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Revista Latinoamericana de Psicología

versão impressa ISSN 0120-0534

Rev. Latinoam. Psicol. v.39 n.3 Bogotá dez. 2007

 

ARTÍCULOS

 

Comunicación familiar y comportamientos delictivos en adolescentes españoles: el doble rol mediador de la autoestima1

 

Family communication and delinquent behavior among spanish adolescents: the mediating role of self-esteem

 

 

Teresa I. Jiménez2; Sergio Murgui; Estefanía Estévez; Gonzalo Musitu

Universidad de Valencia, España

 

 


ABSTRACT

This research analyses the relationship among family communication (open communication versus communication problems), multidimensional self-esteem (family, academic, social and physical self-esteem) and behavioural problems in adolescence. Two independent samples were used in the study: Sample 1 was composed of 414 adolescents ranging in age from 12 to 17 years old, and Sample 2 was composed of 625 adolescents aged from 11 to 20 years old. Results showed an indirect effect of family communication on delinquent behavior through the mediation of self-esteem. We found a protection effect of family and academic self-esteem and a risk effect of social and physical self-esteem on delinquent behavior.

Keywords: Adolescence, Family communication, Delinquent behavior, Self-steem, Mediation.


RESUMEN

El presente estudio analiza las relaciones entre la comunicación familiar (comunicación abierta o problemática), la autoestima considerada desde una perspectiva multidimensional (autoestima familiar, escolar, social y física) y los comportamientos delictivos en adolescentes. Se utilizan dos muestras independientes: la primera está constituida por 414 chicas y chicos de 12 a 17 años y la segunda por 625 chicas y chicos de 11 a 20 años. Se observa, en las dos muestras, una influencia indirecta de la comunicación familiar en el comportamiento delictivo a través de una mediación de la autoestima. Además, se observa, tanto un efecto protector de las autoestimas familiar y escolar frente a la implicación en comportamientos delictivos, como un efecto de riesgo de las autoestimas social y física.

Palabras clave: Adolescencia, Comunicación familiar, Delincuencia, Autoestima, Mediación.


 

 

INTRODUCCIÓN

El comportamiento delictivo en los jóvenes constituye una de las áreas de interés más importantes y actuales en el ámbito de los problemas psicosociales en el periodo de la adolescencia (Sander, 2004). En esta área, numerosos investigadores han considerado a la familia como uno de los factores explicativos más importantes en el desarrollo de estos comportamientos en los hijos adolescentes. En este sentido, en diferentes trabajos empíricos se ha destacado que la calidad de la comunicación entre padres e hijos, es uno de los factores familiares más claramente vinculados a este tipo de comportamientos en la adolescencia. Así, se ha observado que los adolescentes implicados en comportamientos delictivos informan de un ambiente familiar negativo caracterizado por los problemas de comunicación con los padres (Cernkovich & Giordano, 1987; Loeber, Drinkwater, Yin, Anderson, Schmidt & Crawford, 2000). Por el contrario, la comunicación familiar abierta y fluida, es decir, el intercambio de puntos de vista entre padres e hijos de forma clara y empática, con respeto y afecto, tiene un efecto de protección frente a la implicación en comportamientos de carácter delictivo (Kerr & Stattin, 2000; Stattin & Kerr, 2000). Además, estas relaciones familiares positivas son al mismo tiempo una importante fuente de recursos psicosociales que facilitan, a su vez, procesos adaptativos en la edad adolescente. En este sentido, se ha constatado que las relaciones positivas entre padres e hijos contribuyen al desarrollo de una autopercepción y de una autoestima positivas (DuBois, Bull, Sherman & Roberts, 1998; Harter, 1990; Lila & Musitu, 1993), tanto en los dominios familiar como social o académico (Fering & Taska, 1996), constituyendo estos recursos de autoestima un importante factor de protección frente al desajuste adolescente (DuBois et al., 1998; McCullough, Huebner y Laughlin, 2000).

Sin embargo, los resultados existentes hasta el momento actual respecto de la relación entre la autoestima y el comportamiento delictivo de adolescentes son muy contradictorios. Son muchos los investigadores que sostienen que una percepción positiva del sí mismo contribuye a una mejor salud mental, influyendo de este modo en el ajuste comportamental y emocional de los adolescentes (Bandura, 1997; Taylor & Brown, 1994). En este sentido, numerosos investigadores han señalado que la autoestima es un importante factor de protección frente a los comportamientos delictivos (DuBois et al., 1998; Harter, 1999). Sin embargo, en estudios más recientes se ha discutido esta idea señalando que una autoestima demasiado elevada conlleva expectativas poco realistas de uno mismo, las cuales pueden estar en el origen de sentimientos depresivos y comportamientos agresivos (Baumeister, Bushman & Campbell, 2000; Brendgen, Vitaro, Turgeon, Poulin & Wanner, 2004). Además, en el caso de la delincuencia, parece que los adolescentes implicados en tales comportamientos no presentan consistentemente una autoestima más baja que los no implicados (Thornberry, 2004).

Esta aparente contradicción de resultados se podría atribuir al tipo de instrumentos utilizados para obtener medidas de autoestima y, en concreto, a si el instrumento seleccionado proporciona una medida de autoestima global o multidimensional. Así, en los estudios que utilizan medidas de autoestima global se han encontrado relaciones estadísticas negativas (protectoras) entre la autoestima y la delincuencia. Sin embargo, cuando se utilizan medidas de la autoestima desde un punto de vista multidimensional, los resultados varían en función del dominio de la autoestima que se considere. Por un lado, la autoestima tanto familiar como escolar parece ejercer un consistente efecto de protección frente a los comportamientos delictivos (Crosnoe, Erickson & Dornbusch, 2002; Lau & Leung, 1992) y, por otro, los resultados relativos a la autoestima social y física no son tan consistentes. Algunos autores consideran que la autoestima social y física también son protectoras frente al desarrollo de problemas comportamentales (Lau & Leung, 1992; Levy, 1997), mientras que otros han señalado que constituyen un factor de riesgo para problemas como comportamientos agresivos y (Andreou, 2000) y consumo de sustancias (Musitu, Jiménez & Murgui, 2007). Otros estudios recientes apuntan en esta última dirección y señalan que los adolescentes con comportamientos antisociales tienden a sobrevalorarse en los dominios social -sobrevaloran su capacidad para hacer amigos y su aceptación en el grupo de pares- (Baumeister et al., 2000; Brendgen, Vitaro, Turgeon & Poulin, 2002) y físico -se autoevalúan muy positivamente en fortaleza y apariencia física- (O'Moore & Kirkham, 2001; Salmivalli, 1998).

A partir de la revisión de literatura previa se observa que pocos estudios ha analizado conjuntamente el papel de la comunicación familiar y de la autoestima en la explicación del comportamiento delictivo en adolescentes, y menos estudios aún han analizado de forma rigurosa el potencial rol mediador de la autoestima que explique de qué modo la calidad de la relación comunicativa con los padres puede influir en el comportamiento delictivo de los hijos (para una discusión acerca de las deficiencias observadas en el análisis de efectos mediadores en estudios psicosociales consultar Baron & Kenny, 1986). Además, la polémica acerca del carácter protector o de riesgo de determinadas dimensiones de la autoestima en relación con comportamientos antisociales de adolescentes se localiza casi exclusivamente en estudios anglosajones. Por tanto, parece necesario aportar evidencia empírica que ayude a dilucidar el potencial rol mediador de la autoestima en la relación entre comunicación familiar y comportamiento delictivo adolescente y que analice el posible rol diferencial de las distintas dimensiones de la autoestima en contextos no-anglosajones.

En consecuencia, el presente estudio tiene como objetivo analizar la influencia de la comunicación familiar y de la autoestima -considerada desde la perspectiva multidimensiona-l en el comportamiento delictivo de los adolescentes. Concretamente, las hipótesis de partida son las siguientes: (1) la comunicación entre padres e hijos tendrá una influencia indirecta en los comportamientos delictivos de los adolescentes a través de un efecto mediador de la autoestima; (2) las autoestimas familiar y escolar tendrán un efecto de protección frente a la implicación en comportamientos delictivos, mientras que el efecto será de riesgo para el caso de las autoestimas social y física. Para contrastar estas hipótesis se utilizarán dos muestras independientes de adolescentes de diferentes edades seleccionadas de dos regiones españolas. De esta manera, si se replica el mismo patrón de relaciones entre variables en ambas muestras, se potenciará la validez externa de los resultados en nuestra realidad sociocultural y su capacidad de generalización a las distintas etapas de la adolescencia, de tal modo que las conclusiones obtenidas sean aplicables con mayor confiabilidad a la población general de adolescentes españoles.

 

MÉTODO

Participantes

El estudio se ha realizado a partir de dos muestras de adolescentes independientes, provenientes de centros educativos de enseñanzas medias de dos regiones distintas de España y de edades diferentes. La primera muestra se seleccionó de la población general de estudiantes de secundaria de las provincias de León y Valladolid (región noroeste de España) y está constituida por 414 adolescentes (el 52 % son chicas) de los que el 52% tiene entre 12 y 14 años (adolescencia temprana) y el 48% tiene entre 15 y 17 años (adolescencia intermedia). La segunda muestra se seleccionó de la población general de estudiantes de secundaria, bachillerato y formación profesional de la Comunidad Valenciana (costa este de España) y comprende 625 adolescentes (el 57% son chicas) de los que el 34% tiene de 11 a 14 años, el 40% de 15 a17 años y el 26% de 18 a 20 años (adolescencia tardía), edad en la que, según distintos autores, se observa una menor prevalencia de comportamiento de carácter delictivo o trasgresor (Cohen et al., 1993; Martín & Martínez, 1998) . Ambas muestras tienen una distribución semejante en cuanto a diferentes variables sociodemográficas: tipo de centro (público/privado), contexto (rural/urbano), nivel formativo de los padres (estudios primarios, secundarios y universitarios) y tipo de familia (nuclear y monoparental debido a una separación o divorcio). El procedimiento de muestreo utilizado fue no aleatorio en función de la disponibilidad de los centros. En todos los centros colaboraron todos los alumnos y alumnas de los diferentes grados de secundaria (ambas muestras) y bachillerato (únicamente en el caso de la segunda muestra).

Procedimiento

La obtención de datos se realizó en el contexto escolar y se utilizó el mismo procedimiento en las dos muestras. Tras el contacto inicial con la dirección de los centros educativos y lograr el acuerdo de su participación, se informó a los profesores sobre los objetivos, procedimiento e interés de la investigación. También se logró el consentimiento de las AMPAs (Asociaciones de Madres y Padres de Alumnos) con la promesa de transmitir a madres, padres y profesores los principales resultados de la investigación. Finalmente, los alumnos participantes cumplimentaron los instrumentos de forma anónima y voluntaria durante una hora regular de clase, bajo la coordinación y supervisión de un investigador previamente entrenado.

Instrumentos

Se utilizaron medidas de comunicación familiar y comportamiento delictivo, así como de autoestima familiar, escolar, social y física. Los instrumentos originalmente construidos en una lengua distinta al español han sido adaptados por Musitu y colaboradores (para consultar aspectos técnicos de la traducción y datos referentes a pruebas psicométricas de fiabilidad y validez en muestras españolas, consultar Musitu, Lila, Buelga & Cava, 2001). Los instrumentos utilizados fueron:

Comunicación Familiar. Se utilizó la escala de evaluación de la Comunicación Padres-Hijos de Barnes y Olson (1982). Esta escala está compuesta por 20 ítems y dos sub-escalas que evalúan, por un lado, la comunicación con la madre y, por otro, la comunicación con el padre. Las respuestas a los ítems pueden variar de 1 (nunca) a 5 (siempre). Las dos sub-escalas presentan una estructura en dos factores: el primero indica el grado de apertura en la comunicación (comunicación positiva, libre, comprensiva y satisfactoria) y el segundo la presencia de problemas en la comunicación (comunicación poco eficaz, crítica y/o negativa). En nuestro estudio, los coeficientes de a de Cronbach varían, según las escalas, entre 0.61 y 0.89 en la muestra 1 y entre 0.64 y 0.90 en la muestra 2.

Autoestima. A partir de un instrumento previo (AF5, García & Musitu, 1999), se elaboró una escala de autoestima compuesta por 24 ítems que evalúa de 1 (nunca) a 5 (siempre) las autopercepciones de los adolescentes en los dominios siguientes: familiar (ej. "Me siento querido/a por mis padres"), académico (ej. "Soy un/a buen /a estudiante"), social (ej. "Consigo amigos fácilmente") y físico ("Me gusta mi apariencia física"). En nuestro estudio, los coeficientes a de Cronbach varían de 0.71 a 0.81 en la muestra 1 y de 0.72 a 0.84 en la muestra 2.

Comportamiento delictivo. Se utilizó la escala de comportamientos delictivos de Rubini y Pombeni (1992) adaptada al castellano por Musitu y colaboradores (2001). Esta escala evalúa la participación en 23 comportamientos delictivos en los tres últimos años, considerando tanto los delitos manifiestos (ej. robar dinero u objetos de valor) como la trasgresión de normas sociales o reglamentos escolares (ej. hacer graffiti en las paredes del instituto). La escala de respuesta varía de 1 (nunca) a 5 (muchas veces). El coeficiente a de Cronbach obtenido en el presente estudio es de 0.90 para la muestra 1 y de 0.85 para la muestra 2.

 

RESULTADOS

Procedimiento de análisis

Se calcularon modelos de ecuaciones estructurales con el programa EQS 6.0 (Bentler, 1995) para analizar la influencia de la comunicación familiar en el comportamiento delictivo del adolescente, considerando la autoestima como variable mediadora en esta relación. Un prerrequisito necesario para poner a prueba efectos mediadores es que debe existir una asociación significativa entre variables independientes y dependientes (Baron & Kenny, 1986; Holmbeck, 1997; Jose,
2004). En consecuencia, realizamos un análisis de correlación exploratorio entre todas las variables del estudio que se presenta en la tabla 1. Los resultados indican que las variables independientes de nuestro estudio (variables de comunicación abierta y problemática con ambos padres) correlacionan significativamente con la variable dependiente (comportamiento delictivo) en las dos muestras. Además, si atendemos al signo de las correlaciones entre dimensiones de la autoestima y comportamiento delictivo, podemos distinguir en las dos muestras dos grupos de autoestimas: las autoestimas familiar y escolar se relacionan negativa y significativamente con el comportamiento delictivo (relación de protección), mientras que las autoestimas social y física se relacionan positiva y significativamente con dicho comportamiento (relación de riesgo). Por tanto, todas estas variables fueron consideradas en la ecuación estructural.

Según Jose (2004), la condición para que exista una mediación es que la variable independiente (VI) influya en la mediadora, y que ésta influya a su vez en la variable dependiente (VD). Así, la variable mediadora actúa como un "conductor" del efecto de VI sobre VD y explica, al menos en parte, una cantidad significativa de la varianza entre VI y VD. Holmbeck (1997) plantea un procedimiento de análisis utilizando modelos de ecuaciones estructurales para poner a prueba el efecto de mediación entre una variable latente A y otra C, siendo B la variable latente mediadora y siguiendo los pasos especificados a continuación. En un primer paso se calcula el ajuste de un modelo de efectos directos (AC) y se examina la significación de sus coeficientes. En un segundo paso, y asumiendo un adecuado ajuste del modelo anterior, se calcula el ajuste de un modelo de efectos indirectos (ABC), donde los efectos directos (AC) se restringen a cero y donde, tras comprobar la adecuación del ajuste del modelo, se examinan los coeficientes de las relaciones AB y BC, teniendo en cuenta que todas estas relaciones deben ser significativas en las direcciones apuntadas. Finalmente, se calcula el ajuste de un modelo de efectos mediadores (ABC, incluyendo la relación AC). En este tercer paso es necesario examinar dos aspectos: (a) si este último modelo mediador aporta alguna mejora en el ajuste respecto del modelo indirecto anterior, para lo cual se realiza una prueba de la diferencia entre los estadísticos χ2 de los dos modelos (si existe un efecto de mediación, la adición de la relación AC no supondrá ninguna mejora para el ajuste del modelo y, por tanto, la prueba realizada no resultará significativa); (b) se comparan los coeficientes del modelo directo con los de la relación AC del modelo mediador y, si hay mediación, la relación significativa entre A y C observada en el primer paso, resultará no significativa en el tercer paso, cuando los mediadores se han incluido en la ecuación.

 

 

Para las dos muestras del estudio, las variables latentes incluidas en el modelo son: Comunicación Abierta (indicadores: comunicación abierta con la madre y con el padre), Problemas de Comunicación (indicadores: problemas de comunicación con la madre y con el padre), Autoestima-Protección (AutP = familiar+escolar), Autoestima-Riesgo (AutR = social+física) y Comportamiento Delictivo. Para cada modelo y cada muestra se calculan las saturaciones factoriales de las variables observables que corresponden a las variables latentes del modelo excepto para la variable latente o factor de Comportamiento Delictivo, constituido por un solo indicador y, por tanto, con una saturación factorial de 1 y un error de 0.

Para evaluar el ajuste global del modelo se ha calculado el valor del estadístico-ratio de verosimilitud χ2 y el valor de p correspondiente. Los modelos bien ajustados presentan un valor de χ2 no significativos, lo que nos viene a indicar que las matrices de entrada previstas y efectivas no son estadísticamente diferentes. Sin embargo, esta medida de calidad del ajuste es muy sensible al tamaño de la muestra de tal modo que si el número de sujetos es elevado, el poder del test aumenta y χ2 alcanza niveles de probabilidad significativos (Hair, Anderson, Tathman & Black, 1999). En consecuencia, es necesario complementar esta medida con otros índices de ajuste tales como el error de aproximación cuadrático medio (RMSEA), el índice de ajuste incremental (IFI), el índice de ajuste comparado (CFI) y el índice de ajuste no-normal de Bentler-Bonnet (NNFI). Según Hair et al. (1999), los valores entre 0.05 y 0.08 o inferiores para el RMSEA e iguales o superiores a 0.90 para los IFI, CFI y NNFI, son aceptables e indican un ajuste razonable entre el modelo y los datos.

(1) Modelo de efectos directos.

En primer lugar calculamos el modelo de efectos directos. Este modelo presenta un adecuado ajuste a los datos en ambas muestras, obteniendo valores dentro de los márgenes de aceptabilidad señalados anteriormente. Concretamente, para la muestra 1 se obtienen los valores siguientes: χ2 (1, 414) = 2.642, p = 0.104; CFI e IFI = 0.99; NNFI = 0.97; RMSEA = 0.063 (intervalo de confianza 90%: 0.000-0.161); y para la muestra 2 se obtiene: χ2 (1,625) = 2.305, p = 0.129; CFI e IFI = 0.99; NNFI = 0.98; RMSEA = 0.046 (intervalo de confianza 90%: 0.000-0.127). Este modelo explica el 11.4% de la varianza del comportamiento delictivo en la muestra 1 y el 15% en la muestra 2.

Todos los coeficientes de las relaciones entre las variables de comunicación familiar y comportamiento delictivo han resultado significativos en ambas muestras. Se observa que aquellos adolescentes que tienen una comunicación abierta con padre y madre presentan al mismo tiempo menores niveles de comportamiento delictivo (β1 = -.17, p < .001; β2=-.19, p < .01), mientras que elevados niveles de problemas de comunicación con ambos padres se relacionan a su vez con elevados niveles de comportamiento delictivo en los hijos adolescentes (β1 = .23, p < .001; β2= .23, p < .01). Asimismo existe una correlación negativa significativa entre los factores "Comunicación Abierta" y "Problemas de Comunicación" (r1 =-.40 y r2 =-.72, p < .001).

(2) Modelo de efectos indirectos.

Para calcular este segundo modelo, seguimos el mismo procedimiento anterior aunque en esta ocasión se han añadido las relaciones con los factores mediadores (AutP y AutR). De nuevo se obtiene un ajuste adecuado del modelo con valores aceptables en todos los índices de ajuste calculados. Para la muestra 1 se obtienen los valores siguientes: χ2 (19, 414) = 36.332, p < 0.01; CFI e IFI = 0.98; NNFI = 0.97; RMSEA = 0.047 (intervalo de confianza 90%: 0.023-0.07); y para la muestra 2 se obtiene: χ2 (19,625) = 51.369, p < 0.001; CFI e IFI = 0.98; NNFI = 0.96; RMSEA = 0.052 (intervalo de confianza 90%: 0.035-0.07). Este modelo explica el 30.9% de la varianza del comportamiento delictivo en la muestra 1 y el 32.2% en la muestra 2.

Todos los coeficientes β de las relaciones entre variables independientes, mediadoras y dependientes han resultado estadísticamente significativos a excepción de la relación entre el factor "Problemas de Comunicación" y "Autoestima-Riesgo" (AutR) que no ha resultado significativa en ninguna de las dos muestras. Específicamente, se observa que tener una Comunicación Abierta con los padres se relaciona positiva y significativamente tanto con una mayor Autoestima de Protección (β1 = .70, p < .001; β2= .52, p < .001) como con una mayor Autoestima de Riesgo (β1 = -.17, p < .001; β2= -.19, p < .01), y que tener Problemas de Comunicación con ambos padres únicamente se relaciona significativamente con una menor Autoestima de Protección (β1 = -.26, p<.001; β2= -.53, p < .001). A su vez, los dos tipos de autoestima presentan relaciones significativas aunque de signo contrario con el Comportamiento Delictivo (Autoestima-Protección: β1 = -.54, p<.001; β2= -.53, p < .001; Autoestima-Riesgo: β1 = .38, p < .001; β2= .38, p < .001). De nuevo, observamos que existe una correlación negativa significativa entre los factores "Comunicación Abierta" y "Problemas de Comunicación" (r1 = -.40 y r2 = -.74, p < .001).

(3) Modelo de efectos mediadores.

Calculamos un nuevo modelo que incluye tanto los factores mediadores como las relaciones directas (AèC). Es decir, en este modelo, las
relaciones directas no están restringidas a 0. El modelo de mediación también ha obtenido un ajuste aceptable. En concreto, para la muestra 1 se obtienen los índices siguientes: χ2 (17, 414) = 36.110, p < 0.01; CFI e IFI = 0.98; NNFI = 0.96; RMSEA = 0.052 (intervalo de confianza 90%: 0.028-0.076); y para la muestra 2 se obtiene: χ2 (17,625) = 48.604, p < 0.001; CFI e IFI = 0.98; NNFI = 0.96; RMSEA = 0.055 (intervalo de confianza 90%: 0.037-0.073). Este modelo explica el 37% de la varianza del comportamiento delictivo en la muestra 1 y el 30.6% en la muestra 2. Seguidamente se compararon los dos últimos modelos (segundo y tercer paso) mediante el cálculo de la diferencia o incremento de los estadísticos χ2 obtenidos. Los resultados de esta prueba resultaron no significativos, indicando que no existen diferencias entre ambos modelos en ninguna de las dos muestras: Dχ2 (2,414) = 0,212 en la muestra 1 y Dχ2 (2,625) = 2,765 en la muestra 2, para un α de 0,05. Esto quiere decir que la relación AC añadida en el último modelo de mediación no aporta ninguna mejora en el ajuste respecto del modelo intermedio en el que esta relación no se consideraba. El modelo estimado se presenta en la figura 3 con los coeficientes b estandarizados y su probabilidad asociada.

 

 

Finalmente, podemos comparar la relación directa entre A y C del modelo de efectos directos (primer paso) y del modelo mediador (tercer paso). En efecto, hemos observado que en el modelo de efectos directos los coeficientes b de la relación directa (AC) eran significativos en ambas muestras, tanto entre el factor de Comunicación Abierta y el de Comportamiento Delictivo, como entre el de Problemas de Comunicación y el de Comportamiento Delictivo. Sin embargo, en el tercer modelo (ver figura 3), estas relaciones no son significativas en ningún caso. Es decir, de una relación directa significativa (modelo 1) pasamos a otra no significativa cuando incluimos en la ecuación los factores mediadores de la autoestima (modelo 3). Si atendemos a los signos de los coeficientes de relación observamos que se trata de tres efectos de mediación, dos de ellos con carácter de riesgo: por un lado, una comunicación abierta con los padres potencia las autoevaluaciones positivas del adolescente en todos los dominios de la autoestima, sin embargo los dominios social y físico potencian a su vez el comportamiento de tipo delictivo en el adolescente mientras que los dominios familiar y escolar lo protegen de implicarse en dicho comportamiento; por otro lado, tener problemas de comunicación con ambos padres influye negativa y significativamente en el factor Autoestima-Protección, de tal modo que se incrementa también el riesgo de implicarse en comportamientos delictivos.

 

DISCUSIÓN

En este estudio se ha analizado el papel mediador de la autoestima, evaluada desde una perspectiva multidimensional, en la relación entre la calidad de la comunicación entre padres e hijos y el comportamiento delictivo en adolescentes. Los resultados apoyan nuestras hipótesis de partida respecto de las relaciones entre comunicación, autoestima y comportamiento delictivo adolescente, excepto para el caso de la "Autoestima-Riesgo".

En primer lugar, los resultados apoyan la función mediadora de la autoestima y sugieren que la calidad de la comunicación entre padres e
hijos constituye un factor explicativo distal del comportamiento delictivo en la adolescencia. Este hallazgo es de gran interés ya que la identificación de un mediador entre variables estrechamente relacionadas elucida el mecanismo por el cual A (la comunicación familiar) influye en C (el comportamiento delictivo) (Baron & Kenny, 1986). En nuestro caso, el efecto mediador de la autoestima especifica cómo ocurre la influencia de la calidad de la comunicación familiar en el comportamiento delictivo del hijo adolescente a través de una influencia en la autoestima de éste.

Una buena comunicación con ambos padres (abierta, positiva, afectiva y satisfactoria) favorece la autoevaluación positiva del adolescente en todas las áreas de la autoestima, lo cual actúa como una protección respecto de su implicación en comportamientos de carácter delictivo (para el caso de las autoestimas familiar y escolar), y como un riesgo (para el caso de las autoestimas social y física). Este resultado confirma la importancia que tiene la calidad de la comunicación familiar en la configuración de los recursos de autoestima en los adolescentes y corrobora los ya encontrados por otros autores (DuBois et al.,1998; Harter, 1990; Fering & Taska, 1996). Al contrario, cuando la comunicación entre padres e hijos es problemática (negativa y cargada de críticas), mina la autoevaluación positiva del adolescente en las áreas familiar y escolar (autoestima de protección) y aumentan por tanto las probabilidades de que éste se implique en comportamientos delictivos. En nuestro estudio, esta conclusión no puede sostenerse para el caso de la autoestima social y física ya que los problemas de comunicación con ambos padres no presentan una relación significativa con el factor autoestima de riesgo y, por tanto, estas dimensiones de la autoestima no median la relación entre los problemas de comunicación del adolescente con los padres y el hecho de implicarse en comportamientos de tipo delictivo.

La ausencia de relación entre los problemas de comunicación familiar y las autoestimas social y física, se puede explicar desde los mismos procesos de desarrollo del autoconcepto durante la infancia y la adolescencia. Según la perspectiva del Interaccionismo Simbólico (Mead, 1934), la definición y evaluación del self se elaboran a partir de la continuidad de las interacciones con las personas próximas al individuo. Es decir, el individuo se evalúa en función de las reacciones (feedbacks) de los otros significativos. En la infancia, la familia constituye el principal contexto de interacción social: los padres son las principales fuentes de socialización y, en consecuencia, tienen un rol esencial en la constitución de la autoestima del niño. Sin embargo, el adolescente concede una importancia creciente a otros contextos sociales además del familiar, esencialmente al grupo de pares (Hartup, 1996). Si tenemos en cuenta la importancia que tiene el grupo de iguales en la determinación de la autoevaluación social (capacidad para hacer amigos y aceptación en el grupo) y física (construida fundamentalmente a partir de las reacciones de los otros en relación con la propia imagen corporal) durante la adolescencia, es plausible pensar que estos dos tipos de autoestima no sean tan dependientes del feedback recibido de los padres y, por tanto, se configuren preferentemente a partir de otras relaciones interpersonales fundamentales como son los iguales (Musitu & Herrero, 2003). Sería interesante en futuros estudios analizar el peso específico que las relaciones con los iguales tienen, frente a las relaciones con los padres, en la configuración de estos dos tipos de autoestima.

En segundo lugar, nuestros resultados confirman la necesidad de diferenciar entre las distintas dimensiones de la autoestima cuando se pretende analizar su influencia en los comportamientos delictivos en adolescentes. De acuerdo con las hipótesis e partida, las dimensiones de la autoestima no tienen un efecto homogéneo en el comportamiento delictivo. Los resultados muestran un efecto de protección de la autoestima familiar y escolar, lo que corrobora la idea apuntada por Gottfredson y Hirschi (1990) de que los dominios familiar y escolar son esenciales en la prevención de la delincuencia, probablemente porque ambos contextos se relacionan con la capacidad del adolescente de respetar las normas de vida colectiva establecidas por figuras de autoridad (padres y profesores). También se ha observado un efecto de riesgo ligado a las autoestimas física y social. Este último resultado pone en tela de juicio la imagen tradicional de la autoestima como un recurso psicosocial que induce necesariamente a comportamientos ajustados y adaptativos (Bandura, 1997; Taylor & Brown, 1994). Además, nuestros resultados corroboran los encontrados por otros autores (Baumeister et al., 2000; Brendgen et al., 2002) que señalan que los adolescentes implicados en comportamientos antisociales presentan una sobreevaluación en el área social: tienen una percepción demasiado elevada de su capacidad para hacer amigos y sobreestiman el número de amigos que tienen.

Podemos interrogarnos sobre las razones por las cuales estas dos dimensiones de la autoestima tienen una relación con la implicación de los adolescentes en comportamientos de tipo delictivo. La respuesta sigue un razonamiento análogo al expresado anteriormente: se trata de dos autopercepciones que se construyen principalmente en el contexto de las interacciones con los pares y es, en este contexto, donde tienen lugar la mayor parte de los comportamientos delictivos en la adolescencia (Deptula & Cohen, 2004; Reitz, Dekovic & Meijer, 2002). Según Brendgen et al. (2004), se puede acudir a dos explicaciones diferentes: (1) se podría pensar en un mecanismo de autoedefensa, de tal modo que los adolescentes que sobreestiman su competencia social mostrarían una tendencia a responder de forma antisocial (agresiva o conflictiva) cuando perciben del grupo de pares feedbacks negativos e inconsistentes con esa autopercepción y así no tener que reevaluar sus competencias sociales; y (2) podría tratarse de un efecto de refuerzo del comportamiento ya que, en los procesos de grupo durante la adolescencia, aquellos adolescentes que tienen una mayor autoestima social y física podrían beneficiarse de una mayor popularidad en el grupo y, este estatus, puede reforzarse entre los pares a través de comportamientos que manifiestan una oposición a las normas sociales. De hecho, según Hawley y Vaughn (2003), los alumnos que se implican en comportamientos antisociales son a menudo figuras importantes en el grupo de iguales y se benefician de una buena aceptación social por sus camaradas. En este sentido, parece que el comportamiento trasgresor (a niveles no criminales) en este periodo de la vida puede ser normativo y positivo para el ajuste social de ciertos adolescentes (Little, Brauner, Jones, Nock & Hawley, 2003; Moffit, 1993).

Algunas consideraciones metodológicas apoyan la generalidad de estos resultados. En primer lugar, el valor de los índices de ajuste de los modelos de ecuaciones estructurales calculados es elevado y, por tanto, es plausible concluir que el modelo de relaciones entre las variables evaluadas en este estudio es válido en la población general. En segundo lugar, la replicación del modelo en dos muestras independientes, con participantes de diferente procedencia geográfica y de diferentes edades, aumenta la validez externa de los resultados y refuerza la pertinencia de las conclusiones para todas las etapas de la adolescencia (temprana, media y tardía).

Sin embargo, el presente estudio presenta algunas limitaciones que es necesario señalar. Por un lado, el carácter transversal de la investigación no permite interpretar los resultados en términos de causalidad. Es previsible que otros modelos calculados a partir de datos con carácter longitudinal permitirían mejorar la comprensión de las relaciones aquí analizadas y establecer una mediación con mayor precisión. Por otro lado, este estudio únicamente incluye el punto de vista de los adolescentes a través de medidas de autoinforme. La percepción de los padres sobre la comunicación con sus hijos podrían ser de gran utilidad; sin embargo, en relación con las auto-evaluaciones en comportamiento delictivo, investigaciones recientes han confirmado la fiabilidad del autoinforme frente a las informaciones obtenidas de los padres (Flisher, Evans, Muller & Lombard, 2004; Ritakallio, Kaltiala-Heino, Kivivuori & Rimpelä, 2005). Finalmente, puesto que el procedimiento de selección muestral ha sido no aleatorio, sería necesario replicar este estudio en muestras seleccionadas aleatoriamente de la población de adolescentes españoles y de otros contextos culturales con el fin de incrementar la validez y confianza en los resultados obtenidos.

A pesar de estas limitaciones, el presente estudio ofrece resultados interesantes para la comprensión de las relaciones entre las variables objeto de estudio. Por un lado, se ha mostrado que la influencia del contexto familiar en la implicación del hijo en comportamientos delictivos durante la adolescencia es indirecta, a través de un efecto mediador de la autoestima del adolescente. Este resultado permite iniciar explicaciones acerca de qué modo la calidad de la comunicación entre padres e hijos puede influir en el comportamiento de los adolescentes, en este caso influyendo inicialmente en las autovaloraciones del self. Por otro lado, se ha confirmado la importancia de adoptar un punto de vista multidimensional de la autoestima cuando se pretende analizar los factores de riesgo y protección del comportamiento delictivo en adolescentes pertenecientes a contextos culturales no anglosajones. En este sentido, parece que también en nuestro contexto cultural determinadas dimensiones de la autoestima pueden estar sobrevaloradas en adolescentes que muestran problemas de comportamiento y estos resultados corroboran la idea de que la mejora de la autoestima en todas sus dimensiones podría no ser la mejor estrategia en la prevención de los comportamientos antisociales en adolescentes tanto anglosajones (David & Kistner, 2000) como españoles. A partir de los resultados obtenidos en este estudio podemos mostrar acuerdo con Pfeiffer (2004) cuando señala que en el contexto de la prevención de comportamientos delictivos, sería necesario ayudar a los adolescentes a mejorar su autoestima pero de un modo ajustado, es decir, realista y adaptativo.

 

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Recepción: Septiembre, 2005
Aceptación final: Febrero, 2007

 

 

1 Investigación SEJ2004-01742 subvencionada por el Ministerio de Educación y Ciencia de España y cofinanciada por la Dirección General de Investigación y Transferencia Tecnológica de la Consejería de Empresa, Universidad y Ciencia de Valencia.
2 Correspondencia: Teresa Jiménez, Departamento de Psicología Social, 21, Av. Blasco Ibáñez, 46010 Valencia, España. Correo electrónico: teresa.jimenez@uv.es