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Salud & Sociedad: investigaciones en psicologia de la salud y psicologia social

versão On-line ISSN 0718-7475

Salud & Sociedad vol.4 no.1 Antofagasta  2013

 

ARTÍCULO

 

Creencias paranormales en una muestra de estudiantes de psicología de universidades chilenas

 

Paranormal beliefs in a sample of psychology students of chilean universities

 

 

Manuel CárdenasI; Ismael GallardoII; Romina AdaosI; Joaquin BahamondesII

IUniversidad Católica del Norte, Antofagasta, Chile
IIUniversidad de Talca

Dirección para correspondencia

 

 


RESUMEN

Se presenta una revisión sobre las creencias en lo paranormal de una muestra de estudiantes de psicología (n = 360) pertenecientes a diversas universidades Estatales y Privadas (tradicionales y no tradicionales). La psicología durante décadas ha luchado por el reconocimiento de su estatuto científico, lo que en principio se opondría a la creencia en la magia y otras formas de superstición, así como un firme compromiso con la evidencia empírica y la racionalidad argumentativa. Este estudio revela cómo una proporción importante de los estudiantes mantiene creencias supersticiosas o tiene dudas sobre la ocurrencia de dichos fenómenos. El estudio de estas creencias es de suma relevancia pues podría llegar a tener efectos sobre las prácticas clínicas y la calidad de las prestaciones que reciben las personas.

Palabras clave: Ciencia; creencias paranormales; superstición.


ABSTRACT

This paper presents a review of the beliefs held by students regarding the paranormal. The participants were psychology students (n = 360) from public (traditional) and private (non-traditional/for profit) universities. In principle, psychology opposes belief in magic and other forms of superstition and is instead committed to empirical evidence and rational argument. Psychology has therefore struggled for decades with the question of the scientific status of the paranormal. This study demonstrates that a significant proportion of students hold superstitious beliefs or have doubts about the occurrence of such phenomena. Study of these beliefs is of the utmost importance, as it could affect both clinical practice and the quality of care people receive.

Key words: Science; paranormal beliefs; superstition.


 

 

INTRODUCCIÓN

Es conocida ya la discusión respecto de estatuto epistemológico de las ciencias sociales y de la psicología en particular. Las principales críticas apuntan al carácter pre paradigmático de la disciplina, a la falta de evidencia empírica que sustente sus procedimientos y a la connivencia con una serie de prácticas que lejos de justificar racionalmente sus supuestos apuestan por una idea amplia de lo que en el contexto de investigación se entiende como "evidencia legítima" (Popper, 2000). Es decir, aquella que es obtenida mediante la observación controlada y/o la medición de variables claramente operacionalizadas. Se trata de teorías que no son científicas, pero que en ocasiones se atribuyen a sí mismas la etiqueta de ciencia.

En el contexto chileno, el compromiso con la visión científica del mundo (y por ende con los criterios de validación de sus hallazgos) es bastante extendido, toda vez que explicitado, entre aquellas Escuelas de Psicología más prestigiosas del país. Por ejemplo, en una revisión reciente de las mallas curriculares de aquellas acreditadas por al menos 5 años en calidad educativa (de acuerdo a los criterios de la Comisión Nacional de Acreditación, diciembre de 2011) se observa que todas ellas cuentan con módulos o asignaturas de filosofía de las ciencias y metodología de la investigación (aunque no renuncian a que el "espíritu científico" sea inculcado de forma transversal en los cursos de sus respectivas mallas académicas). Con esto se entiende que la formación disciplinar de calidad en Chile tiende a la instalación de capacidades investigadoras en los futuros profesionales que les permitan explicar la conducta de las personas en términos de la lógica científica. Esto es, debería primar un cierto escepticismo sobre la "verdad" de las teorías existentes (y por ello una actitud crítica frente al conocimiento no contrastado) y una preferencia por la obtención de conclusiones con base en hipótesis sometidas a verificación (Sokal, 2009), es decir, del conocimiento racional, sistemático y contrastable, de alcance general (conecta un conjunto de hechos particulares dentro de una pauta general) y que permita hacer predicciones sobre la realidad.

Aún cuando la afirmación anterior pueda parecer obvia para un contexto profesional, lo cierto es que las personas, en términos generales, perciben a otras personas siguiendo teorías personales que se asemejan en estructura a las teorías científicas tradicionales, como lo son las teorías ingenuas o implícitas (Estrada, Oyarzún & Yzerbit, 2007, para una revisión), lo que podría llevarlas a pensar que se está analizando un fenómeno en términos científicos cuando en realidad no es de este modo. Numerosos trabajos han mostrado que las personas podemos llegar a conclusiones sobre el mundo circundante sin ninguna base lógica o estadística sino simplemente en la percepción de fluidez de pensamiento o de representatividad categorial de algún objeto (Tversky & Kahnemann, 1974), sesgando la información social a favor de las propias creencias y recordando el rendimiento pasado mejor que como realmente fue (Crary, 1966), rechazando información en contra de los propios esquemas, independientemente de la fuerza de los argumentos presentados (Lord, Ross & Lepper, 1979) o, creyendo que las características personales son inusuales y las del resto de personas son comunes (Campbell, 1986; Ubillos, Sánchez, Páez & Mayordomo, 2003). Incluso, basta modificar la presentación de la información para que ésta sea vista y analizada de manera diferente (e.g., en términos de pérdida o ganancia, Kahnemann & Tversky, 1981). Dicho de otro modo, independientemente de la forma en que esté estructurado el conocimiento, la conducta puede llegar a explicarse por razones diferentes a las derivadas del conocimiento científico y sus conclusiones pueden ser consideradas igualmente válidas por el común de los individuos.

Existen algunos datos sobre la prevalencia de este tipo de creencias en la población joven chilena. Los datos provenientes de la última encuesta de juventud (INJUV, 2010) nos indican que los jóvenes chilenos de entre 15 y 29 años poseen arraigadas creencias religiosas (66.2%), las que se manifiestan en la afirmación de la existencia de Dios (91%), la virgen (63.4%), los ángeles (61.6%) y el diablo (46.5%). Dicha encuesta nos informa, además, de su simpatía por prácticas tales como la astrología (34.2%) y el tarot (23%), así como adherir a la existencia de fenómenos tales como la reencarnación (36.4%) o la magia (26.6%). De manera importante, todas estas creencias aluden a cómo las personas son influidas en su conducta por elementos que no han sido validados a través de la lógica científica, de modo que su existencia "real" se ha sometido a verificación y no resulta por ello sostenible. Debido a lo extendido de este tipo de explicaciones para comprender el origen y estabilidad de la conducta de las personas (Cohen & Hansel, 1956; Nisbett & Ross, 1980; Ubillos et al., 2003), consideramos relevante estudiar la existencia de aquellas creencias en estudiantes de psicología de universidades chilenas, en donde la explicación de fenómenos psicológicos con base en el método científico debería llevar a que este tipo de conocimiento sea considerado como menos relevante a la hora de explicar la ocurrencia de otros fenómenos de la naturaleza. Así, explicar resultados en función de la suerte o dar cuenta de fenómenos psicológicos a partir de explicaciones divinas o extra terrenales, no debería ser considerado como una forma válida de explicar fenómenos sociales e individuales, debido a la incapacidad de sus principios de ser sometidos a verificación científica. En particular, analizaremos las creencias de los estudiantes de psicología respecto de lo que se ha denominado "creencias paranormales" (Tobacyk, 2004; Tobacyk & Milford, 1983), noción utilizada para describir fenómenos que, en caso de ser auténticos, violarían las leyes físicas y los principios básicos de la ciencia (Tobacyk & Pirttilä-Backman, 1992; Peltzer, 2002). Estas creencias incluirían el pensamiento mágico (tendencia a atribuir intenciones y voluntad a fenómenos inanimados, así como a entregar explicaciones acerca de fenómenos naturales por medio de causas y fines sobrenaturales, Irwin, 1993) y la superstición (tendencia a confiar en la intuición sobre el pensamiento analítico, (Aarnio & Linderman, 2005; Epstein, Pacini, Denes, Raj & Heier, 1996), es decir, en ambos casos se trataría de una valoración desmedida o de una confianza excesiva basada en evidencias contrarias a la razón, así como en la creencia en poderes sobrenaturales y entidades invisibles que actúan sobre el mundo físico. El origen de estas creencias no parece estar relacionado tanto a variables disposicionales como, más bien, a una serie más compleja de factores (algunos de ellos posiblemente históricos y contextuales) que las determinarían (véase, por ejemplo, Dag, 1999; Irwin, 1991, 1993; Peltzer, 2003; Tam & Shiah, 2004; Vitulli et al., 1999; Wiseman, Greening & Smith, 2003; Wisseman & Watt, 2004; Zuzne & Jones, 1992).

Los conceptos que hemos definido apuntarían a lo que comúnmente se conoce como pseudociencia, es decir, un pensamiento basado en un conjunto de afirmaciones sobre los fenómenos que en la lógica científica resultan inverosímiles pues se apoyan en argumentaciones o evidencias que no cumplen sus requisitos (datos espurios, consecuencias observacionales que no concuerdan con datos sólidamente asentados o teorías que entran en abierto conflicto con otras ya comprobadas), que carecen de espíritu crítico y apoyo empírico. Se incluye dentro de la pseudociencia la religión, ya que se produce en ella una aceptación indolente de razones incontrastables y el mantenimiento de dogmas basados en la "revelación" y no en hechos o datos comprobables (descartando con ello la posibilidad de un debate racional sobre los mismos), lo que implica que sus supuestos resultan imposibles de ser verificados o contrastados por otros investigadores.

Considerando lo anterior, nuestro objetivo es observar y describir el grado en que este conjunto de creencias se encuentran arraigadas en el pensamiento de los estudiantes de psicología de modo de profundizar en los alcances que dichas creencias pueden tener no sólo sobre la práctica profesional de nuestros actuales estudiantes, sino también en el estatuto epistemológico de la disciplina psicológica. Dada la tendencia con la que estas creencias se presentan según el sexo de las personas (Peltzer, 2003; Vitulli, Tripton & Rowe, 1999; Wisseman & Watt, 2004), se analizarán las diferencias entre hombres y mujeres. Del mismo modo, se comparará entre los diferentes cursos que componen la carrera, para obtener un indicador que nos permita, aunque necesariamente de forma incompleta y parcial (al no tratarse de un estudio longitudinal), evaluar la evolución de estas creencias en el tiempo o de modo más específico, detectar diferencias entre estudiantes de cursos inferiores (y por ello menos permeados por la formación de carácter científico) con los que se encuentran próximos a concluir su formación.

 

MÉTODO

Muestra y procedimiento

La muestra de conveniencia quedó compuesta por 340 participantes, 111 hombres (32.6%) y 229 mujeres (67.4%), todos estudiantes de psicología de diversas universidades regionales (55% pertenecientes a universidades privadas católicas, 12% pertenecientes a universidades privadas no confesionales y 33% a universidades estatales) que participaron voluntariamente en el estudio.

Las edades de los participantes fluctuaron entre los 18 y los 37 años (M = 21.11; DT = 2.42). El 42.5% de la muestra declaró tener creencias religiosas, mientras que un 57.5% no las tenía. Del porcentaje de personas religiosas un 74% se identificó como católico y un 23% adscribía a otras iglesias cristianas diferentes de la católica (principalmente evangélicos). Sólo un 3% pertenecía a otras iglesias no cristianas. El instrumento, de lápiz y papel, fue contestado previa lectura y firma de un consentimiento informado, bajo condiciones de anonimato y resguardando la confidencialidad de la información.

Instrumento

El instrumento incluye dos bloques. El primero, variables de carácter socio demográfico tales como el sexo (hombre o mujer), la edad (número de años cumplidos al momento del cuestionario), la religiosidad (¿Te consideras una persona religiosa? Opciones de respuesta "Si" y "No") o la universidad de procedencia. El segundo bloque del instrumento se compuso de las siguientes escalas:

Frecuencia de fenómenos paranormales (Gallup, 2001). Para evaluar el tipo de fenómenos paranormales más frecuente en la muestra utilizada, se utilizó la serie de preguntas desarrolladas por la agencia de encuestas Gallup, la cual está compuesta por trece ítems. En ellos se consulta a los participantes por sus creencias en una serie de fenómenos paranormales (como, por ejemplo, "la visita de los muertos"). Las personas responden una de tres posibles opciones de respuesta: "es algo en que crees" (1), "es algo de lo que no estás seguro" (2) y "es algo en lo que no crees" (3). El índice de confiabilidad para ésta aplicación fue de .86 (coeficiente alfa de Cronbach).

Escala de creencias paranormales (Tobacyk, 2004). Formada por 24 ítems referidos a siete dimensiones: creencias religiosas tradicionales, creencias psi (referidas principalmente a telekinesis), brujería, superstición, espiritualismo (posibilidad de comunicación con los muertos), formas de vida extraterrestre (con formas de inteligencia similares a la humana) y precognición (capacidad de conocer hechos con anterioridad a su acontecimiento). La escala ofrece opciones de respuesta que van desde uno ("totalmente en desacuerdo") hasta seis ("totalmente de acuerdo"). Puntuaciones mayores indicarían mayor fuerza de las creencias referidas a cada dominio. El índice de confiabilidad para ésta aplicación fue de .79 (coeficiente alfa de Cronbach).

 

RESULTADOS

Comenzaremos comentando los resultados globales y los estadísticos descriptivos asociados a las diferentes medidas incluidas en el estudio. En relación a la frecuencia del tipo de fenómeno paranormal identificado, éstas pueden observarse en la figura 1. Si atendemos a aquellas en que las personas están seguras de su existencia, podremos observar altos porcentajes de adhesión de la muestra a creencias tales como la "curación psíquica" (46.4%), las "visitas extraterrestres" (39.6%), la "percepción extrasensorial" (33.5%) y en la "visita de los muertos" (32.6%). Un porcentaje no menor también adhiere a creencias tales como la "reencarnación" (29.5%), la "brujería" (25.2%), la existencia de "casas embrujadas" (22.9%), la "posesión diabólica" (21.7%) y la "telepatía" (21.1%). Lo anterior no debe hacernos descuidar el importante porcentaje de estudiantes que manifiesta inseguridad ante la respuesta, y que fluctúa entre un 33% ("curación psíquica") y 53% ("percepción extrasensorial").

 

 

Los estadísticos descriptivos para la escala de creencias paranormales podemos observarlos en la Tabla 1 (los valores de los ítems inversos se han modificado, por lo que una baja puntuación en ellos indica que los participantes no están de acuerdo con la creencia a la que refiere el reactivo). En términos generales, apreciamos que las creencias más valoradas por los participantes son la creencia en que existe un alma que sobrevive al cuerpo (4.22), que no existen las brujas (3.84), que existe la reencarnación (3.84) y la telequinesis (3.46), así como la creencia en que existen el cielo y el infierno (3.44), así como la afirmación de su creencia en Dios (3.38). Por otra parte se reconoce que los gatos negros no producen mala suerte (1.39), que no existe la hechicería (1.54) ni el monstruo del lago Ness (1.70) o el hombre de las nieves (1.56). La adhesión al resto de los ítems parece más ambigua, entre los que destaca la creencia en la magia negra (3.22), los viajes astrales (3.29), la utilidad predictiva del horóscopo (3.30) o la vida en otros planetas (2.96).

 

En la Tabla 2 podemos apreciar los estadísticos descriptivos para las dimensiones conformadas por los ítems de la escala en creencias paranormales.

 

 

La tabla anterior nos confirma que las creencias religiosas son las que concitan más adhesión entre los estudiantes de psicología, seguidos con cierta distancia del espiritualismo y las creencias "psi". Ahora como sabemos, casi la mitad de la muestra la conforman personas que no se consideran religiosas y por ello hemos decidido comparar a este grupo con el de personas religiosas, persuadidos de la idea que la predisposición a identificarse en dicho sentido aumenta las posibilidades de adherir, en términos generales, a creencias paranormales. En la Tabla 3 podemos observar los estadísticos descriptivos para los grupos conformados por la variable religiosidad.

 

 

Tal y como se esperaba, al comparar las medias para las dimensiones de la escala de creencias paranormales, encontramos diferencias significativas para personas que se consideran religiosas, en comparación a aquellas que no lo son, en las puntuaciones a la escala total (t (337) = 4.78; p < .001; d = .51) y en tres dimensiones: religiosidad tradicional (t (337) = 8.09; p < .001; d = .89), brujería (t (337) = 3.70; p <.001; d = .40) y precognición (t (337) = 6.94; p <.001; d = .75). En todas ellas, y como era de esperar, el grupo de participantes que se denomina como "no creyente" presenta creencias paranormales menos arraigadas que el grupo "religioso". El tamaño del efecto (d de Cohen) para las dimensiones religiosidad tradicional y precognición puede considerarse alto, mientras que para la escala total el tamaño del efecto es mediano y bajo para el caso de la dimensión brujería. Finalmente, hemos comparado las respuestas de hombres y mujeres de modo de observar si existen diferencias respecto de sus creencias paranormales (Vitulli et al., 1999). Los resultados indican diferencias en la escala total (t (338) = -2.05; p < .05; d = .29) y en tres dimensiones: religiosidad tradicional (t (338) = -2.55; p < .05; d = .30), creencia "Psi" (t (338) = -2.36; p < .05; d = .28) y brujería (t (338) = -3.33; p < .001; d = .41). Las puntuaciones del grupo de mujeres serían significativamente más elevadas, aunque los valores del tamaño del efecto en todos los casos deben ser considerados como medios o bajos, lo que indicaría que las diferencias encontradas podrían no ser suficientemente importantes. En la Tabla 4 podemos apreciar las medias para cada grupo.

 

 

Finalmente, se podría suponer que estas diferencias encontradas podrían deberse a que los estudiantes de los primeros cursos mantendrían creencias que con el paso de los años al interior de una carrera con una formación "científica" deberían de irse abandonando. Lo cierto es que no parece ser así, ya que se detectan diferencias significativas sólo en tres de dimensiones de la escala de creencias paranormales y en la puntuación total a dicha escala (F (2, 320) = 3.55; p < .05; f = .14), pero siendo las puntuaciones más altas las del grupo de estudiantes de los cursos mayores (los análisis post hoc indican que los estudiantes de quinto año se diferencian de los restantes, los cuales forman un subconjunto homogéneo). Las dimensiones en que se producen diferencias son: superstición (F (2, 320) = 6.23; p < .05; f = .28), espiritualismo (F (2, 320) = 3.60; p < .05; f = .16) y precognición (F (2, 320) = 5.39; p < .05; f = .27). Lo anterior podría indicar que lejos de disminuir las creencias en lo paranormal, estas podrían verse fortalecidas luego del paso por la universidad (o a pesar de este).

Finalmente, no se han detectado diferencias estadísticamente significativas ni en la puntuación total para la escala de creencias paranormales ni en sus dimensiones entre los estudiantes pertenecientes a las diversas universidades que han participado del estudio (F (2, 333) = 1.85; p > .05). Es decir, no se detectan diferencias estadísticamente significativas en los estudiantes de los diferentes planteles educativos (tradicionales y no tradicionales, o entre católicas y laicas).

 

DISCUSIÓN

La investigación en psicología ha mostrado consistentemente que las personas pueden otorgar explicaciones para el origen de la conducta, tanto propia como ajena, que pueden o no tener asidero en la evidencia (e.g., Jones y Nisbett, 1972; Tversky y Kahnemann, 1974). Aún cuando estas explicaciones son cotidianas y frecuentes para todas las personas, en el ejercicio profesional del psicólogo este análisis conductual puede resultar en una toma de decisiones que termina por tener efectos concretos en la vida de otras personas. Tal vez por ello es que en las universidades chilenas más prestigiosas la enseñanza de la ciencia y del método científico en psicología se ha hecho tan extendida. Se buscaría con ello homologar el lenguaje con el que los futuros profesionales reciben, aplican, crean y transmiten conocimiento psicológico, evitando así una potencial explicación múltiple a un mismo evento y que sea imposible de contrastar. Se trata de una formación que permitiría adquirir una disciplina de razonamiento que intenta minimizar estas tendencias atribucionales.

Entendiendo que el trabajo del profesional de la psicología se aplica sobre todo a la comprensión de la conducta de otras personas, cabría esperar que la frecuencia de las creencias paranormales en futuros profesionales psicólogos sea más bien baja y cada vez más reducida cuanto mayor se hace el estudiante o cuanto más se acerca al final de su carrera. Sin embargo, los datos presentados muestran que estas creencias se encuentran presentes con fuerza en muchos de los futuros psicólogos encuestados y que tienden a aumentar en el último año de carrera. Así, los tipos de creencias paranormales tales como las visitas extraterrestres o la visita de los muertos son consideradas como reales por al menos un 30% de la muestra, mientras que un número no menor de encuestados afirma lo mismo para el caso de la brujería y la posesión diabólica. No menos relevante es el hecho que las personas no se sientan seguras sobre la existencia de otro tipo de eventos, tales como la percepción extrasensorial o la curación psíquica. Ahora bien, la proporción de personas que estudia psicología que cree, sin mayores dudas, en fenómenos paranormales es mucho menor que lo observado para la población joven general (INJUV, 2010). Lo anterior sería esperanzador, dado que indicaría que los años de formación "científica" sirven como revulsivo de estas "creencias infundadas" o al menos contribuyen a no reforzarlas. Sin embargo, llama la atención que entre un 20% y un 40% de ellos efectivamente así lo haga (sin considerar el grupo que no tiene certeza sobre ello). Del mismo modo, es importante rescatar que los resultados muestran que estas tendencias son estables entre personas de diferentes edades, niveles (aunque con una tendencia a fortalecerse en aquellos estudiantes de cursos más altos), universidades y, no dependen del momento en que el módulo o asignatura de "metodología de la investigación" esté inserta en el plan de estudios (como muestra la nula diferencia entre las universidades de pertenencia).

Una información similar se extrae de la escala de creencias paranormales. Llama la atención el que las puntuaciones de las personas en algunas dimensiones estén cercanas al punto medio de la escala. Esto podría significar que no existe claridad sobre su existencia o inexistencia, lo que es en sí mismo inconsistente con el tipo de información que a los estudiantes se les entrega para orientar su futura intervención psicológica. Si una persona atribuye su conducta a un mal de ojo o al influjo de los espíritus, la lógica científica impartida a través del pregrado debería sustentar la idea que es imposible comprobar dichas razones, con lo que su frecuencia de uso debería verse reducida en términos generales. Sin embargo, esto no sólo no ocurre en la muestra recogida, sino que tiende justamente a lo contrario. Esto es, se observa que una proporción importante de estudiantes de psicología mantiene creencias en lo paranormal, el pensamiento mágico y/o las supersticiones, lo que resulta inquietante cuando tratamos con profesionales que deberán intervenir en muchas ocasiones sobre la base de atribuciones respecto del origen de los problemas con los que se enfrentan quienes les consultan profesionalmente.

Una importante implicación de estos datos refiere a la importancia que se le debe otorgar a este tipo de creencias y explicaciones en el quehacer profesional. En este trabajo se ha observado que los futuros psicólogos poseen diferentes creencias que van más allá del conocimiento obtenido a través del método científico. Sin embargo, se podría argumentar que su uso en la realidad profesional es muy reducido y que los psicólogos son capaces de disociar las diferentes formas de conocimiento disponible a la hora de realizar un diagnóstico. Si bien la afirmación anterior puede ser correcta, también lo es el que existen ciertas situaciones que aumentan la probabilidad de uso de estas creencias, a las cuales los psicólogos no son inmunes. Por ejemplo, en situaciones de soledad o alejamiento de las amistades y familias, las personas pueden llegar a tener un fuerte contacto con entidades no humanas (como lo es Dios) y, muy posiblemente, asumir ciertas leyes o principios relacionales de estas entidades como normas de conducta grupal (como podría ser la religión, Epley, Akalis, Waytz, & Cacioppo, 2008; también Hergovich, 2003). Ahora bien, esta afirmación no descarta la posibilidad que muchos profesionales de la psicología sean efectivamente religiosos o no posean seguridad sobre la existencia o inexistencia de lo paranormal. Sin embargo, la idea principal del trabajo psicológico es utilizar la lógica científica para llegar a diagnósticos precisos y, por tanto, debería ser este último tipo de conocimiento el más accesible para ellos al momento de intervenir.

Diferentes trabajos han mostrado que las personas sometidas a situaciones de alto estrés y ansiedad tienden a buscar información en este tipo de creencias que les permitan dar cuenta de los fenómenos que le rodean (Wolfradt, 1997), situación que se repite cuando las personas perciben un bajo control personal (Dag, 1999; Tobacyk & Shrader, 1991; Tobacyk & Wilkinson, 1990). Considerando lo anterior, se hace importante enseñar las implicancias de este tipo de creencias para el ejercicio de la profesión, así como también las condiciones en donde la accesibilidad a estas creencias aumenta. El objetivo es aumentar el grado de conciencia que los futuros psicólogos puedan tener sobre la influencia de diferentes fuentes de información para dar cuenta de un fenómeno. El aumento de la proporción de personas que adhiere a estas creencias en los últimos años de carrera podría estar vinculado a la ansiedad que dicho período genera y al bajo control percibido sobre su futuro.

En segundo lugar, y muy vinculado a la discusión previa, parece necesario reforzar en el nivel ético-profesional del futuro psicólogo o psicóloga, el grado de responsabilidad que implica el conocimiento que emplea para explicar el comportamiento de una persona. En contextos de intervención la persona que acude al especialista asume que es éste quien tiene la información correcta y, por tanto, su opinión es altamente valorada. Gran cantidad de estudios clásicos y contemporáneos han mostrado la importancia de una fuente creíble en la generación de actitudes y conductas duraderas (e.g., Briñol y Petty, 2006). Por lo tanto, sugerir a un paciente que se comporte "siguiendo lo que dictan sus ángeles" es irresponsable si se considera que son aquéllos quienes tienen el control de la conducta de quien acude por apoyo profesional. Sin embargo, si el objetivo de esta sugerencia es que se realice una conducta que llevará a la formación de nuevos patrones de pensamiento (e.g., la introspección, Bem, 1972; Janis y King, 1954), entonces el uso de esta información puede ser de utilidad. En este segundo caso, la información "paranormal" forma parte de una intervención controlada bajo la lógica científica.

Este estudio no está exento de limitaciones, siendo las más relevantes la cantidad de universidades participantes o la comparación con personas de otras carreras profesionales. En el primer caso, es probable que un aumento en la cantidad de universidades participantes lleve a diferencias en función de, por ejemplo, el enfoque teórico que se imparta en el plan de estudios. En el segundo caso, la comparación con otras carreras podría dar cuenta de una línea base según la cual se puede evaluar a los estudiantes de psicología con otros que no posean explícitamente la lógica científica como parte de su plan de estudios. De esta manera podría conocerse de mejor manera si este tipo de conocimiento varía en su frecuencia. Introducir algún elemento que permita distinguir entre la posesión de estas creencias y su uso real en situaciones de evaluación profesional (por ejemplo, en un módulo aplicado) podría llevar a una mejor comprensión de cómo este tipo de conocimiento se traslada a situaciones específicas. Puede que, tal y como se mencionó previamente, los profesionales psicólogos utilicen el método o lógica científica para acercarse a los fenómenos que estudia o analiza independientemente de sus propias creencias, pero también es cierto que vemos proliferar cada día con más fuerza en las distintas Escuelas de Psicología del País unas teorías implícitas sobre la incontrastabilidad de las teorías y la inconmesurabilidad de los conocimientos al interior de una disciplina (de allí que cada uno pueda elegir la que más le convenga sin necesidad siquiera de argumentar sus preferencias) , así como un cierto esnobismo que imita las modas intelectuales anticientíficas (y que se limita a declarar que la ciencia sería una forma más de "imperialismo intelectual", o peor aun que se atribuyen a sí mismas una pretendida cientificidad sin dar debida cuenta de ella) y que termina por ser una mera difusión de escepticismos de todo tipo. De hecho, que gran parte de la muestra aquí utilizada sostenga que no tiene certeza sobre la existencia de algunos fenómenos paranormales sugiere que existe un cuestionamiento sobre lo que es o no real, una condición inherente a la lógica científica. Sin embargo, cabría esperar que las personas utilicen el conocimiento proveniente de sus propias creencias en la medida en que aquellas sean más accesibles que el conocimiento científico. Otra seria limitación del estudio refiere a su imposibilidad de sacar conclusiones sobre la estabilidad/evolución de las creencias paranormales. Lo que aquí hemos utilizado como un indicador de estabilidad no es más que una diferencia entre grupos, la cual no puede deducirse como evolutiva. Para ello se requiere realizar un estudio longitudinal que permita tomar diferentes medidas sobre los participantes. Futuros estudios deberán cubrir este aspecto. No obstante lo anterior, consideramos que el hecho mismo es preocupante (las personas de cursos mayores poseen creencias más arraigadas en lo paranormal) ya que la formación científica debería tender a atenuar dichos rasgos y no a amplificarlos.

Este trabajo no pretende que el conocimiento no científico quede fuera del análisis lógico o se deseche sin más. Hacerlo implicaría afirmar que el conocimiento actual es el máximo al cual podemos alcanzar, lo cual no compartimos. Pero sí consideramos que sus hipótesis deben someterse a una necesaria contrastación (sobre todo cuando muchas de ellas se atribuyen el apelativo de científicas o intentan mostrar como aspectos parciales de las mismas han sido corroboradas a través de la ciencia). En línea con lo anterior, es importante acompañar a la enseñanza del método la idea de que pueden coexistir formas de conocimiento no científico con aquellos que sí lo son, pero reforzar la idea que en la actualidad la ciencia parece ser la mejor manera de corroborar y aumentar el conocimiento disponible. La misma existencia de Dios no puede someterse a prueba con rigurosidad científica, razón por la que no se puede desechar (ni comprobar) la idea de su existencia con base en dichos cánones. Lo anterior, si bien no invalida la supuesta "verdad" de dicha creencia, la hace inútil para los fines de nuestra disciplina y debería por ello ser mantenida en el ámbito de las creencias privadas. Hace ya mucho tiempo sabemos que la ciencia no puede asimilarse sin más a pensamiento verdadero, tan sólo puede aspirar a presentarse como conocimiento contrastado e instersubjetivamente validado. Esto que podría parecer poco es bastante si se le compara con el nulo respecto por la evidencia de ciertas teorías actuales, la despreocupación por generar consensos y verificaciones intersubjetivas, así como por la escasa importancia concedida a la expresión clara de las ideas.

El sometimiento de las hipótesis derivadas de creencias paranormales a una lógica científica, es algo que se ha ido realizando paulatinamente a través de los últimos años. Por ejemplo, Eyal y Epley (2010) han mostrado que la telepatía puede explicarse como una función del tipo de atribución (interna o externa) que una persona realiza cuando es evaluada y cuando evalúa a otros. Diversos estudios han mostrado que las personas tienden a analizarse a sí mismas de manera mucho más específica que lo que analiza a otros (Jones y Nisbett, 1972; Pronin, Gilovich y Ross, 2004). Por tanto, una persona puede adivinar lo que otra piensa de ella si realiza un análisis global de sí misma (dado que el observador le analiza de manera general), mientras que lo contrario ocurre cuando se pretende adivinar lo que otra persona piensa de sí misma, dado que el observado se analiza a sí mismo de manera específica. Otra serie de estudios muy reciente y desafiante para el conocimiento psicológico son los desarrollados por Bem (2011) al poner a prueba la existencia de fenómenos Psi siguiendo el método científico. Este término refiere a procesos anómalos de transferencia de información o energía que no pueden ser explicados por mecanismos físicos, biológicos ni inferenciales. A través de una serie de experimentos, Bem observó que las personas pueden anticipar la próxima aparición de un estímulo de manera significativamente mayor que el azar, al igual que la evitación de estímulos negativos (Bem, 2011; Radin, 1997), sobre todo si éstos son biológicamente relevantes. No descartamos que estas creencias puedan ser de "utilidad" al momento de sobrellevar las pesadas cargas de la existencia cotidiana, lo que cuestionamos aquí no es su "valor" o "verdad" sino su carácter científico.

Finalmente, este trabajo pretende mostrar que las formas de comprender la conducta humana pueden exceder la lógica científica y que los futuros psicólogos deben ser conscientes de aquellas que le son propias a su disciplina y validadas por un esfuerzo intelectual genuino. No parece serio recomendar sin evidencia el uso de una serie de prácticas y tratamientos que no tienen el sustento científico para demostrar su eficacia y que podrían de hecho agravar los problemas de quien confía en los especialistas de la ciencia psicológica. Actuar anteponiendo las propias creencias a la evidencia resulta éticamente cuestionable, más aun cuando estas no se someten a la crítica y se refieren a sí mismas como científicamente testeadas. En fin, de lo que se trata es que el estatuto científico de la disciplina no sea puesto en cuestión por la charlatanería y la falta de rigor intelectual que proliferan bajo el manto de teorías científicas pero cuyas hipótesis o afirmaciones resultan irrefutables y son incompatibles con el campo de hechos establecidos.

 

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Dirección para correspondencia:

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E-mail: jocarde@ucn.cl

 

Recibido: 04 de Enero del 2013
Aceptado: 13 de Marzo del 2013