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Psicologia em Revista

Print version ISSN 1677-1168

Psicol. rev. (Belo Horizonte) vol.18 no.1 Belo Horizonte Apr. 2012

http://dx.doi.org/10.5752/P.1678-9563.2012v18n1p1 

ARTIGOS

http://dx.doi.org/10.5752/P.1678-9563.2012v18n1p1

 

Síntoma y carácter

 

Sintoma e caráter

 

Symptom and character

 

 

Oscar Zack*

 

 


Resumen

El presente artículo parte de la hipótesis según la cual el síntoma y el carácter son dos formas de satisfacción de la pulsión que, en algunas circunstancias, se presentan como estructuras análogas que pueden confundir a la hora del tratamiento. Se realiza un recorrido conceptual en el que se pretenden elucidar los enlaces, las semejanzas y las diferencias entre síntoma y carácter. Para ello se retoman dos referencias freudianas ("Carácter y erotismo anal" y "Algunos tipos de carácter, encontrados por el trabajo analítico") y algunas puntuaciones de Lacan en su primera enseñanza. De este modo el autor sitúa que el carácter y el síntoma responden a dos lógicas diferenciadas en el quehacer analítico. Finalmente el trabajo concluye con el concepto lacaniano de "sinthome" que plantea una resolución clínica acerca de las paradojas y los dilemas e impasses provocados por estas dos formas de satisfacción de las pulsiones.

Palabras claves: Síntoma, Carácter, Sinthome.


Resumo

Este artigo parte da hipótese de que o sintoma e o caráter são duas formas de satisfação pulsional que, em algumas circunstâncias, apresentam-se como estruturas análogas que, na direção do tratamento, podem confundir. Realiza-se um percurso conceitual no qual se pretende elucidar o enlaçamento, as semelhanças e as diferenças entre sintoma e caráter. Para isso são retomadas duas referências freudianas ("Caráter e erotismo anal" e "Alguns tipos de caráter encontrados no trabalho analítico") e algumas pontuações de Lacan em seu primeiro ensino. Desse modo, o autor localiza que o caráter e o sintoma respondem a duas lógicas diferenciadas no afazer analítico. O trabalho é concluído, finalmente, com o conceito lacaniano de "sinthome", que delineia uma resolução clínica a respeito dos paradoxos e impasses provocados por estas duas formas de satisfação pulsional.

Palavras-chave:Sintoma, Caráter, Sinthome.


Abstract

This article begins with the hypothesis that symptom and character are two forms of drive satisfaction instinct that can become confused during the phsycoanalytic treatment. It offers a conceptual journey which aims to elucidate the intertwining, the similarities and differences between symptom and character. This paper takes two references from Freud ("Character and Anal Eroticism" and "Some types of character, elucidated by the analytic work"), and some lectures from Lacan. Thus, the author states that symptom and character follow different logics. Finally the paper concludes with the lacanian concept of "sinthome", which raises a clinical solution for the paradoxes and impasses caused by these two forms of instinctual satisfaction.

Keywords: Symptom, Character, Sinthome.


 

 

 

Síntoma y carácter

Síntoma y carácter es un binario que a partir de la conjunción copulativa "Y" permite ir anticipando un lazo existente entre ambos conceptos. Se trata, sin lugar a dudas, de dos formas de satisfacción pulsional. Estas dos formas, que un sujeto presenta, poseen lógicas diferenciadas, aunque en algunas circunstancias suelen presentarse como estructuras análogas que pueden admitir cierta confusión.

Si hacemos un poco de historia, podemos recordar que el psicoanálisis fue la práctica terapéutica que intentó dar la respuesta de la época, estamos hablando de fines del siglo diecinueve, para dar cuenta de lo refractario que los síntomas neuróticos, en particular la histeria, mostraban frente al discurso médico. Es decir, que el discurso médico se mostraba impotente para intentar dar cuenta y resolver de la buena manera, lo que se conocía como los síntomas histéricos.

Fue Freud quien recoge el guante e inventa un método, el método freudiano, y un dispositivo específico donde este método tiene lugar, donde la particularidad es que se invita al sufriente, al que padece el síntoma, a hablar. No solo hablar del síntoma, sino a hablar. Y Freud empieza a constatar que los síntomas neuróticos empiezan a desaparecer, empiezan a curarse.

La primera deducción lógica que se puede extraer de este fenómeno, es que el síntoma posee una estructura isomórfica a la estructura del lenguaje. Es como una concepción homeopática que sostiene que lo semejante cura a lo semejante.

Entonces, sí por efecto de la palabra el síntoma neurótico se cura, se puede concluir que el síntoma neurótico está constituido por palabras. Pero obviamente no por cualquier palabra.

La primera sorpresa fue encontrar que haciéndolo hablar, e interpretando su discurso, el neurótico va resolviendo su síntoma. Es la época fecunda del psicoanálisis. Se la puede pesquisar recorriendo los primeros trabajos de Freud acerca de la histeria. Es interesante leer estos primeros historiales, los efectos que Freud nos relata, para poder captar como la práctica freudiana, en sus orígenes, se aleja de la su estandarización. Así Freud podía curar a una histeria caminando por la montaña o en alguna otra situación atípica. Es decir, que una vez instituido el lazo transferencial, la posibilidad de obtener efectos terapéuticos no requiere del dispositivo tal cual lo conocemos nosotros.

Dejando de lado esta vertiente, lo que sí se puede constatar es cómo por medio de la acción de lo simbólico, es decir del lenguaje, se modifica lo que podemos llamar como un real para esa época. ¿Y cuál era el real que despeja Freud? Que el síntoma neurótico posee una dimensión de satisfacción sexual. Es decir, que el síntoma neurótico, es la forma que el neurótico encuentra para dar curso a una satisfacción sexual que no puede encontrar curso por otras vías. El síntoma neurótico viene, precisamente, a ocupar el lugar vacío que deja la sexualidad en el sujeto neurótico. Es una satisfacción sexual sustitutiva.

En esta perspectiva, y pensando el síntoma bajo estas coordenadas, podemos ubicar la dimensión pulsional que el síntoma posee. Es decir, la dimensión de satisfacción que el síntoma aporta. El concepto de satisfacción del síntoma es funcional para la práctica analítica, ya que no permite saber que aquello que se le presenta al neurótico, como problema, el síntoma, es una solución. Esta perspectiva nos protege del furor curandis.

El síntoma tiene un valor de anudamiento que produce un efecto de equilibrio en la economía libidinal de un sujeto. El síntoma es un problema para el "yo", pero una solución para el sujeto, el sujeto del inconsciente.

Si volvemos a la época de oro del psicoanálisis, la época de los inicios, es notable verificar cómo lo real se muestra dócil a la eficacia simbólica, a la eficacia simbólica de la palabra. En su curso "La experiencia de lo real", Jacques- Alain Miller llama esto la significantización de lo real, que implica la posibilidad de subsumir lo real por efecto del significante.

Esta dimensión de lo real, permeable al efecto del significante, supone la implicación del significante en lo real. Es como se puede captar un real permeable a los efectos del significante, es un real que no sólo admite la ley de lo simbólico, sino que por esta razón le es adjudicable un saber. Esta lógica se apoya en la consideración de un simbólico que aspira y podría subsumir lo real. Se trata de un simbólico que ubica en su horizonte la posibilidad que todo lo real devenga simbólico.

Hay un tiempo de la clínica analítica que es solidaria con esta idea. La idea freudiana de hacer consciente lo inconsciente es solidaria de esta lógica, y de aquí se desprende la idea del análisis interminable.

Un real permeable a los efectos de lo simbólico, permeable a ser tratado por lo simbólico es un real distinto al real de la última enseñanza de Lacan, definido por estar excluido de lo simbólico.

Entonces, considerando que el síntoma neurótico es permeable a los efectos de la palabra permite que sea levantado, desplazado, removido hasta un punto. Hasta el punto donde el paciente encuentra un tope al curso de sus asociaciones. Hasta que se topa con un obstáculo. Este, entonces, se constituye en un enigma ya que el obstáculo cuestiona el principio por el cual lo simbólico va a subsumir lo real.

Estamos en el tiempo de hacer consciente lo inconsciente, momento solidario con el primer tiempo de la enseñanza de Lacan, a saber: simbolizar lo imaginario. Entonces podemos ubicar las dos dimensiones sobre lo cual va a operar la potencia de lo simbólico, sobre lo real y sobre lo imaginario.

Ahora bien, todo esto marcha sobre ruedas hasta que se encuentra un obstáculo. Es lo que Freud llamó la resistencia. En esta perspectiva la resistencia se constituye por ser la presentificación de la dimensión imaginaria que hace tope a lo simbólico; pero también es una experiencia de lo real.

Lo simbólico se demuestra impotente para subsumir todo lo real, o para reducir todo lo imaginario.

Este obstáculo ubica la desarmonía entre lo simbólico y lo real, y entre lo simbólico y lo imaginario.

Es una resistencia a la dialéctica simbólica, y en esta lógica se hace presente una instancia psíquica que es la que sostiene y sobre la cual pivotea esta problemática, es él "yo". El concepto de "yo" se inscribe en la dimensión imaginaria que hace obstáculo a la dialéctica simbólica.

Es posible considerar al "yo", en esta perspectiva, no solamente en el nivel del registro imaginario, sino que se le puede adjudicar también un lazo con lo real; en la medida en que el "yo", siempre retorna "en" y "al" mismo lugar.

Comienza a perfilarse el obstáculo a la experiencia analítica. La podemos definir "resistencia", "yo" como conceptos que se vinculan al "carácter".

En el Seminario 1 podemos leer:

    Las nociones que Freud introdujo en el período inmediatamente ulterior al de los Escritos Técnicos, a saber las tres instancias. Entre las tres, es el Ego, la primera en cobrar importancia. Todo el desarrollo de la técnica analítica gira, desde entonces, en torno a la concepción del "yo", es allí donde radica la causa de todas las dificultades planteadas por la elaboración teórica de este desarrollo práctico. (Lacan, 1981, p. 30)

Un poco más adelante leemos:

    A quienes están en posición de seguir a Freud, se les plantea la pregunta acerca de cómo fueron adoptadas, re-comprendidas, repensadas las vías que heredamos. De modo tal, que nuestra única alternativa es reunir nuestros aportes bajo la égida de una crítica, una crítica de la técnica analítica.

    La técnica no vale, no puede valer sino en la medida en que comprendemos donde está la cuestión fundamental para el analista que la adopta. Pues bien, señalemos en primer término, que escuchamos hablar del "yo" como si fuese un aliado del analista, y no solamente un aliado, sino como fuese la única fuente de conocimiento…Por el contrario, desde otro ángulo, todo progreso de esta psicología del "yo" puede resumirse en los siguientes términos: el "yo" está estructurado como un síntoma. No es más que un síntoma privilegiado en el interior del sujeto. Es el síntoma humano por excelencia, la enfermedad mental del hombre. (Lacan, 1981, p. 31)

Definir al "yo" como un síntoma es una posición de principios, pero hay que aclarar que es un síntoma que rechaza, que se resiste a ser abordado bajo las coordenadas de la práctica que prioriza la asociación libre. Es un síntoma paradojal, es un síntoma que rechaza al inconsciente y esta característica lo hace deudor del concepto de carácter.

El "yo" es un síntoma, un síntoma de excepción, que se muestra refractario a los efectos de la palabra. Esto lo hace solidario al concepto de carácter.

De esta forma podemos ir perfilando la delgada pero consistente frontera, cuando consideramos de una perspectiva clínica y su emergencia en la práctica, de estos conceptos llamados "síntoma y carácter".

Esta orientación adquiere, hoy, una relevancia especial; de tal forma que las llamadas nuevas formas del síntoma (anorexia, bulimia, adicciones, etc.) son manifestaciones que se presentan bajo la forma de rechazo al inconciente. Esta forma de gozar se inscribe en la perspectiva del concepto de carácter, siendo una de sus particularidades que no se constituye como el síntoma para el sujeto, sino que suele ser síntoma para su entorno.

Es importante poder elucidar el anudamiento, las semejanzas y las diferencias entre el síntoma y el carácter. La peor de las respuestas sería considerar que se trata de lo mismo. Y una trampa sería minimizar la importancia de uno en detrimento del otro. Es, y esto no admite dudas, que se trata de una diferencia fenoménica y estructural del modo de gozar del sujeto. Esta diferencia no pasó inadvertida para Freud.

Hay dos referencias fundamentales donde rastrear esta cuestión. Una es el texto llamado "Carácter y erotismo anal" (1908), y la otra corresponde a los artículos agrupados bajo el título "Algunos tipos de carácter, dilucidados por el trabajo analítico" (1916), que reúne esas tres famosas contribuciones llamadas: "Las excepciones", "Los que fracasan cuando triunfan" y "Los que delinquen por sentimiento de culpa".

En la introducción del texto de 1916 es interesante ver como Freud transmite algo de lo que estamos tratando de rastrear. Allí se lee:

    Cuando el médico lleva a cabo el tratamiento psicoanalítico de un neurótico, su interés en modo alguno se dirige en primer término al carácter de este. Mucho más le interesa averiguar el significado de sus síntomas (ya ahí tenemos una diferencia) las mociones pulsionales que se ocultan tras ellos y que por su intermedio se satisfacen, y las estaciones del secreto camino que ha llevado de aquellos deseos pulsionales a estos síntomas. Pero la técnica que les es forzoso obedecer lo obliga pronto a dirigir su apetito de saber primeramente a otros objetos. Nota que su investigación es puesta en peligro por resistencias que el enfermo le opone, y le está permitido imputar tales resistencias al carácter de este. Y entonces ese carácter cobra primacía en cuanto a su interés. (Freud, 1979, p. 317)

Es un párrafo muy ilustrador, hay un ida y vuelta del síntoma al carácter. El interés del analista se dirige al síntoma y uno se topa con el carácter, y en la medida en que se topa con el carácter, este toma primacía. Se trata entonces de atravesar el obstáculo que el carácter presenta para poder dirigirse al síntoma.

En el mismo texto se lee:

    Eso que se muestra renuente al imperio del médico no siempre son los rasgos del carácter que el enfermo confiesa y le son atribuidos por quienes lo rodean. Hartas veces se acrecientan hasta una intensidad insospechada, propiedad del enfermo que él parecía poseer solo escasamente, o salen en él a la luz, actitudes que no se habían traslucido en otros vínculos de la vida. (Freud, 1979, p. 317)

Es precisa la diferencia entre ambos conceptos. El carácter, a diferencia del síntoma, es un obstáculo que funciona como defensa y como resistencia al quehacer analítico. Por esta razón el carácter se muestra refractario a los efectos del significante, a los efectos de desciframiento. Posee un estatuto de real, ya que siempre se repite y retorna al mismo lugar. Esto hace del carácter, como propone Jacques- Alain Miller, la experiencia de lo real en la cura analítica.

 

Podemos escribir: "síntoma ≠ carácter".

Es ilustrativo realizar, respecto al carácter, un rastreo por las contribuciones freudianas. La primera se titula "Las excepciones". Allí Freud, hace referencia a los sujetos que se niegan a renunciar a su imperativo de goce, fundamentando su posición subjetiva en el hecho de que en su infancia fueron víctimas de alguna injusticia que justifica su exigencia de privilegios. La ecuación sería, una injusticia vivida en la infancia merece su compensación en la adultez. Esto hace que estos sujetos se consideren una excepción del universal. Cuestiona en acto él "para todos".

Es interesante que Freud ubique a las mujeres en la categoría de la excepción. Es casi un anticipo de aquello que Lacan, muchos años después, va a decir a partir de la lógica de la sexuación, que a las mujeres hay que tomarlas una por una. Es decir son todas excepciones.

Leemos en Freud en respecto a esta cuestión:

    No queremos abandonar las "excepciones" sin apuntar que la pretensión de las mujeres a ciertas prerrogativas y dispensas de tantas coerciones de la vida descansa en el mismo fundamento. Como lo averiguado por el trabajo psicoanalítico, las mujeres se consideran dañadas en la infancia, cercenadas de un pedazo y humilladas sin su culpa, y el encono de tantas hijas contra su madre, tiene por raíz última el reproche de haberlas traído al mundo como mujeres y no como varones." (Freud, 1979, p. 322)

Se trata de la teoría del Edipo desde la posición femenina en Freud. Es significativa la concepción freudiana de la femineidad como excepción, donde la posición femenina se constituye como una rebelión a la injusticia fálica. Esto permite captar el condicionamiento estructural, desarrollado por Lacan respecto del fundamento del lazo estragante entre madre e hija.

Es todo un capítulo del pensamiento de Lacan el estrago madre e hija. Es una enseñanza clínica inmejorable que invita a poner bajos los efectos del análisis la relación estragante que toda mujer tuvo con su madre. ¿Qué denuncia, entre otras cosas, la relación estragante entre madre e hija?

Que no hay justicia distributiva. Es en este punto donde las feministas pierden un poco la brújula, porque no-solo no hay justicia distributiva en el campo de lo social, sino que tampoco hay justicia distributiva en el universo del mundo fálico, en el universo de la sexuación.

Aquello que Lacan circunscribió con el sintagma "La mujer no existe", dice que son todas excepciones y que por lo tanto no hacen conjunto. La particularidad de una excepción es que al apartarse del Todo no se lo puede incluir en el conjunto. No hay un conjunto del No- Todo. Sería una paradoja.

Esta concepción freudiana acerca de la mujer se inscribe como carácter al ser subjetivado como una injusticia (la castración en lo real), y por esa causa adquiere el valor de una reivindicación. La injusticia vivida en la infancia, es tramitada, en el adulto por la vía del carácter. Se trata de una deuda adjudicada al Otro con mayúscula. De ahí lo indialectizable del carácter.

Segunda contribución, "Los que fracasan cuando triunfan". Son los sujetos a los que se le hace insoportable el éxito. Es un rasgo que muestra a las claras la dimensión de la pulsión de muerte, que empuja al sujeto en la dimensión contraria a la búsqueda de su propio bien. Rompe con toda idea humanística, liberal, que el hombre quiere su propio bien, nada más lejos de la experiencia. Y qué dice Freud, que la sorpresa es que el sujeto enferma a consecuencia de un deseo arraigado y por mucho tiempo postergado.

Se trata de sujetos para los cuales el goce articulado al deseo se encuentra prohibido. Es el goce articulado a la pulsión de muerte. Lo que está impedido, para estos sujetos, es recuperar el goce posible a partir del deseo. Esta lógica, es la matriz del fenómeno clínico que llamamos reacción terapéutica negativa. Que no es otra cosa que la matriz del "súper yo". Esa instancia, es desde la perspectiva de Lacan, una exigencia de goce. Se trata de un goce disyunto al deseo, un goce que a veces suele ser imposible de soportar. Así lo escribe Freud: "la contracción de la enfermedad subsigue al cumplimiento del deseo y aniquila el goce de este". (Freud, 1979, p. 324) Interesante como en Freud podemos captar esta diferencia entre goce y deseo. Dice más adelante: "El trabajo analítico nos muestra fácilmente que son poderes de la conciencia moral (el súper yo) los que prohíben en la persona extraer de ese feliz cambio objetivo el provecho largamente esperado." (Freud, 1979, p. 325)

La última contribución, que bajo el título "Los que delinquen por conciencia de culpa", Freud reflexiona acerca de cuando el acto delictivo es el efecto de un intenso sentimiento de culpa y luego se produce el delito como la búsqueda del castigo. Crimen y castigo. Leemos:

    Por paradójico que pueda sonar, debo sostener que ahí la conciencia de culpa, preexistía a la falta, que no procedía de esta, sino que a la inversa, la falta provenía de la conciencia de culpa. A estas personas es lícito designarlas como delincuentes por conciencia de culpa. La preexistencia de esta última, desde luego, había podido demostrarse por toda serie de otras manifestaciones y efectos. (Freud, 1979, p. 338)

Aquí Freud hace referencia a un texto muy interesante de Nietzsche que se encuentra en Así hablaba Zaratustra, llamado "El pálido criminal". Dice Zaratustra:

El golpe que ha dado fascina su pobre razón; a eso llamo yo la locura después del acto.

    ¡Oíd jueces! Todavía hay otra locura: la locura antes del acto. ¡ Ay! no habéis penetrado bastante profundamente en esa alma.

    Así habla el Juez Rojo: ¿Por qué ha matado ese criminal? Quería robar. Pero yo os digo: Su alma quería sangre y no un robo; ¡ tenía sed del placer del cuchillo!.

    Pero su pobre razón no comprendía esa locura y le decidió. ¿Qué importa la sangre? dijo ella. ¿No deseas siquiera robar al mismo tiempo? ¿No deseas vengarte?

    Y escuchó a su pobre razón, cuyo discurso pesaba sobre él como un plomo; entonces robó al asesinar. No quería avergonzarse de esa locura. (Nietzsche, 1985, p. 27)

Es maravilloso lo que Nietzsche ha captado y lo transmite en esa forma tan poética, es como el sujeto empujado por la sed de venganza, empujado por la conciencia de culpa, se ve empujado a cometer un acto delictivo que vele el goce del delito mismo. El goce es matar, pero es más soportable si al acto criminal se le añade el acto de robar. El goce de matar avergüenza a un sujeto moral.

Hay sujetos cuyo padecimiento adquiere en forma manifiesta una dimensión cuasi- delirante de culpabilidad, donde cualquier acto, contingente, los puede involucrar de tal forma que fuerzan los hechos intentando hacerse responsable de los mismos. Son sujetos que de esta forma se constituyen, empujados por el tormento del sentimiento de culpabilidad, en forzados protagonistas de lo que padecen. Suele ser menos angustiante sentirse culpable por un hecho cometido, que sentirse culpable en ausencia de un hecho cometido, en este caso hay que estar a la búsqueda de un delito, aunque uno no lo haya cometido, para encontrar un lazo que permita vincular, aun de manera delirante, que el sujeto lo ha cometido. De ser así, la culpa se hace más tolerable, aunque tenga un ribete casi demoníaco. De esta forma el sentimiento de culpa suele ser una protección contra el pasaje al acto.

Otra de las referencias obligadas, en Freud, para estudiar la cuestión del carácter es el texto de 1908: "Carácter y erotismo anal". Allí Freud articula tres rasgos de carácter vinculados al erotismo anal. Dice que se trata de personas ordenadas, ahorrativas y pertinaces. Estas tres características son formaciones reactivas respecto al interés por lo sucio, lo perturbador y lo que no debe pertenecer al cuerpo. Leemos en el texto citado: "(…) es posible indicar una fórmula respecto de la formación del carácter definitivo a partir de las pulsiones constitutivas: los rasgos de carácter que permanecen son continuaciones inalteradas de las pulsiones originarias, sublimaciones de ellas, o bien formaciones reactivas contra ellas." (Freud, 1993, p. 158)

Se describe un sólido anudamiento entre el carácter y la pulsión. Para Freud esta relación se inscribe como una lógica universal. Lo que prevalece en el concepto de carácter, en esta perspectiva, es una forma de satisfacción pulsional que no encuentra su satisfacción por la vía del síntoma.

Estos rasgos de carácter vinculados al erotismo anal constituyen una suerte de rechazo a las demandas del Otro. Es una suerte de rechazo al Otro. Es un modo de satisfacción de la pulsión que pone en cuestión, el estatuto pulsional del síntoma como mensaje al Otro. Si del síntoma decimos que es un mensaje al Otro, del carácter decimos que no es un mensaje al Otro.

De esta forma tenemos, al menos, dos maneras de satisfacción de la pulsión. Una, bajo la forma sintomática que implica un lazo al Otro, y otra bajo la forma del carácter que implica un rechazo al Otro.

Llegado a este punto aclara seguir las reflexiones que Jacques- Alain Miller desarrolla en el curso La experiencia de lo real en la cura psicoanalítica, allí introduce el concepto de "sinthome", que reúne, o une ambas formas de satisfacción. De esta forma nos estamos introduciendo en la última enseñanza de Lacan.

El síntoma, es sabido, es siempre un mensaje al Otro, por lo cual debemos admitir que su estructura se inscribe en la línea de las formaciones del inconsciente. De esta forma debemos sostener que el síntoma posee una entidad que quiere decir algo, dice algo. Ahora bien, este "querer decir algo", quiere decir que lo que el síntoma quiere decir, no se puede decir abiertamente, sino que el síntoma demanda una interpretación.

El síntoma implica siempre el inconsciente en la medida en que el síntoma es el significante de un significado reprimido de la conciencia del sujeto. Podemos definir al síntoma como lo que ocupa en el discurso del paciente el vacío que crea una verdad que no se dice, y que la interpretación, en esta perspectiva, vendrá a intentar restituir esta verdad, buscando y a veces posibilitando la resolución del síntoma.

Síntoma e inconsciente responden entonces a la misma lógica, para ambos cabe pensarlos como estructurados como un lenguaje. Como se puede captar, estas consideraciones nos ubican en la dimensión simbólica del síntoma. La práctica analítica exige llevar el síntoma neurótico a la dimensión de síntoma analítico como condición necesaria para su abordaje por el discurso analítico.

Es por alguna de estas razones que Lacan eleva a la histeria a la categoría del concepto, a saber: el discurso de la histeria. El discurso histérico permita articular el discurso analítico con el dispositivo. Es la histeria la forma más acabada de presentación del síntoma permeable al análisis, y esto es así independientemente si el sujeto responde al tipo clínico de la histeria o de la neurosis obsesiva.

Por el contrario, en la neurosis obsesiva, en el síntoma obsesivo, se percibe, ya en los planteos freudianos, como el síntoma que está más asociado lo real en la medida en que se repite siempre de la misma forma, vuelve siempre al mismo lugar. La insistencia del síntoma obsesivo, su resistencia a la dialectización, es lo que hace que el síntoma se lo vincule al carácter. Casi se puede decir que se mimetize con él. Esto hace que un desafío importante, en la práctica analítica, en la dirección de la cura, es lograr que el obsesivo haga de su carácter un síntoma. Como una condición inevitable para su entrada al análisis. Es decir que consienta a la histerización de su discurso.

Algunas conclusiones: El síntoma neurótico se caracteriza por presentarse para el "yo" del sujeto con una cierta ajenidad, como un cuerpo extraño, de ahí su rasgo egodistónico. Tanto para Freud como para Lacan (en su primera enseñanza), es agrupado bajo las coordenadas de las formaciones del inconsciente. Si bien se separa un poco de las mismas por la fijeza e insistencia que posee, por su perdurabilidad en el tiempo y por el malestar y tormento que suele producir. Es decir, posee una estructura análoga a las formaciones del inconsciente pero tiene un efecto totalmente distinto en la economía del sujeto. De ahí su estatuto de excepción.

El síntoma, en esta perspectiva, es permeable a los efectos de la interpretación, mostrando así su condición de ser portador de un mensaje oculto dirigido al Otro. Una verdad es descifrable mostrando de esta forma su articulación y dependencia al inconsciente.

Como contrapartida, el carácter, siguiendo a Jacques- Alan Miller, se presenta como siendo un obstáculo a la regla analítica. Esta condición le obliga al analista a hacer uso de otros recursos frente al carácter, que no son los mismos recursos que se usan para el síntoma. Así, Jacques- Alain Miller introduce un concepto muy fecundo y muy ilustrativo, al afirmar que la matriz fundamental de la operación analítica consiste en perturbar la defensa, entendiendo que "la defensa califica de manera electiva la relación subjetiva con lo real". (Miller, 2003, p. 51) Esta formulación indica que la interpretación no posee la cualidad de poder conmover por la vía del significante para lograr, de la buena manera, perturbar la defensa.

En este punto el desafío a sostener es cómo lograr la sintomatización del carácter, sabiendo que la búsqueda desorientada de la perturbación de la defensa puede llevar al acting out del analista, en su intento de conmover la rigidez subjetiva del sujeto, rigidez subjetiva que llamamos carácter. Esta posibilidad lo que logrará es desencadenar rápidamente la transferencia negativa o la transferencia hostil, de tal forma que suele amenazar el vínculo analítico. Esto posee toda su lógica ya que el carácter, no sintomatizado, es la manera de ser del sujeto, por lo que suele apoyarse en un fundamento racional.

Cuestionar la manera de ser de un sujeto, el fundamento racional que tiene un sujeto para decir soy así por tal cosa, atacar de frente eso, suele caer en el campo de la injuria. Por lo tanto es en esta perspectiva que cabe anudar el carácter con la prevalencia de lo real. Es a partir de estas consideraciones que nos vemos introducidos, en parte, en la última enseñanza de Lacan. Jacques-Alain Miller propone la siguiente articulación:

Es importante subrayar la doble vertiente de la interpretación, de tal forma que en el sesgo del desciframiento concierne al síntoma y al inconsciente; y en el sesgo de la perturbación concierne al carácter y a la defensa. A través del síntoma se capta la profunda incompatibilidad del goce con el sujeto; mientras que a través del carácter, esa incompatibilidad se hace compatible de un modo patológico.

El "sinthome", suplencia a la que adviene luego de atravesar el umbral del final del análisis, aporta una resolución de estas paradojas. Posibilita hacer del síntoma un "sinthome" y hacer del goce patológico un goce compatible con el deseo. Es decir, inaugura de esta forma la posibilidad de acceder a una vida más vivible.

 

Referencias

Freud, S. (1979). Algunos tipos de carácter dilucidados por el trabajo psicoanalítico. In S. Freud. Obras Completas de Sigmund Freud. (Tomo 14). Buenos Aires: Amorrortu.         [ Links ]

Freud, S. (1993). Carácter y erotismo anal. In S. Freud. Obras Completas de Sigmund Freud. (Tomo 9). Buenos Aires: Amorrortu.         [ Links ]

Lacan, J. (1981). El Seminario, Libro 1, Los escritos técnicos de Freud. España: Paidós.         [ Links ]

Miller, J. A. (2003). La experiencia de lo real en la cura psicoanalítica. Buenos Aires: Paidós.         [ Links ]

Nietzsche, F. (1985). Así hablaba Zaratustra. Buenos Aires: Siglo Veinte.         [ Links ]

 

 

* Analista miembro de la Escuela (AME), miembro de la Asociación Mundial de Psicoanálisis, miembro de la Escuela de Orientación Lacaniana, docente del Instituto Clínico de Buenos Aires (ICdeBA), docente invitado en la Maestria de Psicoanálisis de la Universidad de Buenos Aires (UBA). Instituição: ICdeBA.E-mail:oezack@gmail.com