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Cuadernos de neuropsicología

versão On-line ISSN 0718-4123

Cuad. neuropsicol. v.1 n.3 Santiago nov. 2007

 

PONENCIAS CONGRESO / COMMUNICATIONS CONGRESS

 

Cultura lésbica en Chile. Una nueva construcción de género incluyente

 

 

José Ignacio Celedon*; Daniella Olivares*; Héctor Ramírez*; Karina VenturaΦ

Facultad de Ciencias Humanas y Educación, Universidad Diego Portales

 

 


RESUMEN

La sociedad por medio de sus prácticas tradicionalistas, construye una realidad naturalizada en donde no tienen cabida las tendencias homosexuales. Las lesbianas son marginadas dando cuenta de una fractura en el sistema existente que hace cuestionar el orden social. Bajo el lente de la Psicología Social Latinoamericana, se analizaron las prácticas cotidianas de las lesbianas reconfigurando su pasado. La propuesta de una construcción de género inclusiva, y de su invisibilidad ética, política y social, da cuenta de una memoria sincrónica de este grupo, que le da sentido a su existencia. La labor de la psicología no debe limitarse a ser un servicio individualizado y descontextualizado, comprendiendo que no existe una sola verdad, por lo tanto, no existe un sola manera de ver y vivir la sexualidad.

Palabras claves: Psicología social latinoamericana, Memoria, Lesbianismo.


ABSTRACT

Society builds through its conservative practices a reality that has been naturalized and where homosexual tendencies have no space. Lesbians are marginalized; giving signs of a fracture in the social system and its order. The daily practices of lesbians and the re-elaboration of the past of their group were analyzed under the lens of social constructionism. The proposal of a construction of an inclusive genre and their ethical, political and social invisibility gives account of the synchronic memory of this group and its reason of existence. The responsibility of psychology should not limit itself to giving a individualized and decontextualized service, comprehending that there isn’t just one truth, therefore, not only one way of seeing and living sexuality.

Keywords: Latin american social psychology, Memory, Lesbianism.


 

 

INTRODUCCIÓN

La Organización Mundial de la Salud denominó a la homosexualidad como una enfermedad mental hasta la década de los 80’s. En la actualidad, si bien mantiene el carácter controversial, se ha transformado en un tema que pasó de lo privado a lo público, siendo punto de diversos debates y posiciones tanto políticas, religiosas, como sociales. Dentro de las minorías sexuales las lesbianas son las que más tardaron en agruparse públicamente, pero hoy el MUMS (Movimiento Unificado de Minorías Sexuales) tiene por primera vez una presidenta lesbiana. Actualmente, La organización mixta, LGTB conformada por Lesbianas, Gays, Transgénero y Bisexuales; es una nomenclatura para denominar a lo que antes se conocía como minorías sexuales, pero fue reemplazado, ya que este último es controversial. ¿Son minorías para quién? Existe un énfasis en poner “L” antes que las otras letras, para no dejar nuevamente a las lesbianas en último lugar y en países como Argentina, ya es un acuerdo establecido. Los LGTB se caracterizan por ser una organización que no es escuchada, ni comprendida, que ha sido silenciada en nuestro país. Son una voz marginada, aplacada; donde hay otros que no los dejan estar en el espacio público tranquilamente.

Con la restauración de la democracia, los LGTB han aumentado sus prácticas sociales. Han comenzado a agruparse públicamente en las Marchas del Orgullo y en septiembre del año pasado se vio a las lesbianas marchar metros más atrás de la escena carnavalesca, que agrupaba a los homosexuales, bisexuales, transexuales, transgénero, travestís, entre otras minorías. El movimiento lésbico denominaba su protesta como “la otra marcha,” donde apelaban a necesidades propias de su agrupación que a su vez les otorgaba una identidad particular.

Demandaban -vestidas de negro, con máscaras y megáfonos- realizar prácticas para tener visibilidad política y concientizar al resto de las lesbianas que la razón de su participación en la marcha de orgullo era más bien para protestar y no para celebrar. Protestar hacia esas prácticas de dominación que las marginan e invisibilizan tales como la poca protección hacia actos violentos, la constante discriminación, las incontables instituciones lesbofóbicas y el arrebato de sus hijos por su orientación sexual. Hablar de la existencia de las lesbianas como grupo oprimido es dar cuenta de cómo la sociedad por medio de sus prácticas genera discriminación, marginación, sufrimiento; es dar cuenta de que en el sistema existente figura una fractura del sistema, a pesar de que intenta ser exclusivo, lo que se queda solo en el discurso y hace cuestionar el orden social. El movimiento lésbico no quería que la marcha fuese una forma simpática de entretener a la sociedad tan sólo una vez al año, querían pasar las cuentas de lo que viven cotidianamente y así hacer palpable el miedo y la necesidad de esconderse porque la sociedad chilena no les ha dejado más opción.

Recordando a Simone de Beauvoir con su inspiradora frase “no se nace mujer: llega una a serlo,” (Beauvoir, 1958, p.13) nos traslada a la actual discusión sobre la noción de género y sexualidad, haciéndonos cuestionar los roles femeninos construidos socialmente por cada cultura en particular. El lesbianismo se aleja de los cánones hegemónicos de nuestra sociedad, pero no se debe olvidar que de lo que se aparta es de una realidad que es construida y naturalizada y no de la verdad misma. Esto, tan fácil de olvidar para muchos es justamente lo que le da aliento a las minorías sexuales de nuestro país. Con la misión de reconstruir la memoria que sea más representativa y menos excluyente, la comunidad lésbica en su diario vivir lucha por mantener una identidad propia.

La constitución de la identidad del movimiento lésbico en Chile, se conforma con la toma de conciencia de que han compartido experiencias pasadas juntas, incluso con aquellas y aquellos virtuales que nunca conocieron. El movimiento lésbico sabe que lo que les ha ocurrido lo han vivenciado juntas. Poder narrar el pasado implica presuponer la existencia del movimiento lésbico a lo largo del tiempo, aunque el movimiento original en la actualidad no exista, traspasando los limites de la mera contingencia del presente. Cuando el movimiento lésbico hace memoria desde el presente, establece una distinción en la narración respecto a que hubo algo que pasó, una distinción entre un antes y un después que posibilita a la vez poder pensar en que un futuro será distinto al presente del movimiento. Esto permite hacer distinciones temporales y construir una memoria histórica porque las lesbianas, un movimiento oprimido debe traspasar el presentismo, traspasar la noción de que todo siempre ha sido igual y siempre lo será y ese es el motor de su lucha. Cuando el movimiento lésbico hace memoria y establece esta distinción temporal, forja una identidad, sintiéndose y reconociéndose el mismo movimiento en el transcurso del tiempo, a pesar de los cambios. Por aquello, la recuperación de la memoria histórica del movimiento lésbico ofrece una base para una determinación más autónoma de su futuro. Lo grave para el movimiento no es aceptar que no cuentan con las mismas libertades y derechos que el resto de la sociedad en Chile -lo que entraña una cierta dependencia- sino que la falta de conciencia de aquello que las oprime las lleva a hipotecar su propia identidad y autonomía, sin poder transformar sus condiciones.

El constructo de mujer las identifica e invisibiliza a la vez, ya que es parte de su historia como ser que nace en una cultura particular, pero también fuente de resistencia para la especificidad que mejor las comprende en la actualidad. El movimiento de las lesbianas en nuestro contexto latinoamericano, heredero del patriarcado colonial, realza una doble condición de opresión: el de la opción sexual y el de ser mujer. Con esa misma lógica, y pensando en la particularidad de Latinoamérica, se podría pensar incluso en una triple discriminación, mujer, lesbiana e indígena, entre otros grupos oprimidos en las sociedades tercermundistas.

Hoy, la conciencia por parte de sus integrantes de fortalecer y crear una identidad como grupo es cada vez mayor. Protestas, artículos electrónicos y espacios de reunión son el fiel reflejo de una parte de la sociedad que no se quiere esconder más.

Lo que no se comunica no existe “sólo hay en la realidad lo que nosotros ponemos en ella,” (Ibáñez, 1994, p.253). Los medios de comunicación tradicionales del país carecen de artículos de esta índole y más bien aparecen en la clandestinidad. Por lo tanto, las redes de comunicación de los LGTB fluctúan al margen, discriminados y alejados de los centros de información tradicionales y dominantes de nuestra sociedad. La marginalidad del lesbianismo no se relaciona con que ellas como movimiento sean marginales, sino con particulares relaciones sociales que construyen todos, construcciones que se van poco a poco sedimentando.

La Psicología Social Latinoamericana, -perspectiva adoptada para el presente trabajo- permite ver la identidad lésbica a través de la formación de una memoria fundada en prácticas sociales particulares, que incluyen tanto las interacciones como el lenguaje utilizado. En la sociedad chilena, la imposibilidad de poder dar cuenta de diversas orientaciones sexuales que la conforman, tiene que ver con las relaciones sociales donde se ha aplacado de manera eficaz su existencia a través de prácticas al servicio de la dominación heterosexual. En el estilo de vida cotidiano del movimiento lésbico, se realizan prácticas que permiten darle sentido a su existencia como agrupación y desnaturalizar las prácticas institucionalizadas. En el presente de la cultura lésbica está contenido su pasado y a la vez sus proyecciones futuras. Es por esto que el pasado no pasó sino que está pasando, ya que las temporalidades están superpuestas y se constituyen desde el presente.

 

ANÁLISIS

Reconfiguración del pasado:

El grupo lésbico en Chile surgió en plena dictadura militar, específicamente entre los años 1983 y 1984. Época en que no era fácil formar y promover movimientos sociales y/o políticos de forma clandestina, ya que era un riesgo evidente. "Llegamos a recibir amenazas de muerte, nos arrojaban panfletos en la puerta de la casa y se identificaban con grupos asociados al Opus Dei" (Montecinos, 2006, ¶ 13 ).

¿Qué habrá llevado a estas mujeres a concretizar igual su propósito? Se puede inferir que las fuerzas de estas jóvenes de la época se debieron a las ganas de comenzar a pelear por lo que ellas consideraban justo. Fuerzas inspiradas a su vez por diversos movimientos revolucionarios en contra del régimen político imperante.

La conformación del primer movimiento lésbico chileno es un momento histórico importantísimo para la actualidad del grupo, no sólo porque es el comienzo de una nueva cultura emergente, sino porque en ellas podemos encontrar las bases reaccionarias, pensamientos, ideales y creencias que le dan vida a la identidad actual de las lesbianas en Chile.

“Las memorias de quienes fueron oprimid[a]s y marginalizad[a]s (...) surgen con una doble pretensión, la de dar la versión ‘verdadera’ de la historia a partir de su memoria y la de reclamar justicia,” (Jelin, 2002, p.42).

A través de su memoria se puede comprender la fuerza del movimiento lésbico. Si al comienzo un grupo de tres lesbianas tuvieron todas esas capacidades y habilidades, con la vuelta a la democracia el grupo lésbico fue dándose cuenta que tenían el derecho y la libertad de elegir su sexualidad y de comunicársela al mundo. Las fundadoras del movimiento lésbico eran decididas, con un propósito firme, capaces de soportar la adversidad y las represiones, concientes de la gran posibilidad de morir. Tal vez ello explique el enigma de sus identidades. La dictadura hizo que las fundadoras no tuvieran nombre, destino que las nuevas generaciones no quieren compartir. Las lesbianas actuales no sólo están concientes de su orientación sexual, sino que tienen todo el apoyo histórico y evolutivo de su grupo. Saben que no son un grupo naciente y solitario, sino con una historia, con un pasado firme y presente. El sufrimiento arrastrado por el tiempo evidencia que su paso y desarrollo en Chile no ha sido fácil. La reiteración de sus prácticas junto a los contactos interculturales que trae consigo la globalización, la revolución informática y el impacto mediático masivo han incidido que éstos sean los años de mayor auge y que se transformen en un grupo social en boga.

Las pioneras del grupo lésbico querían informar a las lesbianas que aún estaban temerosas que existía apoyo. Esto aún se mantiene. Se puede ver que lo primordial para el grupo lésbico es dar a conocer a la sociedad cómo son las lesbianas, libres de mitos, prejuicios y estereotipos, revelando que son personas con necesidades y derechos comunes al resto de la sociedad, diferenciándose tan sólo en su orientación sexual que rompe con los cánones convencionales.53

Construcción de género y verdad:

Al mirar las prácticas de las lesbianas también se puede vislumbrar como viven su propia realidad con la ventaja de poder contrarrestarla con prácticas que las neutralice. Impulsadas por otras minorías y también por las feministas, el grupo lésbico ha comenzado a anhelar ser una cultura visible y para eso han tenido que unirse. Por su sorprendente numerosidad se han ido creado nuevos espacios de reunión, redes de apoyo, redes de comunicación y organizaciones propias. Están alzando la voz, denunciado las discriminaciones y violaciones a sus derechos, saliendo en la prensa frecuentemente en su lucha. Se identifican como cultura, como comunidad y como movimiento. Pero, ¿cómo se configura la memoria e identidad del grupo lésbico en Chile?

El artículo “Enunciando algunos desafíos. Lesbianas y el 8 de Marzo,” (Equipo de Comunicaciones MUmS, 2006) da cuenta del rechazo de las lesbianas a catalogarse como mujeres, ya que éstas últimas tienen su condición de ser por la dependencia que tendrían con los hombres. Pero más importante, aquí manifiestan la necesidad de separarse del régimen sexual hegemónico hétero e identificarse como mujeres no heterosexuales, resaltando dos cualidades sinequanónes de su movimiento: pensante y deconstructor. Este movimiento está en búsqueda de un cambio, de un sistema más acogedor que tenga un enfoque distinto para construir una realidad que las incluya. La idea de hombre y mujer es una práctica que sostiene marginar y discriminar a aquellos que no se consideran ni hombres ni mujeres. Es por esto que la comunidad lesbiana busca abrir “posibilidades para medios alternativos de comprender las diferencias de género o de abandonar tales distinciones por completo,” (Gergen, 1985, p.11).54

La relación bilateral que hoy existe entre las lesbianas y las mujeres se debe a que por un lado, las lesbianas nacen bajo el constructo de mujer y conocen la discriminación desde este sexo “más débil” en nuestra sociedad y luego, al asumirse como lesbianas son discriminadas de manera más intensa pero no por su cuna sino por elección. Que las lesbianas cuestionen la construcción de género es una práctica social que lleva a transformaciones en la realidad dominante. Allí radica su transformación en un objetivo político como constructoras y modificadoras de lo imperante. La desigualdad para las lesbianas es doble, viven la de mujeres y la de ser minoría sexual. A pesar de que ellas rechazan la idea de catalogar a las personas, para efectos políticos, reconocen la necesidad de tener una definición identitaria (aparte de tortas y madres, Pegaso y pobres) y a ésta le llaman lesbianas políticas.

Puesto que debemos enunciarnos para existir, cuando existimos, cuando somos concretas emergen las problemáticas, las demandas, lo que a su vez nos exige generar espacios de acción que nos permitan alcanzar la libertad sin restricciones y fundamentalmente sin la carga de la heterosexualidad que todo lo significa entramando una heterorealidad que genera todos los mecanismos posibles para no ser deconstruida, (Equipo de Comunicaciones MUmS, 2006, ¶ 7).

Para luchar por su causa, las lesbianas parten desde su diferencia con los movimientos de mujeres heterosexualizados que las ven como anormales y fortaleciendo los vínculos con aquellas que no tienen que ver con el constructo patriarcal de esa identidad. Su lucha va desde la diferenciación con las mujeres heterosexuales a la reconstrucción del género social en la sociedad.

Los desafíos y horizontes del movimiento lésbico son varios. Uno de ellos es no quedarse en lo intelectual sino ocupar sus capacidades para debatir y reflexionar de manera no tan sólo académica sobre sus derechos y necesidades, ya que su real conocimiento son sus experiencias, su historia y desde allí deben extraer teoría. A través de la acción y reflexión se estarían creando movimientos contraculturales para generar cambios en la educación y el conocimiento. Aquí nuevamente dicen caer en una contradicción ya que quieren ser parte de la historia pero ésta se encuentra centrada en lo masculino, condición que las relega al olvido. Esto significa que para que futuras generaciones lésbicas mantengan su identidad hay que recordar un pasado particular y propio, que tal como plantea Vásquez (2003), supone una corriente alternativa a la historia oficial, cuestionando la manera imperante de perpetuar. Las lesbianas del pasado y las del presente deben reconocer que en la historia clásica heterosexual imponente no se van a encontrar y que deben buscar en aquellas que han logrado difundirse de manera paralela, marginal y muchas veces sutil. Para ellas, manejar la historia es manejar también el futuro y se preguntan cómo hacer ésta favorable para ellas y su agrupación.

Sus interrogantes recaen sobre sus necesidades particulares. Su afán por ser enunciadas por la Constitución, los Tratados y Convenciones es para que existan políticamente, por ende sujetas de derecho. Más que respuestas y las prontas llegadas de sus peticiones es la gran motivación por transformar lo que no incluye a las lesbianas; cambiar “el régimen político, económico, institucional de producción de la verdad,” (Foucault, 1971, p.200). En sus propias palabras “el cuestionamiento y socavamiento del modelo que nos construyó,” (Equipo de Comunicaciones MUmS, 2006, ¶ 7) y que las mantuvo invisibilizadas y en silencio a lo largo de su historia. Invisibilidad Ética, Política y Social:

En los países desarrollados, las políticas y apoyo social dirigidos hacia las lesbianas son de comprensión e integración para insertarlas en una sociedad heterogénea necesaria para el progreso. En Chile, aún se demuestra una mirada retrograda en torno a lo que son las minorías sexuales. No se dan espacios ni políticas que integren a estos individuos, sino que por el contrario, se les separa de la sociedad como a una “manzana podrida”. No darle derechos es una práctica institucionalizada por la política, con fundamentos religiosos y conservadores para marginar e invisiblizar a las lesbianas.

Numerosos casos se pueden vislumbrar en nuestro país de discriminación e intolerancia que demuestran lo poco comprensiva y muy conservadora que puede llegar a ser la cultura chilena. Existen cuantiosos casos de alumnas de enseñanza media que han sido expulsadas de sus establecimientos educacionales por presentar conductas lésbicas junto con polémicos casos de madres lesbianas que han perdido la custodia de sus hijos. Éstos y muchos casos más, son día a día constantes persecuciones que refuerzan la idea de las lesbianas de luchar por la derogación de la ley 373 que sanciona la moral y las buenas costumbres establecidas por los criterios tradicionalistas chilenos.55

Las organizaciones de minorías sexuales en nuestro país tratan constantemente de ser respetadas y valoradas por la sociedad sin mayor éxito. Las expresiones de intolerancia han sido naturalizadas y normalizadas por la sociedad en la reiteración de éstas en sus prácticas cotidianas, sin reflexionar sobre las razones de su existencia.

El crear una conciencia integradora de todos los individuos, respetando sus elecciones propias es lo que llevaría a comprender a la sociedad chilena como individuos heterogéneos que pueden vivir en armonía. Es más, tal como el informe del PNUD “Desarrollo Humano en Chile. Nosotros los chilenos: un desafío cultural” (2002) menciona, la primera piedra para el verdadero desarrollo es el desarrollo humano. Es por eso que el trabajo de toda la sociedad para crear un ambiente equitativo, donde todas las personas puedan desarrollar sus potenciales gira finalmente en torno a un objetivo en común.

Objetivo que se lograría al incorporar las diferentes orientaciones sexuales en los discursos políticos, dejando de lado las prácticas homogenizantes que aplacan una diversidad que en su diario vivir es menoscabada. La función de promover que las bases sean las necesidades reales del país es una práctica que ejerce el grupo lésbico dejando atrás estereotipos importados que no dan cabida a las peculiaridades del contexto nacional tal como establece la psicología social latinoamericana.

La situación política en el pasado de Chile, llevo a un retroceso en este aspecto, donde incluso personas que por ser de una distinta creencia política eran no tan sólo discriminadas, sino detenidas y torturadas. Hoy se repite el mismo fenómeno, pero en una realidad de “democracia”, es por eso que surge la siguiente pregunta: ¿ Habrá aprendido nuestro pueblo acerca de la palabra heterogeneidad? Esta realidad aún demuestra dejos de un aprendizaje incompleto, un aprendizaje que fue tan criticado años atrás. “Aún persiste en Chile una realidad que discrimina arbitrariamente la existencia, el desarrollo, la vecindad de personas con una distinta opción sexual,” (Mella, 2006, ¶ 16).

 

CONCLUSIÓN

La lucha constante de la comunidad lésbica por mantenerse estables durante el tiempo y perder el miedo a desaparecer como grupo, se vivencia en las diferentes prácticas que las lesbianas llevan a cabo, cuestionando e intentando desnaturalizar una realidad heterosexual dominante. Es aquí donde entra la labor de la psicología, que debe eliminar su carácter de servicio individualizado y descontextualizado, pasando a ser de carácter social y efímero. Es decir, debe reconocer la necesidad de revisar cómo el grupo lésbico reconstruye su pasado, para poder entender su presente, dentro del contexto sociohistórico chileno. Esto permite recordarle a la psicología comprender que no existe una sola verdad, por lo tanto, no existe un sola manera de ver y vivir la sexualidad. La responsabilidad de la constante construcción de la realidad que segrega a las minorías sexuales recae en todos los actores sociales, que a través de la reiteración de las prácticas heterosexualizadas mantienen el orden social imperante. El psicólogo debe promover la diversidad y colaborar con prácticas incluyentes para así co-construir la realidad democráticamente.

Poder comprender porque la subjetividad de una lesbiana radica en el pertenecer a un grupo fue importante para poder dar cuenta de porque la psicología social debe ampliar su mirada más individualista ya que lo social es una suerte de preexistencia a lo individual. Ponerse en el lugar de las lesbianas hace tangible las fuerzas dominantes que las marginan y las oprimen como también lo admirable que es su lucha. Esto da cuenta que el lugar donde uno se sitúa se configura un mundo particular, mundo que se comparte pero a la vez se vive de manera distinta. Con el socioconstruccionismo no se buscó comparar el pasado real con la memoria del pasado que hacen las lesbianas, sino que dar cuenta de la parte del pasado que les fue significativo para seguir recordándolo en el presente.

Es por esto que una de las potencialidades del socioconstruccionismo es su compromiso político explícito. Las minorías sexuales tales como las lesbianas necesitan psicólogos militantes que velen por una real democracia. La psicología social, tal como dice Ibáñez “forma parte de los recursos requeridos por el gobierno democrático de la sociedad y trata por lo tanto de una disciplina directamente implicada en una de las diversas formas que puede tomar la regulación política de las sociedades,” (1993, p. 293).

Otra característica facilitadora de la perspectiva utilizada da cuenta de una comprensión diacrónica del grupo lésbico, donde dentro de las prácticas sociales consideradas se encuentra la constante reconfiguración del pasado en función del presente. La constante lucha del grupo lésbico no sólo refiere al presente, sino a remontarse en su pasado y sus prácticas en función del futuro, para lograr el reconocimiento de la sociedad y la participación activa, con sus derechos, privilegios y responsabilidades propias de un grupo perteneciente a un estado democrático.

 

REFERENCIAS

Beauvoir, S. (1958). El Segundo Sexo. La Experiencia Vivida. Buenos Aires: Leviatán.        [ Links ]

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Equipo de Comunicaciones MUMS. (2004). Su relación con las estrategias o hacia la cultura de resistencia. Diversidad Sexual. Recuperado el 24 de Septiembre del 2006, de http://www.mums.cl/base_nota_sql.php?id=84        [ Links ]

Foucault, M. (1971). Microfísica del poder. Madrid: La piqueta.        [ Links ]

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Montecinos, E. (2006). Los primeros años del movimiento lésbico en Chile. Recuperado el 24 de Septiembre del 2006 de http://www.rompiendoelsilencio.cl/articulos/articulos_1ago03.htm        [ Links ]

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Vázquez, F. & Muñoz, J. (2003). Psicología del comportamiento colectivo. Barcelona: UOC.        [ Links ]

 

 

Φ *Estudiantes de Psicología Facultad de Ciencias Humanas y Educación, Universidad Diego Portales.
53Desde la psicología social latinoamericana - perspectiva que se constituye en los años 70’s- se podría pensar al grupo lésbico como oprimido, y desde este rescatar sus propios valores, la forma de vivir su realidad y ayudar a su liberación a través de la concientización de que la construcción de su historia, y por ende su futuro, esta en sus manos.
54Para profundizar sobre el símbolo de la mujer en la sociedad chilena actual el interaccionismo simbólico -perspectiva de la Psicología Social que surge en los Estados Unidos con más fuerza en los años 60’s- podría servir como herramienta que da cuenta de la existencia de símbolos comunes para todos, símbolos universales con significados que se estabilizan en el tiempo y que posibilitan cierta duración. El constructo de mujer es parte del campo simbólico de la sociedad, logrando sumergirse en el lenguaje, en lo simbólico y se ha internalizado. Este símbolo no pertenece sólo a las lesbianas sino que se sostiene en las interacciones de todos los chilenos. Analizar el símbolo de mujer para luego ver qué prácticas son las que reiteran y prolongan su existencia podría ser una forma de mostrar cómo algo que es universal no significa que sea natural.
55Desde la psicología social marxista, perspectiva que utiliza la dialéctica para entender procesos, relaciones y que considera al individuo como producto social inserto en una jerarquía, se podría dar cuenta de las desigualdades de condiciones entre los heterosexuales y los homosexuales y como estos últimos se relegan a la parte inferior de la pirámide moral-tradicional de la sociedad chilena.

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