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Revista Psicologia Política

versão impressa ISSN 1519-549X

Rev. psicol. polít. vol.14 no.29 São Paulo abr. 2014

 

IN MEMORIAM

 

Homenaje a Enrique Laraña Rodríguez Cabello, especialista en movimientos sociales y profesor titular de la Universidad Complutense de Madrid [Santander, 1949 - Madrid, 2014]

 

Tribute to Enrique Laraña Rodriguez Cabello, specialist in social movements and professor at the complutense University of Madrid [Santander, 1949 - Madrid, 2014]

 

Homenagem a Enrique Laraña Rodriguez Cabello, especialista em movimentos sociais e professor titular da Universidade Complutense de Madri [Santander, 1949 - Madrid, 2014]

 

Hommage à Enrique Laraña Rodriguez Cabello, spécialiste en mouvements sociaux et professeur à l'Université Complutense de Madrid [Santander, 1949 - Madrid, 2014]

 

 

Emilio Lamo de EspinosaI, José Manuel RoblesII

ICatedrático de Sociología (UCM) elamoesp@ucm.es
IIProfesor de Sociología (UCM) jmrobles@ccee.ucm.es

 

 

Corría el año 1972 o 1973 cuando vi aparecer a Enrique Laraña por Isla Vista, California, rebosante de ilusión y casi diría de felicidad. Como yo, venía a estudiar sociología en el vecino campus de Santa Bárbara. Era ya licenciado en derecho, pero buscaba algo más estimulante, y allí tuvimos la oportunidad de estudiar sociología en un departamento que se caracterizaba por su versatilidad. Era importante, pues ninguno de los dos habíamos cursado estudios formales de sociología. Allí aprendimos qué era el interaccionismo simbólico (y leímos a G. H. Mead), nos enteramos de algo abstruso que se llamaba etnometodología, tuvimos la oportunidad de estudiar con Jurgen Habermas, de aprender sociología política con un viejo socialdemócrata, Richard Flacks y, sobre todo, empezamos a conocer a Aaron Cicourel, uno de los referentes de la etnometodología, con quien luego Enrique trabaría buena amistad y realizaría numerosas investigaciones conjuntas, tanto allí como en España. Fueron años de gran camaradería con el pequeño grupo de españoles que, escapando del tardofranquismo, habíamos recalado en aquellas playas buscando alimento intelectual pero también libertad y ávidos de experiencias nuevas. Gentes como José Enrique Rodríguez Ibáñez, Miguel Angel Mollinedo, Soledad Puértolas, e incluso José Luis Aranguren, que pasaba allí varios meses al año. Enrique obtuvo su MA en Sociología en 1975, el mismo año en que regresa a España y comienza la docencia en la Universidad Complutense. Pocas semanas antes de su fallecimiento regresaba yo de Santa Bárbara, hablé con él por última vez, y recordamos ambos aquellos años que fueron, quizás, el periodo más feliz y completo, más luminoso, de nuestra vida.

Enrique iniciaba así una fructífera vida académica que le llevo a ganar plaza de Profesor Titular en 1985, la cátedra de Sociología en la Facultad de Ciencias Económicas y Empresariales de la Universidad Complutense de Madrid en 1998, la dirección de la sección de sociología de esa Facultad, y a ser profesor visitante en el Departamento de Sociología de la Universidad de California (San Diego y Berkeley), en el Instituto de Estudios Políticos de París, y en la Universidad Federal de Río de Janeiro, y a dar conferencias en San Diego, París, Madrid y Río de Janeiro sobre la transición a la democracia en España, los nuevos movimientos sociales, modernización y reflexividad social, conflicto social en el País Vasco, riesgos tecnológicos y conflictos medioambientales. Fue, además, miembro del Consejo Asesor de Mobilization. An International Journal, del Consejo Asesor de la Revista Internacional de Sociología, y miembro del International Research Group for Comparative Charting of Social Change.

Enrique estuvo interesado, a lo largo de su vida profesional, por cuestiones diversas como la Sociedad de la Información y las Tecnologías de la Información y la Comunicación, la sociología de las drogas, la inmigración, etc. Pero lo que le llevó a estudiar a California y fue tema de su tesis de maestría habría de ser el tema central de la mayoría de sus investigaciones: los movimientos sociales. Sus trabajos en esta área de conocimiento comenzaron por los movimientos universitarios y juveniles, para abarcar después los movimientos ecologistas, anti-nucleares, urbanos, todo ello fue objeto de su cuidada atención en numerosas monografías (más de cincuenta), investigaciones, y en dos libros. Uno en español, más reciente, La construcción de los movimientos sociales (1999). Y otro en inglés, que fue declarado "libro sobresaliente del año" en Estados Unidos, editado con dos grandes especialistas del tema, Hank Johnston y Joseph Gusfield, New Social Movements. From Ideology to Identity (Los nuevos movimientos sociales. De la ideología a la identidad, 1994).

Al revisar hoy su obra, me doy cuenta de que hay dos conceptos que sirven de eje vertebrador de su trabajo: el de "nuevos" movimientos sociales, por supuesto, pero también el de reflexividad social, una perspectiva vinculada al constructivismo, pero también al funcionalismo moderado de Robert K. Merton, que nos había seducido ya en California, y al que dediqué buena parte de mi propia tesis doctoral que luego, revisada, se editó con el título de La sociedad reflexiva (1990). Pues bien, los "nuevos" movimientos sociales eran, para Enrique, mecanismos de reflexión social, de auto-análisis, una suerte de espejo que la sociedad generar para re-flexionar sobre sí misma.

Enrique siembre estuvo seducido por la idea de que el sentido de los movimientos sociales va más allá de la acción colectiva, de los ciclos de protesta o la capacidad de organizaciones concretas para, haciendo uso de sus recursos, aprovechar las oportunidades que la estructura política les ofrecía. Más que una visión instrumental o economicista, y siguiendo a Alberto Melucci, los Movimientos Sociales eran algo así como un laboratorio en el que se comparten, se discuten, se reelaboran y, sobretodo, se crean y se testan ideas. Este tipo de organizaciones son siempre un indicio, solía decir, de que algo no marcha bien, de que existe una fricción entre lo que la sociedad demanda y necesita, por una parte y lo que la estructura social, política y económica ofrece, por otra (un esquema este, de ruptura entre expectativas sociopsicológicas y ofertas estructurales que, de nuevo, recuerda al viejo Merton). El estudio de los movimientos sociales no es, por lo tanto, el análisis de organizaciones que buscan el logro de un objetivo concreto. Es un análisis de cómo se organiza la sociedad para pensar sus propios problemas y darles solución. Y ello siempre in fieri, pues el movimiento se re-construye a medida que avanza y re-flexiona. Es, el estudio de uno de los más importantes e influyentes agentes de transformación y cambio social en una "sociedad reflexiva" añadiría yo.

La reflexividad social era, para Enrique Laraña, un mecanismo colectivo de auto-análisis, un espejo de auto-observación social. Esta idea sostuvo una de sus principales investigaciones, Policy-making in Companies, Environmental Movements and Local Governments: a Comparative Research on Waste Management in the United Kingdom and Spain, financiada por la Unión Europea durante los primeros años de este incipiente siglo y realizada junto a Christopher Rootes. Pero también fue la base del libro anteriormente citado "La construcción de los movimientos sociales (1999).

Sin embargo, esta idea de reflexividad social no sólo fue una guía epistemológica para nuestro querido compañero; fue también una pauta metodológica, y casi personal. Como siempre sucede en estos casos, uno no sabe si la teoría fue antes que la praxis, al contrario o ambas se alimentaron y crecieron juntas. Sea como fuere, Enrique comprendió como nadie que únicamente es posible entender esos laboratorios de ideas que llamamos movimientos sociales comprendiendo las dinámicas comunicativas y discursivas que permiten construir los marcos que dotan de significado a la realidad que nos rodea. Enrique era, pues, etnometodólogo, constructivista e interaccionista. Lo que le llevaba a asistir a interminables y larguísimas asambleas y reuniones de organizaciones sociales, y a tomar un ingente número de notas de campo. Era habitual verle por las manifestaciones analizando el sentido que las proclamas y eslóganes tenían, para dotar de sentido aquella expresión colectiva. Yo, le recuerdo en este momento con un blog de notas en una mano y una grabadora en la otra, yendo y viniendo entre una multitud de manifestantes por la calle Atocha de Madrid, en una tarea de observación participante en la que no se sabía qué se ejercitaba con mayor pasión, si la observación distanciada, o la participación casi en primera línea, pues profería todo tipo de eslóganes al tiempo que tomaba notas.

El otro eje central de su obra fue, no cabe duda, el concepto de "nuevos" movimientos sociales. Enrique dio sus primeros pasos en las ciencias sociales en un contexto académico, el español y europeo, eminentemente marcado por el análisis materialista histórico, marxista, y en el terreno de los Movimientos Sociales, especialmente centrado en aquellos que pugnaban por derechos de primera y segunda generación. Sin embargo, y gracias a sus estudios en Estados Unidos, Enrique trajo a España, y me atrevería decir a Europa (y no solo trajo sino construyó) una nueva concepción de los movimientos Sociales enmarcada en una tradición académica diferente.

Gracias New Social Movements. From Ideologyto Identity aprendimos que una nueva ola de movimientos Sociales que se había iniciado en la California de los años sesenta del siglo XX, comenzaban poco a poco a formar parte de nuestra vida social. Movimientos que, basados fundamentalmente en valores post-materialistas, defendían derechos vinculados a la identidad juvenil, homosexual, de género, etc. Movimientos que, además, defendían valores que trascendían su contexto inmediato para perseguir objetivos universales como la paz o el medioambiente (o la misma democracia ahora). Hoy en día, este concepto ha entrado a formar parte del vocabulario de los expertos en ciencias sociales y se enseña en los primeros años de los estudios de ciencias políticas y sociología. Sin embargo, esto no debe hacernos olvidar la transformación epistemológica que su introducción supuso en el panorama académico español, así como su importancia para entender los ciclos de protesta que hemos vivido en todo el mundo desde 2010.

Mis últimas discusiones académicas con Enrique, paseando por el Retiro una soleada mañana, después de su operación, y cuando aun abrigábamos esperanzas, versaron justamente sobre el movimiento de Democracia Real y el 15M, tema sobre el que publicó (con Rubén Díez) el que es quizás el mejor trabajo sobre el tema: Las raíces del movimiento 15-M. Orden social e indignación moral, Revista Española del Tercer Sector, enero-abril 2012, (105144). Pues si algo ejemplificaba, casi a la perfección, la perspectiva culturalista, transversal y desclasada, de los movimientos sociales, que Enrique había preconizado, era justamente el movimiento de los "indignados" que nacido en la #spanishrevolution de la acampada de la Puerta del Sol se extendió como una mancha de aceite por varios países a lo largo de los años 2012 a 2014, y continúa vivo en la política española.

Me consta que nunca dejó el tema de los movimientos sociales y estaba terminando un libro sobre organizaciones reflexivas y cambio social en España. Espero que vea la luz pues Enrique había colocado la sociología española de los movimientos sociales a en la vanguardia de la materia.

Quienes conocimos a Enrique Laraña y disfrutamos de su amistad y la de su fantástica familia, sabíamos de su inmensa alegría de vivir y su enorme vitalidad, de la que nos hacía partícipes a todos. Con él se marcha un referente académico español y un montón de buenos recuerdos de mi juventud. Pero cuando vuelva por Santa Bárbara, California, seguro que volveré a verle como le recuerdo, en bicicleta, y con su tabla de surf bajo el brazo, camino de la playa, con la melena al viento. Seguro que ya está por ahí esperando una buena ola.

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