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Psicologia Clínica

versão impressa ISSN 0103-5665versão On-line ISSN 1980-5438

Psicol. clin. vol.28 no.3 Rio de Janeiro  2016

 

SEÇÃO TEMÁTICA

 

Los ejes de la parentalidad durante la adolescencia: consideraciones en la clínica actual desde la perspectiva psicoanalítica

 

The axes of parenthood during adolescence: Considerations in the during clinic from the psychoanalitic perspective

 

Os eixos da parentalidade durante a adolescência: considerações na clínica atual na perspectiva psicanalítica

 

 

Daniela Fernández OlguínI

IPontificia Universidad Católica de Valparaíso (PUCV) – Valparaíso, Chile; Universidad Alberto Hurtado – UAH, Santiago, Chile

 

 


RESUMEN

El siguiente artículo tiene por objetivo describir y analizar los ejes de la parentalidad durante la adolescencia, a partir de la revisión de un caso clínico. En base a esto se propone el análisis de los ejes de la parentalidad destacando su particularidad en la clínica con adolescentes y sus padres, con el fin de proponer elementos particulares de los ejes de la parentalidad durante la adolescencia. De este modo se expone la relevancia del trabajo clínico con los padres, en consideración de su propia historia y adolescencia, y cómo esta se relaciona con su función parental.

Palabras claves: parentalidad; adolescencia; psicoanálisis; familia; psicología clínica.


ABSTRACT

The following article has the purpose of describing and analyzing the axes of parentality during adolescence, from the review of a clinical case. With that in mind, it proposes the analysis of parentality’s axes, emphasizing its peculiarity in the clinical exercise with adolescents and their parents, with the purpose of presenting particular elements of parentality’s axes during adolescence. In this way, the following article presents the relevance of clinical work with parents, taking into consideration their own adolescence and history, and how it relates to their parental role.

Keywords: parentality; adolescence; psychoanalysis; family; clinical psychology.


RESUMO

O presente artigo tem por objetivo descrever e analisar os eixos da parentalidade durante a adolescência através da revisão de um caso clínico. Com base nisso se propõe analisar os eixos da parentalidade destacando sua particularidade na clínica com adolescentes e seus pais com a finalidade de propor elementos particulares dos eixos da parentalidade durante a adolescência. Desse modo, se expõe a relevância do trabalho clínico com os pais, considerando-se a própria história e a adolescência destes e como estas se relacionam com sua função parental.

Palavras-chave: parentalidade; adolescência; psicanálise; família; psicologia clínica.


 

 

Introducción

La presente investigación busca analizar las configuraciones de la parentalidad durante la adolescencia en la psicología clínica actual desde una perspectiva psicoanalítica, a partir de la descripción de los ejes de la parentalidad realizada por Houzel (2004). Actualmente se ha planteado un nuevo contexto en torno al rol de la familia y los padres en la psicología clínica con niños y jóvenes: los cambios culturales e históricos han formulado nuevas concepciones en torno a cómo el ambiente sociocultural y económico implica nuevas maneras de pensar la subjetividad y las instituciones como la familia. De este modo, hoy se comprende un tiempo histórico y epocal en el cual "las instituciones, las funciones, los afectos y por ende los sujetos se vuelven inestables, volátiles y en permanente mutación" (Untoiglich, 2009, p. 14-15).

Adicionalmente, se evidencian transformaciones en el lugar de los padres así como las intervenciones clínicas con adolescentes, debido a los cambios que van emergiendo en el ámbito cultural y social, con sus repercusiones en el ámbito psíquico.

A partir de esto, surge como interés de estudio analizar la propuesta de Houzel (2004) descrita como los ejes de la parentalidad en las intervenciones clínicas con adolescentes, momento psíquico en el cual la presencia y función parental aún juega un rol significativo, con el fin de dar cuenta de la relevancia de integrar este concepto, que ha sido descrito de forma general y amplia, en las intervenciones clínicas con adolescentes. En función de esto, se realizará una revisión teórica clínica de esta problemática, a través de la síntesis de los principales conceptos a trabajar, y de viñetas clínicas del caso de una adolescente y las configuraciones particulares acaecidas para sus padres en su función parental.

 

Los ejes de la parentalidad durante la adolescencia

La aparición del concepto de parentalidad se encuentra determinada por el desarrollo de un determinado discurso de orden político, cultural y público que da cuenta de las preguntas y problematizaciones que la sociedad refiere sobre la capacidad de los padres de realizar actividades de cuidado, biológicas, sociales y psicológicas propias de la edad. Según autores como Houzel (2004) y Gutton (2006) la parentalidad se define como el conjunto de procesos psicoafectivos conscientes e inconscientes concernientes a la experiencia de convertirse en padres. De este modo, la definición de este concepto refiere e integra aspectos dinámicos y procesales de esta experiencia de transformación Da Silva (2011).

La parentalidad no alude solamente a las conductas observables, sino que en su complejidad integra diferentes dimensiones de lo que podría comprenderse como el quehacer y los cuidados de quienes se encuentran en el lugar de padres. La parentalidad se define como un concepto amplio y complejo, frente a lo cual Houzel (2004) define tres ejes en los que se articula la parentalidad: la práctica de la parentalidad, la experiencia de la parentalidad y el ejercicio de la parentalidad.

La práctica de la parentalidad hace referencia a las prácticas cotidianas que los padres deben realizar con su hijo. La práctica se atribuye a las interacciones concretas que cada padre realiza con el niño, así como la parte activa del hijo frente a estas interacciones. Con la introducción de la teoría del apego por Bowlby (1993), se describen las facultades del recién nacido en el proceso de la parentalidad y sus capacidades de interacción con el ambiente, dando énfasis a que el bebé también forma parte del proceso de una manera activa.

Dentro de este eje se diferencian las interacciones conductuales – observables y objeto de descripción objetiva – y las interacciones fantasmáticas, aspectos no visibles o implícitos, que si bien no son conscientes organizan las interacciones en función de la historia de los padres, el funcionamiento de la pareja y de la personalidad de la madre y el padre: "Finalmente, las interacciones simbólicas, que conciernen todos los aspectos de la transmisión simbólica que se opera en el seno de la familia y que inscribe al individuo en su filiación" (Houzel, 2004, p. 30).

El eje de la experiencia de la parentalidad agrupa el deseo de tener un hijo y las modificación que ocurren en los padres en el curso de su transición hacia la parentalidad a nivel psíquico, lo que ha sido estudiado por Winnicott y Stern (citados en Houzel, 2004), en relación a las nuevas organizaciones psíquicas – sobre todo de la madre –, con sus tendencias, sensibilidades, fantasmas, miedos y deseos específicos.

La experiencia de la parentalidad hace referencia a la experiencia subjetiva consciente e inconsciente de hecho de devenir padres y de tomar los roles parentales que comportan muchos aspectos, los cuales pueden reagruparse en el deseo del hijo y la transición de la parentalidad.

Este proceso ha sido fundamentalmente estudiado desde la maternalidad, por ejemplo la preocupación maternal primaria desarrollada por Winnicott (1956, en Houzel, 2004) y la constelación maternal (Stern, 1995). La constelación maternal corresponde a una nueva organización del psiquismo de la mujer que se desarrolla a partir del embarazo, sobre todo en las sociedades occidentales industriales. Bajo esta mirada, la mujer comporta una serie de tendencias, sensibilidades, fantasmas, temores y deseos específicos. En esta constelación se inscriben tres tipos de discursos: "los discursos de la madre sobre su propia madre, particularmente sobre la madre que se convierte en madre en tanto hija; los discursos de la madre sobre ella misma; los discursos de la madre sobre su hijo. Stern denomina a estos discursos triples como la trilogía de la maternalidad" (Houzel, 2004, p. 140).

Finalmente, el eje del ejercicio de la parentalidad da cuenta de todos los aspectos relacionados con la transmisión simbólica que operan en la familia. Se puede referir que mediante el ejercicio de la parentalidad se anuda el psiquismo con lo cultural, en tanto en una relación reciproca ambos van inscribiéndose. Si bien puede parecer paradójico plantear referencias al desarrollo psíquico individual en este eje, "De hecho, la investigación psicoanalítica ha demostrado que la organización de la psique individual no puede ser entendido sin referencia al grupo en que se desarrolla y su estructura íntima hace eco de la estructura social en la que el individuo está inmerso" (Houzel, 2004, p. 127).

El psiquismo individual implica un conjunto estructurado que sigue reglas estrictas que condicionan la estabilidad del psiquismo y sus condiciones optimas de funcionamiento. Ya que la realidad psíquica no obedece a las mismas reglas de la realidad externa, se dan transformaciones entre ambas realidades que al mismo tiempo guardan lazos profundos: "De lo contrario, reducimos a la psique sólo como parte de influencias culturales o de la organización o efecto de una estructura trascendente de la que no se puede ver el origen ni el modo de acción" (Houzel, 2004, p. 128).

Autores como Racamier (1989) comparan el proceso de convertirse en padres con la adolescencia, debido a la crisis de la identidad que se genera por estos cambios. El hacerse madre y padre pareciera tener que ver con la adolescencia, en tanto ambos procesos implican reorganizaciones identificaciones, dictadas por la reactivación de conflictos antiguos a partir de una nueva fase evolutiva de la personalidad.

La adolescencia se describe como un objeto de estudio reciente, analizado desde distintas perspectivas, como la medicina, pedagogía, psicología, psicoanálisis, entre otras. Marcelo Viñar (2013, p. 19) refiere que: "El término "adolescencia", como la problemática de tránsito entre la infancia y la vida adulta, es de aparición reciente en la historia de las ideas. No es un objeto natural sino una construcción cultural. Su alcance y resonancia no cesan de modificarse en subordinación a las transformaciones aceleradas de la cultura".

En el contexto clínico es posible observar las tensiones y movimientos que se reactualizan en el vínculo que los padres deben construir en este proceso, dentro del cual en ocasiones estos quedan a la deriva respecto a la intensidad de su participación en el proceso terapéutico: "Al tener que construir, inventar, crear ese espacio, ya que en compañía de sus hijos, los padres se sienten sobrepasados en sus posibilidades y desplazados de sus funciones de referentes" (Wettengel, 2009, p. 47).

Así, autores recientes como Jeammet (1995), Marty (2009) y Richard (2009) refieren, en torno a la relación con los padres, la importancia de la identificación a la función parental, es decir, "la capacidad que el adolescente adquiere para proyectarse como padre potencial, en el sentido de devenir responsable de sus actos y de sus pensamientos, el adolescente entra en la perspectiva de las generaciones" (Marty, 2009, p. 77). Tales procesos psíquicos favorecen la distinción entre las generaciones y el límite que organiza el espacio simbólico, permitiendo referirse como sujeto separado.

Las conceptualizaciones psicoanalíticas en torno a la adolescencia han vinculado este momento psíquico con la elaboración de la impronta puberal que surge de modo orgánico, ya sea: pensando la pubertad y la adolescencia como una reedición de configuraciones infantiles (Freud, 1905; Blos, 1976; Freud, 1976; Dolto, 1981), o bien considerando la adolescencia como una crisis consecuencia de la pubertad y los cambios físicos que acontecen (Erikson, 1968; Mannoni, 1984; Rice, 1997) o finalmente, pensando a la adolescencia como un tiempo psíquico con el cual se instauran procesos psíquicos previos (Cahn, 1997; Marty, 2009; Cornejo, 2015).

 

Caso clínico1

Antonia, de 14 años, llega a la consulta de contexto atención particular acompañada de su padre de 43 años. El padre refiere con tono de preocupación que Antonia lleva tres semanas sin asistir al colegio, debido a que no quiere ir ya que no se lleva bien con sus compañeros y está desmotivada con estudiar. Agrega que desde su "lugar" él la obligaría a asistir, pero que Antonia se resiste con llantos y encerrándose en su pieza, frente a lo cual la madre de Antonia la apoya y permite que se quede en casa. Debido a que la posibilidad de repitencia de Antonia por inasistencia comienza a ser más cercana, deciden "traerla" a una consulta psicológica.

En la primera entrevista se le consulta al padre por la configuración familiar de Antonia: refiere que Antonia es la hija menor de dos hermanas con quienes convive junto a su madre. El padre refiere que la madre no pudo asistir a esta consulta ya que tenía un compromiso con su grupo de arte, en donde participa activamente en jornadas y reuniones. Expresa que Antonia siempre fue una niña tímida e introvertida, así como con problemas académicos. Asistió desde los 4 a los 13 años a un colegio siendo trasladada a otra institución a los 14 años, el cual quedaba a mayor distancia de su hogar, con el fin de que obtuviera una mejor preparación para postular a una universidad a futuro: "Un día que iba al colegio, la asaltaron, y eso la impactó mucho… Lloró, le robaron el celular, después no quería ir al colegio. Nosotros no la forzamos a ir porque entendíamos lo chocante que es para una niña que la asalten amenazándola con un cuchillo", refiere el padre. Debido a sus inasistencias, Antonia repite de curso y debe trasladarse a otro colegio, en donde actualmente está inscrita, pero sólo asistiendo las primeras dos semanas de clases de forma sostenida, para posteriormente ausentarse 4 días a la semana. El padre refiere: "Con su madre no entendemos por qué está mal, nosotros nos esforzamos porque no le falte nada, pero igual hay problemas".

Posteriormente, Antonia asiste a entrevistas individuales, motivada en poder "hablar con alguien de lo que le pasa" y expresando de forma clara que su rechazo a ir al colegio es debido a que teme recibir el rechazo de sus compañeros. Refiere no tener amigos en su curso, estando sola la mayor parte de la jornada. Acepta que el rechazo no ha sido explícito ni experimentado, pero la anticipación a que ocurra la angustia de tal forma que no quiere ir al colegio, a pesar de haber tenido conversaciones con sus padres y profesora sobre el riesgo de repitencia al que se expone.

Antonia se muestra cómoda y participativa en las entrevistas individuales: "No me gusta hablar de mis cosas en frente de mis papás", refiere. En entrevistas posteriores Antonia da cuenta de percepción de los vínculos con su familia: "Mi papá me da pena, como que puro trabaja, nunca está en la casa. Yo siento que mi mamá no lo quiere, y están juntos sólo por costumbre, porque él es trabajador y buena persona", manifiesta con un tono tranquilo. Cuando se le consulta por su madre refiere: "Ella no trabaja mucho, hace clases como dos mañanas a la semana en un instituto. Siempre está en sus cosas del taller de arte, se va los fines de semana a carretear, llama borracha diciendo que nos echa de menos. Yo creo que le da culpa dejarnos".

Posteriormente, Antonia relata episodios de su historia familiar significativos: "Cuando yo nací, sé que mi abuela murió y mi mamá estaba muy triste… Yo creo que no quería cuidarme mucho, entonces mi nana, la Yaya, ella me cuidó… Yo adoro a la Yaya, es más que una nana, es como una tía, una mamá… Mi mamá se pone celosa por ella, la critica, pero no la va a echar". Sobre su padre refiere: "es como que no está, es muy buena persona y por eso lo quiero, pero como que no sé si puedo contarle mis cosas, siento que no me dirá nada y eso es peor que te rete".

Luego de 2 meses de reuniones con Antonia, se llama a los padres para integrarlos en la intervención. Con muchas dificultades por la agenda de la madre se logra acordar un horario de reunión en que ambos puedan asistir y por primera vez la madre asiste a la consulta: "Yo creo que la Antonia es muy insegura, ella se apoya mucho en sus amigos antiguos y se cierra a mostrarse a las personas, cuando es una niña inteligente, brillante, cómica, nosotros la queremos mucho. Le damos de todo lo que necesita, si quiere una ropa, cosas del colegio, entonces no entiendo bien porque está mal si no le falta nada". El padre manifiesta que ha existido un desgaste, que a veces lo percibe en la relación con su esposa, frente a lo cual la madre de Antonia molesta expresa: "No creo que tenga nada que ver hablar esto, acá venimos a hablar de la Antonia".

Al respecto, el padre retoma el tema de su hija y agrega que Antonia les ha hablado de forma seria la posibilidad de poder volver a su primer colegio, ya que no tolera ni quiere asistir a su actual colegio. El padre consulta no saber si acceder a esta petición, ya que teme que vuelva a ocurrir que ella no quiera asistir, refiere que ha pensado en preguntarle a su padre –abuelo de Antonia-, ya que él también en su adolescencia tenía cambios en sus ideas o parecer de las cosas, pero "que después se le pasaba". La madre afirma tener la misma preocupación y refiere entre risas que ella "hacía lo mismo cuando joven". Se les sugiere conversar en conjunto con Antonia, transmitiéndole desde una visión realista y práctica lo que implica este cambio, mostrándose cercanos. Esta intervención con los padres se realiza debido a que Antonia, en diversas ocasiones, da cuenta de un sentimiento de soledad y poco sostén por parte de sus figuras parentales.

La semana siguiente, los padres vuelven a asistir y refieren que luego de hablar con Antonia, deciden acceder al traslado de colegio y desde la próxima semana asistirá a su antiguo colegio. El padre agrega que decidió no llamar a su padre para tomar la decisión, porque sintió que era un tema que debían "resolver ellos". Antonia continua su asistencia a psicoterapia en frecuencia semanal, con el fin de promover un acompañamiento en su re-inserción escolar. Comenta en diversas entrevistas su mejora en el estado de ánimo, mayor motivación por asistir al colegio, así como mayor integración con sus pares. Además, comienza a establecer mayor cercanía con un compañero de curso, dando cuenta en un espacio de confianza favorecido por el vínculo terapéutico de sus sentimientos amorosos hacia él.

Luego de 4 meses de intervención con Antonia y su familia, Antonia relata de forma más explícita conflictos directos con su madre y padre. Anteriormente dio cuenta de una decepción por parte del sostén que su madre y padre le otorgaban, refiriendo que no podía contarle sus problemas ya que no la escuchaba o la retaba por preocuparse "por tonterías"; para luego comprender subjetivamente que esta falta de apoyo de su madre podría ser consecuencia de la muerte de su propia madre, abuela de Antonia. En este momento de la intervención psicológica, Antonia relata diversos conflictos, en el contexto de peleas con su madre, vinculados a su nueva relación con su compañero de curso, así como con su mayor tiempo fuera del hogar, debido a que retomó las amistades en su colegio. Sobre su padre, refiere en esta instancia no sólo sentimientos de lejanía o pena, sino más bien de temor debido a la incertidumbre de sus reacciones.

Frente a esto, se solicita a los padres que asistan, denotando nuevamente dificultades por parte de la madre en lograr acudir en un horario, debido a sus actividades en el grupo de arte, en el cual Antonia describe que la madre "se evade, porque toma y va a fiestas con sus amigos, mientras mi papá trabaja o está en la casa". Antonia sigue asistiendo en el intertanto, manifestando que ya se encuentra en una relación de pareja con su compañero, y relatando discusiones con la madre, las cuales le ocasionan enojo ya que "insinúa que tendré relaciones con él, no confía en mi y me hace abrir las puertas o me prohíbe verlo". Así, en una ocasión en la cual su padre la va a buscar se solicita conversar con él. El padre se muestra agotado, pregunta si Antonia ha contado sobre sus peleas con su madre. Luego agrega que siempre han tenido una relación difícil, pero que ahora se ha vuelto insostenible, y él ha decidido ponerse al margen porque cuando intenta intervenir en solucionar la problemática, su esposa parece enojarse aun más: "yo prefiero irme a otra pieza cuando se ponen a pelear así". Pareciera así que la mejora sintomática inicial de Antonia abre otro síntoma conflictivo: la conflictiva por parte de los padres de su ejercicio parental durante la adolescencia de su hija Antonia.

Luego de diversas citaciones, la madre de Antonia puede asistir. Manifiesta molestia con Antonia, ya que debido a esta relación de noviazgo y nuevas amistades no está mayor tiempo en su casa. Agrega que Antonia la confronta. Pareciera entonces que es más llevadero para los padres la otra Antonia, la hija que a pesar de su tristeza y desánimo, estaba en el hogar, en su pieza, sin aparecer notoriamente. A partir de este momento, se integra de forma activa a los padres, respecto no sólo a su rol práctico y de proveedor económico, sino también a las configuraciones que emergen en ellos y las transformaciones subjetivas que presencian en función de los cambios y transformaciones de Antonia.

La historia familiar de ambos padres marca de manera fundamental el modo en que enfrentan su propia experiencia parental: "Para mí fue un antes y después el fallecimiento de mi madre… No me sentía capaz de ser madre y por eso dejé a las niñas de lado. Creo que no me sentí capaz de ser madre, porque quería a mi madre, me fui en otra onda. Por eso la Antonia es tan cercana a la nana, porque finalmente ella la crió". El padre asiente, y rectifica lo que la madre sostiene: "Fue un momento difícil, pero ella era tan chica que no pensamos que afectaría". Por su parte refiere lo doloroso que fue ser despedido de su anterior trabajo, debido a la necesidad y presión de cumplir el rol de proveedor, ya que siempre se ha sentido "opacado" por su padre y por esto prefiere mantener una relación lejana: "me siento como un niño que nunca pudo independizarse del todo".

Durante este período de la intervención, se cita a los padres y en ocasiones a la madre o padre de forma individual, propiciando la elaboración de la experiencia de la pérdida de su madre y de su propia adolescencia, la cual se ve en ocasiones manifiesta en la relevancia que le otorga a las fiestas que asiste sola, así como las discusiones con su Antonia, que la mayor parte de las veces se da en un tono de igual a igual. Por parte del padre, se elabora los significantes en torno a la función de ser padre, y su toma activa en este lugar, ya que pareciera que la identificación con la función parental de su propio ejercicio es compleja, lo cual puede comprenderse también con la dificultad que ha tenido de posicionarse en un trabajo autónomo e independiente de su propio padre. En entrevistas con ambos, se da cuenta de la resolución de problemáticas a nivel de crisis matrimoniales por discusiones y alejamientos de ambos, debido a sus actividades laborales y extralaborales que realizan de forma independiente.

La elaboración de la pérdida de la abuela de Antonia facilita que la madre de forma paulatina vaya tomando un posicionamiento subjetivo diferente frente a los conflictos con Antonia, un posicionamiento en el cual integrara su propia experiencia en relación a su adolescencia y por ende, el duelo necesario para abandonar la adolescencia en tanto momento psíquico y subjetivo cuyos rasgos aun manifestaba, y mayormente generaban conflictos con Antonia: "Yo fui complicada cuando chica, cuando tenía la edad de la Antonia, pero lo pasé muy bien… A veces me sorprendo porque me dan ganas de tener su edad, me enojo porque tiene todo fácil", relata con un tono de vergüenza. Problematizar y reflexionar sobre sus propios sentimientos y afectos involucrados en su ejercicio parental frente a Antonia posibilitan una nueva visión de la madre frente a las problemáticas, considerándolas ya no tan graves, y partes del desarrollo adolescente, y construyendo una relación de mayor confianza con el padre de Antonia que ha posibilitado que sus reacciones frente a conflictos con Antonia sean menos explosivas.

Por parte del padre, se comienza a establecer al mismo tiempo una elaboración de su propia adolescencia, con el fin de posicionarse en su función parental y por ende posibilitar la autonomía de su hija. Por esto, el padre decide comenzar a buscar trabajo que le permita pasar más tiempo en la casa y así apoyar a sus hijas y la madre de Antonia.

Luego de este período, se retoma la intervención con Antonia, quien indica sentirse de mejor forma, ya que mantiene su noviazgo, ha tenido buenas notas y siente mayor tranquilidad frente a su madre, ya que además de no pelear con tanta intensidad, está contenta de que no asista a fiestas ni se emborrache como lo hacía antiguamente. Luego de un año de trabajo interrumpido durante un mes por vacaciones de verano, se cierra el proceso psicoterapéutico y de acompañamiento con Antonia y sus padres de forma conjunta.

 

Análisis y problematizaciones de la parentalidad durante la adolescencia: entre el sostén y la interdicción

A partir del caso presentado, se buscará realizar un análisis y reflexión en torno al material clínico en función de la conceptualización teórica presentada en torno a la parentalidad y sus ejes, con el fin de proponer elementos particulares de los ejes de la parentalidad durante la adolescencia.

En una primera instancia, puede referirse como inicialmente dentro del trabajo clínico con adolescentes adquiere relevancia el eje de la práctica de la parentalidad, reduciendo su función a acciones concretas y sobre todo vinculadas a lo económico, y no a la complejidad que implica la práctica parental. Existe una estrecha relación entre la necesidad de satisfacer este tipo de acciones más prácticas y la alta carga laboral que los padres evidencian en la actualidad, con el fin de poder sostener sobre todo económicamente a si mismos y la familia. Las instancias actuales de incertidumbre laboral propias del neoliberalismo potencian una mayor preocupación y foco en este ámbito, presentando una demanda relacionada a la interrogante en torno a los motivos de la problemática del adolescente, en tanto ellos cumplen y buscan prestar apoyo material y económico dentro de sus posibilidades (Valdés, 2007). De esta forma, las acciones prácticas se entienden en el sentido de la entrega de objetos materiales y dinero con el fin de satisfacer necesidades mediatas del adolescente – como si lo observable, debiera además ser cuantificado –, las cuales al generarse a partir de un desgaste de los padres en el ámbito laboral facilita la aparición de una mayor tensión cuando los adolescentes presentan o manifiestan problemáticas diversas, ya que se conceptualiza para los padres la representación de incomprensión respecto a los motivos, ya que debido a que las necesidades materiales estarían completas, sus hijos no deberían ni tendrían motivos para presentar algún malestar.

En general la focalización de la práctica de la parentalidad ha sido más consistente en las propuestas de intervención clínica durante la adolescencia. Sin embargo, es posible identificar ejes vinculados a la experiencia así como ejercicio, los cuales emergen a partir de intervenciones que se sostengan de forma más estable en el tiempo. Es decir, como plantea Untoiglich (2009), los tiempos actuales siguen la inmediatez, lo cual busca replicarse en el trabajo clínico. En este contexto, las demandas de atención clínica también buscan una solución inmediata, la cual puede ser evidenciada de forma más fácil por lo práctico, la acción y la presencia parental concreta.

Respecto al eje de la experiencia parental, se da cuenta de la relevancia que adquiere la propia experiencia de los padres respecto a su función, así como la internalización de la función parental que configuraron respecto a sus propias figuras parentales. De este modo, este es uno de los ejes que da cuenta de forma más explícita de los conflictos y problemáticas que acaecen en la relación padres e hijos adolescentes, debido a que se otorgan pocos espacios de reflexión respecto a la experiencia parental durante la adolescencia.

Dentro de la experiencia parental, se configuran los elementos históricos de los padres en su propia adolescencia, que otorgan una mayor comprensión respecto a los aspectos del eje de la práctica de la parentalidad. Esto, debido a que los aspectos comportamentales de la parentalidad se sostienen en mayor medida en la internalización de la función parental durante la infancia y adolescencia de los propios padres. Surge de este modo la relevancia de integrar en la intervención clínica a los padres no sólo desde su función parental en la actualidad durante la adolescencia de sus hijos, sino también situar esta función en coordenadas históricas parentales que llevan a integrar el análisis de su propia adolescencia.

Una de las funciones psíquicas que toma relevancia dentro de la experiencia de la parentalidad situada en la adolescencia es la noción de sostén narcisista parental: "[…] la función del sostén narcisista es permitir al adolescente reconstruir sus defensas y contener la violencia que se desborda, así como también restaurar el narcisismo de los padres para que no colapsen psíquicamente en su función" (Marty, 2007, p. 23). Este concepto se basa en la noción de Winnicott (1979) de sostén parental, la cual manifiesta la importancia del ambiente facilitador lo suficientemente bueno que pueda tolerar y contener la agresividad que implica la adolescencia, ya que el crecimiento como refiere Winnicott (1979) implica un acto agresivo.

Para Winnicott (1979) el rol de los adultos consiste en no abdicar, sino en estar ahí el tiempo que sea exigido para el desarrollo adolescente: "Y mientras se encuentra en marcha el crecimiento las figuras paternas deben hacerse cargo de la responsabilidad. Si abdican, los adolescentes tienen que saltar a una falsa madurez y perder su máximo bien: la libertad para tener ideas y para actuar por impulso" (Winnicott, 1979, p. 193). El proceso de desarrollo adolescente comprende un acto de confrontación, frente al cual los adultos deben mantenerse vivaces y mantenerse frente a los adolescentes, la cual no tiene que ver con represión o venganza, sino mas bien con una contención que tenga su propia fuerza.

La dificultad de este proceso pueden evidenciarse cuando los padres sienten que son "atacados" por los adolescentes, inducen a la sensación de que estos ataquen son irreparables, por lo cual aumenta la consciencia de culpa en el adolescente. Esto se observa sobre todo en padres que no pueden contener la destructividad de sus hijos, y que por esto, los enfrentan, dando cuenta de la imposibilidad de identificarse en su función parental.

Al contrario, para Marty (2001, p. 29), el sostén narcisista parental es la mejor manera de permitir a los adolescente de luchar efectivamente contra su propia tendencia a la destrucción: "El sostén narcisista parental incluye la capacidad de los padres para proporcionar un apoyo a sus hijos para su agresividad".

De este modo, lo que permite la función psíquica del sostén parental está estrechamente vinculado con la experiencia e internalización de la función de sostén parental en la propia infancia y sobre todo adolescencia de los padres. La revivencia edipica del adolescente movilizaría a su vez la removilización edipica por el lado de los padres. Esta crisis edipica sería el llamado Contra Edipo parental, el cual podría causar, agravar o revelar las deficiencias en la vida de la pareja parental (Marty, 2009). En el caso presentado, se puede ejemplificar este aspecto a partir de la ocurrencia de crisis matrimoniales en torno a la crisis de la adolescencia de una de las hijas, situaciones en las cuales la adolescente, abrumada por sus propias fantasías, no encuentra en el entorno de los padres el apoyo de sostén narcisista que requiere, sino más bien enfrenta la propia actuación de la violencia de sus padres, que emerge como defensa ante el sentimiento de fragilidad de su propia historia y Edipo: "Sus padres son incapaces de contener al adolescente en vivir o hacer, apareciendo una serie de preguntas que recuerdan el estado de su propia adolescencia" (Marty, 2009, p.27). Así, la adolescencia de los hijos despierta en los padres períodos de vida o conflictos que habían sido reprimidos o habían quedado latentes.

La confrontación al proceso adolescente para los padres invita a pensar respecto a su propia confrontación con sus padres, y con la posibilidad de escenificar psíquicamente una resolución al respecto. De este modo, se pone en juego de la propia historia de los padres y de su propia adolescencia, la cual para es vuelta a reescenificar, transmitiendo a los hijos la imposibilidad de pensarse en un lugar adulto: "Las dos crisis la del adolescente y la de los padres, son correlativas, es decir, que el adolescente no puede salir de su crisis sino a costa del difícil camino que deben recorrer los padres" (La Robertie, 1984, p. 61-62).

Finamente, respecto al eje del ejercicio parental, se expone que es el eje más complejo de trabajo e intervención ya que apela no sólo a los aspectos explícitos de la función cultural y organizadora del psiquismo humano, sino también a los más implícitos, inconscientes y no dichos. El Edipo en la adolescencia vuelve a surgir como un organizador de la vida psíquica del adolescente, a partir de la puesta en límite de la irrupción puberal así como momento de continuidad con el Edipo en la infancia.

Los límites de los procesos psíquicos pueden nombrarse brevemente como formas de interdicción al goce, mediante los cuales se logren acotar los excesos, como el exceso pulsional de la pubertad y la violencia descrita para este período. Esta interdicción da cuenta de la necesidad del límite psíquico respecto a los deseos incestuosos emergentes en la pubertad, que se comprende como una instancia educadora y socializante, y no sólo represiva. Como refiere Freud (1909), es la oposición de las generaciones la tarea más importante y al mismo más difícil que debe afrontar el sujeto, pero esto no sólo para el sujeto en constitución, sino también para la generación anterior, la cual debe transmitir esta puesta en límite.

Al igual que en la infancia, durante el Complejo de Edipo en la adolescencia debe estructurarse el individuo con el fin de poder simbolizar las pulsiones más arcaicas que emergen en la adolescencia facilitada por la impronta puberal. La idea de interdicción se expone de suma importancia en la estructuración psíquica, no sólo como una necesidad individual, sino también para la producción cultural, ya que mediante esta interdicción – que es colectiva y psíquica –, se transmiten valores y normas, otorgándole sentido al lazo social y el orden simbólico, en tanto el sujeto se visualiza como portador de una filiación, pertenencia e identidad. Por esto, la familia actúa en la instalación de la renuncia pulsional, al incesto y a la violencia: "Las vicisitudes de estos procesos se hallan sujetadas a las prohibiciones y prescripciones derivadas del tabú del incesto, y coexisten con la sexualidad no interdicta de la pareja adulta, si la hay" (Wettengel, 2009, p. 83).

Esta función del ejercicio parental se torna compleja si no ha ocurrido una internalización clara de los propios padres de este funcionamiento, como puede observarse en el caso presentado, en el cual los límites o interdicción se tornan desde el conflicto y un lugar de los padres más bien sobrepasados, transmitiendo sus dificultades en la claridad de este organizador psíquico. De ahí, puede interpretarse la vinculación de esta dificultad con la presentación sintomática inicial de Antonia, la cual se vincula más bien a la crisis de angustia, es decir, al afecto sin nombre, a lo que irrumpe y no logra ser presentado.

Al mismo tiempo, se observa cómo esto se complejiza más al situar unas de las transformaciones relevantes de la adolescencia con la impronta puberal y la identificación sexual, a partir de las primeras relaciones de pareja en esta edad, las cuales en padres que no han constituido esta función para sí mismos, se tornan más complejas de enfrentar debido a su dificultad de transmitir algo que de forma compleja han logra internalizar. Y de ahí los conflictos no sólo en el ejercicio parental frente a los aspectos sintomáticos de la hija, sino también frente a los aspectos esperados y propios de la configuración adolescente, que emergen de forma conflictiva por la dificultad en transmitir la cultura desde un lugar asimétrico pero al mismo tiempo sostenedor.

Por esto, la idea de límites o interdicción más que su aspecto concreto pensado como retos, más bien debe pensarse como la transmisión de la cultura, de lo que hace tope o dique a lo irrepresentable que emerge. Por esto, una de las operaciones que la parentalidad debe llevar a cabo frente a la adolescencia de sus hijos es la transmisión de la cultura, en tanto función que organiza el psiquismo y la desorganización mediada en la adolescencia, debido mayormente a la impronta y metamorfosis puberal: "Es a través de la identificación con estas figuras que los individuos que componen la sociedad introyectan la cultural en general, como así también los hábitos y normas que de manera inconsciente rigen una sociedad específica (Cuestas, 2009, p. 155).

De este modo, el eje del ejercicio parental alude a esta función cultural de los padres, en la cual se integran todas las representaciones y discursos que promueven las condiciones de la constitución subjetiva del hijo mediante un orden cultural al cual todos los humanos están sometidos y que contribuye a dar sentido a lo que hace límite en el encuentro de la pulsión. En la adolescencia, este proceso cobra relevancia en tanto se propicia el ingreso al mundo adulto como parte de la finalización de la adolescencia. Por esto, es importante el cuestionamiento respecto la configuración del eje de la práctica y la experiencia de la parentalidad, ya que a partir de sus análisis en conjunto es posible la comprensión y profundización en torno a los modos de vinculación de los padres durante la adolescencia de sus hijos, situando la relevancia de este aspecto no sólo durante la niñez temprana, sino dando cuenta que la parentalidad en tanto concepto articulador del psiquismo esta presente durante toda la vida.

 

Conclusiones

A partir de la revisión teórica clínica realizada se puede describir que la parentalidad no habla solamente de un proceso lineal, sino de una dinámica bajo la cual las figuras parentales se enfrentan a distintos cuestionamientos y procesos particulares de esta condición. Por esto, en muchos casos no son los acontecimientos reales los que importarían, sino más bien la particularidad de fondo con la que el sujeto ha experimentado el evento. Este fondo subjetivo no es sólo para el adolescente, sino también para los propios padres enfrentados a las operaciones descritas como de suma relevancia para el futuro desarrollo de su hijo. Pareciera que siempre hay algo más allá de la relación de los padres con el hijo, la cual podría pensarse como el más allá de las figuras parentales, es decir, su propio fondo de historia.

Sería durante el período edípico que los rasgos culturales aislados que el niño conocía por medio de sus padres, adquirirían una verdadera significación sociocultural. Ahora, no es sólo la recepción de estos contenidos antes del comienzo del Edipo, sino más bien cómo los materiales culturales se estructuraran en la resolución de este completo. Por esto, es durante la fase genital y la pubertad que se pone en juego de forma clave los procesos de socialización y culturalización. Es en esta etapa que el adolescente logra realizar una recapitulación que hace posible modificar los efectos de las experiencias anteriores.

Ahora bien, dentro del desarrollo teórico son los padres quienes deben transmitir esta ley y facilitar la introyección por parte del niño o joven de esta interdicción. Esto posiciona la mirada no sólo en cómo se integra al hijo en esta dinámica, sino también en el peso otorgado a las figuras parentales como responsables de esto. La habilitación del oficio de madre y padre abre una temática que podría sesgar la subjetividad parental, ya que daría cuenta del problema de la supuesta relación naturalizada con la ley simbólica, como si fuera algo ya dado y sin transformaciones, desde donde se podrían ejercer acciones que pautan, prescriben y proscriben los límites para el niño o adolescente.

Por esto, afrontar el lugar parental, de quien ponga un límite, es difícil, ya que confluyen aspectos vinculados a cómo fue vivenciado este proceso por los padres, y que sostiene en muchos casos su propia experiencia de la parentalidad, en tanto eje que da cuenta de los aspectos subjetivos desde donde los padres se posicionan.

Actualmente, si bien son los adultos quienes deben promover la adultez, al mismo tiempo pareciera que no son figuras de referencia adecuados para los adolescentes, quienes buscan otros referentes. Esta dificultad contribuye a las problemáticas que los padres pueden vivenciar para sostenerse en este lugar. Por esto, la mirada hacia los padres y su funcionamiento en la puesta en juego de estas operaciones es de suma importancia. De este modo, se reconoce como difícil para los padres sostenerse en este lugar, ya que la dinámica no es unidireccional, sino que también los convoca a sus propias dificultades en torno a los ejes de la parentalidad, en su lugar de hijos.

Así, las operaciones de la parentalidad no representan solo una transmisión concreta por parte de los padres, sino que también invocan a su propio trabajo psíquico como padres y como sujetos. La emergencia de su propio Complejo de Edipo en este proceso, así como la vivencia psíquica particular que construyen en este proceso relacional con su hijo adolescente, da cuenta de una configuración particular de la parentalidad en este momento vital. Estas reflexiones pueden ser integradas en el ejercicio clínico con adolescentes y sus familias, otorgando nuevas perspectivas respecto a los tipos de intervención psicoterapéuticas en este contexto.

Finalmente, la integración de los ejes de la parentalidad y su particularidad durante la adolescencia, permite la comprensión múltiple de las configuraciones familiares actuales en los contextos clínicos, ya sea desde la psicopatología y la psicoterapia, por lo cual ampliar los márgenes de las competencias simbólicas no sólo observables, es decir, la integración de los tres ejes descritos a la perspectiva del trabajo de parentalidad harían más flexibles las categorías con las que se analizan las dificultades de los adolescentes y las de sus padres otorgando una visión más amplia de posibilidades para acercarnos a los cambios que se han ido instalando hoy en las organizaciones familiares y para intervenir en las múltiples demandas acaecidas hoy en la intervención clínica.

 

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Nota

Por motivos de confidencialidad, los nombres y datos del caso han sido modificados.

 

 

Recebido em 19 de dezembro de 2015
Aceito para publicação em 13 de setembro de 2016

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