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Revista Mexicana de Orientación Educativa

versão impressa ISSN 1665-7527

Rev. Mex. Orient. Educ. v.5 n.11 México jun. 2007

 

REMANDO POR LA CULTURA

 

Bram Stoker’s Dracula
Un siglo después: Coppola inyecta nueva sangre a la leyenda

 

 

Abraham (Bram) Stoker fue uno de los escritores irlandeses atraídos por lo fantástico que tantas páginas excelentes dieron a la literatura de terror. Después de leer el relato de Carmilla de Le Fanu –quien marcó para siempre su obraescribió Drácula, logrando llevar más a fondo el tema del vampirismo y azotarlo en una obra monumental, donde suministró toda la fuerza y todo el misterio que ese tema requería.

Si penetramos en los recodos nocturnos y desconocidos de la vida del autor, se sabe que ingresó a una sociedad iniciática llamada Golden Dawn (fundada para poner en práctica ritos de magia ceremonial), tal vez en busca de emoción y de misterio numinoso; y que fue en el seno de esta institución iniciática donde adquirió sus conocimientos de lo oculto. Quizá –así se ha interpretado– de no haber pertenecido a ésta, no habría escrito los libros que publicó. Tony Faivre en su Introducción a Drácula sugiere la posibilidad de que la figura de Drácula refleje a la de los jefes secretos de la Golden Dawn.

Pier Víctor –citado por Faivre– describe así la sensación que en él produjo uno de dichos seres desconocidos: «Me sentí en contacto con una fuerza terrible que sólo puedo comparar a la impresión que siente una persona junto a la cual haya caído un rayo durante una violenta tempestad, unida a una dificultad para respirar». Tal impresión tuvo que ser experimentada por Bram Stoker en el mundo del ocultismo en que vivió, en ese mundo de la decadencia victoriana que explotó la vida cultural británica.

La influencia iniciática se ve expresada en Drácula –según el mismo Tony Faivre– en dos planos opuestos: el de Jonathan Harker (protagonista de la obra), su trance equivale a una iniciación a través del viaje, lleno de asechanzas y tentaciones, que lo conduce a la muerte o a la inmortalidad. Para Drácula, ya inmortal, es «un camino iniciático al revés», «la vía tenebrosa» de dolor y soledad, de amor incomprensible e incomprendido, de purgación eterna en la tristeza.

Paralelamente a (estas elucidaciones) la vida secreta de Stoker, Drácula tuvo un éxito inmenso en 1897: Oscar Wilde la calificó como una de las mejores novelas escritas; Jacques Bergier la sitúa en la cúspide de la novela fantástica.

Desde el punto de vista literario, en Drácula se observa otra gran influencia: la nueva novela gótica, que había nacido como reacción «femenina» ante la ghost story –breve, realista e impregnada de humor. No hay que olvidar que el modelo inspirador de Bram Stoker fue Le Fanu, quien es no sólo el iniciador, sino el mejor y más profundo escritor terrorífico de la nueva novela gótica.

En Drácula, el relato de terror vuelve a adquirir longitud de novela larga y los sufrimientos de la heroína (Mina) cobran una importancia singular en la trama de la anécdota. Asimismo, Bram Stoker utiliza en ésta una técnica muy de novela gótica: el estilo epistolar. Pero, no obstante estos rasgos «neogóticos », la novela conserva el realismo de la ghost story y los elementos de auténtico terror macabro.

Otras novelas que inspiraron a Stoker a escribir Drácula, en el último periodo victoriano, fueron: Macbeth, La muerte enamorada de Gautier (1836), Los montes Cárpatos de Alejandro Dumas (1849), The Mysterious Stranger, una obra anónima alemana escrita en 1860, The Roses and the Key–relato casi desconocido– de Le Fanu, Lokis de Merimée (1868), El retrato de Dorian Gray y El parásito de Conan Doyle (1894).

Drácula, el mito literario, el arquetipo del vampiro, universal y siempre actual, es reconocido y difundido por el teatro, la radio –Orson Welles adaptó la novela e interpretó al conde en una dramatización radiofónica en 1938–, la televisión, pero, principalmente, por el cine: tal es el caso del film Nosferatu de Friedrich W. Murnau (1922), excelente pieza del cine expresionista alemán o Nosferatu de Werner Herzog (1978) que reúne las principales características del viejo expresionismo y las de las corrientes más actuales del cine alemán.

Pero, casi un siglo después –96 años– de ser escrita Drácula, qué motivó al gran realizador de cine norteamericano Francis Ford Coppola a filmar una cinta basada en esta novela, para darle nueva vida a la leyenda, con un enfoque innominado e histórico visualmente.

Coppola reconoció que su primer contacto con el siniestro Conde había sido de niño, cuando su hermano le llevó al cine a ver la película La mansión de Drácula (House of Drácula) protagonizada en 1945 por John Carradine: «Me asustó y al mismo tiempo me fascinó, de tal manera que busqué en la enciclopedia la palabra Drácula». La película tuvo en él, tal efecto, que creyó que Drácula había existido realmente. Años después, cuando leyó la novela, comprendió que «quien no conocía el libro de Drácula no sabía nada del personaje».1

Por otro lado, Coppola había querido trabajar con Winona Ryder; sin embargo, por razones de salud, la actriz no había podido colaborar con él. El realizador de cine la invitó nuevamente a que le llevara algún guión que le gustara interpretar. Ryder le llevó el guión de James V. Hart, quien originalmente lo había escrito como una adaptación televisiva de Drácula.

Sobre cómo se desarrolló el guión, Hart lo explica: «después de leer The Annotated Drácula de Leonard Wolf –un volumen que incluye la novela de Stoker y las notas y comentarios de Wolf– quedé convencido de que contenía el germen de una película que jamás se había hecho. Decidí concentrarme en el aspecto más erótico de Drácula y las cualidades más épicas de la novela de Stoker…»2

Como ya vimos, la relación de Coppola con la historia era personal, pero, finalmente lo que le atrajo del guión fue la idea de hacer una película que tratara a fondo el tema de la pasión y que estuviera basada en la novela de Stoker con los personajes tal y como él los había escrito, incluido un vaquero norteamericano llamado Quincey, que no ha aparecido en ninguna de las películas de Drácula hasta ahora realizadas. A pesar de ser tan fiel a la fuente literaria, el guión de Hart lleva una aportación muy particular: «… intenté escribir el guión de una película ‘femenina’ en el sentido opuesto a lo que se considera una película de ‘hombres’. Utilicé el punto de vista de Mina –la reencarnación del amor perdido del Conde– en vez de emplear el de Jonathan Harker o el de Drácula».3

En poco más de dos horas Francis Ford Coppola describe el ascenso y caída del devastador Conde, tan seductor como repugnante. Se inicia en la época de Vlad «El Empalador», alrededor de 1462, hasta situarlo en los tiempos victorianos. «Vlad el Empalador fue un príncipe de la zona de Transilvania – observa Coppola–; cuando los turcos invadieron la Europa cristiana después de haber derrotado a los cristianos en Constantinopla, Vlad el Empalador frenó su avance. Era un hombre tan implacable que empalaba incluso a sus súbditos. Los Turcos entraron en sus tierras, vieron miles de cuerpos empalados que aún se retorcían, y quedaron tan aterrorizados que decidieron retirarse ».4

Numerosas crónicas transilvanas del siglo XV hablan del llamado Vlad, un Voivoda de Valaquia, al que, por su crueldad, sus contemporáneos dieron en llamar Vlad Drakul, Drácula o Draculea (de «drac», diablo en rumano, y «ul», artículo anclítico).

La película de Coppola es una historia de espléndidas secuencias, con vestuarios y decorados espectaculares, de una belleza visual muy elocuente, fotografiada cabalmente por el alemán Michael Ballhaus, apoyada por creativos del diseño capaces de ambientar la época como Anahid Nazarian, maquillistas sofisticados, y estetas del vestuario como Eiko Ishioka.

Gary Oldman caracteriza magistralmente a Drácula, en una peculiar y desmitificadora versión; Winona Ryder interpreta a la amante del Conde de Transilvania. La regia caracterización de su reparto incluye, además, a Richard E. Grand, Cary Olwes, Bill Campbell, Sadie Frost, el cantante de rock Tom Waits –quien interpreta el papel del loco Renfield–; y Anthony Hopkins, que da una de sus mejores actuaciones en el papel de Van Helsing, el personaje antagónico de Drácula, el único que puede acabar con el vampiro, un ser marginal que fuma opio, bebe absenta5, es adicto a la heroína y nadie confía en él.

A pesar de que estamos omitiendo varias y valiosas interpretaciones, no podemos pasar por alto la de Keanu Reeves, desempeñando el papel de Jonathan Harper, quien desencadena todos y cada uno de los acontecimientos de la historia, además de ser el protagonista de la novela de Stoker.

La cinta es impresionante no sólo por su ambientación sensual, erotizada, sino por la exaltación de un Drácula encarnado en un alma torturada, en el que fluyen paralelamente bondad y maldad, amor y muerte. Y que bien define Sting en un verso de su canción Bourbon Street, escrita después de leer Interview with a Vampiro de Anne Rice: «Ama lo que destruye/ y debes destruir aquello que amas…»

Indudablemente la novela de Stoker es una obra monumental de la literatura de terror; sin embargo, el Drácula de Coppola, a pesar de ser una adaptación, cobra una nueva dimensión al ser plasmado en el cine, utilizando la tecnología y trucos, eficientemente explotados, de finales del siglo pasado. La adaptación de una obra maestra se convierte en otra al trasladarse a un nuevo lenguaje y trascender el tiempo.

Un género que había sufrido una caída ineludible y llegado casi al desprestigio total, como fue el cine de terror, Coppola le inyectó un virus, que sería una nueva fuente de contagio en la historia de la cinematografía mundial.

 

Guadalupe Escamilla

 

 

1 Revista Man, Nº 63, enero 1993, p. 18.
2 Revista Man, Nº 64, febrero 1993, p. 25.
3 Revista Man Nº 64, febrero 1993, p. 26.
4 Revista Man No. 63, enero 1993, pág. 19.
5 Licor alcohólico aromatizado con ajenjo y otras hierbas, cuyo abuso puede conducir a la locura y a la muerte.