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Revista Psicologia Política

versão impressa ISSN 1519-549X

Rev. psicol. polít. vol.13 no.27 São Paulo ago. 2013

 

Tipos de participación política: análisis factorial confirmatorio con estudiantes universitarios de Buenos Aires, Argentina

 

Political participation types: confirmatory factorial analyzes with college students of Buenos Aires, Argentina

 

Tipos de participação política: análise fatorial confirmatória com estudantes universitários de Buenos Aires, Argentina

 

Types de participación politique: analyses factorielles confirmatoire avec étudiants des collèges en Buenos Aires, Argentine

 

 

Gisela Isabel DelfinoI;Elena Mercedes ZubietaII; Marcela MuratoriIII

IPsicóloga e doutora em Psicologia pela Universidade de Buenos Aires. Atualmente é docente da Faculdade de Psicologia da Universidade de Buenos Aires e pesquisadora do CONICET, Buenos Aires, BA, Argentina. giseladelfino@conicet.gov.ar
IISocióloga e doutora em Psicologia pela Universidade de Buenos Aires. Atualmente é docente da Faculdade de Psicologia da Universidade de Buenos Aires e pesquisadora do CONICET, Buenos Aires, BA, Argentina. elenazubieta@hotmail.com
IIIBolsista do CONICET e Pesquisadora da Universidad de Buenos Aires, BA, Argentina. marcelamuratori@hotmail.com

 

 


RESUMEN

Distintos estudios han intentado definir y clasificar los tipos de participación política. El presente trabajo analiza la estructura factorial de la participación política en el contexto argentino. La muestra estuvo compuesta por 496 estudiantes universitarios de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires. La escala utilizada es una adaptación de Sabucedo e col. (1992). Los resultados ponen de manifiesto un modelo según el cual la participación política incluiría dos grandes formas: la participación proselitista o institucional y la participación de movilización o directa (dividida a su vez en pacífica y agresiva). El modelo presenta buenos índices de ajuste. Asimismo, se hallaron diferencias estadísticamente significativas en función de datos sociodemográficos, el interés por la política y la orientación política.

Palabras clave: Participación política, Modelo factorial confirmatorio, Movilización, Ideología, Estudiantes universitarios.


ABSTRACT

Several studies have attempted to define and classify different types of political participation. Present study analyzes political participation factorial structure of in Argentina context. The sample is composed by 496 college students from Buenos Aires. A scale constructed ad hoc from Sabucedo e col. (1992) was used. Results reveal a pattern of political participation with two major dimensions: proselytizing or institutional involvement and direct participation or mobilization (divided into peaceful and aggressive). Model shows good fit indices. Furthermore, statistically significant differences were found in terms of sociodemographic data, interest in politics and political orientation.

Keywords: Political participation, Confirmatory factor model, Mobilization, Ideology, College students.


RESUMO

Vários estudos têm tentado definir e classificar os tipos de participação política. Este artigo analisa a estrutura de fatores de participação política no contexto argentino. A amostra foi composta por 496 estudantes universitários da Cidade Autônoma de Buenos Aires e foi utilizada uma escala ad hoc construída a partir de Sabucedo e col. (1992). Os resultados revelam um padrão em que a participação política inclui duas formas principais: envolvimento proselitismo ou institucional e participação direta ou mobilização (divididos por sua vez em paz e agressivo). O modelo mostra bons índices de ajuste. Além disso, as diferenças estatisticamente significativas em termos de dados sociodemográficos, de juros na política e de orientação política.

Palavras-chave: Participação política, Modelo fatorial confirmatório, Mobilização, Ideologia, Estudantes universitários.


RÉSUMÉ

Plusieurs études ont tenté de définir et de catégoriser les types de participation politique. Cet article analyse la structure des facteurs de la participation politique dans le contexte argentin. L'échantillon était composé de 496 étudiants des collèges de la ville autonome de Buenos Aires. L'échelle utilisée est une adaptation de Sabucedo e col. (1992). Les résultats révèlent un modèle dans lequel la participation politique comprend deux grandes façons: le prosélytisme ou de participation institutionnelle et de mobilisation ou de participation directe (divisée à son tour en paisible et agressif). Le modèle montre de bons indices d'ajustement. En outre, des différences statistiquement significatives en termes de données sociodémographiques, l'intérêt pour la politique et l'orientation politique ont été trouvés.

Mots clés: Participation politique, Modèle factorielle, Mobilisation, Idéologie, Etudiants de niveau collégial.


 

 

Introducción

La participación política ha sido considerada durante mucho tiempo a través de su forma de expresión más habitual: el voto. Sin embargo, el voto es uno más entre otros muchos recursos de los que dispone el sujeto para incidir en el mundo político (Sabucedo, 1996). Ahora bien, más allá del voto, ¿qué es la participación política? ¿qué otras formas de participación política existen? y ¿cómo podrían agruparse?

Milbrath (1965) compara estudios realizados hasta principios de los '60 con el objetivo de conocer cómo y porqué la gente se involucra en la política. Como resultado de su análisis subraya la importancia de contar con una definición que distinga las acciones políticas de las no políticas y define a la participación política como "el comportamiento que afecta o busca afectar las decisiones del gobierno" (p. 1). Sostiene que la política de las organizaciones no gubernamentales (eg. iglesias) no está contemplada en la definición y explica que la acción política puede tener distintas subdimensiones o características. Cada forma de participación política se caracterizaría por ser en alguna medida: (a) declarada o encubierta, (b) autónoma o de conformidad, (c) de acercamiento o de evitación, (d) episódica o continua, (e) de entrada / ingreso (votar, hacer campaña) o de salida / utilización (servicios dados por el sistema, eg. orden, seguridad)1, (f) expresiva o instrumental, (g) verbal o no verbal, y (h) de mayor o menor interacción social.

Uhlaner (1986) entiende que la participación política es un fenómeno instrumental, esto es, que la participación es intencional y se desarrolla como instrumento para lograr fines políticos. Entre los actos que quedarían contemplados dentro de esta concepción se incluye: votar en las elecciones, donar dinero para partidos y candidatos políticos, colaborar de distintas maneras en una campaña política, contactar con funcionarios para expresarles una opinión o pedirles alguna acción, tomar parte en actividades de alguna organización no partidaria que estén dirigidas a cambiar alguna decisión pública (e.g. que se reparen las rutas locales, reclamos ligados al uso de la energía nuclear), manifestarse, protestar, y persuadir a otros para hacer algunas de estas acciones; y excluye: leer sobre política, pagar impuestos y el sentimiento de patriotismo. Sin embargo, el autor aclara que el izar una bandera o el asistir a un desfile, dependiendo de las circunstancias o el contexto político, pueden constituir o no participación política.

Desde los primeros trabajos sobre el tema (Campbell, Gurin & Miller, 1954; Lazarsfeld, Berelson & Gaudet, 1948), distintos autores han sostenido diferentes concepciones de la participación política (cf. Brussino, Rabbia & Sorribas, 2008; Delfino & Zubieta, 2010). A fines de los '80, Conge (1988) presenta un artículo de revisión que resulta clarificador. Sobre la base de estudios clásicos (Barnes & Kaase; Booth & Seligson; Nelson; Verba & Nie), el autor señala que las discrepancias entre las distintas aproximaciones a esta cuestión, se plantean en torno a seis puntos: (a) formas activas versus pasivas; (b) conductas agresivas versus no agresivas; (c) objetos estructurales versus no estructurales; (d) objetivos gubernamentales versus no gubernamentales; (e) acciones dirigidas versus voluntarias; y (f) resultados previstos versus no esperados. Conge (1988) define la participación política como la acción individual o colectiva a nivel nacional o local que apoya o se opone a las estructuras, autoridades y/o decisiones relacionadas con la distribución o asignación de los bienes públicos. Y aclara que la acción puede ser: (a) verbal o escrita, (b) violenta o no violenta, y (c) de distinta intensidad.

Desde una posición muy cercana a la de Conge (1988), Sabucedo (1989) atribuye a la participación política las características de instrumental, voluntaria y no limitada por los criterios de legalidad. La participación política es activa e incluye conductas agresivas y no agresivas2, conductas orientadas a mantener o cambiar la forma de gobierno, las autoridades gubernamentales y/o sus decisiones y no incluye acciones comunitarias ni las intenciones o consecuencias de las acciones. De este modo, la participación política hace referencia a "aquellas acciones intencionales, legales o no, desarrolladas por individuos y grupos con el objetivo de apoyar o cuestionar a cualquiera de los distintos elementos que configuran el ámbito de lo político: toma de decisiones, autoridades y estructuras" (Sabucedo, 1996;89).

Según van Deth (2001:4) "la participación política puede ser definida de forma laxa como la actividad de los ciudadanos destinada a influenciar las decisiones políticas". Parry, Moyser y Day (1992 en van Deth, 2001) presentan una definición de este tenor y aclaran que las decisiones que los ciudadanos intentan influenciar son, en última instancia, tomadas por los representantes y funcionarios políticos. En la misma línea, Verba, Schlozman y Brady (1995) explican que "la participación política les ofrece a los ciudadanos en una democracia la oportunidad para comunicarles a los funcionarios del gobierno sus preocupaciones y preferencias y para presionarlos a responder" (p. 37). Por su parte, Norris (2001 en van Deth, 2001) señala que participación es toda actividad que busque influir en el gobierno o el proceso político, en la sociedad civil o que busque alterar patrones sistemáticos de comportamiento social.

Van Deth (2001) explica que aunque las definiciones de distintos autores enfatizan diferentes aspectos de modo diverso, hay cuatro puntos en los que suelen acordar: a) la participación política hace referencia a la gente en su rol de ciudadanos y no como funcionarios civiles o políticos; b) la participación política es entendida como actividad (acción), el solo mirar la televisión o el declarar querer saber sobre política no constituye participación; c) las actividades definidas como participación política deben ser voluntarias y no producto de una orden dada por la clase dominante o alguna ley o regla3; d) la participación política se relaciona con el gobierno y la política en sentido amplio y no se restringe a las acciones tomadas en el congreso o parlamento o el voto4.

 

Modalidades de participación política

No cabe duda que el repertorio de actividad política de los sujetos no se limita a actividades convencionales, como acudir a mítines, convencer a otras personas para votar por algún candidato y/o partido determinado. Observando el comportamiento político de la población es fácil constatar que el ciudadano recurre también a otras estrategias para tratar de incidir en las decisiones del poder político: huelgas, manifestaciones, entre otras. De esta forma, hablar de participación política en general resulta poco preciso, pues el abanico de modalidades incluye manifestaciones diferentes de este tipo de actividad (Sabucedo & Rodríguez, 1990a) y, entonces, como explica Sabucedo (1988), los diferentes autores se han visto en la necesidad de distinguir entre distintas formas de actividad política.

Verba y Nie (1972) hablan de participación dentro y fuera del sistema, Seligson (1980a) distingue entre participación institucional y de movilización. Otras tipologías de acción política que tratan de recoger las diversas características de todo ese conjunto de actividades políticas a las que pueden recurrir los sujetos para incidir en el ámbito político han sido presentadas por Muller (1982), Schmidtchen y Ühlinger (1983 en Sabucedo, 1988) y Sabucedo y Arce (1991). Sin embargo, la distinción más habitual suele establecerse entre participación política convencional y no convencional (Sabucedo, 1988; Valencia, 1989).

En el trabajo de Barnes y Kaase (1979) se alude a la última tipología mencionada. La mayoría de los ítems destinados a evaluar la participación política convencional están referidos, al igual que ocurría en los primeros estudios sobre el tema, a circunstancias relacionadas con el proceso electoral. En cuanto a la participación no convencional se recogen actuaciones como las siguientes: hacer peticiones, manifestaciones legales, daños a la propiedad o violencia personal. Milbrath (1981) también habla de participación política convencional y no convencional, y la lista de situaciones que reflejan ambos tipos de participación resulta muy similar a la Barnes y Kaase (1979), si bien es más detallada en el caso de la participación política convencional y más general en la participación política no convencional.

Ambas formas de participación política pueden diferenciarse atendiendo al criterio de demanda o no de las mismas por parte del sistema. Así como la participación política convencional es fomentada y animada desde las instancias del poder constituido, con lo que puede ser fácilmente controlada y canalizada, la participación política no convencional, en ocasiones, desborda los mecanismos instituidos de participación y supone un enfrentamiento con la legalidad establecida. (Sabucedo, 1988:167)

Un inconveniente que presenta esta tipología es que el listado de actividades que se encuadran dentro de cada uno de los dos grandes tipos de participación resulta bastante heterogéneo. En la participación política convencional se señalaban desde el simple acto de votar hasta el acudir a mítines; y en la participación política no convencional se situaban conductas tan dispares como manifestaciones legales y violencia personal, por citar algunos ejemplos. En palabras de Sabucedo, Arce y Varela (1990:48), "la división entre modos convencionales y no convencionales de actuación política resulta demasiado burda para recoger toda la riqueza de matices que se encuentran en los distintos modos de incidencia política".

Para Kaase y Marsh (1979a), la participación política convencional incluye "aquellos actos de compromiso político que están directa o indirectamente relacionados con el proceso electoral" (p. 84) y las actividades que incluyen en su lista, tal como ellos aclaran, son casi todas sacadas de la pirámide propuesta por Milbrath (1965), a las que agregan un ítem adaptado a partir de Verba y Nie (1972) para medir la participación en la comunidad. Kaase y Marsh (1979a:86) afirmaban la posibilidad de transformar su listado de actividades en una escala tipo Guttman, aunque el orden de algunas afirmaciones variaba en algunos países. Sin embargo, existía una excepción a esa unidimensionalidad: el voto. Este tipo de conducta política no se ajustaba a los requisitos de escalamiento de Guttman, constituyendo una actividad claramente diferenciada de las anteriores.

Otro dato que respalda la tesis de que el voto es una actividad política sui generis, se encuentra en el trabajo de Milbrath (1968 en Sabucedo, 1988). En ese estudio se puede observar que la conducta de voto aparece asociada a afirmaciones de claro contenido patriótico tales como amo a mí país, aunque no esté de acuerdo apoyo a mi país en las guerras, etc. En otros trabajos realizados sobre esta cuestión (Schmidtchen & Ühlinger, 1983 en Sabucedo, 1988; Verba & Nie, 1972) el voto vuelve a manifestarse como una actividad diferenciada del resto.

De acuerdo con Sabucedo y Rodríguez (1990a:56),

[...] el hecho de que el voto se emita una vez cada cierto tiempo, a instancias del sistema y en un ambiente de cierta presión social para manifestar esa preferencia partidaria, da lugar a que la participación electoral sea una cuestión con entidad propia y diferenciada del resto de formas de incidencia política.

Por este motivo, los estudios generales sobre participación política (e.g. Barnes & Kaase, 1979; Muller, 1982), suelen excluir este tipo de participación. La participación electoral, por tanto, y debido a las características especiales que concurren en la misma, suele ser analizada en estudios destinados especialmente a tal efecto (eg. Braña, Sabucedo & Arce, 1991; Krampen, 2000; Pearl & Anderson, 2007; Sabucedo & Rodríguez, 1990b; Sobral, Sabucedo & Vargas, 1986).

En cuanto a los otros tipos de actividad política convencional, en algunos estudios se presentan datos que apoyan la existencia de agrupamientos claramente diferenciados. Verba y Nie (1972) señalan que la participación política no debe considerarse como un modelo unidimensional, sino como un modelo compuesto por cuatro factores, a saber: (a) actividades de campañas políticas, (b) actividad comunitaria, (c) contactos con la administración, (d) voto. Milbrath (1981) también sugiere, apoyándose en los resultados obtenidos tanto en el trabajo de Verba y Nie (1972) como en los de él mismo, que pueden detectarse distintos modos de actuación política convencional. Esos modos son los cuatro recogidos por Verba y Nie (1972), más otro al que denomina comunicadores.

Por lo expuesto hasta aquí, se puede decir que hay un hecho que queda claramente demostrado, que aparece de modo consistente a través de los diversos estudios: el voto es una conducta política claramente diferenciada del resto. Ese acuerdo generalizado sobre este punto no se hace extensivo a las demás formas de participación convencional: mientras que para Verba y Nie (1972) y Milbrath (1981), la participación política convencional está constituida por factores independientes -aunque no acuerdan en el número-, para Kaase y Marsh (1979a) existe unidimensionalidad en este tipo de actividad.

En lo que respecta a la participación política no convencional, lo más llamativo es la heterogeneidad de actividades que se encuadran bajo ese rótulo (Sabucedo & Arce, 1991). Buena prueba de ello es que Muller (1982) clasifica a varias conductas políticas no convencionales -como boicots y manifestaciones- junto a las convencionales, dentro de la categoría de participación democrática y legal; mientras que otras conductas también consideradas no convencionales en la literatura -como las acciones de desobediencia civil y violentas- son adscritas a la categoría de participación ilegal y agresiva. Queda claro, pues, la naturaleza diferenciada de los distintos tipos de actividades no convencionales. Como señala Sabucedo (1988:168) "un grupo de ellas se mueve dentro de la legalidad, mientras que otras se enfrentan abiertamente a la misma". Si se vuelve a la lista de acciones no convencionales estudiada por Barnes y Kaase (1979), se observa que en ella están presentes tanto conductas legales como ilegales.

Schmidtchen y Ühlinger (1983 en Sabucedo, 1988 y Rodríguez, Costa & Sabucedo, 1993) utilizan el escalamiento multidimensional y el análisis de cluster como estrategia metodológica para descubrir las dimensiones de la participación política. Por medio del escalamiento multidimensional obtuvieron una solución bidimensional: la primera hacía referencia al alcance de la presión sobre el sistema político y la segunda a la medida del compromiso personal. La otra opción metodológica dio lugar a la obtención de dos clusters claramente diferenciados: legal e ilegal. Algunas actividades no convencionales aparecen situadas en el grupo de conductas políticas legales, junto con el voto y la influencia política a través de los representantes. En el agrupamiento ilegal se verifica una diferencia clara entre las actividades violentas y las que no lo son.

En otro estudio, Sabucedo y Arce (1991) utilizaron, al igual que Schmidtchen y Ühlinger (1983 en Sabucedo, 1988), la técnica del escalamiento multidimensional obteniendo dos dimensiones: dentro-fuera del sistema y progresivo-conservador; y efectuaron un análisis de cluster que reporta la existencia de cuatro tipos de participación política: (a) persuasión electoral, que incluye actividades tales como convencer a otros para que voten como uno y acudir a mítines; (b) participación convencional, que se caracteriza por aquellas actividades que se mantienen dentro de la legalidad vigente y que tratan de incidir en el curso de los acontecimientos político-sociales (eg. votar, enviar escritos a la prensa, manifestaciones autorizadas y huelgas autorizadas); (c) participación violenta, que integra acciones como daños a la propiedad y violencia armada; y (d) participación directa pacífica, que incluye actividades que si bien pueden desbordar el marco de la legalidad establecida no son necesariamente violentas (eg. ocupación de edificios, boicots, cortes de tráfico, manifestaciones no autorizadas y huelgas no autorizadas).

En el contexto argentino, Brussino, Rabbia y Sorribas (2008) trabajan con una muestra de 300 jóvenes de la ciudad de Córdoba, también utilizan un análisis de clúster y encuentran tres conglomerados: (a) participación partidario-sindical, (b) participación comunitaria y (c) participación expresiva. Por su parte, Delfino (2009), por medio de un análisis factorial exploratorio sobre una muestra de 500 jóvenes de la ciudad de Buenos Aires, encuentra que la participación política incluye cuatro grandes formas: participación proselitista o institucional, participación directa pacífica, participación agresiva e involucramiento político. En la primera se destacan acciones políticas tales como hacer campaña para algún partido político, relacionarse con políticos, acudir a mítines o reuniones políticas y convencer a otros para que voten como uno. Por su parte, la participación directa pacífica comprende tres acciones principales: asistir a manifestaciones / salir a manifestar, participar en huelgas y ocupar edificios o fábricas, mientras que la participación agresiva implica dos acciones fundamentales: dañar cosas y usar la violencia personal. En lo que hace al involucramiento político, se destacan, básicamente, tres acciones: leer, hablar y firmar cartas de protesta.

Una de las virtudes que presentan las cuatro últimas tipologías presentadas es la de no englobar, como si hacían la mayoría de los trabajos antes citados, de manera dicotómica las distintas acciones o tipos de participación -Verba y Nie (1972): dentro del sistema vs. fuera del sistema, Barnes y Kaase (1979): convencional vs. no convencional, Seligson (1980): institucional vs. de movilización, Muller (1972): agresiva vs. democrática-. Por otra parte, muestran la importancia de distinguir dentro del agrupamiento ilegal, no convencional o no institucional, entre las actividades violentas y las que no lo son. Esto resulta importante porque

[...] si bien las conductas que implican violencia son moralmente condenables desde el momento en que el sistema permite el libre juego de intereses y opciones políticas, los modos de participación política no legales pero pacíficos pueden constituir un elemento importante para el cambio social. De hecho, y como señalan Kruegler y Parkman (1985), en un trabajo sobre alternativas a la violencia política, los modos de participación políticos no violentos han desempeñado un papel muy importante, aunque no siempre han sido reconocidos, en el cambio de muchas situaciones sociales negativas. (Rodríguez, Costa & Sabucedo, 1993:48)

 

Relación entre los diversos modos de participación política

En el trabajo de Milbrath (1981), y especialmente en el de Barnes y Kaase (1979) se presentan datos que apuntan a un incremento significativo de las formas no convencionales de participación política. Lederer se refirió a esta situación como "la politización de las masas y la emergencia de nuevos estilos de acción política" (Sabucedo, 1988:169). Todo ello indica que se trata de un tipo de manifestación social que no es apoyada exclusivamente por los grupos marginados del sistema. Al contrario, el elevado porcentaje de sujetos dispuestos a ejecutar ese tipo de acciones sugiere que se está frente a un tipo de actividad que puede ser perfectamente compatible con otros modos de actuación política.

En su estudio transcultural, Barnes y Kaase (1979) verificaron que la participación convencional y el potencial de protesta se relacionaban. En un trabajo posterior, realizado en tres de los cinco países que formaron el primer estudio (Alemania, Holanda y Estados Unidos), Kaase (1983 en Sabucedo, 1988) volvió a encontrarse con un nivel de correlación positiva entre esas dos formas de participación muy similar al reflejado en aquel primer estudio.

Esa relación positiva entre estos dos tipos de actividades políticas se ve confirmada por otros trabajos. Muller (1982:2) refiere que correlaciones significativas entre participación política democrática y agresiva han sido reportadas por muchos estudios. Schmidtchen y Ühlinger (1983 en Sabucedo, 1988), reportan datos que también apoyan la relación. Todas estas investigaciones resultan, pues, consistentes a la hora de mostrar la existencia de un vínculo positivo entre esos dos tipos de conducta. Por ello,

[...] la protesta política no puede ser considerada como una forma de actuación política que se enfrenta abiertamente contra la esencia del sistema, sino como una estrategia a la que recurren los sujetos con el ánimo de tener una presencia en las decisiones políticas. Y esa estrategia no es incompatible con la utilización de otros procedimientos más convencionales. (Sabucedo, 1988:169)

La mayoría de los estudios no plantean ninguna duda acerca de la relación positiva que existe entre la participación política convencional y la no convencional. No obstante, Rodríguez (1992:45) refiere que el trabajo de Opp, Burow-Auffarth y Heinrichs de 1981 presenta resultados que parecen apuntar en la dirección contraria. Las dificultades son mayores a la hora de considerar a la participación política no convencional como un paso más del repertorio político de los sujetos.

Barnes y Kaase (1979) conciben la participación política como un continuum en el que los sujetos van avanzando desde las formas más convencionales a las menos ortodoxas. Según ellos, lo característico de los nuevos tiempos es que los individuos van incluyendo las actividades menos convencionales en su repertorio general de actividad política. Este planteamiento, que se basa tanto en la correlación positiva demostrada entre la participación política convencional y no convencional como en la presunta unidimensionalidad de las escalas por ellos empleadas, algunos años más tarde, es sometida a un proceso de revisión debido a la aparición de nuevos resultados que no corroboran firmemente esa tesis.

Muller (1982) encuentra que así como se verificaba un efecto directo bastante amplio de la participación agresiva sobre la participación democrática, la incidencia era mucho menor cuando se consideraba la relación opuesta. Había un porcentaje de sujetos que realizando conductas no convencionales ejecutaban también actividades convencionales, y otros que se limitaban simplemente a las conductas más ortodoxas. En un estudio posterior, Muller y Godwin (1984 en Rodríguez, Costa & Sabucedo, 1990) confirman esta relación entre la participación agresiva y la democrática, y muestran que dicha relación se mantiene en la misma dirección a pesar de las variaciones en las poblaciones estudiadas, en los procedimientos de entrevistas utilizados y en la medida de las variables. Schmidtchen y Ühlinger (1983 en Rodríguez, 1992), también informan la existencia de un solapamiento entre las diversas formas de actuación política, pero señalan que un número importante de sujetos dispuestos a realizar acciones políticas más directas no participaban en las más convencionales. Finalmente, Kaase (1983 en Sabucedo, 1988), sobre la base de nuevos datos, duda sobre las afirmaciones realizadas sobre esta cuestión en aquel trabajo de 1979.

En definitiva, los estudios desarrollados en los '80 parecen confirmar la existencia de una relación positiva entre las formas de la participación política convencional y no convencional, pero, al mismo tiempo, cuestionan que estas formas de participación supongan una simple extensión del repertorio de actividades de los sujetos.

Como puede observarse, en los últimos años, los trabajos suelen utilizar, a pesar de las críticas que ha recibido, la distinción entre participación convencional o no convencional. Como objetivo del presente trabajo, se pretende analizar la estructura factorial del constructo participación política en una subpoblación específica, la de estudiantes universitarios en Argentina. Asimismo, se busca explorar si existen diferencias estadísticamente significativas en la participación política en función de características sociodemográficas, el interés por la política y la orientación ideológica de los sujetos.

 

Método

Participantes

La muestra fue no probabilística intencional. Compuesta por 496 estudiantes universitarios. El 48,6% eran hombres y el 51,4% mujeres. La media de edad fue de 21,33 (SD = 3,14. Mínimo = 18; máximo = 30), siendo el 94,6% de los participantes solteros. Todos estudiaban en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires (el 74,6% en universidades de gestión pública y el 25,4% de gestión privada). El 48% además de estudiar declaró trabajar. Con respecto a la carrera que cursaban, el 36,1% estudiaba una carrera perteneciente a las ciencias sociales o humanas, el 31% a las ciencias económicas, el 13,9% a las ciencias médicas o biológicas, el 10,9% al derecho, el 6,7% a ingeniería o arquitectura y un 1,4% a otras carreras. En lo que hace a la orientación política de los participantes, un 29,6% se identificó con la derecha, un 37,3% con el centro, un 30,2% con la izquierda y un 2,8% dijo no identificarse con ninguna de las tres opciones (en un escala: 1 = derecha, 4 = centro, 7 = izquierda. Media = 4,09; SD = 1,36; Mediana = 4).

Instrumento

La escala que se utilizó para medir la participación política es una adaptación de Sabucedo, Arce y Rodríguez (1992). Se solicitó a los encuestados que indicaran con qué frecuencia realizaban las siguientes actividades: (a) Convencer a otros para que voten como ellos, (b) Acudir a mítines o reuniones políticas, (c) Relacionarse con políticos, (d) Hacer campaña para algún partido político, (e) Asistir a manifestaciones / Salir a manifestar, (f) Participar en huelgas, (g) Ocupar edificios o fábricas, (h) Dañar cosas (romper cristales de vidrieras, destruir señales de tránsito, etc.), y (i) Usar la violencia personal (enfrentamientos con la policía, etc.). Las opciones de respuesta fueron: 1 = nunca, 2 = algunas veces, 3 = bastantes veces y 4 = muy a menudo.

También se incluyeron dos ítems extraídos de Rodríguez, Sabucedo y Costa (1993), uno para conocer el interés por la política y otro para que sitúen su orientación política. Las opciones de respuesta eran: Interés por la política: 1 = no estoy en absoluto interesado por la política, 2 = mi interés por la política no es mayor que otros intereses, 3 = estoy interesado en la política, pero no tomo parte activa en ella, 4 = tengo un interés activo en la política. Orientación política: 1 = derecha, 4 = centro y 7 = izquierda.

Procedimiento

La aplicación del cuestionario se realizó de forma colectiva. Se contactó a profesores universitarios que cedieron tiempo de sus clases y los estudiantes fueron invitados a participar voluntariamente y de forma anónima.

Análisis de los datos

Se efectuó un análisis factorial confirmatorio mediante el software AMOS 16.0. En base a los tipos de participación política obtenidos, se analizaron diferencias y relaciones en función de variables de agrupación (t de student, ANOVA un factor, r de Pearson, Rho de Spearman).

 

Resultados

La Figura 1 presenta el modelo obtenido mediante análisis factorial confirmatorio. Según este modelo, la participación política incluiría dos grandes formas: participación proselitista o institucional y participación de movilización o directa. La primera agruparía cuatro acciones políticas: (a) Convencer a otros para que voten como uno, (b) Acudir a mítines o reuniones políticas, (c) Relacionarse con políticos, y (d) Hacer campaña para algún partido político. Por su parte, la participación de movilización o directa se dividiría a su vez en dos formas: la participación de movilización o directa pacífica y la participación de movilización o directa agresiva. La participación pacífica comprendería tres acciones: (a) Asistir a manifestaciones / Salir a manifestar, (b) Participar en huelgas, y (c) Ocupar edificios o fábricas; mientras que la participación agresiva implicaría dos acciones: (a) Dañar cosas y (b) Usar la violencia personal.

 

 

El modelo, que es recursivo, presenta un buen ajuste, con una relación χ2 / df de 3,09 (N = 496; χ2 = 74,126; df = 24; p = 0,000) y buenos valores para los índices de ajuste y de error: índices de ajuste: GFI (Goodness of Fit Index) = 0,970; AGFI (Adjusted Goodness of Fit Index) = 0,944; NFI (Normed Fit Index) = 0,950; CFI (Comparative Fit Index) = 0,965; índices de error: RMR (Root Mean Square Residual) = 0,019; RMSEA (Root Mean Square Error of Aproximation) = 0,065.

Los valores de los path incluidos en la figura son coeficientes estandarizados que varían entre 0 y 1, por lo que pueden ser interpretados de manera similar a los coeficientes de regresión estandarizados o pasajes beta. Como puede observarse, la participación proselitista lleva una carga algo más alta que la participación de movilización, lo que podría ser interpretado como que, entre los estudiantes universitarios analizados, la participación política, si bien incluye ambas formas, sería vista más como proselitista que como de movilización, aunque claramente ambos tipos de acciones definen a la participación política.

En lo que hace a las acciones incluidas dentro de la participación proselitista, el acudir a reuniones políticas o mítines y el hacer campaña para algún partido político serían las más representativas, seguidas por el relacionarse con políticos y el convencer a otros para que voten igual que uno.

La participación de movilización o directa, se divide en pacífica y agresiva, siendo la primera la más representativa del tipo directo o de movilización. Las acciones directas pacíficas incluirían el participar en huelgas, el ocupar edificios o fábricas, y en tercer lugar el asistir a manifestaciones o salir a manifestar. Las acciones directas agresivas serían usar la violencia personal y dañar cosas.

Al analizar el efecto total que tiene la participación de movilización sobre las distintas acciones que las componen, se encuentra el siguiente orden: participar en huelgas, ocupar edificios, usar la violencia personal, y en igual puesto: asistir a manifestaciones y dañar cosas. Cuando se ordenan las acciones en función del efecto total que la participación política tiene sobre la mismas, se observa que en los primeros lugares se ubican las acciones proselitistas (mítines: 0,519; campaña: 0,516; relacionarse con políticos: 0,439; convencer: 0,343) seguidas por las de movilización (huelgas: 0,319; ocupar edificios: 0,299; violencia personal: 0,231; y manifestar y dañar cosas, ambas con 0,217).

En lo que hace a la fiabilidad de cada una de las formas de participación política o subescalas, se obtuvo los siguientes alfas de Cronbach: participación proselitista α= 0,782; participación de movilización pacífica α= 0,681; participación de movilización agresiva α= 0,791.

 

Diferencias según Sexo, Edad, Carrera de estudio, Trabaja-no Trabaja, Interés por la Política y Orientación Política

Se halló que los índices de realización de la participación política de movilización o directa agresiva, si bien bajos en ambos grupos, son más altos en los hombres (1,27) que en las mujeres (1,06. t (317,285) = 5,138; p = 0,000). Asimismo, los más jóvenes utilizarían más la participación agresiva en comparación con los estudiantes de mayor edad (r (489) = -,135; p = 0,003).

En lo que hace a la participación de movilización o directa pacífica, la carrera de estudio arrojó diferencias (F (4, 478) = 10,074; p = 0,000). Se verificó que quienes más reportan realizar este tipo de participación son los estudiantes de medicina o ciencias biológicas (1,83) seguidos por los estudiantes de ciencias sociales o humanas (1,68). Bastante menos adhesión tiene esta forma de participación entre los estudiantes de derecho (1,49), ciencias económicas (1,40) y arquitectura, diseño o ingeniería (1,27). Específicamente las diferencias se hallaron (contraste post hoc utilizado: Dunnett T3) entre sociales versus económicas e ingeniería y entre medicina versus derecho, económicas e ingeniería.

Por su parte, la participación proselitista es mayor entre quienes trabajan (1,24) que entre quienes no lo hacen (1,14. t (361,310) = 2,504; p = 0,013).

Al analizar la incidencia del interés por la política, se verificó que este se relaciona positivamente con la participación política (Proselitista: Rho (492) = 0,285; p = 0,000. Pacífica: Rho (487) = 0,262; p = 0,000. Agresiva: Rho (486) = 0,115; p = 0,011). Se obtuvieron diferencias para la participación proselitista y para la participación de movilización o directa pacífica al comparar a quienes dicen no estar interesados en la política o que su interés en la política no es mayor a otros intereses con quienes dicen tener interés en la política activo o no activo. Quienes dicen estar interesados presentan mayores niveles de participación (Proselitista: t (368,905) = -5,048; p = 0,000. No interés = 1,09. Interés = 1,28. Pacífica: t (448,016) = -5,650; p = 0,000. No interés = 1,41. Interés = 1,71).

En relación a la orientación política, al contrastar los grupos derecha - centro - izquierda, se obtuvieron diferencias para los tres grupos de participación política. Para el caso de la participación proselitista (F (2, 478) = 8,579; p = 0,000. Contraste post hoc utilizado: Dunnett T3) se constató que quienes se declaran como de centro (1,09) son menos activos que quienes se identifican con la derecha (1,23) o la izquierda (1,27). En la participación directa pacífica (F (2, 475) = 36,639; p = 0,000. Contraste post hoc utilizado: Dunnett T3), la izquierda (1,89) se diferencia de la derecha (1,38) y del centro (1,44), siendo claramente más activa. En lo que respecta a la participación directa agresiva (F (2, 473) = 6,132; p = 0,002), la izquierda (1,27) vuelve a mostrarse más activa que la derecha (1,13) y el centro (1,10), pero a la hora de verificar entre quienes están las diferencias (contraste post hoc utilizado: Dunnett T3) la izquierda y el centro son quienes menos se parecen.

 

Discusión

En lo que hace a las formas o modalidades de participación política, este estudio plantea dos grandes formas: participación proselitista o institucional y participación de movilización o directa. Esta tipología, en parte, apoyaría las postulaciones clásicas que, con distintas etiquetas, han presentado clasificaciones dicotómicas (eg. Barnes & Kaase, 1979a; Muller, 1982; Seligson, 1980; Verba & Nie, 1972). No obstante, los resultados obtenidos señalan la importancia de distinguir dentro del agrupamiento ilegal, no convencional o no institucional, entre las actividades violentas y las que no lo son, reforzando lo hallado por estudios efectuados más recientemente (eg. Delfino, 2009; Sabucedo & Arce, 1991). De esta manera, la participación proselitista representa la participación política convencional, mientras que la participación de movilización o directa, tanto pacífica como agresiva, son dos formas de participación política no convencional.

Al comparar la tipología obtenida en este trabajo con lo reportado por Sabucedo y Arce (1991), se observa que ellos también obtuvieron tres formas además del voto (que en este estudio no fue considerado) y que las tres formas por ellos halladas, aunque con distintas etiquetas, aluden a las mismas actividades: la persuasión electoral a lo que aquí se denominó participación proselitista, la participación violenta a lo que aquí se rotuló como participación agresiva y la participación pacífica en la que el nombre dado coincide. No obstante, la diferencia entre la propuesta presentada en este artículo y lo reportado por los autores españoles se relaciona con el ordenamiento que las formas de participación obtienen. En el estudio de Sabucedo y Arce (1991), las distintas formas de participación política son independientes, en cambio, en la propuesta aquí presentada la participación pacífica y la participación agresiva son dos subtipos de la participación de movilización o directa.

Sabucedo (1988) planteaba que si bien la influencia de las variables sociodemográficas sobre el comportamiento político se ejerce de forma indirecta, a través de las representaciones psicológicas que evocan en los sujetos, su análisis brinda información muy valiosa para obtener una primera aproximación a las claves de la participación política. En el presente estudio, los estudiantes pertenecientes a las distintas categorías sociodemográficas exhiben diferencias relevantes de destacar.

En lo que hace al sexo de los sujetos, los resultados reportados en este trabajo son coherentes con lo hallado por estudios clásicos (Barnes & Kaase, 1979; Milbrath, 1965), siendo que son los hombres quienes, en mayor medida que las mujeres, realizan formas agresivas de participación política tales como dañar cosas o usar la violencia personal. Respecto a la edad, la tesis más difundida sobre la relación entre participación política y edad plantea que la participación política convencional tiende a aumentar con la edad, aunque disminuye durante la vejez (Milbrath, 1965), mientras que la participación no convencional sería mayor en la juventud (Kaase & Marsh, 1979b; Harding, Phillips & Fogarty, 1986). De forma consistente, en los datos aquí analizados, se halló que son los jóvenes quienes dicen realizar con más frecuencia acciones agresivas.

Siendo la elección del área de estudio en la universidad, un proceso no sólo de selección institucional, sino un proceso de auto-selección, es esperable encontrar diferencias en las acciones políticas en los estudiantes que cursan distintas carreras en el ámbito de la universidad. En el presente estudio, y en línea con lo hallado por Delfino (2009), se observó que quienes estudian medicina o ciencias biológicas, seguidos de quienes estudian ciencias sociales realizan con mayor frecuencias acciones pacificas directas (ocupación de edificios, manifestaciones y huelgas) que el resto de las carreras evaluadas. Asimismo, quienes además de estudiar en la universidad trabajan reportaron realizar con mayor frecuencia acciones proselitistas como convencer a otros para que voten como uno, asistir a mítines o reuniones políticas, relacionarse con políticos, o hacer campaña para algún partido político. Es probable que esta diferencia se relacione con los procesos que la psicosociología del trabajo denomina de socialización para el trabajo y socialización en el trabajo (Peiró, Prieto & Roe, 1996).

Por otro lado, van Deth (1990) señala que el interés por la política resulta relevante para distinguir entre sujetos políticamente activos y pasivos, que es central en los esquemas que unen los factores psicosociales a las actitudes y conductas políticas, y que sería una dimensión básica en el tema de la participación política. Efectivamente, se encontró que el interés de los sujetos por el mundo político sería relevante en todas las formas de participación política resultando que a mayor interés mayor participación. En el caso de la participación agresiva el efecto de esta variable sería algo menor.

En lo que hace a la orientación política, numerosos estudios destacan la influencia de esta variable sobre las actitudes, las creencias y los valores de los sujetos (Bobbio, 1995; Caprara & Zimbardo, 2004; Harding e col., 1986; Pastor Ramos, 1986; Sabucedo e col., 1992; Stoetzel, 1983). En este estudio, quienes se identifican con una orientación política de izquierda se muestran más activos en las acciones de movilización o directas, ya sean pacíficas o agresivas, mientras que quienes se identifican como de izquierda o de derecha, pero no quienes lo hacen como de centro, realizan con más frecuencia acciones proselitistas.

A la hora de señalar las limitaciones de este estudio, cabe recordar que el tipo de muestra utilizada es no probabilística intencional de estudiantes universitarios de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, Argentina. Esto trae aparejada la dificultad de no poder generalizar los resultados al tiempo que señala un interrogante respecto sí en otras regiones podría pensarse en tipologías distintas. En este sentido, como señalaba Sabucedo (1988), no se puede ser tan ingenuo como para creer que estos patrones conductuales tienen un carácter universal y se presentan del mismo modo en cualquier tiempo y lugar. Antes al contrario, se debe sospechar que este tipo de actividad está íntimamente vinculada a distintos momentos históricos, sociales y culturales. Por ello, si existen diferencias significativas en algunos de esos parámetros, también debe haberlas en el tipo de actividades que se registran y en su estructuración. Futuras investigaciones podrán decir sobre la posibilidad de generalizar la tipología propuesta en este artículo.

 

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Recebido em 18/05/2013
Aceito em 12/07/2013

 

 

1 En inglés inputs vs. outtakes
2 De acuerdo con Rodríguez (1992:24) muchos autores prefieren el término conducta agresiva en vez de actos violentos debido a las connotaciones más generales de éste, que incluye actos violentos y lo que se define como conducta ilegal, no convencional o no ortodoxa
3 En Argentina, el voto es obligatorio por ley (Ley 8871 del año 1912, conocida como Ley Sáenz Peña, que establece que el voto es secreto y obligatorio para todos los argentinos -nativos o por elección-). Sin embargo, en la actualidad no se registran sanciones masivas para los ciudadanos que no ejercen su derecho a votar
4 En la actualidad, distintos autores (eg. Morales, 2006; Torcal, Morales & Pérez-Nievas Montiel, 2005) se muestran interesados en estudiar, además de la participación política, otras formas de participación ligadas a la vida social pero no políticas y suelen entonces denominar a estas formas, que incluyen tanto acciones políticas como no políticas, participación ciudadana (Morales, 2005:52) o participación social (Alteri & Raffini, 2007:2; Mannarini, Legittimo & Talò, 2008:96)