SciELO - Scientific Electronic Library Online

 
vol.39 issue3Ethics and gender in the writings of psychology pioneers in the United States and ChilePsychological symptoms, emotional climate, culture, and psychosocial factors in prisions author indexsubject indexarticles search
Home Pagealphabetic serial listing  

Revista Latinoamericana de Psicología

Print version ISSN 0120-0534

Rev. Latinoam. Psicol. vol.39 no.3 Bogotá Dec. 2007

 

ARTÍCULOS

 

Adaptación argentina de un inventario para medir identidad de rol de género1

 

Argentine adaptation of an inventory to measure gender-role identity

 

 

Verónica C. Vega2

Universidad de Buenos Aires, Argentina

 

 


ABSTRACT

The aim of the work was to adapt the Bem Sex-Role Inventory (Bem, 1974) to an argentine adolescent population. The original version was translated to Spanish, and was self-administered to 434 adolescents (both sexes, 13-20 years old), pupils of Public High Schools of Buenos Aires, Argentina. Scores were obtained and each subject was classified according Bem´s methods. Nearly 40% of the sample identified themselves with stereotypes for their own gender. Boys integrated their feminine modalities easier than girls their masculine behaviors. When comparing results with Bem's, I corroborated cross-cultural studies indicating that Latin-American countries privilege stereotypically feminine behaviors. Results may suggest a better interpersonal harmony and greater caring for others over individual benefits in Latin-American countries.

Keywords: Gender, Adolescence, Androgyny.


RESUMEN

Se tradujo al castellano la versión original del Cuestionario Bem Sex Role Inventory (Bem, 1974) y se lo adaptó a población adolescente argentina. El instrumento fue autoadministrado por 434 alumnos (13-20 años) de Escuelas Públicas de Buenos Aires, Argentina. Se obtuvieron los baremos y se clasificó cada sujeto según los métodos de Bem. Alrededor del 40% de la muestra se identificó con estereotipos sociales del propio género. Los varones integraron sus características femeninas más fácilmente que las mujeres sus comportamientos masculinos. Comparando los resultados con los obtenidos por Bem, se confirmaron estudios transculturales que indican que los países latinoamericanos privilegian comportamientos estereotipadamente femeninos, evidenciando una mejor armonía interpersonal y un privilegio por el cuidado del otro por sobre los beneficios individuales.

Palabras clave: Género, Adolescencia, Androginia.


 

 

INTRODUCCIÓN

Cada sociedad considera que ciertos atributos son estereotipadamente femeninos o masculinos, expresando de esta manera una ideología determinada sobre los roles de género. Person y Ovesey (1983) denominaron al conjunto de comportamientos propios de cada género a través de los cuales hombres y mujeres se diferencian: "identidad de rol genérico". Se trata de un fenómeno complejo en el que intervienen una amplia gama de variables, como las características psicológicas individuales, la estructura anatómica del individuo, las pautas educacionales y culturales vinculadas a valores, prescripciones y mandatos, así como los discursos que indican una socialización diferencial de varones y mujeres.

Tradicionalmente la masculinidad y la feminidad han sido conceptualizadas como extremos opuestos en una dimensión bipolar que ubica a un individuo de lado u otro de la clasificación dicotómica (Bem, 1981). En función de ello, Bem (1974) fundamenta la necesidad de construir un instrumento que indague identidad de género mediante categorías más abarcativas que den cuenta de una posible integración de aspectos menos estereotipados y por ende más saludables en un sujeto. Así diseña en 1974 el Bem Sex Role Inventory (BSRI) con el objeto de indagar empíricamente el concepto de "androginidad psicológica", definida como la integración intrasubjetiva de aspectos femeninos y masculinos. La categoría de andrógino en la dimensión de género no es un híbrido psicológico que se ubica a mitad de camino entre la masculinidad y la feminidad extremas. Se trata de aquel individuo que posee cualidades masculinas y femeninas bien definidas y que las utiliza como recursos psíquicos que le permiten funcionar de una manera más saludable y menos rígida. De esta manera, el constructo de Bem, amplía el concepto de género a una dimensión más flexible de la transmisión social permitiendo integrar aspectos femeninos y masculinos sin afectar el sentimiento de la propia identidad de rol de género.

Diversos estudios actuales han hallado que existe una asociación positiva entre la identidad de género estereotipadamente femenina -medida con el Bem Sex Role Inventory- y la tendencia a padecer un trastorno de la conducta alimentaria. Utilizando dicho instrumento, investigadores como Behar, de la Barrera y Michelotti (2001, 2002, 2003); Hepp, Spindler y Milos (2005); Klingenspor (2002); Meyer, Blisset y Oldfield (2001) hallaron que las pacientes con trastornos de la conducta alimentaria se identifican con una identidad de género estereotipadamente femenina en el BSRI, mientras que aquellas que conformaron los diversos grupos control de las distintas investigaciones lo hacían con las categorías andrógino o indiferenciado del mismo instrumento. Los resultados corroboraron la teoría de Bem (1974, 1981) dado que aquellos grupos control que poseían mayor flexibilidad y mejores elementos adaptativos para enfrentar determinadas circunstancias difíciles eran los que se identificaban como andróginos. Por otra parte, se sabe que las auto-concepciones de hombres y mujeres en lo que respecta a la masculinidad y feminidad muestran cambios históricos e influencias socioculturales. Un meta-análisis de estudios realizados con muestras norteamericanas de 1970 a 1995 ha encontrado un aumento en la escala de masculinidad y pocos cambios temporales en la escala de feminidad tanto en las mujeres como en los hombres. De hecho, se registró que dicho aumento fue más fuerte en las mujeres que en los hombres (Twenge, 1997). En relación con las diferencias culturales, los resultados no presentan un modelo unánime. Algunos estudios indican que en las culturas asiático tradicionales y en las africanas las diferencias de género podrían ser más bajas que en las culturas occidentales (Fiske, Markus, Kitayama & Nisbett, 1998; Okeke, Draguns, Sheku & Allen, 1999). Otros estudios sugieren la existencia de una feminidad más alta en los países y muestras colectivistas, como asiáticos o latinoamericanos (Damji & Lee, 1995; Hofstede, 2001 citado en Moya, Páez, Glick, Fernández Sedano & Poeschl, (2001)). Los estudios transculturales han proporcionado apoyo mixto acerca de la validez del BSRI como indicador de masculinidad y feminidad en una gama amplia de culturas. Algunos estudios que investigan su fiabilidad confirman que la escala tiene una consistencia interna alta con participantes de EE.UU., China, India, Malasia y asiáticos-musulmanes (Damji & Lee, 1995). También se han encontrado índices de fiabilidad satisfactorios en las versiones del BSRI en japonés, alemán, árabe, italiano (Lenney, 1991), francés, portugués y español (Amancio, 1993; Lorenzi-Cioldi, 1993; Moya, 1993 citado en Moya, Páez, Glick, et al., 2001).

Partiendo de la evidencia anteriormente señalada en la cual distintas investigaciones hallaron que existe una asociación positiva entre la identidad de género femenina (medida con el BSRI) y la presencia de trastornos de la conducta alimentaria, y debido a que la Argentina es un país con una alta prevalencia de adolescentes con dichos trastornos (Quiroga, Zonis & Zukerfeld, 1998; Vega, 2004; Vega & Quiroga, 2003) se considera necesario contar con un instrumento adaptado y validado en población adolescente argentina que permita identificar población con alta vulnerabilidad a dichos trastornos a través de la medición del tipo de identidad de género. Al mismo tiempo, se sometería a prueba empírica el hallazgo de los estudios transculturales que afirman que las sociedades latinoamericanas tienden a identificarse más fácilmente con aspectos femeninos

Los objetivos del siguiente trabajo fueron adaptar y validar el Cuestionario Bem Sex Role Inventory de Sandra Bem (1974) en adolescentes argentinos.

 

MÉTODO

Participantes

La muestra del estudio estuvo formada por 434 adolescentes alumnos de Escuelas Públicas de Educación General Básica y Ciclo Polimodal del Distrito Avellaneda, Provincia de Buenos Aires, Argentina. De ellos, 167 son varones (el 38,5%) y 267 son mujeres (el 61,5%). La media de edad se sitúa en 15,92 años y una desviación típica de 1,433 (rango 13-20).

Diseño y procedimiento

Se tradujo la versión original de 60 ítemes del Bem Sex Role Inventory (BSRI) mediante el método de retrotraducción (inglés-castellano-inglés) hasta lograr una coincidencia del 80% entre ambas versiones. Durante el mes de septiembre de 2003, se concurrió a dos Escuelas Públicas de Educación General Básica y Ciclo Polimodal del Distrito Avellaneda, Provincia de Buenos Aires, Argentina y se aplicó dicha traducción en forma auto-administrada y grupal a los alumnos presentes que contaban con el consentimiento informado firmado por sus padres y que tenían entre 13 y 20 años de edad (7 sujetos por cada ítem del BSRI), obteniendo una muestra de 434 sujetos de ambos sexos. Se les aseguró a los participantes la confidencialidad de la información proporcionada. El cuestionario tiene como único encabezamiento "Bem Inventory" para reducir la posibilidad de respuestas influidas por el conocimiento o deducción del propósito de las escalas. Concretamente los participantes debían leer el listado de 60 adjetivos del BSRI e indicar en una escala Likert el grado de identificación con cada adjetivo del listado (1=nunca o casi nunca y 7= siempre o casi siempre). Las preguntas de comprensión de los adjetivos que surgieron durante la administración fueron respondidas de manera neutral, en un lenguaje coloquial y en voz alta. La duración de la auto-administración del BSRI fue de 40 minutos aproximadamente.

Instrumento

El BSRI es un cuestionario autodescriptivo que presenta en su versión original una lista de 60 adjetivos de los cuales 20 corresponden a estereotipos culturales de rasgos femeninos (p.ej., afectuoso, sensible a las necesidades de los demás, tierno, que ama a los niños), 20 corresponden a rasgos estereotipadamente masculinos (p.ej., ambicioso, independiente, enérgico, asertivo) y los 20 restantes son neutros (p.ej., feliz, malhumorado, confiable, celoso). El sujeto debe responder en una escala Likert de 7 puntos el grado de identificación de sí mismo con cada una de las 60 características que se le presentan. La escala va desde el 1= nunca o casi nunca al 7= siempre o casi siempre y se encuentra escrita sobre cada categoría de la escala. Bem recomienda utilizar el método de la mediana para clasificar a los sujetos. En dicho método se obtienen los valores brutos del sujeto en masculinidad y feminidad sumando todos los valores asignados a los atributos de cada escala y dividiendo por la cantidad de atributos de la escala (n= 20). En caso de que el sujeto no asignara un valor a algún ítem, se deberá restar la cantidad de ítemes sin responder. En función de las respuestas, cada sujeto obtiene dos puntajes brutos independientes (uno en la escala de masculinidad y otro en la escala de feminidad). A partir de ellos se halla la tipología de género correspondiente al sujeto según 4 categorías posibles: femenino, masculino, indiferenciado o andrógino. La categoría femenino refleja a individuos cuyas actitudes y comportamientos se ajustan a las definiciones culturales estereotipadas para tal género. Un individuo resulta clasificado como femenino si el valor bruto obtenido en la escala feminidad supera a la mediana para su sexo y grupo de edad -y al mismo tiempo, el de la escala masculinidad es inferior o igual a la mediana para su sexo y grupo de edad. Para que un sujeto sea categorizado como masculino debe suceder lo inverso, debiendo ser su valor bruto en la escala de masculinidad mayor a la mediana para su sexo y grupo de edad y simultáneamente el obtenido en la escala de feminidad menor o igual a la mediana. Un sujeto es clasificado de andrógino cuando el valor bruto obtenido en ambas escalas (feminidad y masculinidad) es superior a la mediana para su sexo y grupo de edad. Los sujetos andróginos se sienten reflejados en rasgos de ambos géneros más allá de las pautas culturales, sin por ello sentirse cuestionados en su identidad de género. Estos individuos tienden a ser psicológicamente más saludables, pueden seleccionar el comportamiento más acorde a los requerimientos de cada situación y desarrollan un mejor autoconcepto, autoestima y autoeficacia. La androginidad es un buen indicador de ajuste social en la adultez. Son sujetos más plásticos y flexibles que los anteriores. Finalmente, los sujetos clasificados como indiferenciados reflejan débiles identificaciones con las características de ambos géneros y son aquellos que han obtenido valores brutos inferiores a la mediana en cada escala.

 

RESULTADOS

Utilizando el método de clasificación de la mediana (Bem, 1981) los resultados obtenidos mostraron que el 42% de las adolescentes mujeres de la muestra argentina se identificó a sí misma como femenina, seguida por un 26% que resultaron clasificadas en la categoría de indiferenciada, un 19,7% de mujeres clasificadas en la categoría de andróginos y un 12,3% en la de masculinas. Ello significa conductualmente que casi la mitad de las adolescentes de la muestra resalta las características que tradicional y estereotipadamente una sociedad adjudica al sexo femenino; o bien, en segunda instancia, prefiere poseer identificaciones débiles con los roles de género antes que sentirse identificada con características socialmente masculinas. Ello da como resultado que las dos categorías que implican un grado de aceptación de atributos masculinos (la categoría de andrógino y la de masculino) fueran las que menor grado de elección tuvieron por parte de las mujeres. En cuanto a los adolescentes varones de la muestra argentina, también se identificaron en primera instancia con el rol de género que corresponde a su sexo biológico (masculino: 37%), aunque luego -a diferencia de las mujeres- aceptaron rasgos del otro sexo siguiendo así un 28,5% sujetos clasificados de andróginos, posteriormente un 25,5% de indiferenciados y finalmente un 9,1% de varones clasificados como femeninos. Por lo tanto, a los adolescentes varones argentinos les resulta más sencillo aceptar rasgos femeninos (incluidos en la categoría de andrógino), que a las chicas aceptar como propios roles que socialmente son considerados masculinos (p = .046), (véase Tabla 1). Concordantemente, al analizar las escalas masculinidad y feminidad que componen el BSRI, los valores obtenidos por las mujeres en la Escala Femineidad fueron superiores a los de los varones (t=6.06) y los valores de los varones en la escala Masculinidad fueron superiores a los obtenidos por las mujeres en la misma escala (t=8.25). Esto será retomado en el siguiente punto como elemento de validación teórica de la adaptación del constructo. En este sentido, dicho resultado es interpretado como un indicador conductual de la necesidad que tienen los adolescentes por asumir roles sociales estereotipados para su propio género en un proceso paulatino de inserción social y de consolidación de una identidad de género definitiva.

 

 

Por su parte, Bem halló en la muestra con estudiantes universitarios de Stanford que el 39% de las mujeres eran clasificadas como femeninas, un 30% de andróginas, seguidas de un 18% de indiferenciadas y un 12% de masculinas. Al realizar una comparación entre las adolescentes argentinas y las norteamericanas (ver Tabla 2), se puede notar que las adolescentes norteamericanas tienden a aceptar roles masculinos (30% andróginas y 12% masculinas) con mayor facilidad que las argentinas (19,7% andróginas y 12,3% masculinas), lo cual indica conductualmente que las adolescentes argentinas son más estereotipadas en su identidad de rol femenino que sus pares norteamericanas. En cuanto a la población masculina, Bem informó que el 42% de los varones americanos eran masculinos , un 20% eran andróginos, un 27% eran indiferenciados y un 12 % eran clasificados como femeninos. La secuencia descripta es la misma que la hallada en la muestra argentina (ver Tabla 3).

 

 

 

Confiabilidad y Validez

Con los datos obtenidos se analizó la confiabilidad del instrumento mediante el coeficiente Alpha de Cronbach. Se obtuvo tal coeficiente para las categorías de femineidad y masculinidad en varones y mujeres. La consistencia interna resultó satisfactoria (ver Tabla 4). Asimismo, se analizó la correlación de cada ítem con ambas escalas, para corroborar que pertenecieran a la escala apropiada.

 

 

Se obtuvieron los coeficientes de correlación para cada ítem de la adaptación del cuestionario original con ambas escalas (masculinidad y feminidad) con el objeto de constatar o refutar que en la muestra argentina, pertenecieran efectivamente a la misma escala que en la muestra norteamericana (ver Tabla 5.). Tal como se esperaba, los ítemes femeninos presentan mayor coeficiente de correlación con el valor obtenido en la escala femineidad. Los ítemes 50, 53 y 56, fueron las excepciones a dicha escala. Por lo tanto, en la muestra argentina los adjetivos: "crédulo", "infantil" y "que no usa lenguaje vulgar", correlacionaron más con la escala masculinidad. Se realizó el mismo procedimiento para con los ítemes masculinos (véase Tabla 6). Respecto de éstos, se puede observar que los ítemes 19 ("dispuesto a arriesgarse") y 37 ("analítico") no presentaron un coeficiente de correlación muy distinto en ambas escalas, por lo que se podrían considerar neutros y no masculinos. Es decir que las adolescentes argentinas se consideran tan arriesgadas y analíticas como los varones, siendo ésta una diferencia con la sociedad norteamericana. Sin embargo, dado que eliminarlos o reemplazarlos alteraría sustancialmente el instrumento original, se decidió conservarlos en la escala masculinidad.

 

 

 

DISCUSIÓN

Con el objeto de obtener un instrumento que permita estudiar identidad de género en adolescentes argentinos se adaptó el instrumento BSRI y se lo administró a una muestra de 434 adolescentes de ambos sexos comprendidos entre los 13 y los 20 años (media de edad: 15,92 y desviación típica: 1,433). Los resultados obtenidos indicaron que alrededor del 40% de los adolescentes de la muestra, se identificó con los estereotipos sociales para su propio género. De ello se infiere que los adolescentes se identificaron más con lo que socialmente se espera de ellos, que con la posibilidad de integrar aspectos socialmente considerados del otro género. Esto concuerda con las teorías que sostienen que durante la adolescencia la estereotipia sobre el género permite la construcción paulatina de una identidad, con sus consecuentes identificaciones y que a ello se debe que los adolescentes se agrupen con pares del mismo sexo (Blos, 1981; Erikson, 1968; Quiroga 1997; Ubillos & Navarro, 2004).

El mayor porcentaje de las mujeres de la muestra se ubicó en la clase femenina y el mayor porcentaje de varones lo hizo en la clase masculina. Ello podría deberse a la necesidad de asumir roles sociales estereotipados en su propio género, como resultado de una pauta identificatoria típica de las primeras subfases de la adolescencia. Sin embargo, al indagar la "androginia" (posibilidad de integrar aspectos del otro género) existe una diferencia significativa (p = .046) entre los varones y las mujeres argentinos. A los varones argentinos les resulta más sencillo integrar aspectos femeninos (andrógino: 28,5%), que a las mujeres considerar como propios ciertos aspectos masculinos (andrógino: 19,7%). Esta diferencia podría deberse a una pauta de nuestra cultura, que considera socialmente negativo que una mujer tenga características "masculinas", mientras no sucede lo mismo cuando es el hombre el que presenta características del otro género. Recordemos que las características femeninas del BSRI se refieren a cualidades que se relacionan con la expresión de los afectos: "afectuoso", "tierno", "sensible a las necesidades de los demás", "comprensivo", etc; mientras que algunas de las características masculinas del BSRI son "agresivo", "enérgico", "individualista", "dominante" etc. Por lo tanto, se podría inferir que, en nuestra sociedad, un adolescente varón puede expresar sus afectos y ser tierno y cariñoso sin que ello implique una renuncia a su masculinidad, mientras que en las mujeres argentinas el hecho de ser agresivas, dominantes ó enérgicas las descalifica como "femeninas", ya que parece ser que socialmente femineidad se asocia a docilidad y sumisión. Ahora bien, la observación de que los varones argentinos integran más fácilmente los aspectos del otro género, que sus pares femeninas, también nos interesa a los fines de conocer si sucede lo mismo en la muestra masculina norteamericana. Ello permitiría conocer si la diferencia es entre géneros (masculino/femenino); es decir si se mantiene la misma observación en la muestra norteamericana o bien si se trata de una diferencia cultural (argentina/EEUU) que hace que los varones argentinos sean más expresivos que sus pares norteamericanos. Al estudiar a la población masculina de ambas muestras, hallamos que las discrepancias se ubican en las categorías de femenino, masculino y neutro. Los resultados obtenidos en la muestra argentina -indican que los adolescentes argentinos se consideran menos femeninos, menos masculinos y más andróginos que los norteamericanos (andrógino: 28,5% y 20% respectivamente).Al mismo tiempo los ítemes "crédulo", "infantil" y "que no usa lenguaje vulgar", agrupados en la escala de femineidad en el instrumento original; no correlacionaron con dicha escala, sino con la de masculinidad; lo que podría indicar que los varones argentinos tienen más incorporados a su personalidad ciertos aspectos que en la sociedad norteamericana se consideran privativos de las mujeres.

Todos estos elementos podrían corroborar estudios previos (Fernández, Alvarez, Velasquez & Ruiz, 2002; Páez & Fernández, 2004; Zubieta, Fernández, Vergara, Martínez & Candia, 1998) en los cuales se ha afirmado que los países latinoamericanos privilegian comportamientos ligados a patrones estereotipadamente femeninos, lo cual indica una mayor pertenencia a una cultura en la cual la armonía interpersonal, el cuidado por el más débil y las relaciones comunales son privilegiadas por sobre la instrumentalidad y los logros individuales.

En países como Chile, Costa Rica, Holanda y Escandinavia también se han hallado altos índices de femineidad por lo cual son considerados poco competitivos y más permisivos (Páez & Fernández, 2004). En estos países los varones no se sienten presionados a responder machistamente para ser considerados valiosos.

Así, a pesar de la segregación de género más elevada, los habitantes de latinoamericanos, valoran más el comportamiento social femenino (tanto en hombres como en mujeres), mientras que otros estudios sugieren la existencia de niveles más altos de masculinidad en los países individualistas (Basow, 1986; Sugihara & Katsurada, 1999).

Esta hipótesis ha sido corroborada en nuestra muestra ya que al estudiar ambas muestras (argentina y norteamericana) en cuanto a las diferencias de medias, se advierten diferencias significativas en la escala masculinidad, tanto en hombres como en mujeres; siendo las medias de la muestra argentina más bajas en masculinidad que las informadas por Bem en la muestra norteamericana.

En este sentido, interpretamos que la mayor plasticidad de los varones argentinos para integrar sus aspectos femeninos puede ser considerada como la consecuencia de pertenecer a un país colectivista y más femenino que EEUU.

Si se comparan los resultados en las muestras femeninas argentina y norteamericana, se puede observar que existe entre ambas poblaciones una diferencia en las clases neutro e indiferenciado. En la muestra norteamericana es mayor la cantidad de mujeres andróginas (30%) que en la muestra argentina (19,7%), mientras que en la muestra argentina es mayor la cantidad de mujeres indiferenciadas (26%) que en la muestra norteamericana (18%). Probablemente, la diferencia de porcentajes se debe a que la muestra norteamericana incluye a adolescentes tardías (universitarias), fase en la cual hay una mayor definición de la identidad sexual y del género, y por lo tanto, existe también una mayor posibilidad de identificarse con rasgos socialmente considerados del otro género (androginia).

Por otra parte, recordemos que la categoría de sujetos "indiferenciados" se refería a una debilidad en las identificaciones con ambos sexos y que, tal como se expuso las adolescentes de la muestra (media de edad: 15,92) se caracterizan por identificaciones transitorias, lo cual probablemente hace que se hayan ubicado en valores bajos de la escala en las 60 características presentadas.

 

REFERENCIAS

Amancio, L. (1993). Stereotypes as ideologies: the case of gender categories. Revista de Psicología Social, 8,163-170.        [ Links ]

Basow, S.A. (1986). Correlates of Sex Typing in Fiji. Psychology of Women Quarterly, 10, 429-442.        [ Links ]

Behar, R., de la Barrera, M. & Michelotti, J. (2001). Identidad de género y trastornos de la conducta alimentaria. Revista Médica de Chile, 129(9),1003-1011.        [ Links ]

Behar, R., de la Barrera, M. & Michelotti, J. (2002). Feminidad, masculinidad, androginidad y trastornos del hábito del comer. Revista Médica de Chile, 130 (9), 964-975.        [ Links ]

Behar, R., de la Barrera, M. & Michelotti, J. (2003). Características clínicas e identidad genérica en subtipos de trastornos de la conducta alimentaria. Revista Médica de Chile, 131 (7), 748-758.        [ Links ]

Bem, S.L. (1974). The measurement of psychological androgyny. Journal of Consulting and Clinical Psychology, 42(2), 155-162.        [ Links ]

Bem, S.L. (1981). The Bem Sex Role Inventory. Menlo Park, CA: Mind Garden.        [ Links ]

Blos, P. (1981). Psicoanálisis de la adolescencia (3ª ed.). México: Editorial Joaquín Mortiz.        [ Links ]

Damji, T. & Lee, C.M. (1995). Gender role identity and perceptions of Ismaili Muslim men and women. Journal of Social Psychology, 135, 215-223.        [ Links ]

Erikson, E. (1968). Identidad, juventud y crisis. Buenos Aires: Paidós.        [ Links ]

Fernández, I., Alvarez, J., Velásquez, A.S. & Ruiz, J. (2002). Actitudes, autoconceptos y expresión emocional en América. Sociotam, Revista de Ciencias Sociales y Humanidades, 12, 63-74.        [ Links ]

Fiske, A.P., Markus, H.R., Kitayama, S. & Nisbett, R.E. (1998). The Cultural Matrix of Social Psychology. En, D. Gilbert, S.T. Fiske & G. Lindzey (Eds.) Handbook of social psychology (pp-915-981) Boston: McGraw-Hill.        [ Links ]

Hepp, U., Spindler, A & Millos, G. (2005). Eating disorder symptomatology and gender role orientation. International Journal of Eating Disorders, 37(3), 227-233.        [ Links ]

Klingenspor, B. (2002). Gender related self-discrepancies and bulimic eating behavior. Sex Roles A Journal of Research, 14, 51-58.        [ Links ]

Lenney, L. (1991). Sex roles: the measurement of masculinity, femininity and androgyny. En, J.P. Robinson, P.R. Shaver & L.S. Wrigstman (Eds.). Measures of personality and social psychological attitudes v.1. San Diego: Academic Press.        [ Links ]

Lorenzi Cioldi, F. (1993). Aprés les genres: L'androgynie. Revista de Psicología Social, 8 (2), 153-162.        [ Links ]

Meyer, C., Blisset, J. & Oldfield,C. (2001). Sexual orientation and eating psychopathology: the role of masculinity and femininity. International Journal of Eating Disorders, 29 (3), 314-318.        [ Links ]

Moya, M., Páez, D., Glick, P., Fernández Sedano, I. & Poeschl, G. (2001, Diciembre). Sexismo, masculinidad-feminidad y factores culturales. Revista Electrónica de motivación y emoción 4 (8/9). Extraido el 12 Diciembre, 2005 de http://reme.uji.es.        [ Links ]

Okeke, B.I., Draguns, J.G., Sheku, B. & Allen, W. (1999). Culture, self, and personality in Africa. En, Y.T. Lee, C.R, Mc.Cauley & J.G. Draguns (Eds.). Personality and person perception across cultures (pp. 139-162). Mahawh, NJ: Lawrence Erlbaum.        [ Links ]

Páez, D. & Fernández, I. (2004). Masculinidad-Femineidad como dimensión cultural y del autoconcepto. En, D. Paez, I. Fernandez, S. Ubillos & E. Zubieta (Coord). Psicología Social, Cultura y Educación (pp.196-223). Madrid: Pearson.        [ Links ]

Person, E. & Ovesey, L. (1983). Psychoanalytic Theory of Gender Identity, Journal of the American Academy of Psychoanalysis, 11, 203-225.        [ Links ]

Quiroga, S.E. (1997). Adolescencia: del goce orgánico al hallazgo de objeto. Buenos Aires:Secretaria de Cultura, Publicaciones Facultad de Psicología UBA.        [ Links ]

Quiroga, S., Zonis, R. & Zukerfeld, R. (1998). Conductas alimentarias y factores psicopatológicos en mujeres ingresantes en la Universidad de Bs.As. Revista del Instituto de Investigaciones de la Facultad de Psicología de la Universidad de Buenos Aires, 3, 113-35.        [ Links ]

Sugihara, Y. & Katsurada, E. (1999). Masculinity and femininity in japanese culture. A pilot study. Sex Roles, 40(7/8), 635-646.        [ Links ]

Twenge, J. (1997). Changes in masculine and feminine traits over time: A meta-analysis. Sex Roles, 36(5/6), 305-325.        [ Links ]

Ubillos, S. & Navarro, E. (2004). Adolescencia y Educación Sexual. En, D. Paez, I. Fernandez, S.Ubillos & E. Zubieta (Coord). Psicología Social, Cultura y Educación (pp.226-259). Madrid: Pearson.        [ Links ]

Vega, V. (2004). Epidemiología de los Trastornos de la Conducta Alimentaria (TCA) en población escolar adolescente. Memorias de las XI Jornadas de Investigación de la Facultad de Psicología de la UBA. Psicología, sociedad y cultura, 1, 94-95.        [ Links ]

Vega, V. & Quiroga, S. (2003). Trastornos alimentarios e Imagen Corporal en mujeres adolescentes. Memorias de las X Jornadas de Investigación de la Facultad de Psicología de la Universidad de Buenos Aires, "Salud, Educación, Justicia y Trabajo. Aportes de la investigación en Psicología" 1, 113-115.        [ Links ]

Zubieta, E., Fernández, I., Vergara, A.I., Martínez, M.D. & Candia, L. (1998). Cultura y emoción en América. Boletín de Psicología, 61, 65-89.        [ Links ]

 

 

Recepción: Enero, 2006
Aceptación final: Marzo, 2007

 

 

1Esta investigación formó parte de una Beca de Doctorado de la Universidad de Buenos Aires. (UBACyT) al proyecto Conducta Sexual y Género en adolescentes mujeres con Trastornos de la Conducta Alimentaria. Deseo agradecer especialmente la generosidad y la permanente ayuda de la Dra. María Cristina Richaud de Minzi (CIIPME-CONICET), quien me asesoró y guió en el análisis estadístico realizado.
2Correspondencia: Verónica Vega. Facultad de Psicología, Universidad de Buenos Aires, Argentina. Correo electrónico: vvega@psi.uba.ar