En este trabajo el afectado se ve totalmente implicado a fin de operar un deshacimiento de la libido.

Freud (1986) distingue el recuerdo que opera en el duelo del de la melancolía. Señala que en esta última se liberan batallas inconscientes en "el reino de las huellas mnémicas de cosa { sachliche Erinnerungspuren} (a diferencia de las investiduras de palabra)" (XIV, p. 253-254). Los intentos de desatadura del duelo se realizan en el mismo sitio, sin que nada impida que ellos transiten el preconsciente y arriben a la consciencia. Por el contrario, en el caso del melancólico, no ocurre lo mismo; ya que sentimientos de ambivalencia y vivencias traumáticas interrumpen ese camino, sin permitir el recuerdo consciente del objeto perdido.

Mediante la elaboración de la perdida, el trabajo de duelo permitirá establecer nuevos vínculos afectivos. El recuerdo del dolido aparece como un trabajo reparador de memoria. Esta deriva se distingue de lo que ocurre con el recuerdo impedido del melancólico, dado que las batallas inconscientes que bloquean el recuerdo se reiteran al interior del yo, llevando a la autodestrucción.

En 1915, unos meses después de escribir "Duelo y melancolía", afectado por el inicio de la Primera Guerra Mundial, Freud escribe varios textos breves. Retoma el tema del duelo al preguntarse sobre el valor de lo transitorio (Freud, XIV, p. 306-311). En "La transitoriedad", Freud no se ocupa de la memoria, sino de la perdida, del dolor que ella causa, y la dificultad que presenta la libido para abandonar los objetos perdidos. Frente a lo perecedero que la guerra por esos tiempos estaba destruyendo, explica que quienes desvalorizan aquello que se ha perdido, se encuentran en estado de duelo. Espera que la superación del duelo, permita recuperar el aprecio y reconstruir sobre un fundamento más sólido los bienes de la cultura. La superación del duelo, estado que gira en torno al recuerdo consciente, es propuesta como instancia que llevará a restituir el valor por los bienes culturales y a crear nuevos vínculos. Por lo tanto, de aquí es posible deducir la importancia de la memoria consciente a los fines de elaboración cuando los vínculos sociales y los bienes culturales han sido destruidos.

En "De guerra y muerte. Temas de actualidad", se dedica a revelar la ilusión que producía decepción. En ese texto, se preocupa por la desilusión que la guerra ha provocado y el cambió que ella ha ejecutado en la actitud hacia la muerte. Es decir intenta admitir el duelo por la pérdida del ideal de convivencia pacífica. Reconociendo que podía preverse que las diferencias en las condiciones de vida entre los diversos pueblos y en el valor que cada uno de ellos atribuye a la vida humana, sería causa de nuevas guerras; plantea la expectativa defraudada de una búsqueda de entendimiento por parte de las naciones civilizadas. Entiende que esta expectativa era una ilusión, destruida por el encuentro con la realidad de la 1 a guerra mundial. A la desilusión le adjudica dos causas: la contradicción en la eticidad que ejercen los Estados que pretenden garantizar las normas éticas y la brutalidad de la conducta humana. En relación a ello, asevera que la investigación psicoanalítica ha demostrado que la esencia más profunda del hombre consiste en mociones pulsionales, que no son ni buenas ni malas, controladas durante el desarrollo por factores internos (amor) y externos (educación). Luego señala: "el individuo no recibe sólo la influencia de su medio cultural del presente; está sometido también a las influencias de la historia cultural de sus antepasados" (Freud, XIV, p. 284). Subordinado el presente a influencias de su pasado cultural, Freud está sugiriendo la acción de una memoria colectiva inconsciente sobre el devenir de las sociedades.

Respecto a las restricciones éticas que la cultura impone durante el desarrollo de los individuos, Freud menciona:

Los desarrollos del alma poseen una peculiaridad que no se encuentra en ningún otro proceso de desarrollo. Cuando una aldea crece hasta convertirse en ciudad o un niño se vuelve hombre, aldea y niño desaparecen en la ciudad o en el hombre. Sólo el recuerdo puede refigurar los antiguos rasgos en la imagen nueva; en realidad, los materiales o las formas antiguas se dejaron de lado y se sustituyeron por otras nuevas. En un desarrollo anímico las cosas ocurren diversamente. Aquí la situación no es comparable con aquellas, y no puede describirse sino aseverando que todo estadio evolutivo anterior se conserva junto a los más tardíos, devenidos a partir de él; la sucesión envuelve a la vez una coexistencia, y ello a pesar de que los materiales en que trascurre toda la serie de trasformaciones son los mismos. Por más que el estado anímico anterior no se haya exteriorizado durante años, tan cierto es que subsiste, que un día puede convertirse de nuevo en la forma de manifestación de las fuerzas del alma, y aun en la única forma, como si todos los desarrollos más tardíos hubieran sido anulados, hubieran involucionado. Esta plasticidad extraordinaria de los desarrollos del alma no es irrestricta en cuanto a su dirección; puede designársela como una capacidad particular para la involución -para la regresión-, pues suele ocurrir que si se abandona un estadio de desarrollo más tardío y elevado no pueda alcanzárselo de nuevo. Ahora bien, los estados primitivos pueden restablecerse siempre; lo anímico primitivo es imperecedero en el sentido más pleno.(Freud, 1986, XIV, p. 286, 287)

Freud considera a la guerra como un factor que puede llevar a tal involución, al mismo tiempo que ve como licito esperar un ennoblecimiento pulsional en épocas de paz. Al final de este capítulo, Freud plantea que los pueblos podrían repetir el desarrollo de los individuos. Más tarde volverá sobre el tema de la guerra a raíz del intercambio epistolar con Einstein (Freud, 1986, XXII).

En la cita anterior, Freud opone el recuerdo de una etapa anterior capaz de refigurar las imágenes que representan el pasado, a la regresión a una etapa más primitiva que permanece coexistiendo junto a etapas posteriores y puede manifestarse. Habría una memoria del pasado y un pasado que es memoria permanente con potencialidad para resurgir. Esta memoria del pasado, es la que está implicada en el trabajo elaborativo.

 

La memoria de los orígenes

Intercalando entre el período en que el duelo producido por la guerra acapara parte importante de la producción de Freud sobre la memoria, los pacientes siguen siendo fuente de nuevas reflexiones. En "De la historia de una neurosis infantil", Freud (1968, XVII), va a relacionar recuerdo, sueño y fantasmas primordiales. Da a los sueños que en análisis remiten a la misma escena, el mismo valor que a un recuerdo. Considera al soñar como una forma de recordar, que se realiza bajo condiciones de la formación del sueño. Es a través de ese soñar que explica el convencimiento por parte de los pacientes de la realidad de escenas primordiales, no menos certero que el fundado en el recuerdo.

Pero respecto a los fantasmas primordiales va a realizar una mayor profundización. Considera que las escenas que aparecen en los fantasmas originarios son un patrimonio de la herencia filogenética, pero también pueden resultar de sucesos ocurridos en experiencias individuales. De este modo un recuerdo individual vendría a constituir al mismo tiempo parte de la memoria de los pueblos. Es que, en la memoria compartida por un grupo social, Freud encuentra un sostén para la memoria individual, argumentando que las lagunas de una verdad individual son llenadas con una verdad prehistórica. El individuo pone la experiencia de los ancestros en lugar de la propia. En relación a ello, acuerda con Jung respecto a sus postulados sobre una herencia filogenética, pero considera metodológicamente incorrecto recurrir a una explicación filogenética antes de agotar la exploración por la vía ontogenética. El argumento filogenético será retomado al final de su obra (Freud, 1968, XXIII, p. 94-129) a fin de explicar una memoria que remonta a los orígenes de la humanidad, pero allí la investigación recomendada no se realizará.

A partir de material clínico aportado en este caso, Freud piensa sobre nexos asociativos frecuentes (tomando como ejemplo la incontinencia de orina y el fuego) y las reacciones a ellos, proponiendo que en ellos podrían estar "presentes unos precipitados de la historia cultural de la humanidad, de raíces más profundas que todo cuanto se ha conservado para nosotros por sus huellas en el mito y en el folklore" (Freud, 1986, XVII, p. 85 n.2). El material clínico le proporciona vestigios de un pasado, que no solo hace memoria individual, sino también colectiva.

 

La repetición del pasado o su elaboración

La transferencia, en tanto protagonista principal de la clínica psicoanalítica, había dado a Freud (1986, XII), en 1914, la clave de una memoria repetitiva que será el punto central del "Más allá del principio de placer" (Freud, 1986, XVIII). En ese último texto mencionado, duelo y trauma como efectos de la guerra vuelven a aparecer. Es a través de ellos que aparecen claras respuestas a la pregunta sobre los alcances del poder de la memoria.

Freud postula allí, que la base de la memoria estaría dada por huellas permanentes que no devienen conscientes. Destaca que los recuerdos son más fuertes y duraderos, cuando nunca han llegado a la consciencia. El proceso excitatorio que dará origen a un recuerdo pasa por la consciencia sin dejar allí huellas. Es gracias a la propagación de la excitación a sistemas contiguos, que en estos últimos, se inscriben las huellas de donde surge el recuerdo. A las consideraciones tópicas sobre la memoria, Freud destina más tarde un texto específico: "Nota sobre la 'pizarra mágica'" (Freud, 1896, XIX). En relación a los estímulos que arriban a lo inconsciente, Freud no deja de aclarar su especial relación con el tiempo, dada la atemporalidad del sistema que los alberga.

Más arriba dábamos el papel preferente en el texto que estamos considerando a la compulsión a la repetición: suerte de polo opuesto al recuerdo consciente, y forma de memoria inconsciente. Es a raíz de ella que Freud reflexiona sobre la repetición en el sueño traumático y en el juego infantil, siendo ambos formas de representar un pasado sobrecargado de excitaciones. La neurosis de guerra demuestra que la causa de la neurosis traumática sobrepasa la violencia mecánica, especificándose como terror, o más bien violencia del exceso de estimulación. Estableciendo comparaciones con la melancolía, la hipocondría y la histeria, Freud explica que se trata de una patología de "reminiscencias". El recuerdo del hecho traumático, es evadido por el enfermo en estado de vigilia, pero este se reitera en el sueño, donde se revive la sensación de terror del momento del trauma. El recuerdo de hechos traumáticos en el sueño, pone en cuestionamiento la tesis sobre el sueño como cumplimiento de deseo, ya que estos contenidos están movidos por la compulsión a la repetición.

Mientras que el trauma permanece ligado al pasado que no quiere ser recordado, el juego infantil nos hace ver el camino de la elaboración. A través del juego de su pequeño nieto, Freud puede observar que la repetición en el juego permite la elaboración de aquello que causa gran impresión al niño, como la ausencia y pérdida de su madre. Es así que Freud encuentra en el juego y la interpretación artística (Spiel) "vías para convertir en objeto de recuerdo y elaboración anímica lo que en sí mismo es displacentero" (Freud, 1986, XVIII, p. 17). El padre del psicoanálisis, no solo piensa aquí en la vida psíquica individual, ya que se refiere a las sensaciones colectivas de los espectadores ante una obra artística. Esto último, es ejemplificado nada más y nada menos que con la tragedia, espacio que además de canalizar la catarsis colectiva, permite criticar, pero al mismo tiempo integrar, un pasado social percibido como obsoleto.

En tanto abuelo del niño observado y padre en duelo, apenas habla (en una cita a pie de página (Freud, 1986, XVII, p. 16 n. 7), de aquella aflicción que lo afecta personalmente, por la muerte de su hija y madre del niño. Sin estar específicamente mencionado, en este texto se vislumbra nuevamente el trabajo de memoria que realiza el duelo (por la ausencia de la madre en el juego del niño) como vía de elaboración de las pérdidas que ocasiona el tiempo pasado.

 

Sobre la ubicación, conservación y persistencia de la memoria

Más tarde, en "El yo y el ello", Freud (1986, XIX) retoma lo ya señalado en "Lo inconsciente" (Freud, 1986, XIV) sobre la distinción entre una representación preconsciente, que al conectarse con representaciones-palabra puede devenir consciente; y una inconsciente, cuyo material permanece desconocido. Lo que permite el acceso a la consciencia es la conexión con estas representaciones palabras, que son restos mnémicos que antes fueron percepciones. Luego hace una clara diferenciación entre reanimación del recuerdo y alucinación. Finalmente hace una detallada referencia del papel de las percepciones sensoriales en la representación-palabra.

La ubicación de la memoria en el aparato psíquico sigue ocupando el pensamiento de Freud. "Nota sobre la 'pizarra mágica'" (Freud, 1968, XIX) es el único texto donde el tema de la memoria es abordado de manera más específica por Freud. Allí el juguete aparentemente mágico sirve de modelo para ser comparado con el aparato psíquico. Señala que, tal como ocurre en la superficie de la pizarra, el preconsciente, receptor de estímulos, no forma huellas duraderas. "Las bases del recuerdo tienen lugar en otros sistemas contiguos" (Freud, 1986, XIX, p. 246). Freud distingue una memoria consciente, que depende por completo del preconsciente; de las huellas mnémicas que se fijan en lo inconsciente.

 

Memoria, herencia arcaica y verdad histórico-vivencial

La indagación respecto a la persistencia de la memoria inconsciente, llevará a Freud hasta los límites más remotos, ya que postulará la posibilidad de una memoria que remite a los orígenes de la humanidad.

A partir de 1927 las temáticas culturales se volverán una prioridad para Freud. James Strachey, basado en el "Postfacio" a la "Presentación autobiográfica" de Freud (1986, XX), hace notar en la "Nota Introductoria" a "El porvenir de una ilusión" (Freud, 1986, XXI) que este último texto "inauguró una serie de estudios que habrían de constituir su preocupación primordial el resto de su vida" (Freud, 1986, XXI, p. 4). Las problemáticas culturales no son un tema nuevo en Freud, el giro producido se refiere al centro de interés sobre el cual trabajará en los años venideros. Desde este nuevo eje, manifiesta su curiosidad por los orígenes, desarrollos y destino lejano de la cultura, señalando al respecto que: "mientras menos sepa uno sobre el pasado y el presente, tanto más incierto será el juicio sobre el porvenir" (Freud, 1986, XXI, p. 5). En este texto, Freud demuestra que las creencias religiosas responden a una ilusión, expresión de nuestros deseos, que comunica reminiscencias históricas disfrazadas por el velo de las fantasías.

En "El malestar en la cultura", Freud (Freud, 1968, XXI) vuelve sobre el problema de la conservación al interior de lo psíquico. Reflexiona aseverando que el olvido no implica el aniquilamiento de la huella mnémica. Indaga varios modelos de comparación con la vida anímica: la ciudad de Roma con sus ruinas y edificaciones correspondientes a diferentes períodos históricos, la de Londres menos devastada por el tiempo y los enemigos, el desarrollo del cuerpo animal o humano. Pero ninguno de estos modelos proporciona una imagen adecuada de lo que solo ocurre en la vida anímica, a saber, la conservación de estadios anteriores conviviendo junto a la forma última. A pesar de comprobar esta convivencia, Freud duda de que todo pueda ser conservado y recordado. Pero afirma que es posible sostener, "que la conservación del pasado en la vida anímica es más bien la regla que no una rara excepción." (Freud, 1986, XXI, p. 72).

La reflexión de Freud sobre las problemáticas culturales va a continuar hasta sus últimos textos, manteniendo siempre un hilo de referencia al pasado y la memoria inconsciente. Sin embargo, la preocupación de Freud por desentrañar una verdad sobre los orígenes, no permitirá que se sustraiga de tocar temas relevantes para pensar la memoria aun cuando trata sobre la técnica psicoanalítica.

Esta pregunta sobre la verdad, conlleva la otra: la pregunta sobre el estatuto de verdad que transmite la memoria. Es decir aquí aparecen conclusiones a la pregunta sobre la fidelidad de los contenidos que la memoria da a conocer.

En "Construcciones en el análisis" explica que si bien la construcción debería culminar en lograr el recuerdo del analizado, frecuentemente esto no sucede. Sin embargo, la verdad de la construcción tiene el mismo provecho que el recuerdo recuperado, ya que restituye un tramo de la biografía olvidada. De manera semejante, la convicción del delirio se asienta en lo que en él retorna de la verdad histórico- vivencial. Este texto finaliza observando que la humanidad "ha desarrollado formaciones delirantes inasequibles a la crítica lógica y que contradicen la realidad efectiva" (Freud, 1986, XIII, p. 270), cuyo poder se basa en la verdad histórico-vivencial de épocas primordiales que ellas guardan. La inquietud sobre la verdad histórica antes expuesta es importante para Freud en ese período y es tratada de manera muy similar en "Moisés y la religión monoteísta" (Freud, 1968, XXIII).

Ya al final de su vida, en el texto antes mencionado, Freud, retoma el problema antes dilucidado en "El porvenir de una ilusión" (Freud, 1986, XXI), sobre la verdad de la religión, explicando que en ella podemos encontrar una verdad no "material", sino "histórico vivencial" (Freud, 1986, XXIII, p. 124). Propone que la idea de un Dios único reanima vivencias correspondientes a épocas primordiales, que han desaparecido de la memoria consciente de los hombres, pero que sin embargo han dejado huellas duraderas. Fundamenta el postulado principal de este texto, reafirmando que los fenómenos religiosos pueden ser comprendidos a partir del modelo aplicado para entender la infancia y la psicopatología, ya que en estos fenómenos el acontecer histórico primordial olvidado retorna al presente de manera compulsiva. Explica que los fenómenos que corresponden a la psicología individual y los que está indagando en la psicología de las masas, son semejantes pero no idénticos. Descarta el concepto de inconsciente colectivo para pensar la memoria de la humanidad, ya que señala: "Es que de suyo el contenido de lo inconsciente es colectivo, patrimonio universal de los seres humanos" (Freud, 1986, XXIII, p. 127).

En los desarrollos de Freud sobre la memoria del pasado olvidado, aparece una relación de complementariedad entre memoria individual y la memoria de la humanidad. La memoria de las masas vuelve aquí a ser vinculada al trauma, ya que este último sirve de ejemplo para mostrar un tiempo de latencia entre la ocurrencia de un acontecimiento traumático olvidado y la aparición de síntomas. Freud considera un desarrollo análogo para el individuo y la humanidad, dando lugar a explicar que esta última habría sido afectada por un trauma primordial cuyo recuerdo reprimido aparece en mitos, sagas y tradiciones.

Este desarrollo análogo sirve a que memoria individual y colectiva se complementen. Mientras los recuerdos incompletos del pasado colectivo se prestan a ser rellenados con la fantasía del relator, la cual remite a sus vivencias infantiles individuales; un trauma primordial que pertenece al pasado de la totalidad de la humanidad, afecta a cada uno de los individuos que la componen.

Respecto de la transmisión de la memoria de los pueblos, este texto es donde aparecen más claramente los desarrollos de Freud sobre una memoria recibida de una herencia arcaica. Los contenidos vivenciados por el individuo se distinguen de aquellos contenidos aportados con el nacimiento. Estos últimos obedecen a fragmentos de origen filogenético, haciendo parte de una "herencia arcaica". El concepto de herencia arcaica es explicado por Freud explorando sus contenidos y las pruebas de su existencia. Sin embrago, respecto a los mecanismos de trasmisión que llevan a su presencia no hay ningún planteamiento. La ausencia de tal pregunta está dada por el supuesto de una herencia filogenética. Estima que precipitados psíquicos de tiempos primordiales harían parte de un patrimonio hereditario que no podría ser explicado sin recurrir a argumentos fundados en la biología.

Esta hipótesis hace caso omiso de lo propuesto en otros textos anteriores:

- Freud no explora otras vías de transmisión, lo cual entra en contradicción con lo que cuestionaba años antes a Jung al referirse a este tema en el caso del Hombre de los Lobos (Freud, 1968, XVII, p. 89).

- Tampoco retoma la idea de una "herencia de sentimientos" (Freud, 1986, XIII, p. 160), establecida por un "entendimiento inconsciente" (Freud, 1986, XIII, p. 160) de los procesos anímicos significativos para las generaciones predecesoras.

La tesis sobre la herencia arcaica abarca: predisposiciones y huellas mnémicas de lo vivenciado por generaciones anteriores. Para Freud la persistencia de tales huellas mnémicas en la herencia arcaica establece un puente entre psicología individual y la psicología de las masas.

Afirma entonces que los seres humanos han sabido siempre sobre el padre primordial asesinado. Considera que las condiciones que permiten que tal recuerdo ingrese a la herencia arcaica están dadas por la importancia de un suceso y/o la frecuencia con que este se repitió. También explora las circunstancias que llevan a su manifestación desfigurada, considerando diversas influencias y la posibilidad de un decurso espontaneo. Sin embargo, especifica: "Pero, sin duda, es de una significatividad decisiva el despertar de la huella mnémica olvidada por obra de una repetición real reciente del suceso" (Freud, 1986, XXIII, p. 97). Freud hace ver el repetir como forma de memoria que se sucede en la historia del monoteísmo, lo cual es ejemplificado con los asesinatos de Moisés y Cristo. El ejemplo tomado de la historia de la religión, podría ser aplicado a muchos otros contextos contribuyendo a comprender el pasado.

 

Repetir o recordar en la vida colectiva

Luego de las elucidaciones que anteceden, Freud (1986, XXIII, p. 98) concluye:

Una tradición fundada solo en el hecho de ser comunicada no podría testimoniar el carácter compulsivo que corresponde a los fenómenos religiosos. Sería juzgada y, llegado el caso, rechazada como cualquier otra noticia que llega de afuera: nunca alcanzaría el privilegio de librarse de la compulsión del pensar lógico. (Freud, 1986, XXIII, p. 98).

Nuevamente, y esta vez específicamente en el plano de la vida colectiva, Freud discrimina una memoria transmitida conscientemente, cuyos efectos se desvanecen en el tiempo; de una memoria inconsciente que perdura y se manifiesta por las vías que los contenidos inconscientes encuentran para escapar de la represión.

Ahora bien, en oposición a lo descripto en el ejemplo de la religión monoteísta, Freud señala que una transmisión consciente de la memoria no solo podría permitir la elaboración de sucesos dolorosos del pasado, también daría lugar a un juicio crítico sobre ellos.

Por el contrario, cuando la memoria queda coartada por la represión, el recurso a vías de escape, cuyo prototipo en un paralelismo con la vida psíquica individual es fácilmente visible en lo patológico, conlleva el riesgo de la aparición de síntomas o la reiteración de actings. Sean estas últimas u otras (mitos, creencias, etc.) las manifestaciones de la memoria, en todos los casos, comunican una verdad histórico-vivencial.

 

Cuestionamientos que Freud abre al estudio de la memoria

El punto que antecede desarrolla la teoría de la memoria en la obra de Freud, restituyendo su relevancia y continuidad al interior de la teoría psicoanalítica. En ella se observa una concepción particular de la memoria colectiva, de la cual se pueden extraer los siguientes interrogantes que permiten pensar la memoria colectiva desde una perspectiva diferente:

1º - Formas en que se manifiesta la memoria - Las indagaciones de Freud en lo inconsciente han determinado un giro de enfoque en su observación de los fenómenos que entiende como manifestaciones de la memoria. Sin que Freud relegue el estudio de la memoria consciente, las otras formas en que la memoria se expresa han sido desplegadas a través de toda la obra de Freud. Aquello que aparentemente puede aparecer como olvido al mantener recuerdos ocultos tras la represión, en ocasiones se expresa de manera disfrazada en síntomas (conversiones, delirios, violencia, etc.), sueños, fantasías, mitos, leyendas, cuentos populares, creencias religiosas, etc. También puede dejarse ver siendo actuado como compulsión a la repetición. Estas consideraciones son igualmente válidas para la vida individual y colectiva. El reconocimiento de las vías de expresión de la memoria que fueron nombradas en el párrafo anterior permite ampliar el campo de estudio de esta problemática.

2º - Efectos de la memoria sobre el devenir - Freud observa los efectos de la memoria consciente e inconsciente sobre el presente y el futuro, tanto en el plano individual como colectivo. Esos efectos son diversos según el recuerdo pueda o no acceder a la consciencia.

Por una parte Freud otorga un papel de mayor poder y duración a la memoria inconsciente. Pero por otra parte, confiere a la memoria consciente, a través de la posibilidad de realizar una crítica del pasado, la capacidad de realizar un trabajo de elaboración, que podría evitar las repeticiones.

Desde el conocimiento vulgar se malentiende que el psicoanálisis se ocupa de estudiar solamente fenómenos significativos del pasado, y no puede intervenir sobre el futuro. Sin embargo, Freud señala claramente que desentrañar el pasado olvidado permite pensar el porvenir. El malentendido antes referido, no contempla la incidencia sobre el presente y el futuro que tiene el trabajo elaborativo, ni advierte la atemporalidad de lo inconsciente. Esto último deriva en una problemática que desbordando el campo de la psicología, puede llevar a discutir la forma de pensar la temporalidad de la historia, ya que ella puede ser vista desde una óptica no lineal que considere el retorno de lo reprimido.

Pensar la memoria desde una comprensión de los fenómenos inconscientes, lleva a entender que el pasado puede no ser tal, en tanto permanece vigente. La comprensión psicoanalítica, además de explicar la continuidad entre fenómenos aparentemente inconexos provenientes de tiempos distantes, puede develar la permanencia de marcas dejadas por hechos significativos del pasado que son conservados tras el correr del tiempo. Esas marcas son presente, aunque provienen de situaciones que ocurrieron en tiempos anteriores, ya que al interior de lo inconsciente son memoria constante. La vigencia que en esta instancia guardan, permite las expresiones de la memoria antes referidas.

Solo la consciencia puede situar un acontecimiento en el pasado y permitir que deje de ser olvido presto a resurgir.

3º - Fidelidad de la memoria - Freud muestra que las diversas maneras en que la memoria escapa a la represión hacen que esta aparezca disfrazada. El recuerdo evade la represión sin lograr quitarse sus efectos, entonces se expresa escondiendo los hechos que fueron reprimidos. Pero al mismo tiempo, es justamente esa forma disfrazada en la que aparecen, la que permite al psicoanálisis develar la verdad histórico-vivencial. El psicoanálisis confiere un estatuto específico de verdad al recuerdo, dado que es capaz de descifrar las transformaciones a las que la memoria está sometida.

4º - Compulsión a la repetición colectiva - La compulsión a la repetición es entendida por Freud en la transferencia, como un fenómeno que lleva a repetir los conflictos individuales en las diversas relaciones interpersonales que cada sujeto crea en su comunidad. Ella da cuenta de la incidencia de hechos del pasado sobre la constitución y continuidad de todo lazo social. Los hechos acecidos no quedan en una etapa estanca del pretérito, ya que el pasado es móvil. Ellos reaparecen de diversas maneras entre las que se cuenta el actuar colectivo. El actuar colectivo entonces es memoria repetitiva.

5º - Transmisión del recuerdo - Este es el problema referido a la memoria, que ha sido más indagado gracias a su manifestación en la clínica. Freud piensa sobre la transmisión transgeneracional inconsciente de la memoria (lo cual va a seguir siendo desarrollado por los psicoanalistas en la clínica actual) buscando averiguar sobre una memoria arcaica. Pero al mismo tiempo, no deja de considerar la transmisión consciente de la memoria, observando que permite la elaboración de las marcas dejadas por acontecimientos dolorosos. A ella le otorga la importante función de juicio sobre el pasado. Esta memoria consciente, que procesa un trabajo elaborativo, no se circunscribe al testimonio, sino que aquí toman un papel importante las expresiones artísticas.

6º - Función de la memoria consciente - En la obra de Freud la memoria consciente no es la mera representación del pasado, ella posibilita un juicio crítico y la elaboración de un pasado traumático. Esa opción que se opone a la repetición actuada, fundamenta la necesidad de hacer un trabajo de rememoración consciente que permita elaborar sucesos traumáticos, intentando prevenir repeticiones.

7º - Origen de la memoria - Para el creador del psicoanálisis, la memoria inconsciente remite a una memoria arcaica que reitera el trauma de los orígenes de la humanidad. Este origen no refiere a un tiempo, sino a un pasaje hacia la cultura.

 

Conclusión

De todo lo anteriormente dilucidado, se puede deducir que la memoria colectiva ha sido pensada por Freud, quien desarrolla una nueva teoría sobre ella. La profundidad de su indagación justifica distinguir un corpus teórico en torno a este concepto. Esta teoría no solo es fundamental al interior de la teoría psicoanalítica, sino que además constituye un aporte para cualquier disciplina que se pregunte por el origen y el devenir de la cultura, ya que considerando a la memoria individual y colectiva de relevante importancia al interior de la psicología, inscribe la memoria colectiva en un lugar fundamental para el desarrollo de la cultura.

De la teoría freudiana sobre la memoria se pueden concluir los siguientes puntos:

- La comprensión de una memoria sujeta a conflictos intrapsíquicos da lugar al estudio de fenómenos que de otra manera quedarían fuera de toda posibilidad de indagación (Ej: olvido del pasado reciente, retorno de lo reprimido, etc.)

- La función crítica que Freud asigna a la transmisión consciente de la memoria, así como la insistencia de la compulsión a la repetición, permiten comprender la relevancia de las políticas de memoria que pueda instaurar una sociedad.

- Los aportes y cuestionamientos de la teoría Freudiana sobre la memoria, pueden contribuir a pensar la realidad sociopolítica entendiendo las consecuencias de un pasado que no puede dejar de incidir sobre el porvenir.

- La profundización en aspectos inconscientes que afectan la memoria colectiva, permite ubicarla en una temporalidad que no lleva una línea evolutiva unidireccional, sino que está sujeta a detenciones, retrocesos y repeticiones.

- La búsqueda de una verdad objetivable sobre el pasado debe ser repensada considerando otros criterios de verdad que no implican que esta sea menos demostrable.

Si bien es clara la necesidad de observar los acontecimientos políticos del pasado desde esta perspectiva, ella es insuficientemente aplicada para entender contextos sociopolíticos del pasado reciente.

Considerando todo lo anteriormente señalado se propone que las bases dadas por esta teoría podrían seguir nutriendo investigaciones y abrir a nuevos estudios sobre la memoria colectiva en diversas disciplinas. Además, al interior del psicoanálisis se podría pensar un área de estudios específica destinada a continuar desarrollando y aplicando el concepto de memoria colectiva.

 

 

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Artigo recebido em: 19/10/2018
Aprovado para publicação em: 09/03/2020

Endereço para correspondência
Fedra Sonia Cuestas
E-mail: fedra.cuestas@ulagos.cl

 

 

*Psicóloga, Dra. en Filosofía. Dra. Fedra Cuestas, Departamento de Ciencias Sociales, Universidad de Los Lagos, Chile.
1Este artículo fue realizado durante estadía post-doctoral en el Departamento de Filosofía de la Universidad de París 8, Vincennes - Saint Denis, hecha posible gracias a Becas Chile-CONICYT, Programa de Formación de Capital Humano Avanzado, postdoctorado en el extranjero, convocatoria 2015, Folio 74160081.

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