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Diversitas

Print version ISSN 1794-9998

Diversitas vol.4 no.2 Bogotá Dec. 2008

 

 

Desmovilización y convivencia local: el punto de vista de las comunidades receptoras

 

Demovilization and local coexistence: the viewpoint of receptive communities

 

 

Claudia Tovar Guerra; Luisa Fernanda Galindo Villarreal; Leonor Guzmán Rodríguez*

Pontificia Universidad Javeriana, Bogotá, Colombia

 

 


RESUMEN

Este artículo presenta algunos resultados de la investigación Albergues de desmovilizados: significados construidos por comunidades receptoras sobre convivencia e interacciones. La investigación tuvo como objetivo comprender los significados que construyen los miembros de grupos organizados en comunidades receptoras sobre la relación entre la apertura de albergues de desmovilizados y la convivencia local. Se trabajó con una muestra intencional de 8 grupos de 2 localidades de Bogotá. Se utilizó el método del Análisis del Discurso, por lo que se recogió la información a través de grupos de discusión. Se presenta la interpretación de resultados sobre la categoría Convivencia. Los resultados muestran que la comunidad receptora identifica una alteración importante de la convivencia a partir de la llegada de los desmovilizados, tanto en el plano cultural como en el estructural.

Palabras clave: Desmovilización, Convivencia, Significados, Grupos de discusión, Comunidades.


ABSTRACT

This article presents some results of the research “Shelters for Demobilized: Meanings of convivence and interactions, constructed by organized groups of receptive communities”. This research proposed to understand the meanings that the organized groups of receptive community have constructed about the inhabitants of the shelters and the relationship between the arrival of the demobilized ones and the local convivence. We had an intentional sample of eight groups, four of each of two localities of Bogotá. For the analysis we used the method of discourse analysis and the information was gathered from group discussions. This article presents only one of the categories used in the study, that is, convivence. The results show that the receptive community identifies an important alteration in the convivence since the arrival of the demobilized ones, both in the cultural environment and in the structural conditions.

Keywords: Demobilization, Convivence, Means, Discussion groups, Communities.


 

 

Introducción

En medio de un panorama de alarmante escalada del conflicto armado en nuestro país, se ha intentado abrir espacios de encuentro con los grupos al margen de la ley como la guerrilla o los paramilitares, con la intención de crear y fortalecer otras alternativas de solución al conflicto violento. Desde la década del ochenta, se han expedido leyes y decretos que han sido la base para diferentes procesos que intentan vincular a la vida civil a aquellas personas que dejan las armas.

En 1999 se creó el Programa de Desmovilización para que los miembros de las organizaciones armadas al margen de la ley se desmovilizaran sin necesidad de esperar un proceso de paz formal. En el primer mandato de gobierno de Álvaro Uribe Vélez (2002-2006) se retomaron los avances de este programa, por lo tanto, se lo incluyó como tema clave de la política de Seguridad Democrática; con la expedición del Decreto 128 de 2003 reglamentario de la Ley 418 de 1997 y 782 de 2002 se establecieron claramente dos etapas en el Programa para la Reincorporación a la vida civil, la de desmovilización a cargo del Ministerio de Defensa Nacional y la de Reincorporación propiamente dicha a cargo del Ministerio del Interior y de Justicia (Mindefensa, 2003).

Actualmente el gobierno nacional adelanta acciones para fortalecer dicho programa, ofreciendo algunas condiciones y garantías básicas para quienes se acojan a éste. Así los beneficios jurídicos, asistenciales (ayuda humanitaria y psicosocial) y sociales (salud, educación y vivienda) se convierten en parte fundamental de esta apuesta gubernamental. Como primera medida para garantizar estas condiciones, las instituciones a cargo diseñaron una ruta que contemplaba la ubicación de los desmovilizados en albergues durante el tiempo de “atención humanitaria”.

No obstante, esa legislación no hacía explícito cómo debían ser administrados los albergues, qué medidas de seguridad debían cumplir y en qué condiciones debían vivir los desmovilizados. Al mismo tiempo, no fue clara la participación de la comunidad receptora en este proceso, ni fueron consideradas los riesgos del encuentro entre desmovilizados y comunidad ya documentados (Cuesta, 2005; Sua, 2005; Villamizar, 2005; Ángel, 2005).

De hecho, las tensiones no se hicieron esperar: eventos violentos como las riñas callejeras, las amenazas selectivas, el aumento de los índices de delincuencia y los ataques a los albergues fueron algunas de sus manifestaciones1. Esto se evidenció en las denuncias de algunos medios de comunicación de circulación nacional, como los periódicos El Tiempo y El País, las revistas Semana y Cambio, y emisoras como La FM que se interesaron en la difusión de alguna información siempre y cuando fuera noticia; incluso, algunos medios plantearon el desconocimiento de la presencia de los albergues en su zona de residencia, por parte de las comunidades afectadas (Torrado, 2005; Oramas, 2005).

Algunos vecinos desconfiados también se pronunciaron, realizaron protestas y mostraron su descontento frente a la llegada masiva de los reincorporados, quienes, sin previo aviso, se encontraron con dicha realidad sin estar preparados (Semana, edición 1207). Estas noticias también pusieron de presente posturas variadas en la comunidad que iban desde la aceptación y la tolerancia (Semana edición 1207) hasta posiciones de exclusión y de temor. Esto mostró la falta de capacidad de respuesta frente a los conflictos generados en las comunidades receptoras por la apertura de los albergues del programa.

A partir de este panorama, el 16 de julio de 2005 la Alcaldía Mayor de Bogotá y el Gobierno Nacional tomaron la decisión de cerrar paulatinamente los albergues ubicados en la capital del país. No obstante, el programa de desmovilización debía continuar y los nuevos albergues serían ubicados en zonas rurales de municipios aledaños a las grandes ciudades (El País, 19 de julio de 2005). No obstante, esto no ocurrió así y se decidió cambiar de modalidad a través de la figura de “hogares unifamiliares” que no es otra cosa que la ubicación independiente del desmovilizado y su familia en la ciudad.

Como el problema no termina allí, las autoridades nacionales y, en el caso de Bogotá, el Programa de Atención Complementaria la Población Reincorporada deben asumir el reto de hacer un trabajo para garantizar la convivencia pacífica en la ciudad. No obstante, el conjunto de la sociedad también debe ser consciente de su corresponsabilidad en el asunto y la academia no es la excepción.

Por esto, al reconocer que esta problemática no ha sido lo suficientemente documentada por estudios sistemáticos, el grupo de investigación Lazos Sociales y Culturas de Paz consideró que, un primer paso, era el estudio de los discursos sociales que se construyen en la comunidad receptora que convive a diario con esta realidad. La intención fue ofrecer un conocimiento modesto, pero útil, en la generación de formas para promover la convivencia pacífica entre los albergues y las comunidades. Es por esto que surgió la pregunta: ¿cómo significan los grupos organizados de las comunidades receptoras la apertura de albergues de desmovilizados en su zonas de residencia con respecto a la convivencia y cómo significan sus interacciones con los miembros de estos albergues?

 

La ruta metodológica

Se trabajó desde el enfoque cualitativo, utilizando el método del Análisis del Discurso, que consiste en ubicar los hitos semánticos en torno a los cuales se configura la construcción de significados; además, se utilizan los órdenes de conexión semiótica de textos sociales, planteados por Alton Becker, citado por Geertz (1994).

La información se recogió a través de grupos de discusión, que se fundamentan en la importancia y pertinencia del discurso social (Canales & Peinado, 1994). Así se pretendió generar una situación discursiva que operara como “retícula que fija y ordena, el sentido social correspondiente al campo semántico concreto en el que se inscribe la propuesta del prescriptor” (Canales & Peinado, 1994 p. 290). En consecuencia, el grupo de discusión se constituyó como “dispositivo que permite la reconstrucción del sentido social en el seno de una situación –grupal– discursiva” (p. 295).

 

Los ambientes locales de los participantes

El trabajo se realizó en dos localidades del Distrito Capital: Teusaquillo y Engativá, donde se contaba con cuatro grupos de discusión por cada una de estas localidades. Dado que el texto social que se intentó comprender emergió en escenarios locales de referencia, es preciso hacer una breve caracterización de cada uno de ellos, a fin de proporcionar elementos para la lectura de sus dinámicas socio-culturales.

Según proyecciones basadas en el Censo de 2005, Teusaquillo tendría para 2007 169.361 habitantes, que corresponderían al 1,9% de la población del Distrito. Cuenta con un importante patrimonio histórico, arquitectónico y urbanístico. Sin embargo, está sufriendo un cambio acelerado en el uso del suelo, el cual desplaza su uso para vivienda para instaurar el comercio y los servicios, debido a su ubicación céntrica. Por lo tanto, se observa que la principal vocación económica de la localidad se orienta hacia el sector eléctrico, le siguen el sector servicios financieros, inmobiliarios y empresariales, comercio, restaurantes y hoteles, servicios comunitarios, sociales y personales.

Teusaquillo es una localidad altamente consolidada, con la mejor situación socioeconómica del Distrito: tiene el cuarto menor nivel de desempleo, no posee población en los estratos 1 y 2, tiene el menor registro de personas en niveles I y IIII de Sisben, no tiene población en situación de miseria y presenta el más bajo porcentaje de población en situación de pobreza según las necesidades Básicas Insatisfechas (NBI). Su población pertenece al estrato 4 predominantemente y cuenta con cobertura total en servicios públicos. La localidad tiene el segundo mayor nivel de equipamientos en relación con su población y muestra el más alto indicador de parques y zonas verdes por habitante de la ciudad.

Uno de los principales problemas que afronta la localidad lo constituye la inseguridad, asociada con la gran cantidad de población flotante y la influencia que el sector institucional ejerce en la zona, lo que se ha traducido en altas tasas de hurto de vehículos, atraco a personas y hurto a residencias. Otro problema es la invasión del espacio público, andenes y zonas verdes, en general.

Aparentemente, por tener muy bajo índice de NBI, la organización comunitaria no es un imperativo para la población. Sin embargo, existen múltiples comités cívicos, juntas administradoras de edificios y asociaciones de vecinos que cumplen con una labor semejante a la de las juntas de acción comunal para algunos propósitos específicos.

En lo que tiene que ver con la localidad de Engativá, ésta tiene aproximadamente 264 barrios identificados, de los cuales 89 han surgido de manera clandestina2. La población de Engativá asciende a aproximadamente 965.623 personas. En cuanto a la estratificación social, en Engativá el estrato 3 ocupa el primer lugar con un 42,94% seguido del 2 con un 36,61%. Únicamente el 0,59 % de la población de Engativá está clasificada en el estrato 1, mientras que la población en estrato 4 representa el 3,99%. En esta localidad no hay población en los estratos 5 y 6. Predominan los sectores populares medios.

En relación con la actividad económica de Engativá, el 16,0% de los establecimientos se dedican a la industria; el 45,1% a comercio; el 37,4% a servicios y el 1,5% a otra actividad. Del área comercial, en primer lugar, la mayor parte se concentra en el comercio al menudeo de artículos y repuestos para vehículos automotores. En segundo lugar se encuentran los negocios tipo restaurantes, bares y cantinas y en tercer lugar la venta, mantenimiento y reparación de vehículos automotores.

De acuerdo con el censo de 2005, el 22,9% de la población residente en Engativá ha alcanzado el nivel educación básica primaria y el 37,1% secundaria; el 16,7% ha alcanzado el nivel profesional y el 2,3% ha realizado estudios de especialización, maestría o doctorado. La población residente sin ningún nivel educativo es el 3,2%. El 92,7% de la población de cinco años y más sabe leer y escribir.

La seguridad de la localidad está salvaguardada por la Décima Estación de Policía. Además, cuenta con nueve Centros de Atención Inmediata (CAI), el cual tiene establecida el área de su jurisdicción.

Aparentemente la totalidad de la población tiene cubierta la principal necesidad que es la de habitación. Las viviendas están hechas en ladrillo y tienen techos en teja de asbesto o zinc. Sin embargo, en algunos sectores se presentan problemas por la calidad de la construcción, dado que muchas de ellas se encuentran en obra negra.

 

Los participantes

Los participantes se seleccionaron por muestreo intencional (Martínez, 1997) y se tuvo en cuenta que fueran residentes de la localidad respectiva, pertenecieran a un grupo organizado y hubieran tenido contacto previo con los desmovilizados. En la localidad de Teusaquillo se trabajó con el grupo de Seguridad del Comité de Derechos Humanos de la localidad, el grupo de Asojuntas, el grupo de la Policía Comunitaria y el grupo de Adultos Mayores; en la localidad de Engativá se trabajó con la Policía Comunitaria, el Comedor Comunitario del barrio La Estrada, la Corporación de Adultos Mayores (CACAMEP) y los Conciliadores Comunitarios del Centro de conciliación de la Cámara de Comercio de Bogotá.

En ambas localidades la Policía Comunitaria hace parte del cuerpo de Policía Metropolitana de Bogotá. A diferencia de las divisiones tradicionales de esta fuerza armada, la Policía Comunitaria está pensada en función de la prevención, más que de la reacción frente al conflicto y el delito. Tal y como informaron los participantes, este cuerpo tomó su modelo de la Policía de Proximidad de España y fue adaptado a nuestro contexto, a fin de responder a una crisis de imagen de la Policía colombiana, que se veía cada vez más alejada de los ciudadanos y más involucrada en episodios de violencia con saldos dolorosos en la población civil. Además, se conforma en el contexto del reconocimiento de la corresponsabilidad entre comunidad, autoridad y delincuente frente al delito y tiene el propósito de trabajar con la comunidad en hábitos de autoprotección y de autocontrol frente a posibles acciones antisociales.

Este talante implica que los métodos y las herramientas de acción difieran de las tradicionales, por ejemplo, utilizan la bicicleta en vez de la motocicleta como medio de transporte, pues es más versátil y genera más confianza para el contacto con la gente. Por ende, la Policía Comunitaria recurre al diálogo, a la persuasión y a las herramientas de mediación de conflictos para su acercamiento con la comunidad.

Por otra parte, el grupo de Adultos Mayores de la localidad de Teusaquillo hace parte del Comité Local de Derechos Humanos de Teusaquillo, cuya función es velar como ciudadanos por el respeto de los Derechos Humanos (DD.HH.) en su zona. Este subcomité se reúne con una regularidad de entre una y dos veces al mes, participa con su opinión en diversos asuntos de la localidad y recibe capacitaciones sobre DD.HH. y su promoción a nivel comunitario. No obstante, en las actividades que ellos refieren, también es visible una intencionalidad al encontrar un espacio de expresión, esparcimiento, ampliación de saberes y fortalecimiento de lazos de amistad y confianza. Pareciera, entonces, que este grupo funciona más como un grupo de fortalecimiento endógeno que como un servicio a la comunidad.

El grupo de Seguridad de la localidad de Teusaquillo se define como una de las herramientas de la Personería que ayuda a controlar y a vigilar el cumplimiento de los DDDD.HH. en pro de la convivencia y de la reconstrucción del tejido social de la localidad. Algunos problemas que ellos han identificado como críticos de la localidad son: seguridad en las calles, la llegada creciente de personas desplazadas y la presencia de los desmovilizados. Vale la pena resaltar que a diferencia de los otros grupos, éste aportó información acerca de la convivencia en los albergues.

El grupo de Asojuntas de la localidad de Teusaquillo está compuesto por líderes comunitarios y miembros de diferentes Juntas de Acción Comunal de barrios de la localidad; algunos son profesionales con estudios de posgrado y otros son técnicos con una experiencia laboral amplia en su campo. Cada uno de ellos participa abiertamente en este grupo, pues desde hace un buen tiempo trabajan conjuntamente, tanto en la preparación y ejecución de proyectos, como en la realización de tareas comunes propias de un representante de los intereses de la comunidad. Esta dinámica de trabajo les exige reunirse y comunicarse periódicamente.

Con respecto al grupo de Adultos Mayores de la localidad de Engativá está integrado por destacados líderes de varios barrios de la localidad y desde hace varios años acompañan diversas iniciativas de encuentro entre las organizaciones de adultos mayores que existen en la zona. De esta manera, han propiciado cambios interesantes sobre la figura del adulto mayor como persona activa, dinámica y alegre que comparte tiempo importante no sólo con sus familiares y amigos, sino también con la comunidad. Su motivación y compromiso los ha llevado a realizar varios eventos en los que abren espacios para que participen más adultos mayores de la localidad.

La mayoría de los integrantes del grupo del Comité Usuarios Comedor Comunitario de la localidad de Engativá tiene experiencia previa en trabajo comunitario y han representado a sus vecinos en otros escenarios relacionados con posturas políticas más evidentes. Pero el interés que los convoca se centra en integrar a los padres de familia de los niños y niñas que acuden al comedor diariamente, comprometiéndolos con la obra del comedor y vinculándolos al diseño y realización de diversas actividades.

Finalmente, el grupo de Conciliadores de la localidad de Engativá es un grupo amplio, diverso y comprometido con el trabajo comunitario. La mayoría de sus participantes se destacan por su activa participación en diversos escenarios en los que asumen su papel como líderes.

En este panorama de grupos se identificaron dos tipos de acuerdo con las motivaciones para su conformación. En el primero están aquéllos que se han unido para defender y promover aspectos relacionados con su propio grupo social. Es así como buscan mejorar la calidad de vida del sector social al que pertenecen. En el segundo se encuentran aquellos grupos que se han constituido para prestar un servicio a la comunidad independientemente del grupo etáreo, económico, étnico o de género al que pertenezcan sus miembros o quienes son destinatarios de este servicio. Como se verá más adelante, esta diferencia marcó la posición de los grupos frente a la presencia de los desmovilizados en su localidad.

 

Las claves interpretativas

La investigación indagó en los significados sobre los desmovilizados, sobre el Programa de Reincorporación, la convivencia tanto estructural como cultural, las interacciones, las disposiciones y las expectativas, a partir de los discursos sociales que son construidos por la comunidad receptora.

Este artículo presenta los hallazgos a la luz de la categoría de la convivencia, como clave de interpretación, comprendida desde los aportes de algunos estudios de La Paz. Así, la convivencia es entendida como:

Un contrato social de derechos, deberes y responsabilidades referidos a la satisfacción de las necesidades básicas universales del ser humano, las cuales le permiten llevar una vida digna y libre de cualquier temor, riesgo, precariedad o vulnerabilidad de cualquier especie (Brenes & Vanegas de Trujillo, 2003, p. 129).

Eduardo Ulibarri (2003) va más allá definiendo la convivencia en términos de paz y de forma indistinta hace referencia a Culturas de paz y No Violencia. A partir de este giro, en la investigación se asoció la clásica tipología de Paz de Galtung (2003), con el concepto de convivencia analizándola en los planos cultural y estructural.

Así, convivencia estructural se refiere a las condiciones de vida que suponen la posibilidad de un desarrollo humano en libertad, implica justicia social, solidaridad, libertad de expresión y otras formas de participación y la convivencia cultural hace referencia a las prácticas y a los significados legitimadores de la paz en el sentido de la valoración de un abordaje no violento de los conflictos y el aprecio por la posibilidad de la vida en la diversidad.

Acerca de la forma en que los participantes significaron el impacto de los albergues en la convivencia de su localidad, hubo consenso en la idea de que el cambio fue radical y ubicaron un claro “antes y después” de su apertura. Por razones distintas, en ambas localidades los participantes consideraron que la afectación de la llegada de los desmovilizados en el ambiente de seguridad de su vecindario y su localidad fue notable; asociaron a éste el incremento de la delincuencia y la conflictividad en su zona.

 

La convivencia en el plano cultural

En el plano cultural esta idea de que el cambio con la llegada de los desmovilizados fue radical, estuvo relacionada con dos tipos de significados frente a los recién llegados. El primer significado responde a la percepción del desmovilizado como una amenaza y se justifica aludiendo a su pasado violento. Expresiones como las siguientes, de dos agentes de la policía comunitaria lo ilustran3:

El temor de la gente es que saben que ellos han sido asesinos, que es paramilitar o es guerrillero, pues ha matado, no hay ni uno que no. Entonces, ellos como que tienen el temor de que la gente los señale “el asesino”; entonces, ellos quieren más es demostrar el poderío al salir al barrio [...] (EPCH1).

[...] a parte de que son heridos, son guerreros y guerreros heridos; o sea, ellos son combatientes, a ellos les gusta es la guerra, les gusta la convicción de morir en combate [...] a ellos les gusta es la guerra (EPCH2).

El segundo significado se asocia con la idea del desmovilizado como extraño, como perteneciente a otra cultura y en proceso de adaptación. Así, los participantes aludieron a referentes como la clase social (particularmente en Teusaquillo), el origen rural y la procedencia de otras regiones. Éstas son algunas de las expresiones:

La comunidad nos decía que por qué no les ayudábamos para que esas personas se fueran y los ubicaran en otro lado, que por qué tenía que ser en el sector de ellos, por qué tenía que ser en ese estrato, si ellos deberían estar en otro estrato (TPCH4).

“[...] esos muchachos vienen con muchas cosas del campo, con otras costumbres, ¿sí? Otros dialectos, otras palabras. Entonces, vienen a chocar con estos bogotanos de acᔠ(EPCH2).

[...] ¿usted de dónde es?, ¡ah! ¿Usted es de la Costa? Pa’ la Costa, ¿usted es de tal parte? a tal parte y así es más manejable porque las idiosincrasias de cada región son diferentes, en su propia región lo entienden más lo aceptan más (ECONM2).

Los participantes de Teusaquillo, mencionaron los hábitos, atuendos, gestos, jergas y acentos de los desmovilizados como elementos que los diferenciaba de los habitantes de la ciudad. En las dos localidades se señaló el consumo de drogas en el mismo sentido. Estas alusiones no fueron neutrales, por el contrario, revelaron incomodidad y disgusto:

Se pueden identificar inmediatamente por su vestimenta, [...] como de calentano, chanclas, pantaloneta, por la pinta, además vienen todos como quemados y muchos como que se rapaban [la cabeza] (TASH5).

Están acostumbrados a gritar a escuchar música a todo volumen, esto crea inconformismo en las comunidades en ese sector (TPCH4).

Extendían ropas en las ventanas, eso no se ve en esos sectores que eso suceda; otro problema fue el consumo de alucinógenos (TPCH4).

[...] el cuento del consumo de las drogas se dispara donde están ellos; se multiplica directamente donde están ellos [...] ellos lo hacen ahí en público, delante de los menores, delante de todo el mundo (EPCH1).

Frente a estos significados las personas asumieron predominantemente tres tipos de actitudes: la primera, que se presentó en la mayoría de los participantes, caracterizada por un deseo de tener control de una situación que les parece amenazante, lo cual valida estrategias de persecución y vigilancia extremas e, incluso, legitima el aislamiento temporal.

[...] tenían una idea que a mí me parece fabulosa y es el famoso microchip. Son tantas personas de las que tienen ya el control y saben en dónde ubicarlas (TSTS2H2).

Esas extinciones de dominio las deberían utilizarlas en eso, en hacer granjas, no completamente cerradas, pero sí donde haya control. Sería mucho más fácil para controlarlos (TS2M1).

[...] yo creo que la solución sería una especie, como decir, una especie de campo de concentración, donde durante el día estén construyendo una carretera, los proyectos que tiene el gobierno, túneles, que ellos tengan un turno de seis, ocho horas de trabajo, unas cuatro de estudio y de resto de asesoría profesional (TPCH4).

[...] yo también pienso igual. O sea, no dejarlos pensar (TPCH5).

La segunda, que aunque apareció en todos los grupos fue minoritaria, se caracterizó por el rechazo irreflexivo de la situación y, en consecuencia, por el deseo de cierre de los albergues y expulsión de los desmovilizados de sus vecindades. La tercera actitud, más “benévola”, partía de la insistencia en la adaptación unilateral de los recién llegados a las dinámicas de la ciudad con un presupuesto implícito de que los desmovilizados no tendrían nada que aportar, dada su experiencia al margen de la ley. En este caso se hizo alusión de manera reiterada a un trabajo de cambio a nivel psicológico. En algunos casos se referían a un cambio de mentalidad y en otros a un tratamiento terapéutico para “curarlos de sus traumas”:

Yo pienso que son etapas, primero hay que ellos meterles en ese casete, en ese disco duro, que ellos ya no son militantes, ni son milicianos, ni que son combatientes (TPCH1).

[...] que a los mismos, llámense reinsertados o desplazados se les hicieran unas conferencias de sensibilización, que ellos aprendan a convivir dentro de la sociedad, no a delinquir como están acostumbrados, a exigir y dar maltrato a la comunidad [...] primero como unas charlas de concientización y sensibilización, lo que es volver a vivir en sociedad, el respeto que se debe tener tanto para ellos como para los que los rodean (ECONM2).

Ellos llegan aquí, los ponen aquí y les dan estudio y todo, pero mentalmente ellos tienen algo, algo les quedó. Entonces, eso hay que tratarlos con psiquiatras y psicólogos (EAEAMM3).

[...] una vez que ellos ya estén un poquitico más sanos de su mente y aun digamos en su mismo cuerpo, pues ya de golpe orientarlos a que estudien, que se capaciten, que logren obtener algunos proyectos productivos en diferentes cosas [...] (TSM2).

Únicamente una participante mostró una actitud más integradora, proponiendo un aporte recíproco.

¡Claro! es que todos quieren cambiarlos es a ellos, todo el tiempo estamos pensando en eso [...]. No, es que la solución no es cambiarlos a ellos [...] yo creo que no se trata de cambiar a nadie sino entender cómo es uno en cuanto a ser humano (TASM3).

Es posible comprender estos significados y sus actitudes asociadas a partir de tres contextos de explicación. Por una parte, los estudios de la Psicología Social experimental sobre la formación de prejuicios y estereotipos entre grupos diferenciados (Brown, 1996; Huici & Ross, 1993, por ejemplo) muestran que con éstos se busca el fortalecimiento de la identidad grupal, sobre todo, cuando el otro grupo se considera una amenaza o un invasor. Especialmente en la localidad de Engativá, los participantes buscaron permanentemente diferenciarse de los desmovilizados señalando que la comunidad –por sus características de clase y valores asociados como el trabajo y la honradez– nunca haría aquello de lo que acusan a los habitantes de los albergues.

Otro escenario explicativo, que brinda una visión de contexto, lo proporciona la psicología de la liberación (Martín-Baró, 1989), que nos enseña que la guerra no se da exclusivamente en el campo de batalla, sino que se introduce en la vida cotidiana de la población y reordena lo social, en la medida en que establece modos de relación fragmentadores entre las personas. Por lo tanto, éstos resultan mediados por la desconfianza, por una visión polarizada de la realidad orientada por la lógica del bueno y el malo, por la legitimación del autoritarismo, de la fuerza y de la arbitrariedad como mecanismos para vivir en sociedad. A esto se le suma el efecto deshumanizador que afecta todos los sectores sociales (Samayoa, 1990).

Finalmente, el tercer contexto lo constituye un proceso de desmovilización que se pretende como parte de una estrategia de paz a manera de respuesta a un conflicto armado prolongado. Una falsa transición, un marco legal perverso (basado en la impunidad y una verdad a medias) y un contexto político favorable a la salida militar complican el encuentro entre unos desmovilizados que en el imaginario social representan a los victimarios y una comunidad receptora que puede identificarse con las víctimas o sentirse potencial víctima en un escenario que no garantiza la no repetición. De acuerdo con Lederach (1998), la construcción de la paz y en especial de la reconciliación requiere del encuentro genuino entre las partes y de un “espacio para expresar el trauma y el dolor provocados por lo que se ha perdido y la ira que acompaña el dolor y a las injusticias que han sufrido” (p. 55). Según el autor, esto implica que: “las partes implicadas admitan y reconozcan la legitimidad de esa experiencia es determinante para la dinámica de la reconciliación. Una cosa es conocer, pero reconocer es un fenómeno social muy diferente” (Lederach, 1998, p. 55).

La legitimidad de las víctimas no ha tenido lugar y la ira y el miedo de las comunidades como víctimas (reales o potenciales) no encuentra un escenario colectivo para su expresión. Esto está unido a que la impunidad genera mayor zozobra e incertidumbre y convierte el escenario del encuentro cotidiano en lo que los mismos participantes llamaron “una bomba de tiempo”.

En estos acercamientos comprensivos es posible encontrar lineamientos de trabajo orientadores hacia la inclusión de la comunidad receptora en el proceso de reincorporación de los desmovilizados la vida civil. Uno de estos lineamientos se deriva de los hallazgos de Huici y Ross, (1993), quienes demostraron que las personas utilizan como criterios en la formación de los prejuicios, la valoración emocional y la evidencia empírica. Por lo tanto, es posible alertar acerca del papel que tienen los agentes sensibilizadores y los medios de información, así como la experiencia directa con el grupo de recién llegados, en la actitud positiva o negativa de la comunidad receptora hacia ellos.

La literatura que explora la formación de estereotipos y prejuicios lo hace desde una perspectiva de doble vía, es decir, reconoce el punto de vista tanto del que se forma el prejuicio y del que es objeto de este (Navas, García, Rojas, Pumares & Cuadrado, 2006; Huici & Ross, 1993; Quiles & Leyens, 2003), al poner de manifiesto el círculo vicioso de percepciones y actitudes entre los discriminadores y los discriminados. Así se hace evidente que el trabajo con la comunidad receptora puede ser estéril si de manera simultánea no se trabaja en la sensibilización de los desmovilizados.

 

La convivencia en el plano estructural

En el plano estructural, los participantes de Teusaquillo y de Engativá prestaron especial atención a la necesidad de evitar cualquier situación de riesgo o amenaza a su seguridad física o material que pudiera alterar la cotidianidad en las localidades. Fue posible observar una relación directa entre la percepción de los residentes sobre la alteración de las condiciones estructurales y los significados construidos sobre los desmovilizados y sobre el programa de reincorporación. La mayoría de los participantes sintieron la llegada de los nuevos actores a sus contextos barriales como una afrenta directa del Estado, como un castigo inmerecido que bajo ninguna circunstancia aceptarán, en primer lugar, porque consideraron que no hay suficiente disponibilidad de recursos materiales y sociales para garantizar condiciones de vida digna; en segundo lugar, porque los habitantes del sector se percibieron como víctimas de las decisiones de un Estado autoritario y sordo que no tomó en cuenta a la sociedad compuesta de hombres y mujeres “de bien”; por el contrario, decidió prestar atención a los victimarios que han sumido al país en la pobreza y en la violencia histórica:“prácticamente la responsabilidad del Estado nos las mandó a las comunidades y defiéndanse como puedan” (ECONM1). Otra mujer anotó:“el gobierno viene y los mete ahí sin importarle la comunidad, que hagan y deshagan, ellos no están en vigilancia de ellos” (ECM5).

Con base en lo anterior se planteó una dificultad real para que la comunidad receptora reconociera a los desmovilizados como habitantes de la ciudad y por supuesto de sus localidades, pues fueron vistos como intrusos que seguramente agotarán todos los recursos disponibles y necesarios para garantizar la justicia social y mitigar el impacto de la violencia.

Pero para los participantes, también los recién llegados sufren el impacto de las precarias condiciones de vida. Especialmente en la localidad de Teusaquillo, la comunidad refiere que los albergues estaban acondicionados de manera forzada y que el hacinamiento era una de las características más destacadas de muchas de estas locaciones. Además, varios participantes sostuvieron que uno de los factores que estimulaba el comportamiento delictivo era la falta de dinero de los desmovilizados, pues consideraban que lo que recibían en efectivo era insuficiente para suplir sus necesidades

Los participantes ubicaron la responsabilidad de estas alteraciones estructurales en actores que pueden ser agrupados en tres niveles (macro, medio, micro), de acuerdo con su capacidad de decisión y grado de accesibilidad para los residentes, que de acuerdo con los plantamientos de Lederach (1998) tiene relación directa con los tipos de actores y liderazgos que pueden aportar a la construcción de la paz. Es asi como se ubicaron en el nivel macro aquellos actores con mayor poder de decisión, ya sea por su incidencia social, su representatividad o por su lugar en los sectores sociales determinantes. Lederach (1998) los caracteriza como potenciales negociadores por su alto nivel y visibilidad social.

Aquí se incluyeron las entidades estatales de orden nacional relacionadas con el proceso de desmovilización, integrantes del Gobierno Nacional actual, los Ministerios del Interior y de Justicia y sujetos clave que, en su nombre, desarrollan funciones específicas en el proceso de desmovilización. Todos ellos fueron identificados por la comunidad receptora como directos responsables de las alteraciones de convivencia sentidas a partir del establecimiento impuesto de los albergues en contextos locales y barriales de Bogotá. Esta idea se puede condensar, para Lederach (1998) así:

[...] estos líderes se quedan encerrados en posiciones adoptadas según las perspectivas y cuestiones del conflicto [...] sus puntos de vista son casi estáticos acerca de las soluciones exigidas para resolver el conflicto y son líderes poseedores de poder e influencia significativos, cuando no exclusivos, [...] sus declaraciones tienen enorme peso, tanto en el planteamiento de los problemas como en la toma de decisiones (p. 68).

En este nivel también se identificó la negación de espacios de participación de la sociedad y, por supuesto, de las comunidades receptoras en el ámbito de las decisiones políticas. A partir de esto es posible comprender que esta negación combinada con la ausencia de canales de comunicación efectiva fueron aspectos significados en este contexto como principales causas del conflicto entre la sociedad y el Estado, que sumadas a la falta de claridad en la formulación de un marco jurídico y político, soporte del proceso de desmovilización, acrecentaron las dificultades para construir un camino viable hacia la paz.

En el nivel medio, los significados dieron cuenta del papel asumido por las entidades regionales y locales, así como por actores puntuales de las comunidades, cuya característica central es el rol de mediación entre las esferas de decisión y las comunidades de base. Lederach (1998) ubica en este nivel varias líneas de liderazgo que dinamizan las condiciones para proponer salidas al conflicto en cuestión. Por lo general, estos liderazgos son asumidos por personas muy respetadas que pueden estar ubicadas en sectores oficiales de educación, salud, agricultura protección social entre otros. Tal es el caso del Programa de Atención Complementaria a la Población Reincorporada encargado, entre otras funciones, de tender puentes entre estos dos niveles (macro y micro), razón por la cual establece contacto con redes de colectivos que, por lo general, funcionan informalmente y cuentan con un respaldo social importante.

En esta investigación, sólo el grupo de Asojuntas mostró un conocimiento de las acciones que este programa adelanta y trató de establecer un vínculo más cercano con los demás integrantes de la comunidad, a fin de ampliar su conocimiento sobre los desmovilizados. A pesar del interés de este grupo, los esfuerzos no fueron suficientes para acercar los niveles enunciados. Por el contrario, quedó en el ambiente la percepción de la falta de voluntad de las entidades nacionales y regionales para respaldar a la comunidad receptora afectada en todo este proceso:

[...] ahí es donde es el punto neurálgico quizá más grave, en que el gobierno y no solamente el gobierno sino en el mundo entero en este momento ha delegado y ha creado ciertas figuras para que le pongan la cara a los problemas y ellos evadan esa responsabilidad” (ECONM4).

En el nivel micro, Lederch (1998) ubica a las bases sociales:

[...] a las masas, a la base de la sociedad. [...] Los líderes en este nivel se enfrentan también a la enorme labor de afrontar la crisis en los aspectos cotidianos [...] en muchos casos, el nivel local es un microcosmos del panorama general. Los límites del conflicto se trazan justo por el medio y dividen a las comunidades locales. A diferencia de algunos niveles [...] los líderes de la base conocen y son testigos directos día a día de la animosidad y el odio profundamente arraigados (p. 71).

Es claro que en este nivel se incluyen los mismos participantes de la investigación y la comunidad receptora en su conjunto. La mayoría de los participantes sostienen que la comunidad es víctima de los cambios estructurales derivados de la llegada de los desmovilizados y no asumen responsabilidad alguna en la precariedad a que los recién llegados se han visto sometidos. Más bien, algunos de ellos consideran que lo poco o mucho que los desmovilizados están recibiendo, les correspondería por justicia a ellos:

Siempre he pensado que el programa de desmovilización es una carga para nosotros los ciudadanos, porque de los impuestos nuestros han rentado casas [...] ese dinero ha salido de nuestros impuestos, mientras que esos desmovilizados eran pagados por los terratenientes que los crearon en este momentos [a los] desmovilizados [los] pagamos todos los ciudadanos (TASM2).

No obstante, en este nivel se destacó el papel mediador entre desmovilizados y comunidad, de tres de los grupos participantes: el Asojuntas y los grupos de la Policía Comunitaria tanto de Teusaquillo como de Engativá. Dadas las dinámicas del proceso de desmovilización en cada localidad, los integrantes de estos grupos ejercieron papeles matizados por la necesidad de controlar y manejar a los nuevos habitantes, a fin de garantizar la tranquilidad y la seguridad de la comunidad receptora. Con sus estilos particulares, intentaron acerarse a los desmovilizados de manera más cálida y respetuosa. El alcance de estos acercamientos en términos de la transformación de la relación conflictiva, sólo llegó al nivel del compromiso, con acuerdos sobre cambios en comportamientos puntuales, sin llegar a un nivel de integración entre las partes y mucho menos a una reconciliación. Sin embargo, este nivel de compromiso es importante para crear condiciones de cambio estructural. Comienzan con la apertura de escenarios que favorecen la comprensión de las experiencias que se quieren trasformar y sobre las cuales se pretende intervenir. Si bien es un proceso a largo plazo, los primeros pasos son definitivos para el encuentro posible y constructivo entre los desmovilizados y la comunidad receptora.

Para Lederach (1998) los avances en el plano estructural aportan de manera significativa a:

[...] la comprensión de las condiciones sociales y las causas subyacentes que crean y fomentan las expresiones violentas del conflicto, y promueve abiertamente los mecanismos violentos que reducen la hostilidad, minimizan la violencia y acaban por eliminarla, fomentan estructuras que satisfacen las necesidades humanas básicas (justicia sustantiva) y maximizan la participación de la población en las decisiones que les afecta (justicia de procedimiento) (p. 112).

Un elemento que puede constituirse como potencialidad para un trabajo de sensibilización de la comunidad receptora es el reconocimiento de la mayoría de los participantes de los desmovilizados como personas afectadas no sólo por la experiencia de conflicto armado, sino también por un pasado signado por condiciones de vida precarias y falta de oportunidades de desarrollo. Si bien esta postura está marcada por la desesperanza, merced a la consideración de que pasado esté unido a la experiencia de la guerra imposibilita la reincorporación efectiva; en consecuencia, esto refleja, al mismo tiempo, la humanización del otro:

[...] un reinsertado ante todo es un victimario, pero igualmente creo también que es una víctima de todo el absurdo de este país, de un Estado que verdaderamente no se preocupa por sus ciudadanos y un Estado que no le interesa resolver las cosas, [...] creo que ellos se convierten otra vez en otros instrumentos o continúan siendo instrumentos de mucha gente en este país que tiene mucha plata y que le interesa mantener el Estado de inoperancia del país y de corrupción, de injusticia y de desequilibrio social y demás (ECM6).

Un reinsertado, yo lo denomino, pues una persona que viene de una guerra que no tiene fin, que no tiene causa, vienen y [...] hay unos que pues, cambiaron por voluntad propia y otros porque los obligaron, los que cambiaron por voluntad propia son las personas que quieren cambiar de vida, [...] otros que están allá forzados y que están un tiempo ahí de descanso, después vuelven (TPCH3).

Para canalizar esta actitud humanizadora, la forma más eficaz de trabajo debe incluir encuentros y acercamientos entre desmovilizados y comunidad receptora. Estos encuentros, tendientes a la información y sensibilización, han de trascender las conferencias y los folletos, para incluir metodologías que convoquen y sean significativas y que pueden estar mediadas por la lúdica, el esparcimiento y expresiones artísticas.

Otros aprendizajes de esta lectura de la convivencia en el plano estructural, muestran la necesidad de promover la puesta en marcha de mecanismos de veeduría ciudadana para el programa de reincorporación, con el objeto de disipar la desconfianza frente al manejo de los recursos y frente al cumplimiento de lo ofrecido a sus beneficiarios.

Asimismo, es evidente la urgencia de avanzar en la generación de un marco político y jurídico que garantice la no repetición, combatiendo la impunidad y ofreciendo reparación integral, para que las comunidades receptoras puedan albergar esperanzas en los procesos de reincorporación y disipen su temor de que se traslade la guerra a sus vecindarios.

 

Referencias

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Recibido: 14 de abril de 2008
Revisado: 13 de mayo de 2008
Aceptado: 1 de junio de 2008

 

 

*Correspondencia: Grupo de investigación Lazos Sociales y Culturas de Paz. Correos electrónicos: claudia.tovar@javeriana.edu.co, l.galindo@javeriana.edu.co, leonor.guzman@javeriana.edu.co. Dirección Postal: Carrera 5 # 39-00 Edificio Manuel Briceño, Piso 2, Pontificia Universidad Javeriana, Bogotá, Colombia. Financiación de la investigación: Pontificia Universidad Javeriana, Vicerrectoría Académica. Proyecto No. 2071.
1Aunque ninguna de las dos localidades en las que se desarrolló la investigación (Teusaquillo y Engativá) es considerada como crítica en materia de inseguridad y delincuencia, se ha registrado en ambas un aumento paulatino de algunos delitos como el homicidio, el hurto a personas y las lesiones personales. Frente a este último delito, Engativá ocupó en 2006 el tercer lugar en número de casos reportados (612). La riña callejera constituye la circunstancia en la que se da con más frecuencia el delito de lesiones personales. Y justamente ésta constituye uno de lo hechos más asociados a la presencia de los desmovilizados (Veeduría Distrital, 2006).
2No existe una certeza del número exacto de barrios, debido a que en ocasiones numerosos conjuntos residenciales aparecen como barrios y en otras no.
3Otros participantes hicieron comentarios como estos: “están mentalmente acostumbrados a matar, a violar, a que vio esa china y le gustó y se acostó con ella; ¿por qué? Porque allá lo hacía.” (EAMM3) “Cuando no se les da las cosas ejercen la violencia, esa es su forma de expresión ya normal para ellos y la ejercen en contra de la comunidad y de la misma casa en que están [...]” (ECONM2).

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