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Psicologia para América Latina

versión On-line ISSN 1870-350X

Psicol. Am. Lat.  n.10 México jul. 2007

 

LA CIUDAD Y LA PSICOLOGÍA

 

La ciudad: una trama de lugares

 

 

Pablo Páramo

Universidad Pedagógica Nacional - Bogotá, Colombia

 

 


ABSTRACT

The aim of this theoretical paper is to review the two most notorious tendencies in studying the urban environment, the pessimistic, which explore the negative impact on health, social relationships, safety and stress levels, and the positive, with special reference to the value of the city in educating people and living cultural experiences. By analyzing the new theoretical and applied tendencies in the environmental psychology field the work conclude with some suggestions on research problems, the need of theoretical development for integrating theories in environmental psychology and promoting psychologies involvement in planning urban policies.

Keywords: Environmental Psychology, Place Theory, Urban Identity, Urban Cognition, Public Space.


RESUMEN

El propósito de este artículo de carácter teórico es el de revisar las dos tendencias predominantes en los estudios sobre el ambiente urbano. Por una parte la pesimista, la cual explora el impacto de vivir en la ciudad sobre la salud, las relaciones sociales, la seguridad y los niveles de estrés. Por otra, se exploran los estudios con referencia especial al valor educativo de la ciudad para las personas y la oportunidad que ésta brinda para vivir experiencias culturales. Mediante el análisis las nuevas tendencias de carácter teórico y aplicado en el campo de la psicología ambiental el trabajo concluye con alguna recomendaciones acerca de problemas de investigación, la necesidad de desarrollar teorías integradoras en psicología ambiental y promover la participación de los psicólogos ambientales en el proceso de planeación urbana.

Palabras clave: Psicología Ambiental, Yeoría del Lugar, Identidad Urbana, Cognición Urbana, Espacio Público.


 

 

Introducción

La ciudad es donde pasan las cosas y se forma la identidad cultural de los ciudadanos. El género, los nuevos conocimientos y las nuevas pautas de relación entre los individuos, se adquieren en la ciudad. Ella condiciona nuestra manera de actuar y por ello decimos que nos da una identidad urbana. Es en la ciudad donde han florecido las principales ideas, se han dado los principales logros culturales, quizás por los múltiples contrastes y la diversidad que la caracterizan, de ahí la importancia de identificar las contingencias que regulan la vida de los urbanitas.

El propósito general de este trabajo es mostrar cómo los habitantes de una ciudad evalúan y experimentan la ciudad como totalidad a partir de la experiencia de lugares. Si bien se sostiene el argumento de que su estudio debe ser interdisciplinario, este ensayo enfatiza en las aproximaciones psicológicas con un enfoque transdiciplinario como es el caso de la psicología ambiental desde el cual se han hecho aportes importantes a la comprensión de la experiencia urbana.

 

El miedo a la ciudad

Durante mucho tiempo se hizo predominante en la investigación urbana identificar los aspectos negativos de vivir en las grandes ciudades. Los trabajos de la sociología y la psicología durante buena parte del XX sugieren que muchas de las condiciones de la vida urbana como el alta densidad poblacional, el ruido, la polución, la necesidad de hacer uso de transporte masivo tienen la capacidad de generar estrés. Los académicos que vislumbraron el crecimiento poblacional en las ciudades durante el siglo XX al parecer querían advertir del riesgo que esto implicaba para la salud de sus habitantes. Por ello exploraron en términos principalmente estadísticos las correlaciones entre vivir en la ciudad y el campo con respecto a la delincuencia, prostitución, enfermedad mental, vandalismo, adicción a las drogas etc. Basta citar algunos trabajos en los que se señalan algunos de estos efectos negativos de la experiencia urbana: el estrés y la ciudad (Dosh 1961, Webb y Collette, 1977); segregación de homosexuales (Hounfreiz 1970), hacinamiento (Baldasare, 1983); segregación de la mujer (Drucker y Gumpert, 1997, Franck, 2002), vandalismo, crimen en las calles, ruido y otros tipos de polución (Sterlier y Huggens 1983). Tal tipo de investigaciones pretendían explicar cómo el vivir en la ciudad es responsable de estrés psicológico, problemas sociales y en general una disminución de la calidad de la vida de los habitantes de la ciudad.

La investigación en el campo de la psicología sobre los asuntos urbanos se ha caracterizado por mirar las influencias negativa del medio urbano sobre el comportamiento, entendiendo la ciudad como el medio. Esta visión fue heredada de la sociología y sus teóricos más influyentes quienes conformaron la escuela de Ecología Humana de Chicago como: Park, Wirth, Burgess, a comienzos del siglo XX y en quienes se refleja un marcado interés por estudiar las influencias urbanas como el hacinamiento sobre aspectos como la enfermedad mental, el aislamiento y los conflictos entre las personas. Ya decía Park que la ciudad más que el conjunto de edificaciones, avenidas, luces, sistema de transporte, es un estado de la mente, un conjunto de tradiciones y costumbres trasmitidas con su tradición. Se comenzaba así el estudio de las consecuencias psicológicas de vivir en el ambiente urbano por parte de la sociología. Más recientemente otros sociólogos y geógrafos como Lefevre, Harvey y Castells muestran un mayor interés por evidenciar las distintas maneras de apropiación del espacio y llamar la atención sobre las desigualdades sociales en las grandes urbes. Para Harvey las ciudades han sido fundadas sobre la explotacion de muchos por parte de pocos (1973). Y Castells (1988) critica el concepto de cultura urbana por cuanto homogeniza a la población mostrándola integrada disfrazando la división de clases.

Uno de los primeros psicólogos en aproximarse a la experiencia urbana desde su totalidad fue Milgram (1970) quien describió la vida en la ciudad como una sobrecarga de estímulos que sobrepasa la capacidad del procesamiento cognoscitivo de sus residentes y que se refleja en el aislamiento social, el hastío y la agresividad en muchos casos como escudo protector para esta sobrecarga de estimulación. A este respecto el trabajo de Milgram (1970) y siguiendo al sociólogo Simmel (1905), caracteriza la personalidad urbana como racionalista y fría. Enfatiza en las variables que había identificado Wirth (1938) como principales características de la ciudad: el tamaño, la densidad y la heterogeneidad, variables demográficas externas al individuo que son las responsables de lo que denominó la sobrecarga responsable de la incapacidad para procesar la diversidad de estímulos o la protección mediante estrategias psicológicas que minimizan el tiempo de atención a los estímulos del ambiente, desatención a estímulos considerados menos importantes, replanteamiento de cómo relacionarse con los demás, cancelación de inputs o información que no pueda manejarse. Como psicólogo, Milgram trata de colocar la explicación de estas formas de actuar ante el ambiente dentro de procesos internos pero también como mecanismos adaptativos o de afrontamiento a ambientes complejos.

Para validar la hipótesis o los argumentos sobre las riesgos de vivir en la ciudad, se adelantaron varios estudios comparativos entre la ciudad y el campo alrededor de aspectos tales como la incidencia de enfermedades mentales, en los que predominó el énfasis en la densidad poblacional como factor determinante de muchos de los problemas que enfrenta el urbanita lo que lleva a Milgram a definir la ciudad como un asentamiento relativamente importante, denso y permanente, de individuos socialmente heterogéneos, definición en la que enfatiza el tamaño, a densidad y a heterogeneidad. Características estas que inciden en unas relaciones impersonales, segmentadas, superficiales y antisociales pero que además inciden en la responsabilidad social, el altruismo, la búsqueda del anonimato y la manera como se representan el espacio.

Los estudios que comparaban la vida del campo con la ciudad mostraban una mayor incidencia en trastornos psiquiátricos en el ambiente urbano en comparación con el campo en donde existe una estructura social más sólida y mayor claridad en los roles sociales. Algunos como Faris y Dunham (1939) y Burguess (1925) llegaron a proponer una distribución espacial para distintos tipos de trastornos dentro del perímetro urbano. Sin embargo al comparar los estudios se encuentran resultados contradictorios que no permiten llegar a una conclusión clara al respecto (Quinn, 1940, Bastide, 1975). Más bien lo que sí se podría afirmar es que es bastante probable que en la ciudad se encuentre mayor incidencia de este tipo de problemática pero debido a los aspectos de medición los cuales son más fáciles de abordar en las ciudades como también debido a procesos migratorios de individuos que padecen algún tipo de problemática mental quienes se desplazarían a la ciudad para conseguir mayor asistencia a sus problemas. De tal suerte que no se puede culpar a la ciudad de la producción de este tipo de trastornos.

Específicamente se ha atribuido a la densidad poblacional la alta incidencia de criminalidad, deficiencia en conductas interpersonales, estrés y otras problemáticas sociales (Baum y Paulus, 1987). Así, se atribuye a esta condición poblacional el alcoholismo, la drogadicción, las desviaciones sexuales. Moser (1992) por ejemplo examina los distintos estresores urbanos que enfrentan los habitantes de la gran ciudad como consecuencia de la alta densidad poblacional, sobre las actitudes de agresión, las relaciones personales, la memoria, las competencias, las emociones y la salud, sobre las condiciones del ambiente de la ciudad que potencializan el estrés y sus efectos a partir de la sensación de pérdida de control en modificar las consecuencias, a partir de la idea de Seligman de la resignación aprendida. Para Moser dichas reacciones son mediadas por varios factores dentro de los que se incluye la motivación, la habituación o capacidad de adaptación, el apoyo social y las características de la situación (posibilidad de ejercen control sobre ellas). El estrés de vivir en la ciudad resulta de lo amenazante que resultan ciertos estímulos del ambiente y de la inhabilidad para afrontarlos o de ejercer control sobre las situaciones complejas que genera la ciudad: las presiones de tiempo, la necesidad de seguir muchas reglas para desenvolverse en el espacio, etc.

Buena parte de los estudios que han sido en gran medida desvirtuados al comparar los índices de estas problemáticas con países altamente poblados como los asiáticos en donde los resultados contradicen los planteamientos iniciales (Mitchell, 1961). Al parecer la inconsistencia en los resultados de los estudios sobre hacinamiento y estrés se puede atribuir a que no es lo mismo hablar de densidad poblacional que de hacinamiento pues la densidad se refiere principalmente a la proporción de personas en el espacio mientras que el hacinamiento a un asunto de carácter eminentemente psicológico que tiene que ver con la demanda de espacio que excede el disponible por parte del individuo (Stokols, 1972a ) o un asunto de percepción de posibilidad de ejercer control sobre éste (Páramo 2004ª).

En cuanto al delito, las ciudades se asocian con una alta tasa de delitos comunes y en particular de la población joven involucrada (Dunn, 1980, Fabrikant, 1979). Otros estudios muestran que la alta criminalidad en ciertos lugares de la ciudad está asociada a la falta de control de las autoridades y donde el criminal tiene mayores posibilidades de éxito (Taylor y Gottfredson, 1986, Taylor, 1987. Los delincuentes según estos estudios prefieren los lugares estrechos y oscuros, con árboles y fuera de la vista de personas y con rutas de escape). El trabajo de Hunter (1978) identifica el deterioro ambiental y la presencia de vagabundos y los lugares que son identificados por las personas como misteriosos (Herzog y Smith, 1988), como una señal de riesgo para ser asaltado, síndrome que se conoce como el de las "ventanas rotas". Brantingham y Brantingham (1991) elaboraron un modelo de distribución del delito en el que contemplan la distribución de los delincuentes, dónde residen y cuáles son sus patrones de movilidad urbana; la distribución de víctimas potenciales, los espacios conocidos por el delincuente entre otros, factores que contribuyen a la estimación del éxito o fracaso del delito. Así muchos estudios se dedicaron y aún lo hacen a explorar el miedo como una condición de la vida urbana y a proponer modelos teóricos para disminuir el riesgo de ser víctimas como en la propuesta de Newman sobre espacios defendibles (1972) que incluye el diseño que da la sensación de estar siempre bajo vigilancia colocando ventanas falsas sobre corredores e iluminando los lugares por donde transita la gente. Sin que esto demuestre que es el ambiente urbano como tal el que lo genera.

De la misma manera la afirmación de que la ciudad genera aislamiento social, poco altruismo y desconfianza entre otros aspectos, también ha generado resultados contradictorios. Mientras que algunos estudios muestran que en la ciudad es menor el contacto con vecinos y extraños otros muestra que la conducta de auxiliar a alguien es más frecuente en las ciudades.

La patología que han querido mostrar algunos por vivir en la ciudad parece más una afirmación con un respaldo empírico relativoa a la cultura en la que se realiza el estudio. Es curioso que las diferentes estrategias a las que han recurrido los investigadores sean vistas principalmente desde la patología social. Por el contrario, en las ciudades modernas las situaciones sociales les dan la oportunidad a las personas de desarrollar nuevos intereses y nuevas actividades. Los grupos sociales elaboran nuevas estrategias cognoscitivas que aunque pareciera conllevar un relativismo de valores a primera vista, colocan sus propias formas de resistencia contra los aspectos negativos de vivir un comportamiento social sin normas. Aunque se asume a menudo que el hacinamiento tiene efectos negativos sobre el comportamiento humano, también debe considerarse los efectos positivos que tiene la diversidad de estimulación y novedad de los estímulos que ofrece una gran ciudad. Poca atención le han puesto los investigadores a la visión de la ciudad como un sistema de lugares con oportunidades para el aprendizaje.

 

La ciudad como ambiente de aprendizaje y socialización

A pesar de las dificultades ya señaladas por los urbanistas y los riesgos de vivir en una gran ciudad, existen grandes recursos y beneficios en vivir en los grandes centros urbanos de los cuales podemos valernos. En las ciudades se dan las principales áreas de desarrollo cultural, científico y tecnológico que empiezan a afectar la forma de vida de los habitantes. Se encuentran giualmente las universidades, las mayores fuentes de empleo y de desarrollo económico y constituye adicionalmente un ambiente excitante en diversidad de opciones de todo tipo al que aparentemente no estamos dispuestos a renunciar.

Es por esto que ha habido desarrollos importantes a nivel teórico y de intervención desde una visión optimista para entender la experiencia urbana. Tal es el caso de: la Imagen de la Ciudad (Lynch 1965); Where learning happens, Carr y Lynch, 1968; Ciudad Educadora, Barcelona 1990; La Citta Sostenible, Lorenzo, 1998; La Citta del Bambini, Tonucci,1997; La Ciudad Conquistada, Borja, 2004; y El significado de los lugares públicos para la gente de Bogotá (Páramo, 2004 a y b). Estos planteamientos abordan tópicos que van desde la propuesta de construir espacios públicos que contribuyan a los encuentros de las personas y la participación hasta la utilización de las instituciones de la municipalidad como recurso para la formación ciudadana. El Movimiento de Ciudad Educadora (1990) por ejemplo, ha promovido la idea de que la ciudad en su totalidad puede organizarse para proveer oportunidades educativas: la ciudad puede planearse según esta perspectiva, como un lugar diseñado a propósito para el aprendizaje y el crecimiento personal del ciudadano. Así, las ciudades se constituyen en un recurso educativo ya que en ella se encuentran las universidades, los museos, las escuelas, etc. Como agente educativo, la ciudad suministra diversas oportunidades para socializar y para la educación no-formal, pues ofrece una amplia gama de información &–desde señales informativas hasta monumentos históricos. Y como objeto educativo, la ciudad puede verse como un elemento importante en sí mismo para aprender de ella: su arquitectura, estructura y su historia (Trilla 1989).

Este es el punto de partida para recoger algunos estudios que muestran otras dimensiones de la manera como interactuamos con el ambiente de la ciudad y con quienes nos relacionamos.
Espacio público
Un escenario en el que se entrecruzan distintos aspectos de la vida urbana como la economía, la planeación urbana, la búsquda de la equidad, el género, las relaciones entre la ciudad y el ambiente natural, es el espacio público, quizás por esto ha llamado la atención de investigadores de distintas disciplinas en los últimos años y por supuesto de los administradores municipales.
Jane Jacobs por ejemplo caracterizó la vida urbana en términos de encuentros entre extraños principalmente, que aunque superficiales pueden ser satisfactorios (Jacobs, 1961). La autora exploró la vida en las calles mostrando la dinámica que se crea en ellas a partir de la interacción entre vecinos lo cual genera en el individuo una sensación de apoyo en la comunidad que da lugar a la confianza. Esta confianza se forma con el tiempo, a partir de muchos y pequeños encuentros entre la gente que transita por las aceras. Hizo reminiscencia del valor de las aceras para este tipo de encuentros casuales e informales que no son de la misma calidez de los que se encuentran en los conjuntos cerrados, para el juego y los intercambios comerciales entre personas. La vida social en la calle ofrece aspectos positivos pues se asocia con relaciones sociales más cálidas, una experiencia de disfrute o descanso de los distintos estresores urbanos.

Por otra parte, Carr, Francis, Rivlin y Stone (1992) centran su trabajo sobre el espacio público en la identificación de fuerzas que impulsan a los individuos hacia las actividades en espacios abiertos y en los derechos que tienen las personas en el espacio público. Entre las fuerzas que motivan la vida en público señalan el papel del clima y la topografía como condicionantes muchas veces de las actividades en los escenarios públicos abiertos, el bagaje cultural que hace de la actividad social un aspecto predominante en ciertas culturas, la función para satisfacer necesidades básicas de una sociedad (los caminos para desplazarse o los lugares para protegerse de los cambios climáticos, para proteger a los miembros del grupo o para facilitar los intercambios comerciales), la vida pública simbólica se constituye en otra fuerza importante. Se trata de los significados compartidos que ocurren en público; las experiencias espirituales y místicas de una sociedad, la celebración de los eventos pasados como los días sagrados o nacionales y los eventos históricos que ameritan alguna celebración. Otras fuerzas identificadas por los autores son: el sistema social, político y económico. Uno de los primeros derechos que se pierde en un gobierno totalitario es el de reunirse en público incluyendo el derecho a hablar o a reunirse en público. Muchos acontecimientos trágicos para la sociedad latinoamericana, por ejemplo, han ocurrido en el espacio público, como los asesinatos de líderes políticos, de estudiantes o de policías. La economía influye igualmente en la disponibilidad y accesibilidad del espacio público incidiendo directamente en la cantidad de vendedores ambulantes en las calles, también la cantidad de desempleados, desplazados e indigentes. Desde nuestro acervo filogenético también es posible decir que la atracción de las personas hacia los rasgos naturales del ambiente contribuye a sostener la vida pública. La vegetación, los lagos, los ríos, los árboles de las calles y los jardines representan partes valiosas de las ciudades. En muchas sociedades los parques invitan a la gente al espacio público a través del diseño que evoca cualidades naturales. Estos elementos cumplen una función restaurativa importante (Páramo. Arias, Melo, Pradila y Pabón, 1999b) al ofrecer oportunidades para que diferentes grupos se encuentren en formas positivas; la vida pública o en el espacio público ofrece alivio del estrés del trabajo al suministrar oportunidades para el entretenimiento, la recreación y el contacto social. De igual manera la gente hace uso del espacio público en busca de estimulación; van a satisfacer la curiosidad por lo desconocido lo que explica las visitas a los sitios que representan novedad como las ferias o los viajes a lugares donde el paisaje es desconocido o se puede encontrar novedad.

Al identificar los derechos que tienen las personas sobre el espacio público Carr y cols., se apoyan en el trabajo de Lynch (1972) para desarrollar en mayor detalle los derechos que las personas tienen sobre el espacio público. Llaman la atención sobre la accesibilidad tanto física, visual como simbólica, la libertad de acción, el derecho a reclamar o a ejercer cierto grado de control sobre el espacio y a cambiarlo al menos temporalmente para conseguir las metas que las personas buscan en el espacio público.

Igualmente el espacio público viene siendo visto como un recurso importante para la formación del ciudadano y de ahí la importancia de tomarlo como escenario de estudio. Dentro de esta perspectiva se reconoce el valor que puede tener para ofrecer oportunidades educativas para aprender de la ciudad y aprender en los lugares públicos las reglas de convivencia entre extraños (Páramo 2004a). La vida pública de carácter cultural por ejemplo se facilita en el recuento de la historia cultural reflejada en los monumentos, calles, plazas y otros elementos del espacio público. Estos elementos como los que se ha erigido a la memoria de Juárez, Bolívar o Sanmartín y los que se podrían redescubrir de las historias perdidas de los ciudadanos comunes y corrientes (mujeres, niños, esclavos) sirven para evocar conexiones a los eventos pasados que estimulan sentimientos de orgullo nacional y contribuyen a la identidad con la ciudad (Páramo 2002), definen en buena parte la pertenencia de los individuos a los grupos a nivel nacional como los de ciudadanía o local, como la pertenencia a un pueblo o a un vecindario.

A partir de la tesis de que las personas hacen uso de los espacios convirtiéndolos en lugares dotados de significado, el trabajo de Páramo y Cuervo (2006) y Salazar (2003), vienen realizando estudios históricos de los usos y experiencias de la gente común sobre el espacio público con el fin de aumentar su significado y contribuir con ello a una mayor apropiación con dichos lugares y por consiguiente al fortalecimiento de la identidad urbana. Para ello los investigadores se remiten a crónicas, novela histórica, periódicos, acuarelas y fotografías para recoger la información histórica sobre eventos rutinarios, acontecimientos y sus protagonistas en los distintos lugares públicos y finalmente proponer diseños espaciales que contribuyan a recuperar esta memoria y a fortalecer la identidad urbana mediante el contacto con la historia social situada en el espacio público de las ciudades.

 

Comportamientos Urbano Responsables

Otros tipo de estudios psicológicos ampliamente conocidos se han orientado a buscar soluciones a los problemas ambientales que se generan en las ciudades, dentro de los que se incluyen investigaciones que buscan minimizar el impacto de ciertas conductas sobre la contaminación atmosférica, la producción de desechos y el consumo de recursos energéticos no renovables. Los estudios en este campo dan evidencia a favor de las técnicas de modificación de conducta como la retroalimentación, la aplicación de sanciones económicas, el refuerzo positivo y negativo, el modelamiento,etc., para desestimular el uso del vehículo e incentivar el transporte colectivo, promover el uso de material reciclado, ahorrar agua y energía, con resultados muy positivos cuando se han aplicado en varias ciudades del continente en momentos de crisis. Para una competa revisión de estos trabajos ver: Stern y Oskamp (1987), Geller (1987), Everett y Watson (1987), Suárez (1998) y Corral (2002).

Aunque estos trabajos se han centrado en investigar la manera como los aportes de la psicología pueden contribuir a mitigar el impacto que muchas accionelas provocan sobre el ambiente, sus potencialidades van más allá cuando se mira el contexto urbano y se evidencia la necesidad de formar conductas que contribuya a la convivencia entre extraños, situación típica de los grandes centros urbanos. Por ello resulta conveniente llamarlos Cmportamientos Urbanos Responsables para incluir no solamente aquellas conductas ecológicamente relevantes en la solocuón de problemas ambientales sino todas aquellas otras que conductas que facilitan la organización social de una ciudad como el respeto por las normas de tránsito, (señalización, respeto al peatón), el uso apropiado del espacio público, (respetándolo como un bien común), el acatamiento de las reglas de convivencia entre extraños, el cuidado de monumentos y en general de los lugares públicos para el disfrute colectivo.

 

La mujer y el espacio urbano

Los estudiosos del género evidencian la manera como las mujeres, desde su edad infantil van asumiendo comportamientos y actitudes diferentes con respecto a los hombres para relacionarse con el espacio. Dichas diferencias varían histórica y culturalmente de acuerdo a la edad, la clase social, la religión, y el rol social. En este contexto algunos investigadores han considerado importante investigar la manera como las mujeres experimentan el espacio público y las representaciones o formas de relación que establecen con los extraños en distintos escenarios o lugares urbanos.

Los trabajos en este campo han permitido identificar una serie de dificultades que las mujeres encuentran en el ambiente construido actualmente, las cuales se asocian al aparecer de forma significativa de acuerdo con su edad, su orientación sexual, lugar de residencia y muchas otras circunstancias individuales y culturales, que resultan claves en las identidades masculinas y femeninas al igual que en la división del trabajo, como lo describe muy bien Franck (2002).

Los estudios recogidos por Drucker y Gumpert (1997) tratan de explicar las diferencias de género en relación con usos del espacio público a partir de la tradición cultural e histórica que muestra que los espacios de las mujeres han sido equiparados con espacios privados, siendo los espacios públicos el espacio de los hombres. En este sentido, hay una oposición simbólica entre la casa y el resto del mundo, lo femenino es la esfera opuesta a lo masculino que corresponde a la vida pública, de tal manera, que el rol de la mujer se asocia principalmente con la casa. Al asumirse que el lugar de habitación de la mujer es la casa, con seguridad esto ha incidido de manera significativa en la forma en que se moldean el diseño y uso de esos espacios para hacerlos significativos y comprensibles desde los patrones sociales que se le imponen a la mujer y por consiguiente la planeación del los espacios públicos se hace desde una visión de uso principalmente masculina (Duncan, 1996).

Esto es el resultado de la tendencia a dividir los ambientes en sexualmente asimétricos, entre lo privado y lo público y pareciera mantenerse hoy en día en una variedad de formas en los países musulmanes y latinoamericanos. División que contribuye a restringir la movilidad de la mujer en el espacio público y a prevenirlas de participar completamente como trabajadoras y como ciudadanas.

 

Cognición urbana:

En este campo el interés se ha centrado en explorar la manera como se forman las representaciones del ambiente urbano, de qué manera abarca el individuo en su mente la cantidad de percepciones urbanas y experiencias relacionadas cómo almacenamos esta información, cómo la recuperamos y cómo la usamos? Qué tipo de información extraemos del ambiente, cómo podemos representar dicha información de tal manera que sea significativa para otros, qué relación existe entre cognición ambiental y conducta espacial? (Canter, 1995, Golledge, 1987, Aragonés, 1998), cómo manejamos tanta información en un ambiente tan complejo como es la ciudad? Y de qué manera estos estudios aportan en la planeación urbana? La cognición espacial es particularmente relevante en los estudios urbanos por cuanto resulta importante investigar la orientación espacial, navegación o desplazamiento y por las grandes distancias que se tienen que transitar. Este tipo de preguntas han dado lugar a áreas de investigación que incluyen el mapeo cognoscitivo, que se refiere al proceso mediante el cual se llega a una representación espacial conocida como mapa cognoscitivo, término que se acuñó de los primeros trabajos de Tolman quien propuso el término para explicar la manera como ratas podían resolver problemas de aprendizaje en laberintos, y el uso de estos mapas en la orientación espacial; la imagen de la ciudad (recuperación y representación de imágenes de la ciudad a partir de dibujos que representan los que diferentes tipos de población llevan en su mente y contrastación entre tales representaciones con las configuraciones objetivas); el conocimiento de rutas la orientación espacial ( la manera como un individuo traza su ruta para ir de un lugar a otro y la manera como resuelve la tarea de encontrar la ruta); la manera como se orientan las personas con necesidades espaciales como los invidentes, sordos, personas adultas-mayores y con dificultades cognoscitivas y estudios transculturales (diferencias sociales en las representaciones urbanas, significado religioso de ciertos lugares para diferentes culturas, etc.). La información recolectada en este campo de investigación ha dado lugar a una mejor planeación urbana en el diseño de mapas para turistas, mapas de diseño de rutas de transporte, señalización en la ciudad, nomenclatura de la ciudad, formas de enseñar la orientación espacial o la creación de una gramática espacial, etc.
La experiencia urbana: una trama de lugares:
Pero los aportes de la psicología no son sólo de carácter aplicado, los hay igualmente de carácter teórico, conceptos o categorías con los que se trata de atrapar la experiencia urbana. Tal es el caso de conceptos como los de territorialidad, privacidad y apropiación del espacio, entre otros.

Central a la teoría de la experiencia urbana está el concepto de "lugar". El cual se propone como "la unidad básica de análisis" para el estudio de las relaciones de los individuos con el ambiente. "La gente siempre sitúa sus acciones en un lugar específico y por consiguiente, la naturaleza de ese lugar, asi especificado, es un ingrediente importante para aumentar nuestra comprensión de las acciones humanas y nuestra experiencia¨" (Canter, 1986). Con el concepto de lugar el ambiente deja de verse simplemente como un conjunto de estímulos que afectan la conducta y a ésta como una reacción a dichos estímulos.
Al estudiar las relaciones de las personas con el ambiente urbano es posible argumentar que quienes viven en grandes ciudades tienden a fragmentar su experiencia de acuerdo con un grupo de pequeños lugares, los cuales varian de acuerdo con los intereses de los individuos. Los lugares juegan un rol significativo en las formas en que se organiza la experiencia cotidiana de la vida social. La experiencia de vivir en la ciudad pareciera entonces estar dominada por el hogar, el vecindario, el ambiente de trabajo y la escuela o escenario educativo y por la interacción entre estos a lo que Bronfenbrenner llama los meso-ambientes.
Los individuos pasan buena parte de su vida en este tipo de lugares y en los escenarios que permiten la interaccion entre éstos, como el sistema de transporte y el espacio público en general. Igualmente, la gente transita por lugares especializados que le dan identidad a las ciudades como es el caso de los hospitales, los almacenes de ropa y comida; parques y restaurantes, bibliotecas, museos, oficinas de gobierno, etc.

La experiencia de vivir en la ciudad es construida entonces desde la perspectiva psicológica, a partir de las interacciones con estos lugares y en relacion con otros lugares que pueden variar en importancia para eI individuo (Bonnes y cols. 1990, Páramo, 2004 ). La interacción con los lugares depende de la escala de interacción, por ejemplo, una ciudad representa un nivel macro de lugar con respecto al barrio y éste corresponde a un nivel medio con relacion al lugar de vivienda. La vida en la ciudad puede estar afectada por la experiencia que se tiene de transitar entre el lugar del trabajo hasta el hogar a través de distintos lugares públicos de la ciudad. Por consiguiente, podremos mejorar nuestra comprensión de Ia conducta referida al ambiente urbano, en Ia medida en que podamos contar con un modelo que de cuenta de la interdependencia entre los lugares y sus niveles de interacción.

En consecuencia con los planteamientos de estos autores el estudio de la experiencia urbana se da a partir de la ciudad como un sistema o trama de lugares. Esta perspectiva busca contribuir a la teoría del "lugar" proponiendo un cambio de una perspectiva intra-lugar a una perspectiva más amplia de multi lugares. Los lugares aislados no son tratados separadamente sino que cada uno está situado dentro de un amplio sistema de lugares inmersos en un complejo de lugares directamente ligados con éste (Bonnes y cols, 1990). En el sistema de multi-lugares es posible identificar diferentes patrones de usos compartidos o no que a su vez definen diferentes rasgos de los sistemas de multi-lugares en relación tanto de las características de los lugares como de las personas que los habitan (Bonnes y cols. 1990). Sobre la base de estas premisas parece posible tomar prestado el sistema de ecología social propuesto por Bronferbrener, sobre sus diferentes niveles de análisis del lugar : micro-sistemas, meso-sistemas, exo-sistemas y macro-sistemas (Bronfenbrenner, 1979). Este sistema progresivamente más amplio de relaciones de lugares puede ser entendido como un nido dentro de otro y en relación recíproca entre unos y otros.

Desde esta perspectiva la ciudad puede entenderse como un sistema de lugares con los que se interactúa a distintos niveles y el espacio público como un conector de estas experiencias entre lugares. Por ello se puede afirmar que cada lugar es construido a nivel psicológico en relación con otros lugares o con sus distintas escalas. Así la representación que creamos sobre una ciudad resulta de la manera como experimentamos un conjunto de lugares, trátese de centros comerciales, calles, plazas, vecindarios los cuales hacen parte de vecindarios o de una ciudad y de las personas con las que hemos interactuado en dichos lugares.

 

El urbanita

Ya Wirth (1838) había caracterizado la forma de ser del habitante de la ciudad lo que equivaldría a decir hoy en día a una personalidad o identidad urbana; una forma de pensar, de sentir y de actuar producto de la interacción con lugares en donde se va definiendo nuestros roles y que a la vez nos apegamos a ellos y nos apropiamos. Milgram, como se mencionó anteriormente decía que la personalidad del urbanita era la de una actitud indiferente o hastiada.

Este rasgo de personalidad ha sido sustituido recientemente por el de identidad urbana. Por identidad se entiende las características que posee un individuo mediante las cuales es conocido. La identidad se adquiere a partir de las interacciones sociales a través de la familia y a lo largo de toda la vida en la interacción con otros pero poniendo un énfasis en particular en los primeros años de vida del individuo. Las categorías más comunes por las cuales somos constituidos como individuos incluyen las características genéticas particulares, el género, la ocupación, la afiliación política o ideológica, la religión, otros atributos como la apariencia física o características de personalidad. Sin desconocer los aspectos biológicos, buena parte de la identidad personal la formamos a partir de las interacciones sociales que comienza con la familia, en la escuela y con la gente que se conoce a lo largo de la vida.

Las relaciones con el espacio hacen igualmente parte de nuestra identidad. Hacemos de nuestras posesiones una extensión de nosotros mismos: mi casa, mis libros…mi ciudad. Esto nos lleva a la noción de identidad de lugar la cual tiene una importancia fundamental para entender las relaciones de las personas con el ambiente urbano. El concepto fue inicialmente propuesto por Proshansky en el 78, y desarrollado más tarde por él mismo con Fabian y Kaminoff en 1983. En este caso se asigna una centralidad particular al sentido de pertenencia en la definición de las transacciones entre el individuo y el ambiente socio físico. El concepto de identidad de lugar se presenta como una sub-estructura de la identidad de la persona; que se refiere a aquellas dimensiones del individuo que definen la identidad personal en relación con el ambiente físico, mediante un complejo patrón de ideas concientes e inconscientes, recuerdos, creencias, preferencias, sentimientos, valores, fines y tendencias conductuales y habilidades relevantes para ese escenario físico.

La identidad de lugar hace parte de nuestro self, o del concepto que tenemos de nosotros mismos. Por lo tanto la identidad de lugar es un aspecto de la identidad individual comparable a la identidad de género, identidad política o étnica. A propósito vale la pena aclarar la distinción entre identidad de lugar y la identidad o el carácter de un lugar; la primera hace referencia a una propiedad del individuo mientras que la segunda se refiere a aquellas propiedades arquitectónicas y en general culturales que hacen distinguible un lugar, a una ciudad con respecto a otras. La identidad urbana hace parte de la identidad del sujeto como ya se ha mencionado. La persona como residente de una ciudad en particular adquiere un número de características cuasi-psicológicas que se asocian con esa ciudad. Mientras que el carácter de una ciudad se refiere a la identidad del lugar en sí mismo en el sentido de: a Bogotá le da identidad sus cerros orientales o su sistema de transporte, etc. De esta manera la identidad o el carácter del lugar enfatiza en las propiedades físicas mientras que la identidad urbana se refiere a las propiedades de los individuos Páramo 2004).

Como punto central de estas cogniciones relacionadas con el ambiente físico está el pasado ambiental de la persona. La identidad de la persona, se construye no simplemente por las relaciones del individuo con otras personas sino también a través de la relaciones de uno mismo con los diferentes escenarios físicos que definen y estructuran la vida del día a día. En apoyo a esta aseveración, Proshansky y cols., enfatizan en el impacto negativo que producen los cambios frecuentes de residencia o el deterioro del vecindario y su impacto en la auto identidad. Un caso más concreto de nuestra realidad latinoamericana es el sentimiento de desarraigo que viven las personas que han sido desplazadas de sus lugares normales de residencia, por efectos de la violencia.

Pero la Identidad de Lugar es algo más que un sistema de recuerdos, sentimientos e interpretaciones personales acerca de un lugar físico particular. El significado y las creencias sociales están en el centro de la experiencia de un lugar. En consecuencia se asigna a la definición un componente social al escenario; las normas, las conductas y las regulaciones que son inherentes al uso de esos lugares. Los autores de la teoría de Identidad de lugar, enfatizan en que los escenarios parecen están inexplicablemente ligados a la existencia cultural y social de los grupos a los que pertenece el individuo, a la manera como se expresan sus valores, a las relaciones interpersonales que se establecen a interior del grupo, etc.

La experiencia del lugar o significado que los individuos le atribuyen parece situarse entre un tríangulo de relaciones entre: el self, los otros y el ambiente (Gustafson, 2001). A los lugares se les asigna un significado personal a partir de la historia personal del individuo; las personas visitan sus lugares de origen en donde han vivido durante mucho tiempo los cuales les traen muchos recuerdos. También se les atribuye significado por las actividades asociadas con estos y como fuentes de identificación. Cuando alguien se presenta a otro, es muy común que se presente haciendo referencia al lugar de nacimiento o donde vivió los primeros años. Siguiendo a Gustafson, los lugares también se asocian con otros con lo cual logran también su significado. La relación con las personas que viven allí, amigos, familiares y el sentido de comunidad que se haya logrado o incluso el reconocimiento como anónimo denota un tipo particular de relación con los otros. En tales casos a los lugares se les asignan significados a través de las carácterísticas percibidas y comportamientos de sus habitantes con los que el individuo se siente identificado. El individuo se siente identificado con un vecindario, calles, parques o lugares de encuentro en el que muchos comparten dichos elementos espaciales. Rasgos particulares del ambiente como elementos naturales o construídos son importantes no solamente como elementos físicos sino simbólicos o históricos. Sin dejar de lado por supuesto la relación del self con el ambiente, que se fundamenta en el conocimiento del sujeto sobre el lugar o el reconocimiento del lugar como una oportunidad para el desarrollo de ciertas actividades, para sentir o experimentar algo deseable o para el desarrollo personal (Gustafson, 2001).

Dentro de esta triada puede entenderse la propuesta de Pol y Varela (1994) para incorporar el carácter social del lugar el cual puede derivarse del sentimiento de pertenencia o afiliación a un entorno concreto significativo. Con el propósito de desarrollar las relaciones entre identidad social y los elementos del ambiente físico de la ciudad, Pol y Varela proponen un acercamiento conceptual para incluir el papel que juega el entorno físico en la formación de las identidades de los grupos o comunidades. Parten de la definición de identidad social de Tajfel para quien la identidad social "(es) aquella parte del auto-concepto de un individuo que se deriva del conocimiento de su pertenencia a un grupo o grupos sociales juntamente con el significado valorativo y emocional asociado a esta pertenencia". (Tajfel, 1981, p. 292), para derivar de ésta el concepto de entorno de manera que la identidad social de un individuo puede resultar también del conocimiento de su pertenencia a un entorno.

Estos vínculos con los elementos espaciales o del lugar son tan importantes, argumentan Pol y Varela, como los que se establecen con los diferentes grupos sociales con los cuales el individuo se relaciona. "En la base de esta estructura se encuentra el "pasado ambiental" del individuo así como los significados socialmente elaborados referidos a estos espacios que la persona ha ido integrando en sus relaciones espaciales". Sin embargo sobre este "depósito cognitivo" que configura la identidad de lugar del cual, el individuo no es consciente muchas veces excepto cuando siente su identidad amenazada, como en el caso de los desplazados que mencionamos anteriormente.

Siguiendo a Pol y Varela, los procesos psico-sociales que determinan la identidad social dependen de la capacidad de los individuos de pensarse a sí mismos situándose en un nivel de abstracción correspondiente a categorías grupales. Así, el sentido de pertenencia a determinadas categorías sociales incluye también el sentido de pertenencia a determinados entornos urbanos significativos para el grupo en donde el escenario físico en el que se desarrolla la vida de los individuos, es un producto social fruto de la interacción simbólica que se da entre las personas que comparten un determinado entorno urbano con el que se identifican a través de un conjunto de significados socialmente elaborados y compartidos. La manera de darse cuenta de esta identidad social urbana se hace evidente cuando el individuo establece un contraste respecto a la gente que no vive en su comunidad (Lalli,1988). Por consiguiente la construcción de esta identidad urbana o experiencia de lugar resulta igualmente de las interacciones del individuo con los otros que comparten dicha experiencia y con aquellos de fuera y que sirven para definir a la comunidad.

 

Conclusión

El tema central de este ensayo ha sido mostrar el desarrollo teórico que desde la psicología ambiental se ha venido dando a la aproximación de la experiencia urbana como totalidad. Después de una tendencia por mostrar el impacto negativo de vivir en la ciudad en la investigación sociológica y psicológica se han vuelto predominante los estudios en que se muestra la vida urbana como una experiencia enriquecedora que potencializa múltiples aprendizajes e interacciones en el contexto de la ciudad y que contribuye a formar la identidad del ciudadano. A este respecto son varios las teorías y conceptos que se han aportado al estudio y transformación de dicha experiencia entre los que se incluyen el de comportamiento urbano responsable o el de identidad urbana, y la experiencia urbana como resultado de un entramado de lugares.

La perspectiva de mirar la ciudad como escenario para el aprendizaje y la formación del ciudadano se constituye en un punto de partida para un nuevo desarrollo teórico que desde la psicología ambiental y la pedagogía urbana contribuya a una mejor planificación del los entornos urbanos. Al considerar la ciudad como un ambiente de aprendizaje y al centrarse en explorar la manera como la gente entiende, experimenta y valora la ciudad, la psicología hace su aporte a los estudios urbanos al re-direccionar la atención hacia los aspectos positivos de vivir en la ciudad en el presente siglo.

Son varios los problemas de investigación, la construcción teórica y la intervención social que se tendrían que abordar dentro de esta perspectiva de la experiencia psicológica de la ciudad ante las condiciones que se viven en las ciudades latinoamericanas: la identificación y recuperación de lugares significativos para la sociedades latinoamericanas a partir de su historia social; la identificación de las reglas y roles que caracterizan el comportamiento en los lugares públicos de las ciudades y el tipo de relgas que deben facilitar la relación entre extraños en las ciudades; el impacto del desarraigo en las poblaciones desplazads sobre su identidad de lugar, et. Desde el desarrollo teórico que debe tener un campo de investigación, se debe propender por un mayor desarrollo en la integración de teorías a través de meta-conceptos, más aún en un campo transdisciplinario como es el de la psicología ambiental. Y desde la intervención, el desarrollo de Pol (2002) y Wiesenfeld y Sánchez (2002) representan una buena guía del papel que el psicólogo ambiental puede ejercer en la intervenciones urbanas que se adelantan desde las instituciones públicas en equipos interdisciplinarios de planeadores urbanos, arquitectos, y por supuesto los miembros de la comunidad.

 

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