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Diversitas

versão impressa ISSN 1794-9998

Diversitas v.3 n.2 Bogotá dez. 2007

 

 

Comprensiones en torno a la resiliencia desde la política pública y textos de algunas organizaciones no gubernamentales con sede en Bogotá que trabajan con familias en situación de vulnerabilidad

 

Understandings around the resilience from the public policy and texts of some nongovernmental organizations with seat in Bogota who work with families in vulnerability situation

 

 

Juan José Cuervo Rodríguez*; Yohanna Paola De La Hortúa Q.; Ginna Paola Gil Chibuque

Universidad Santo Tomás, Bogotá

 

 


RESUMEN

Este ejercicio investigativo aborda los conceptos en torno a la resiliencia desde políticas públicas y textos de organizaciones no gubernamentales en Bogotá que trabajan con familias en situación de vulnerabilidad. Hace parte del proyecto de investigación docente: “Resiliencia: identificación potenciación y construcción”, es de carácter cualitativo de tipo documental y se centra en una revisión teórica. Redefinimos entonces la resiliencia como una postura personal en la cual los individuos reconocen a lo largo de su vida los recursos internos, entendidos como características personales; y externos, como aquellas particularidades de la familia o comunidad en la que participa el sujeto; y que le son útiles para hacer frente a las situaciones adversas.

Palabras clave: Investigación documental, Política pública, Familia, Vulnerabilidad, Resiliencia.


ABSTRACT

This exercise of investigation examines the concepts of resilience within the published public policies and the literature of non governmental organizations who work with vulnerable families. It follows a qualitative methodology and focuses on a theoretical revision of the literature behind resilience. Also, it takes part of a teacher led investigation project: ‘Resilience: identification, potentialization and construction.’ This investigation views resilience as a personal characteristic by which individuals recognize their inner potential and make good use of external factors to deal with adversity.

Keywords: Documental investigation, Public policy, Family, Vulnerability, Resilience.


 

 

La vida es como visitar al dentista, se piensa siempre
que lo peor está por venir, cuando en realidad ya ha pasado.

(Bismark, citado por Frankl, 1993).

 

Al abordar un tema en especial y por el hecho mismo de investigarlo, consideramos que se hace caso a las motivaciones e intereses que posiblemente han sido despertadas por las inquietudes de terceros y que generan en nosotros, como investigadores, un interés particular sobre la forma en la que el Estado interactúa con la familia propiciando espacios democráticos para la construcción de políticas que atiendan a sus necesidades.

En ese sentido manifestamos que el interés es compartido, pues surge del cuestionamiento del proyecto de investigación “Resiliencia: identificación, potenciación y construcción”; el cual generó un proceso reflexivo frente a aquellas situaciones en las que nos hemos sentido entrampados y vulnerados; sin embargo, a pesar de un sin número de emociones frente a ellas, hemos logrado salir airosos y llenos de experiencia, como consecuencia de una comprensión distinta acerca de los eventos difíciles.

Al referirnos a la resiliencia como una capacidad, retomamos la mirada de Hernández (1998), en la cual se comprende la capacidad como aquella potencialidad con la que cuenta la familia para asumir las demandas; se destacan dos tipos de capacidades: recursos y estrategias de afrontamiento; se entiende por recursos, las características de un sistema en particular; y por estrategias de afrontamiento, las intenciones y acciones que una familia o grupo llevan a la acción para disminuir las exigencias que el contexto presenta.

Los recursos son aquellas habilidades tanto familiares como personales, para prevenir que un evento desencadene posibles crisis; además de ello, estas habilidades facilitan la resolución de conflictos y el afrontamiento a las situaciones difíciles (Hernández, 1994). De este modo, comprendemos que los recursos permiten que la familia (y cada uno de sus miembros), se mire así misma, identifique y reconozca las habilidades propias que posee para afrontar dificultades y por ende, dé cuenta de las relaciones que puede construir con su entorno.

De acuerdo a lo anterior, nuestra inquietud está dirigida hacia la resiliencia y en sí a la forma en que se conceptualiza, especialmente en lo que a política pública y textos de organizaciones no gubernamentales en Bogotá que trabajen con familias en situación de vulnerabilidad se refiere; puesto que consideramos importante comprender la forma en que el Estado, su gobierno y organizaciones no gubernamentales, interactúan con la familia.

Al realizar el ejercicio investigativo, el cual corresponde a la primera fase del proyecto de investigación docente, estamos haciendo referencia a la búsqueda de información y procesamiento de la misma con el ánimo de obtener una condensación o síntesis del conocimiento hallado para así dar viabilidad a la generación de nuevo conocimiento a partir de las voces de los diferentes actores que retoman la resiliencia.

 

Planteamiento del problema

Es bien sabido que a través de la historia, la violencia en sus manifestaciones y dimensiones, se ha constituido en una de las realidades y problemáticas sociales más preocupantes del país y de la humanidad en general. De acuerdo a ello, es determinante reconocer que dicho fenómeno se fortalece día a día, generando así, que los individuos nos veamos obligados a movilizar nuestros recursos tanto personales, como familiares y comunitarios para hacerle frente.

Al hacer referencia a los recursos y a las estrategias de afrontamiento para enfrentar situaciones difíciles, estamos hablando de las capacidades que tiene todo individuo para asumir las adversidades y salir avante de ellas con cierto grado de experiencia que le permita crecer y fortalecerse aún mas como humano. Es a este fenómeno que se ha denominado resiliencia, ya que puede comprenderse como toda habilidad que se posee para recuperarse del estrés y la crisis, la cual se puede manifestar como optimismo y determinación, y se evidencia en cualquier sistema por el soporte que se crea para resolver los problemas de una forma creativa (Medaville, 1993, citado por Rodríguez, 2004; Murtagh, 2001; Sarquís & Zacañino, 2004).

La resiliencia genera en las personas sentido de compromiso, control sobre los acontecimientos y la disponibilidad de estar abiertos a futuros cambios en la vida, lo que genera las cualidades de poder interpretar experiencias estresantes y dolorosas de las cuales se puede sacar provecho; puede definirse como la capacidad de una persona para recobrarse de la adversidad fortalecida y dueña de mayores recursos (Frase, 1997, citado por Rodríguez, 2004; Walsh, 2004).

Al traer a colación la resiliencia, estamos reconociendo la disposición de las personas, las familias y los grupos para hacer un alto en la cotidianidad en su lucha por la sobrevivencia, como ruta para la construcción de posturas alternativas ante situaciones de vulnerabilidad y que les permitan resignificar esa realidad y empiecen a narrarse de forma diferente.

De esta manera la situación de vulnerabilidad se manifiesta en la forma en la que nos posicionamos ante las circunstancias que dinamizan nuestras relaciones y que permiten a su vez una nueva organización de las estructuras, jerarquías, significados y dilemas; por ejemplo, culturalmente se ven las dificultades como momentos de caos y muy pocas veces se puntúan en términos de oportunidades que brindan el espacio para enriquecerse y de este modo otorgar un sentido distinto a la experiencia. En ese sentido, retomamos a Imber Black (2000) cuando refiere que:

…en las familias y los sistemas amplios los mitos y creencias rígidos que cada uno tiene con respecto del otro, y acerca de los significados de su relación, pueden restringir las posibilidades de generar una opinión compleja capaz de facilitar el cambio (p. 113)

Teniendo en cuenta lo anterior, Morin (1990), citado por Abreo, Castañeda y Parra, (2005) en Avances Curriculares No. 4, nos invita a pensar el orden y el desorden como partes de un proceso que está en permanente organización y que invita a los psicólogos a reorganizar sus lógicas para verlos desde su propia organización-conexión y no como procesos caóticos sin sentido y aislados del contexto; de esta manera la situación de crisis no debe ser vista desde un marco lineal, sino contemplarse desde un orden distinto que requiere una lectura más abarcadora e interaccional de un fenómeno en particular; en nuestro caso, la resiliencia y su emergencia en los momentos difíciles.

Parte del interés de este ejercicio investigativo y por ende del proyecto de investigación docente: “Resiliencia: identificación, potenciación y construcción”, está centrado en comprender cómo las familias, a pesar de las situaciones críticas, desarrollan y mantienen el deseo de ser artífices de su destino y generar una fuerza capaz de vencer los obstáculos.

No se trata de significar la resiliencia como si fuera un bien a definir; nuestro interés no está centrado en describir ni atribuir características a un fenómeno, sino a comprender de forma circular la resiliencia como una postura frente a los hechos, un punto de partida que permite percibir al ser humano desde sus fortalezas y recursos para engrandecerse frente a las adversidades.

Por lo tanto, consideramos que nuestra labor como psicólogos y agentes de cambio, incluye la comprensión a partir de las lecturas interaccionales sobre los contextos y los actores; lo cual complejiza y redefine el fenómeno según los procesos recursivos que, frente a los propósitos del Campo de Familia, Ciclo Vital y Resolución de Conflictos, se orientan a la comprensión de los sistemas humanos, con el fin de hallar herramientas que conlleven al cambio (USTA, 2005a).

Consideramos que al hacer esta revisión en las políticas públicas y en los planes de desarrollo de Bogotá, estamos comprendiendo de qué forma las organizaciones públicas y privadas contribuyen al fortalecimiento de las estructuras y lazos familiares que permitan el desarrollo de la resiliencia. De modo tal que al contemplar el papel de las familias en la construcción de una política pública, nos permite identificar que se está legitimando a la misma, como aquel espacio para que los vínculos relacionales entre ella y la sociedad se solidifiquen; lo que posibilita el bienestar, protección y oportunidad de reconocimiento en tanto que se aborda desde la diversidad y no desde un único modelo tradicional de familia.

La manifestación de la intención que nos motiva a tratar este tipo de fenómeno, puede condensarse en el siguiente cuestionamiento: ¿Qué comprensiones se han tejido en torno a la resiliencia desde las políticas públicas y textos de organizaciones no gubernamentales en Bogotá, que trabajan con familias en situación de vulnerabilidad?

En este orden, se considera que los “sufrimientos” obligan a los sistemas humanos a moverse y a nunca perder la esperanza de cambiar la manera de vivir, por eso una carencia crea una vulnerabilidad momentánea que las experiencias afectivas y sociales podrán reparar. De esta manera, dichas situaciones nos enseñan a vivir la adversidad cuando nos reponemos a ella (Cyrulnik, 2001).

Consideramos importante enlazar estas comprensiones sobre la resiliencia en la inclusión de otras miradas diferentes, pero ligadas a la nuestra sobre esta capacidad. En ese sentido, las miradas se amplían teniendo en cuenta distintos marcos de referencia, niveles de observación y puntuación de los actores y organizaciones que aborden el tema de la resiliencia como una posibilidad de construirnos como humanos.

Lo anteriormente afirmado, es abordado desde el principio dialógico del paradigma de la complejidad, el cual invita a conectar posturas que de alguna manera no se comprenden como partes complementarias sino que se mantienen excluidas en el abordaje de los fenómenos (Morin, 1990, citado por Abreo, Castañeda & Parra, 2005).

Por otra parte, nuestra inquietud se centra en una curiosidad académica que se extrapola a cuestionarnos sobre nuestra historia personal y establecer aquellas situaciones en la cotidianidad que considerábamos como problema y que de alguna manera nos permite ver las actitudes, pensamientos y emociones que interjuegan a la hora de asumir una situación difícil.

Cabe anotar que aunque nuestro interés no se centra en los escenarios posibilitadores de la resiliencia, porque ello corresponde a la segunda fase de la investigación, sí resulta ser una invitación para observar cómo el Estado y otras organizaciones se hacen presentes en la construcción de estos escenarios a partir de la gestión de proyectos y programas desde la administración, para lograr una mayor y mejor cobertura en la atención a familias, comunidades y personas en situación de vulnerabilidad.

Al realizar esta búsqueda nos estamos dando la oportunidad de tener acceso a documentos que aborden el tema de interés que nos convoca; en este caso, el proceso de investigación posibilita centrarnos en las políticas de familia y determinar en qué medida se hace referencia a la resiliencia y cómo se interpreta; y de esta forma comprender las conceptualizaciones que se han tejido en torno al tema.

 

Marco conceptual

En tiempos donde las situaciones difíciles se hacen presentes a la hora de enfrentar lo inesperado como producto del azar, de las tensiones o de la cotidianidad, se hace preciso reconocer los entramados de relaciones con los cuales compartimos en el diario vivir. De esta manera, resulta necesario identificar aquellos actores e instituciones a los cuales podemos acudir para solventar momentos de crisis que evidencian cambios en las dinámicas, significados y estructuras de las relaciones que construimos.

Ahora bien, al hacer referencia a estos espacios resulta de vital importancia referirnos a la familia como aquel espacio donde convergen distintas subjetividades que se encuentran para reconocerse desde la diferencia, y de esta manera, servir como fuente de apoyo (emocional, afectivo, económico, entre otros). Podemos entonces señalar que “la familia no es una combinación o fenómeno social estático, sino que está sometido a los procesos de evolución social” (Universidad de Caldas 1995, p. 56).

Es así como Hernández (1998), evidencia estos mismos elementos al hacer referencia a la familia como un sistema constituido por una red de relaciones, la cual responde a ciertas necesidades biológicas y psicológicas de todo ser humano; así mismo, la familia cuenta con un sistema de creencias y valores que también permiten el establecimiento de relaciones no solo de orden social sino también emocional, lo que origina la satisfacción de dichas necesidades a través de la interacción de sus miembros. En palabras de Keeney, (1987 citado por Suárez, 2002):

…la familia en su orden más alto de recursión es un sistema autónomo, como organismo social su orden más alto de proceso de retroalimentación tiende a mantener su unidad como ser familia total, organizándose a fin de mantener la organización que la mantiene como tal (p. 144).

Al hablar de las presiones que generan las situaciones imprevistas, estamos aceptando que estos momentos movilizan a la familia desde sus capacidades para hacer frente a las crisis. En este sentido, Hernández (1998) alude que el proceso evolutivo del sistema familiar implica una sucesión de transiciones como consecuencia de la flexibilidad y la complejización del mismo, que le permite afrontar lo inesperado de su cotidianidad.

El proceso de ajuste y adaptación frente a las demandas y exigencias del entorno, se relaciona mutuamente con el significado que se le otorga a la experiencia del dolor, al igual que a las dinámicas que en torno a él se tejen, puesto que las pautas que se dan en la interacción, evidencian puntuaciones desde las cuales la crisis cobra un sentido particular para el sistema que esta inmerso en un dilema humano.

De acuerdo a lo planteado por Ceberio & Watzlawick (1998):

Los chinos escriben la palabra crisis a través de dos hexagramas que significan “peligro y oportunidad”: siempre en un periodo de crisis reciente se siente una máxima tensión, en donde emergen angustia y ansiedad frente al caos del sistema, la sensación de ruptura de referentes que hacen “peligrar” el sostén del equilibrio. “Oportunidad” se refiere al cambio, es la excelente posibilidad de romper con la homeostasis que llevó a la crisis del sistema redefiniendo pautas con la propuesta de una nueva organización (p. 54).

Partiendo de la comprensión compartida por Abreo, Castañeda y Parra (2005), se establece que la crisis es el resultado de la amplificación de malestares que surgen ya sea dentro de un sistema familiar o fuera de él, pero que sin embargo, lo involucran y generan un ruido significativo que le invita a moverse de manera diferente.

Del mismo modo, para Hernández (1998), la crisis es vista como una circunstancia en la cual las demandas o exigencias del medio sobrepasan o superan las capacidades del sistema para hacer frente a las adversidades. En ese sentido, Hernández (1991) señala:

Para los sistemas humanos las crisis pueden ser simplemente un punto de retorno dentro del proceso evolutivo en el espiral que los caracteriza y no como el punto final de su desarrollo; es decir, la recuperación de las crisis tiene lugar cuando cambia la proporción entre los recursos del sistema y la intensidad de la presión, de modo que disminuye la tensión y se fortalecen los recursos (p. 18).

Se asume pues que en situaciones de crisis, hay una reestructuración y cohesión para mantener sólidas las relaciones; por tanto se reconoce que las familias cuentan con factores internos y externos para dejar de ser vulnerables, e impedir que la crisis cobre una mayor dimensión, es decir, se construye una fortaleza familiar para enfrentar los conflictos (Henao 1998, citado por Rodríguez, 2004).

Es a estas situaciones difíciles, en las que se alude al término de resiliencia como esa capacidad de los seres humanos para hacerle frente a las adversidades, e incluso, salir fortalecido por ellas como consecuencia de la coordinación de esfuerzos, significados y acciones por parte de un individuo o grupo de personas para asumir las demandas o exigencias del entorno. Melillo, Suárez & Rodríguez (2004) puntúan la adversidad como la productora de la integración de las experiencias para generar una humanidad resiliente en la que la persona construye nuevos significados y valores acerca de las situaciones.

Reconocer la adversidad de esta manera, nos lleva a reconocer también su relación con el desarrollo; esto lleva, sin lugar a dudas, a hacer referencia al concepto de ciclo vital, para entender y comprender dicha relación; es así como para Arias, Montero y Castellanos (s.f), el ciclo vital hace referencia a una serie de eventos que suceden al interior o exterior de la familia y que por ende repercuten en su funcionamiento; es decir, se reconoce que la familia atraviesa por diferentes momentos o situaciones que hacen que se movilice para hacer frente a cada una de ellas.

En este orden, el concepto de red toma gran importancia, nos invita a señalar que si bien la familia pasa por una serie de etapas, en gran medida esas etapas están relacionadas con el desarrollo que la sociedad requiere de sus miembros; pero si bien la familia es el núcleo fundamental para nuestra sociedad, no es el único contexto en el cual los sujetos interactúan para llegar a construir lo que son, y es aquí donde el concepto de red dado por Sluzky (1998), nos es de gran utilidad. Podemos entonces señalar que:

Las fronteras del individuo no están limitadas por su piel sino que incluyen a todo aquello con lo que el sujeto interactúa – familia, entorno físico, etc. —podemos agregar que las fronteras del sistema significativo del individuo no se limitan a la familia nuclear o extensa, sino que incluyen a todo el conjunto de vínculos interpersonales del sujeto: familia, amigos, relaciones de trabajo, de estudio, de inserción comunitaria y de prácticas sociales. (p. 37)

La noción de red abarca el universo de las relaciones; todas las personas vivimos en un mundo de redes de apoyo cotidiano; siendo estas un modo efectivo de enlace, comunicación e intercambio (Mantilla, 2003).

Por tal motivo, se aborda la red como una figura de apoyo, que para Dabas (1993) implica un proceso de construcción permanente tanto individual como colectiva, caracterizándose como un sistema abierto en el que por medio de un intercambio dinámico entre sus miembros y con los miembros de otros grupos sociales, se posibilita la potencialización de los recursos que poseen. Al construirnos dentro de estas redes, se va tejiendo la posibilidad de crear formas de relación con otros sistemas significantes distintos a los que se comparten en el núcleo familiar; una red de apoyo sustancial es el soporte que tiene un individuo o grupo familiar para sobrellevar circunstancias adversas que de alguna manera los puedan poner en riesgo, haciéndolos vulnerables.

Cuando se habla de vulnerabilidad, se hace referencia a aquella condición social de riesgo o de dificultad que interfiere en el bienestar de un sistema en particular y en cualquier contexto. Por lo tanto, no se refiere solo a las carencias materiales sino que también evidencia el rompimiento de algunos vínculos relacionales que afectan el desarrollo psicosocial de un sistema dado (Perona, N., Crucella, C., Rocchi, G. y Robin, S. (s.f); Blairie, P., Cannon, T., Davis, I., & Wisner, B., 1996; Mota, L. & Catan, A., 2004). A su vez Petit (2003) refiere que la vulnerabilidad se presenta en aquella situación en la que el ser humano se ve enfrentado a un mundo que altera las posibilidades de desarrollo de las potencialidades.

Así mismo, y para hacer referencia a lo anterior en cuanto a situaciones de vulnerabilidad encontramos la violencia abordada desde Maturana (1997), quien sugiere que al hablar de violencia en la vida cotidiana, se hace alusión a cualquier situación en la que alguien se mueve en relación al otro extremo de la exigencia de obediencia y sometimiento, siendo esta la negación del otro que lleva a su destrucción De modo que esta situación genera un desequilibrio que posiblemente evidencia una nueva organización de las pautas interaccionales dentro del sistema.

Ya teniendo en claro los principios conceptuales desde los que se construyó el ejercicio investigativo, pasemos pues a sustentar la postura, la epistemología a partir de la cual buscamos comprender el fenómeno de la resiliencia; estos se sintetizan en Constructivismo, Complejidad y Cibernética de segundo orden.

Partiendo de la concepción de Hoffman, 1987; de Bateson citado por Keeney, 1987; la epistemología es entendida como la herramienta que señala la forma en la cual los sistemas humanos nos posicionamos para dar sentido al mundo y a sus diversas situaciones y experiencias. De acuerdo a ello, y de acuerdo a nuestra pretensión que enfatiza no generar conocimiento que se constituya en verdad, hemos tomado la postura sistémico constructivista, ya que consideramos da la claridad para penetrar en una realidad relativa y que permite a su vez reconocer que ésta se da en un contexto en particular.

De acuerdo a Watzlawick (1993) “el constructivismo es tomado como un modelo de conocimiento en seres vivos que son capaces, en virtud de su propia experiencia, de construir un mundo más digno de confianza” (p. 36). Es por ello que se identifica la capacidad de los seres humanos de trascender su experiencia para construir una nueva realidad.

Consideramos que el adoptar la postura constructivista, nos permite establecer el papel activo de los sistemas humanos para generar y organizar significados que den cuenta de su realidad. En este sentido, retomamos a Neimeyer y Mahoney, 1995; Auspitz & Wang; 1997; & Von Glasersfeld, 1990) quienes conciben esta perspectiva epistemológica como una escuela de pensamiento que estudia la relación entre el conocimiento y la realidad; como una oportunidad para que los sistemas humanos construyan realidades, participen y respondan ante ellas; esto implica que de la manera en que se le otorgue sentido al mundo, se puntúa la experiencia y se organiza la misma; lo que permite el principio recursivo de volver sobre las acciones para brindar sentido y significado y por ende establecer la relación con esta construcción.

De acuerdo a ello, se contempla que la percepción de las experiencias es producto de un proceso propio de construcción de significado, que obedece a una lógica del conocimiento personal, lo que permite establecer cómo es que el ser humano construye un principio de realidad frente a las relaciones que establece con el entorno y con las personas significativas que allí se encuentran. (Packman, 1996).

Desde allí, reconocemos que las familias al resignificar los acontecimientos se movilizan en sus dinámicas relacionales con la intención de no redundar en eventos pasados, sino para generar un cambio a partir de las experiencias construidas en su entorno, ya que poseen los recursos necesarios para efectuar este cambio, pues son entes propositivos para conseguirlo (Ausloos, 1998; Segal, 1994). Es por ello que “nuestras descripciones acerca del mundo son solo construcciones simbólicas humanas que en modo alguno pueden tener valor de «verdad»” (Wainstein, 2000, p. 98).

De otro lado, y lejos de llegar al reduccionismo como una forma de identificar claridades, extraer dominios explicativos evidentes, categóricos y sustanciales (sin querer tampoco acudir al holismo como la validación de todo conocimiento), nos remitimos a la complejidad como una oportunidad para resignificar el desorden y verlo como una experiencia de aprendizaje que nos invita a movilizar nuestras posturas frente a las situaciones de crisis.

En este sentido y citando a Morin (1990), la complejidad se presenta como el tejido de eventos, acciones, interacciones y azares que constituyen la cotidianidad y que además tiene rasgos de desorden, caos e incertidumbre. Consideramos que esta idea se conecta con nuestro interés investigativo, en la medida en que nos invita a puntuar las experiencias críticas como pretextos para movilizar las posturas y dinamizar los significados que se construyen alrededor de las situaciones adversas.

Por otra parte y para hacer referencia a la cibernética de segundo orden, retomamos a Rozo (2004) en la medida en que alude a:

La visión de los nuevos paradigmas involucra al observador en su observación. Ya no reconoce un mundo de objetos, sino de sistemas interactuantes, interrelacionados e interpenetrados unos con otros de ecosistemas en constantes movimientos y transformaciones en diversos niveles y dinámicas a los cuales hay que observar y comprender como formas de conocimiento que superen la reducción, la disyunción y el determinismo (p. 23).

Von Foerster, retomado por Sluzky (1996), hace referencia a una cibernética de los sistemas observantes en la cual el observador se relaciona con el sistema observado para que de esta manera, surjan descripciones que puedan ser transmitidas por medio del lenguaje. Así mismo, retomamos la idea de Maturana (1997) y de Feixas & Villegas (2000), según la cual cada uno de nosotros es un observador que a su vez observa de manera diferente de acuerdo a su experiencia y relación con el entorno, de modo que no existen las realidades absolutas sino que esas subjetividades se conjugan creando una nueva interacción con los sistemas observados, lo que modifica así la experiencia del observador.

De acuerdo a lo anterior, consideramos necesario ser partícipes de este proceso, y entender así que el psicólogo está inmerso en el sistema y tiene la posibilidad de establecer una relación interpersonal con los sistemas desde un contexto en particular.

 

Método

Este ejercicio investigativo nos permite tener acceso al conocimiento y de esta manera construir lo que Hoyos (2000) plantea como una investigación documental acerca de un fenómeno en particular, el cual se realiza desde una revisión de lo existente en la literatura, que permite a la vez establecer aquello que se conoce y lo que se ignora sobre el fenómeno a investigar.

De acuerdo al interés suscitado para el desarrollo del ejercicio investigativo, nos basamos en los principios de la investigación cualitativa; por lo tanto, presentamos a continuación algunos aspectos que la caracterizan.

Nuestro método esta basado en los principios de la investigación cualitativa, que según González (2000) es:

Un proceso permanente de producción de conocimiento donde los resultados son momentos parciales que se integran constantemente con nuevas interrogantes y abren nuevos caminos a la producción de conocimiento. Cada resultado está inmerso en un campo infinito de relaciones y procesos que le afectan, dentro de los cuales el problema inicial se multiplica en infinitos ejes de continuidad de la investigación (p. 19).

Para Bonilla (1997); Cerda, (2002), la investigación cualitativa intenta hacer una aproximación global de las situaciones sociales para explorarlas, describirlas y comprenderlas de manera inductiva. Es decir, a partir de los conocimientos que tienen las diferentes personas involucradas en ellas y no deductivamente, con base en hipótesis formuladas por el investigador externo.

La investigación cualitativa se caracteriza por permitir conocer la realidad, interpretarla y expresarla y de esta manera otorgar sentido a las diferentes situaciones, lo cual implica partir de elementos existentes que permitan hacer una nueva construcción de significados referentes a un fenómeno. La investigación cualitativa facilita la constante interacción entre el observador y el objeto observado, pues no cabe duda que al realizar un trabajo de este tipo, el observador está inmerso en el mismo contexto, haciéndose de esta manera partícipe con el fenómeno a estudiar.

Al referirnos a la investigación cualitativa de orden documental, nos remitimos a reconocer el estado del arte como un proceso de investigación, el cual permite dirigirnos a diferentes fuentes de información, con el ánimo de establecer qué se ha dicho (y qué no) sobre un fenómeno en particular desde diferentes perspectivas. Se reconoce a su vez como modalidad de la investigación documental la cual se encarga de “reconocer la pluralidad de puntos de vista que sobre un área del saber se ha desarrollado… el estado del arte, ya que resulta ser una propuesta para recuperar el conocimiento acumulado o trascenderlo” (Universidad de Caldas, 1993, p. 2).

Calvo y Castro (1995), refieren que un estado del arte pretende producir una síntesis del conocimiento acumulado con el ánimo de identificar qué se conoce, como también qué se ignora acerca de un fenómeno. En su trabajo investigativo proponen cinco momentos, que fueron para nosotros fundamentales para el desarrollo de lo propuesto. Estos momentos son:

La interpretación, la cual permite tener un conocimiento previo sobre el fenómeno contemplado, con el fin de identificar diferentes posturas relacionadas con el objeto de estudio y de esta manera empezar a brindar una nueva versión sobre el conocimiento obtenido

Compilación de evidencias, en la que se recogen las explicaciones sobre el tema y que acercan a la realidad del fenómeno de estudio, lo que permite así su conocimiento y comunicación por los actores de la investigación.

Recomprensión del fenómeno, con lo que se alcanza a descubrir nuevas facetas acerca del fenómeno; es decir, por medio de este ejercicio se nutren las comprensiones inicialmente construidas con las deconstrucciones halladas y se logra así conjugarlas en otras más totalizantes.

Reflexión y crítica sobre el conocimiento, con lo que se pretende la transformación y nueva comprensión del fenómeno investigado.

Finalmente, La naturalización, en la que por medio de una construcción teórica, se plasman los resultados obtenidos sobre el saber compilado articulado con las nuevas reflexiones que surgen del trabajo de investigación.

 

Resultados

De acuerdo a la revisión teórica y a la experiencia investigativa se pudo establecer contacto con instituciones como el Instituto Colombiano de Bienestar Familiar ICBF, Centro de Consultoría Sistémica: Sistemas Humanos, ONU, UNICEF, Alcaldía Mayor de Bogotá, Ministerio de Protección Social y el Departamento Administrativo de Bienestar Social DABS, los cuales proporcionaron información referente al fenómeno de estudio.

A partir de los lineamientos de la política pública para las familias en Bogotá (Alcaldía Mayor de Bogotá, 2006), se comprende a la familia desde un enfoque integral en el cual ésta es más que la suma de sus integrantes y se adopta una visión compleja acerca de las interacciones que se dan en su interior, concibiéndola como la unidad básica de convivencia; un contexto primario en el que cada uno de sus miembros tiene la oportunidad de desarrollar sus capacidades para hacer frente a las situaciones adversas que se presentan en su cotidianidad.

En este ámbito de complejidad, se construyen identidades en las que cada sujeto se hace autónomo, solidario, afectuoso y reconocedor de las fortalezas propias y de los demás miembros de su núcleo familiar; como lo refieren Ackermans & Andolfi (1994): “la familia es un sistema relacional que desborda y articula sus diferentes componentes individuales” (p. 205).

De igual manera, desde las políticas públicas se reconoce a la familia como un sujeto activo de su propio proceso, es decir, identifican los recursos de ésta para participar en la creación y gestión de políticas que respondan a unas necesidades particulares como también a unos intereses propios de una comunidad.

Por otra parte, se pudo establecer que aunque se reconocen las capacidades de las familias para sobreponerse a las situaciones difíciles, el término resiliencia no cobra mayor protagonismo en ellas, ya que se refieren implícitamente en términos de habilidad, potencialidad o capacidad de un individuo para afrontar una situación dada, pero no se profundiza en él.

Llama la atención como en algunos textos de ONG´S, la resiliencia cobra mayor importancia en la medida que se define como la capacidad de un individuo para reconocer y hacer uso de sus recursos con el fin de sobrellevar situaciones adversas, de modo que se connota su importancia no solo desde el ámbito académico sino que también resulta útil en contextos de intervención con niños y jóvenes en situación de maltrato y violencia sexual.

Cuenta de ello, es que para dar origen a las políticas públicas de familia se retomaron linea-mientos de entidades como la UNICEF y la ONU, en las que se delimitan los objetivos, propósitos y metas de una política pública, todo esto enmarcado desde una perspectiva de equidad, participación, autonomía, corresponsabilidad y reconocimiento de los derechos humanos (Kaluf y Mauras, 1998).

Por tanto, se establece que la pretensión de estas entidades se centra en superar las tendencias de políticas sectoriales que asumen a la familia como un sistema fragmentado para crear un enfoque integral de la misma a la hora de construir políticas. Un ejemplo de ello es la guía que hace parte del proyecto internacional de resiliencia en la cual se pretende incorporar entre las actividades cotidianas de los servicios de salud, prácticas familiares y sociales, como elementos que promuevan la resiliencia.

Por otra parte, en lo referente a crisis se pudo determinar que se hace referencia a eventos traumáticos de los cuales la familia no está exenta, y que estos favorecen a su vez el fortalecimiento y el desarrollo de las capacidades de las familias lo que permite también una resignificación en el proyecto de vida, así como la movilización de las relaciones que se tejen en su interior; por lo tanto, la crisis es reconocida como una oportunidad de cambio.

Se reconoce que las familias atraviesan por distintos momentos en su vida que pueden generar crisis en ella; sin embargo, no se refiere explícitamente a un ciclo vital familiar, sino a diferentes etapas que hacen que la familia se convierta en un ente vulnerable sujeto a cambios a lo largo de su vida.

Es importante resaltar que estas políticas están enmarcadas en el trabajo conjunto entre comunidad, organizaciones gubernamentales y no gubernamentales, lo cual hace énfasis en realizar gestiones en red que permitan obtener el bienestar para la comunidad y las organizaciones. Este mismo trabajo en red se evidencia en el hecho de desarrollar la habilidad de asumir las situaciones difíciles junto con unos “otros” significativos que acompañen este proceso, lo cual hace que personas, familias y comunidades identifiquen las instituciones y personas que hacen parte de su red para acudir a ellas ante un evento crítico.

En lo referente a la postura epistemológica, en la creación de políticas públicas de familia, se puede decir que aunque no se establece claridad con respecto a ello, se evidencia un lenguaje de orden sistémico en el que reconocen el papel de la familia y otras instituciones en la asunción de situaciones críticas, al tiempo que retoman elementos de diferentes disciplinas como la sociología y el trabajo social, que alimentan la mirada de una forma propositiva para que el trabajo que se propone en red cumpla con las expectativas de las familias.

Se puede concluir que en la elaboración de políticas públicas se reconoce a la familia desde su complejidad, su diversidad de conformaciones, estilos y creencias, lo que le confieren un sentido de identidad con respecto a las interacciones de sus miembros. Es decir, se contempla la idea de que ella cambia por causas, con frecuencia, ajenas a su voluntad y que por tal razón empieza a moverse de manera diferente con respecto a su entorno.

Es evidente que la resiliencia como concepto no cobra mayor importancia, es decir, no se muestra de manera clara y explícita; sin embargo, logramos apreciar que aunque no se hable de resiliencia como tal, sí es constante el hecho de referirse a las capacidades, el potencial de la familia y a los recursos para hacer frente a las situaciones adversas, lo que de alguna manera hace alusión a ella.

También se reconoce que el desarrollo de estas capacidades se propicia en la familia, de acuerdo a la motivación de ésta sobre sus miembros y que se acentúa más en la medida en que se realice un trabajo en red; es decir, el fortalecimiento de estas capacidades también se logra gracias al acompañamiento de otros fuera de la familia.

Por otro lado, se reconocen como rasgos o atributos principales en el desarrollo de la resiliencia, la capacidad del humor, la creatividad y el ajuste psicosocial como elementos que ayudan a sortear y otorgar sentido a las situaciones adversas que se presentan en la cotidianidad. De esta manera se comprende que para la elaboración de dichas políticas se está reconociendo a la persona desde sus dimensiones social y emocional; se le reconoce como un ser activo, con expectativas, motivaciones, intereses y dificultades.

Así mismo, se evidencia el interés tanto de organizaciones gubernamentales, como no guberna mentales, por generar proyectos que posibiliten espacios facilitadores del desarrollo y el reconocimiento de capacidades tanto individuales como familiares para el afrontamiento de cualquier situación que pueda vulnerar su estabilidad tanto física como psicológica; esto se evidencia en la creación de programas de participación ciudadana en los cuales la comunidad realiza sus propuestas para afrontar y prevenir eventos críticos.

Lo anterior da cuenta del marco social en el que se basan los proyectos de gestión, ya que permiten la participación ciudadana como oportunidad de promover procesos autogestivos en los que la comunidad se empodera de acuerdo a sus necesidades y derechos, y propone soluciones viables teniendo en cuenta las voces de los distintos actores involucrados en la situación, como las políticas, instituciones y comunidad en general.

Ahora bien, surge en nosotros como investigadores, luego del acercamiento con cada una de las organizaciones, el significado de la resiliencia en términos de una postura personal, de un punto de partida en el cual la persona evidencia su autodeterminación en la medida de tomar decisiones y optar por un camino posible aunque desconocido; un camino hacia la identificación de los propios recursos que le han permitido salir airoso en circunstancias pasadas; y que a la vez es una invitación para ver las situaciones dolorosas como pretextos para movilizarse en sus dinámicas relacionales en tanto oportunidades de cambio.

De acuerdo a ello, comprendemos también que la resiliencia, aunque tiene un componente innato, requiere de la construcción durante nuestra interacción con el contexto en el cual estamos inmersos; la resiliencia es un proceso constante de descubrimiento de las fortalezas tanto personales como familiares para hacer frente a las crisis a lo largo del ciclo vital.

De igual manera, le permite al sujeto verse en relación con otros contextos, identificando a la familia como aquel conglomerado en el que convergen las subjetividades de sus miembros, un espacio en el cual se pueden desarrollar las capacidades resilientes de acuerdo a la pauta de relación que en esta se teja.

Se pudo comprender que en las situaciones cotidianas muchas veces interpretábamos de forma negativa la crisis, redundando en la queja y resistiéndonos a significarlas de modo diferente; esto hizo que nos entrampáramos y no reconociéramos los recursos que poseemos y manejar así una pauta de descalificación al vernos desde el déficit; sin embargo, determinamos que contamos con potenciales que, conjugados con potenciales de los demás, nos permiten movernos de manera tal que tracemos otro tipo de distinciones y empecemos a narrarnos desde nuestros recursos.

 

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Recibido: Abril 12 de 2007
Revisado: Mayo 3 de 2007
Aceptado: Junio 5 de 2007

 

 

* Correspondencia: Juan Jose Cuervo, Docente investigador, Campo Psicología de Familia, Ciclo Vital y Resolución de Conflictos. Facultad de Psicología, Universidad Santo Tomás. Dirección postal: Cra. 9 No. 51-11, Bogotá, Colombia. Correo electrónico: psicojuanjose@gmail.com, juancuervo@correo.usta.edu.co

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