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Revista de Psicología (Lima)

versão impressa ISSN 0254-9247

Rev. psicol. (Lima) v.25 n.2 Lima dez. 2007

 

ARTÍCULOS

 

Reconocimiento de la expresión facial de la emoción en mexicanos universitarios1

 

Acknowledgement of emotional facial expression in Mexican college students

 

 

Ana María Anguas-Wong2; David Matsumoto3

San Francisco State University, EE.UU

 

 


RESUMEN

Este estudio explora el reconocimiento de la expresión facial de las emociones en bilingües mexicanos mediante el JACFEE (Matsumoto Ekman, 1988). Investigaciones previas evidencian el alto nivel de acuerdo transcultural en el reconocimiento emocional, sin embargo no se reportan estudios en la cultura mexicana. Participaron 229 estudiantes universitarios, edad promedio 21.79 años. Los resultados indican que las emociones universales: enojo, desprecio, disgusto, temor, felicidad, tristeza y sorpresa fueron reconocidas más allá del azar (p < .01), independientemente del sexo o nacionalidad del modelo. Estos hallazgos coinciden completamente con los datos transculturales que se tienen sobre el alto nivel de acuerdo en el reconocimiento emocional (Ekman, 1994), contribuyendo así al creciente cuerpo de evidencia sobre la universalidad de las emociones.

Palabras clave: Emociones, Expresión facial, Cultura mexicana, Universalidad, Estudiantes
universitarios y bilingües.


ABSTRACT

The aim of this study is to explore the patterns of emotion recognition in Mexican bilinguals using the JACFEE (Matsumoto & Ekman, 1988). Previous cross cultural research has documented high agreement in judgments of facial expressions of emotion, however, none of the previous studies has included data from Mexican culture. Participants were 229 Mexican college students (mean age 21.79). Results indicate that each of the seven universal emotions: anger, contempt, disgust, fear, happiness, sadness and surprise was recognized by the participants above chance levels (p < .001), regardless of the gender or ethnicity of the posers. These findings replicate reported data on the high cross cultural agreement in emotion recognition (Ekman, 1994) and contribute to the increasing body of evidence regarding the universality of emotions.

Keywords: Emotions, Facial expression, Mexican culture, Universality, College and bilingual students.


 

 

Las emociones han sido objeto de estudio y fascinación, no solo de psicólogos contemporáneos, sino de filósofos y pensadores de todos los tiempos. Ellas son un aspecto trascendental en nuestras vidas, les dan significado y sirven como importante motivación para nuestro comportamiento, dan color a nuestros pensamientos y cogniciones, nos permiten interactuar y son, de hecho, el combustible psicológico básico para nuestro crecimiento, desarrollo y conducta (Matsumoto, 2001).

Dentro del inmenso campo de estudio de las emociones, su expresión ha ocupado un lugar destacado, siendo la expresión facial uno de los ejemplos más interesantes de cómo la cultura puede convertirse en un invaluable vehículo de estudio.

Matsumoto y Juang (2004) mencionan dos razones por las cuales el binomio emoción-cultura es trascendental. En primer lugar porque gran parte de la investigación actual consiste en el estudio transcultural de la expresión emocional, con énfasis en la expresión facial, siendo esto de gran valor histórico en esta área de la Psicología. Segundo, porque la investigación transcultural ha demostrado de manera convincente que ciertas expresiones faciales parecen ser universales a través de todas las culturas humanas, mientas que otros estudios han demostrado que son biológicamente innatas. Todo esto, en su conjunto, nos permite tener un conocimiento firme acerca de la base biológica de la emoción, que puede ser válida para todos los seres humanos, independientemente de la cultura a la que pertenezcan y así proseguir con el análisis de la influencia cultural en los procesos emocionales más allá de lo innato.

Analizando la relación entre cultura y emoción desde una perspectiva histórica, encontramos que ésta ha sido estudiada desde los tiempos de Aristóteles y Sócrates (Russell, 1994), registrada en el texto sanscrito del Rasadhyaya (Shweder & Haidt, 2000) y fundamental en la obra de figuras de gran influencia en la psicología moderna como Freud, Darwin, Erikson, Piaget y Bowlby, entre otros.

La mayoría de los estudios transculturales modernos de la emoción tienen sus raíces en la obra de Darwin, ya que su trabajo no solo se convirtió en una fuente de inspiración, sino que brindó a los científicos la oportunidad de medir objetivamente las emociones, más allá del auto reporte. En su obra Las Expresiones Emocionales en el Hombre y los Animales (Darwin, 1872/1998) sugiere que las emociones y sus expresiones han evolucionado a través de las especies y son evolutivamente adaptativas, biológicamente innatas y universales, de manera que los seres humanos de todo el mundo, independientemente de raza o cultura, expresan sus emociones (en sus rostros) exactamente de la misma manera.

Como es bien sabido por todos, el trabajo de Darwin, aparte de ser influyente y provocativo, fue fuertemente criticado. Una de las principales razones fue la falta de evidencia sólida que avalara su tesis, ya que muchas de las ideas originales de Darwin se basaron en sus propias observaciones y descripciones de las expresiones emocionales en humanos y otros animales, las que aún cuando fueron hechas minuciosamente no pudieron ser consideradas como prueba científica de la universalidad de su tesis.

Es interesante notar que pese a lo provocativo del trabajo de Darwin sobre la universalidad de las emociones, durante el período comprendido entre 1872 y mediados de la década de los 60s (siglo XX), solo aparecen en la literatura siete estudios cuyo objetivo fue el de llevar a cabo un análisis más formal y sistemático del tema. Sin embargo, debido a sus fallas metodológicas, ninguno de ellos ofrece evidencia válida acerca del tema de la universalidad de las emociones.

No es sino hasta mediados de la década de los 60s cuando gracias a los trabajos de Sylvan Tomkins y de Ekman e Izard (ambos grupos de investigación trabajaron de manera independiente) se reunió evidencia suficiente para demostrar la existencia de seis expresiones universales de emoción: enojo, disgusto, temor, felicidad, tristeza y sorpresa (Ekman, 1973; Izard, 1971). Desde entonces hasta la fecha, diversidad de estudios han acumulado un importante cuerpo de evidencia, de tal manera que para la psicología contemporánea la base universal de la expresión emocional ya no solo no está en duda, sino que es considerada como un aspecto pancultural del funcionamiento psicológico. Una última adición a las expresiones universales ha sido la del desprecio; evidencia de su universalidad ha sido brindada en las investigaciones realizadas por Ekman y Friesen (1986), Ekman y Heider (1988) y Matsumoto (1992).

Como se mencionó anteriormente, la gran mayoría de estudios realizados en el área del análisis transcultural del reconocimiento emocional ha utilizado la expresión facial como estímulo. El presente estudio no es la excepción, aún cuando es importante notar que también han sido usados el tono de la voz (Matsumoto & Kishimoto, 1983, entre otros) y la postura corporal (Matsumoto & Kudoh, 1987).

Esta tendencia quizás se deba a que la utilización de la expresión facial ofrece varias ventajas. Primero, el hecho de que este tipo de investigación sea el más antiguo y ofrezca un mayor cúmulo de conocimientos facilita la realización de nuevos estudios y la contribución de nuevo material. Segundo, la noción de universalidad de las emociones ofrece a todos los estudiosos del tema una base conceptual para el entendimiento de las diferencias y similitudes culturales de la expresión facial. Tercero, a través de la expresión facial es posible mostrar estados emocionales específicos, aportando información concreta tanto en el área motivacional como en la de la comunicación y, finalmente, el desarrollo del sistema de codificación de la acción facial llamado Facial Action Coding System (FACS) (Ekman & Friesen, 1978) ha demostrado que la expresión facial es uno de los más complejos e intrincados sistemas de señales que existen y, por tanto, se ha creado una importante y productiva área de estudio.

El análisis transcultural de la expresión emocional ha demostrado un alto grado de acuerdo entre más de 30 culturas diferentes, incluyendo algunas sin un sistema de lenguaje escrito (Biehl et al., 1997; Ekman, 1994; Ekman & Friesen, 1971; Ekman, Sorenson & Friesen, 1969). Sin embargo, aún cuando los estudios originales sobre la universalidad demostraron que los sujetos reconocieron las emociones a niveles más allá del azar, ningún estudio ha reportado niveles perfectos de acuerdo entre diferentes culturas. Matsumoto (1992), entre otros, reporta que el rango de acuerdo de los niveles de reconocimiento emocional entre participantes americanos y japoneses iba del 64% hasta el 99%. Los americanos reconocieron mejor el enojo, disgusto, temor y tristeza, sin embargo, no hubo diferencias en el reconocimiento de la felicidad o la sorpresa. Estas diferencias son consistentes con datos reportados en investigaciones previas (ver Matsumoto, 2001, para una lista completa de estudios contemporáneos sobre el análisis transcultural del reconocimiento emocional). Por tanto, mientras que las expresiones universales son reconocidas a niveles considerablemente más elevados que el simple azar y con un gran acuerdo transcultural, las culturas también difieren en cuanto a su nivel absoluto de acuerdo, es decir, la universalidad y la relatividad cultural no son mutuamente exclusivas, por lo menos en lo referente a las emociones. La percepción de una emoción puede ser tanto universal como culturalmente específica, dependiendo del componente estudiado. Para Yrizarry, Matsumoto y Wilson Cohn (1998) existen cinco fuentes, por lo menos, que pueden producir diferencias culturales en la percepción emocional, aún cuando la emoción analizada sea universal: 1) traslape semántico en las categorías lingüísticas y conceptos mentales relacionados con la emoción en cuestión, 2) componentes faciales comunes a varias emociones, 3) coincidencia en eventos y experiencias relacionados con las emociones, 4) sesgos en la personalidad debido a la cognición social, y 5) la cultura.

Aún cuando estos datos han sido utilizados en contra de la universalidad de las emociones (Rusell, 1994, entre otros), sin éxito, por cierto, también han generado el desarrollo de estudios que han intentado explicar estas diferencias. Para Matsumoto (1992), las discrepancias en los grados de reconocimiento emocional son debidas a que diferentes culturas poseen diferentes normas para el reconocimiento emocional; estas reglas de manifestación cultural o cultural display rules (Ekman & Friesen, 1969) son aprendidas desde temprana edad y dictan las pautas para el manejo y modificación de las expresiones universales dependiendo del contexto social (Ekman, 1972).

Es interesante notar dentro del campo de estudio de los patrones universales del reconocimiento facial de las emociones, la falta de estudios transculturales que hayan incorporado muestras de participantes latinoamericanos dentro de su país de origen y utilizando su propio idioma.

Es así que el objetivo de este estudio fue el de explorar tanto la universalidad como la relatividad cultural de los patrones de reconocimiento emocional en la cultura mexicana, utilizando por vez primera el Japanese and Caucasian Facial Expressions of Emotion (JACFEE) (Matsumoto & Ekman, 1988), instrumento diseñado para examinar diferencias culturales en el reconocimiento de las expresiones faciales de las emociones, en una muestra de mexicanos, dentro de su propio país de origen y en su propio lenguaje, el español. Nosotros hipotetizamos que 1) los participantes mexicanos serán capaces de reconocer las expresiones faciales de las siete emociones universales más allá del azar y 2) los niveles exactos de reconocimiento emocional de los americanos serán diferentes a los de los mexicanos.

 

Metodología

Participantes

Se seleccionaron intencionalmente 229 estudiantes universitarios, alumnos del nivel avanzado del programa institucional de inglés, con un rango de edad de 18 a 51 años (M = 21.79, DE = 3.05). El 20.3% fueron hombres y el 70.7% mujeres. Todos los participantes fueron nacidos y criados en México, siendo su primera lengua el español.

Instrumentos

El instrumento quedó constituido por 56 fotos tomadas del JACFEE, ocho por cada una de las expresiones universales: enojo, desprecio, disgusto, temor, felicidad, tristeza y sorpresa. Por cada emoción cuatro fotos corresponden a modelos de cada origen étnico (caucásico o asiático) y por cada grupo étnico se incluyen dos modelos femeninos y dos modelos masculinos, en cada emoción. Todos los modelos son estudiantes universitarios y su rostro solo aparece una vez.

Todas las fotos del JACFEE han sido codificadas utilizando el FACS (Ekman & Friesen, 1978), con un nivel de confiabilidad de 0.91, asegurándose que cada movimiento músculo-facial correspondiese a las emociones universales. Diversos estudios, mediante la utilización de estas fotos, han reportado alto nivel de acuerdo en la interpretación de las emociones exhibidas (Matsumoto & Ekman, 1988, 1989).

El JACFEE es un instrumento diseñado para examinar diferencias culturales en el reconocimiento de las expresiones faciales de las emociones, su uso requiere que la diferentes culturas estudiadas sean expuestas a las mismas expresiones estímulo; que las expresiones faciales presentadas sean válidas y confiables representaciones de las emociones universales; que cada rostro que modele la expresión facial solo aparezca una sola vez y que se incluyan rostros de más de un origen racial.

Procedimiento

Los sujetos respondieron al instrumento en grupos durante sus clases de inglés. Cada imagen fue proyectada en la pantalla por 15 segundos y el orden de presentación fue aleatorizado y, a través de un proceso de selección forzada, los sujetos eligieron de entre ocho opciones la que ellos consideraban representaba la emoción proyectada (enojo, desprecio, disgusto, temor, felicidad, tristeza, sorpresa y no es emoción). Toda la sesión, así como los textos del protocolo, instrucciones y ejemplos, fueron presentados en el idioma español. En la Tabla 1 pueden consultarse las definiciones de las emociones en ambos idiomas: inglés y español.

 

 

Resultados

Las 56 respuestas de tipo nominal, dadas por cada sujeto, fueron recodificadas, asignándoles el valor 1 si la emoción había sido reconocida correctamente o el valor 0 si el juicio del participante no correspondía con la emoción universal exhibida. Posteriormente se obtuvieron los porcentajes de reconocimiento por emoción, independientemente del origen étnico y el sexo del o de la modelo.

Hipótesis 1

Una vez obtenidos estos porcentajes se analizó si cada una de las denominadas siete emociones universales: enojo, desprecio, disgusto, temor, felicidad, tristeza y sorpresa, fue reconocida más allá del azar (Chi cuadrado con corrección para la discontinuidad). Los porcentajes de reconocimiento por emoción, independientemente del sexo y origen étnico de los modelos, pueden ser observados en la Tabla 2. Es interesante notar cómo más de un 90% de los participantes reconocieron las expresiones faciales de felicidad y sorpresa, mientras que las de tristeza, enojo y temor fueron correctamente elegidas por un 70% de los entrevistados. Disgusto fue reconocido por un 50% de la muestra, en tanto que los estímulos faciales que representaban desprecio tan solo fueron seleccionados correctamente por un 25% de los sujetos, aproximadamente.

 

 

Los resultados fueron obtenidos utilizando el estadístico chi-cuadrado (χ2). Para cada una de las emociones fueron: enojo χ2(1) = 55.89, desprecio χ2(1) = 738.131 (p < .01), disgusto χ2(1) = 64.496, temor χ2(1) = 28.513, felicidad χ2(1) = 707.265, tristeza χ2(1) = 85.139 y sorpresa χ2(1) = 637.374. En todos los casos los valores alcanzados fueron mayores que los valores críticos, indicando que en menos de un caso de cada cien (p < .01), una diferencia como la del valor igual o mayor al observado de chi cuadrado puede ser atribuida a la selección de la muestra (azar). Estos resultados son comparables con datos de investigaciones previas que apoyan la noción de universalidad en el reconocimiento de emociones, por lo que la Hipótesis 1 fue aceptada.

Hipótesis 2

Al realizar el análisis comparativo (chi cuadrado) de los porcentajes obtenidos para la muestra mexicana y las normas para la población norteamericana fue posible concluir que los patrones de reconocimiento de americanos y mexicanos son diferentes, por lo que la Hipótesis 2 también fue aceptada. También fue posible observar que las siete emociones universales analizadas (enojo, desprecio, disgusto, temor, felicidad, tristeza y sorpresa) son todas elementos independientes y mutuamente exclusivos de la experiencia emocional, al no existir comunalidad entre ellas (χ2(6) = 38.45, p < .01).

Análisis posteriores permitieron establecer que los americanos y mexicanos difirieron específicamente de manera significativa en los niveles de reconocimiento del desprecio, el disgusto y la tristeza, ya que los valores p para las pruebas z fueron menores que .05. No se encontraron diferencias significativas para la felicidad, el temor y la sorpresa.

Es importante hacer notar que la felicidad fue la emoción más reconocida y el disgusto la menos reconocida por ambos grupos de participantes. También es interesante destacar que los americanos reconocieron mejor el enojo, desprecio, disgusto, temor y la tristeza. Por otra parte, los mexicanos reconocieron mejor la sorpresa que sus contrapartes americanos. Ambos grupos obtuvieron porcentajes similares para la felicidad. El rango de los porcentajes de reconocimiento fue desde 95.20% hasta 25.96% (ver Tabla 2).

 

Discusión

Los porcentajes de reconocimiento obtenidos en el presente estudio son completamente comparables con los presentados en investigaciones anteriores sobre la transculturalidad en los juicios de las expresiones faciales de las emociones (Biehl et al., 1997; Ekman, 1994; entre otros), contribuyendo así al creciente cuerpo de evidencia sobre la universalidad del fenómeno. También presentan evidencia del acuerdo pancultural en los juicios emitidos a través del JACFEE.

Estos resultados, sin embargo, también indican la existencia de diferencias en los niveles precisos de acuerdo entre diferentes países, en este caso entre México y los Estados Unidos de Norteamérica. Lejos de interpretar estas diferencias como evidencia en contra de la universalidad, los autores de este artículo consideran que estas diferencias enfatizan la importancia de las llamadas reglas de manifestación cultural que varían de cultura en cultura. Ya Ekman y Friesen (1969), en su teoría neurocultural, hablaban de cómo las expresiones emocionales pueden ser universales y, al mismo tiempo, culturalmente específicas, de acuerdo a las reglas de manifestación cultural. Biehl et al. (1997) sugieren que un mecanismo similar se desencadena al emitir juicios sobre expresiones faciales de las emociones. Según ellos, los juicios que hacemos sobre las expresiones faciales que vemos en otros rostros están basados, en general, en la universalidad de dichas expresiones, las cuales algunos consideran son biológicamente innatas. Esta característica contribuye a que los niveles de acuerdo intra e interculturales se encuentren significativamente por encima del azar. Aún siendo esto así, los individuos de diferentes países y culturas aprenden reglas culturalmente específicas de decodificación emocional (Buck, 1984) introduciendo sesgos o tendencias que alteran los niveles de acuerdo en sus juicios. Estos sesgos pueden no existir necesariamente en la categoría emocional usada para clasificar una expresión, sino en las categorías semánticas y en los significados afectivos asociados con la categoría emocional. En el caso específico de este estudio, probablemente las diferencias se deban a que las reglas de manifestación cultural mexicanas enseñan a enmascarar los sentimientos negativos, lo cual quizás hace más difícil la tarea de reconocer eficazmente dichos sentimientos en otros rostros; evidencia de esto pueden ser los porcentajes de reconocimiento para disgusto y desprecio.

Una imagen muy popular que se tiene de los mexicanos es que siempre están sonriendo, como si tuvieran una máscara sonriente encubriendo sus más íntimos y verdaderos sentimientos. Evidencia de esta creencia puede encontrarse en literatura en la obra de Octavio Paz (1959), quien escribe que “el mexicano se esconde bajo muchas máscaras” (p. 173) y también menciona que “el mexicano excede en el disimulo de sus pasiones y de sí mismo… No camina, se desliza; no propone, insinúa; no replica, rezonga; no se queja, sonríe; hasta cuando canta –si no estalla y se abre el pecho- lo hace entre dientes y a media voz, disimulando su cantar…” (p. 38). Díaz Guerrero (2003) nunca menciona que los mexicanos disimulan, como una forma conciente de manejar sus emociones, pero sí escribió que cuando los seres humanos actúan de una forma específica por un período prolongado de tiempo, ya no es una actuación sino una característica de la personalidad.

La expresión de las emociones y la interpretación de ellas en los rostros de otros seres humanos no ocurren en el vacío, las relaciones interpersonales juegan un rol muy importante y, para la cultura mexicana, según Díaz Guerrero (2003), el valor de la relación está dado por el grado de satisfacción y placer producido por ésta. Otra razón puede ser que algunas culturas (como la mexicana) inducirían a sus miembros a aceptar que la manera culturalmente más apropiada de manejar el estrés (básicamente emociones negativas: enojo, disgusto, desprecio, etc.) es a través de la auto modificación, es decir, cuando se presenta un problema la mejor manera de solucionarlo es con el auto sacrificio, la cortesía, los buenos modales, la obediencia (Díaz Guerrero, 1994) y el enmascaramiento de las emociones (Anguas-Wong, Matsumoto & Yoo, 2005).

Fuera del campo de la personalidad, quizás otra posible razón para las diferencias entre ambas culturas en cuanto al nivel de acuerdo en el reconocimiento emocional sea el idioma. Estudios previos (Matsumoto, 1989, 1992; Matsumoto & Assar, 1992) han sugerido que cuando la tarea se lleva a cabo en culturas donde se habla el idioma inglés las expresiones faciales de las emociones universales son reconocidas con más precisión. Para Matsumoto y Assar (1992) esto puede ser el resultado de que el idioma inglés puede ser más preciso en la etiquetación de nuestras emociones y las de los demás, y al parecer este hallazgo se replica en el presente estudio, donde la tarea fue llevada a cabo en el idioma español.

Finalmente, los bajos porcentajes de reconocimiento para las expresiones faciales de disgusto y desprecio pueden ser el resultado de un traslape semántico entre ambas categorías, basándose en las definiciones usadas o en la misma etiquetación de dichas emociones. Todas estas ideas generan más preguntas que respuestas, las cuales deberán ser analizadas en futuras investigaciones donde probablemente la utilización de participantes, no solo mexicanos sino de las demás culturas latinoamericanas, así como la colaboración de individuos multilingües, podría esclarecer tanto los efectos culturales como del lenguaje, en particular el español, sobre el fenómeno de la emoción humana, su universalidad y su especificidad cultural.

 

Referencias

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Recibido: 15 de mayo, 2007
Aceptado: 11 de junio, 2007

 

 

1 Estudio realizado gracias al financiamiento otorgado por el Fondo de Apoyo a la Investigación de la Facultad de Psicología y el Departamento Universitario de Idiomas, pertenecientes a la Universidad Autónoma de San Luis Potosí, México.
2 Doctora en Psicología por la Universidad Nacional Autónoma de México. Se desempeña como Profesora Adjunta en el Culture and Emotions Research Lab y como profesora de la cátedra Perspectivas Transculturales en Psicología. Sus intereses de investigación se centran en la etnopsicología y etnopsicometría mexicana, con énfasis en el bienestar subjetivo, y la psicología transcultural. Dirección postal: Department of Psychology, San Francisco State University, 1600 Holloway Avenue, San Francisco, CA 94132, EE. UU. Correo electrónico: anguas@sfsu.edu
3 Doctor en Psicología por la Universidad de California, Berkeley. Profesor y Director del Culture and Emotion Research Laboratory. Jefe de Investigación y Ejecutivo de The Ekman Group. Sus intereses se ecntran en cultura, emoción, interacción social y comunicación. Dirección postal: Department of Psychology, San Francisco State University, 1600 Holloway Avenue, San Francisco, CA 94132, EE. UU. Correo electrónico: dm@sfsu.edu