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Revista Latinoamericana de Psicología

versão impressa ISSN 0120-0534

Rev. Latinoam. Psicol. v.40 n.1 Bogotá  2008

 

LIBROS

 

Luis Quiroga

Universidad Nacional de Colombia

 

 

Searle, J. R. (2006). La mente: Una breve introducción. Bogotá: Norma, pp 381.

Jhon Roger Searle nació en Denver, Colorado en el año 1932. Inicialmente realizó sus estudios en la Universidad de Wisconsin (1949- 1952) y posteriormente en la Universidad de Oxford (1955-1959) donde recibió un doctorado en Filosofía. Actualmente es profesor Titular del Departamento de Filosofía de la Universidad de California en Berkeley. Sus principales contribuciones están relacionadas con la filosofía del lenguaje, la filosofía de la mente y de la conciencia. Entre sus escritos más recientes se pueden señalar The Rediscovery of the Mind (1992), The Construction of Social Reality (1995), Consciousness and Language (2002) y Mind: A Brief Introduction (2004) del cual Horacio Pons presenta aquí una excelente traducción.

En este libro se presenta una introducción bastante clara y accesible a los principales problemas inherentes a la filosofía de la mente, tópicos que se encuentran actualmente en auge y que son abordados en las discusiones contemporáneas de diversas disciplinas entre las que se pueden mencionar la psicología, la filosofía, la sociología entre otras muchas más.

El primer tópico sobre el que giran las reflexiones del autor está dirigido a determinar y superar los supuestos falsos provenientes del legado cartesiano y principalmente el problema ontológico mente-cuerpo; en este sentido, propone una redefinición de la terminología con que se ha venido tratando esta dicotomía de tal forma que la necesidad de establecer una lógica excluyente entre estos dos términos sea innecesaria.

Para lograr este cometido, Searle introduce la noción innovadora de “naturalismo biológico” para dar cuenta por un lado de la existencia de los llamados procesos mentales y por otro, de las relaciones causales inherentes a dichos procesos. De esta manera, lo mental no implicaría una existencia al margen del mundo físico sino que simplemente los procesos mentales se caracterizarían entonces por una ontología de primera persona de carácter cualitativo y subjetivo, irreducible a términos de tercera persona.

Esta definición de los fenómenos mentales tiene varias implicaciones: la primera es que al hablar de fenómenos mentales nos referimos a estados concientes causados por procesos neuronales localizados en el cerebro, es decir, se realizan en el cerebro como rasgos del sistema cerebral; el autor frecuentemente usa el término «causa» para describir la relación cerebro-mente, la conciencia sería una “característica biológica sistémica” del cerebro de la misma manera como la digestión es a su vez una característica biológica del sistema digestivo. Una segunda implicación es que dichos procesos concientes poseen los mismos poderes causales que los sustratos neurológicos, si bien la conciencia es un rasgo del cerebro entonces pertenece al mundo físico, de tal manera, que es una característica real en el mundo real. Por último, como tercera implicación es el hecho de que ésta postura difiere en esencia de las teorías dualistas y monistas de la filosofía, difiere de las primeras porque no da cuenta de la conciencia como una entidad inexplicable a través de procesos físicos e incapaz de actuar causalmente sobre lo “físico” cuya existencia no puede expresarse en términos espacio-temporales, sino que por el contrario la conciencia es causada por fenómenos superiores del cerebro humano, y posee las mismas potestades causales que los procesos cerebrales. Difiere de las segundas porque las concepciones monistas cuya corriente mas fuerte y vigente es el materialismo, implica que los procesos mentales sean reducibles a procesos cerebrales y que al mismo tiempo sean identificables entre sí, es decir, que exista una correspondencia entre un proceso conciente y un proceso cerebral, a lo cual el autor responde que la conciencia puede reducirse causalmente pero no ontológicamente, la conciencia tiene una ontología de primera persona irreducible a fenómenos de tercera persona.

Así mismo, en esta misma lógica, si se tiene en cuenta la vertiente del materialismo referente al funcionalismo computacional, éste tampoco puede dar cuenta a cabalidad de los fenómenos mentales debido a que inevitablemente cae en algunas equivocaciones al intentar dar cuenta del razonamiento humano, como manipulación de símbolos, solo a través de la sintaxis, pero no tiene en cuenta la semántica, ejemplo de ello es el célebre experimento de la “sala china” utilizado por el autor tanto en éste libro como en The Rediscovery of the Mind (1992).

Luego de desentrañar algunos de los supuestos provenientes del dualismo cartesiano y de exponer su inconformidad con éstos arguyendo su incapacidad para dar cuenta de los fenómenos mentales, el autor se encamina a explorar otro de los tópicos mas discutidos en la actualidad en lo que respecta a la filosofía de la mente: el problema de la estructura de la conciencia y el problema de la intencionalidad.

En relación con la estructura de la conciencia se proponen un conjunto de rasgos centrales de la conciencia humana y probablemente animal, entre los que se pueden mencionar (1) la cualitatividad, (2) la subjetividad, relacionada con la anterior, para hacer mención al hecho de que la conciencia existe si y sólo si alguien la experimenta, (3) la unidad para dar cuenta de lo que se denomina “subjetividad cualitativa unificada”, es decir, un campo consciente total y unificado en el cual las experiencias se organizan en un momento determinado o a lo largo del tiempo en estructuras tanto ordenadas como complejas, (4) la distinción entre el centro y la periferia de nuestro campo conciente es otro de los rasgos de la conciencia, algunas veces ponemos atención a unas cosas y dejamos de lado otras y viceversa, (5) la situacionalidad en la que experimentamos el campo conciente, (6) la estructura gestáltica que permite al cerebro organizar la percepción de diferentes maneras; los anteriores son una muestra de la complejidad de nuestras experiencia concientes.

Por otra parte se presenta el problema de la intencionalidad, la cual se plantea como una característica fundamental irreducible de la conciencia y de la mente humana, de tal forma que la conciencia es conciencia de algo, la percepción es percepción de algo, no tiene sentido hablar de conciencia sino en la medida en que se trata de conciencia de algo. Cuando se habla de intencionalidad se debe diferenciar entre su tipo y su contenido: el tipo puede ser intencionalidad con c e intensionalidad con s, la primera permite que la mente se dirija a algo, se refiera a algo independiente de sí misma, mientras que la segunda se plantea como lo contrario a la extensionalidad, es decir, que no cumpla ni con los criterios de la prueba de Leibniz ni con los criterios de la prueba de inferencia existencial. Por otra parte el contenido se refiere a una proposición, representa situaciones del mundo en dos direcciones de ajuste, del mundo a la mente (como por ejemplo cuando observamos un objeto) y de la mente al mundo (por ejemplo cuando ya no sólo observamos el objeto sino que lo tomamos). Muy acertadamente el autor con el fin de establecer la importancia de la intencionalidad dice: “A fin de entender nuestra vida, debemos entender la estructura de la intencionalidad”.

Es de resaltar el carácter didáctico, claro y sólido con que el autor plantea estas problemáticas provenientes principalmente de la filosofía de la mente y que no son fáciles de digerir por parte de un lector incauto. Utiliza una estrategia pedagógica fascinante mediante la cual expone el problema a tratar ilustrándolo con ejemplos simples y a su vez al desarrollar las discusiones, va utilizando ejemplos cada vez más complejos sobre la base de los más simples de tal forma que el lector se embarca fácilmente en los pormenores de la discusión.

Así mismo, este libro es un gran texto introductorio a las particularidades de la filosofía de la mente, proponiendo un estudio de los conceptos tradicionales consistente en un análisis a partir de lo hechos y a partir de éstos ajustar y modificar los preconceptos del lector.