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Revista Latinoamericana de Psicología

versão impressa ISSN 0120-0534

Rev. Latinoam. Psicol. v.40 n.1 Bogotá  2008

 

ARTÍCULOS

 

Afrontamiento familiar en situaciones de secuestro extorsivo económico1

 

Coping mechanisms in families' victims of economic extortive kidnapping

 

 

Carmen Elvira Navia2

Universidad Nacional de Colombia

 

 


ABSTRACT

This article reports the qualitative analysis on the coping mechanisms in families’ victims of economic extortive kidnapping. Eighteen families having one of their relatives in captivity and 54 who had their relative released 2 to 15 months prior to the study were interviewed. Each adult family member was evaluated for posttraumatic stress disorder (PTSD) through the CAPS –DX. Coping mechanisms reported by families during the captivity of a family member and after the release are described in detail and those that promoted adaptation in terms of absence of PTSD in any family member were identified.

Keywords: Kidnapping, Family trauma, Family coping.


RESUMEN

Este artículo reporta los resultados del análisis cualitativo sobre los mecanismos familiares de afrontamiento en familias víctimas de secuestro extorsivo económico (SEE). Se entrevistaron 18 familias viviendo el cautiverio de un miembro adulto y 54 entre los 2 y 15 meses posteriores a la liberación. Mediante el CAPS –DX se evaluó la presencia de trastorno de estrés postraumático (TEPT) en cada miembro adulto de la familia. Se describen los diferentes mecanismos empleados por las familias para manejar el cautiverio y el período posterior a la liberación, indicando aquellos favorecieron la adaptación en términos de ausencia de TEPT en alguno de los miembros de la familia.

Palabras clave: Secuestro, Trauma familiar, Afrontamiento familiar.


 

 

INTRODUCCIÓN

Hace solo veinte años, cuando la American Psychiatric Association introdujo el Trastorno de Estrés Post-traumático (TEPT) dentro del manual oficial de diagnóstico de enfermedades mentales (DSM III), se reconoció explícitamente la naturaleza potencialmente destructiva de una gran cantidad de eventos violentos a los que esta expuesta la población general, y que no habían sido considerados como causas de desórdenes psicológicos (Van Der Kolk, Weisaeth & Van der Hart, 1996).

El secuestro extorsivo económico (SEE) es una de las muchas expresiones de la violencia socio-política que afecta a Colombia y otros países alrededor del mundo. En Colombia, ha sido impuesto primordialmente por la guerrilla como medio para obtener beneficios económicos a través del pago de rescates (País Libre, 1995) y, de acuerdo con Trujillo y Badel (1998), representa el 22% de los ingresos de la guerrilla colombiana. Entre 1996 y 2003 se reportaron 13.616 secuestros extorsivos en Colombia; es decir, un promedio de 1.702 por año y un crecimiento anual promedio de 15,8%. La mayoría de las víctimas fueron hombres entre 24–55 años; 66,2% trabajadores independientes, 21,8% empleados, 4,3% amas de casa y 7,7% niños (Pinto, Altamar, Lahuerta, Cepeda, & Mera, 2004).

Si bien partir del año 2000 comienza a observarse una tendencia decreciente en el número de SEE, 275 en el 2006 y 217 en el 2007 (Fondelibertad, 2007), Colombia ocupa aún uno de los primeros lugares en América Latina (Lopera, 2004). Sin embargo, lo más impactante del secuestro no reside en sus estadísticas. Un secuestro es más que las cifras de los organismos de seguridad, más que el sistema de financiación de la guerrilla, el narcotráfico y la delincuencia común. Es el tormento que padecen la familia y el secuestrado, las amenazas, las negociaciones para la liberación y en ocasiones, la muerte. El secuestro no es sólo la pérdida del derecho fundamental a la libertad, produce inmensos daños en el proceso vital de las víctimas que lo padecen, ocasiona una grave conmoción que genera alteraciones fisiológicas y psicológicas (Arias & Sepúlveda 1993; Meluk & Trujillo, 1993; Navia & Ossa, 2003) y modifica el funcionamiento familiar y laboral (Molina, Agudelo, De los Rios, Builes, Arroyave, López, & cols., 2003), dejando una huella de dolor y desconfianza (Navia & Ossa, 2007)

El SEE, objetivo de este estudio, presenta algunas características particulares que hacen de éste un evento traumático diferente a cualquier otro tipo de experiencias traumáticas (guerras, campos de prisión, crímenes, violaciones, accidentes, etc.) que se han estudiado con amplitud, y de los que se encuentra información en la literatura científica. En el SEE se le pone precio a la vida, el secuestrado no es canjeado por libertades políticas o por otras razones, sino por dinero, y por lo general, su supervivencia depende de la negociación que haga la familia. El trauma inicia con el cautiverio, período de tiempo que puede durar días o años, durante el cual las familias y el individuo secuestrado son expuestos a un trauma crónico (Herman, 1992). Meluk (1998) describe el cautiverio como una "muerte suspendida", un tiempo en el que las familias no saben si el o la secuestrada ha sido asesinada o si está viva y será liberada. Esta condición es denominada por Boss (1999) como "pérdida ambigua", la persona está ausente pero sigue psicológicamente presente para la familia, quien no puede hacer el duelo pues desconoce si su ser querido regresará o estará muerto. La liberación marca el final de este período de incertidumbre y el comienzo de la adaptación post trauma durante la cual las familias deberán enfrentar las consecuencias del secuestro.

El SEE es un buen ejemplo de lo que Figley (1989) ha denominado "trauma familiar simultáneo". Al mismo tiempo, aunque de forma diferente, el secuestrado y su familia son expuestos a la experiencia traumática. Mientras que la persona secuestrada es privada de su libertad y sometida al manejo arbitrario de sus captores, la familia también está virtualmente cautiva (Navia & Ossa, 2001). Debe permanecer atenta a las llamadas de los secuestradores, negociar el pago del rescate y encarar las continuas amenazas y la manipulación de quienes retienen al ser querido.

Joseph, Williams y Yule (1997) plantean que la adaptación postrauma es el resultado de la interacción de múltiples variables, entre ellas, la apreciación y valoración que se haga del suceso y el afrontamiento. De acuerdo con McCubbin, Thompson y McCubbin (1996), el afrontamiento familiar y las estrategias de solución de problemas pueden ayudar a las familias a manejar y superar un trauma, como puede ser el secuestro. Aunque tradicionalmente el afrontamiento ha sido conceptualizado a nivel individual, estos autores consideran que puede darse a nivel familiar y definen el afrontamiento familiar como "los esfuerzos específicos (encubiertos o evidentes) por medio de los cuales los miembros familiares, y la familia, funcionando como un todo, intentan reducir o manejar las demandas sobre el sistema familiar o incorporar recursos para sobrellevar la situación" (p. 49).

El afrontamiento puede ser visto como un estilo personal para hacer frente a distintas situaciones estresantes o como un proceso; es decir, respuestas específicas que varían en función de las demandas de la situación y de la relación persona – ambiente (Lazarus & Folkman, 1984). El modelo de proceso propuesto por Lazarus y Folkman diferencia el resultado de la función y plantea dos funciones primordiales del afrontamiento, una orientada a la emoción y otra al problema. Uno u otro mecanismo se emplearán dependiendo de la evaluación que haga el individuo de las posibilidades de cambiar la situación; cuando la evaluación indica que la situación se puede modificar predomina el afrontamiento orientado al problema mientras que el orientado a la emoción prevalece cuando la evaluación indica que es imposible alterarla. Por último, estos dos tipos de afrontamiento interactúan favoreciéndose o interfiriéndose mutuamente.

La clasificación bidimensional propuesta por Lazarus y Folkman ha sido cuestionada por los análisis factoriales y Moos, Cronkite, Billings y Finney (1986, citado por Sandín, 1995) plantean un modelo más complejo que diferencia entre estrategias cognitivas y comportamentales y toma en cuenta tanto el método (activo o evitación) como la función (problema o emoción). Al igual que en el afrontamiento individual, el familiar implica esfuerzos comportamentales o cognitivos orientados a manejar la situación estresante o la tensión generada por ella (McCubbin, Thompson & McCubbin, 1996).

Aunque aún no se ha estudiado el papel de los recursos y mecanismos de afrontamiento familiar en la superación y manejo del trauma del secuestro, la investigación sobre el afrontamiento individual en situaciones de trauma ha mostrado que las estrategias de solución de problemas, que hacen énfasis en lo positivo y encuentran significado al evento traumático, están asociadas con la ausencia de estrés postraumático (Charlton & Thomson, 1996), ansiedad y otros desordenes psiquiátricos (Mikuliencer & Florian, 1996). Por el contrario, la evitación por parte de las víctimas de trauma ha sido relacionada con altos niveles de angustia psicológica (Charlton & Thompson, 1996) y de estrés postraumático (Biro, Zdenka, & Gvrilov, 1997; Sutker Davis, Uddo & Ditta, 1995). Al hacer una revisión de los modelos de reajuste de combatientes veteranos de Vietnam que no buscaron tratamiento porque sintieron que tenían un adecuado ajuste vital, Wolfe, Keane, Kaloupek, Mora y Wine (1993, citados por Sutker & cols., 1995) encontraron que los veteranos que acudieron a la exteriorización de la experiencia, las ilusiones y la evitación extrema como estrategias de afrontamiento, fueron más sintomáticos que quienes emplearon formas más activas de afrontamiento. Fairbank, Hansen y Fitterling (1991) también mostraron que antiguos prisioneros de la guerra con TEPT reportaron menos control sobre memorias traumáticas y un mayor uso de aislamiento, ilusiones, culpabilización y búsqueda de soporte social, para afrontar sus recuerdos sobre la experiencia traumática. En un estudio longitudinal con veteranos de la guerra del Golfo, Benotsch, Brailey, Vasterling, Uddo, Constans y Sutker (2000) encontraron una interacción entre la efectividad de los mecanismos de afrontamiento y la presencia de síntomas de TEPT. A medida que pasaba el tiempo y las personas agotaban los recursos personales de manejo, aumentaba el empleo de la evitación y se presentaban más síntomas de TEPT. Por último, una cantidad considerable de evidencia ha mostrado también que el soporte social puede ayudar a la gente a manejar situaciones estresantes. El apoyo social significativo se ha asociado con una mejor adaptación en veteranos de combate, víctimas de violación y víctimas de desastres civiles (Joseph, Williams & Yule, 1997).

Los resultados presentados en este artículo hacen parte de un esfuerzo por explorar las estrategias que emplean las familias y los ex secuestrados para afrontar y manejar la tensión generada por el cautiverio, así como los efectos del trauma en el período posterior a la liberación. En primer lugar, se buscaba identificar y describir los mecanismos específicos empleados por las familias; en segundo lugar, determinar si existían diferencias en las tendencias de los mecanismos de afrontamiento empleados por las familias que viven el cautiverio de uno de sus miembros y las que están en el primer año después de la liberación; por último, determinar si se observaban diferencias en las tendencias entre familias que presentan dificultades en la adaptación y aquellas que no, tanto durante el cautiverio de uno de sus seres queridos como después de la liberación.

 

MÉTODO

Participantes

De los datos disponibles en la Fundación País libre se escogieron 192 familias que cumplían con los criterios de la investigación: ser víctimas de SEE, tener un miembro adulto secuestrado o haber experimentado su liberación al menos 15 meses antes del estudio. Se pudo establecer contacto con 137 de las 192 familias disponibles (71,35%); 82 (59,85%) de ellas aceptaron participar y firmaron la carta de consentimiento, 55 no pudieron reunirse para realizar la entrevista familiar (23,35%), 45 (16,8 %) se rehusaron a participar y 10 fueron excluidas debido a que no se tenían datos completos. La muestra final estuvo compuesta por 72 familias, 18 viviendo el cautiverio de uno de sus miembros y 54 en el período posterior a la liberación (18 entre 2 y 4 meses posteriores a la liberación, 18 entre 5 y 8 meses y 18 entre 9 y 15 meses).

Participaron 246 personas, 55 víctimas directas del secuestro y 191 miembros familiares. La mayoría de los secuestros fueron realizados por la guerrilla (91,8%), el 4,1% por autores desconocidos, el 2,7% por la delincuencia común y el 1,4% por guerrilla y delincuencia común. La duración promedio de cautiverio fue de 112,7 días (rango = 1 a 435 días, moda = 12) y todos y todas las cautivas regresaron vivas, la mayoría después del pago del rescate por parte de la familia.

De los 55 secuestrados, 14% eran mujeres y 86% hombres y la edad promedio 42,6 años (rango = 18 a 74). El 83,9% de los familiares eran miembros de la familia nuclear, el 15,1 % de la familia extensa y el 1% personas externas, parejas o prometidos del miembro secuestrado. Participaron en promedio tres miembros por familia en cada entrevista (rango = 2 – 6); 63,4% fueron mujeres y 36,6% hombres, con una edad promedio para el grupo de 33,7 años (rango = 6 a 72). Las familias vivían en diferentes regiones de Colombia y la mayoría pertenecía a estratos socioeconómicos altos aunque también participaron de estratos medios y bajos.

Instrumentos

Los datos familiares se recogieron mediante una entrevista semi estructurada que incluía como temas la experiencia de las familias durante el cautiverio y después de la liberación, cambios en el sistema familiar, atribuciones de causalidad hechas con respecto al secuestro, mecanismos de afrontamiento empleados por la familia durante el cautiverio y después de la liberación, cambios en las creencias sobre la posibilidad de controlar lo que nos sucede y la confianza en los demás, sensación de vulnerabilidad frente al secuestro y valores. Las entrevistas fueron realizadas por los investigadores o alguno de los asistentes previamente entrenados, todos ellos psicólogos graduados. Se condujeron siguiendo el mismo formato aunque los entrevistadores tenían la posibilidad de explorar cualquier tema adicional que surgiera durante ellas. Duraron aproximadamente 2 ½ horas cada una, todas fueron grabadas y transcritas, identificando a cada familia con un código para proteger su identidad y garantizar la confidencialidad de los participantes. Las preguntas se dirigían a la familia en general, de manera que cualquiera podía contestar; sin embargo, aquellos participantes que no habían dado su opinión espontáneamente fueron interrogados directamente.

Para evaluar los efectos psicológicos del secuestro a nivel individual se empleó el CAPSDX, una entrevista estructurada que evalúa los síntomas de estrés post traumático de acuerdo con los parámetros establecidos por el DSM-IV. Las correlaciones entre evaluadores para los puntajes totales en esta entrevista variaron entre r = 0,95 y r = 0,99.

Procedimiento

Inicialmente se estableció contacto, telefónico o por correo, con aquellas familias disponibles en la base de datos y que cumplían con los criterios establecidos para el estudio. Con aquellas que accedieron a participar y firmaron el consentimiento escrito, se programó una entrevista familiar conjunta y la aplicación individual del CAPS-DX.

Para el análisis de las entrevistas se siguieron los tres pasos propuestos por Miles y Huberman (1994): reducción de los datos, organización de los mismos, elaboración y verificación de conclusiones. Para el presente trabajo, se entendió por afrontamiento familiar aquellos esfuerzos, cognitivos o conductuales, realizados por la familia y sus miembros para manejar las demandas externas e internas impuestas por la situación de secuestro, tanto durante el cautiverio como después de la liberación. Con base en la clasificación de los afrontamientos propuesta por Moos, Cronkite, Billings y Finney (Sandín, 1995), las respuestas de las familias a la pregunta sobre "cómo habían manejado las presiones y la situación durante el cautiverio, o después de la liberación", se clasificaron inicialmente en dos grandes categorías: afrontamiento cognitivo y afrontamiento conductual, las que a su vez fueron subdivididas en orientadas al manejo y evitativas. El afrontamiento cognitivo orientado al manejo fue entendido como todas aquellas estrategias encaminadas a crear, moldear y evaluar los significados y formas de interpretación de la situación para hacerla más manejable, constructiva y aceptable (McCubbin, Thompson & McCubbin, 1996); el cognitivo evitativo, como las estrategias encaminadas a evitar pensar en la situación. Por afrontamiento conductual orientado al manejo se entendió todas aquellas acciones realizadas para manejar la situación o la tensión emocional y los evitativos, como comportamientos orientados a distanciar a la familia de la situación. Además de las cuatro categorías anteriores, a lo largo del análisis surgieron tres adicionales que fueron mencionadas con frecuencia por las familias: a) búsqueda de apoyo emocional, entendido como el soporte recibido por parte de la familia misma, los amigos, otras víctimas de secuestro o profesionales; b) apoyo espiritual, entendido como acudir a un ser superior o a la oración como fuente de ayuda y soporte; c) bloqueo de sentimientos.

El análisis se inició con la codificación de las respuestas usando las categorías establecidas inicialmente, con la posibilidad de incluir otras adicionales que fueran surgiendo a lo largo del análisis. Posteriormente, los datos codificados fueron integrados en matrices de caso en las que se incluyó una columna para la categoría analítica, otra para la trascripción de las respuestas dadas por la familia y una tercera para el código del rol ocupado por el miembro familiar (madre, padre, hermano, etc.) que daba la respuesta, resaltando en color aquel que correspondía al secuestrado(a). Con base en estas matrices se inició la búsqueda de patrones y tendencias; cada una de las dos investigadoras analizó las matrices individuales, luego discutieron las tendencias identificadas y por mutuo acuerdo establecieron los patrones que serían empleados para construir la matriz de variables (Miles & Huberman, 1994). A continuación, cada matriz individual fue revisada de nuevo y se registraron los datos en dos meta-matrices orientadas por variables: una para las familias viviendo el cautiverio y otra para aquellas después de la liberación. En estas meta-matrices se consignaron los códigos de las familias que habían respondido en cada una de las categorías, así como respuestas ilustrativas y con base en ella se calcularon porcentajes para cada tendencia teniendo en cuenta las respuestas en las que la mayoría de los miembros estuvieron de acuerdo.

 

RESULTADOS

Mecanismos de afrontamiento durante el cautiverio y después de la liberación

Como lo ilustra la Tabla 1, mientras que después de la liberación fueron pocas las familias que reportaron acudir a lo espiritual como estrategia para manejar la situación, durante el cautiverio la totalidad de los participantes indicó que el apoyo espiritual fue lo que les permitió sentir fortaleza y guardar la esperanza. Dentro de esta categoría se identificaron dos tendencias: el apoyo y la búsqueda de soluciones a través de un ser omnipotente. En su esfuerzo por manejar la incertidumbre y la desesperanza, las familias acudían a un ser superior que les brindara fortaleza y les permitiera renunciar al esfuerzo de darle una explicación racional al por qué estaban viviendo el secuestro: "Yo he sentido tristeza y he sentido nostalgia porque soy ser humano... pero en el momento en que me viene esa tristeza de pronto lloro, pero después me levanto y digo: 'Dios pero si tú estás conmigo y tú has dicho que donde quiera que estés, estás conmigo, entonces dame la fuerza y la paz'" (Familia 11). En otros casos, los menos frecuentes, la impotencia experimentada llevó a sus miembros a apelar a un ser superior para que solucionara el problema e hiciera el milagro de devolverles a su familiar: "Yo le pedí mucho a Dios que por favor... yo le rogaba, yo le decía ‘¿Dios mío que quieres que yo haga? Voy a cambiar, voy a hacer esto, voy a cambiar esta forma de ser, voy a tratar de hacer las paces, pero ¡tráemelo por favor! ..." (Familia 44). Según reportaron, durante el cautiverio las familias se reúnen con frecuencia para orar y encuentran en este ritual un espacio de unión, apoyo y sosiego.

 

 

Dentro de los mecanismos cognitivos orientados al manejo se identificaron cuatro tendencias: pensar la situación como algo manejable, mirar lo positivo de la experiencia, pensar en un futuro positivo, disminuir los aspectos negativos. Durante el cautiverio las familias reportaron con mayor frecuencia pensar la situación como algo manejable y pensar en un futuro positivo, mientras que las familias que estaban en el período posterior a la liberación reportaron emplear con mayor frecuencia mirar lo positivo y disminuir los aspectos negativos (Tabla 1). Para algunas familias, pensar el secuestro como un negocio o transacción les permitió sentir que tenían cierto control sobre la situación: "Yo siempre tuve las esperanzas de que mi papá regresaba porque alguna persona en la familia nos creó conciencia de que el secuestro es un negocio y la idea no es retenerlo a uno para matarlo, sino para quitar dinero" (Familia 34).

Como lo ilustran las siguientes respuestas, pensar que el secuestro tendrá un desenlace positivo, bien porque los captores no van a maltratar al secuestrado y lo liberarán o porque éste tiene la fortaleza para sobrellevar el secuestro, permitió a las familias mantener viva la esperanza del regreso del familiar: "Soñar con el futuro nos ha ayudado a mantener la esperanza. Es un futuro soñado, una ilusión, una felicidad muy grande que puede llegar a pasar cuando él vuelva" (Familia 42); "Tenemos confianza en que el papá está siendo una persona fuerte y yo tengo la plena seguridad que eso es lo que está pasando; o sea, yo tengo la plena seguridad que él está siendo fuerte por los niñitos, por mí" (Familia 31).

Después de la liberación la forma más frecuente de afrontamiento cognitivo centrado en el manejo fue disminuir los aspectos negativos de la experiencia (29,62%), bien sea comparándose con personas en una situación menos favorable o considerando que las condiciones habrían podido ser peores, situación que justificaron en el hecho de tener al secuestrado de nuevo en casa y en la naturaleza favorable de las condiciones de cautiverio: "Hay gente que está en peores circunstancias que las de nosotros y entonces uno se siente como agradecido con el destino que le tocó a uno, un secuestro largo y todas esas cosas, pero al fin y al cabo, sin mayores eventos, pues así horrorosos" (Familia 20).

Por otro lado, como lo ilustra la siguiente respuesta, otras familias tendieron a connotar constructivamente la experiencia dándole o bien un sentido espiritual, o uno positivo, al considerar que lo malo algo bueno trae, pues fortalece o brinda nuevas perspectivas: "Voltear la forma de ver... yo me siento como orgulloso de haber tenido esa experiencia tan interesante y sobre todo... gracias a Dios que fue muy corto y que me trataron muy bien... yo no tuve nunca absolutamente ningún problema... de todas maneras hoy me siento feliz y realmente considero que es una experiencia muy positiva la que me tocó vivir" (Familia 14). Por ultimo, algunas pocas familias (12,96%) neutralizaron la experiencia y la redefinieron como otro suceso más en la vida: "aceptar que es una realidad que nos puede pasar... y si uno lo acepta sufre menos; si no, sufre el doble" (Familia 14).

En cuanto a los mecanismos conductuales centrados en el manejo, es decir, las acciones encaminadas a reducir o eliminar el número y la intensidad de las demandas creadas por el estresor, se encontraron dos tendencias: 1) acciones de solución o comportamientos orientados a alterar la situación, 2) manejo de la tensión o estrategias enfocadas a manejar el estado emocional. Las familias viviendo el cautiverio de uno de sus miembros reportaron con mayor frecuencia el uso de ambas estrategias, en especial aquellas orientadas a manejar la tensión emocional. Igualmente, se encontraron diferencias en el tipo de acciones que las familias de cada uno de los dos grupos emplearon para manejar su situación. Durante el cautiverio las acciones se orientaron al logro de la liberación, mediante denuncias, cartas, preparar y realizar cuidadosamente las conversaciones sobre la negociación del rescate: "Sentirse haciendo algo por el secuestro. Eso también fue algo valioso, trataba de mirar a quién se le podía escribir una carta; o sea, ir a las reuniones, hablar con el gerente, mirar el periódico, ir a la emisora" (Familia 2). Además, la familia buscaba información sobre el secuestro en organismos dedicados a la asistencia de las víctimas de este delito y a través del intercambio con ex-secuestrados.

Aparte de las acciones para manejar el secuestro, las familias también realizaron actividades que les ayudaron a controlar la tensión tales como la oración, ejercicios de relajación, el deporte y comunicarse con el cautivo por medio de mensajes a través de programas de radio. Además, utilizaron la catarsis para desahogarse y expresar la rabia y el dolor que estaban sintiendo: "Llorar es una forma de tu exteriorizar y de botar lo que tu tienes adentro; porque si tú lo guardas puedes, puedes afectarte, pienso yo; afectar tu estado anímico... y la salud..." (Familia 33).

Después de la liberación las estrategias conductuales que se reportaron con mayor frecuencia fueron las acciones orientadas a disminuir el riesgo; es decir, estrategias encaminadas a manejar la sensación de vulnerabilidad y la angustia que genera la posibilidad de ser secuestrados otra vez. Algunas familias optaron por salir de la zona de peligro y trasladarse a un lugar más seguro, en otra región del país o en el exterior. Otras decidieron bajar el perfil económico y mantenerse anónimas para evitar ser identificadas como personas con capacidad de pago por un secuestro: "Uno dice: "vamos a quitarnos un montón de espejos que tenemos y que están atrayendo la luz de todo el mundo... quitémonos estos espejos y listo". Entonces por eso hablábamos que cambiar el carro ya quita posibilidades... Para ir a secuestrar a alguien que va en un carro de un millón... es mejor secuestrar al de 50" (Familia 48). Por último, muchas familias tomaron medidas de seguridad tales como alternar rutas, cambiar rutinas constantemente, contratar escoltas, armarse y tener planes de contingencia en caso de ocurrir de nuevo el secuestro.

En las estrategias cognitivas evitativas se incluyeron aquellos mecanismos utilizados por las familias para alejar sus pensamientos sobre lo que les estaba ocurriendo. Para manejar la tensión emocional, los dos grupos de familias reportaron evadir el tema o los recuerdos; sin embargo, las familias después de la liberación lo hicieron con menor frecuencia que aquellas que vivían el cautiverio de uno de sus miembros. Mientras que ninguna de las familias del grupo posterior a la liberación mencionó evitar los pensamientos negativos, el 27,77% de las familias viviendo el cautiverio de uno de sus miembros lo hizo. Después del secuestro las familias optaron por no recordar temas relacionados con el evento o centraron su atención en una meta que las distrajera, como pensar en los hijos o la posibilidad de un traslado.

Continuar con la rutina fue la estrategia conductual de evitación con mayor frecuencia reportada por los dos grupos de familias. Las ocupaciones cotidianas los distraían y así evitaban pensar sistemáticamente tanto en lo que pasaba durante el cautiverio como en la experiencia traumática de la que fueron víctimas. Sin embargo, la actividad constante también fue empleada como coraza que los protegía de sus sentimientos:

"Usted se mete a su trabajo y el trabajo lo ocupa, lo ocupa mentalmente y lo ocupa en tiempo, y lo ocupa intelectualmente y eso le ayuda a superarse. Yo pienso que eso fue lo que yo hice; o sea, a mí me soltaron un sábado y el lunes estaba en mi oficina. Con el mismo horario, la misma cosa realmente, la misma intensidad. Yo creo que eso me ayudó porque los problemas del trabajo, la cosa del trabajo, entonces uno no piensa en las cosas malucas sino en las cosas que tiene en el trabajo..." (Familia 20).

Después de la liberación algunas familias tomaron unas vacaciones para alejarse del contexto en el que vivieron el secuestro y de las personas curiosas que los acosaban para conocer los detalles acerca de lo ocurrido.

Una estrategia de evitación que fue reportada con alguna frecuencia, aunque menor que las anteriores, fue la denominada bloqueo de sentimientos. Por considerar que no podía ser tratada como estrictamente conductual o cognitiva se estableció como subcategoría aparte de las dos anteriores. Para demostrar fortaleza y no dejarse llevar por la desesperación, algunas familias bloquearon los sentimientos de rabia y tristeza, mecanismo que fue reportado con similar frecuencia por las familias durante el cautiverio y después de la liberación (16,66 % y 11,11 % respectivamente) y con menor frecuencia que los anteriores mecanismos evitativos.

Por último, al igual que el apoyo espiritual, el apoyo emocional fue uno de los medios de afrontamiento más frecuentemente reportados por las familias, tanto durante el cautiverio (100%) como después de la liberación (66,66%). La familia fue la primera y más frecuente fuente de apoyo (72,22% lo reportaron durante el cautiverio y 51,85% después de la liberación) y en orden descendente siguieron el apoyo brindado por profesionales (38,88% durante el cautiverio y 14,81% después de la liberación), amigos (16,66% durante el cautiverio y 9,25% después de la liberación) y ex secuestrados (16,66% durante el cautiverio y 14,81% después de la liberación). El secuestro moviliza a las personas alrededor de la familia y genera respuestas de solidaridad que le dan a la familia la sensación de estar acompañada y apoyada en el proceso. "Hubo mucha unión, hubo mucha solidaridad... pero increíble... yo abrí esta puerta de la casa... y yo encontraba en la puerta casetes, novenas, veladoras, libros de meditación, de auto-ayuda... 'escuche este casete que la va a relajar, ponga esta veladora, haga esta novena a este santo...'" (Familia 71). De igual manera, según reportaron las familias, las instrucciones e información proporcionadas por los profesionales les permitieron calmar la ansiedad y darle un manejo a la situación: "Entonces la psicóloga me dio unas pautas para que le explicara yo todo, porque yo quería decírselo. Entonces ella me dijo todo lo que tenía que hacer y así lo hice. Y mira, desde ese día la nena cambió, ya está más tranquila. Extrañando igual a su papá...lo nombra mucho, pero está tranquila..." (Familia 31).

Mecanismos de afrontamiento y adaptación

Con el propósito de determinar si las estrategias de afrontamiento empleadas por las familias podrían facilitar la adaptación, se compararon las familias en las que ninguno de sus miembros tenía índices de TEPT con aquellas en las que al menos uno de sus miembros lo presentaba, tanto durante el cautiverio como después de la liberación.

Durante el cautiverio los datos indicaron que las familias cuyos miembros no presentaron TEPT tendieron a usar con mayor frecuencia mecanismos cognitivos centrados en el manejo (véase Tabla 2). El mecanismo en el cual se encontró una mayor diferencia fue en el de "pensar la situación como algo manejable"; mientras que solo 10% de las familias con algún miembro con TEPT reportó haberlo empleado, el 62.5% de las familias sin miembros con TEPT lo hizo. En cuanto a los mecanismos conductuales los datos indicaron que las familias en las que no se presentó TEPT centraron sus esfuerzos en acciones de solución y buscaron ocuparse en la rutina mientras que aquellas en las que se evidenció TEPT reportaron con más frecuencia la tendencia a aislarse y el empleo de mecanismos centrados en manejar la tensión (véaseTabla 2).

 

 

Después de la liberación las familias sin TEPT en alguno de sus miembros reportaron con mayor frecuencia mecanismos cognitivos de afrontamiento centrados en el manejo y menos afrontamientos cognitivo evitativos. Aunque no se evidenciaron mayores diferencias entre el grupo de familias que presentaron TEPT en alguno de sus miembros y aquellas en las que no, sí resulta interesante observar que las familias con TEPT tendieron a disminuir los aspectos negativos y a evitar los recuerdos con mayor frecuencia que las que no presentaron TEPT (Tabla 2). Al igual que durante el cautiverio, las familias que no presentaron TEPT en alguno de sus miembros reportaron con mayor frecuencia emplear acciones de solución; es decir, acciones encaminadas a ganar seguridad, mientras que las familias con algún miembro con TEPT reportaron con mayor frecuencia estrategias orientadas a manejar la tensión. De igual forma, los datos indicaron que las familias sin presencia de TEPT reportaron con mayor frecuencia la tendencia a ocuparse con la rutina; por el contrario, aislarse y bloquear los sentimientos fue más frecuente en familias con presencia de TEPT. En cuanto al apoyo espiritual y emocional, las frecuencias no mostraron diferencias entre los grupos, ni durante el cautiverio ni luego de la liberación.

 

DISCUSIÓN

A diferencia de lo que ocurre después de la liberación, durante el cautiverio las familias reportaron con mucha mayor frecuencia el empleo de diversos mecanismos de afrontamiento, centrados tanto en la evitación como en el manejo del problema y de la emoción. La diversidad de afrontamientos indica que, como lo plantean Lazarus y Folkman (1984), no hay un estilo de afrontamiento sino que se emplean diferentes estrategias dependiendo de las demandas que surgen a lo largo del proceso. Según los relatos de los participantes, el cautiverio es un período en el que la familia es sometida a diversas situaciones estresantes –el secuestro, las promesas de liberación que renuevan la esperanza, las diversas amenazas y demandas hechas por los captores durante la negociación-, que algunas veces exigen de ella emplear estrategias orientadas a manejar la tensión y en otras ocasiones, al manejo del problema. No obstante, el estudio no permite determinar las circunstancias específicas en las que se emplearon unos y otros. Después de la liberación, las familias deben asimilar lo sucedido y afrontar las consecuencias que les deja el secuestro; sin embargo, para ellas la liberación es como una resurrección que marca el final del sufrimiento (Navia & Ossa, 2000) y tal vez debido a ello, las frecuencias de los diversos mecanismos de afrontamiento fueron mucho menores que las reportadas por aquellas que vivían el cautiverio.

Las diferencias observadas en el tipo de estrategias cognitivas y conductuales que emplearon las familias de los dos grupos, y que parecen estar relacionadas con la naturaleza de las situaciones estresantes que enfrentan las familias durante los dos períodos, confirma, una vez más, la naturaleza procesal del afrontamiento. En un tiempo caracterizado por la incertidumbre, como lo es el cautiverio de uno de los miembros de la familia, pensar en un futuro positivo, en que su ser querido sería devuelto y soportaría las vejaciones del cautiverio, permitió a las familias mantener la esperanza y crear una noción de futuro. De igual manera, buscaron ganar control informándose sobre lo que podrían esperar a lo largo del cautiverio de su familiar pues, como lo muestra el siguiente relato, la información les proporcionaba una visión realista sobre la situación y les permitía hacer algunas predicciones:

"También teníamos mucha esperanza en el tiempo de liberación... yo me puse a averiguar con personas de la zona y coincidencialmente todos los secuestros de ese año, todos los que pude averiguar, máximo habían durado mes y medio... entonces también había una esperanza en ese sentido. Los secuestros de la zona, por estadísticas, eran cortos y respetaban al vida de las personas...hablé con un secuestrado amigo de mi papá, un ex-secuestrado que me dio mucho apoyo cuando dijo "que pasaron mucho frío y...la comida era muy maluca y cosas así, pero que los trataban bien"; eso también me dio una esperanza de que la vida iba a ser respetada" (familia 41).

Después de la liberación desaparece la necesidad de mantener la esperanza y la información se vuelve irrelevante, de allí que la tendencia a nivel cognitivo fue eliminar la carga negativa del trauma y redefinir la situación buscando los aspectos positivos o convenientes de la misma. De igual manera, a nivel conductual el afrontamiento se orientó a manejar uno de los estresores más prominentes del período postrauma: la sensación de vulnerabilidad. Como lo señala Janoff-Bulman (1992), los esquemas cognitivos de las personas traumatizadas enfatizan la aleatoriedad y la malevolencia del mundo y esto resulta aún más evidente en un contexto donde el conflicto armado hace parte del diario vivir y el SEE se ha convertido en una de las principales fuentes de financiación de los grupos insurgentes. Como lo ilustra la siguiente afirmación de una de las familias, las víctimas de SEE se sienten desprotegidas, abandonadas por un estado al que perciben como incapaz de protegerlos y con la clara conciencia de poder volver a ser víctimas de un delito ante el cual, antes se sentían invulnerables: "Entonces como estamos en un país en el que uno puede esperar cualquier cosa, en que nos puedan volver a secuestrar, tenemos miedo. O sea, si uno viera que ya no hubiera más secuestros, uno diría: "bueno ya se acabo". Pero es que cuando a uno ya le tocó su parte, pues uno piensa que tiene que estar pendiente."

En cuanto a la adaptación, los datos indicaron que el afrontamiento centrado en el manejo del problema parece favorecerla, tanto durante el cautiverio de un miembro familiar como después de la liberación. Al igual que lo encontrado por Molina, Agudelo, De los Rios, Builes, Arroyave, López, y cols. (2003), ver la situación como algo manejable, llevar a cabo diferentes acciones para lograr la liberación y comprender que en un SEE la familia negocia por la vida de su familiar, le da a la familia cierto control y manejo. Luego de la liberación, fueron las acciones orientadas al manejo de la sensación de desprotección y vulnerabilidad lo que favoreció la adaptación posttrauma.

Como lo han mostrado estudios previos a nivel individual (Charlton & Thomson, 1996; Mikulincer & Florian, 1996), los resultados también indicaron que hacer énfasis en lo positivo y darle un sentido a la experiencia, favoreció la adaptación post trauma. Las familias sin miembros con TEPT miraron el secuestro vivido como una experiencia constructiva de la que podían aprender.

Al igual que en otras investigaciones que han encontrado que la evitación favorece la presencia de TEPT (Biro, Zdenka, & Gvrilov, 1997; Fairbank, Hansen & Fitterling, 1991), los datos indicaron que tanto durante el cautiverio como después de la liberación, aislarse y bloquear la expresión de sentimientos puede estar asociado con dificultades en la adaptación. Sin embargo, otras formas de evitación parecen estar asociadas con la menor presencia de TEPT, en especial, ocuparse con la rutina. Como lo afirmaron las familias, mantener la rutina les ayudó a distraerse para no pensar constantemente en lo que les estaban padeciendo ni en lo que podría estar sufriendo el cautivo y les ayudó a soportar la espera. Después de la liberación, reasumir la rutina les permitió volver a ganar control sobre sus vidas y a dejar la experiencia atrás.

Los resultados de esta primera aproximación descriptiva sobre la forma como las familias afrontan un evento traumático como el SEE, indican que la ayuda para las familias víctimas de SEE debe tomar en cuenta las características de los diferentes estresores a los que son expuestas, tanto durante la victimización como después del trauma. Es importante ayudarlas a enfocar sus esfuerzos en manejar la situación, aunque de manera diferente durante el cautiverio y después de la liberación. En el primer caso, resulta útil ayudarles a caer en cuenta que el SEE es una transacción en la que el captor necesita del secuestrado y de la familia para lograr su fin. Si bien pagar el rescate no garantiza que su ser querido será devuelto, ver el secuestro como una transacción les permite afrontar la situación de impotencia y realizar una serie de acciones encaminadas a manejar la negociación. De igual forma, resulta útil darles información con respecto a aspectos tales como, porcentajes y probabilidades de liberación, tendencias de comportamiento de los captores, estrategias de manejo de la relación con el captor y tácticas para una adecuada negociación. La información y las estrategias de manejo les permiten a las familias ganar cierto tipo de control y disminuir la sensación de incertidumbre, fuente primordial de tensión durante este período. Después de la liberación, la ayuda debería centrarse en trabajar con las familias para darle un sentido a lo sucedido, redefinir la experiencia en términos constructivos y diseñar estrategias que les permitan sentirse seguras para asumir de nuevo su vida y rutinas diarias.

Dado que se trabajó solo con familias expuestas a SEE y aquellas cuyo familiar había sido liberado con vida, los resultados presentados representan solo una parte de los diferentes tipos de víctimas de secuestro. Sería importante determinar si estos datos se replican en otras formas de secuestro, tales como el político, en el que la familia no tiene un rol negociador, o en casos en los que el secuestrado no es liberado vivo. Otra de las limitaciones de este estudio es que se preguntó por el afrontamiento en términos generales, sin explorar el manejo de cada una de las situaciones estresantes que caracterizan el cautiverio y el período posterior a la liberación; por lo tanto, los resultados no permiten esclarecer el proceso de afrontamiento en función de los diferentes estresores enfrentados a lo largo de los dos periodos. Futuras investigaciones podrían explorar este proceso así como realizar un estudio longitudinal que permita determinar si en situaciones de exposición prologada al trauma, como lo es el cautiverio, los afrontamientos se agotan y aparecen los síntomas de estrés traumático.

 

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Recepción: mayo de 2006
Aceptación final: agosto de 2007

 

 

1 Este artículo hace parte de un estudio cuantitativo y cualitativo sobre los efectos psicológicos y familiares del secuestro extorsivo en Colombia, financiado por Colciencias y la Fundación País Libre.
2 Correspondencia: CARMEN ELVIRA NAVIA. Calle 88 No. 22-42, Bogotá, Colombia. Correo electrónico: carmen_e_navia@yahoo.com.