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Psicologia para América Latina

On-line version ISSN 1870-350X

Psicol. Am. Lat.  no.14 México Oct. 2008

 

GÉNERO Y EQUIDAD SOCIAL

 

Violencia psicológica de género en parejas rurales cubanas

 

 

MSc. Dunia Mercedes Ferrer Lozano; Dra. María Luisa González Ibarra

Facultad de Psicología. Universidad Central “Marta Abreu” de Las Villas. (Cuba)

 

 


RESUMEN

La investigación pretende caracterizar la expresión de la violencia psicológica de género en familias que viven en el contexto rural. Se parte de un estudio descriptivo. La recogida de información se apoya en instrumentos y métodos individuales (entrevistas, observación, cuestionario). Se trabaja con un grupo de 12 familias rurales del municipio de Santa Clara.

Los resultados avalan la presencia de manifestaciones como amenazas, limitación de derechos y funciones, ofensas y actitudes posesivas muy marcadas por el género. Se plantean algunos determinantes sociales y psicológicos como estilos educativos inadecuados, poca efectividad de la autorregulación emocional, carencias de habilidades comunicativas, entre otros.

Finalmente se ofrecen recomendaciones que abren nuevas perspectivas de investigación.

Palabras clave: Violencia psicológica, Género, Familia, Contexto rural.


ABSTRACT

This research intends to characterize the expression of gender psychologic violence in families living within a rural context. It is based on a descriptive study. The data collection is supported by particular instruments and methods (interviews, observation, and questionnaire). It is worked out with 12 rural families from Santa Clara municipality.

The results show the presence of manifestations like threats, rights and functions limiting, offences and possessive attitudes deeply marked by the gender factor. Some specific social and psychological determinors are stated as inappropriate educational styles as well as poorly effective in the emotional autorregulation and poorly developed communicative skills, among others.

Finally, some recommendations addressed to open new research perspectives are offered.

Keywords: Psychologic violence, Gender, Family, Rural context.


 

 

Introducción

En la actualidad las organizaciones internacionales que existen para defender los derechos de las mujeres como la ONU, se han puesto a la cabeza llevando a cabo una amplia gama de acciones y campañas como la prestación de servicios, la redacción de proyectos de ley y la educación de la sociedad, para erradicar la violencia contra la mujer, principalmente la violencia de género la cual constituye una de las discriminaciones más fuertes que impide que la mujer participe plenamente en la sociedad y se desarrolle como ser humano.

En nuestro país, a pesar de los cambios introducidos con el triunfo de la Revolución, que eliminaron todo tipo de discriminación de la mujer desde lo político y lo jurídico, los largos siglos de patriarcado han dejado huellas importantes en el tratamiento desigual de la misma desde el imaginario social, por lo que aún nos enfrentamos a un alto porciento de manifestaciones violentas no tanto físicas como psicológicas, que en su esencia se muestran encubiertas tras las normas que se han construido en la cotidianidad.

El concepto de violencia psicológica ha sido tratado por diferentes autores, por lo que su definición exacta no está exenta de polémicas. Para su mejor delimitación se puede focalizar en estas conductas el empleo de la fuerza para resolver los conflictos interpersonales, siendo esta una forma de ejercicio del poder utilizada para eliminar obstáculos indeseables, es decir, aparece como un conjunto de manifestaciones conductuales utilizadas en los marcos de una estructura jerarquizada (real o simbólica) para mantener el poder por la fuerza a través de la producción de un daño esencialmente psicológico. Según Iliana Artiles (2001) son aquellas acciones u omisiones destinadas a degradar o controlar las acciones, comportamientos, creencias y decisiones de otra persona, por medio de la intimidación, manipulación, amenazas directas o indirectas, humillación aislamiento o cualquier otra conducta que implique un perjuicio en la salud psicológica, la autodeterminación, autoestima y desarrollo personal.

Autores reconocidos en el estudio de la violencia, como J. Corsi y L. Bonino Méndez (1995), I. Alberdi y L. Rojas Marcos (2005), apoyados en investigaciones, señalan que la posición de género es uno de los ejes cruciales por donde discurren las diferencias de poder y la familia es uno de los ámbitos fundamentales en que se manifiesta.

Estas mismas investigaciones subrayan que las cifras estadísticas son elocuentes en el sentido de señalar al adulto masculino como quien más frecuentemente ejerce diferentes formas de abuso, incluyendo aquí la comunicación como uno de los medios fundamentales de su expresión.

Siguiendo estas ideas se comparte lo planteado por I. Artiles (2001), quien llevando esta reflexión a la perspectiva de género señala que se entiende por violencia de género el ejercicio de la violencia que refleja la asimetría existente en las relaciones de poder entre hombres y la mujeres, y que perpetúa la subordinación y desvalorización de lo femenino a lo masculino.

Siendo consecuentes con el enfoque de género es preciso destacar que si bien las féminas resultan víctimas de la violencia desde diferentes ámbitos, en ocasiones, sin atrevernos a establecer porcientos, también funcionan como generadoras de ella.

Históricamente, en el terreno de las relaciones de pareja los trabajos se han centrado en el análisis de la asignación de roles de género estereotipados que colocan a la mujer como víctima de la violencia y al hombre como su victimario, pero a lo largo del tiempo este papel ha ido sufriendo transformaciones, y en la actualidad debemos empezar a aceptar que el estado de transición en el que nos encontramos se acompaña de menos rigidez en los roles, de diferencias menos claras y de límites más difusos (Trujano, P., Martínez, K. & Benítez, JC., 2002).

Si la intención del enfoque de género es lograr la equidad o, al decir de Lourdes Fernández Rius (2003) lograr una resignificación de lo que hasta hoy se ha estado entendiendo por hombre-mujer, masculino-femenino, privado-público, maternidad-paternidad, buscando el reconocimiento de la diversidad de género y la diversidad dentro de cada uno de ellos, las investigaciones no solamente pueden estar dirigidas a explorar los efectos nocivos de determinadas cuestiones sobre las mujeres (por ejemplo la violencia que nos ocupa), si no a ubicarlas exactamente en la realidad, viéndolas como víctima de algunos fenómenos, pero también como generadoras de ellos en alguna medida por estar en sí mismas insertadas en una cultura y reproducir en su propio comportamiento estilos de actuación y comunicación no solo propios de un sexo sino además, de un momento histórico.

Si bien el final de la violencia lo constituyen las secuelas que deja, no se manifiesta igual su expresión en los diferentes contextos, encontrándose diferencias en la valoración de la misma en las personas del medio urbano y rural, a partir de las condiciones diferentes de vida de estas últimas, del tipo de trabajo que realizan, del apego a las normas y a los modelos tradicionales de familia, pareja, roles de género, entre otros.

Algunas investigaciones realizadas en el medio rural nos siguen acercando a la sobrecarga de roles femenina. Ferrer Lozano, D. y León Naud, L. (2004), trabajando la representación social de la mujer rural desde un estudio de casos múltiples donde se incluyó el sector avícola y agropecuario, obtuvieron que, tanto en las representaciones de los directivos (de ambos sexos), como en la de los hombres y las propias mujeres se evidencia este fenómeno a través de adjetivos como: sacrificadas, luchadoras e incansables; refiriéndose a la actitud de la mujer ante la esfera laboral y con las términos: sin descanso, responsables, muy ocupadas y con poco tiempo libre, haciendo referencia a los roles que asumen en el hogar.

Con respecto a la representación que tienen las mujeres de sí mismas, Ferrer Lozano, D. y León Naud, L (2004) señalan en su informe de investigación que gira en torno a la poca valoración o reconocimiento social que reciben, a la poca o ninguna ayuda prestada por la familia, al exceso y sobrecarga de roles y responsabilidades que asumen, tanto en el trabajo como en el hogar.

Si bien estos son los matices de la realidad femenina, su versión masculina, producto del mismo arraigo a lo tradicional en el contexto rural, se ha movido hacia la mantención de los valores patriarcales aún desde formas muy sutiles. En un acercamiento a esta temática la especialista Mavis Dora Álvarez Licea (2005) señala que en un sector de población tan amplio, aproximadamente el 24% de la población cubana, no puede hablarse de una masculinidad homogénea para todas las regiones, clases, razas, edades, sexualidades, aunque desde su análisis si pudiera referirse un tipo predominante de masculinidad donde están presentes los rasgos jerárquicos comunes a la sociedad en general y los del “machismo” como versión local o regional de la dominación patriarcal. En este sentido destaca que: “todavía una mayoría significativa de hombres del campo se comportan con una masculinidad hegemónica bien acentuada y asentada en los viejos patrones familiares aprendidos desde la infancia, en tanto las mujeres, también en una sorprendente mayoría, aún las que han superado esquemas tradicionales de vida, siguen sometidas al poder masculino, quizás no en igual grado y condición que sus antecesoras pero solapada o abiertamente reprimidas y discriminadas”. De esta forma los hombres en este sector, según la autora, siguen privilegiando indicadores de virilidad y de éxito social similares o muy parecidos a los de sus antecesores de épocas pre-revolucionarias, por ejemplo: la posición social, el poder, la conquista y posesión de mujeres bonitas o de superior nivel en la escala social a las que persisten en mantener excluidas de la vida pública.

Teniendo en cuenta todo lo planteado hasta el momento y en especial el carácter invisible y sutil de la violencia psicológica de género y su legitimación especialmente en el contexto rural es que se persigue como objetivo de la presente investigación:

-Caracterizar la expresión de la violencia psicológica de género en relaciones conyugales provenientes del contexto rural.

 

Consideraciones Metodológicas.

Se realizó un estudio de tipo descriptivo con vistas a profundizar en las regularidades que asume el fenómeno de estudio en el contexto rural, reconociendo la necesidad de profundizar en los determinantes sociales y psicológicos de la violencia y como se expresan.

Para la caracterización de la violencia psicológica de género se trabajó de la población rural villaclareña con 12 parejas residentes en comunidades rurales del municipio de Santa Clara, provenientes de familias nucleares (10) y una menor cantidad de familias extensas (2).

En la mayoría de los casos predominaron las uniones consensuales y la existencia de segundos y terceros matrimonios con hijos como resultado de ellos. En ambos miembros de las parejas predominó el vínculo laboral aunque un 41,6% de las mujeres son amas de casa encontrándose vínculo laboral en todos los hombres, las edades de ambos miembros de la pareja osciló entre los 25 y 40 años y predominó el noveno grado de escolaridad en ambos géneros.

Metodológicamente nos apoyamos en una exploración individual utilizando como técnicas:

-Entrevistas abiertas y en profundidad a ambos cónyuges.
-Observación
-Cuestionario sobre posibles eventos desencadenantes de la violencia. (construido como parte de la investigación)

Primeramente se realizaron algunas exploraciones sobre el terreno que permitieran conocer las particularidades del grupo de trabajo y el objeto de estudio, así como seleccionar algunos informantes claves que sugirieran los primeros casos de personas abiertamente reconocidas como violentas, teniendo en cuenta la frecuente coexistencia de la violencia física y psicológica y la falta de criticidad sobre esta última. Las técnicas se aplicaron a los casos sugeridos y después se fueron extendiendo a otras personas a partir de los resultados obtenidos y las observaciones, quedando de forma intencional constituido el grupo de trabajo. Para la inclusión de personas en el mismo se consideraron como criterios:

-Disposición para colaborar con la investigación.
-Que fueran personas que vivieran en el medio rural y/o trabajaran en el campo.
-Que fueran identificadas por otros como personas violentas.
-Que tuvieran como mínimo un 6to. grado de escolaridad.
-Que no presentaran antecedentes de trastornos psiquiátricos o psicológicos que pudieran entorpecer su desempeño durante la investigación.

Para la evaluación se consideró como un elemento importante, además de los criterios anteriores, que personas con lazos familiares cercanos no coincidieran en el mismo espacio para evitar confrontaciones asociadas a la connotación negativa de la violencia.

El procesamiento de la información obtenida en esta etapa fue tanto cualitativo como cuantitativo, apoyándose en el análisis de contenido y en el paquete estadístico SPSS.

 

Análisis de los resultados.

Tras la aplicación de todos los instrumentos se encontraron en las familias estudiadas formas de relación tendientes al control en las que las principales manifestaciones de violencia evidenciadas fueron ofensas, gritos, limitaciones de derechos y funciones, amenazas, sobrecarga de roles y omisión. Con relación a la participación en la toma de decisiones en el núcleo familiar fue más frecuente (75% ) el predominio del poder masculino en este proceso, sobre todo en el caso de las decisiones que implican inversiones económicas, quedando las relativas a las labores domésticas más en el dominio femenino, algunas verbalizaciones representativas son las siguientes:“el hombre es el hombre”, “la mujer debe respetar”, “mi esposo dice que no”, “el hombre es el cabeza de familia”, “las decisiones son de mi esposo”, “el jefe soy yo”, “mi marido toma las decisiones”.

En cuanto a la distribución de roles se apreció en el 66.6 % de los casos una distribución de funciones acorde a los estereotipos sexuales tradicionales con sobrecarga concentrada en la figura femenina independientemente de tener o no vínculo laboral (“me ayudan más o menos”, “no me ayudan”, “no me apoyan”, “tengo que hacerlo todo”, “se dividen las tareas y a mi me toca todo”, “los hombres pudieran ayudar”,), aunque en el 25 % de los casos, coincidiendo con parejas menores de 35 años y con vínculo laboral ambos, se aprecia una tendencia a la cooperación y al equilibrio en este sentido.

En las familias con descendencia se apreciaron en un gran número de ellas formas de comunicación inadecuadas que se ubicaron esencialmente entre relaciones autoritarias e inconsistentes, afectándose, por tanto, la interacción entre sus miembros.

En el caso de los hombres como victimarios en sus relaciones de pareja se apreciaron celos frecuentes (en el 58.3% de los casos) que desencadenan vivencias de culpa en sus parejas, actitudes posesivas, estando las principales ofensas dirigidas fundamentalmente a la moral, la fidelidad y el “inadecuado” cumplimiento de los roles de madre o hijas (descuido de la familia), estando además en mayor medida dirigidas hacia ellas las limitaciones de derechos y funciones sobre todo a disfrutar del ámbito público tanto a través del vínculo laboral como del contacto social en general, incluso en 4 de las familias la limitación incluyó la negación a las mujeres para la participación en esta investigación luego de haber dado su consentimiento para ello.

Las amenazas hacia las mujeres se centraron esencialmente en la posibilidad de divorcio y de afrontar la soledad, constituyendo este último aspecto fuente de preocupación para un menor número de ellas (33.3 %), sobre todo para las mayores de 30 años, encontrándose como consecuencia en uno de los casos una conservación no deseada del vínculo matrimonial como alternativa ante el temor de enfrentar esta condición (doble victimización), compartiendo una percepción subjetiva de incapacidad (“sola no puedo”, “sola no valgo mucho”).

Independientemente de su forma activa o reactiva, es válido reconocer que la generación de violencia psicológica estuvo presente también en las mujeres como victimarias en su totalidad. En ese sentido se destacan como manifestaciones las ofensas dirigidas fundamentalmente al inadecuado cumplimiento del rol de proveedor de los hombres o a su sexualidad (siguiendo las expectativas desde el modelo tradicional masculino, al igual que en el caso de las mujeres) presente en el 41.6% de ellas, limitaciones y posibles amenazas con relación al alejamiento de los hijos, a la privación de su afecto o del contacto con ellos (33.3 %) y gran presencia en las mujeres de aislamiento y omisión (silencio e incomunicación) como alternativa, sobre todo como forma reactiva, ante el violentamiento de su pareja (58.3%).

Es válido destacar que en ninguno de los casos estudiados se apreció un reconocimiento de tales manifestaciones como violentas (discusiones normales”, “conversaciones fuertes pero normales”, “en todos los matrimonios hay discusiones”, “me siento bien, normal”), matizándose en el caso de las mujeres con una aceptación del rol de víctimas destacando la generada por los hombres y en el caso de estos últimos haciendo alusión a “problemas normales en la familia” aceptados como legítimos y naturales, colocando a la mujer o a los hijos como los responsables de sus reacciones. En todos los casos la naturalización e invisibilidad de la violencia unido a su connotación negativa impidieron una real concientización de la misma y sus efectos, trayendo como consecuencia ceguera selectiva (no diferenciación entre lo que el accionar violento provoca y la respuesta defensiva de las víctimas), externalización de culpas, la negación de la violencia y/o su minimización y justificación, coincidiendo con resultados expuestos por Corsi, Dohmen, Sotés y Bonino (1995).

Entre los determinantes psicológicos generales de las manifestaciones violentas se encontró una comunicación deficiente en todos los casos con dificultades en la resolución de conflictos de forma no violenta y carencias en habilidades comunicativas de emisión y recepción (“tenemos problemas de comunicación”, “yo le guardo algunas cositas”, “nunca nos ponemos de acuerdo”, “hay que explicarme y no lo hace”, “no le puedo ir en contra”), así como en el manejo de la comunicación no verbal, fundamentalmente en la regulación del tono de la voz. Específicamente en los hombres se apreció con gran frecuencia la presencia de un tono alto de voz (75%), la evasión del contacto visual (58,3%), dificultades para establecer empatía y respetar el criterio de los otros (75%), unido a poca flexibilidad a la hora de modificarlos e imposición de los mismos, siendo coincidentes estos aspectos en el caso de las féminas aunque en un porciento cercano al 50 en todos los casos, excepto en lo referido al contacto visual y con la particularidad de que la imposición de criterios de las mujeres se evidenció esencialmente en la relación con los hijos.

Como legitimadoras de las manifestaciones violentas se encontraron un conjunto de creencias y actitudes bastante estereotipadas y arraigadas en las familias. Las más generales fueron con relación a:

1. la dirección del hogar (“existe un jefe de la casa y este dirige la vida de los demás miembros”.)

2. la educación de los hijos (“deben total obediencia a los padres”, “castigo y golpes son formas educativas efectivas”)

3. el respeto (“el respeto no incluye el cuestionamiento, implica total obediencia”, “respeto, silencio y obediencia son la misma cosa”)

4. los modelos de género (“las mujeres son para la casa”, “las mujeres hacen lo que digan los hombres”).

Pudieron apreciarse dificultades en la regulación emocional, específicamente asociada a la expresión de la ira en el 58.3% de los hombres (“se va del paso”, “tremendo genio”, “me da genio”, “se pone furioso”, “siento mucha ira”) y asociada a la depresión y al llanto incontrolable en el 33.3 % de las féminas (“siento una cosa que me ahoga”, “no me puedo contener”.). También deficiente expresión de las vivencias emocionales y/o racionalización de las mismas, fundamentalmente en los hombres para un 58.3% (“no sé lo que es un beso”, “tenemos una relación no estrecha”, “sexo sin caricias”, “no estoy enamorada de él”, “no es cariñoso”, “ni me da un beso”), así como baja autoestima, no precisándose si como causa o consecuencia de las interacciones violentas.

Se apreció además, la influencia de estilos educativos anteriores inadecuados, esencialmente en el caso de las mujeres con gran predominio de limitaciones de derechos y funciones unida a la existencia de medios familiares violentos en la gran mayoría de los casos sin distinción de género.

 

Conclusiones

En la totalidad de las parejas estudiadas se apreciaron manifestaciones frecuentes de violencia psicológica de género en las que víctimas y victimarios se maltratan de manera cíclica, asumiendo uno u otro rol en dependencia de la interacción que se establezca. Las principales manifestaciones están dadas por relaciones posesivas y tendientes al control, ofensas, gritos, limitaciones de derechos y funciones, amenazas, sobrecarga de roles y omisión, muy marcada su expresión en todos los casos por el género, que introduce diferencias tanto de contenido como en su valor funcional en la movilización del comportamiento y refuerzan los estereotipos de género del hombre como poseedor del poder, proveedor y jefe de la familia y la mujer en su función de reproducción y responsable del cuidado de los otros.

En ninguna de las relaciones conyugales estudiadas se aprecia una concientización de las interacciones violentas que se establecen, lo que limita la crítica de las mismas y su afrontamiento.

En el 100 % de las familias se aprecian estilos educativos inadecuados utilizados con sus hijos y estilos educativos anteriores también inadecuados y cargados de castigo físico, maltrato y múltiples formas de violencia en general.

Desde los determinantes psicológicos se aprecian dificultades en la autorregulación emocional, carencia de habilidades comunicativas, fundamentalmente en la emisión y recepción de mensajes y en el manejo de la comunicación no verbal, y un sistema de creencias compartidas acerca de los géneros, el poder, el respeto y la educación que legitiman e invisibilizan la violencia psicológica expresada.

 

Recomendaciones

Teniendo en cuenta las conclusiones obtenidas se recomienda:

1. Ampliar el estudio hacia otras comunidades, con vistas a establecer generalizaciones sobre la violencia psicológica de género para la población rural cubana.

2. Desarrollar acciones educativas que permitan un mejor reconocimiento en la población de esta forma de violencia y sus diferentes modalidades, así como un enfrentamiento efectivo a la misma.

 

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Anexos

Indicadores de entrevista abierta a personas identificadas como violentas.

1. Datos generales

2. Valoración del funcionamiento familiar (profundización en la pareja) en cuanto a:

-comunicación
-toma de decisiones
-distribución de roles y responsabilidades de todo tipo

1. Estilos educativos recibidos en la infancia y los utilizados con sus hijos.

2. Factores que condicionan el estado de funcionamiento familiar actual.

3. Estado de las relaciones interpersonales en otros contextos: barrio y centro de trabajo.

Indicadores de entrevista en profundidad a personas identificadas como violentas.

1. Funcionamiento de la pareja en cuanto a:

-comunicación y solución de conflictos (aspectos informativo, perceptual e interactivo).
-expresión de afecto y regulación emocional.
-toma de decisiones.
-distribución de roles y responsabilidades de todo tipo

1. Principales manifestaciones de violencia psicológica de género en la comunicación.

2. Factores que condicionan el estado de funcionamiento actual de la pareja.

3. Factores que generan malestar, posibles desencadenantes de violencia.

Cuestionario sobre posibles eventos desencadenantes de la violencia.

A continuación aparecen un conjunto de preguntas referidas a la comunicación y las relaciones interpersonales. Agradeceríamos que desde su experiencia diera respuesta a las mismas.

Sus opiniones serán muy valiosas para poder comprender la convivencia en el contexto rural.

1. ¿Qué situaciones le producen con frecuencia gran malestar e irritación?

2. a) En la convivencia con su familia:

b) Fuera del medio familiar:

1. Describa brevemente como se siente en esos momentos.

1. ¿Qué hace en esas situaciones?

1. ¿Qué acciones suyas provocan gran malestar e irritación en los demás?

2. b) En la convivencia con su familia:

b) Fuera del medio familiar:

1. ¿Cómo cree que se sienten estas personas cuando reciben sus acciones?

1. ¿Cómo han reaccionado ante la molestia que usted le provoca?

Guía de Observación. Habilidades comunicativas:

1. Habilidades de recepción

-Presta atención: siempre--- nunca--- en momentos específicos--- ¿cuáles?
-Muestra empatía: siempre--- nunca--- en momentos específicos--- ¿cuáles?
-Brinda retroalimentación
Responde a las preguntas: con monosílabos---- con respuestas amplias--- con frases estereotipadas--- con elaboración personal---
Refuerzo al intelocutor: si--- no--- verbal--- no verbal---
Solicita información: si--- no--- ¿sobre qué? -------------------------------------

1. Habilidades de emisión

-Responde ajustándose al contenido: si--- no---
-Expresa libremente opiniones, deseos y actitudes: si--- no--- ¿cuáles?------------------------------------
-Defiende y argumenta sus criterios: si--- no--- ¿cuáles?-------------------------------------
-Muestra flexibilidad: si--- no---
-Lenguaje que utiliza: coloquial--- rebuscado--- vulgar---
-Brinda información precisa: si--- no---

1. Manejo de la comunicación no verbal

-Contacto visual
Mantiene el contacto visual---
Es inestable su contacto visual: siempre--- momentos específicos--- ¿cuáles? --------------------
Evade el contacto visual: siempre--- momentos específicos--- ¿cuáles? ----------------------
-Tono, ritmo y volumen
El volumen en general es : alto--- bajo--- adecuado a la situación---
El tono en general es: seguro--- entrecortado--- otros-------
El ritmo en general es: rápido--- lento--- medio---
-Proxémica
Manejo del espacio:
adecuado--- inadecuado--- mucho acercamiento--- distante---
-Gestos
Gestos con las manos:
frecuentes--- poco frecuentes--- escasos--- no existen---

1. Habilidades asertivas o de autoafirmación.

-Expresión de las emociones
Emociones que expresa: alegría--- tristeza--- ira---
Regulación emocional:
Rompe con el proceso comunicativo--- se regula y continúa---
-Orientación en los demás: si--- no---
-Respeto por criterios del otro: si--- no---
-Valoración de si: satisfecha--- poco satisfecha--- insatisfecha---

 

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