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Boletín (Sociedad de Psicología del Uruguay. En línea)

versão On-line ISSN 1688-4337

Boletín (Soc.Psicol. Urug., En línea)  n.46 Montevideo maio 2008

 

 

Definiendo a la psicología política

 

 

Dr. Elio Rodolfo Parisí*

Universidad Nacional de San Luis, Argentina

 

 


RESUMEN

Existen diferentes definiciones y miradas epistémicas sobre la psicología política, que se presenta como una disciplina novedosa, pero que tiene mas de 110 años de existencia. Este trabajo se propone articular una serie de definiciones sobre esta manera –poco conocida y poco difundida– de realizar análisis coyunturales que contribuyen al conocimiento y crítica de la realidad, entrelazando dos disciplinas, la psicología (en sus más amplias definiciones y alcances) y la política, para luego incorporar al análisis las producciones disciplinares de la economía, la sociólogía, la historia, la fílosofía, la demoscopía, entre las disciplinas más destacadas.


ABSTRACT

There are different definitions and epistemic views about Political Psychology, which is presented in different academic areas as a new discipline, but that has more than 110 years of existence. This paper intends to articulate a set of definitions on how this (little-known and littlewidespread), realize circumstantial analysis contributing to knowledge and criticism of reality, interweaving two disciplines, psychology (in their broader definitions and scope) and politics, and then incorporate the productions disciplinary analysis of economics, sociology, history, philosophy, most prominent among disciplines.


 

 

Introducción

Existen diferentes definiciones y miradas epistémicas sobre la Psicología Política, que se presenta en diferentes ámbitos académicos como una disciplina novedosa, pero que tiene más de 110 años de existencia. Este trabajo se propone articular una serie de definiciones sobre esta manera –poco conocida y poco difundida– de realizar análisis coyunturales que contribuyen al conocimiento y crítica de la realidad, entrelazando dos disciplinas, la psicología (en sus más amplias definiciones y alcances) y la política, para luego incorporar al análisis las producciones disciplinares de la economía, la sociología, la historia, la filosofía, la demoscopía, entre las disciplinas más destacadas.

En Argentina y gran parte de Latinoamérica y en otros ámbitos geográficos es, a nuestro entender, una asignatura pendiente, incluso para quienes desarrollan sus labores dentro de la psicología. Para demostrar lo que sostenemos podemos argumentar que en las carreras de grado de Psicología que existen en Argentina, que suman un total aproximado de 411, la Psicología Política cómo asignatura de grado se brinda en la carrera de Psicología solamente en la Universidad de San Luis (Ciudad de San Luis) y en la Universidad de Belgrano (Buenos Aires). En tanto como curso optativo, se da en la carrera de Psicología de la Universidad de Buenos Aires2.

En el ámbito de algunas de las carreras de Ciencias Políticas en Argentina, también la Psicología Política es una disciplina generalmente desconocida. La excepción se da en: el Doctorado en Ciencias Políticas de la Universidad Católica Córdoba, donde se dicta Psicología Social y Política (aunque en el resumen se hace una reseña de la Psicología Política y no de la Psicología Social); en la Licenciatura en Ciencias Políticas de la Universidad Nacional de la Patagonia San Juan del Bosco donde se dicta Psicología Política. En el resto de las 17 carreras de grado de Lic. en Ciencias Políticas no se dicta Psicología Política.

Como ejemplo de lo que sucede en Latinoamérica, observamos que en ninguna de las carreras de Psicología de Chile está presente, ni siquiera como curso optativo. Lo mismo ocurre en Uruguay. En Venezuela, sólo se dicta como materia opcional en la Universidad Central de Venezuela y en la Universidad católica Andrés Bello .

 

Definiciones

Jiménez (1988) define a la disciplina sosteniendo lo siguiente: “El concepto Psicología Política es una expresión ambigua, donde es preciso especifi car cuál es el uso de los términos: sería concretar qué juego del lenguaje se está utilizando cuando decimos “psicología política”. Por una parte porque la ciencia política suele quedar perpleja respecto a su objeto, la política: esquivo, indefinible, polisémico e inabarcable. Si definimos además a la política como algo relacionado a la doctrina o actividad política, el campo aparece aún más complejo. Y se convierte en un concepto aún más ambiguo cuando definimos a la política por aquella sentencia antigua que sostiene que es el arte de lo posible. Si a esto le sumamos que cuando nos referimos a la psicología podemos estar refi riéndonos al alma, espíritu, vida mental, conducta, conciencia, inconsciente, acción signifi cativa, entre los conceptos más habituales de las corrientes psicológicas, parece que conceptualizar el término psicología política será una ardua tarea. Ahora bien, político deriva de polis, cuyo núcleo signifi cativo de la palabra es la comunidad política, por su derivación griega de la palabra. Miller (1980) sostiene que muchas cosas se llaman políticas, por referencia a ese sentido fundamental. Por lo tanto, la sociedad y la existencia humana no se distinguen de la política, sino que para los clásicos griegos no sólo las diferentes formas de gobierno o ideas como la libertad o igualdad son obviamente políticas, sino que aspectos tan íntimos como la moral, la felicidad y el ocio son también políticos”.

Para ampliar la mirada que comenzamos a describir, encontramos que político/a es aquello que es relativo a la doctrina política, a la actividad política o que está versado en las cosas del gobierno y negocios del Estado. También se lo define como el arte, doctrina u opinión del gobierno de los Estados; actividad de los rigen o aspiran a regirlos asuntos públicos (Diccionario Enciclopédico Océano, 2006). Históricamente el término tuvo su origen en Grecia; Maquiavelo (1513) introdujo una mentalidad realista en el análisis del poder y en la adaptación de medios a los fi nes de la comunidad. Bodino (1576) y Hobbes (1651) fueron los teóricos de la monarquía absoluta, y Montesquieu (1748) el propugnador de la separación de poderes (legislativo, ejecutivo y judicial). Con sus teorías y las de Rosseau (1762) (soberanía del pueblo, contrato social) se inicia la época del liberalismo político.

Siguiendo a Jiménez (op.cit.) con la definición: ...”En otro sentido, lo político se ha identifi cado con las instituciones políticas y sus actividades: Estado, gobierno, administración, partidos políticos, etc. Otro sentido que se da a lo político se refiere como relación de poder a todas las relaciones humanas. Así, en todas las relaciones, en todo sistema, habrían relaciones políticas. Toda relación estaría atravesada por el poder, incluso una relación de amantes, por lo que sería una relación atravesada por lo político. Tal como sostiene Hobbes , en la existencia de la naturaleza humana está la capacidad, la voluntad, el deseo del poder, que sólo cesa con la muerte”.

El poder, según el Diccionario Enciclopédico Océano (op.cit.) es la “situación de quien posee los medios de hacer alguna cosa o de imponer una actuación determinada a otras personas. El poder absoluto o arbitrario es el despotismo; en tanto que el poder político es loa capacidad de un individuo, un grupo o una clase social para gobernar una sociedad, o para infl uir decisivamente en los gobernantes”.

Retomando la definición de Jiménez (op. cit.) “la denominación psicología política puede relacionarse con la dominación disciplinar, problema de las disciplinas puente, que pretenden vincular dos niveles de realidad, es decir, dos juegos de lenguaje. Las interrelaciones podrían darse desde un nivel micro: lo psicológico de las personas; y otro nivel macro: lo político, referido a individuos, grupos, colectivos y sociedad, incluyendo a la sociedad internacional.

Pero si tomamos un principio elemental de la psicología, el hecho de que el hombre solo existe en relación con otros, y que está atravesado por el instinto gregario, podemos afi rmar que lo psicológico es expresión de lo político, es decir, que el hombre surge, nace y se forma en un contexto social, que está determinado por unas variables políticas, que incluyen lo social, lo cultural, lo histórico, lo económico, la distribución del poder y de las riquezas, que determinan subjetividades, es decir, que determinan que características de base van a estar atravesando a un sujeto, en un contexto histórico político.

Y allí, en ese intersticio podemos observar una de las relaciones entre lo psicológico y lo político, que Aristóteles ya había definido cuando sostenía que el hombre es un “animal político”, aún cuando esta expresión trascienda nuestra explicación de la relación entre lo psicológico y lo político.

Este tipo de análisis plantea otra mirada, mientras vamos intentando arribar a definir la “psicología política” y es la siguiente: lo psicológico y lo político se expresan en la subjetividad, o más bien, si lo psicológico es consecuencia de lo social, coyuntural, ¿puede acaso la psicología no ser política? Es decir, ¿existe la psicología como disciplina ajena al espectro político? Podríamos avanzar en los interrogantes y plantear: ¿qué vínculos invisibles existen entre la psicología y la política? ¿Es útil o inútil la psicología a los sistemas políticos imperantes?

Ahora bien ¿qué entendemos por psicología política? ¿Por qué en primer lugar nos referimos a la psicología y no a la política? ¿Podríamos pensar, ampliando lo expresado anteriormente, que existe una “política” de la psicología? ¿Eso quitaría estatus científico a lo psicológico?

Oblitas y Rodríguez Kauth (1999) sostiene en el libro “Psicología Política”, que la psicología política es un área de la psicología contemporánea que se dedica al análisis de los fenómenos políticos en función de sus aspectos psicológicos; la interacción en fenómenos de incidencia política en función de principios psicológicos; el análisis crítico en la interpretación de fenómenos políticos y el análisis de tópicos selectos como el poder, el liderazgo político y la corrupción entre otros.

Nosotros agregamos a esa nómina, como objeto de la psicología política, el análisis de las influencias de los modelos políticos imperantes sobre la construcción y determinación de los modelos psicológicos; es decir, la utilización de la psicología por parte de los sistemas políticos dominantes, como disciplina al servicio del control social.

Fernández Christlieb (1987), sostiene que “psicología política” era un par de palabras que no designaban nada concreto; que es más bien un término genérico, pero no especificó, que designa un ilimitable espectro de teorías, métodos y prácticas, cuyo único denominador común es que establecen una relación difusa entre una psicología imprecisa y una política indefinida. Sería un término casual, constituido por yuxtaposición, asociación o adjetivación.

Christlieb agrega que: a) la psicología política es un momento de la psicología social y b) una política solo puede plantearse en la medida en que responde a una realidad propia.

En la medida en que la psicología social sea psicosocial, es decir, con una perspectiva que involucre una teoría general de los procesos psicosociales de la sociedad en su conjunto, que permite explicar la psicología y la política a partir de un mismo marco conceptual, como un esquema de explicación, desemboca en una psicología política.

Ahora bien, el sentido propio de una psicología política también implica que surge de una realidad propia. Sin embargo, esta realidad propia no emerge como localismo o etnocentrismo en el tratamiento de fenómenos; se trata, por el contrario, de una integración, no receptiva ni repetitiva, al desarrollo general de la disciplina, de “un pensar a la intemperie de un problema concreto: sólo así el objetivo de la reflexión puede convertirse en un tema universal”.

Respecto de los usos del término psicología política, Christlieb (op.cit) sostiene que son cuatro:

1. Psicología política se usa o puede utilizarse para designar actividades concretas donde se emplea psicología (o psicólogos) en asuntos de incidencia política: participación o asesoría profesional en sindicatos, partidos políticos o programas; organización y monitoreo de grupos de concientización, de base; labor de difusión de corte político por parte de psicólogos, etc.

En este sentido del término, los fundamentos de psicología y política están dados por resultados de antemano, donde todas las versiones de psicología (educativa, profunda) y todos los posibles significados de la política concurren indiferenciadamente a la hora de la práctica.

2. El término psicología política es o sería aplicable al análisis de la función ideológica del conocimiento como recurso en el ejercicio del poder social. Sería colocar a la psicología como objeto de análisis: se trata de una reflexión sobre la psicología, pero vista desde afuera de la disciplina. Efectivamente, la explicación que se busca es histórica, epistemológica, sociológica, política, pero no psicológica.

3. Un tercer sentido proviene de las preocupaciones psicológicas dentro de la teoría social de carácter crítico, en especial marxista. Sus antecedentes son todo el freudomarxismo de la Escuela de Frankfurt (Fromm, 1932; Horkheimeer, 1932) y en menos grado Reich (1950). Acá podemos agregar que para Rodríguez Kauth, el verdadero padre de la psicología política fue Reich.

También hay antecedentes de otras escuelas (estructuralismo, existencialismo), cuyo representante más destacado es Adorno con “La Personalidad Autoritaria”(1950).

Christlieb sostiene que, no obstante, las escuelas mencionadas no toman un modelo de psicología social para intrincarlo con la política, sino que de parte de una psicología individual, por lo tanto habría psicología y política, pero no “psicología política”.

4. Un cuarto sentido del término estaría dado por revistas y manuales, de forma que abogaría casi por un derecho de marca, vale decir, en un sentido estadounidense, “psicología política” consiste en el estudio de fenómenos tenidos por políticos con herramientas tenidas como psicológicas. El “Journal of Political Psychology” (publicación de la Sociedad Internacional de Psicología Política, en su mayoría todos provenientes de Estados Unidos) sostiene que “está dedicado a examinar las relaciones fenómenos políticos y fenómenos psicológicos”. La temática habitual gravita en torno a problemas de personalidad, actitudes y creencias que adoptan la forma de comportamiento político, que a su vez desembocan en investigaciones concretas de temáticas variadas, por ejemplo actitudes electorales, atribución del contrincante, personalidad del dirigente, impacto de la propaganda política, entre otros. Acá la aproximación general es conductista y consecutivamente la unidad de conducción es el individuo, esto es, “la preocupación por la relevancia del individuo en el estudio de la conducta política”. Ahora bien, lo que le permite denominar “política” a esta psicología no es precisamente una conceptualización del término, sino el hecho de dedicarse a fenómenos que la opinión pública califi ca como tales. Por lo tanto, en palabras de Bay (1973) “la aproximación conductista se ocupa de la pseudopolítica”.

Rodríguez Kauth (1999) sostiene que por psicología política se entienden dos entidades conceptuales:

a) la psicología de la política, es decir, el análisis y la comprensión psicológica de las conductas y de los procesos políticos

b) la política de la psicología, es decir, la psicología entendida como discurso político que legitima o valida un mecanismo de poder por parte de quienes usan a la psicología para ponerla al servicio de intereses políticos o ideológicos.

El autor mencionado conviene en que la psicología política es una disciplina derivada de la psicología social; que con la ayuda de otras disciplinas tales como la historia, el derecho, la economía, la sociología, entre otras, logra realizar lecturas políticas que, de la mano de la psicología, entran en el campo de la subjetividad y la intersubjetividad.

Ahora bien, si tal como sostiene Rodríguez Kauth que la Psicología Política deriva de la Psicología Social, también este investigador sostiene que Aristóteles, Maquiavelo (1513), Hobbes (1651), Stuart Mill (1863) y Marx (1847), se preocuparon por conocer cuales eran las razones que movían a la gente a interesarse por la “res” pública, a intervenir en política y, fundamentalmente, a comprometerse como la hacían en el quehacer político.

Al decir de Rodríguez Kauth, Marx (1847) fue uno de los tratadistas de la política, la sociedad, la filosofía y la economía, que le prestó mayor atención a las condiciones de pensar y sentir de la “gente”, siendo su estudio de la falsa consciencia, un auténtico Manual de Psicología, en tanto que en ese estudio se aborda la temática de la consciencia y sus derivaciones en falsa y auténtica.

Pero, desde la psicología, agrega Rodríguez Kauth, la situación no se presenta de igual manera. En general, los psicólogos durante el siglo XIX y buena parte del siglo XX, negaron explícitamente cualquier vinculación con la política o con cuestiones políticas. Más aún, muchos de ellos se declaraban científicamente puros y no querían tener ninguna vinculación con la política, especialmente con la teoría política, disciplina que condenaban por no ser científica y, además, por ser una materia que pretendía manipular a los investigadores de la ciencia.

 

Psicología Política: su Epistemología

Vamos a analizar más profundamente la relación entre la epistemología y la psicología política, pero específicamente en lo que se ha dado a conocer como “psicología política latinoamericana” a partir de 1980.

Con el nombre de “latinoamericana”, la psicología política incorpora una novedosa manera de realizar análisis de la realidad, vinculada con la realidad de los pueblos latinoamericanos. Como disciplina posee una característica distinguible, la que surge con su nacimiento y que es vital par su perdurabilidad como espacio de saber con una episteme propia: la de la positividad de su análisis. Foucault (1997) sostiene que la positividad no está en relación con el hecho de que las ciencias puedan ser formalizables con la aplicación de la matematización, sino a que en las condiciones históricas que hicieron posible la aparición de las ciencias sociales, no se encuentra una nueva forma de hacer matemáticas, ni esta irrumpe abruptamente en el plano de estudio del hombre. Las matemáticas parecen retirarse para dar lugar a otras confi guraciones. Tales confi guraciones son organizaciones empíricas como la vida, el lenguaje y el trabajo. Las ciencias sociales encuentran su lugar en el intersticio de estos tres saberes: la biología, la lingüística y la economía. Es decir, en el volumen definido por estas tres dimensiones del saber: saber sobre la vida, sobre la comunicación y sobre la relación trabajo-riqueza.

En este sentido, la constitución de las ciencias sociales responde a una suerte de “desmatematización”. El abandono de la matemática como espacio de representación, es lo que permitió que el hombre se convirtiera en objeto de estudio de la ciencia. Cuando la investigación se dirigió reflexivamente hacia las representaciones del trabajo, de la vida y del lenguaje, imbricándose entre sí estos tres factores, se posibilitó este nuevo dominio sobre el saber: el saber sobre el hombre. Tal surgimiento da a las ciencias sociales su característica especial.

Por lo tanto el surgimiento de la psicología política latinoamericana como espacio de saber, análisis, reflexión y compromiso con una realidad particular, determinan las causales epistemológicas que, a su vez la fundamentan.

A partir de los constructos teóricos de algunos epistemólogos historiadores- Khunn, Bachelard, Feyerabend- se podía dar razón de su existencia, no porque esta disciplina deba rendir cuenta de su método de aplicación e investigación científica, sino por el contexto de discumplimiento –las condiciones políticas, sociales, económicas, etc.- que posibilitaron su existencia. Y en el caso de Latinoamérica, su realidad ha conjugado, por propia fermentación, sus particulares espacios de pensamiento, en tanto éstos puedan tener identidad y ser representativos de las cotidianeidades, de lo particular y de lo general, y conformar a la vez, un pensamiento universal.

La psicóloga Maritza Montero, convocó a pensadores e investigadores de la psicología social que durante más de treinta años venían trabajando con un alto grado de compromiso político y académico (1987). Y si bien la psicología política se desprende de la psicología social, constituye un nivel de análisis e interpretación de la realidad de nivel superior, ya que, utiliza conceptualizaciones psicosociales como resultado de una síntesis que observa e integra los datos sociológicos y psicológicos del entorno político con mayor alcance teórico que su antecesora. No obstante incorpora a su metodología fundamentos que pueden provenir de diferentes quehaceres psicológicos que realicen su aporte, a lo social, lo personal - de la situación particular de aquellos involucrados en el fenómeno que se estudia en el momento- y a la situación personal del investigador, es decir, “el decir del investigador”, desde su óptica, incorporando su condición política, social y formativa.

Por lo que un psicólogo formado desde el psicoanálisis no tendrá las mismas impresiones que otro que provenga desde otro campo teórico a la hora de realizar sus lecturas y evaluaciones en el campo de la psicología política. Esto puede provocar diferentes interpretaciones de la realidad, que pueden enriquecer el campo d la psicología política.

Todo esto se dará en la medida en que el investigador pueda realizar su propia vigilancia intelectual.

Observamos que, para arriba al campo de la psicología política, los psicólogos debían superar dialécticamente el estado en el que se hallaban. Para esto es necesario reunir dos condiciones, que se pueden desarrollar paralela o interactivamente, según cual sea la situación laboral y la situación especial por la que atraviese cada trabajador del quehacer social. Estas dos condiciones son:

a) atravesar los límites de las interpretaciones de hechos o datos puntuales acotados a una inmediatez circunstancial, donde se prestigiaba el rigor metodológico (la matematizacón), para dar espacio a una explicación abarcativa e integral del fenómeno estudiado;

b) asumir un compromiso reflexivo y práctico con la realidad política que se está viviendo, el que la siente como suya, le afecta. Esto se logra cuando se resuelve poner el conocimiento y la praxis psicológica al servicio de quien lo necesite, de quien sea rehén de un sistema político, de quien pague el precio más alto del las crisis.

Este momento se logra porque se trabajan los datos del comportamiento político y social con plena consciencia, no sólo de la realidad externa, sino de realidad interna en cuanto se refiere a los condicionamientos de clase del analista y de la parcialidad perceptiva que le afecta y que puede llegar a sesgar la objetividad con que trabaja los elementos aportados por el entorno y la realidad.

El surgimiento de la psicología política podríamos enmarcarlo, de acuerdo con Tomas Khunn (1962), como el perteneciente al de una Revolución Científica al interior del pensamiento psicológico, filosófico, político y sociológico.

La psicología política pone entre dos signos de interrogación los hechos de la psicología social. El proceso constituye una ruptura del discurso científico normativo. Esta ruptura produce una fractura del concepto de verdad, directamente relacionado con la razón. La ruptura de estos conceptos proviene de la aparición de ciertos paradigmas explicativos, cuya pretensión es holística. Anteriormente a esta, la verdad aparecía como un concepto unívoco, atemporal, irreprochable, bien relacionado con Dios, o bien relacionado con la razón. Esta universalidad de la verdad quedó rota cuando se la observo como un constructo social, cuando se observo que ella no tiene por base una instancia atemporal, como pueden ser la divinidad o la racionalidad. Su base es contingente, variable; es la comunidad, el pueblo quien en su devenir histórico genera sentidos. Por ello pasamos de la verdad a una más moderna posición, la de las verdades. Ahora bien, en el surgimiento de las verdades aparece la controversia, ninguna puede arrogarse la verdad absoluta, lo que no es para que lo pretendan al estar a la búsqueda de ella.

El discurso que propone y articula la psicología política se constituye en una herramienta conceptual que le da un sentido general e incluso trascendente – ya que la variable histórica y la contextualización de los hechos juegan un papel preponderantea los hechos políticos y sociales que ocurren en Latinoamérica, insertos a su vez, en el contexto mundial.

Otra de las características de la psicología política latinoamericana es que desde su constitución ha conformado un campo interdisciplinario, en el que lo “político” junto con lo “psicológico” constituyen áreas en las cuales confluyen diferentes ramas del saber y de la práctica.

 

Antecedentes de la Psicología Política:

En la primera parte ya hemos mencionado algunos autores, incluso nos hemos referido a los filósofos sociales, a Maquiavelo y otros autores más.

Ahora sistematizaremos un poco más la historia de la Psicología Política, para lo que recurriremos a Jiménez (op. cit) y otros historiadores de la psicología política.

Entre los precursores decíamos que se encuentran autores clásicos que trataron asuntos relacionados con la conducta política; Maquiavelo, Hobbes (con su Leviatán), Spinozza, entre otros.

Al ser la etiqueta, “psicología política” muy elástica, muy amplia, encontramos en su período formativo autores diversos como Lenin, Pareto, Tarde, Catlin, Gramsci y otros más.

Pero abordaremos a aquellos que desarrollaron más exhaustivamente a la psicología política. Para ello comenzaremos con Gustavo Le Bon, quien en 1895 escribe “Psicología de las masas” y quien abordaba lo irracional en la política. Escribió también “La Psicología Política y la Defensa Social” (1910) y “Psicología del Socialismo”. Le Bon era prefascista, racista y fue influyente en las doctrinas de Hitler y Mussolini.

Le Bon definió a la psicología política como “ el conocimiento de los medios que permiten gobernar de manera útil a los pueblos”.

Graham Wallas: fue un psicólogo ingles que en 1908 escribió “La Naturaleza humana en la política”.

Wallas criticó el excesivo intelectualismo en la Teoría Política, puesto que para él “había despreciado el estudio psicológico de la naturaleza humana”

Charles Merriam: profesor de Ciencia Política en la Universidad de Chicago, activo participante en política, asesor de los presidentes Hoover y Roosvelt, fue un vehemente defensor de la relación entre psicología y política. En 1924 escribe un capítulo sobre “Política y Psicología”.

Una figura muy importante en la historia de la psicología política fue Harold Lasswell, considerado como uno de los fundadores de la disciplina. Profesor de la Universidad de Chicago, recibió una fuerte influencia del psicoanálisis, que será una constante en su obra. También recibe influencia del pensamiento de Weber, de los clásicos de la Teoría de las Elites (Mosca, Michels, Pareto) y de Marx, que en los años ’20 era un desconocido en Estados Unidos.

Su obra más destacada “Psicología y Política” (1930), fue más bien un texto sobre “la psicología de los políticos”. Una de sus tesis apunta a que las experiencias de la infancia son decisivas en la conducta política de la madurez: la biografía de los políticos es esencial para el estudio del juego político. Según Lasswell, los motivos privados de los políticos adquieren significación “pública”, es decir la conducta pública de los políticos ha de verse como racionalización de motivos privados.

Otra de sus obras es “Poder y Personalidad” (1948), donde sostiene que “los políticos son personas infantiloides con una perpetua necesidad de reconocimiento social”.

Lasswell hizo trabajos sobre el hitlerismo que han constituido valiosos aportes sobre el nazismo.

A partir de los ’50 en EE.UU., el área de interés de la psicología política fue el área del comportamiento electoral. Había dos grupos, el Grupo Columbia que produjo el libro “Las elecciones de la gente” (1948), que analizaba las variables decisivas a la hora de predecir el voto de los ciudadanos. Este grupo concluye que las campañas electorales tienen escasa influencia en la decisión de voto. El otro grupo, La Escuela de Michigan, publicó el libro, “El votante americano” (1960), en el que incluyen variables psicológicas en la explicación de las preferencias electorales.

En los años ’60 aparecen obras sobre asuntos “psico-políticos”: Almona y Verba publicaron “La cultura Cívica” (1963). Un año antes (1962), Lane escribe “Ideología Política”.

Un dato destacado s produce en 1969, cuando la Asociación Americana de ciencia Política ofrece la “Psicología Política” como categoría profesional a sus miembros.

En los ’70 aparecen manuales de Psicología Política: Lane (1972) con “El Hombre Político”; Knutson (1972); Kirpotnik (1972) “La Psicología Social y la Vida Política”.

En esa época se forma la Sociedad Internacional de Psicología Política (1978). En 1979 se fundó la revista “Psicología Política” en EE.UU.

En tanto que, tal como mencionamos, en 1987 aparece el primer Manual de psicología política latinoamericana, con autores tales como Rodríguez Kauth, Maritza Montero, Ignacio Martín Baró, Christlieb, entre los más destacados.

 

Aportes desde la Ciencia Política

Los pensadores que desde la Ciencia Política hicieron sus aportes a la Psicología Política, fueron los siguientes:

Lenin y Pareto, que desde ideologías opuestas, hicieron lecturas psicopolíticas.

Otro de los autores fue Gramsci, quien en su particular concepción materialista dialéctica, crítica al sistema dominante un la URSS, con agudas observaciones psicológicas acerca de las conductas individuales y colectivas que se presentaban por entonces.

Agustín Alvarez (1857-1915)fue el primero que en Argentina se dedicó a la cuestión de la psicología política, aunque no hay datos al respecto.

José Ingenieros (1876-1926), psicólogo, fue lector de los hechos políticos desde una incipiente psicología social.

Lazarsfeld (1944) desde la sociología realiza estudios sobre la sociología electoral, donde aporta elementos a la psicología política, donde trabaja el tema sobre las “influencias” – familiares, amistosas, ideológicas- sobre aquellos que están por emitir sus votos.

Otro de los temas se relaciona con las relaciones perversas entre los medios de comunicación y las conductas nacistas (Björgo, 1994). Y hay cuantiosas investigaciones que refieren a la relación de los medios de comunicación y la influencia electoral.

 

Modelos y Niveles de Análisis de la Psicología Política

Para ampliar el capítulo, me parece necesario reproducir un trabajo muy necesario y aclaratorio respecto de los modelos y niveles de análisis de la Psicología Política, que oportunamente realizara Maritza Montero (1999) y que mantienen una vigencia particular en el campo de esta disciplina.

Actualmente la psicología política se muestra en tres grandes ámbitos: EE.UU., Latinoamérica y Europa. Si bien existen relaciones mutuas, las temáticas, los enfoques teóricos y los recursos metodológicos utilizados implican diferencias en el quehacer psicopolítico en cada uno de ellos.

A partir de ello, se observan cuatro perspectivas de análisis:

1) Perspectiva psicosocial = psicosociológica, con dos tendencias: a) cognoscitiva; b) comportamental.

2) Perspectiva psicoanalítica.

3) Perspectiva discursiva, con dos tendencias: a) pragmática; b) teórica.

4) Perspectiva estructural- funcional

A la vez estas perspectivas pueden manifestarse en diversos modelos:

1) Modelo liberacionista- crítico

2) Modelo retórico- discursivo

3) Modelo psicohistórico

4) Modelo racionalista

5) Modelo marxista

6) Modelo psicología colectiva

Finalmente se concluye que las perspectivas pueden vincularse con más de un modelo en particular y viceversa.

Sosteníamos que el estado actual de la psicología política mostraba tres ámbitos de expresión:

• el estadounidense, donde se organizó y adquirió identidad esta psicología

• el latinoamericano

• Europa, primero la occidental y luego los países del Este

Las diferencias entre estos ámbitos se expresan en los modelos que son privilegiados en determinados ámbitos.

No debemos desconocer que la psicología política es un campo interdisciplinario, ya que una psicología de la política, de lo político, es un área donde confluyen las más variadas ramas del saber y de la práctica.

Esta interdisciplinariedad es también responsable por las diferentes perspectivas que participan en el análisis de los fenómenos políticos.

Ingresemos ahora a conocer las perspectivas:

1) Perspectiva psicosocial con dos tendencias: a) cognoscitiva; b) comportamental.

Se caracteriza por la presencia de análisis cuyas teorías provienen de la psicología social.

La perspectiva cognoscitiva domina en esta teorías, ya que se privilegia el estudio de procesos mediadores a los que se atribuye la responsabilidad por la presencia de determinados fenómenos de carácter político.

Estos estudios provienen en su mayoría de EE.UU. y Europa e incluyen estudios sobre actitudes, creencias, motivaciones, valores, prejuicios, estereotipos, representaciones e imágenes.

En esta perspectiva se asume una dualidad entre sujeto y realidad expresada en el carácter mediador de los procesos estudiados, que suponen alguna forma de representación al interior del sujeto, de la realidad conocida.

Durante los años ’50 hubo trabajos desde el conductismo en los que se buscaba la relación entre estímulos y respuesta de carácter político.

2) Perspectiva Psicoanalítica

Ha sido dominante en Europa y EE.UU., ha enfocado los fenómenos políticos en función de la dinámica de los tópicos del psicoanálisis establecidos por Freud.

Los temas privilegiados son: hechos traumáticos, memoria colectiva, estructura de personalidad de personajes políticos y las explicaciones de comportamientos políticos, tanto de masas como de individuos.

Las herramientas fundamentales en los análisis son: negación, represión, inhibición, racionalización, desplazamiento, condensación, introyencción, proyección y catarsis.

Los trabajos de Freud fueron sobre Da Vinci; Wilson y luego Erikson sobre Hitler, Martín Lutero y luego Ghandi.

En esta perspectiva es énfasis está puesto en los aspectos patológicos.

3) Perspectiva Discursiva

Se incluyen dos formas de expresión:

• una en la cual se asume una posición teórica, según la cual la política es un discurso constructor de la realidad, por lo tanto hablar de la política es la política, el discurso es la cosa. Es una posición, en la cual nos e distingue entre sujeto y realidad, ambos están en el mismo lado porque la realidad es una construcción del sujeto

• la otra forma es la “pragmática del discurso político”: se trabaja de manera aplicada sobre discursos políticos, entendiendo que son constitutivos de la política y que su rol es determinante, ya que a través de ellos se hacen y deshacen los actores políticos. Lo fundamental en esta posición es el análisis, la clasificación del texto, la develación de sus sentidos evidentes e implícitos.

Esta perspectiva está presente en los ámbitos psicopolíticos europeo y latinoamericano.

4) Perspectiva Estructural – Funcional

Es propia de los EE.UU. y supone la organización en los individuos de un patrón de relaciones entre pensamiento, lenguaje y acción, que cumple la función de integrar racionalmente conocimientos, intenciones, disposiciones a la acción y comportamientos políticos.

Las hipótesis de esta teoría proponen nexos entre procesos psicopolíticos y formas de organización económicas o sociales.

Son teorías de la utilidad esperada al asumir riesgos tomados en decisiones conscientes y racionales. Se afirma que los actores sociales eligen alternativas política que tengan la mayor utilidad esperada.

Por tanto, se explica el comportamiento político como sujeto a procesos evaluativos- racionales, fundamentados en prejuicios (estas teorías nos recuerdan al clientelismo político).

Sostuvimos que estas perspectivas pueden manifestarse en diversos modelos:

1) Modelo Liberacionista- Crítico

Surge en Latinoamérica en los ’80 a partir de los trabajos de Martín Baró, quien en 1986 propone las bases para una psicología de la liberación, donde se proponía que partiendo de una psicología social critica investigase los fenómenos políticos e interviniera en ellos para generar transformaciones sociales.

Los principios fundamentales son:

• la opción por las mayorías oprimidas, por lo tanto hacer una psicología comprometida; no aséptica, ya que involucra valores que deben explicitarse

• tener mucha consciencia del contexto ( la no transpolación de modelos teóricos, sino la creación de propuestas de acuerdo con los contextos)

• la insuficiencia de la psicología tradicional para investigar y explicar los fenómenos psicopolíticos al encauzarlos dentro de estrechos límites.

• la incorporación de puntos de vista como la memoria colectiva, identidades sociales, ideología como forma de encubrimiento o de hegemonía de ciertas ideas sobre otras, de la vida cotidiana y de sentido común, como lugar de construcción de la opresión

• la finalidad de esta psicología es la concientización que lleva a la liberación por los propios actores sociales, al eliminar las barreras que impiden la comprensión de las causas y efectos en las circunstancias de la vida.

A partir de 1992 el modelo, en su aspecto crítico, se ha extendido a Europa y a la Norteamérica anglosajona.

2) Modelo Psicopolítico de la Psicología Colectiva

Modelo desarrollado en América Latina por Fernández Christtieb, que ya citáramos anteriormente, cuando sosteníamos que la psicología política es un momento de la psicología social considerada como psicología colectiva. Esta se define como el análisis de los sistemas de expresión e interpretación mediante los que se crean y descubren las experiencias, acontecimientos y objetos dotados de sentido que constituyen la realidad colectiva.

3) Modelo Retórico–Discursivo

Es un modelo joven, que se fundamenta en la corriente construccionista, lo cual supone una fundamentación epistemológica de carácter nomista: la realidad esta en el lenguaje que la construye. No hay mediadores, sólo procesos de denominación, de descifración, de explicación, de atribución de significados en una cadena sinfín de construcciones. Es en el estudio del discurso donde se encontraran las razones y las justificaciones, las causas y los efectos del comportamiento político. Todo acto político, es un acto del lenguaje, y por lo tanto es un acto social, puesto que se organiza dialógicamente.

La psicología política se ocupará entonces del estudio de la construcción y de la función del discurso.

4) Modelo Psicohistórico

Este modelo propone la introducción de la historia en la comprensión de los fenómenos psicopolíticos, cuyo carácter histórico fue obviado o ignorado por las ciencias sociales, entre ellas la psicología social.

Estudia los fenómenos políticos mediante el análisis de documentos concernientes a hechos históricos en la vida de personajes políticos. También plantea el papel jugado por fenómenos psicológicos en el desarrollo y características de grupos y movimientos políticos en la perspectiva histórica.

Los trabajos de Reich ilustran este punto. Reich sostuvo que la represión podía expresarse tanto en los espacios sexuales como en los políticos. Sostuvo que la represión sexual no siempre era consecuencia interna el individuo, sino que en el caso de los obreros explotados por el capitalismo, la falta de actividad sexual continuada y satisfactoria se producía como consecuencia del agotamiento general del sujeto por el exceso de trabajo; así como la situación de explotación económica provocaba que los mismos vivieran bajo alta tensión y frustración.

Whilem Reich unió marxismo y psicoanálisis (freudomarxismo).

La metodología del modelo psicohstórico son las psicobiografías, que son estudios postmortem.

5) Modelo racionalista

Corresponde a la perspectiva estructural funcional, postula que el comportamiento político es esencialmente volitivo, racional, conscientemente motivado, producto de procesos de comparación, evolución y toma de decisiones, necesariamente orientado a la búsqueda de equilibrio, balance y consistencia con el contexto social en el cual se vive.

7) Modelo marxista

Para el marxismo (1950–1960) los procesos y el comportamiento psicopolítico son el producto de la influencia de las instituciones sociales y culturales que responden a peculiares relaciones de producción.

Esta idea se ha traducido en la consideración de que toda psicología debe contextualizarse.

Sus principios fundamentales:

• el carácter histórico de los fenómenos psicopolíticos,

• el carácter dialéctico de los mismos. Su construcción en una relación en la cual se transforman mientras transforman la sociedad en la cual se dan.

• La determinación socio económica de la vida social y, por ende, de la política.

• El estudio de los procesos de alienación e ideología como procesos que deben ser estudiados ya que mientras estén al servicio de determinados intereses, contribuyen a mantener as desigualdades sociales.

Para concluir con los modelos y las perspectivas, es necesario aclarar que estos se interrelacionan de tal manera que ciertas perspectivas pueden tener vínculos con más de un modelo en particular o viceversa, un modelo puede presentar diversas perspectivas.

 

El papel de la Política en la Psicología: un retazo de la psicología en la Argentina contemporánea

Hay un dato que es paradójico y que se refiere a que él número de psicólogos que existe en Argentina por cantidad de habitante, es sensiblemente superior al de otras latitudes. En nuestro país existen 154 psicólogos por cada 100.000 habitantes, es decir, 649 habitantes por psicólogo. Buenos Aires es la ciudad con mayor concentración de profesionales de esta disciplina, con un promedio de 828 profesionales por cada 100.000 habitantes (Alonso, 2006).

El resto de los países tiene 65 psicólogos cada 100.000 habitantes. De hecho, en Estados Unidos, por ejemplo, hay 2213 habitantes por psicólogo.

En Argentina, el 80% de la salud mental está en manos de psicólogos. Sólo el 10% de los profesionales que se dedican a la salud mental son médicos psiquiatras.

Cabe preguntarse, a partir de estos datos, porqué entonces, la mayoría de la formación está orientada hacia la actividad clínica y privada.

Y porque la salud pública depende de la “salud publicada”; es decir, porqué el sistema que se impone sigue siendo el que detenta el modelo clínico, tomado de la medicina, que presenta serias dificultades a la hora de realizar prevención y programas epidemiológicos en psicología.

Otro interrogante que nos interesa se refiere al escaso desarrollo de la psicología comunitaria.

Chinkes, S., Lapalma, A., Nicenboim, E. (1995) sostienen, como forma de respuesta a estos interrogantes, que se conjugaron dos factores fundamentales:

• un contexto político social restringido (por la cantidad de golpes militares)

• por el desarrollo del psicoanálisis que ha construido un discurso respecto de la atención de la salud mental desde una lectura casi exclusivamente psicopatológica e individual.

Retomando al dato paradójico de la cantidad de psicólogos que hay en la Argentina, la pregunta que ahora surge es la siguiente: ¿quién define cuál es la salud mental?, ¿A quién beneficia una conceptualización determinada de lo que se concibe como salud mental?.

¿Por qué en Argentina existen, salvo excepciones, diferencias sustanciales entre los conceptos más difundidos sobre salud mental y, por otra parte, la atención pública de la salud mental? ¿Por qué no encajan estos dos aspectos, que deberían ser interdependientes y sobre los cuales debiera haber un trabajo mancomunado entre el Ministerios de Educación -que convalida las formaciones en psicologíay el Ministerio de Salud, quien tiene a su cargo la atención de la salud mental a nivel estatal?

¿Quién define la atención de la demanda en salud mental?, ¿Quién define la demanda psicológica?, ¿Los modelos teóricos imperantes?, ¿La formación que se da en las carreras de psicología?, ¿Es definida por los colegios de psicólogos?, ¿o por el Estado?

¿Qué concepto de salud mental puede sostenerse desde la óptica de la desigualdad, la mezquindad social -proveniente de las clases pudientes y reforzada por un Estado ausente-, además de cierta ceguera de las macro teorías dominantes respecto de las necesidades de las grandes masas de población?

Observamos que la salud mental, que es sostenida –de manera precaria- por el Estado, representado por las formas convencionales de hacer política, apunta a la generación de sujetos pasivos y conformistas.

Observamos que el sistema de poder, el status quo dominante, define las más de las veces, la salud mental en términos de adaptación al sistema.

Por tanto, adaptación al sistema sería un “deber ser”, es decir, se debe hacer lo que es sistema determina, de lo contrario se carece de salud mental. O acaso no son esos criterios ideológicos los que sustentan los sistemas sociales; el control social persuasivo: escuela, instituciones de la sociedad, medios masivos de comunicación, instituciones intermedias (asociaciones vecinales, clubes, Ongs), instituciones religiosas, entre otras y también una forma de hacer psicología, aquella que trabaja para el control social, aquella que está al servicio ideológico de las necesidades del sistema y no tanto de las necesidades de las personas.

Vamos a ejemplificar: los test surgen cuando se necesitaban enrolar sujetos con distintas categorías en dos circunstancias: a) la selección del personal en las industrias para contrarrestar el poder incipiente de los sindicatos y b) cuando la psicología, puesta al servicio de la guerra, también permitía hacer evaluaciones rápidas de personalidad para la incorporación de sujetos en diferentes puestos claves.

En los dos casos citados uno se pregunta, ¿qué salud mental se definía?, ¿Ir a la guerra es un acto de salud mental, sin que esto ofenda a quienes consideren que es un acto al servicio del patriotismo?

¿Cuándo surge el estudio de los grupos por parte de la psicología? Cuando los grupos se organizan dentro de la fábricas y reclaman mejoras laborales y salariales. Entonces surge el interés por el estudio de los grupos, ahora bien, ¿para qué? Para conocerlos y así poder controlarlos.

La psicología laboral tradicional, ¿no se parece acaso más a una psicología empresarial?

La psicología educacional trabaja para la salud mental de los alumnos, ¿o quizás para que estos estén más adaptados a los requerimientos sociales que representa la escuela?

Repensar estos espacios de praxis psicológica podría llevar a pensar que nuestra crítica apunta a una propuesta orientada hacia la insubordinación al orden social. No creemos que pueda existir una sociedad sin un orden preestablecido, pero sí debemos estar atentos a los cambios sociales para que la psicología deje de repetir las viejas fórmulas en los diferentes problemas.

Las macro teorías en psicología, las dominantes, suelen reiterar otras dificultades, que transmiten en su origen, problemas de tipo político, especialmente ideológicos.

Por un lado, el sujeto de la teoría es un sujeto de clase media, con problemáticas de clase media y con exigencias de clase media.

Ahora bien, en un país que por sus problemáticas políticas genera en 20 años una población con una gran participación en la pobreza – esta aumenta de un 10% a un 40% - que modelos psicológicos se dedican a la subjetividad del hombre de clase baja. ¿O acaso nos quedaremos esperando que mágicamente termine la pobreza y así podremos dedicarnos a los problemas mentales de la clase media?

Definir un tipo de sujeto como objeto de estudio, análisis y tratamiento, ¿no es acaso una cuestión ideológica?

Podríamos afi rmar también que las definiciones de salud mental, de demanda y de atención de la misma también son ideológicas.

Y no con esto le quitamos los abnegados logros en psicología clínica en Argentina, ni esto se ha convertido en una arenga contra nuestros colegas. Sí nos inquieta que siendo un país con tantas problemáticas sigamos formando psicólogos para un modelo de país inexistente.

Y nos inquieta cómo, por las influencias de los golpes de Estado, la psicología se empobreció respecto de su papel en la escena pública. Con los modelos golpistas coexistió una lectura de la teoría y práctica social que la identificada como subversiva para la mirada de las clases dominantes, cuyo brazo armado eran los militares. De modo que los planteos de abordajes psicológicos sociales, basados en principios psicológicos, quedaron estancados y aún, no han recuperado toda su vitalidad.

Al crecer el psicólogo argentino en la creencia de que la psicología es clínica y básicamente psicoanalítica, conforma un perfil de psicólogo desconectado de otras fuentes bibliográficas, metodológicas y epistemológicas, que la disciplina desarrolló a nivel mundial (Chinkes, Lapalma y Nicenboim, op.cit.).

Por otra parte, nuestra posición respecto del concepto de salud mental, no involucra únicamente el papel de la psicología como disciplina que promueva su vigencia, también implica el papel del Estado como regulador y como garantizador de la convivencia social. Esto implica que el Estado debe resguardar su lugar como agente de equilibrio social: la salud mental también provendrá de una adecuada repartición de la riqueza, del ejercicio de las instituciones, del funcionamiento de la ley y de la aplicación de los derechos humanos.

Como se está muy lejos de esos postulados, la praxis psicológica debe contribuir a la reflexión respecto de las subjetividades que genera y forma el sistema neoliberal actual, para que la salud mental sea un producto social y no una imposición del mercado. Al interior de esta reflexión, el concepto de adaptación al sistema debe ser el más discutido.

El entender a la salud mental como un producto social sería el posibilitar que la comunidad en su conjunto elaborara qué es lo que se entiende y se define por “sano” y no que la “salud mental” sea definida por los sistemas de poder, que buscan legitimar un determinado orden social que está al servicio del mercado.

Esa salud mental se irá definiendo de acuerdo con el contexto, con la geografía, con la historia, con la cultura, con las necesidades definidas por la comunidad; y la psicología aportará, como un actor más, su bagaje intelectual puesto al servicio de la comunidad.

Es menester mencionar, que ha habido y que existen para bien de la salud mental de la psicología, grupos que realizan valiosos trabajos comunitarios, con gente que ha recuperado fábricas o en zonas altamente marginales. También es de destacar el movimiento solidario de salud mental que trabajó con víctimas del proceso militar y que realizó un interesante trabajo de carácter psicopolítico reflejado en su libro “Terrorismo de Estado; efectos psicológicos en los niños”, así como los equipos de salud mental dirigidos por Diana Kordon, que trabajan desde hace décadas con las Madres de Plaza de Mayo. Por cierto, que no toda psicología será comprometida, o, en todo caso, variarán los niveles de compromiso.

Lo importante, a nuestro entender, es que debemos saber para qué y para quién trabajamos cuando trabajamos en psicología. Y consideramos que la psicología política es un ámbito práctico para la reflexión sobre estos temas candentes.

 

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*Dr. en Psicología, Profesor e Investigador en Psicología Política y Psicología Social.
1Al 2007.
2No obstante, para el año 2008 y bajo la supervisión del Dr. Narciso Benbenaste, se está por realizar un postgrado de Psicología Política y Económica a través de la modalidad de Educación a distancia.

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