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Psicologia para América Latina

versão On-line ISSN 1870-350X

Psicol. Am. Lat.  n.12 México mar. 2008

 

 

Efectos de la modernidad y la post-modernidad en la comunidad indígena Licarantay o Atacameña de San Pedro de Atacama

 

 

G. Rozas*; M. Pardo**; L. Yáñez***

Universidad de Chile

 

 


RESUMEN

El siguiente trabajo aborda los efectos de la globalización en las comunidades Indígenas Atacameñas de la comuna de San Pedro de Atacama, II Región, Chile. En particular se analiza el efecto de la intervención de distintos actores que han interactuado con estas comunidades: el Estado, organizaciones no-gubernamentales, Fundaciones y empresas privadas. Este estudio aborda aspectos específicos de los cambios experimentados por las comunidades indígenas atacameñas como producto de la intervención de estos actores, por ejemplo, cambios en la productividad agrícola y problemáticas socioculturales. El análisis de dichos aspectos da cuenta de los procesos de adaptación identificados en estas comunidades, los que surgen de la capacidad adaptativa propia de su cultura, desarrollada aproximadamente a lo largo de 11 mil años de existencia.

Palabras clave: Comunidad, Indígenas, Modernidad.


ABSTRACT

This work focuses on the effects of globalization in the indigenous communities of San Pedro de Atacama, Chile. The specific effects of interventions implemented from different agencies like the State, Non-Governmental Organizations, Charities and the private sector are analyzed here. This study addresses the changes experienced by the indigenous communities as a result of the intervention of these external agencies. For example, changes in economic productivity and socio-cultural dynamics. The communities’ adaptive response to these changes is revealed through this analysis. This response can be seen as a result of the adaptive capacity of the Atacamena Culture which has been developed through its 11,000 thousand years of existence.

Keywords: Community, Indigenous, Modernity.


 

 

1. Introducción:

La globalización se ha definido como un fenómeno de mundialización e interdependencia de las relaciones económicas, de los flujos comerciales y financieros que ocurren en diferentes partes del planeta. En este contexto la globalización es también la interconexión de los flujos de información, su difusión y sus múltiples expresiones con equivalencias u homologaciones en lugares apartados y aparentemente no conectados de la tierra. Para los más entusiastas la globalización es un proceso de difusión de la cultura y de un lenguaje común que tiende a aplanar las diferencias, estandarizando a las sociedades y culturas nacionales, con fuertes impactos en la cultura local, la economía, la política y los procesos sociales. A estos efectos no han escapado las comunidades indígenas de Latinoamérica y por ende las chilenas. Para efecto de este trabajo estos cambios se abordan desde las últimas décadas del siglo XIX y las primeras del siglo XXI.

El tema a abordar nos presenta dos importantes interrogantes respecto a los efectos de la globalización y la pos-modernidad en las comunidades indígenas: el primero de ellos los efectos en el sentido local y implicancias del concepto de desarrollo enmarcado en estos procesos.

En este sentido las nuevas realidades que trae consigo la pos-modernidad y la globalización, han generado fuertes contradicciones entre las comunidades atacameñas y el mundo occidental (entendiendo todo lo que esta fuera de estas), dando cuenta de procesos de continuo cambio e interacción en el cual la identidad y el concepto de comunidad se van regenerando y reconstruyendo de forma continua, acabando con el precepto ontológico e inmutable de la identidad y la configuración organizacional que de esta depende.

 

2. Objetivo:

El objetivo de este trabajo es poder llegar a una aproximación de los efectos de la modernidad y la globalización en las comunidades indígenas Atacameñas. Este será abordado desde el siguiente eje conductor: La identidad y el espacio territorial como elementos fundamentales en la construcción comunitaria premoderna.

 

3. Referencias Teóricas

Al tomar la definición sobre comunidad, de Sánchez Vidal (2000), se observan interesantes similitudes a las características esenciales del caso de estudio; la comunidad indígena Licaratay o Atacameña. Una de ellas es el componente territorial, el cual actúa como un componente determinante en la conformación de las comunidades premodernas.

Además es una de las principales variables que está directamente involucrada en la globalización y en los procesos de modernidad y pos&–modernidad, tanto desde su impacto económico como en sus efectos sobre la identidad, la cultura y su relación con los actores locales que hoy se desenvuelven en el territorio.

La comunidad definida por A Sánchez (1991) es un: “Sistema o grupo social de raíz local, diferenciable en el seno de la sociedad que es parte en base a características e intereses compartidos por sus miembros y subsistema que incluye; localidad geográfica, interdependencia e interacción psicosocial estable y sentido de pertenencia a la comunidad e identificación con sus símbolos e instituciones” Los elementos más destacados son:

Localización geográfica

Estabilidad temporal

Estructura y sistemas sociales

Carácter identifcativo y relacional de la comunidad

Identidad de grupo

Construcción del “nosotros” (Hernandez y Thomas, 2006)

Tomando entonces como eje conductor el territorio, se hará referencia a continuación a la apreciación que diversos autores asignan a esta variable, desde la perspectiva de espacios sociales y de construcción social.

3.1 Espacio como construcción social

M. Augé (1993) define los territorios, desde una perspectiva antropológica, en tanto estos representan una construcción social, vivenciada y experimentada por los sujetos, de allí que les denomina “lugares antropológicos”. En este sentido les asigna tres rasgos fundamentales: son identificatorios, relacionales e históricos.

Identificatorios, por cuanto los individuos no están sólo "situados" en una superficie, simplemente ocupando un lugar. El territorio es un lugar "propio", siendo más complejo porque está cargado de significados que constituyen la identidad de quienes lo habitan.

Relacionales, puestoque los elementos del lugar o los distintos "sitios" que lo configuran no están dispuestos al azar; hay un cierto orden, una cierta relación de coexistencia, lo que equivale a decir que aunque en un mismo lugar coexistan distintos elementos, estos están relacionados entre sí por un significado asociado a la identidad del lugar común.

Históricos, puesto que están cargados de señales compartidas en el tiempo y reconocibles por sus habitantes y que los constituyen también en "lugaresde la memoria".

Giddens(1998), se opone a una definición material del espacio aludiendo a que: “El espacio no es una dimensión vacía a lo largo de la cual se estructuran unos grupos sociales sino que es preciso considerarlo en los términos de su participación en la constitución de los sistemas de interacción” (Giddens, 1998, p389)

Diversos son los autores que proclaman la dimensión social del territorio y la implicancia de este dictamen en la constitución de las poblaciones y por lo tanto, de las comunidades que como grupo existen y se relacionan en él.

El territorio puede entenderse sólo desde la conceptualización y reflexión de lo local y de los grupos que lo habitan, sin dejar de lado el entendido que la configuración social del espacio y su reconocimiento se establece en función de un entorno mayor y diverso.

En este sentido estos territorios o “localidades” pueden ser definidos como espacios donde la dimensión social se da en términos de copresencia, es decir, establecidos sobre relaciones cara -cara (Giddens, 1998).

En estos espacios las relaciones sociales están preferentemente localizadas y se emplazan y despliegan en ámbitos de contiguidad física. Según lo anterior, estas comunidades son entendidas enfatizando las relaciones sociales organizadas en términos de lugar y entorno local. (Urrejola; 2005).

La contiguidad de estas relaciones entre los sujetos no sólo convocan la constante construcción del “nosotros” en tanto los sujetos se reconocen en el mismo espacio y comparten significados, sino porque también sobre este comparten relaciones y sentimientos que los convocan, los representan y los unen, frente a lo externo, al que está fuera de la significación comunitaria y local del territorio.

La identidad colectiva no es una esencia innata sino “un proceso social de construcción” (Larraín, 2001), directamente relacionado con categorías sociales compartidas, con un sentido intersubjetivo reafirmado con compromisos y lealtades grupales que conforman “mundos” de vida.

La identidad no es un hecho acabado, se reconstruye continuamente a través de los procesos sociales soportados por el territorio, es decir, en las experiencias comunes y valores compartidos manifestados no sólo en significados, imaginarios y discursos sino a su vez en las prácticas cotidianas de las personas, en la interacción social y en sus estilos de vida. Las prácticas identitarias que permiten un continuo autoreconocimiento del ‘nosotros’ requieren, en estos contextos de copresencia ciertos lugares específicos para ser reafirmadas y reactualizadas.

La modernidad y la pos-modernidad tienen fuertes impactos sobre las conductas y la materialidad de los espacios. De aquí la relevancia en este trabajo, donde las prácticas cotidianas son afectadas directamente por las actividades y actores que irrumpen producto del nuevo ordenamiento territorial. Se retomará este punto más adelante cuando se analice el caso de este trabajo, vinculado a las nuevas relaciones entre actores y territorio.

3.2 El territorio como Espacio de memoria:

Para Canclini (1999) la memoria definiría el patrimonio de un lugar, el cual no sería menos importante que el patrimonio visible, puesto que en los signos intangibles de evocación y de memoria de los lugares se encuentran signos de identidad.

Desde esta perspectiva sería bueno considerar la necesidad de reformular el concepto de patrimonio como algo vivo, de entender la identidad desde las prácticas, y el patrimonio cultural expresado en “usos” y “sentidos” (Urrejola; 2005).

Estos significados compartidos en el tiempo por un grupo o comunidad, constituyen la historia compartida, que va tejiendo la complicidad de determinadas vivencias y hechos, que serán parte de la memoria colectiva.

En definitiva las prácticas humanas constituyen a los espacios en “centros de significados socialmente compartidos y construidos” cuya singularidad se manifiesta y expresa en las experiencias de la vida diaria y mundos de vida particulares de los sujetos y las comunidades.

Los lugares están cargados de significado que identifican a las personas que los frecuentan, lo que implica que deban ser abordados desde una dimensión social y cultural atenta al sentido cualitativo que hay implícito en éstos y a los sentidos intersubjetivos, los cuales solo pueden ser definido por sus propios usuarios (Schutz (1962), en Urrejola (2005))

 

4. El caso de Las Comunidades Atacameñas

Existen numerosos antecedentes y distintos enfoques respecto a la prehistoria e historia de las comunidades atacameñas. Para efectos de este trabajo se ha considerado la desarrollada por los autores Roberto Hernández Aracena y Carlos Thomas Winter, quienes han abordado el desarrollo de estas comunidades a través de una constante comparación con hitos históricos importantes y representativos de la pre-modernidad, modernidad y pos-modernidad (incluyendo en su análisis la globalización como proceso económico), desde un enfoque rural, pero enfatizando en los procesos sociales y culturales de la comunidad.

La prehistoria de las comunidades Licarantay o Atacameñas es muy extensa, los estudios arqueológicos y antropológicos les asignan una antigüedad de 11000 y más años a.C. en el área andina de América del sur.

La comunidad Licarantay, no es una comunidad homogénea en términos de localización territorial, más bien se encuentra organizada y distribuida en el espacio según una lógica de apropiación y explotación del territorio y los recursos, distribución que da cuenta de una constante relación comercial, social y cultural entre los distintos Ayllu y pueblos que conforman esta etnia.

El desierto ha sido su hábitat desde los orígenes de la conformación de esta etnia. La adaptación a los extremos climáticos y la escasez de recursos productivos ha sido la base para la conquista y generación de conocimiento de esta comunidad respecto a la naturaleza y su domesticación. El estrecho vínculo entre las actividades productivas y la cosmovisión de la naturaleza en las comunidades Licarantay, demuestra la estrecha relación de esta comunidad con el medio ambiente y los recursos naturales, la antropomorfización del agua, la tierra, el sol y los cerros y la relación que estos establecen entre sí, ha primado en las diferentes actividades productivas de los Licarantay. Así la agricultura y la ganadería no son sólo las actividades económicas que les permiten sobrevivir, sino una forma de relacionarse con el territorio y los recursos, los -que al igual que los atacameños- están vivos y a través de distintos signos dan cuenta de su estado de animo y voluntad a la comunidad, la que debe enseñar generación tras generación a sus hijos el arte de dilucidar estos signos y entregar a la tierra lo que esta solicita.

Basto es el conocimiento que a través del tiempo las disciplinas como la antropología y la arqueología han podido recabar de la etnia atacameña, descubriendo sus costumbres, creencias y cultura material, que dan cuenta de la estrecha relación entre estas comunidades y el ecosistema.

4.1 La modernidad y sus impactos en las comunidades

La modernidad en tanto proceso se ha definido y conceptualizado desde distintas disciplinas y corrientes teóricas. Todas ellas dan cuenta de un proceso complejo que aborda lo económico, lo social, lo político y cultural, generando grandes cambios en la sociedad, las organizaciones y las distintas esferas en que cada una de estas se mueven.

En la modernidad se articulan y se reafirman lógicas de intercambio entre los distintos espacios desde una perspectiva del mercado y comercio, estos intercambios se transforman en ideologías que uniformalizan y atraviesan todas las redes sociales.

El modelo neoliberal, a nivel político y de relaciones entre estados, condiciona a los países a abrir sus fronteras para la entrada y movilidad de los capitales transnacionales, perturbando la independencia de los estados para administrar sus políticas sociales, desde las necesidades locales e inmediatas, subordinando muchas veces, la respuesta del estado al condicionamiento global.

La fuerte homogenización de prácticas culturales, sociales y políticas de los países subdesarrollados, sobre la base de conductas economicístas, dictadas desde los polos de desarrollo y de los países modernos, establecen nuevos procesos de identidad y anclaje de los grupos y los sujetos en sus contextos locales.

En la actualidad la comunidad atacameña permanece “en un territorio habitado ancestralmente y se han incorporado a las organizaciones indígenas nacionales. Esta permanencia está atravesada por influencias tanto ideológicas como materiales. Aquí el proceso de homogeneización podría visualizarse en dos niveles, uno micro y otro macro, como son: el colonialismo interno, entendido como ‘la existencia de pueblos dentro de un Estado, económicamente explotados y culturalmente reprimidos’ (Salazar y Pinto; 1999: 138) y la globalización, respectivamente. Así, la Coordinadora Nacional Indianista de Chile afirma que ‘aunque no existe diferencia en la marginalidad que viven los sectores populares y los pueblos originarios, nuestras comunidades deben sufrir además el sometimiento cultural, porque si en los sectores populares se puede solucionar el conflicto con reparación económica, la situación cambia radicalmente cuando se somete a una cultura diferente a los intereses de una cultura dominante.’ (Encuentro indígena, 2000)” (Bouillet y Pardo, 2001, pág. 3)

Desde la perspectiva de autores como, Joseph Stiglitz, en Aywuin (2007), la globalización es fundamentalmente, la integración más estrecha de los países y los pueblos del mundo, producida por la enorme reducción de los costes de transporte y comunicación, y el desmantelamiento de las barreras artificiales a los flujos de bienes, servicios, capitales, conocimientos y personas a través de las fronteras.

Para CEPAL (2002), en Aywuin (2007) la globalización o mundialización, es la creciente gravitación de los procesos financieros, económicos, ambientales, políticos, sociales y culturales de alcance mundial en los de carácter regional, nacional y local. Dada sus características no se trata de un fenómeno previsible ni controlable y por lo mismo, es incompleto y asimétrico, y se caracteriza por un importante déficit en materia de gobernabilidad. La principal consecuencia de la globalización es que está determinada, en gran medida, por el carácter desigual de los actores participantes.

El comportamiento propio de la globalización, se encuentra relacionado con la permeabilidad de influencias a todo nivel, ya que este actúa de manera reciproca y no siempre selectiva.

Sobre la base de lo investigado en este trabajo y la bibliografía revisada, se han identificado los siguientes procesos como consecuencias de la modernidad y su acción en la comunidad atacameña (RIDES (2005; Bouillet y Pardo 2001).

Fenómenos:

a. Crisis ecológica

b. Pérdida de derechos y cambio de conceptos de organización y territorialidad; producto de la nueva legislación

c. Despoblamiento y repoblamiento

d. Perdida de tradiciones culturales y estructuras sociales y aculturación

4. 2 La modernidad: Efectos en la Comunidad Atacameña, Licarantay; cambio y adaptación

Desde una perspectiva histórica la modernidad ha generado grandes impactos en las comunidades indígenas de Chile. En particular en las comunidades Atacameñas es posible distinguir estos impactos y consecuencias a través de importantes hitos históricos a nivel nacional.

El Estado chileno, desde su independencia y transformación en estado moderno, ha tendido a la “incorporación de las minorías indígenas, en un sentido gubernamental y económico; tal es el caso de Mapuches, Rapanui, Aymaras, Qawasqar, Qaghan y Atacameños o Licarantay (Salazar y Pinto, 1999). Así en Chile, se ha venido dando una especie de globalización interna, o Chilenización, desde la Nación-Poder-Estado hacia los grupos que mantienen identidades o prácticas distintas a las oficiales” (Bouillet y Pardo, 2001, Pág. 1)

Es decir, a través de la incorporación cultural y social de la etnia, se ha propiciado la adhesión a una identidad de tipo nacional, privilegiando la incorporación de este grupo a la dinámica social del país, a través de Políticas Sociales de integración.

El desarrollo minero durante las primeras décadas del siglo XX, situado en los territorios y circuitos de movilidad de los atacameños, generó grandes impactos en las comunidades atacameñas y en sus formas de vida y estructura social, al integrarlos a un nuevo tipo de relación comercial, estableciendo un mercado de intercambio y compra venta entre las salitreras y los distintos pueblos del altiplano. La actividad productiva se vuelve un insumo de las primeras grandes explotaciones y los indígenas transforman sus relaciones comerciales de reciprocidad, a la venta en el mercado de sus productos, a campamentos y nuevos asentamientos mineros.

Con las nuevas relaciones establecidas entre las comunidades atacameñas y los centros mineros, se inician las primeras migraciones hacia los nuevos centros “urbanos”, que crecen y se desarrollan al alero de esta nueva y lucrativa actividad. Los efectos de esta relación generan en las comunidades no sólo una nueva relación económica con el país, sino un conjunto de nuevas expectativas sociales y económicas que sólo son posibles de satisfacer fuera de sus pueblos.

La dictadura en Chile (1973) y la idea de un estado autoritario y fuerte, reforzó la construcción de una identidad nacional, eximida de toda diferencia o rasgo identitario indígena. Con esta visión se niega al sujeto indígena y a toda identidad que no sea la chilena. El indígena es tratado como cualquier ciudadano, su condición es totalmente estigmatizada, se le asocia a atributos como flojo, sucio, ignorante, alcohólico e incapaz. La sanción social de su etnia es fuertemente reflejada en la incorporación laboral de estos pueblos a las actividades mineras de la región, donde pasan a ser parte de los peones y obreros mineros.

En este periodo la identidad de la comunidad en términos de grupo étnico, se desintegra, las costumbres son fuertemente olvidadas y escondidas, ya que representan la estigmatización de su cultura, por la sociedad chilena. Se niega la lengua, los ritos y se castiga la apariencia física del indígena, el cabello liso, los ojos rasgados, los pómulos sobresalientes y la piel morena, se transforman en símbolos que acusan el origen de las comunidades atacameñas y andinas.

Numerosos (Castro; 2006, Grebe; 1967; Bahamondes; 1951) son los estudios que dan cuenta de la perdida de identidad y costumbres de las comunidades atacameñas de nuestro país, entre la década de los 70 y los 90. Si bien parte con una fuerte imposición a nivel nacional, el posterior desarrollo del país y los impactos de la modernidad y tecnología en las comunidades, establecen un nuevo contexto en el cual los jóvenes indígenas no logran establecer un identidad equilibrada entre su condición de atacameño y chileno. De esta forma la identidad de los nuevos atacameños se configura en un contexto de vergüenza, lucha y necesidad de no diferenciarse del otro, es decir, del chileno.

En esta misma lógica los padres inician migraciones hacia las ciudades con la finalidad de entregar una mejor educación a sus hijos. La política educativa había desfavorecido a las comunidades, cerrándose muchas de las escuelas que operaban en los pueblos, por lo que se hizo necesario buscar otras alternativas que aseguraran la posibilidad de optar a los centros educativos y con esto llegar a “mejorar las oportunidades” que los jóvenes atacameños tenías en sus pueblos y ayllus.

Con el ascenso de la democracia en 1990, se legisla a favor de la identidad y la recuperación de las etnias originarias del país. La creación de la Ley Indígena 17. 253, establece un nuevo pacto entre el estado y las comunidades Indígenas de Chile. Sin embargo, dentro de la conformación de esta Ley, las comunidades Atacameñas deben llevar una fuerte lucha para ser reconocidas como distintas a la Aymara y la Coya, ya que la etnia no era reconocida como tal.

Junto con la creación de la Ley se crea la CONADI organismo gubernamental orientado al desarrollo de las comunidades indígenas en Chile. Este organismo establece un conjunto de acciones y recursos que permitirían el fortalecimiento de las identidades indígenas así como también su desarrollo, ya que en conjunto con la perdida de sus costumbres y cultura, las comunidades indígenas pasan a ser el grupo más pobre del país, contándose dentro de las estadísticas más altas de indigencia y analfabetismo.

Se establecen pactos a nivel internacional con la finalidad de dar cuenta de las nuevas tendencias internacionales respecto a los derechos humanos y a su relación con las etnias originarias. Se inicia una cruzada por el desarrollo y el rescate de la cultura indígena a través del gobierno, ONGs, y organismos internacionales, que durante la primera década de la democracia en Chile, desarrollan grandes programas e inversiones en esta temática (Yáñez y Aywuin; 2006).

La apertura económica de Chile, propicia la entrada de capitales extranjeros y grandes empresas transnacionales los que multiplican la explotación de grandes yacimientos mineros vecinos a las comunidades indígenas.

Situándose en la década de los noventa, las nuevas relaciones establecidas entre las comunidades indígenas y las grandes empresas se sustentan en el paternalismo y filantropía de las grandes empresas y fundaciones privadas que éstas operan, en los territorios vecinos a las comunidades atacameñas. Si bien durante largo tiempo se generan intercambios entre ambos actores tanto comerciales, como sociales, las nuevas políticas a nivel internacional respecto al desarrollo y el medio ambiente, hacen transitar a las empresas a un continuo cambio en su manera de observar a sus vecinos y de relacionarse con ellos. Aparecen los conceptos de Desarrollo Sustentable y Responsabilidad Social Empresarial, donde las comunidades indígenas pasan a ser un actor importante en las políticas de inversión social de las empresas y en su desempeño de ciudadano corporativo.

En síntesis, desde la dinámica del estado los efectos de la modernidad en las comunidades indígenas atacameñas han estado marcados por procesos de negación, reconocimiento e integración a la cultura nacional. Ninguno de estos procesos ha sido abordado desde una perspectiva de integración participativa, que reconozca la diferencia y los derechos de dicha comunidad.

4.3 Efectos en el territorio Licarantay (Atacameños)

El desarrollo del capitalismo en la modernidad, ha sido, y sigue siendo, un régimen territorial, aunque su relación con el territorio es ambigua: a la vez abstracta y concreta, simultáneamente localiza, disloca y re-localiza, transformando las relaciones ecológicas, la geografía, las formas sociales y los universos culturales. La historia de la acumulación capitalista es la historia de su expansión, un proceso histórico de dominación y reorganización del espacio mundial en el que los grupos y las instituciones son continuamente re-creados, remodelados y eliminados en el funcionamiento desigual de la economía-mundo capitalista.

El capitalismo mundial integrado no respeta las territorialidades existentes; tampoco respeta los modos de vida tradicionales, como los de la organizaron social de aquellos conjuntos nacionales que padecen hoy en día firmemente establecidas. (Guatarry (1989), en Urrejola (2005)).

La modernidad y con ella el mercado, otorgan y disponen un nuevo valor único al territorio un valor netamente económico, transformado en una mercancía posible de tranzar en el mercado según precios estándares, arbitrariamente otorgados. Esta nueva valoración se opone totalmente a la de la comunidad atacameña, cuyo valor del territorio esta principalmente referido a la relación subjetiva y social que ese establece con los miembros y cosmovisión de la comunidad.

Este nuevo valor otorgado al territorio, tiene como efectos la crisis ecológica, producto de la contaminación ambiental y uso indiscriminado de los recursos naturales por parte del mercado.

Desde la perspectiva social, ha significado la perdida de derechos y cambio de conceptos de organización y territorialidad en la comunidad atacameña.

Esta nueva disposición económica se ve respaldada por la legalidad de nuestro país, la que separa de forma tajante la propiedad territorial sobre los recursos del subsuelo, entiéndase minerales e hídricos. “El agua, elemento esencial, usado racionalmente por milenios por las comunidades atacameñas, se ha vuelto un recurso escaso, a partir de la extracción de la misma para los centros urbanos y para la actividad minera de la zona. En 1981 se dicta el Nuevo Código de las aguas, el cual reformó la antigua legislación vigente sobre la materia, el Código de Aguas de 1969. ‘El nuevo código, al separar el derecho de agua del derecho de tierra, posibilita que particulares, ajenos a las comunidades, obtengan derechos de aprovechamiento sobre las aguas ubicadas en éstas y que históricamente les han pertenecido. Tampoco se reconoce el derecho ancestral de los aymaras y atacameños sobre sus aguas, al posibilitar la inscripción de ellas por terceros, en el caso de que éstas no se encuentren inscritas, situación que ha sido aprovechada por las compañías mineras ubicadas en la zona.(CONADI, 2000)” (Bouillet y Pardo, 2001, Pág. 52).

La disposición de propiedad y uso del territorio ha provocado el despoblamiento y repoblamiento de los pueblos indígenas atacameños al ser abandonados por los propios atacameños en busca de alternativas de educación y trabajo. Pero también en un proceso inverso durante los últimos 20 años, han sido repoblados por los mismos atacameños que al ver instaladas nuevas y grandes empresas mineras en su entorno, retornan para formar parte de las empresas contratistas que prestan servicios. Junto con ellos se integran al pueblo otros trabajadores que vienen de distintas regiones, transformándose los pueblos en campamentos mineros. “La población total en la comuna de SPA es de 4.969 habitantes (INE, 2002). El grupo mayoritario son personas pertenecientes a la etnia atacameña (58%)2 , seguido por los chilenos nacidos en otras regiones (43%), y un grupo significativo de extranjeros (7%)3. Un 20% de la población no vive permanentemente en la comuna y cerca de 50.000 turistas visitan el área cada año. (RIDES, 2005, Pág. 10)

Esta repoblamiento trae consigo la perdida de tradiciones culturales, estructuras sociales y aculturación en la comunidad. Las prácticas sociales se ordenan según la nueva actividad productiva, donde los turnos de la minería no siempre tienen relación con las fechas y actividades tradicionales de los pueblos.

Esta nueva interacción con la empresa, no sólo determina la convivencia diaria de los atacameños con su entorno, sino que reordena su propia percepción y su discurso respecto a los estándares de la “calidad de vida” a los cuales debieran aspirar.

La generación de nuevas relaciones entre los actores que ocupan el territorio, proyecta nuevas tendencias respecto a la organización social y liderazgo, se crean nuevas instancias de participación donde la empresa se reúne y discute con al comunidad sobre aspectos como el desarrollo local de la comunidad y las resolución de necesidades sentidas y estructurales. La comunidad se inserta hoy en un complejo territorio, que tiene diversos usos y valoraciones. Muchos de estos usos caen en estricta contradicción con su propia percepción, lo que la enfrenta continuamente a los actores vecinos, pero también los obliga a una continua negociación y cambio.

4.4 Efectos en los aspectos sociales y culturales

Bengoa (1996) señala la modernidad como proceso de ruptura, de desvalorización de todo lo anterior, lo moderno se ha opuesto a lo tradicional. En este mismo contexto, Larraín (1996), señala que la reconstrucción de la identidad se hace sobre la base de la oposición entre los sujetos. Rechaza la idea de una identidad personal y coherente, basada en la subjetividad personal o aislada del sujeto.

En este contexto la modernidad no sólo ha afectado las condiciones territoriales y económicas de las comunidades atacameñas. La perdida de los lazos familiares y comunitarios, producto del desempeño laboral de los jóvenes y adultos en las grandes empresas, es una de las condiciones más importantes para entender los cambios a nivel personal y comunitario.

El abandono de los pueblos por migración de los jóvenes hacia las ciudades en busca de alternativas de educación, trabajo e integración, configura un nuevo tipo de sujeto, el que concientemente configura su vida y su identidad en “comparación a un otro”, distinto del ser indígena. Negándose así mismo y reconociendo en él, elementos que le generan rabia producto de la discriminación social.

La transformación de los pueblos en campamentos mineros; no sólo genera una aculturación y perdida de las actividades tradicionales en los pueblos, sino la conformación de una nueva comunidad, en tanto esta incorpora nuevos temas de preocupación

Las nuevas relaciones y nuevas formas de trabajo y relación familiar y personal, traen consigo problemas psicosociales como el alcoholismo, drogadicción y violencia intrafamiliar, en respuesta a la discriminación y frustración social que muchas veces no es superada con la integración laboral y económica que el mercado y la sociedad ofrecen a los miembros de la comunidad. Por otro lado, estos fenómenos también responden a la llegada de nuevas costumbres y hábitos foráneos que se van instalando en las comunidades. . (Municipalidad de San Pedro de Atacama, 2006).

Se da también la relación con nuevos actores, los que además de las empresas mineras incluyen los empresarios del turismo. Específicamente en el área de San Pedro de Atacama, se ha potenciado el crecimiento de un turismo a escala internacional. Esta nueva actividad económica ha generado la perdida del control comunitario sobre el territorio y los recursos naturales, hoy objeto de los circuitos y espacios destinados a las visitas de europeos y norteamericanos.

La intervención del estado a través de los servicios público para el desarrollo y superación de la pobreza se ha hecho lejos de una perspectiva cultural, lo que ha incrementado la perdida de las tradiciones y cultura entre los distintos grupos (Ayllus y Pueblos). Esta política ha debilitado la organización y la capacidad adaptativa de las comunidades. En este sentido es importante señalar que “para dialogar con el Estado se requieren algunas condiciones de organización que demandan el conocimiento de ciertos códigos de comunicación. Más aún, la manera urbana de hablar y entender la realidad no necesariamente es compartida en principio por las comunidades, y que por lo tanto, exige un afrontamiento que cuenta con desventajas para estas últimas, en el momento de salvaguardar intereses” (Bouillet y Pardo, 2001, Pág. 53)

 

5. La respuesta de las comunidades a los impactos

Esta nueva realidad no ha dejado indiferentes a las comunidades indígenas, las que en respuesta a los diversos impactos que el contexto moderno les ha causado, han respondido también en el marco de un contexto histórico, la pos-modernidad.

Revalorización de la copia”

Desde esta perspectiva la emergencia de las nuevas identidades y valoración de lo local se presenta como un esfuerzo conciente, por vencer el vacío y la soledad. La identidad y las nuevas formas de agrupaciones responden a una conformación racional, funcional y utilitarista. (Foucault y Derrida en Larraín (1996))

Desde esta perspectiva las comunidades indígenas han reconstruido su identidad y fortalecido su organización y orientado su discurso como comunidad, en una nueva dirección orientada a buscar la reivindicación de sus derechos y necesidades como comunidades indígenas. Sin embargo, mucho de este discurso se construye en un dialogó con el mundo especialmente con aquellos grupos que se encuentran en la misma lucha o que se adhieren a los principios de su lucha.

Lo indígena es reivindicado y valorado desde nuevas perspectivas. La cultura, tradiciones y prácticas propias de la cultura atacameña son revalorizas no sólo por quienes pertenecen a la etnia sino por un conjunto de actores que en ella ven la proyección de sus propias actividades comerciales (turísticas) o benéficas (fundaciones, etc.). El sentido comunitario se presenta entonces como la respuesta y la oposición a una forma individualista de propiedad y relación establecida por la modernidad y el mercado.

Pero esta respuesta de las comunidades no se encuentra fuera de la realidad que en distintos espacios genera y posibilita la pos-modernidad. “El postmodernismo está a favor de exagerar las diferencias no de absorberlas”. (Larraín; 1996, Pág. 10)

Así es que la pos-modernidad no sólo da cabida a las necesidad de las nuevas expresiones de identidad y agrupación social, las hace parte de si, sino que las hace discurso y legitima. Este proceso en particular para las comunidades indígenas ha significado un conjunto de acciones que las han llevado a enfrentarse a un conjunto de actores como las empresas y el estado.

Las comunidades atacameñas están solicitando el reconocimiento formal de sus territorios; sobre la base de la ocupación ancestral, esto interfiere directamente con el contexto legal y económico sobre el cual el Estado y las empresas han administrado los territorios.

Como una forma de ejercer presión y lograr el objetivo anterior, han establecido alianzas entre las comunidades nacionales e internacionales, sobre la base del derecho internacional pidiendo la reivindicación de sus derechos y forma de vida indígena.

Este contexto ha propiciado la reformulación de su identidad sobre la base del reconocimiento de sus conocimientos ancestrales, cultura y tradiciones, valoradas hoy desde una comparación nuevamente con el contexto, pero ciertamente distinto al de los 70 y 80, que les obligaba al olvido y discriminación de su etnia, la que hoy es observada con un sentimiento de reivindicación y orgullo.

Esto se ha traducido en el inicio de un proceso de recuperación de su lengua, ritos y mitos que sustentan su historia común, legitimación de las organizaciones comunitarias, sus líderes y capacidades. A través de nuevas redes sociales (académicas e institucionales) han recuperado la memoria desde una construcción externa y experta. Los nuevos líderes y dirigentes son profesionales y activistas, lo que les abre las puertas de la institucionalidad y negociación con actores que antes estaban antes lejos de verse de forma equitativa e igualitaria.

Hoy las comunidades indígenas han considerado su desarrollo como una nueva forma de recuperar sus tradiciones culturales y la reivindicación de sus derechos indígenas asociándose a movimientos internacionales producto de las nuevas posibilidades comunicacionales que otorga la modernidad.

Las organizaciones se han fortalecido pero en base a discursos externos, el empoderamiento se ha dado como un fenómeno de trabajo conjunto con la oposición al gobierno y al sistema neoliberal actual. Esta oposición reviste la exigencia de una nuevo tipo de desarrollo que integre las diferencias culturales de esta etnia, la relevación de sus conocimientos como base para su propio desarrollo y crecimiento, pero fundamentalmente la participación en decisiones que involucren no sólo el mejoramiento de la calidad de su vida a través de la acción del Estado y las políticas sociales, sino la participación en la regulación económica social que permite al estado conceder el permiso para el desarrollo de actividades comerciales y productivas en áreas vecinas a sus territorios y pueblos.

 

6. El dialogo intercultural, conclusión y propuesta

Siguiendo la línea de Cañulef (1998) quién destaca la necesidad de un diálogo intercultural, realiza una propuesta compleja pero interesante, esto en el sentido de que la sola proposición de diálogo entre diversos autores, implica la puesta en la mesa de distintos intereses y capacidades de cada uno de los actores para llegar a un acuerdo y sentido común.

Este desafío requiere primero el reconocimiento de los distintos actores presentes en el territorio. Lo que significa estudiar cómo conjugar la diversidad presente en la relación entre el Estado, las comunidades atacameñas y el sector privado en un marco de convivencia y desarrollo.

Desde la perspectiva económica aparece necesario la comunicación, bi-direccional entre las alteridad implicadas. Esto pasa por la construcción de espacios de participación para que la comunicación tome forma y se dé fuera de todo contexto de presión o inequidad.

Para ello es necesario la valoración de los territorios y los recursos desde una visión integrada, que involucre lo social, lo económico y cultural. Y por lo tanto, las diversas visiones que los actores tendrán de este, tanto en su función económica como social. Es necesario discriminar y decidir entre proyectos económicos que no atenten con ninguna de las realidades culturales y los distintos ámbitos que le componen, estableciéndose este como lineamiento para su aprobación.

Es necesario anteponer criterios sociales y culturales como parte de evaluación de nuevas iniciativas y proyectos económicos. Lo que significa muchas veces no realizar determinados proyectos económicos en pos de la calidad de vida de los grupos y personas que ocupan un determinado territorio

La participación y vinculación al desarrollo, debe responder a una integración de todos los actores en los beneficios económicos de forma equitativa entre quienes realizan los impactos ambientales y sociales y quienes los aceptan y padecen.

La coexistencia de diversas miradas de la realidad conlleva un ejercicio de interacción constante entre estas distintas formas de ver el mundo y prácticas relacionadas con ellas. El mayor desafío propuesto por el autor señalado, es llegar a concebir una participación que involucre la construcción de relaciones cooperativas y democráticas entre diversas identidades culturales de los actores que se encuentran en el territorio.

Este diálogo requiere de la creación de mecanismos de convivencia y diálogo que tiendan al crecimiento mutuo, en conjunto con la aceptación de la alteridad, es decir, al necesario reconocimiento de la legitimidad del otro. Una búsqueda de acuerdos, es decir, la construcción de las relaciones a partir del común acuerdo.

 

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*Germán Rozas. Es Psicólogo Docente de la Universidad de Chile, Magister de la Universidad de Bruselas, Bélgica y actualmente es Director del Magíster de Psicología Comunitaria.
**Andrea Pardo. Es Psicóloga, Docente de la Universidad Sto Tomas, Antofagasta. Actualmente cursa el Magíster en Psicología Comunitaria Universidad de Chile.
***Luz Yañez. Es Licencia en Antropología y Cursa el Magíster en Psicología Comunitaria Universidad de Chile.

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