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Revista de Psicología (Lima)

versão impressa ISSN 0254-9247

Rev. psicol. (Lima) vol.31 no.2 Lima  2013

 

Artículos

Las fuentes de la memoria colectiva: los recuerdos vividos e históricos

 

 

Felipe Muller1, Federico Bermejo2
Universidad de Belgrano/Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas, Argentina

 

 


Resumen

Se estudia el rol que desempeñan los recuerdos vividos e históricos en la memoria colectiva por medio de la valoración del pasado reciente argentino. Estos recuerdos operan como fuentes que nutren a la memoria colectiva. Los recuerdos vividos están vinculados a la experiencia directa, mientras que los recuerdos históricos a las fuentes indirectas que informan sobre el pasado. 60 participantes, divididos en dos grupos (mayores y menores de 46 años), realizaron valoraciones sobre el presente y el pasado reciente, en base a recuerdos vividos y en recuerdos históricos. Los resultados muestran que los recuerdos vividos o autobiográficos tienen una incidencia distinta en las valoraciones que los recuerdos históricos.

Palabras clave: memoria colectiva, valoración nacional, memoria histórica, memoria autobiográfica.


Abstract

The Historical and Lived Sources of Collective Memory The aim of the present paper is to study the role that lived and historical memories have in the conformation of collective memory through the participant's appraisals in the recent past of Argentina. These memories operate as sources that nurture collective memory. Lived memories are related to live experiences, while historical memories are related to indirect sources that inform about the past. 60 participants, divided in two groups (above and below 46 years of age) appraised the present and recent past, based on lived and historical memories. Results show that lived or autobiographical and historical memories contribute differently to collective memory.

Keywords: collective memory, national appraisal, historical memory, autobiographical memory.


 

 

El interés creciente por el estudio de la memoria colectiva ha generado una proliferación de usos de este término que problematizó su definición misma, perdiendo así poder retórico (Gillis, 1994). Si partimos de la noción de memoria colectiva como símbolos públicamente disponibles y mantenidos por la sociedad a través del tiempo (Olick, 1999), entonces el estudio de la memoria colectiva se orienta en dos direcciones. Por un lado, algunos estudios tratan a estos símbolos como fuentes que necesitan ser interpretadas, y otros se preocupan por los procesos por medio de los cuales estos símbolos se construyen y mantienen en el tiempo, como monumentos y conmemoraciones (Hirst & Manier, 2008; Larson & Lizardo, 2007). Hirst y Echterhoff (2008) subrayan que el estudio de la construcción de monumentos, de conmemoraciones, de textos y de otros artefactos culturales por medio de los cuales estos símbolos se hacen disponibles a la comunidad dejan poco lugar para su estudio desde la psicología, ya que se enfatizan los procesos de producción, pero soslayan el "problema de la recepción" (Kansteiner, 2002), el "consumo" (De Certeau, 1984), o la "apropiación" (Wertsch, 1998) de lo producido. Son estos últimos procesos los que explicarían por qué algunas de estas prácticas y recursos de la memoria son más efectivos que otros en la existencia de los recuerdos colectivos. Es sobre estos procesos de apropiación donde la psicología tiene la posibilidad de hacer su contribución, conformando la base de una psicología de la memoria colectiva.

De esta manera, un estudio de la memoria colectiva desde una perspectiva psicológica debe considerar distintos procesos: transmisión de recuerdos, convergencia de los mismos, estabilidad de las memorias compartidas en el tiempo y, finalmente, la relación de estos recuerdos con la identidad del grupo (Assmann, 1995; Hirst & Echterhoff, 2008). Las conversaciones sobre el pasado son también una de las prácticas que posibilitan el estudio de los procesos de transmisión y convergencia, ya que promueven el traspaso de recuerdos de una persona a otra, proceso denominado como contagio social (Brown, Kouri & Hirst, 2012). Fue así que mediante el estudio de estas conversaciones, comenzamos a hacer nuestra contribución al campo de la memoria colectiva (Muller, 2009; Muller & Hirst, 2010; Muller & Camarada, 2011; Muller & Bermejo, 2012). Nos interesamos en estudiar las condiciones que promueven u obstaculizan el contagio social centrándonos en distintas variables conversacionales y en la calidad de los recuerdos de los miembros del grupo. Sin embargo, un elemento quedaba desatendido en nuestro abordaje. La literatura mostraba que la memoria colectiva se componía de distintos tipos de recuerdos, y comenzamos a ocuparnos de esta distinción y su incidencia en el desarrollo de recuerdos compartidos. Si el estudio de las conversaciones es una de las vías posibles para contribuir a una psicología de la memoria colectiva, otra vía es el estudio de los recuerdos que la componen.

Maurice Halbwachs (1925/1980, 1992) distingue entre dos tipos de recuerdos que conforman la memoria colectiva: los recuerdos vividos o autobiográficos y los recuerdos históricos. Los primeros son aquellos recuerdos cuya fuente es la experiencia personal del sujeto sobre un determinado acontecimiento o período histórico. Si bien refuerzan los lazos con los participantes de ese acontecimiento, estos recuerdos tienden a desaparecer con el tiempo si no son evocados conjuntamente con otros involucrados en tales acontecimientos. Se trata de una memoria enraizada en los sujetos. Los segundos se basan en conocimientos indirectos de un hecho o momento histórico, obtenidos, por ejemplo, a través de los libros de historia u otro tipo de archivos, y se mantienen vivos por medio de conmemoraciones y actos festivos. Si los recuerdos autobiográficos o vividos tienen como base a los individuos, los recuerdos históricos tienen como agente a las instituciones, ya que son ellas la que almacenan e interpretan el pasado (Coser, 1992). Recientemente, Schuman y Scott (1989) consideran que es necesario tener en cuenta dos definiciones de memoria colectiva, que se apoyan en la distinción entre recuerdos vividos y recuerdos históricos. Por un lado, cuando una porción sustancial de la población recuerda un objeto común, esto puede ser considerado como una forma de memoria colectiva. Sin embargo, esta podría ser una forma superficial de memoria colectiva, especialmente cuando al examinarse los recuerdos estos aparecen menos vinculados a hechos conceptualizados colectivamente —por ejemplo, la guerra de las Malvinas— y más relacionados con experiencias personales —por ejemplo, que el sujeto haya combatido en dicha guerra— (Schuman & Rieger, 1992; Schuman & Scott, 1989). En cambio, una definición más amplia de memoria colectiva, considerada como imágenes ampliamente compartidas de un evento pasado, incluiría, por ejemplo, la idea de que la guerra de las Malvinas fue un intento desesperado de la dictadura militar argentina para mantenerse en el poder o, desde otra posición, como una gesta histórica para recuperar un territorio usurpado. Este tipo de memoria colectiva podría ser albergada tanto por sujetos con recuerdos vividos como por sujetos con recuerdos históricos de dicho suceso.

Sobre la base de estas diferenciaciones, Wertsch (2002) postula una memoria colectiva de los eventos vividos y una memoria histórica de hechos de tiempos previos. El primer concepto permitiría establecer una conexión entre la memoria individual y la memoria colectiva, mostrando la complejidad de estas relaciones, y surge del estudio de la memoria autobiográfica. Así, el hecho de que muchos recuerdos colectivos refieren a eventos que sucedieron durante la vida de un sujeto explica por qué los mismos tienen una fuerte impronta subjetiva. El haber vivido los sucesos de la época que se recuerde tiene un impacto poderoso a la hora de recordar esos sucesos. Específicamente, variables como la estructura de metas personales (Conway, 2005; Conway & Haque, 1999; Holmes & Conway, 1999) y la identidad (Wilson & Ross, 2003) tienen un impacto en la memoria individual y en la memoria colectiva de una generación (Wertsch, 2002). Más aún, Wertsch (2002) señala que estos recuerdos son parte del sistema del sí mismo, y por lo tanto adquieren una cualidad distinta de aquellos recuerdos no relacionados directamente al sí mismo. Con el fin de estudiar la memoria colectiva y las fuentes que la conforman, se integraron las distinciones sobre los recuerdos en relación con las valoraciones nacionales realizadas sobre distintos períodos de la historia individual y nacional, según los recuerdos del pasado. Se consideran las valoraciones que se producen sobre la historia argentina como vía general al estudio del tipo de recuerdos como un medio apropiado para producir valoraciones apoyadas en recuerdos históricos o en recuerdos vividos (Muller & Bermejo, 2012).

El marco teórico integra dos líneas de investigación: (a) los estudios sobre la memoria colectiva de Halbwachs (1925/1980, 1992) y de Schuman & Scott (1989), quienes destacan el impacto cualitativo de la experiencia directa sobre los recuerdos cuando estos contribuyen a la memoria colectiva; (b) la Teoría de Apreciación Temporal (TAT) de Ross y Wilson (2003) sobre la valoración del sí-mismo, transpuesta a la valoración del país o valoración nacional, según Hirst, Addai y Coman (2008). La TAT sugiere que las personas tienden a reaccionar a sus sí-mismos pasados y sus resultados de forma que los haga sentir bien en el presente (Ross & Wilson, 2002). Así, las personas pueden mantener altos niveles de autoestima realzando los sí-mismos pasados que sienten cercanos —especialmente cuando se consideran atributos importantes para el sujeto en el presente— y menospreciando sí-mismos pasados que sienten distantes (Wilson & Ross, 2001). Esta evaluación depende de la distancia personal subjetiva, según Ross y Wilson (2002).

El presente estudio forma parte de un proyecto transnacional que se lleva a cabo con la participación de Estados Unidos, Escocia, Ghana y Rumanía (Hirst et al., 2008). Los resultados preliminares sugieren que en países estables y sin graves crisis institucionales ni interrupción de gobiernos democráticos como estado Unidos y Escocia —antes de la crisis financiera de 2008— se observa el "efecto nostalgia" en la valoración nacional de sus participantes, habiendo sido evaluado el pasado de manera más positiva que el presente. Además, el "efecto nostalgia" fue mayor cuando las valoraciones se realizaron en base a recuerdos históricos que cuando se basaron en recuerdos vividos. Sin embargo, en países como Ghana y Rumanía, no se manifestó el efecto nostalgia, ya que se evaluó el pasado del país negativamente frente al presente. Cabe señalar que los resultados fueron previsibles, por cuanto el pasado reciente de Ghana y Rumanía se caracterizó por inestabilidad política —golpes de estado y repetidos gobiernos dictatoriales—, etapas de pobreza y persecuciones, hasta el retorno de la democracia a comienzos de la década de 1990, para ambos países. Un elemento que se mantuvo constante en las valoraciones encontradas en países más estables fue que el pasado fue evaluado negativamente frente al presente, cuando el juicio se basó en recuerdos históricos, frente a los recuerdos vividos. Los recuerdos históricos parecen potenciar la dirección general del recuerdo colectivo (Hirst et al., 2008).

En la Argentina, algunos de los períodos históricos evaluados —particularmente los años 1976 y 2001— se caracterizan por haber sido, si bien de distinto modo, períodos de fuertes crisis institucionales, políticas y económicas. En un estudio centrado en los acontecimientos de 1976, Muller & Bermejo (2012) encontraron que, en la apreciación general el pasado aparece valorado negativamente con respecto al presente, tanto para aquellos que basaron sus valoraciones en recuerdos vividos como en recuerdos históricos. Sin embargo, cuando la valoración del pasado se realizó sobre dimensiones específicas provistas por los investigadores —tales como libertad de expresión y de acción, bienestar económico, estabilidad política, aislamiento social, valores morales, corrupción, calidad educativa, seguridad, ocio y tiempo libre—, se mantuvieron las diferencias con el presente solo para aquellos que realizaron sus valoraciones basados en recuerdos históricos. Al parecer, los recuerdos vividos matizaron la valoración negativa del pasado. En el presente estudio se busca indagar si el efecto es reproducible cuando las dimensiones son provistas por los participantes. Estas "dimensiones emergentes", provistas por los sujetos, constituirían los rieles sobre los cuales se desarrollan los contenidos de la memoria colectiva. Es sobre ellos donde se realizan las valoraciones, y permitirán estudiar las dimensiones que utilizan los participantes cuando realizan valoraciones del pasado.

El presente estudio se propone indagar la manera en que los recuerdos vividos o autobiográficos e históricos contribuyen a la memoria colectiva, si existen diferencias en su contribución a la misma, considerando las valoraciones nacionales producidas por distintos grupos sobre las dimensiones por ellos elegidas. Considerando un mismo período de tiempo de la historia argentina, nos interesa estudiar si los grupos que producen sus valoraciones apoyados en recuerdos históricos se comportan de manera distinta a aquellos que se apoyan en los recuerdos vividos; asimismo, interesa indagar si la valoración general del pasado es acompañada en la misma dirección por la valoración específica del mismo por ambos grupos, ya que las mismas se apoyan en recuerdos distintos.

 

Método

Participantes

Los participantes fueron 60 alumnos y empleados de la Universidad de Belgrano divididos en dos grupos de 30 personas cada uno según edad menor o mayor a 46 años (M Menores de 46 años= 25.8 años; M Mayores de 46 años= 57.6 años), convocados mediante un volante que otorgaba créditos por actividades extracurriculares a los alumnos y un pago monetario a los empleados por su participación.

 

Medidas

Los tipos de memoria histórica y vivida fueron evaluados a partir de un cuestionario autoadministrable compuesto de cuatro apartados. El primer apartado lo constituyó una página en la que los participantes realizaron una valoración general sobre la Argentina en los cuatro períodos indicados (Hoy —2012—, Once años atrás —2001—, Veintiún años atrás —1991— y Treinta y seis años atrás —1976—), a partir de una escala numérica del 1 al 10 (0=muy negativo; 5=neutral; 10=muy positivo). El segundo apartado incluyó preguntas para recabar datos generales sobre la composición de la muestra (Sexo, Edad, etc.). El tercer apartado estuvo compuesto de dos hojas divididas en cuatro partes, donde se solicita lo siguiente: "En seis oraciones, describa con sus propias palabras cómo era la vida en general en su país "X" años atrás, en relación a otros países en ese momento". Cada una de las partes contiene seis espacios en blanco, donde los participantes deben escribir seis afirmaciones para cada uno de los períodos, sobre aspectos de la realidad argentina, en comparación con otros países. El cuarto y último apartado incluye una consigna que dice: "Usando la escala de abajo, evalúe cada una de las descripciones de su país, según usted haya declarado algo negativo, neutral o positivo acerca de su país (Use 0-10 en su evaluación)". A continuación, hay una grilla de cinco columnas (Dimensión elegida, Hoy, 2001, 1991, 1976) y seis filas (una para cada dimensión propuesta y sus valoraciones), donde los sujetos deben, además de asignar un nombre a cada dimensión propuesta, valorar numéricamente (utilizando la misma escala que para las valoraciones generales) cada una de sus afirmaciones.

 

Procedimiento

Primero se realizó una clasificación de los recuerdos que los sujetos pueden tener del pasado, en dos categorías: (a) recuerdos de sucesos vividos, que pueden ser directos (i.e. los recuerdos de las personas que se manifestaron en las calles argentinas en el año 2001 tras las medidas económicas del gobierno denominadas "corralito") o indirectos (i.e. los recuerdos de quienes siguieron aquellos hechos a través de la cobertura de los medios de comunicación); (b) recuerdos de sucesos históricos (i.e. los recuerdos de sucesos históricos ocurridos cuando el participante no había nacido o tenía menos de diez años de edad). La razón para considerar a estos últimos recuerdos como históricos se basa en estudios de Conway y Haque (1999) y de Holmes y Conway (1999). Luego se dividió a los participantes en los dos grupos de igualdad numérica según edad menor o mayor de 46 años. En tercer lugar se identificaron momentos salientes de la historia reciente de la Argentina: el Hoy, 2001 (caída del gobierno de la Alianza), 1991 (etapa de políticas económicas neoliberales) y 1976 (golpe de Estado y comienzo del terrorismo de Estado). Posteriormente se solicitó a los participantes realizar una valoración general y diversas valoraciones específicas de cada período, brindando además dimensiones posibles para la valoración de las específicas. El análisis de los resultados se centró en las valoraciones producidas en torno de "1976", con el fin de asegurar que ambos grupos produjeran valoraciones por tipo de recuerdo: los menores de 46 años en base a recuerdos históricos y los mayores de 46 años en base a recuerdos vividos. Todos los cuestionarios fueron contrabalanceados en el apartado en el que debieron escribirse las oraciones, para modificar el orden de presentación de los períodos a evaluar.

 

Resultados

El análisis de resultados se realizó considerando el promedio de las valoraciones generales y específicas que hicieron los sujetos para cada uno de los períodos (Hoy, 11, 21 y 36 años atrás), según las atribuciones brindadas por ambos grupos acerca del año 1976. El análisis de las valoraciones nacionales muestra que estas no parecen afectarse por el tipo de recuerdos en que se sustentan. Los valoraciones generales hechas para el año 1976 por el grupo de menores de 46 años (M = 1.90; D.E. = 2.36) no difiere de aquellas producidas por el grupo de mayores de 46 (M = 2.03; D.E. = 2.56), t (58) = -2.09, p = .835. No se encontraron diferencias entre las valoraciones específicas de los menores de 46 (M = 3.28; D.E. = 2.09) y las de los mayores de 46 (M = 3.63; D.E. = 2.12) para el mismo período, t (58) = -.636, p = .527 (ver Tabla 1). Tampoco se encontraron diferencias significativas entre las valoraciones generales, ni entre las valoraciones específicas para ninguno de los otros períodos evaluados (p > .05).

 

 

Sin embargo, un análisis post-hoc sobre las valoraciones que hacen cada uno de los dos grupos para cada período, muestra diferencias entre los tipos de recuerdos. Se analizó el comportamiento de cada grupo con respecto a cada uno de los períodos. El grupo de menores de 46 años realizó valoraciones generales del ahora (M = 4.53; D.E. = 2.31) y valoraciones generales de 1976 (M = 1.90; D.E. = 2.36) que mostraron diferencias significativas, t (29) = 4.41, p < .001. A su vez, sus valoraciones específicas del ahora (M = 4.68; D.E. = 2.15) y del año 1976 (M = 3.28; D.E. = 2.09) mostraron también diferencias, t (29) = 2.40, p < .025.

Por otro lado, los mayores de 46 años también mostraron que sus valoraciones generales del ahora (M = 5.36; D.E. = 2.45) y las valoraciones generales de 1976 (M = 2.03; D.E. = 2.56) fueron significativamente diferentes, t (29) = 4.205, p < .001. No se encontraron diferencias significativas entre las valoraciones especificas del ahora (M = 4.72; D.E. = 2.61) y las valoraciones específicas de 1976 (M = 3.63; D.E. = 2.12), t (29) = 1.62, p = .114. En líneas generales, no se encontraron diferencias entre los dos grupos con respecto a las valoraciones del pasado para ningunos de los períodos. Al parecer, los grupos de mayores y menores de 46 años evalúan de manera general y específica el pasado sin mostrar diferencias entre ellos, y tampoco se aprecian diferencias en la contribución de recuerdos vividos o históricos. Sin embargo, el análisis detallado de las valoraciones de cada uno de los grupos muestra que los recuerdos vividos e históricos contribuyen de manera diferente a las valoraciones. Mientras que los menores de 46 años evalúan de manera negativa el período de 1976 con respecto al presente, tanto en sus valoraciones generales como específicas, los mayores de 46 años lo hicieron solamente en sus valoraciones generales.

 

Discusión

En términos generales, el tipo de recuerdo que nutre las valoraciones nacionales ha demostrado, hasta el momento, tener injerencia en la fuerza de la dirección que toman dichas valoraciones. Las valoraciones generales de un período crítico como el año 1976 son negativas, tanto cuando son realizadas con sujetos con recuerdos vividos como por sujetos con recuerdos históricos. En cambio, las valoraciones específicas se ven influenciadas por el tipo de recuerdos sobre el cual se sustenta la valoración. Así, los sujetos con recuerdos históricos producen valoraciones específicas que también son negativas con respecto al presente. En contraste, cuando las valoraciones específicas se apoyan en recuerdos vividos o autobiográficos, si bien también presentan un signo negativo, no son significativamente diferentes a las del presente. En un estudio previo (Muller & Bermejo, 2012), se reportaron diferencias entre grupos que sustentaban sus valoraciones o bien en recuerdos vividos o bien en recuerdos históricos para un mismo período de la historia argentina. En el presente estudio no se hallan estas diferencias entre los grupos, pero sí se encuentran diferencias en algunas valoraciones que hace cada grupo de su pasado. Así, los resultados del presente estudio muestran que cuando los sujetos con recuerdos históricos hacen valoraciones de un período (en este caso "negro") de la historia argentina, tanto sus valoraciones generales como las específicas se muestran negativas con respecto al presente. Por otro lado, cuando las valoraciones de ese mismo pasado son realizadas por sujetos que basan las mismas en recuerdos vividos o autobiográficos, las generales son también negativas con respecto al presente, pero las específicas no muestran diferencias con respecto al mismo.

Los sujetos mayores de 46 años elaboraron sus valoraciones siempre en base a recuerdos vividos, y es entre las valoraciones específicas del hoy y las del año 1976 donde no se encuentran las diferencias esperadas. Al parecer los recuerdos vividos tienen la capacidad de atenuar las valoraciones. Mientras que las valoraciones específicas basadas en recuerdos históricos parecen mantenerse en consonancia con la valoración general que hace un grupo, las valoraciones específicas basadas en recuerdos vividos matizan, atenúan, o incluso revierten la dirección general de la valoración general (Muller & Bermejo, 2012).

Hay dos aspectos que son necesarios resaltar de los resultados reportados. Por un lado, enfatizar y explicar cómo contribuyen de manera distinta a las valoraciones ambos tipos de recuerdos. Por otro lado, comenzar a destacar la importancia en la conformación de la memoria colectiva de las dimensiones emergentes propuestas por los sujetos. Con respecto a la manera en que contribuyen los recuerdos vividos e históricos como fuente de la memoria colectiva, la distinción de Schuman y Scott (1989) puede proveer una mejor articulación de estos resultados. Por un lado, cuando las evaluaciones específicas se apoyan en recuerdos vividos o autobiográficos contribuirían a una concepción de memoria colectiva que sería más "superficial", ya que si bien ese pasado se trata de un "objeto común" para los sujetos, este queda más ligado o relacionado a experiencias personales, y menos a un pasado conceptualizado colectivamente. Ese pasado recordado menos superficialmente, menos basado en recuerdos autobiográficos, y más basado en una conceptualización colectiva del mismo, aparece para estos sujetos en su valoración general. Así, los recuerdos autobiográficos o vividos, tendrían la capacidad de matizar las valoraciones generales negativas.

En este sentido, es posible que en un contexto de terrorismo de Estado, haya sujetos que a la hora de evocar dimensiones específicas de esa época recuerden que, en términos económicos, su familia pasaba por un buen momento, y que la vida social en su localidad transcurriera "pacíficamente" y ajena a los acontecimientos generales. Así y todo, su memoria colectiva menos anclada en los recuerdos vividos se muestra alineada con la imagen compartida de ese pasado por la sociedad: será ese recuerdo más institucionalizado, menos superficial, del pasado. Al parecer, la capacidad de matizar valoraciones como la realizada en el presente estudio, o incluso de darles una dirección positiva (Muller & Bermejo, 2012), requiere mayor indagación. Por otro lado, las valoraciones, tanto generales como específicas, basadas en recuerdos históricos, se apoyarán necesariamente en conocimientos conceptualizados colectivamente de ese pasado. Allí no tiene lugar el recuerdo autobiográfico, y las dimensiones específicas se alinearán con esa imagen negativa compartida del mismo. Por ejemplo, la ausencia de piquetes o cortes de rutas en aquella época, que podría reportar alguien con recuerdos vividos, y atenuar la valoración negativa del período, no entraría como descripción del pasado, ya que el concepto mismo de terrorismo de Estado impediría la inclusión de esa descripción (es decir, nadie contemplaría como algo positivo la ausencia de cortes de rutas en un contexto donde el Estado ejerce el terror, arrojando ciudadanos con vida desde los aviones). Al mismo tiempo, la no inclusión de recuerdos autobiográficos explicaría por qué las valoraciones específicas y generales se comportan de la misma manera cuando se basan en recuerdos históricos: la base conceptual es la misma para ambas valoraciones, y no es interferida por recuerdos autobiográficos.

Por otro lado, estas distinciones son válidas tanto cuando las dimensiones de la valoración específica son propuestas por el investigador (Muller & Bermejo, 2012), como cuando son propuestas por los sujetos participantes. En este sentido, se propone que a mayor número de dimensiones, mayor presencia de recuerdos autobiográficos en las valoraciones. Es posible que cuanto mayor sea el número de dimensiones que deban ser valoradas, mayor sea también el efecto de esta distinción entre tipos de recuerdos, ya que en el presente estudio no se encontró la diferencia entre grupos reportada anteriormente por Muller & Bermejo (2012), cuando la cantidad de dimensiones propuestas por el estudio mismo fue un 33% superior (nueve en el estudio previo y seis en el presente estudio). Asimismo, se sugiere profundizar en el análisis de las dimensiones, por cuanto parecen sostener el desarrollo de la memoria colectiva.

Hay un tema bien definido que parece ser parte de la preocupación de los argentinos en 2012: la seguridad (Encuesta Nacional, 2012; Wiñazki, 2012). Los sujetos pueden recordar, paradójicamente, que en 1976 su vida cotidiana transcurría bajo menores niveles de criminalidad que los que reflejan las estadísticas en el presente. Si bien esto no sorprendería a ningún estudioso de la memoria, el estudio de las dimensiones introduce la problemática del presente en el conformación colectiva del pasado. Nos queda pendiente abocarnos a una mayor profundización en el análisis del contenido de las valoraciones de los sujetos. Es decir, qué tipo de características de la realidad argentina han destacado los participantes (por ejemplo, seguridad, derechos humanos, inflación). En la misma línea, explorar también si existen diferencias entre las dimensiones señaladas por sujetos poseedores de recuerdos de uno u otro tipo.

Por último, nos parece importante continuar profundizando en la manera en que la memoria colectiva parece nutrirse y afectarse según las fuentes que contribuyen a la misma. Si los recuerdos vividos o autobiográficos parecen tener un efecto de morigeración sobre la memoria histórica, hace falta conocer más sobre cómo se producen tales efectos. ¿Cuánto hay de recuerdo histórico y cuánto de recuerdo vivido en las valoraciones de aquellos que han vivido los sucesos recordados? ¿A mayor cantidad de dimensiones del pasado, mayor posibilidad de presencia de recuerdos vividos o autobiográficos? ¿Cómo se relacionan las dimensiones del pasado de un país con los recuerdos autobiográficos? Así como el estudio de las dimensiones nos confrontan con la problemática del presente en la conformación del pasado, en la relación entre el recuerdo vivido y el histórico parecen entrelazarse las complejidades de la relación entre lo individual y lo institucional, entre el sujeto y la sociedad, y una mayor comprensión de las fuentes de la memoria colectiva debe orientarse a responder a tales interrogantes.

 

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Recibido: 24 de enero, 2013
Aceptado: 30 de mayo, 2013

 

1) PhD en Psicología por la New School for Social Research (EE.UU.). Miembro de la Carrera de Investigador Científico del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas - CONICET. Investigador de la Universidad de Belgrano. Contacto: Universidad de Belgrano, Departamento de Investigaciones, Zabala 1837, Piso 12 Of. 2, Ciudad Autónoma de Buenos Aires (1426), Argentina; felipejmuller@gmail.com
2) Máster en Investigación en Psicología por la Universidad del País Vasco (España). Licenciado en Psicología por la Universidad del Salvador (Argentina). Asistente de investigación de la Universidad de Belgrano. Contacto: Av. Rivadavia 2884 7º "C", Ciudad Autónoma de Buenos Aires (1203), Argentina; federicobermejo@hotmail.com