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Vínculo

versão impressa ISSN 1806-2490

Vínculo v.1 n.1 São Paulo dez. 2004

 

ARTIGOS

 

A prática psicanalítica hoje: permanências e transformações

 

The psychoanalytical practice today: contiuities and changes

 

La práctica psicoanalítica hoy: permanencias y transformaciones

 

 

Maria Cristina Rojas1

Asociación Argentina de Psicología y Psicoterapia de Grupo - AAPPG

Endereço para correspondência

 

 


RESUMO

Este trabalho situa a Psicanálise como produção sócio-histórica, em constante processo de atualização. Projeta que múltiplas práticas clínicas, como os dispositivos vinculares, tenham como referencial o corpo psicanalítico. Tece considerações sobre as patologias da atualidade, um enfoque situacional da clínica e a modificação dos enquadres. Propõe que o potencial revolucionário da Psicanálise hoje se relaciona, entre outros aspectos, com uma concepção do sujeito e com a temática da ancoragem intersubjetiva e social do psiquismo, que questionam ideologias básicas do mercado, tais como o individualismo e o desamparo.

Palavras-chave: Perspectiva sócio-histórica, Sujeito complexo, Ancoragem intersubjetiva, Situação, Clínica co-construtiva.


ABSTRACT

This article situates the Psychoanalysis as a sociohistorical production that is in a constant process of actualization. It suggests that multiple clinic practices, such as the relational dispositives, have the psychoanalytical corpus as their referent. It then makes some considerations on the nowadays pathologies, a situational approach of the clinic and the transformation of settings. The article proposes that Psychoanalysis’ revolutionary power is linked today, among other features, to a conception of the subject and to the thematic of the intersubjective and social prop of the psyche that discuss some basic market ideologies such as individualism and helplessness.

Keywords: Sociohistorical perspective, Complex subject, Intersubjective prop, Situation, Co-constructive clinic.


RESUMEN

Este trabajo sitúa al Psicoanálisis como producción sociohistórica, en constante proceso de actualización. Plantea que múltiples prácticas clínicas, como los dispositivos vinculares, tienen por referente el corpus psicoanalítico. Realiza consideraciones sobre las patologías de la actualidad, un enfoque situacional de la clínica y la modificación de los encuadres. Propone que la potencia revulsiva del Psicoanálisis hoy se relaciona, entre otros rasgos, con una concepción del sujeto y con la temática del apuntalamiento intersubjetivo y social del psiquismo, que cuestionan ideologías básicas del mercado tales como el individualismo y el desamparo.

Palabras clave: Perspectiva sociohistórica, Sujeto complejo, Apuntalamiento intersubjetivo, Situación, Clínica co-constructiva.


 

 

EL PSICOANALISIS

El Psicoanálisis es una teoría nacida en 1900. Desde entonces parecen haber transcurrido, por los vertiginosos y acentuados cambios sociales, muchos siglos, muchas generaciones. Condiciones diferenciales del mundo afectan la vigencia del Psicoanálisis como práctica: lo exterior versus el valor de la interioridad; la casi disolución de la contraposición clásica entre lo íntimo y lo público; la tendencia a evitar los modos del pensamiento que sustentan procesos elaborativos; la longitud y características de los tratamientos, contrapuestos a la aceleración de la época; la búsqueda de soluciones denominadas “alternativas”; el auge de la medicación; la expectativa de la satisfacción y la mejoría inmediatas, no en el futuro – rasgo tan diferenciado de la postergación del placer propia del sujeto moderno.

Las teorías son producciones históricas y sociales, por ende, toda disciplina ha de actualizarse en un mundo en profunda transformación. En cuanto al Psicoanálisis, ha venido transformándose y es por eso que no hablamos de un muerto: se modificó a partir de distintas líneas de resistencia al pensamiento de lo igual, líneas que devinieron muchas veces creativas. No obstante, también el Psicoanálisis ha perdido la autosuficiencia y requiere la apelación a otras teorías para aproximarse al sujeto y al lazo humano.

Desde su origen constituyó un método terapéutico al mismo tiempo que un cuerpo teórico. No diría hoy que se trate de una práctica clínica, sino que múltiples prácticas clínicas –como los dispositivos vinculares- tienen por referente teórico la teoría psicoanalítica, sus conceptos fundamentales que diferentes líneas podrán enunciar en su singular comprensión del mismo, al punto que actualmente suele hablarse de “distintos Psicoanálisis”. Desde mi perspectiva, inconciente, abstinencia, transferencia configuran conceptos irrenunciables en toda clínica psicoanalítica, y cada uno de los mismos se halla en proceso de actualización. Por lo demás, dejada de lado la compartimentalización de las disciplinas a partir tanto de perspectivas filosóficas como del pensamiento de la complejidad podríamos preguntarnos si acaso alguna de tales prácticas clínicas podrá pretender tener al Psicoanálisis como referente exclusivo.

Operamos con sujetos a su vez sociales e históricos, siempre en pertenencia, entramados en redes sociovinculares, donde se configuran las condiciones sociales, intersubjetivas y subjetivas y el sujeto es producido y productor. Considero así un sujeto complejo, múltiple y multidimensional, en el que emergen diferentes facetas, ya que se constituye de formas diversas en distintas situaciones y pertenencias. Conforma una organización abierta que fluye y va transformándose en el sentido de la producción novedosa, a partir del intercambio constante con el medio y los otros (MORIN, 1994) (ROJAS, 2002). Esta concepción va más allá del sujeto del inconsciente y estas consideraciones desafían también ideas solipsistas que proponen un sujeto aislado, entidad e identidad separada del lazo-con-otros, y desconocen a menudo la producción sociovincular de subjetividad.

En Argentina es preciso señalar un histórico punto de inflexión: la dictadura militar; luego de una etapa de aperturas, en consonancia con la ebullición sociopolítica, marca un fuerte repliegue en el aislamiento de los consultorios que reafirma el solipsismo, al abolir también las prácticas grupales y comunitarias. Desde el punto de vista que voy desarrollando, en cambio, las dimensiones social y vincular no son ajenas al proceso terapéutico ni solamente le ofrecen un marco exterior: constituyen condición intrínseca de la situación analítica, como de cualquier situación humana. De tal modo, nosotros, psicoanalistas, nos pensamos en implicación. Además, nuestras prácticas actualmente se conectan con modelizaciones teóricas diversas, ya que se ha modificado la idea moderna de rigurosidad. Así nos alejamos de las definiciones completas y los saberes totalizantes y permanentes y nos abrimos a las elecciones, la incertidumbre y nuevas formas de creatividad.

La dimensión del apuntalamiento intersubjetivo del psiquismo tal como ha sido desarrollada por R. Kaës, (1992) resulta indispensable para la construcción y el sostén del sujeto. Dicha dimensión se torna peculiarmente frágil en nuestra sociedad actual: rigen condiciones sociales de desprotección, inestabilidad y fragmentación, como rasgos de la sociedad global. El Estado y la ley, que funcionaron como articuladores de las instituciones centrales de la época moderna: familia, escuela, fábrica, hospital, etc., decaen y pierden vigencia como dadores de significación. A nivel social es preciso gestionar redes que configuren novedosas formas de conexión. Ellas contribuyen a generar nuevos sentidos para las “viejas” instituciones, que a su vez se van convirtiendo en otras.

En países pobres, la sociedad desamparante devino en la catástrofe de la masiva exclusión neoliberal, configurando una cruda situación de deterioro socioeconómico dentro de un mundo global transformado. Quienes trabajamos en la clínica psicoanalítica del sujeto, de la familia, de la pareja, de los grupos, hemos ido y vamos conformando abordajes diferenciados y nuevas fundamentaciones conceptuales. Renovar nuestras prácticas en consonancia con los cambios sociales, vinculares y subjetivos es una de nuestras responsabilidades; para ello, creo necesario investigar de modo especial los nuevos modos de producción de subjetividad, así como sus fisuras específicas.

La constitución del psiquismo y sus cambios a lo largo del devenir vital se producen en tramas sociales y vinculares que exceden lo familiar. De tal modo, las formas subjetivas y psicopatológicas asumen características propias de cada época: cuestión a ser tenida en cuenta en los modos de nuestro operar clínico: dispositivos e intervenciones.

 

PATOLOGIAS

En relación con la intensidad y aceleración de las transformaciones han ido emergiendo nuevas subjetividades, lo cual conlleva a su vez novedosas configuraciones psicopatológicas. Patologías y subjetividades que en algunos casos son diversas respecto de las consideradas por el Psicoanálisis y predominantes en la modernidad. Señalaré en relación con esto que una adicción - por tomarla a modo de ejemplo- constituye en la actualidad una patología otra, diferenciada de las adicciones que acompañaron el transcurso humano, cuando al entramarse en lógicas culturales novedosas aparece además como una de las modalidades subjetivas predominantes en nuestro tiempo. Entretejida en la lógica del consumo y el mercado, donde los propios sujetos han de consumir, pero devienen también objetos consumibles, a veces consumidos o desechados (me refiero a la objetalización desubjetivante vinculada a las leyes del mercado). Por otra parte, si aplicamos los paradigmas de la modernidad es probable que formas subjetivas propias de una etapa histórica diferente aparezcan como enfermedad; pongo por ejemplo las concepciones en relación con las diversidades sexuales.

Han ido emergiendo así formas subjetivas y psicopatológicas “otras”, que fueron constituyendo el amplio campo de lo borderline, sobre el cual se centran hoy tantos requerimientos clínicos e investigaciones. El fenómeno de borde, ya no pensado como cornisa entre la neurosis y la psicosis sino como una configuración del psiquismo, al modo de nuestro tiempo se manifiesta a veces lábil, vulnerable, inestable. Configuración no solamente ligada a la psicopatología sino a ciertas formas subjetivas entrelazadas en condiciones actuales productoras de subjetividad.

Para abordar estas configuraciones la idea de un psiquismo centrado en Edipo y represión resultó insuficiente. Narcisismo, identidad, estima de sí devienen cuestiones importantes para pensar al sujeto, además de las señaladas condiciones actuales productoras de subjetividad.

Es así que tales “patologías otras”, junto a nuevos paradigmas que transforman nuestro pensamiento, instalan la mutidimensionalidad en la consideración del psiquismo. No se trata de una desexualización de la teoría sino de su complejización al considerar otros vectores, de manera acorde con otra concepción del sujeto. Tomo como ejemplo en este punto el ahora nombrado desde la psiquiatría ataque de pánico, que en una sociedad caracterizada por el desamparo y el miedo no puede ser pensado sin tomar en cuenta la dimensión social, lo cual no implica una interpretación única y homogénea de toda crisis de pánico, ni tampoco la determinación exclusiva del cuadro a partir de las condiciones sociales. De igual manera, podríamos plantear que la comprensión del ataque angustioso no puede reducirse a la condición sexual. Este “uno u otro” constituye un modo de pensar basado en la disyunción, un modo de reduccionismo que elimina la simultaneidad y diversidad de las condiciones operantes en la situación en que cada crisis de angustia tiene lugar. Pienso en cambio en un psicoanalista que opera en situación, considerando la multidimensionalidad, una diversidad de condiciones y dejando de lado las disyunciones que conllevan reduccionismo.

SITUACION

Quisiera pensar entonces sobre nuestras prácticas y teorías en fidelidad con un pensamiento situacional. De tal modo, en la situación clínica pueden estar presentes: lo histórico del sujeto (lo infantil), lo actual, lo contextual, la dimensión vincular –siempre presente, al menos en la configuración transferencial-, la historia transgeneracional y aquello novedoso que nunca estuvo. Distintas dimensiones que configuran un entramado situacional actual. Conjunto de circunstancias en permanente fluir que da lugar a producciones novedosas. Así, la situación clínica, en la que se va construyendo el vínculo analítico, puede ir generando cambios –nuevas inscripciones- en todos los participantes, también el analista. Todo esto supone importantes cambios en nuestros modos tradicionales de pensar la clínica; con frecuencia hemos examinado lo nuevo y actual, o la condición social, pero al llegar la hora de las explicaciones nos quedábamos solamente con la causa del pasado: los sucederes históricos del infantil sujeto.

Señalo además el cuerpo como dimensión – una más, nunca causa única - ya que esto, aunque incluido en las series complementarias freudianas, en el Psicoanálisis posterior se perdió en gran medida, quizá por la necesidad de combatir un determinismo biologista dañino que, por otra parte, hoy parece retornar. Quizá también por la vigencia del dualismo en el pensamiento moderno.

Dicho de otro modo, caracterizan a cada situación los entrecruzamientos de distintas condiciones de posibilidad: aquellas condiciones socioculturales específicas de cada época y lugar; las que corresponden al sujeto, es decir las operatorias de su psiquismo y también su singular disposición biológica, y las redes vinculares en las que se halla incluido - grupos, instituciones -; también los lazos familiares, que tienen como función primordial la construcción del psiquismo de los descendientes. De esta manera, la familia no es causa única y lineal de las formas subjetivas y sus patologías; es, en todo caso, condición necesaria pero no suficiente. En tanto se trata de una organización abierta entretejida en la trama sociocultural junto a ella operan múltiples dispositivos también productores de subjetividad.

Situación; multiplicidad de condiciones en simultaneidad; co-construcción del vínculo terapéutico; perspectiva vincular en todos los dispositivos, también ligada a la concepción de un sujeto entramado; enfoque de las redes de pertenencia del sujeto; conformación de equipos intra e interdisciplinarios; consideración de las producciones novedosas; la historia entendida como interpretación y entramado actual en situación, no al modo de la compilación de datos certeros y las reconstrucciones cronológicas del pasado; éstos son algunos de los rasgos que caracterizan una visión actual de la clínica psicoanalítica, que hoy sustento. Destaco el carácter de la clínica como devenir co-constructivo; esto es, cada consulta, desde esta perspectiva, asume caracteres particulares, no universales ni predeterminados; es así que la indicación resulta una producción situacional en transferencia, lejos de cualquier posible encuadre generalizado (MORIN, 1994).

Estas enunciaciones conmueven nuestro “Ser psicoanalistas”, y ello interpela de inicio nuestra identidad. Ahora bien, en tanto la identidad es un permanente devenir, una construcción sin punto de llegada o terminación, -con sus innovaciones y sus anclajes o permanencias- ello resitúa nuestras interrogaciones: la cuestión se reformula acerca del “ir siendo” psicoanalista, hoy. “Ir siendo” designa así una deconstrucción/ construcción permanente de esta dimensión identitaria.

 

ENCUADRES

La clínica, sus herramientas y recursos, no son atemporales, tampoco los pacientes, terapeutas y teorías. Ello exige y legitima en los abordajes psicoanalíticos la cuestión de la novedad y la invención. El encuadre psicoanalítico enmudeció – exilió, diría - la realidad social e intersubjetiva del mundo intrapsíquico, y por ende de los consultorios: eran consideradas ruido, desorden perturbador de las emergencias del inconciente, propio de una interioridad que parecía requerir el silencio y la soledad del laboratorio para manifestarse. El encuadre trató aun de disimular la presencia también ineludible del analista como sujeto, uniformándolo en una supuesta neutralidad no implicada, pensándolo a modo de objeto, habilitado para experimentar sólo contratransferencias, y éstas aparecieron muchas veces como supuestamente operables, al modo de procesos concientes regulados por la voluntad de un sujeto analista pleno, casi sin más escisión que sus “puntos ciegos”, resabio este del racionalismo todavía expresado en algunas vertientes del corpus freudiano.

Los cuidados encuadres de vez en cuando se vieron sacudidos por irrupciones masivas de una realidad que ahora muchos proponemos reconocer en su dimensión de psiquismo, aun cuando no por ello se aquietará como desestabilizante ¿es que algunas condiciones pueden ser eliminadas como ruido o disrupción, no son esas las condiciones de movimiento que hacen a la vida misma? En relación con esto he venido, junto a otros, proponiendo también algunas ideas en relación con la posible movilidad de los encuadres (MATUS & ROJAS, 2000).

Desde este punto de vista que pone de relieve la singularidad y multiplicidad de los abordajes y los procesos constructivos y situacionales la elección inicial de un determinado encuadre de trabajo (individual o vincular) puede modificarse cuando los singulares desarrollos de un proceso analítico así lo demanden, al haberse generado nuevas condiciones. Cualquier variación, estable o transitoria del encuadre, se ve habilitada por la cuidadosa interpretación, por parte del analista, de las producciones emergentes en el dispositivo en que se encuentra operando.

Para finalizar, una última reflexión ¿dónde situar hoy entonces la potencia revulsiva del Psicoanálisis? Ya no parece centrarse en la sexualidad infantil, como en la Viena del 1900, cuando asestó un fuerte golpe al mito de la infancia propio de la época. O en la rehabilitación de una irracionalidad tan diferenciada del auge de la razón moderna, o aun en el rescate, en el concepto de transferencia, de la coparticipación del analista, mientras la rigurosa objetividad positivista eliminaba el factor subjetivo. Pienso en cambio que cobran especial relieve otras cuestiones, entre las cuales pretendo jerarquizar en este artículo dos temas que he mencionado: tanto la concepción del sujeto en tramas como la temática del apuntalamiento intersubjetivo y social del psiquismo, ya que todo ello, según entiendo, cuestiona ideologías básicas del mercado tales como el individualismo y el desamparo. Junto a esto, dar lugar a espacios de reflexión en plena urgencia. Construir el lazo en el desvínculo. Impulsar la conformación de nuevos sentidos en medio del sin-sentido y la fragmentación. Habilitar el subjetivarse en el imperio de la objetalización es posible, en fin, si nuestro análisis analiza los elementos objetalizantes puestos en juego en el sistema social actual. Por el contrario, el desconocimiento de la dimensión de afectación, del paciente y propia, también ejerce un efecto cercenante en la subjetividad de quien desmiente (quizá el analista).

 

REFERÊNCIAS BIBLIOGRÁFICAS

KAËS, R.: Apuntalamiento múltiple y estructuración del psiquismo, en Revista de Psicoanálisis de las Configuraciones Vinculares, Buenos Aires, XIV, ¾, 1991, p.23-51 y XV, 2, 1992, p.15-34.

MATUS, S., ROJAS, M.C.: “Clínica de las redes”, Actas Jornada FAPCV, Buenos Aires: 2000; p.485-491        [ Links ]

MORIN, E.: La noción de sujeto, en Nuevos paradigmas, cultura y subjetividad, Buenos Aires: Ed. Paidós, 1994; p.67-86        [ Links ]

ROJAS, MC: Clínica en la crisis, en Revista de Psicoanálisis de las Configuraciones Vinculares, Buenos Aires: XXV,2, 2002; p.91-121.        [ Links ]

 

 

Endereço para correspondência
Maria Cristina Rojas
Vuelta de Obligado 2912, C.P. 1429
0114701-3303 Capital, Argentina

E-mail: mcrojas@sion.com

 

 

1 Lic. em psicologia. Miembro de la Asociación Argentina e Psicolog[ia y Psicoterapia de Grupo - AAPPG.

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