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Revista Latinoamericana de Psicología

versão impressa ISSN 0120-0534

Rev. Latinoam. Psicol. v.39 n.3 Bogotá dez. 2007

 

LIBROS

 

José Manuel Andreu

Universidad Complutense de Madrid, España

 

 

Renfrew, J. W. (2006). Agresión. Naturaleza y control. Madrid: Síntesis, pp. 240.

Me resulta especialmente grato presentar a los lectores una reseña de este libro dedicado a la agresión, su naturaleza y control. En primer lugar, por el aprecio intelectual y personal que tengo sobre su autor, John W. Renfrew: intelectual, dado el profundo reconocimiento que merece su reconocida y dilatada labor en la investigación experimental de la agresión; y personal, dada la sincera amistad que nos une, cultivada desde hace un decenio, con motivo de los diversos Congresos Mundiales sobre Agresión, organizados por la International Society for Research on Aggression, en los que hemos coincidido, y de mi breve estancia junto a él en la Universidad del Norte de Michigan, así como durante un año sabático suyo en el Grupo de Investigación sobre Agresión de la UCM. En segundo lugar, por el propio interés de una obra de divulgación científica como la aquí reseñada, centrada específicamente en un problema que cada vez nos genera mayor y más honda preocupación social. El texto que nos ofrece el autor, profesor emérito de la Universidad del Norte de Michigan y con una amplia trayectoria en América Latina, en especial en el Uruguay donde reside la mitad del año, constituye una buena muestra del conocimiento científico del que disponemos en la actualidad para comprender los orígenes de las reacciones violentas que se dan en la sociedad, y algunas de las formas más adecuadas de manejar y controlar dicha agresividad.

Para reflejar la gravedad del problema de la violencia en la sociedad actual, el autor dedica el primer capítulo a revisar algunas estadísticas que ponen de relieve que estamos ante un serio problema que afecta a todos los ámbitos de la vida cotidiana. La agresión ha sido estudiada científicamente durante décadas pero, como afirma el autor, no debemos ilusionarnos con la esperanza de que haya soluciones sencillas para un problema tan complejo y multifacético como es la agresión. Como podrá comprobar el lector, esta obra permite arrojar luz sobre la multitud de interrogantes que todavía envuelven su estudio, proporcionando de forma clara, concisa y concreta algunos de los hallazgos clave de la investigación acerca de la naturaleza de la agresión, sus causas y control.

Definir el comportamiento agresivo ha sido uno de los tópicos en cualquier investigación sobre este campo de estudio. La agresión es un constructo que presenta casi tantas definiciones como autores han prestado su atención en ella. Por otra parte, se debe de tener en cuenta que la agresión es multidimensional por lo que presenta múltiples y variadas facetas en su expresión social. Precisamente, en el segundo capítulo el autor enfatiza que en la obra se enfoca la agresión en referencia a individuos o pequeños grupos, y no tanto a fenómenos intersociales o internacionales, como es el caso de la guerra o del terrorismo. Tras profundizar en dos de los aspectos más problemáticos en la definición de la agresión -la intención y el daño-, el autor expone las principales fuentes de medición utilizadas en el estudio de la agresividad. Se describen varias formas de medir y estudiar la agresión, tanto directas como indirectas, a la vez que se explican sus ventajas y limitaciones.

Tras exponer con claridad los aspectos más problemáticos en la definición y medición de la agresión, el tercer capítulo se centra específicamente en la influencia de la genética y de las hormonas en la expresión de la agresividad. Basados en distintas investigaciones que muestran las influencias genéticas en la agresión animal, parece claro que las influencias genéticas contribuyen también a la agresividad humana, aunque no la determinen. En esa co-determinación actuarían otros factores entre los que el autor destaca las hormonas. Especialmente, se resalta el aumento de los niveles de testosterona en el caso de la agresión en varones, así como también la disminución de la progesterona que estaría más bien relacionada con una mayor agresividad en las mujeres.

Prosiguiendo por la senda biológica de la agresión, el cuarto capítulo está dedicado al importante papel que desempeña el cerebro. ¿Cómo afectan las distintas partes del cerebro a la agresión?, ¿se puede pronosticar el nivel de agresividad de una persona estudiando su cerebro?, ¿existen diferencias entre el cerebro de una persona agresiva y el de una persona pacífica? Para describir qué estructuras están vinculadas con la agresividad y cuál es su papel, el autor emplea información procedente de tres áreas: a) experimentos controlados en animales; b) estudios relativos a las actividades del cerebro humano intacto; y c) estudios de disfunciones cerebrales en seres humanos, es decir, neuropsicológicos. El autor refleja con claridad la importancia de las estructuras cerebrales -incluyendo las estructuras del tronco cerebral, del sistema límbico y de la neocorteza, y en especial, los lóbulos frontales y temporales- en la modulación de la agresión. El capítulo finaliza haciendo referencia al tratamiento biológico de las disfunciones cerebrales y de aquellos factores genéticos, durante el embarazo, el parto y las experiencias postnatales que contribuyen al daño cerebral relacionado con la agresión.

Los psicofármacos -sustancias químicas que se ingieren para modificar nuestro estado de ánimo, ya sean prescritas médicamente o consumidas voluntariamente por la persona- influyen notablemente en la agresión, ya que pueden aumentarla o disminuirla. En el capítulo anterior se vio la existencia de estructuras específicas en el cerebro que influyen en la conducta agresiva, en el capítulo cinco se describe cómo funciona el cerebro y cómo los fármacos llegan a producir sus efectos en la conducta. Muchos de los diferentes neurotransmisores son de interés por estar implicados en las causas y control de la agresividad, pero hay dos especialmente relacionados: la serotonina y el GABA, que en ambos casos presentan como efecto general en el organismo la disminución de su actividad, incluyendo la agresividad. Además de presentar los efectos generales que producen el resto de neurotransmisores en la conducta agresiva, el capítulo finaliza con una sustancia implicada en un número elevado de actos agresivos y violentos: el alcohol. Aunque los efectos de los fármacos varían de acuerdo con las particularidades del individuo y de otros factores biopsicosociales, la lectura del presente capítulo permitirá al lector comprender mejor la compleja interacción entre la bioquímica cerebral y la agresión.

En los capítulos anteriores se ha considerado el papel que desempeñan los mecanismos biológicos en la producción de la agresión. Sin embargo, tales mecanismos y factores no funcionan de una manera independiente, sino que necesitan sucesos externos, biológicos o ambientales, para que sus actividades aumenten o disminuyan. El autor dedica el capítulo sexto a este cometido, centrándose específicamente en la interrelación existente entre el estrés ambiental y la agresión, explicando básicamente cómo numerosos estímulos estresantes o dañinos pueden llegar a provocar una reacción agresiva. Tal y como sostiene el autor, incluso hay situaciones en las que no es necesaria la aplicación de estímulos nocivos; con sólo eliminar un estado placentero o impedir el acceso al mismo es suficiente para desencadenar una respuesta agresiva. Son variados y sugerentes los ejemplos que el autor nos ofrece sobre aquellos estímulos que se pueden condicionar de forma agresiva, lo cual no sólo es útil para comprender mejor la agresión, sino también para anticipar y evitar el daño de una persona expuesta a una situación potencialmente peligrosa. Lógicamente, al hecho de que existan numerosos sucesos desencadenantes de la agresión, se deben añadir algunas formas de control por parte de la persona. Precisamente, la última parte de este capítulo se dedica a ilustrar cómo es posible activar una serie de recursos para controlar y reducir la probabilidad de una respuesta agresiva.

El séptimo capítulo presenta cómo la experiencia contribuye al desarrollo de la agresividad por medio de las consecuencias de nuestro comportamiento. Se detalla en concreto cómo influye el aprendizaje instrumental sobre la agresividad. Si tenemos en cuenta que el aprendizaje constituye una influencia primaria en cualquier comportamiento humano, el lector se dará cuenta de la importancia que tiene comprender cómo se aprende a ser agresivo en función de las consecuencias de nuestros actos. El conocimiento de cómo se produce el reforzamiento de la conducta agresiva ayuda a predecir cuándo y con qué características se producirá la agresividad, además de posibilitar la acción de medidas de control y modificación. Si bien, el libro que nos ocupa constituye una introducción general divulgativa sobre el complejo mundo de la agresión y sus causas, el lector encontrará los principios generales para comprender básicamente cómo la modificación y re-estructuración cognitiva son eficaces de cara a la intervención en este tipo de conductas problemáticas. Está claro, por tanto, que un entorno estresante y las experiencias del individuo influyen en su agresividad.

También existen otros tipos de influencias, como las ejercidas por las interacciones sociales con los demás y, en especial, por los medios de comunicación de masas. El autor dedica el capítulo ocho a analizar la influencia que ejerce el aprendizaje social en la adquisición y el mantenimiento de la conducta agresiva. Entre las investigaciones descritas por el autor, destacan los estudios clásicos de Bandura, que sirven de base para establecer que la observación de modelos agresivos contribuye de manera importante a la agresión. Además, los procesos cognitivos juegan un papel especial a la hora de evaluar las intenciones agresivas en la interacción social. La percepción de que una acción se ha realizado de forma intencionalmente hostil, así como también la creencia de que se podrá reaccionar agresivamente con éxito ante los demás, son algunas cogniciones que contribuyen a la aparición de conductas agresivas. Dentro del mismo marco explicativo del aprendizaje social, otro factor que puede contribuir al aumento de la violencia social, también descrito en este capítulo, es el modelado simbólico de la agresión por medio de la televisión y las películas. No obstante, este último efecto no ha sido claramente contrastado hasta el momento, ya que si bien los estudios experimentales muestran que es posible, bajo ciertas condiciones, producir un aumento de la agresividad a corto plazo, no demuestran que puedan producirse efectos a largo plazo en la vida real.

Tras analizar los factores biológicos y ambientales de la agresión, los capítulos nueve y diez se centran en dos de las manifestaciones más graves de la violencia en la sociedad: la delincuencia juvenil y la violencia doméstica. Son múltiples los determinantes de la delincuencia juvenil, sobre todo, si queremos conocer su naturaleza de cara a su control y prevención. Se presenta un ejemplo del estudio de la delincuencia juvenil llevado a cabo en un entorno natural en determinados barrios de Los Ángeles, California; prestando especial atención a la importancia de la intervención temprana y, sobre todo, de qué manera se han conseguido resultados esperanzadores en jóvenes delincuentes, a través de hogares de acogida y de programas de apoyo basados en los hogares y las escuelas. El capítulo finaliza con la descripción de aquellos cuadros psiquiátricos más relacionados con la delincuencia en niños y adolescentes, en especial, los trastornos por déficit de atención y comportamiento perturbador que, como factores psicopatológicos de riesgo, se encuentran en la base de futuros comportamientos antisociales en la edad adulta.

El siguiente capítulo considera un conjunto de problemas que desde hace algunas décadas han provocado en multitud de países una honda preocupación: la violencia ejercida contra los niños y las mujeres. Utilizando los conocimientos expuestos en la primera parte del libro, el autor se centra en el abuso sexual a menores, examinando la problemática a la hora de determinar sus causas y su medición. Se discute críticamente desde una perspectiva multifactorial la existencia de un "ciclo" de la violencia transmitido de padres a hijos, así como también se plantean algunas consideraciones esenciales para controlar dichos abusos. Como en el caso de la violencia contra los niños, es mucho lo que se ignora todavía sobre la violencia en la pareja. Los procesos biológicos, de condicionamiento y aprendizaje juegan un papel importante en la producción y mantenimiento de la violencia doméstica. No obstante, los múltiples programas descritos en este capítulo, basados en estos procesos explicativos, siembran la esperanza de que se pueda disminuir el problema de la violencia contra la mujer.

El último capítulo del libro nos conduce a una serie de reflexiones centradas en la predicción y control de la agresividad. Aunque en cada uno de los capítulos el autor relaciona cada conocimiento con sus posibilidades prácticas de cara al control de la agresión, en este último se intenta mostrar qué hemos aprendido sobre la naturaleza de la agresión y qué podemos esperar sobre su control. Existen innumerables barreras para alcanzar una sociedad libre del problema de la violencia, pero, sin duda alguna, la lectura de este libro contribuye a crear en el lector un atisbo de ilusión: la esperanza de que su estudio biopsicosocial sirva no sólo para predecirla, sino también para descubrir y manipular las causas que nos lleven a erradicarla o, al menos, a disminuir su gravedad. Esta fue la intención con que se ha escrito el libro y, puedo afirmar que el autor ha sabido transmitirla a lo largo de los diferentes capítulos que componen la obra.

En resumidas cuentas, el libro que nos ocupa, además de estar enfocado de una forma rigurosa al tener como base la investigación científica actual -acompañada de un sano escepticismo sobre algunos de los "hechos confirmados" de las causas de la agresión- es realmente ameno y de lectura fácil, lo cual, además de agradecerse, no suele ser común en este tipo de textos con un claro fundamento académico. En este sentido, la segunda obra en español de John W. Renfrew -la primera de ellas "La Agresión y sus causas", una obra más académica y extensa publicaba por la Editorial Trillas en el 2001- constituye una buena muestra de la reflexión académica de un autor que con una extensa formación y estudio sobre las bases biopsicosociales de la agresión, pone sus conocimientos al servicio de las necesidades sociales. Por ello, mi más sincero agradecimiento al autor. Al lector, confío que disfrute y aprenda de los conocimientos expuestos al menos tanto como yo lo he hecho.