SciELO - Scientific Electronic Library Online

 
vol.11 número11EDITORIALFactores protectores en la prevención del abuso sexual infantil índice de autoresíndice de materiabúsqueda de artículos
Home Pagelista alfabética de revistas  

Liberabit

versión impresa ISSN 1729-4827versión On-line ISSN 2233-7666

Liberabit v.11 n.11 Lima  2005

 

ARTÍCULOS

 

Una Reevaluación del conductismo radical

 

A reevaluation of the radical behaviorism

 

 

Manuel Campos Roldán*

Universidad Nacional Mayor de San Marcos

 

 


RESUMEN

El trabajo revisa las condiciones históricas que propiciaron el surgimiento del conductismo en 1913. Hacia el final se intenta un balance del conductismo skinneriano en el siglo XXI y del cognitivismo como enfoque teórico de la psicología. El propósito es compulsar el aporte teórico, metodológico y técnico de la psicología conductual.

Palabras clave: Conductismo, Neoconductismo, Cognitivismo, Neurociencia, Ciencia social.


ABSTRACT

This work reviews the historical conditions that caused the sprouting of the behaviorism in 1913. Towards the end a balance of the Skinnerian behaviorism in the XXI century and of the cognitive as theoretical approach of psychology is tried. The intention is to collate the theoretical, methodology and technical contribution of Conductive Psychology.

Keywords: Objectivity, Radical behaviorism, Pragmatism, Empiricism, Methodology.


 

 

El «punto de vista conductista» que, en 1913, promovió el psicólogo estadounidense John Broadus Watson (1878-1958) fue considerado como un aporte a la búsqueda de objetividad en psicología. Por ejemplo, en 1927, Georges Politzer (1903-1942), filósofo húngaro, escribió que:

Verdaderamente sólo ha habido una única tentativa sincera de psicología objetiva, y ha sido el behaviorismo, tal cual resulta de las ideas fundamentales de Watson. Han sido necesarios cincuenta años y los fracasos sucesivos de Wundt, Bechtherew y otros... (El) gran mérito de Watson ha sido haber comprendido finalmente que el ideal de la psicología, ciencia de la naturaleza, llevaba en sí renuncia absoluta y sin condiciones a la vida interior. Hasta entonces las psicologías objetivas no lo habían sido más que en sus prefacios, teniendo la costumbre de reintroducir en el texto nociones introspectivas, con mayor o menor ingenuidad. Watson ha comprendido que la actitud sinceramente científica exigía que se hiciese tabla rasa de todo cuanto es introspección y espiritualidad, habiendo logrado lo que pudo escapar a los más importantes representantes de la psicología objetiva: pensar hasta su extremo la exigencia de la objetividad en psicología... (Politzer, 1969: 206- 207; las cursivas son de él).

Sólo que como contrapeso acotó que «la tentativa de Watson se ve atacada por la misma insuficiencia que las precedentes: salva la objetividad, pero pierde la psicología» (Ibíd.). Un juicio similar formuló en 1980 el físico y epistemólogo argentino-canadiense Mario Bunge (1919- ):

... la psicología conductista adopta un enfoque científico limitado. Por este motivo (a) ha quedado estancada desde fines de la década de los cincuenta, y (b) se la debe considerar como la madre (...) de la psicología que está plenamente en gestación. Pero es una madre soltera, ya que nunca quiso contraer nupcias con el padre de esta nueva psicología, es decir, la neurofisiología. Y a las madres se las ama, se las tolera y se las trata de modo tal que no impidan el desarrollo de sus hijos.

La crítica al conductismo es saludable con tal que no se convierta &–como en el caso de Chomsky- en una apología del mentalismo. Al fin y al cabo, el conductismo, lejos de ser anticientífico, peca tan sólo por ser científico-amedias. Una sólida formación en psicología experimental de la conducta no debiera ser un obstáculo para adoptar un enfoque más amplio (Bunge, 1980: 134).

Finalmente, en 1987, el neuropsicólogo Howard Gardner (1943- ) reconoció que:

El conductismo vino a responder a muchas inquietudes de la comunidad científica, algunas de las cuales eran muy legítimas: elmalestar por tener que aceptar al pie de la letra los datos de la introspección, sin ninguna forma científica de control o posibilidad de refutación; la insatisfacción con conceptos vagos y generales del tipo «voluntad» o «propósito», y el anhelo de explicar el comportamiento humano apelando a las mismas construcciones teóricas que habían sido aplicadas (aparentemente con gran éxito) al de los animales. Teniendo en cuenta los problemas que había originado el introspeccionismo (...), el conductismo pareció una brisa de aire fresco en las décadas iniciales de este siglo. No es de sorprender que rápidamente atrajera y cautivase a las mejores mentalidades de toda una generación de estudiosos.

No obstante, en retrospectiva, cabe sostener que se pagó un precio demasiado alto por la adhesión estricta al conductismo. En tanto duró su imperio &–o sea, durante las décadas de 1920, 1930 y 1940-, sólo fue posible aproximarse con dificultades, furtivamente, a las cuestiones vinculadas a la naturaleza del lenguaje, la planificación humana, la resolución de problemas, la imaginación, etc. -si es que estos temas eran en alguna medida tolerados- (Gardner, 1987: 28).

Consecuentemente, las declaraciones de procedencias ajenas a su historia y compromiso teórico ameritan un balance y reevaluación del conductismo ya entrado el siglo XXI. En un trabajo anterior hablé de «liquidación». Como, realista y lamentablemente, éste es un término cargado de asociaciones con situaciones de quiebra empresarial, antes que con decisiones de ajuste de cuentas o ponderación de riesgos costo-beneficio, aquí lo dejo de plano. El ensayo consta de dos partes: 1)Orígenes del conductismo; y 2) El espíritu del conductismo radical. Empecemos.

 

1. Orígenes del conductismo

El conductismo no ha surgido...
de la observación de la estupidez humana.
Es la sabiduría de los animales lo que ha sugerido este punto de vista.
Bertrand Russell, Analysis of Mind (1921).

Estas palabras del filósofo inglés Bertrand Russell [(1872-1970) 1962: 29] resumen, aun con su pesimismo ético y adjudicación «antropomórfica» de «sabiduría» a los animales, la atmósfera de ideas en que surgió el conductismo. El psicólogo canadiense Donald O. Hebb (1904-1985) precisa que es «... un proceso que se inició en realidad con Charles Darwin. El propio Darwin observó que, paralelamente con la evolución de la estructura, se producía una evolución de la conducta, y empezó su estudio en 1872, en su Expression of the Emotions in Man and Animals» (Hebb, 1968: 4).

El reconocimiento de CharlesDarwin (1809-1882) como gestor del conductismo es un indicador del alcance de su teoría. En 1859, él publicó The Origins of Species by Means of Natural Selection or the preservation of Favored Races in the Struggle for Life (léase El origen de las especies pormedio de la selección natural o la preservación de las razas favorecidas en la lucha por la vida). El título menciona el mecanismo postulado por él como responsable de la evolución, esto es, la «selección natural». Ello le dio originalidad, pues la idea de evolución ya tenía cierta antigüedad.

En El origen, además de la selección natural, Darwin incluye a la «lucha por la vida» (struggle for life), expresión metafórica que justificó del siguiente modo:

Nada más fácil que admitir en general la existencia de la lucha por la vida; pero nada más difícil (...) que tenerla constantemente presente.Hasta que no estemos persuadidos de este hecho, sólo comprenderemos a medias o en forma totalmente errónea la economía de la naturaleza... Vemos sólo el rostro sonriente de la naturaleza... Pero no advertimos o pasamos por alto que los pájaros que cantan despreocupados en nuestro derredor viven de insectos y semillas, destruyendo así constantemente vidas. U olvidamos que muchos de ellos, sus huevos y pichones son aniquilados por aves de rapiña y otros enemigos (reproducido según Denker, 1973: 24).

En 1871 publicó Descent of Man, donde afirmó que «no hay diferencias fundamentales entre el hombre y los mamíferos superiores respecto a sus facultades mentales» (citado según Keller, 1977: 57-58). Habría diferencias de grado, no de clase.

Con el astrónomo polaco Nicolás Copérnico (1473-1543), Darwin es parte de la familia de rupturistas de las concepciones del mundo y del hombre. Se ha dicho que sus teorías sobre la evolución y la lucha por la vida fueron anticipadas por el filósofo inglés Herbert Spencer (1820- 1903) ya en 1855 (ver Boring, 1992: 263; Störig, 1995: 536), no obstante que Bunge (1981: 123) cuenta con dos testimonios disuasivos:

Darwin adoptó una visión materialista y evolucionista de la mente ya en 1838, como lo revelan sus cuadernos M y N, publicados hace poco, y que revisó él mismo el año (1856) que comenzó a escribir su Natural Selection, el antecesor inconcluso del Origen de las especies (Gruber & Barret 1974). En el cuadernoMse lee: «Origen del hombre ahora comprobado. &–Quien comprenda al babuino hará por la metafísica más que Locke» (M 84). Y en el cuaderno N deduce la consecuencia metodológica de que lo mental es una función corporal: «Estudiar metafísica al modo en que siempre se la ha estudiado me parece lo mismo que descifrar la astronomía sin mecánica. &–Experiencia muestra que problema de la mente no puede resolverse atacando la ciudadela misma. &–La mente es función del cuerpo. &–Debemos introducir un fundamento estable desde el cual argüir» (N 5).

Como recordara Thuillier (1982: 274), Darwin reiteró constantemente que su interés fue el rebatimiento de la teoría de las «creaciones especiales». Ésta sostenía que las distintas especies fueron creadas por separado.

El primero en comparar a Darwin con Copérnico sería el fisiólogo francés Émile Du Bois-Reymond (1818-1896), pionero en la investigación sobre la índole eléctrica de la transmisión nerviosa (Boring, 1992: 50). Él pronunció, en 1883, un discurso en la Academia de Ciencias de Berlín, el mismo que se publicó en 1887 con el título «Darwin y Copérnico». Allí Du Bois-Reymond decía: «Para mí, Darwin es el Copérnico del mundo orgánico» (Assoun, 1982: 192). Darwin tuvo un ilustre seguidor: Ernst Haeckel (1834- 1919), alemán y promotor del «darwinismo» (Assoun, 1982: 189-190).

De Haeckel proviene la ley de recapitulación biogenética (Störig, 1995: 535), la teoría de que, en su desarrollo, los embriones presentan sucesivamente ciertas formas primitivas de sus antecesores filogenéticos. Actualmente devino en hipótesis incorrecta (Leahey, 1998: 268). En 1899 publicó Die Welträtsel («Los enigmas del mundo»). En el capítulo XII Haeckel dice: «Darwin se convirtió en el Copérnico del mundo viviente... » (citado según Assoun, 1982: 191; las cursivas están en el texto).

Para no sentirse atrás, en 1917, Sigmund Freud (1856-1939) esbozó «tres graves ofensas» inferidas por la ciencia al «amor propio de la Humanidad» (Freud, 1974: 2434-2436): a) la ofensa cosmológica, de parte de Copérnico; b) la ofensa biológica, de parte de Darwin; y c) la ofensa psicológica, que, a su juicio, provendría del psicoanálisis y su clave de que «el yo no es dueño y señor en su propia casa» (Freud, 1974: 2436).

Al poco se arrepintió: en carta a Karl Abraham (1877-1925), del 25 de marzo de ese mismo año, Freud le negó que hubiera pretendido «tener un lugar junto a Copérnico y Darwin». Y más aún, agregó que tampoco veía en Copérnico a un «colega» en aquello de las «ofensas» (Assoun, 1982: 188, nota nº 3). Ya que, al fin y al cabo, ésta no va ser una reevaluación del psicoanálisis, sino del conductismo, vayamos a Watson.

 

1.1 De la psicología comparada al conductismo watsoniano:

La asunción de la continuidad filogenética dio curso a la psicología comparada, que empezó con la búsqueda de las facultades intelectuales del hombre en los animales. Oigamos sobre esto a Boring (1992: 493-494):

Fue la teoría de la evolución la que dio origen a la moderna psicología animal. Cuando los animales eran autómatas y los hombres poseían alma, no había ninguna razón para interesarse científicamente por la mente de los animales; pero en el momento en que se aclaró que no existe separación en el continuo entre la mente del hombre (...) y lo que queremos considerar como equivalente a la mente en los animales, sí hubo razón para estudiarla. Por eso es correcto considerar a Darwin como el punto de iniciación de la era moderna en la psicología animal por la publicación de su libro Expression of the Emotions in Man and Animals (1872), donde utilizó gran cantidad de observaciones para llegar a proponer que el comportamiento emocional del hombre depende de la herencia de ciertos comportamientos que fueron útiles en la vida animal anterior, pero que ya no juegan un papel útil para el hombre actual.

Veamos el nexo entre psicología «animal» y el conductismo. En 1882, apareció Animal Intelligence, del biólogo canadiense George John Romanes (1848-1894), conocido por su amistad con Darwin y porque introdujo el término «psicología comparada» (Boring, 1992: 494). Esta expresión designó en Romanes al «estudio de la mente en evolución» mediante la observación y comparación de fenómenos mentales en distintos niveles de la jerarquía filogenética. Romanes empleó, además de observación, las crónicas populares sobre animales como vía de recogida de datos. A esto se llamó después «método anecdótico». Empero, no faltaron las críticas.No sólo se le refutó por su procedimiento anecdótico, sino por su antropomorfismo.

Por ejemplo, en 1894, el antropólogo inglés Conwy Lloyd Morgan (1852-1936) puso en circulación su Introduction to Comparative Psychology. En el cap. 3 enunció su canon de parsimonia, que objeta ideas como las de Romanes. Para Morgan: «En ningún caso podemos interpretar una acción como el resultado del ejercicio de una facultad psíquica superior, si puede interpretarse como el resultado del ejercicio de una acción psíquica inferior en la escala psicológica» (citado según Boring, 1992: 495).

En 1896,Morgan fue invitado a la Universidad de Harvard para exponer sus estudios en aprendizaje por ensayo-error en pollos, que entonces eran desconocidos allí. En 1899, el biólogo alemán Jacques Loeb (1859-1924) publicó Der Heliotropismus der Thiere und seine Überstimmung mit dem Heliotropismus der Pflanzen. Allí propuso el tropismo como teoría y mecanismo descriptivo-explicativo del comportamiento animal. El concepto hasta entonces había sido usado solamente en botánica (Zazzo, 1964: 109). El tropismo era, para Loeb, la orientación de un organismo al interior de un campo de fuerzas, un movimiento forzado por estímulos externos. Si el comportamiento animal es función de estímulos del medio externo, no puede serlo de «conciencia» alguna.

Esto recibió el respaldo de Thomas Beer, Albrecht Bethe y Jacob von Uexküll, connacionales de Loeb, quien fue a vivir a USA en 1891. Allí él vivió hasta su muerte. Enseñó unos años en la Universidad de Chicago, donde tuvo como alumno aWatson. En 1899, Beer, Bethe y von Uexküll publicaron «Vorschläge zu einer objektiverender Nomenclatur in der Physiologie Nervensystems» («Propuesta para una nomenclatura objetiva en la fisiología del sistema nervioso»), donde propusieron eliminar del todo términos como sensación, memoria, aprendizaje por su subjetividad para reemplazarlos por otros de mayor grado de objetividad. Por ejemplo, sugirieron sustituir «audición » por fonorrecepción. Este reclamo se justifica por la exigencia de independencia entre el observador y lo observado.

En la psicología pre-watsoniana, el método de estudio era la auto-observación, como se evidenciará líneas abajo. Luego, no había observador independiente del sistema observado. Mientras tanto, John Watson, estudiante de Loeb en Chicago, «estuvo sujeto a esta tradición objetivista en biología» (Marx y Hillix, 1985: 157).

En 1904, Herbert Spencer Jennings (1868- 1947) publicaba sus Contributions to the Study of the Behavior of the Lower Organisms. Él era zoólogo, como Loeb, y fue profesor en Johns Hopkins. Aquí Watson siguió cursos con él y realizó investigación de laboratorio al trasladarse de Chicago, en 1908. Pero Jennings discrepaba del tropismo de Loeb. Para él, esa tesis y los fenómenos físico-químicos presumiblemente implicados eran insuficientes incluso para la explicación del comportamiento de organismos más simples. Oigamos a Jennings en este pasaje de su libro:

No inferimos la conciencia en una piedra porque esto no nos ayudaría a controlar la conducta de la piedra; pero asumir que un perro tiene conciencia es útil, porque nos permite apreciar, prever y controlar su acción mucho más prontamente de lo que podríamos hacerlo de otra manera (citado según Keller, 1977: 63; la cursiva está en el texto).

A estas alturas de esta reevaluación deseo señalar dos puntos. Uno, el pragmatismo implícito en la aserción del propio Jennings de que asumir la presencia de la conciencia es «útil». El pragmatismo es, precisamente, la filosofía que subyace al funcionalismo en psicología. Según Boring (1992: 648) «Jennings estaba trabajando precisamente en el periodo en el cual la psicología funcional estaba en todo su furor». En segundo lugar, he de recordar que ya estamos en 1904. Veamos a qué viene esto.

En ese año, el fisiólogo, psicólogo y filósofo neoyorquino William James (1842-1910) publicó, en el vol. I del Journal of Philosophy, Psychology and Scientific Method, su ensayo: «¿Existe la conciencia?» (ver Russell, 1962: 23- 28), donde decía: «Durante más de veinte años he recelado de la “conciencia” como entidad; durante más de siete u ocho años he sugerido... su no existencia y... su equivalente pragmático en realidades de experiencia. Me parece que la hora está madura para que sea abierta y universalmente descartada» (reproducido según Russell, 1962: 24).

Para los historiadores de la psicología del siglo XX (por ej., para Marx y Hillix, 1985: 124), W. James es el «principal antecedente norteamericano del funcionalismo». Dicho en palabras de Marx y Hillix (1985: 119), el funcionalismo es el primer «sistema norteamericano de psicología. Su desarrollo... llevó directamente al conductismo watsoniano». Veamos esa transición.

James Rowland Angell (1869-1949), el «campeón » del funcionalismo, como lo llaman Marx y Hillix (1985: 134), estudió en Harvard con W. James en 1892. Antes, él había estado en Michigan, con John Dewey (1859-1952). Aunque se insiste en Dewey como uno de los filósofos más influyentes en Angell, debe decirse que éste reconoció a William James como su «maestro» (Boring, 1992: 577). Angell llegó a Chicago en 1894.

En la pronunciación de su discurso presidencial en la American Psychological Association (APA) en 1906, Angell expuso tres lineamientos de la psicología funcional. Reseñaré sólo el primero y el segundo (más detalles en Marx y Hillix, 1985: 134-135; Boring, 1992: 579-580). Primero, para Angell, el funcionalismo era una psicología de las operaciones mentales, lo que lo oponía a la psicología estructural del inglés Edward Bradford Titchener (1867-1927), discípulo del alemán Wilhelm M. Wundt (1832-1920) (Wundt no fundó la psicología estructural, como se cree, sino Titchener; ver Hothersall, 2005, págs. 117 y 138). Segundo, el funcionalismo era, en Angell, la psicología de las utilidades fundamentales de la conciencia.

En la época en que Angell estuvo en Chicago se doctoró Watson, el fundador del conductismo. Esto fue en 1903. Según dicen Marx y Hillix (1985: 161), Angell condujo a Watson hacia la psicología experimental.Watson había estimado la posibilidad de que Loeb fuese su asesor de tesis, pero Angell se mostró reticente (Skinner, 1975a: 619; Marx y Hillix, 1985: 161). Al fin, Angell dirigió el trabajo de Watson, acompañándose, para ello, del neurólogo Henry H. Donaldson (1857-1938). En 1908, Watson se trasladó a Johns Hopkins. Aquí continuó sus estudios con Robert Yerkes (1876-1956).

Ese año, 1908, aparecía la cuarta edición del libro de James Angell, Psychology. Su definición no deja lugar a dudas: «Psychology is commonly defined as the science of consciousness... Mental facts, or facts of consciousness, constitute the field of psychology... The fundamental method is introspection... As a psychological method it consists simply in the direct examination of one’s own mental processes (reproducido según Thagard, 1992: 227-228).

Angell es reconocido como el «psicólogo más profético» (Marx y Hillix, 1985: 159) de lo acaecido en el lapso 1908 -1913. Veía cerca la brega por la objetividad (Marx y Hillix, Ibíd.). René Zazzo (1910-1995) describe esta tensión en lenguaje de epopeya:

J. R. Angell, que vela en el santuario de la psicología de la introspección, lanza un grito de alarma: «Hemos suprimido la palabra “alma”... la conciencia parece ser ahora la próxima víctima... la categoría psicológica conducta (behavior) es legítima a condición de que no condene la introspección...» ¡Demasiado tarde! El enemigo está ya en la plaza. Ese mismo año de 1913, en ese mismo número de la Psychological Review, donde J. R. Angell expresa sus temores, John B.Watson publica el artículo que pronto será considerado como el manifiesto de una escuela... (Zazzo, 1964: 113).

En efecto, el artículo del «enemigo» era «Psychology as the behaviorist views it» («La psicología tal como la ve el conductista»). El tono y las palabras de Watson redundaron, de hecho, en un «manifiesto». Comencemos con lo que él decía desde el primer párrafo (pág. 158 del citado número de la Psychological Review):

La psicología, tal como la ve el conductista, es una rama puramente objetiva y experimental de la ciencia natural. Su meta teórica es la predicción y el control de la conducta. La introspección no constituye una parte esencial de sus métodos, y el valor científico de sus datos no depende de que se presten a una interpretación fácil en función de la conciencia. En sus esfuerzos por obtener un esquema unitario de la respuesta animal, el conductista no reconoce ninguna línea divisoria entre el hombre y la bestia. La conducta del hombre, con todo su refinamiento y complejidad, no es más que una parte del esquema total de investigación del conductista... Parece haber llegado el momento de que la psicología descarte toda referencia a la conciencia; de que no necesite ya engañarse al creer que su objeto de observación son los estados mentales (adaptado de Hothersall, 2005: 492).

Añadía que: «Podemos asumir tanto la presencia como la ausencia de la conciencia en cualquier punto de la escala filogenética sin afectar en un ápice... los problemas de la conducta, y sin influir en modo alguno la manera de atacarlos experimentalmente (reproducido según Barrat, 1974: 140).

Watson afirmó su postura respecto del problema cuerpo-mente en los siguientes términos:

Siento que el conductismo es el único funcionalismo lógico y consistente. En él se evitan la Escila del paralelismo y la Caribdis de la interacción. Estas reliquias, largo tiempo veneradas por la especulación filosófica, deben inquietar al estudiante de la conducta tan poco como inquietan al estudiante de física. La consideración del problema mente-cuerpo no afecta ni el tipo de problema seleccionado ni la formulación o solución del problema. No encuentro mejor modo de establecer aquí mi posición sino diciendo que me gustaría que mis estudiantes pasaran por alto tales hipótesis, tanto como las dejan de lado los estudiosos de otras ramas de la ciencia (citado según Barrat, Ibíd.; la cursiva está en el texto).

De paso, bosquejó su programa teórico:

La psicología que yo trataría de construir tomaría como punto de partida, en primer lugar, el hecho observable de que el organismo, tanto el hombre como el animal, deben adaptarse al medio ambiente mediante lo que poseen por herencia y hábito...; en segundo lugar, que ciertos estímulos hacen que los organismos respondan. En un sistema psicológico completamente elaborado, una vez dada la respuesta se puede adivinar el estímulo; dado el estímulo se puede predecir la respuesta (reproducido según Barrat, 1974: 141).

Estas ideas de Watson decepcionaron a su profesor James Angell: «El hombre», dijo, «no es un mero animal, sino un ser pensante» (citado según Hothersall, 2005: 487). Del mismo modo, estimó «descabellados» e «ignorantes» los planteamientos deWatson. En 1936, Angell escribió que el conductismo watsoniano «se desarrolló en forma muy extravagante» (Hothersall, Ibíd.).

Sin embargo, el carácter «pragmático-funcionalista» del manifiesto watsoniano es acusado cuando dice que: «One of the earliest conditions which made me dissatisfied with psychology was the feeling that there was no realm of applications for the principles which were being worked out in content terms» (citado según Morris et al., 1993: 110). Llanamente, Watson estaba insatisfecho con la ausencia de aplicaciones en psicología. A mayor abundamiento, con respecto al problema de la conciencia, sostenía que la psicología:

... puede hacer caso omiso de la conciencia en sentido psicológico. Sobre la base de este supuesto, la observación de «estados de conciencia» es tan poca tarea del psicólogo como lo es del físico. Podemos llamar a esta postura el regreso al uso no reflexivo o ingenuo de la conciencia. En este sentido se puede decir que la conciencia es el instrumento o la herramienta con la cual trabajan todos los científicos (reproducido según Spence, 1979: 20).

Para Catania (1993: 141), la cita debe tomarse «seriamente». Según el propio Watson, la conciencia existe, pero no es «tarea» del psicólogo (en especial, claro está, si éste es «conductista»). Antes de pasar a la 2º sección dejaré formuladas tres conclusiones:

1) En 1913, la «psicología estaba lista para el conductismo» (Boring, 1992: 664). En 1912, un año antes del «Manifiesto Conductista», el inglés William McDougall (1871-1938) publicaba su Psychology: The Study of Behavior;

2) ELo que Watson negó fue solamente la observación de estados de conciencia, no que ésta exista. Por tanto, se trató sólo de una objeción metodológica; y

3) Luego, el conductismo watsoniano impulsó, además de una línea objetivista, una orientación pragmatista a la psicología.

El tema de la siguiente sección será justificar esta última conclusión.

2. El espíritu del conductismo radical.

Siguiendo a Watson, es deducible que la respuesta «tentativa e inmediata» a la pregunta de qué es el conductismo es la de Jacob Robert Kantor (1888- 1984): «una renuncia a las doctrinas del alma, la mente y la conciencia» (Kantor, 2003: 573). Ello acusa un «aire de familia» con el pragmatismo, un pragmatismo no declarado pero analizable.

2.1 El espíritu del pragmatismo:

El espíritu del pragmatismo, es decir, su esencia o principio fundamental, podría deducirse de la intención del método que lo representa, que en 1907 James sostuvo que:

... es primordialmente un método de resolver disputas metafísicas que de otro modo se harían interminables. ¿Es el mundo uno o plural? ¿Existe en él la libertad o está todo totalmente determinado? ¿Es natural o espiritual? He aquí una serie de nociones para dar cuenta del mundo y sus disputas inacabables. El método pragmatista consiste en... tratar de interpretar cada noción buscando sus respectivas consecuencias prácticas (reproducido según Bakker y Clark, 1994: 169).

Cuando él dice esto, está avanzando ideas que posteriormente habrán de volverse a ver en Watson y en Skinner. En efecto, en su «Manifiesto» de 1913, Watson presentaba el conductismo como «el único funcionalismo lógico y consistente», pues en él «se evitan la Escila del paralelismo y la Caribdis de la interacción ». «Estar entre Escila y Caribdis» es la frase alusiva a problemas cuya solución es tan difícil, que más conviene sortearlos porque sólo llevan a «disputas inacabables». Por su parte, en 1963, en «El conductismo a los cincuenta », Skinner decía: «El problema básico no es la naturaleza de la materia de la cual está hecho el mundo, o si en realidad hay una materia o dos, sino más bien las dimensiones de las cosas que estudia la psicología y los métodos relevantes para ellas» (ver Skinner, 1972: 112; ó Skinner 1979: 203). He aquí el «pragmatismo no declarado».

«Pragmatismo» (pragmatism), del griego πραγματικóζ (pragmatikós, lo que han hecho los hombres), es palabra acuñada por Charles Sanders Peirce (1839-1914). En él, es «un método de pensamiento con el fin de aclarar las ideas» (citado según Copleston, 1993: 302). El principio pragmatista de Peirce aduce que, para comprobar el significado de una teoría, debe considerarse los efectos prácticos que se deriven necesariamente de la verdad de aquélla; la suma de los efectos decide el significado de la teoría (Copleston, 1993: 303).

Se distingue entre pragmatistas clásicos y neopragmatistas (Rorty, 2001: 10). Al grupo de clásicos pertenecen Peirce, W. James y Dewey. Puesto que Watson tenía en poca estima las ideas de Dewey (él mismo decía: «He sacado algo de la escuela británica de filósofos &–principalmente deHume, un poco de Kant y, raro que lo diga, menos de John Dewey-. Nunca supe de qué estaba hablando y, afortunadamente para mí, todavía no lo sé» [citado en Hothersall, 2005: 448]), baste recordar la pregunta de James: «Admitida como cierta una idea o creencia..., ¿qué diferencia concreta se deducirá de ello para la vida real de un individuo? ¿Cómo se realizará la verdad?». Éste es el pragmatismo como «filosofía de la vida». Verificar es deducir resultados prácticos: «la posesión de pensamientos verdaderos significa en todas partes la posesión de unos inestimables instrumentos de acción» (James, 1997: 28).

Los neopragmatistas son W. V. O. Quine (1908-2000), Nelson Goodman (1906-1998), Hilary Putnam (1926- ) y Donald Davidson (1917-2003). Lo que separa a éstos de los clásicos es el giro lingüístico, la reorientación producida en la atención filosófica hacia el tema del lenguaje, una vez que Quine rebatió los «dos dogmas del empirismo», la verificabilidad de enunciados empíricos y la distinción entre enunciados analíticos o a priori y enunciados sintéticos o a posteriori. Rorty (2001: 10) describe este «giro» como la decisión de seguir «el ejemplo de Frege en vez del de Locke», aludiendo de ese modo a la innovación que en semántica realizó el matemático y filósofo alemán Gottlob Frege (1848-1925) y al desistimiento de la experiencia como fundamento del conocimiento. A Frege, entre otras cosas, se debe la tesis de la separación entre lo psicológico y lo lógico y del análisis del significado por el contexto del enunciado.

Lo que vincula a «clásicos» y neopragmatistas, en cualquier caso, es la tesis de que existen procesos para justificar creencias ante una audiencia (ver Rorty, 2001: 32). A propósito, Skinner es famoso por sus demostraciones públicas de adiestramiento de animales sin experiencia previa en más de una ocasión.

Skinner demostró que la conducta puede ser puesta bajo control del investigador y que los procesos encontrados se pueden describir totalmente en términos del sistema. Según Ernest R. Hilgard (1904-2001), Skinner es el único psicólogo que adiestró frente a un auditorio a un animal de modo rápido y predecible (Bayés, Introducción a Skinner, 1971: 20).

 

2.2 Diferencias entre pragmatismo y conductismo radical:

El pragmatismo «antimetafísico» de William James está expreso en esta síntesis de su pensamiento con respecto a la naturaleza de lo psicológico:

Voy a destacar ahora el punto vital de toda mi teoría, el cual es: si imaginamos una fuerte emoción, y luego tratamos de abstraer de nuestra conciencia de ella todas las sensaciones de sus síntomas corporales, nos hallaremos con que no nos quedó nada, nada de «substancia mental» con base en la cual pueda ser constituida la emoción; todo lo que nos queda es un estado frío y neutro de percepción intelectual (James, 1890/1994: 916; las cursivas están en el texto).

El «estado frío y neutro de percepción intelectual » de James recuerda el hypotheses non fingo («yo no invento hipótesis») que Isaac Newton (1624-1727) esgrimió como postura contra las tendencias a las ficciones. El monismo neutral de James no arriesga conjetura alguna sobre la naturaleza de lo mental; es un agnosticismo teórico-psicológico.

A James lo precedió en elmonismo neutral el físico y filósofo austriaco ErnstMach (1838-1916), a quien conoció y con quien se reunió en Praga en 1882. En 1886, éste publicó un libro que se tradujo al inglés comoTheAnalysis of Sensations, en 1959. Al concluir su balance sobre la física sensorial, se preguntó y se respondió:

What gain does physics derive from the preceding investigations? In the first place, a very widespread prejudice is removed, and with it, a barrier. There is no rift between the psychical and the physical, no inside and outside, no «sensation» to which an external «thing», different from sensation, corresponds. There is but one kind of elements, out of which this supposed inside and outside are formed &–elements which are themselves inside or outside, according to the aspect in which, for the time being, they are viewed (Mach, 1959: 310).

Mach asegura allí haber removido un prejuicio muy extendido y con él toda una barrera. No hay grieta o escisión alguna entre físico y mental; sólo hay una clase de elementos que serán «internos» o «externos» de acuerdo como se les perciba en el momento que se trate. Coincidentemente, Mach es otra influencia explícita en el conductismo radical de Burrhus Frederic Skinner (1904-1990).

Sin embargo, hay diferencias entre el pragmatismo y el conductismo radical de Skinner. Decir que ambos expresan el pensamiento norteamericano (Russell [citado por Rorty, 2001: 7] diría que el pragmatismo es «una filosofía típicamente norteamericana») puede ser un compendio más histórico o geográfico que filosófico. El pragmatismo es, fundamentalmente, una teoría de la verdad, y es una teoría de la verdad que por su parte prolonga un proyecto baconiano. El filósofo londinense Francis Bacon (1561-1620) fue quien escribió en 1620 que: «Ciencia y poder humanos coinciden en una misma cosa, puesto que la ignorancia de la causa defrauda el efecto. A la naturaleza no se la vence si no es obedeciéndola y lo que en la observación es como causa, es como regla en la práctica» (ver Salazar Bondy, 1965: 79).

Ahora escuchemos a Skinner: «No actuamos utilizando el conocimiento; nuestro conocimiento es acción, o por lo menos reglas de acción. Como tal es poder, según afirmaba Francis Bacon al rechazar el escolasticismo...» (Skinner, 1975: 131). Éste es también el pragmatismo de Peirce, para quien: «las distintas convicciones se distinguen por los distintos modos de acción a que dan lugar» (citado según Copleston, 1993: 307). En otras palabras, las teorías funcionan como reglas para la acción. Veamos entonces cuáles son las diferencias entre pragmatismo y conductismo skinneriano.

En 1929, Watson, prologando la 2º edición de Psychology from the Standpoint of a Behaviorist, se lamentó de que el conductismo «siga siendo meramente un enfoque metodológico» (citado según Barrat, 1974: 142). Es decir, el conductismo que propulsó desde 1913 no calaría más que como metodología. Esta aserción define la existencia de un conductismo radical o metafísico y un conductismometodológico. El primero asume una posición con respecto a la existencia de la mente, mientras que el segundo opta por dejar en suspenso cualquier toma de posición. El conductismo metodológico, por tanto, tendría un parentesco expreso, no sólo con el empirismo, sino con el pragmatismo. Y lo advierte Watson mismo cuando habla del conductismo como «el único funcionalismo lógico y consistente», dado que en él «se evitan la Escila del paralelismo y la Caribdis de la interacción». Éste conductismo metodológico esgrimía la regla de Watson: dada la respuesta, predecir el estímulo; dado el estímulo, predecir la respuesta. Las diferencias están por el lado del conductismo radical. Veamos por qué.

El conductismo radical de Skinner no omite la subjetividad. Asume un monismo psicofísico: «lo que se siente... introspectivamente no es un mundo de naturaleza no-física... de la mente..., sino el propio cuerpo del observador» (Skinner, 1975: 25). De modo que Skinner no habla de un «estado frío y neutro de percepción intelectual» como el deW. James.

Se considera conductistas metodológicos a los terapeutas conductuales (Franks, 1991: 15). Para éstos, la metodología prima sobre especulaciones filosóficas. Veamos algo del conflicto conductismo-cognitivismo.

 

2.3 Conductismo radical y cognitivismo:

Quizás se ha perdido el tiempo enfrentando al conductismo con el cognitivismo. Ambos son, en fin de cuentas, enfoques o aproximaciones (approachs, si se quiere). En tal sentido, se trata, como decía el recordado Raúl González Moreyra (1938-2002), de elecciones subjetivas (yo diré intersubjetivas). Como tales, van a tener que omitirmás de un tema. ¿Puede un enfoque abarcarlo todo? Si hubiera un enfoque omniabarcador, no se trataría sino de un proyecto ideológico, cosmológico o algo por el estilo.

Cuando Ulric Neisser (1928- ) aduce: «la actividad de los sistemas cognoscitivos termina en la actividad (a la cual se integra) de los músculos y las glándulas que llamamos “conducta”» (Neisser, 1976: 13), expresa su elección descriptiva. (Pero omite, creo, que «la actividad de los sistemas cognoscitivos» es construcción suya: después del proceso de transducción en el receptor, lo que sobreviene es la propagación del cambio neuroquímico en rutas factibles de seguir, por ejemplo, por medio de una tomografía por emisión de positrones, pero no se recoge «actividad cognoscitiva » alguna. E igual hace Skinner cuando escribe:

Tómese cualquier oración en que la mente realiza algo, y véase si el significado cambia sustancialmente si se reemplaza ésta por persona. Por ejemplo, si se dice que «la mente no puede comprender el infinito». ¿Significa eso que algo más que ninguna persona puede comprender el infinito? Los procesos cognitivos son procesos conductuales; son cosas que hace la gente (Skinner, 1991: 40).

Skinner hace ahí lo contrario. No trasciende la conducta, como sí hace Neisser, y ésa es también su elección. Desde su perspectiva de la conducta, Skinner se propuso describir y explicar toda clase de procesos psicológicos, y, como tenía que suceder, hubo aspectos (como el comportamiento lingüístico) que su elección teórica no tenía por qué encarar «cognitivamente ». Skinner mismo decía: «La psicología necesita aprender una lección muy importante, y es que no puede responder todas las preguntas que se le formulen» (citado según Kanfer y Phillips, 1976: 25).

Aquí es oportuno un principio de tolerancia semejante a aquel de Rudolf Carnap (1891- 1970): a cada quien debe estarle permitido determinar el enfoque que estime de mayor potencial explicativo y predictivo. A él subyace el principio de intersubjetividad: la prueba de una hipótesis debe estar al alcance de la comunidad científica (Bochenski, 1969: 119- 120). En psicología, hay diversas teorías sin aplicaciones prácticas y diversas aplicaciones prácticas sin sustento teórico. Nada de esto puede decirse del conductismo skinneriano.

La controversia conductismo-cognitivismo se da entre conductistas skinnerianos o radicales, conductistas cognitivistas y incluso cognitivistas puros. Pero, parafraseando a Immanuel Kant (1724-1804), la terapia conductual cognitiva es «ciega», pues carece de una teoría uniforme y coherente de la conducta o de la cognición, y ésta es vacía, por cuanto carece de técnicas. Esto no ocurre con el análisis conductual aplicado.

 

2.4 El espíritu del conductismo radical de Skinner:

Como es sabido, el aspecto «operante» del comportamiento humano reside en la propiedad delmismo de introducir cambios en el entorno, cambios que a su vez habrán de influir sobre el comportamiento que los produjo. En palabras de Skinner (1981: 11): «Los hombres actúan sobre el mundo y lo cambian, y a su vez son cambiados por las consecuencias de sus actos». Ésta es la premisa del análisis experimental de la conducta, que estudia a ésta en entornos controlados a efectos de detectar y formular la relación funcional con el contexto (Skinner, 1975: 16)

El supuesto sobre el cual se basa el análisis experimental del comportamiento de Skinner es sencillo: en la conducta reina el orden y hay que descubrirlo (Skinner, 1975a: 125). Pero no es un principio del cual se desprendan teoremas o cosas parecidas. Como él mismo advirtió en una conferencia, sus estudios no estuvieron concebidos para poner a prueba teoría psicológica alguna: «El objetivo era descubrir las relaciones funcionales que prevalecen entre aspectos medibles de la conducta y diferentes circunstancias y hechos de la vida de un organismo» (Skinner, 1975a: 288).

En 1982, Barry Schwartz yHugh Lacey (citados por Amsel, 1993: 28) valoraron a Skinner como la figura principal de la teoría de la conducta y como portavoz de ésta. Afirmaron que lo que la caracteriza es el punto de vista de que un análisis de cómo los acontecimientos del entorno influyen sobre la conducta es todo cuanto se necesita para explicarla.

Al cabo de cuarenta años del Manifiesto Conductista de Watson, Skinner entabló contacto con aquél al hacer explícito su propósito: «Las variables externas de las cuales la conducta es función proporcionan lo que podemos llamar un análisis causal... Nos proponemos predecir y controlar la conducta del organismo individual» (Skinner, 1971: 60). Para ello igualó causa con «cambio en una variable independiente » y efecto con «cambio en una variable dependiente». En este sentido: «La antigua “relación causa-efecto” se convierte en una “relación funcional”» (Skinner, 1971: 50).

En esa fórmula se atisba la influencia de Mach, quien sostenía que los problemas metafísicos desaparecerían al descubrirse «relaciones funcionales» por doquier (Mach, 1959: 35). El psicólogo suizo Jean Piaget (1896-1980) se percató de que Skinner no era un asociacionista E-R (o S-R):

Si se divide el dispositivo experimental en pequeños estímulos discontinuos e independientes, el esquema S-R nos trae de nuevo al asociacionismo estricto... Si, por el contrario, con el talento de Skinner elegimos como estímulo una situación compleja haciendo intervenir todo un proceso de causalidad, en resumen, un universo en el que la actividad de la paloma pueda (expresarse) más libremente, entonces el esquema R-S pone de manifiesto conductas instrumentales que no tienen ya nada de simples asociaciones (Piaget, 1976: 131).

Esto explica a R. MacLeod cuando graficó la inspiración del conductismo primigenio en Skinner con bellas frases: «El espíritu de Watson es indestructible. Limpio y purificado, respira a través de los escritos de B. F. Skinner» (citado según Bayés, 1971: 18). Este atenerse a los hechos propició una disciplina metodológica que no se le ha escatimado al conductismo skinneriano: «Lo que dio el conductismo positivamente es el rigor experimental», admite González Moreyra (Velarde y Canales, 2006: 154).

González Moreyra discrepa de la prescindencia conductista de la conciencia, presumiblemente por haber asumido que es una negación ontológica. Ya vimos que Watson sólo negó que pudiesen observarse los estados de conciencia. Pero Skinner mantuvo que «la persona se hace consciente cuando la comunidad verbal dispone las contingencias bajo las cuales ella no sólo ve un objeto, sino ve que lo está viendo. En este sentido especial, la conciencia o el acto de darse cuenta de las cosas es un producto social» (Skinner, 1975: 199).

MacKenzie (1982: 153-154) discierne en la metodología skinneriana una postura fenomenológica. Él recuerda que fenomenología es «forma de mirar» sin que se indique o restrinja la dirección de la mirada. Edmund Husserl (1859-1938), el filósofo alemán creador del método fenomenológico, describió precisamente a éste en los términos de un procedimiento en el que: «desconecto todas las ciencias referentes a este mundo natural, por sólidas que me parezcan,... yo no hago absolutamente ningún uso de sus afirmaciones válidas» (Husserl, 1995: 73; las cursivas están en el texto).

El conductismo radical de Watson-Skinner es, pues, la renuncia y la renuencia a tratar con conceptos alusivos a procesos psicológicos supuestamente internos. Emilio Ribes Iñesta (1944- ) ha pretendido compensar el vacío dejado por la decisión de Skinner de soslayar el estudio de los procesos «mentales» desde un enfoque cognitivista con la filosofía analítica de Gilbert Ryle (1900-1976) y la psicología interconductual de Kantor.

Para Ribes Iñesta:

Todo proceso lingüístico de referencia a eventos «privados» o «subjetivos» constituye el evento privado de referencia, es decir, que el evento supuestamente referido es el acto de referir como interacción lingüística y convalidada públicamente... Los eventos privados son formas particulares de contenidos descriptivos que se emiten en relaciones públicas, y nunca acontecimientos o sucesos que determinen dichas descripciones como correspondencias evento-significado (Ribes, 1990: 60-61).

Esto contrasta con la posición de Skinner, quien sostuviera que: «hemos de evitar llegar a la dudosa conclusión de que, en la medida en que concierne a la ciencia, el informe verbal..., es la sensación» (Skinner, 1971: 268; la cursiva es de él). El «fantasma» del dualismo y la urgencia de añadir variables contextuales habrían llevado a Ribes Iñesta a fusionar a Ryle y Kantor con Henri Wallon (1879-1962) y Lev Semionovich Vygotsky (1896-1934) (ver, por ejemplo, Ribes, 1990, cap. 3).

Ribes recurre a Vygotsky, pero soslayando algo que no está en la interpretación teórica de éste. En una de sus más importantes obras, de publicación póstuma, Vygotsky escribió que: «Para comprender el lenguaje de los otros no es suficiente comprender las palabras; es necesario entender su pensamiento. Pero incluso esto no es suficiente, también debemos conocer las motivaciones. El análisis psicológico de una expresión no está completo hasta que se alcance ese plano» (Vygotsky, 1973: 195).

La coherencia teórica ha influido en la vitalidad del lenguaje «operante». De allí que Leahey haya hablado de la «extraña muerte del conductismo radical»:

Aunque es cierto que el conductismo radical se ha visto, en cierta medida, aislado en un gueto, sería falso mantener, como han hecho algunos autores, que estámuerto. El gueto del conductismo radical está, en efecto, vivo. Disponen de sus propias y prósperas revistas, su división dentro de la APA, la división 25, y su propia sociedad, la Association for Behavior Analysis. Los conductistas radicales siguen llevando a cabo su propia investigación, desarrollando las bases conceptuales de su disciplina, luchando contra la ciencia cognitiva, y ofreciendo propuestas para la reconstrucción de la sociedad (Leahey, 1998: 524).

El conductismo radical de Skinner es una construcción teórica basada sobre el «análisis operante » (Skinner, 1975: 74). Los problemas cardinales del conductismo radical de Skinner como filosofía de la psicología o metapsicología son seis (Skinner, 1975: 13):

1. ¿Es posible una ciencia del comportamiento humano?;

2. ¿Puede explicar esa ciencia cualquier aspecto del comportamiento humano?;

3. ¿Qué métodos puede emplear?

4. ¿Serán sus leyes tan válidas como las de la física y la biología?;

5. ¿Conducirá a una tecnología? y

6. ¿Qué papel desempeñará esa tecnología en los asuntos humanos?

Éstos son problemas abiertos que mantendrán «vivo» al conductismo radical si persisten enfoques vacuos o anodinos. Para la terapeuta sistémica Lynn Hoffman, por ejemplo, conocida discípula del antropólogo inglés Gregory Bateson (1901-1980), éste identificó «dos villanos particulares, hablando epistemológicamente » (Hoffman, 1998: 317). No sé cuán epistemológico sea el concepto de «villano», pero ella se refería a dos temas: «el “pensamiento lineal”, que parece asignar una causa y a menudo termina echando una culpa. El otro es cualquier forma de dualismo» (Hoffman, Ibíd.).

Si ello aparece en una concepción que se predica de científicamente fundada, nada de extraño tendría esto que se escribió en un editorial de la revista Self and Society, publicación de la Asociación de Psicología Humanista de los EEUU, como una suma de recomendaciones y auto-descripciones:

Vivir más ampliamente. Divertirse más. Sufrir más. Ver más. Sentir más. Y sobre todo, hablar, hablar, hablar. Amar generosamente. Odiar cordialmente. Decir lo que se siente y sentir lo que se dice. Ser más humanos y recordarme mi humanidad.

Dentro de mí existe un niño y un viejo sabio. Ellos se conocen. El niño desempeña su propio papel. El viejo no habla mucho. Ambos se asustan de la gente y muchas veces se visten con el manto del adulto para encontrarme con las otras personas. A veces, con gente especial, se desprenden de la capa: el niño retoza con los otros, el viejo responde a vuestra sabia persona (reproducido según Cohen, 1980: 412).

El colofón de Cohen a estas líneas es lapidario: «Tales niveles de reflexión garantizan el éxito del conductismo» (Cohen, Ibíd.).

 

REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS

AMSEL, A. (1993). Behaviorism from the standpoint of a neobehaviorist. Mexican Journal of Behavior Analysis, vol. 19, Monographic Issue, págs. 25-37.        [ Links ]

ASSOUN, P. (1982). Introducción a la epistemología freudiana. México: Siglo XXI.        [ Links ]

BAKKER, G. Y L. CLARK (1994). La explicación. Madrid: Fondo de Cultura Económica de España.        [ Links ]

BARRAT, P. (1974). Fundamentos de los métodos psicológicos. México: Limusa.        [ Links ]

BOCHENSKI, I. M. (1969). Los métodos actuales de pensamiento. Madrid: Rialp.        [ Links ]

BORING, E. (1992). Historia de la psicología experimental. México: Trillas.        [ Links ]

BUNGE, M. (1980). Epistemología. Barcelona: Ariel.        [ Links ]

BUNGE, M. (1981). Materialismo y ciencia. Barcelona: Ariel.        [ Links ]

CATANIA, A. C. (ed. 1974). Investigación contemporánea en conducta operante. México: Trillas.        [ Links ]

BUNGE, M. (1993). What John B. Watson left out of his behaviorism? En Mexican Journal of Behavior Analysis, vol. 19, Monographic Issue, 133-146.        [ Links ]

COHEN, D. (1980). Los psicólogos hablan de psicología. Madrid: Cátedra.        [ Links ]

COPLESTON, F. (1993). Historia de la filosofía, vol. 8. Barcelona: Ariel.        [ Links ]

DENKER, R. (1973). Elucidaciones sobre la agresión. Buenos Aires: Amorrortu.        [ Links ]

FREGE, G. (1972). Fundamentos de la aritmética. Barcelona: Laia.        [ Links ]

FREUD, S. (1974). Una dificultad del psicoanálisis. Obras Completas, t. VII págs. 2432-2436. Madrid: Biblioteca Nueva. Publicado en alemán en 1917.        [ Links ]

FREUD, S. (1975). Los orígenes del psicoanálisis. Madrid: Alianza.        [ Links ]

GARDNER, H. (1987). La nueva ciencia de la mente. Historia de la revolución cognitiva. Bs. As: Paidós.        [ Links ]

HEBB, D. O. (1968). Psicología. México: Interamericana.        [ Links ]

HOFFMAN, L. (1998). Fundamentos de la terapia familiar. México: Fondo de Cultura Económica.        [ Links ]

HOTHERSALL, D. (2005). Historia de la psicología. México: McGraw-Hill/Interamericana de México.        [ Links ]

HUSSERL, E. (1913/1995). Ideas relativas a una fenomenología pura y una filosofía fenomenológica. México: FCE.        [ Links ]

JAMES, W. (1906/1997). La concepción pragmática de la verdad. En J. A. Nicolás y M. J, FRÁPOLLI (eds.), Teorías de la verdad en el siglo XX, págs. 25-43. Madrid: Tecnos.        [ Links ]

KANFER, F. H. Y J. S. PHILLIPS (1976). Principios de aprendizaje en la terapia del comportamiento. México: Trillas.        [ Links ]

KANTOR, J. R. (2003). La evolución científica de la psicología. México: Trillas.        [ Links ]

KELLER, F. (1977). La definición de psicología. México: Trillas.        [ Links ]

LEAHEY, T. (1998). Historia de la psicología. Madrid: Prentice- Hall.        [ Links ]

MACH, E. (1959). The Analysis of Sensations. With a new introduction by Thomas Szasz. New York: Dover.        [ Links ]

MACKENZIE, B. (1982). El behaviorismo y los límites del método científico. Bilbao: DDB.        [ Links ]

MARX, M. Y W. HILLIX (1985). Sistemas y teorías psicológicos contemporáneos. México: Paidós Mexicana.        [ Links ]

MORRIS, ED., J. TODD Y B. MIGLEY (1993). The Prediction and Control of Behavior: Watson, Skinner and Beyond. Mexican Journal of Behavior Analysis, vol. 19, Monographic Issue, pp. 103-131.        [ Links ]

NEISSER, U. (1976). Psicología cognoscitiva. México: Trillas.        [ Links ]

PIAGET, J. (1976). La psicología. En Piaget, W. Mackenzie, P. Lazarsfeld, Tendencias de la investigación en las ciencias sociales, págs. 121-198. Madrid: Alianza.        [ Links ]

POLITZER, G. (1969). Crítica de los fundamentos de la psicología. Barcelona: Martínez Roca, S. A.        [ Links ]

RIBES IÑESTA, E. (1990). Problemas conceptuales en el análisis del comportamiento humano. México: Trillas.        [ Links ]

RORTY, R. (1995). La filosofía y el espejo de la naturaleza. Madrid: Cátedra.        [ Links ]

RORTY, R. (2001). ¿Esperanza o conocimiento? Una introducción al pragmatismo. México: FCE.        [ Links ]

RUSSELL, B. (1962). Análisis del espíritu. Buenos Aires: Paidós.        [ Links ]

SKINNER, B. F. (1971). Ciencia y conducta humana. Introducción de Ramón Bayés. Barcelona: Fontanella.        [ Links ]

SKINNER, B. F. (1975). Sobre el conductismo. Barcelona: Fontanella.        [ Links ]

SKINNER, B. F. (1975a). Registro acumulativo. Barcelona: Fontanella.        [ Links ]

SKINNER, B. F. (1991). El análisis de la conducta: una visión retrospectiva. México: Limusa.        [ Links ]

SPENCE, K. (1979). Los postulados y los métodos del «conductismo ». En O. Nudler (comp.), Problemas epistemológicos de la psicología, págs. 17-32. México: Trillas.        [ Links ]

STÖRIG, H. (1995). Historia universal de la filosofía. Madrid: Tecnos.        [ Links ]

THAGARD, P. (1992). Conceptual Revolutions. New Jersey: Princeton University Press.        [ Links ]

THUILLIER, P. (1982). ¿Era Darwin darwinista? En Mundo Científico, vol. 2, núm. 12, págs. 272-287.

El valor de la palabra. Vida y obra de Raúl González Moreyra

 

Recibido: 5 de setiembre 2005
Revisado: 6 de setiembre 2005
Aceptado: 17 de octubre 2005

Creative Commons License